Discusión colectiva,
decisión y responsabilidad únicas
Julio 1961
Nuestra Revolución ha avanzado tan rápidamente
y los problemas que se plantean deben cambiar de enfoque con tanta velocidad que
deja atrás la capacidad de reacción y asimilación de ciertas
esferas de los núcleos revolucionarios.
Es por ello que queremos dar con este informe,
ampliamente discutido, los lineamientos generales de la política a seguir
por los administradores de empresas estatales y sus relaciones con las agrupaciones
obreras y políticas: Comité Técnico Asesor, Sindicato,
JUCEI, organizaciones revolucionarias, &c.
La Revolución cubana, dejando atrás
rápidamente su primera característica de Revolución democrática
antimperialista, se ha transformado en socialista; como tal, todos los problemas
que se plantean deben examinarse desde el punto de vista de un estado que marcha
hacia el socialismo y a la luz de los grandes principios directores del marxismo,
considerando además la experiencia de los países que están
construyendo efectivamente el socialismo en su territorio.
A todo esto hay que agregar las condiciones esenciales
de nuestra propia individualidad nacional y adaptarla también a los cuadros
generales de las necesidades del desarrollo en cada etapa dada.
Nuestra revolución ha dejado ya la fase
de lucha en que había que aplicar inevitablemente medidas drásticas
generales de expropiación a los capitalistas, sobre todo en la rama industrial,
donde más del ochenta por ciento ha sido nacionalizado y el proceso continúa
mediante compras por expropiaciones dictadas ante la huida del país de
los propietarios por abandono del centro de trabajo, o por complicidad con elementos
contrarrevolucionarios. Todo esto ha llevado a la necesidad de estructurar el
aparato de producción del Estado, ignorando, para los fines prácticos,
la producción privada. En el plan se contemplan las capacidades de producción
y las necesidades de abastecimiento de las empresas estatales y, globalmente,
las de aquel grupo minoritario de empresarios particulares que subsistan.
El concepto de empresa ha ido cambiando gradualmente.
La Junta Central de Planificación ha dado una definición de empresa
que textualmente dice lo siguiente:
- «El concepto de empresa pública es el
de integración de todas las unidades de producción que laboren
bienes o presten servicios idénticos o similares –aunque no excluye
la posibilidad de que, en casos excepcionales y por razones prácticas,
pueden constituirse en empresas públicas de acuerdo con otros principios
de integración-.»
La Resolución de la Junta Central de Planificación
dice: «Conferir en principio a las empresas públicas las siguientes facultades:
- a) Celebrar contratos para la compra o recepción
de insumos (energía, materias primas, lubricantes y repuestos de las
maquinarias en uso).
- b) Celebrar contratos para la venta o entrega
de los bienes y servicios producidos.
- c) Celebrar contratos para la construcción
de edificaciones y la adquisición de las maquinarias y equipos que
se requieran para ampliar la capacidad productiva de sus unidades integrantes,
de acuerdo con el plan de inversiones que se apruebe.
- d) Celebrar contratos y convenios colectivos
de trabajo.
- e) Nombrar, promover y separar el personal no
directivo de las unidades que las integran, de acuerdo con el Ministerio del
Trabajo y las plantillas aprobadas.
- f) Determinar en qué unidades de producción
debe llevarse la contabilidad.
- g) Elaborar un presupuesto a través del
cual obtendrá por asignaciones estatales los fondos necesarios para
hacer efectivos los contratos a que se refieren las letras a, c y d; así
como ingresar en rentas públicas el producto de las ventas que realice.»
Como se podrá ver, una empresa estatal es
un conjunto de unidades de producción más o menos similares que
trabajan con un presupuesto establecido y que, de acuerdo con ese presupuesto,
establecen sus metas de producción y firman contratos para realizarlas,
celebran los contratos y convenios colectivos de trabajo, nombran, promueven
y separan personal no directivo de las unidades, de acuerdo con el Ministerio
del Trabajo y celebran contratos para la construcción de edificaciones
y maquinarias, &c.
A los administradores de cada fábrica se
les transfiere parte de las atribuciones de un director de empresa consolidada,
pero refiriéndose a los jefes podemos no separar los de empresa consolidada
de los de fábricas. La empresa consolidada, en realidad, es una agrupación
cuantitativa de una serie de fábricas, pero con aproximadamente las mismas
funciones. ¿Cuáles son los cuadros dirigentes de las empresas actuales
del Ministerio de Industrias según el último reglamente aprobado?
