El cuadro,
columna vertebral de la revolución
Septiembre de 1962
Innecesario sería insistir en las
características de nuestra Revolución, en la forma original, con
algunos rasgos de espontaneidad, con que se produjo el tránsito de una
revolución nacional libertadora, a una revolución socialista y en
el cúmulo de etapas vividas a toda prisa en el curso de este desarrollo,
que fue dirigido por los mismos actores de la epopeya inicial del Moncada, pasando
por el Granma y terminando en la declaración de carácter socialista
de la Revolución cubana. Nuevos simpatizantes, cuadros, organizaciones,
se fueron sumando a la endeble estructura orgánica del movimiento inicial,
hasta constituir el aluvión de pueblo que caracteriza nuestra Revolución.
Cuando se hizo patente que en Cuba una nueva clase social tomaba definitivamente
el mando, se vieron también las grandes limitaciones que tendría
en el ejercicio del poder estatal a causa de las condiciones en que encontráramos
el Estado, sin cuadros para desarrollar el cúmulo enorme de tareas que
debían cumplirse en el aparato estatal, en la organización política
y en todo el frente económico.
En el momento siguiente a la toma del poder, los cargos burocráticos
se designaron «a dedo»; no hubo mayores problemas, no los hubo porque todavía
no estaba rota la vieja estructura. El aparato funcionaba con su andar lento
y cansino de cosa vieja y casi sin vida, pero tenía una organización
y, en ella, la coordinación suficiente para mantenerse por inercia, desdeñando
los cambios políticos que se producían como preludio del cambio
en la estructura económica.
El Movimiento 26 de Julio, hondamente herido por las luchas internas entre
sus alas izquierda y derecha, no podía dedicarse a tareas constructivas;
y el Partido Socialista Popular, por el hecho de soportar fieros embates y la
ilegalidad durante años, no había podido desarrollar cuadros intermedios
para afrontar las nuevas responsabilidades que se avecinaban.
Cuando se produjeron las primeras intervenciones estatales en la economía,
la tarea de buscar cuadros no era muy complicada y se podía elegir entre
muchas gentes que tenían alguna base mínima para ejercer el cargo
de dirección. Pero, con el aceleramiento del proceso, ocurrido a partir
de la nacionalización de las empresas norteamericanas y, posteriormente,
de las grandes empresas cubanas, se produce una verdadera hambre de técnicos
administrativos. Se siente, por otro lado, una necesidad angustiosa de técnicos
de producción, debido al éxodo de muchos de ellos, atraídos
por mejores posiciones ofrecidas por las compañías imperialistas
en otras partes de América o en los mismos Estados Unidos, y el aparato
político debe someterse a un intenso esfuerzo, en medio de las tareas
de estructuración, para dar atención ideológica a una masa
que entra en contacto con la Revolución, plena de ansias de aprender.
Todos cumplimos el papel como buenamente pudimos, pero no fue sin penas ni
apuros. Muchos errores se cometieron en la parte administrativa del Ejecutivo,
enormes fallas se cometieron por parte de los nuevos administradores de empresas,
que tenían responsabilidades demasiado grandes en sus manos, y grandes
y costosos errores cometimos también en el aparato político que,
poco a poco, fue cayendo en una tranquila y placentera burocracia, identificado
casi como trampolín para ascensos y para cargos burocráticos de
mayor o menor cuantía, desligado totalmente de las masas.
El eje central de nuestros errores está en nuestra falta de sentimiento
de la realidad en un momento dado, pero la herramienta que nos faltó,
lo que fue embotando nuestra capacidad de percepción y convirtiendo al
partido en un ente burocrático, poniendo en peligro la administración
y la producción, fue la falta de cuadros desarrollados a nivel medio.
La política de cuadros se hacía evidente como sinónimo
de política de masas; establecer nuevamente el contacto con las masas,
contacto estrechamente mantenido por la Revolución en la primera época
de su vida, era la consigna. Pero establecerlo a través de algún
tipo de aparato que permitiera sacarle el mayor provecho, tanto en la percepción
de todos los latidos de las masas como en la transmisión de orientaciones
políticas, que en muchos casos solamente fueron dadas por intervenciones
personales del Primer Ministro Fidel Castro o de algunos otros líderes
de la Revolución.