El jefe del Departamento Económico, el jefe del Departamento de Producción
y el jefe del Departamento de Intercambio. Las tres personas más importantes
que junto con el director constituyen la parte ejecutiva de la empresa. Bien,
pero la empresa no está constituida solamente –y vuelvo a repetir que
también las fábricas– por este grupo de dirección de funcionarios
estatales; hay también dos organizaciones muy importantes, que son el
sindicato y el Consejo Técnico Asesor. Las relaciones entre cada una
de ellas debe establecerse muy exactamente.
Antes de seguir adelante hay que precisar que las
fábricas son propiedad de todo el pueblo y, como el pueblo está
representado en nuestro país por el Estado, son propiedades del Estado.
éste tiene la misión encomendada por el pueblo cubano de dirigir
la producción hacia las metas propias de una Revolución socialista.
Precisamente, el carácter socialista de la Revolución cubana determina
las características generales de la producción; frente a la anarquía
de la producción capitalista, se alza el plan racional de la producción
socialista. Por eso el plan es uno de los ejes del sistema socialista y una
tarea donde se conjugan los esfuerzos de todo el país, armónicamente
distribuidos y estrechamente entrelazados.
Claro que el gobierno no puede dictar normas, hacer
planes, fijar metas, sin la participación del pueblo, pues en ese caso,
serían un plan frío, burocrático. Por eso mismo, la empresa
debe recurrir a sus funcionarios y obreros para discutir los planes, para incorporar
a la gente a la producción y a los problemas de la producción
de tal forma que el resultado final sea algo vivo, producto de discusiones prácticas
sobre temas determinados y que puedan ofrecerse conclusiones acabadas. Es preciso
agregar a esto que de acuerdo con los principios actuales de dirección
de empresas en los países socialistas, el administrador y el consejo
de administración son los que tienen la responsabilidad única
y absoluta del cumplimiento de las obligaciones a ellos encomendadas. Esto debe
estar muy claro, pues no puede admitirse ninguna clase de dejación por
parte del administrador de las funciones que le son impuestas por el Estado
–ni cedidas, ni otorgadas– en su función de director de la empresa o
administrador de alguna fábrica determinada. Sólo partiendo de
este criterio básico puede iniciarse la discusión sobre los problemas
a tratar.
¿Cuáles deben ser las relaciones entre
el administrador y los sindicatos?
Ya está dicho, como título de este
trabajo, que la dirección debe ser única, con responsabilidad
única y la discusión colectiva. Los directores, ya lo hemos dicho,
deben cumplir y hacer cumplir las orientaciones generales del Ministerio; deben
además, conocer y administrar en todas sus fases la planificación
directa, organización y confección, realización y control
de todas las funciones y asuntos de la empresa consolidada o, en su caso, de
la fábrica. Las funciones de un director de empresa consolidada son las
siguientes:
- a) Supervisar y dirigir por sí, o por
intermedio de funcionarios competentes, las labores de las secciones, oficinas
y unidades productivas de la empresa consolidada, siendo el máximo
responsable ante el ministerio de la buena marcha de las mismas.
- b) Dirigir la confección y cumplimiento
del plan estatal en la parte correspondiente a la empresa consolidada (plan
técnico-económico de la empresa consolidada).
- c) Vigilar el cumplimiento de lo establecido
con respecto al trabajo, salarios, contratos, tecnología, finanzas,
leyes y reglamentos, seguridad e higiene de los trabajadores, así como
el de los derechos de los mismos. Vigilar, asimismo, el uso correcto y eficiente
de los recursos asignados a la empresa consolidada por el Estado.
- d) Dictar las resoluciones de carácter
interior que considere necesarias para el mejor funcionamiento de la empresa
consolidada. Dictar, cuando proceda, las instrucciones relativas a la mejor
organización de las actividades administrativas, económicas,
técnicas, de producción y comerciales de la empresa consolidada.
- e) Informar, orientar, estimular, adiestrar
y capacitar al personal de la empresa consolidada para lograr la más
revolucionaria, eficiente y económica actividad del mismo.
- f) Suscribir los documentos públicos
y privados que fueren necesarios, sin que en modo alguno pueda excederse de
los límites fijados en el plan técnico-económico de la
empresa consolidada.
- g) Presidir los consejos de administración,
comités y reuniones que se establezcan y celebren para información
y coordinación de las distintas actividades de la empresa consolidada.
- h) Colaborar con las organizaciones revolucionarias
y sindicales.
- i) Promover la participación activa de
los trabajadores en la dirección y en el cumplimiento del plan.
Y, ¿cuál será el papel de los
sindicatos?
Los sindicatos tienen estos problemas, dos funciones
distintas, aunque se complementen en esta época revolucionaria.
Una de ellas es captar la idea general de organización
y de las metas del gobierno, discutirla a nivel de la empresa o fábrica
de que se trate y llevarla al seno de la masa trabajadora para que se haga carne
en ella el espíritu de lo que se pretende hacer y se empuje hacia adelante
con el mayor ímpetu. La otra es aparentemente opuesta y complementaria,
en realidad, de ésta, en la defensa de los intereses específicos
e inmediatos de la clase trabajadora a nivel de empresa o fábrica. El
establecimiento del sistema socialista no liquida las contradicciones sino que
modifica la forma de solucionarlas. También ahora, habrá contradicciones
y en éstas el sindicato jugará un papel importante; irá
a fundamentar los puntos de vista de un sector dado de trabajadores cuando sus
necesidades –de posible satisfacción sin daño al interés
general de toda la clase obrera, que es la construcción del socialismo
y la industrialización en plazo breve del país– no se hayan contemplado
en determinadas normas de trabajo, cuando se pretenda objetar ciertas mejoras
obtenidas a través de la lucha sindical durante muchos años, cuando
se desconozcan necesidades apremiantes de la masa obrera del centro de trabajo
que se trate y cuanto se refiera a la discusión general del convenio
colectivo del trabajo. ¿Cómo compaginar toda esta defensa de los intereses
inmediatos de la clase obrera, con la transmisión a la misma de las grandes
iniciativas económicas de Gobierno? Pues sencillamente, porque no hay
una contradicción intrínseca entre estas dos tareas; el Gobierno
trata de llevar adelante al país en la forma más rápida
posible, con la utilización de la mayor cantidad posible de recursos,
para beneficio del mayor número posible de personas en el menor tiempo
posible. Esta es una aspiración muy grande; cuando se lleva a una fábrica,
a veces la aspiración general choca con dificultades prácticas;
en ese caso, la misión del sindicato es adecuar las condiciones reales
del lugar de trabajo a las grandes directivas generales de desarrollo del Estado.
Podemos poner un ejemplo para hacer más clara la idea.
Vamos a suponer un trabajo insalubre en una industria
a la que no le pondremos nombre; el país necesita del producto, para
obtener el cual hay que trabajar en condiciones de salubridad muy malas con
una urgencia tremenda. Los órganos económicos transfieren, a través
de sus organismos, la petición que llega al director de la empresa encargada
de producirlo; el director quiere doblar las metas de producción, pide
más horas de trabajo, una serie de sacrificios necesarios para aumentar
la producción sin recurrir a nuevas inversiones que no es posible hacer
en estos momentos. El sindicato puede salir al paso y decir: «un momento, aquí
se está pidiendo de este sector de la clase obrera un esfuerzo desmedido,
porque trabajar tantas horas provoca tal enfermedad, porque provoca tal desgaste
físico, porque no hay condiciones de salubridad mínimas, porque
hay esto o aquello. Nosotros queremos en nombre de la masa obrera que representamos
que mejoren las condiciones de salarios en tanto, las condiciones de salubridad,
en más cuanto, las condiciones de seguridad social, digamos en más
cuanto, para poder cumplir entonces con las metas del Gobierno, y en tal caso,
nos comprometemos a hacerlo.»
Naturalmente, éstos son casos extremos;
siempre en la administración se consideran las condiciones necesarias
a la tarea de los obreros, el bienestar de los mismos y no se les va a exigir
algo como lo caricaturizado en este ejemplo, pero allí está, en
términos generales, la otra función del sindicato.
El sindicato debe llevar esta doble función
de velar por las condiciones de trabajo de los obreros y empleados y por dar,
él mismo, la orientación revolucionaria del sacrificio o el esfuerzo
necesarios a las masas con toda la honestidad de que son capaces los miembros
del proletariado, pues las líneas generales de la política económica
de la Revolución socialista está regidas por el deseo de crear
mayores riquezas para mayor bienestar de la clase obrera, de los campesinos,
de todo el pueblo.