A esta altura podemos preguntarnos, ¿qué es un cuadro? Debemos decir
que, un cuadro es un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político
como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central,
hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo
además las manifestaciones que ésta haga de sus deseos y sus motivaciones
más íntimas. Es un individuo de disciplina ideológica y
administrativa, que conoce y practica el centralismo democrático y sabe
valorar las contradicciones existentes en el método para aprovechar al
máximo sus múltiples facetas; que sabe practicar en la producción
el principio de la discusión colectiva y decisión y responsabilidad
únicas, cuya fidelidad está probada y cuyo valor físico
y moral se ha desarrollado al compás de su desarrollo ideológico,
de tal manera que está dispuesto siempre a afrontar cualquier debate
y a responder hasta con su vida de la buena marcha de la Revolución.
Es, además, un individuo con capacidad de análisis propio, lo
que le permite tomar las decisiones necesarias y practicar la iniciativa creadora
de modo que no choque con la disciplina.
El cuadro, pues, es un creador, es un dirigente de alta estatura, un técnico
de buen nivel político que puede, razonando dialécticamente, llevar
adelante su sector de producción o desarrollar a la masa desde su puesto
político de dirección.
Este ejemplar humano, aparentemente, rodeado de virtudes difíciles de
alcanzar, está sin embargo, presente en el pueblo de Cuba y nos lo encontramos
día a día. Lo esencial es aprovechar todas las oportunidades que
hay para desarrollarlo al máximo, para educarlo, para sacar de cada personalidad
el mayor provecho y convertirla en el valor más útil para la nación.
El desarrollo de un cuadro se logra en el quehacer diario; pero debe acometerse
la tarea, además, de un modo sistemático en escuelas especiales,
donde profesores competentes, ejemplos a la vez del alumnado, favorezcan el
más rápido ascenso ideológico.
En un régimen que inicia la construcción del socialismo, no puede
suponerse un cuadro que no tenga un alto desarrollo político, pero por
desarrollo político no debe considerarse sólo el aprendizaje de
la teoría marxista; debe también exigirse la responsabilidad del
individuo por sus actos, la disciplina que coarte cualquier debilidad transitoria
y que no esté reñida en una alta dosis de iniciativa, la preocupación
constante por todos los problemas de la Revolución. Para desarrollarlo
hay que empezar, por establecer el principio selectivo en la masa, es allí
donde hay que buscar las personalidades nacientes, probadas en el sacrificio
o que empiezan ahora a mostrar sus inquietudes, y llevarlas a escuelas especiales,
o, en su defecto a cargos de mayor responsabilidad que lo prueben en el trabajo
práctico.
Así hemos ido encontrando multitud de nuevos cuadros que se han desarrollado
en estos años; pero su desarrollo no ha sido parejo, puesto que los jóvenes
compañeros se han visto frente a la realidad de la creación revolucionaria
sin una adecuada orientación de partido. Algunos han triunfado plenamente,
pero hay muchos que no pudieron hacerlo completamente y quedaron a mitad del
camino, o que, simplemente, se perdieron en el laberinto burocrático
o en las tentaciones que da el poder.
Para asegurar el triunfo y la consolidación total de la Revolución
necesitamos desarrollar cuadros de distintos tipos; el cuadro político
que sea la base de nuestras organizaciones de masas, el que oriente a éstas
a través de la acción del Partido Unido de la Revolución
Socialista (ya se están empezando a sentar estas bases con las escuelas
nacionales y provinciales de Instrucción Revolucionaria y con los estudios
y círculos de estudios a todos los niveles); también se necesitan
cuadros militares, para lograr lo cual se puede utilizar la selección
que hizo la guerra en nuestros jóvenes combatientes, ya que quedó
con vida una buena cantidad sin grandes conocimientos teóricos pero probados
en el fuego, probados en las condiciones más duras de la lucha y de una
fidelidad a toda prueba hacia el régimen revolucionario, a cuyo nacimiento
y desarrollo están íntimamente unidos desde las primeras guerrillas
de la Sierra. Debemos promover también cuadros económicos que
se dediquen específicamente a las tareas difíciles de la planeación
y a las tareas de la organización del Estado Socialista en estos momentos
de creación. Es necesario trabajar con los profesionales, impulsando
a los jóvenes a seguir alguna de las carreras técnicas más
importantes, para tentar de darle a la ciencia el tono de entusiasmo ideológico
que garantice un desarrollo acelerado. Y es imperativo crear el equipo administrativo
que sepa aprovechar y acoplar los conocimientos técnicos específicos
de los demás y orientar las empresas y otras organizaciones del Estado
para acoplarlas al fuerte ritmo de la Revolución. Para todos ellos, el
denominador común es la claridad política. Esta no consiste en
el apoyo incondicional o los postulados de la Revolución, sino en un
apoyo razonado, en una gran capacidad de sacrificio y en una capacidad dialéctica
de análisis que permita hacer continuos aportes, a todos los niveles,
a la rica teoría y práctica de la Revolución. Estos compañeros
deben seleccionarse de las masas, aplicando el principio único de que
el mejor sobresalga y que al mejor se le den las mayores oportunidades de desarrollo.