El sindicato debe estar bien al tanto de cuáles
son estas líneas y cómo se puede educar a la masa para el rápido
logro de las metas proyectadas; para eso debe tener acceso a la dirección
del centro de trabajo. Mientras no se estructure un reglamento, es conveniente
que la administración dé cabida al secretario de la sección
sindical en los consejos de dirección. Este íntimo contacto hará
posible una mayor clarificación de la conciencia de los obreros y una
mejor visión de los objetivos económicos.
Los sindicatos están íntimamente
ligados al aumento de la productividad y de la disciplina en el trabajo, pilares
de la construcción socialista. Y también en la preparación
de administradores eficientes entre los trabajadores en general levantando su
nivel técnico y político.
Otra de sus funciones es también la ya descrita
de la preocupación por los intereses materiales y espirituales inmediatos
de los obreros. Armonizando todas ellas en el marco de la discusión y
de la persuasión, método básico para actuar correctamente,
cumplirá el sindicato con todos los deberes de este momento de tensión
de las fuerzas productivas.
Las relaciones, entonces, entre el director y el
sindicato son de cordialidad, de armonía, de cooperación mutua,
pero en esferas diferentes; en todo lo administrativo, el administrador tiene
la responsabilidad y debe ejercer su autoridad; en la conducción y superación
ideológica de las masas, los sindicatos tienen la mayor responsabilidad
y deben cumplirla con hondo sentido revolucionario.
Toda contradicción debe resolverse mediante
discusiones, porque el arma superior de la clase obrera, que es la huelga, es
precisamente el arma de la definición violenta de las contradicciones
de clase, cosa que no debe suceder en la sociedad que camina hacia el socialismo;
y huelgas obreras en nuestras empresas constituirían un sonado fracaso
de nuestra administración y, también, una demostración
de faltas lamentables en la conciencia política de la clase obrera. Felizmente,
ambas condiciones negativas se han superado en nuestro país; la conciencia
obrera ha aumentado sustancialmente y la dirección de nuestra política
económica es correcta y tiene como meta fundamentalmente la satisfacción
de los intereses de la clase obrera en su conjunto.
Una demostración clara de nuestra actual
condición, totalmente diferente a la del pasado, es, precisamente, el
trabajo voluntario de los obreros, trabajo que es dirigido y orientado por los
sindicatos. Es que ya a la conciencia de los obreros ha llegado claramente la
idea de que no es posible separar la fábrica del trabajador, que todo
es uno y que cuanto el trabajador haga por la fábrica, lo hace en beneficio
propio y, además, en beneficio del pueblo en general. De esta forma,
el trabajo voluntario tiende a aglutinar obreros que van de una producción
a otra, de acuerdo con las necesidades del país; a intercambiar trabajadores
en distintas fábricas o empresas, de acuerdo con las necesidades, como
en el caso del azúcar, donde trabajadores de todas las industrias aportaron
algo y contribuyeron a unificar el espíritu de la clase obrera siguiendo
las grandes consignas del país.
El Consejo Técnico Asesor
Existe, sobre todo a nivel de fábricas,
pero también en los consolidados, un cuerpo más o menos técnico,
llamado el Consejo Técnico Asesor. El Consejo Técnico Asesor está
constituido por los obreros más destacados de cada departamento de la
producción, los que, reunidos, asesoran al administrador sobre medidas
prácticas a tomar en cada unidad de producción.
Los Consejos Técnicos Asesores se ocupan
de todas las tareas revolucionarias-técnicas. Por ejemplo, hace falta
una pieza de repuesto, una máquina está paralizada por esa pieza,
el ingeniero opina que esa pieza debe ser traída de algún país
extranjero –eso tarda un mes y medio–, que no es posible repararla y que por
lo tanto hay que dejar esa máquina parada. «En todo caso –dirá
el ingeniero–, traer la pieza por avión.»
El Consejo Técnico Asesor se reúne,
recurre a la experiencia práctica de todos los obreros y resuelve que
esa pieza sí se puede reparar en Cuba, mientras llegue la pieza original;
se ponen a la tarea y se repara la pieza. ¿Cómo ha sido el trabajo de
estos obreros? Ha sido técnico, pero ha sido revolucionario. Esa es la
función esencial, pero también, desde altos niveles de la fábrica
puede palpar cómo se desarrollan las relaciones de producción,
puede ver la importancia de la disciplina obrera, la importancia de la organización
y cómo siente en un lado o en otro de la fábrica la actuación
falsa de algún otro punto determinado.
El Consejo Técnico Asesor es, pues, el laboratorio
experimental donde la clase obrera se prepara para las grandes tareas futuras
de la conducción integral del país. Tiene que ir desarrollando
a todos los obreros susceptibles de ser elevados técnicamente y proponerlos,
junto con los sindicatos, para las distintas escuelas que se están formando;
debe trabajar constantemente para que se mejoren los niveles técnicos
de los obreros, ya que el sindicato y las organizaciones revolucionarias se
encargan de elevar su nivel cultural e ideológico.
El administrador es el presidente del Consejo Técnico
Asesor; sus decisiones a nivel de empresa o fábrica son inapelables,
pero se pueden elevar a un organismo superior. Es decir, que en el caso de las
fábricas, puede un Comité Técnico Asesor (y debe hacerlo
además) denunciar ante el director de la empresa consolidada que tal
administrador de fábrica está cometiendo tal o cual hecho que
va contra la política del ministerio y que afecta a la producción,
a los obreros, a la marcha general de la unidad; si el director no hiciera caso
de la denuncia, pueden elevarla ante el subsecretario correspondiente. Como
se ve, hay amplia garantía de que todas las denuncias de los Consejos
Técnicos Asesores sean examinadas por los responsables generales de los
problemas de la producción.
En resumen, el Consejo Técnico Asesor tiene
la función de suplir al técnico graduado y mejorar las condiciones
de trabajo mediante su entusiasmo revolucionario. Específicamente, trabajará
en el estudio de las piezas de repuestos, en la racionalización de los
procesos de producción, en el aumento de la productividad del trabajo,
así como cooperará con los sindicatos en el mejoramiento de la
disciplina de trabajo y elevación técnica de los obreros. Además,
tiene ahora la inaplazable tarea de estructurar, de acuerdo con las autoridades
del Ministerio del Trabajo y de los ministros respectivos, las normas de trabajo.
Estas normas son la base del cálculo de los salarios en el sistema socialista
y alrededor de ellas se plasma el contrato colectivo.
Existe en la producción un factor muy importante
que es el que ideológicamente ha quedado más atrás, por
lógica consecuencia de las características del desarrollo político
en el país; es el técnico. Técnico era en Cuba, en general,
el hombre salido de la pequeña burguesía o de las clases altas
de la población cuyos padres tenían dinero para hacerlo estudiar
aquí o en el extranjero, en general en los Estados Unidos –y que era
educado, además, en el respeto a la idolatría de la técnica
norteamericana. Después de recibirse, probablemente pasaría un
curso en alguna empresa norteamericana y vendría a trabajar, también
muy probablemente, a otra empresa norteamericana. De tal forma, su horizonte
ideológico está limitado por sus conocimientos prácticos
de la materia. No ha tenido contacto con otro mundo y para él es execrable
todo lo que sea «la libre empresa»; es decir, las posibilidades de enriquecerse
también algún día, aunque hoy sea explotado, aunque su
compañero más viejo, el ingeniero tal, ya tenga sesenta años
y siga siendo tan modesto empleado como antes; a pesar de todo tiene esperanza
y, por tanto, no ve con simpatías la socialización de las empresas.
Está acostumbrado a trabajar unas cuantas horas, a ser respetado y, quizás,
temido por la clase obrera. Ha visto cómo todo un mundo, muy firme, que
conoció inalterable durante su existencia, dentro del cual vivía
con relativa comodidad y con quiméricas posibilidades de dar el gran
salto hacia la fortuna, se ha derrumbado de pronto.
Además, los obreros de la fábrica,
en general, ven en los técnicos el aliado del patrón, al hombre
inmisericorde que hace trabajar más, al que obliga a aceptar tal o cual
trabajo, al que califica a los obreros; fundada o infundadamente, engloban en
los ingenieros el odio a los patronos antiguos. El ingeniero se siente acosado
y empieza a buscar algo que lo oriente, algo que le permita superar la crisis,
allí es importante la tarea del administrador. El administrador es el
hombre que debe atender a estos técnicos, superarlos ideológicamente,
demostrarlos con su ejemplo, con su prédica constante, lo que puede hacer
el socialismo, explicarles claramente una verdad tan grande como que en el socialismo
el técnico tiene más oportunidades de desarrollarse que en el
capitalismo; que aun cuando en uno, dos o cinco ejemplos, pudieran en el capitalismo
hacerse dueños de una gran fortuna, para que eso ocurriera cientos y
miles de técnicos debían ser miserablemente explotados.