En todos estos lugares, la función del cuadro, a pesar de ocupar frentes
distintos, es la misma. El cuadro es la pieza maestra del motor ideológico
que es el Partido Unido de la Revolución. Es lo que pudiéramos
llamar un tornillo dinámico de este motor; tornillo en cuanto a pieza
funcional que asegura su correcto funcionamiento, dinámico en cuanto
a que no es un simple trasmisor hacia arriba o hacia abajo de lemas o demandas,
sino un creador que ayudará al desarrollo de las masas y a la información
de los dirigentes, sirviendo de punto de contacto con aquéllas. Tiene
una importante misión de vigilancia para que no se liquide el gran espíritu
de la Revolución, para que ésta no duerma, no disminuya su ritmo.
Es un lugar sensible; transmite lo que viene de la masa y le infunde lo que
orienta el Partido.
Desarrollar los cuadros, es, pues, una tarea inaplazable del momento. El desarrollo
de los cuadros ha sido tomado con gran empeño por el Gobierno Revolucionario;
con sus programas de becas siguiendo principios selectivos, con los programas
de estudio de los obreros, dando distintas oportunidades de desarrollo tecnológico,
con el desarrollo de las escuelas técnicas especiales, con el desarrollo
de las escuelas secundarias y las universidades abriendo nuevas carreras, con
el desarrollo, en fin del estudio, el trabajo y la vigilancia revolucionaria
como lemas de toda nuestra patria, basados fundamentalmente en la Unión
de Jóvenes Comunistas, de donde deben salir los cuadros de todo tipo
y aun los cuadros dirigentes de la Revolución en el futuro.
Intimamente ligado al concepto de «cuadro» está el de la capacidad de
sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo las verdades y consignas de la
Revolución. El cuadro, como dirigente político, debe ganarse el
respeto de los trabajadores con su acción. Es imprescindible que cuente
con la consideración y el cariño de los compañeros a quienes
debe guiar por los caminos de vanguardia.
Por todo ello, no hay mejor cuadro que aquel cuya elección efectúa
la masa en las asambleas que designan los obreros ejemplares, los que serán
integrados al PURS junto con los antiguos miembros de las ORI que pasen todas
las pruebas selectivas exigidas. Al principio constituirán un partido
pequeño, pero su influencia entre los trabajadores será inmensa;
luego éste se agrandará cuando el avance de la conciencia socialista
vaya convirtiendo en una necesidad el trabajo y la entrega total a la causa
del pueblo. Con dirigentes medios de esa categoría, las difíciles
tareas que tenemos delante se cumplirán con menos contratiempos. Luego
de un período de desconcierto y de malos métodos se ha llegado
a la política justa, la que no será abandonada jamás. Con
el impulso siempre renovado de la clase obrera, nutriendo con sus fuentes inagotables
las filas del futuro Partido Unido de la Revolución Socialista, y con
la rectoría de nuestro partido, entramos de lleno en la tarea de formación
de cuadros que garanticen el desarrollo impetuoso de nuestra Revolución.
Hay que triunfar en el empeño.
Revista Cuba Socialista, septiembre 1962
Tomado de: Escritos y discursos, tomo 6 , Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana 1977
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