Hay que darle confianza, acercarlo al proceso revolucionario.
El técnico no está manchado con ningún pecado original,
simplemente es la educación que ha recibido, la clase social de donde
proviene, el medio en que se ha desenvuelto toda su vida, los que dictan sus
normas de conducta. El administrador revolucionario debe trabajar para que sus
técnicos se queden en el país, realicen un vuelco ideológico
que les permita no sólo trabajar, sino trabajar con entusiasmo por la
Revolución y para que se identifiquen con la clase obrera que es la clase
llamada a regir los destinos del país en el porvenir inmediato.
Todo esto sin dejar de tener en cuenta que no se
puede permitir la más mínima extralimitación por parte
de los técnicos; se les debe permitir todas las dudas ideológicas
que tengan, todo su azoramiento frente a la realidad actual, pero no se les
puede permitir, por ejemplo, que en razón de su anticuada manera de pensar
traten mal a los obreros, falten al trabajo, se nieguen a reparar una maquinaria
o a trabajar con técnicos socialistas que llegaron en algunas de las
tantas misiones técnicas que nos envían estos países para
ayudarnos. La tarea del administrador es de convencimiento, pero de convencimiento
con firmeza; éste es uno de los puntos más delicados de su labor
diaria.
Toda ésta es una tarea de época de
transición; los individuos provenientes de clases sociales derrotadas
en la lucha deben ser ayudados a cubrir el trayecto en que dejen de considerarse
seres extraños a la nueva sociedad y se integren en ella. En el futuro,
los nuevos técnicos serán extraídos de la clase obrera
y de los campesinos, su identificación con la Revolución será
total y el espíritu de emulación socialista será una cosa
natural.
Es muy importante que se haga desde ahora el mayor
esfuerzo para que la clase obrera avance por caminos técnicos a la par
que camina con botas de siete leguas por los senderos ideológicos. Así,
más rápidamente se podrá obtener el control del aparato
de producción que es la base económica sobre la que descansa el
nuevo sistema.
Este conjunto de organismos revolucionarios, el
Consejo Técnico Asesor, los sindicatos y la administración, encabezada
por el administrador, tienen una serie de tareas y relaciones comunes. Las tareas
ya se han fijado en general; sobre las relaciones debe insistirse, poner bien
claro, subrayado para que sobresalga, que la responsabilidad de la ejecución
de los planes del Gobierno recae sobre el administrador y, por consiguiente,
recae sobre él la responsabilidad total del cumplimiento de las órdenes
del Gobierno para la realización del plan.
Debe existir una amplia integración de estos
sectores, discutirse continuamente, establecerse una comunicación continua
que permita intercambiar opiniones en cada momento y lograr el asesoramiento
de todos los factores políticos y técnicos necesarios, para que
el administrador, en última instancia y bajo su entera responsabilidad,
tome la decisión. Esto es lo que permitirá marchar adecuadamente
a la empresa o fábrica que se trate.
Junto a todos estos organismos establecidos, con
cierta institucionalidad pudiéramos decir, existe otro que tiene una
importancia fundamental en cuanto implica la expresión verdadera de los
anhelos y opiniones de la clase obrera: la asamblea de producción.
La asamblea de producción abarca todos los
obreros de una fábrica que, reunidos democráticamente, exponen
sus puntos de vista sobre la marcha de la industria y del plan. La asamblea
de producción representa una especie de cámara legislativa que
enjuicia la tarea propia y la de todos los empleados y obreros.
Allí deben imperar, como armas de educación
socialista, la crítica y la autocrítica. Esta modalidad permite
que se intercambien muchos puntos de vista, a veces encontrados, se eduque a
los administradores en la escuela del análisis crítico de su propia
tarea ante el pleno de la masa obrera y a ésta para el control efectivo
de las tareas de la administración.
La crítica y la autocrítica serán
el fundamento del trabajo diario pero llevadas a su máximo en la asamblea
de producción, donde se ventilarán todos los problemas referentes
a la industria, y donde el trabajo del administrador estará sujeto a
los interrogatorios y crítica por parte de los obreros que dirige.
Aunque, es necesario puntualizar una vez más,
que las discusiones deben producirse desde posiciones de lógica y raciocinio
y no de fuerza, ni de consideración de intereses mezquinos y particulares.
El método de ucase no tiene validez, así como el de interpretar,
tratándose de la clase obrera, que el administrador debe dejar contentos
a los trabajadores porque si no hace lo que éstos le indican, queda fuera
de la industria.
De los nuevos organismos de creación revolucionaria
hay uno que es el más joven; la JUCEI: Juntas Provinciales de Coordinación,
Ejecución e Inspección, que fundara el compañero Raúl
Castro en Oriente y posteriormente se ha fundado hasta Matanzas, faltando las
de La Habana y Pinar del Río. El JUCEI tiene dos funciones importantes,
una de las cuales tiene mucha relación con la producción a nivel
central y la otra algunas conexiones. El JUCEI desempeña actualmente
las funciones de poder político local. Como tal, tienen que ver con todas
las medidas de la localidad o de la zona que se trate y aun de la provincia.
En este caso, las relaciones con la dirección centralizada son menos
importantes.
Al mismo tiempo, los JUCEI tienen otra función
como aparato especial de coordinación, vigilancia e inspección
del Estado a nivel provincial o local y esa función debe ser muy cuidada,
es muy importante. Las relaciones deben ser estrictamente llevadas de acuerdo
con principios establecidos para que no se produzcan fricciones ni se esterilice
la labor del JUCEI, ni se aumenten excesivamente sus funciones, ocasionando
disturbios. Debe partirse de la premisa fundamental de que la administración
de cada rama de la producción es la autoridad máxima en esa rama
determinada. Los conflictos entre grados menores de distintos ministerios, conflictos
de cualquier clase que surjan a nivel provincial o local, los JUCEI se encargan
de aclararlos con espíritu de cooperación, llamando a la discusión
entre todos ellos; es un órgano que no tiene características ejecutorias
en la rama económica y que no puede torcer nunca mediante una directiva
local la dirección general nacional dictada por el ministerio en cuestión.
Es importante establecer esta diferencia: un conflicto
entre el administrador de una empresa estatal perteneciente al Ministerio de
Industrias y otro, perteneciente a Transporte, por ejemplo, sobre cuestiones
de competencia local, se puede resolver a nivel local, y el JUCEI, en la cual
los dos organismos están representados, puede actuar llamando a la concordia
y estableciendo lo más razonable, lo más justo, lo más
beneficioso para el país. Si se produce un conflicto entre algún
administrador de alguna fábrica y algún otro funcionario de mayor
jerarquía del ministerio correspondiente, en este caso el JUCEI debe
mantenerse al margen y los administradores deben recordar por sobre todas las
cosas, que deben acatamiento administrativo al ministerio en que actúan
en primer lugar y que las relaciones con las JUCEI son secundarias a éste.
Es decir, es inadmisible que una denuncia contra algún funcionario superior
del organismo se eleva por parte de obreros y administrador, conjuntamente al
JUCEI provincial, desconociendo al ministerio porque en tal caso se está
rompiendo el orden administrativo.
También, como en el caso de las relaciones
con los sindicatos y el Consejo Técnico Asesor, las relaciones de los
jefes de fábricas con el JUCEI provincial sirven también para
lograr la cooperación que todos estábamos buscando y para hacer
más efectiva la tarea del administrador, pero nunca éste puede
abandonar las que son sus legítimas atribuciones y sus obligaciones primordiales;
vale decir, la conducción de la fábrica es de su responsabilidad
y de los hechos que produzcan en el ejercicio de esa responsabilidad debe responder
ante el ministerio correspondiente. Bajo tales premisas, el JUCEI, donde están
englobados los organismos revolucionarios y los delegados de organismos administrativos,
tiene la importancia de coordinar todas estas fuerzas, de limar las asperezas
y de trabajar por el bien común haciendo que se utilicen plenamente las
posibilidades productivas del país a nivel local.
¿Cuáles son las metas fundamentales de un
administrador? Podemos decir en esta época que la meta fundamental es
el cumplimiento y sobrepasamiento del plan. ¿Cómo asegura un administrador
cumplir o sobrepasar el plan? Fundamentalmente, con dos medidas: la producción
y la productividad. La producción, es decir, la creación de los
productos necesarios para cumplir las metas asignadas, y la productividad, o
sea el aceleramiento del proceso de producción de tal forma que con menos
o los mismos gastos se pueda producir más. Se puede lograr la productividad
necesaria mediante varios factores: la coordinación de las fuerzas administrativas
y técnicas con las fuerzas de producción, es decir, con la masa
obrera, la compenetración de la masa obrera de la importancia definitiva
de realizar el plan y el elevamiento técnico de ésta desde el
más bajo nivel.
Un papel importante juega en este momento el que
la clarificación ideológica de las masas y su deseo de hacer más
cosas y mejor hechas, cristalicen en competencias de emulación. La emulación
es uno de los pilares del desarrollo acelerado de un país en revolución
y sus bases deben estudiarse y discutirse a fondo en todas las fábricas
que, del esfuerzo conjunto surjan las grandes cifras de la producción
cubana.
Y todo esto debe hacerse sin que merme la calidad
del productor. Por el contrario, la calidad debe ser parte de los elementos
de valoración de los esfuerzos. Si hoy algunos productos han cambiado
de aspecto o sabor, en el futuro lograremos la fórmula adecuada, las
materias primas necesarias para ello. Siempre debemos avanzar considerando la
importancia de la calidad para el bienestar de la población y sin sacrificarla
a los aumentos de la producción.
Para todo esto hay que cumplir una de las tareas
más importantes y fecundas que deben realizar en colaboración
estrecha los directores de empresas, los miembros del Consejo Técnico
de Asesores, los sindicatos, las organizaciones revolucionarias y también
la JUCEI; esta tarea es la formación de cuadros. La formación
de cuadros es la base que nos permitirá el triunfo futuro de las fábricas,
de la empresa y del país en general. Quien sabe hoy sacrificar horas
de su trabajo, quien sabe hoy sacrificar algo de la producción inmediata,
algunas hora de trabajo, gana mediante aumentos de la productividad del futuro
y con creces lo que pierde hoy, y puede decirse que ha comprendido perfectamente
el proceso de la producción socialista en una empresa o en un medio estatal.
Esa es una de las tareas más importantes que estamos afrontando en estos
momentos, preparándonos para crear las condiciones necesarias para que
un número muy grande de técnicos capaces pueda alcanzarse en los
años venideros. Para ello se ha elaborado un plan minucioso con los países
socialistas que está ya en tren de realización.
Aunque el individuo humano no puede encasillarse
dentro de moldes rígidos donde se clasifiquen sus méritos separadamente
y se sumen artiméticamente los números de clasificación
parcial para dar el total, pues es un todo, se puede decir que el director de
empresa o fábrica será inmejorable cuando conjugue en sí
el interés por el desarrollo de la clase obrera y del país en
general y el triunfo particular de su centro de trabajo; la coordinación
con todos los organismos revolucionarios y la decisión y autoridad para
resolver por propia responsabilidad los problemas planteados; sepa elevarse
a tanta altura administrativa que le permita abarcar en su conjunto la producción
y bajar al trato personal y directo con las masas; sepa mandar objetivamente
por sus conocimientos pero también hacerse seguir por su ejemplo; conozca
la teoría de la planificación y sus problemas y la tecnología
de su centro de trabajo; cuando haya superado los niveles intelectuales medios
y siga aprendiendo constantemente, pero se sienta miembro de la clase obrera
y a ella recurra para obtener experiencias; cuando sea capaz de olvidarse del
más mínimo interés personal; de anteponer el cumplimiento
de las leyes y los deberes revolucionarios a la amistad personal; cuando sepa
valorar a los individuos por sus hechos objetivos y totales y no por aspectos
de su personalidad o sus palabras; cuando una a la más grande disciplina
administrativa la audacia e iniciativa revolucionarias; cuando coopere al desarrollo
técnico y político de la clase obrera dando las mayores facilidades
a los trabajadores para el estudio; cuando haya aprendido definitivamente que
las grandes verdades científicas del movimiento revolucionario deben
ser completadas por el trabajo constante y objetivo, teniendo en cuenta siempre
la realidad y trabajando sobre ella con el arma de la teoría.
Teoría y práctica, decisión
y discusión, dirección y orientación, análisis y
síntesis, son las contraposiciones dialécticas que debe dominar
el administrador revolucionario.
Revista Trabajo, segunda
quincena, Julio 1961
Tomado de: Escritos y discursos,
tomo 5 , Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1977
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