Discurso en el acto de homenaje
al general Líster
2 de junio de 1961
Queridos compañeros:
Tengo hoy el honor, en nombre del pueblo de Cuba, de saludar una vez más,
durante su estancia entre nosotros, al general Líster. (Aplausos.)
Y tengo la fácil misión de presentarlo ante ustedes, pues todos
lo conocen desde hace muchos años, y el mundo entero conoció su
nombre cuando España escribió una de sus páginas más
heroicas y desgraciadas, durante los tres largos años de la guerra civil
contra los poderes fascistas.
Al llegar aquí, en este momento, el general Líster, no deja de crearse
un paralelo simbólico, pues Cuba hoy, como España en aquellos nefastos
días, es la avanzada del mundo progresista luchando contra la ofensiva
de la bestia imperialista. Aquella batalla se perdió. A pesar del heroísmo
del pueblo español, a pesar de la ayuda que pudieran darle los otros pueblos
del mundo, y la única potencia socialista que existía en aquella
época, la causa del pueblo, sin una vigorosa conducción unificada,
carcomida incluso, a veces, por disensiones internas, fue minándose, con
la ayuda también de las potencias occidentales, que la cercaron, para caer
derrotada definitivamente, y pasarse a la guerra mundial.
Se sabía lo que era España en aquel momento: fue un reducto y fue
un campo de prueba, donde se empezaron a probar las armas de la potencia más
fuerte de aquella época, que era la Alemania nazi. Allí probaron
sus bombarderos en picada; allí probaron sus nuevos tipos de tanques; allí
probaron y empezaron a trabajar sobre su famosa «Blitzkrieg»; y, allí también
probaron los bombardeos en masa, de los cuales Guernica es un crudo ejemplo.
Era otra época de la historia del mundo, que ha caminado muy rápido
estos últimos años. Había un solo país socialista,
y había que eliminarlo. Las potencias imperialistas eran varias y fuertes,
y se aprestaban a luchar entre sí por el botín del mundo entero,
pero todas coincidían en que había que derrotar a la Unión
Soviética. La batalla de España fue el preludio de las gigantescas
batallas que librarían dos años después de terminada la guerra
española. Hitler y Mussolini, de un lado, pero también los aliados
occidentales, del otro, estaban preparándose a su manera, para festejar
la caída del único poder popular.
España era una avanzada que iba por el camino del poder popular. Allí,
efectivamente, el pueblo había ganado el poder en elecciones libres, y
se aprestaba a realizar las reformas necesarias para conquistar la felicidad.
Pero se habían olvidado del ejército, se habían olvidado
que había un ejército, representante de una clase vencida en unas
elecciones, pero no aniquilada, y que estaba expectante. Ese ejército se
alzó en el año 1936, y a pesar de toda la heroicidad del pueblo,
de esa heroicidad que nos llenó, incluso, de un orgullo subconsciente de
pertenecer a la misma raza, y ser descendientes, más o menos, directos,
de aquellos españoles, a pesar de esa lucha, el poder del pueblo sucumbió.
Hoy está aquí Cuba, mucho más cerca del poderío principal
del imperialismo, y también ha surgido con la voluntad imperiosa de su
pueblo. Por eso, Cuba es hoy uno de los puntales y una de las vanguardias de la
lucha antimperialista; y por eso, el cerco imperialista, y la lucha imperialista,
se ceban constantemente sobre la Isla; por eso, nos atacan todos los días.
Es peligroso para ellos que, en el centro de su traspatio imperial puedan ver
los países hermanos de América lo que puede hacer un pueblo cuando
llega al Poder. Por eso tratan de eliminarnos una y otra vez.
Pero la historia ha avanzado, y la experiencia recogida por los pueblos en su
dura lucha, sirve de algo. España allá, Guatemala aquí en
América, nos enseñaron la verdad fundamental de que ningún
poder del pueblo puede estar asentado sino sobre la base de un propio ejército
popular, que defiende hasta la muerte sus conquistas, y no un ejército
profesional de casta y de clase, que se convierta en la «quinta columna» necesaria
para destruir ese poder popular.
Nosotros derrotamos al ejército en las primeras luchas, llegamos al poder
en lucha frontal con él, y lo eliminamos totalmente como cuerpo, lo reemplazamos
absolutamente, y proclamamos ante el mundo, como una de las conquistas de la Revolución
cubana... (aplausos), la demostración palpable de que un pueblo
se puede alzar contra un ejército, aun cuando no tenga armas; ir derrotándolo
en batallas sucesivas; arrancarle las armas; convertirse en más fuerte
que ese ejército opresor; derrotarlo; tomar el Poder; y después,
liquidarlo totalmente. Sin esa liquidación, no está completa la
toma del Poder.
Así hemos llegado a este año 1961, donde no estamos ni remotamente
solos. También, como en la época de España, también
como en la época de Líster, el nombre de Cuba recorre el mundo entero,
y la solidaridad de los pueblos del mundo se acerca a esta pequeña isla
antillana. También, como en aquella época, sirve este nombre de
hoy para unir a todas las fuerzas amantes del progreso, y oponerse a todas las
fuerzas que luchan por el oscurantismo.
Pero la solidaridad de hoy, no es la indefensa solidaridad que los pueblos del
mundo dieron a la España republicana, no es solamente la de los millares
y millares de hombres que fueron a buscar un fusil y a poner su pecho, desde todas
partes del mundo, para morir junto a los españoles defendiendo una causa
mundial. Hoy tenemos algo más efectivo, porque el mundo ha caminado. Hoy
nosotros, campeones de la paz, a quienes el Gobierno de la Unión Soviética
ha entregado, a su Primer Ministro, o un grupo de hombres de ciencias y de artistas
de la Unión Soviética, mejor dicho, han entregado, a su Primer Ministro,
el «Premio Lenin de la Paz» (aplausos), como expresión de la verdadera
lucha por la paz, de lo que realmente es la paz.
La paz de los hombres, que la desean con toda su fuerza, que están dispuestos
a aprovecharla al máximo para la felicidad de su pueblo, pero que saben
que no se pueden poner de rodillas para conquistarla; que saben que la paz se
conquista con golpes de audacia, de valor, de tesón inquebrantable, y que
así se defiende, y que la paz no es una condición estática,
sino que es algo dinámico en el mundo, y que cuanto más fuerte,
unido y beligerante, sea un pueblo, más fácilmente puede mantener
la paz anhelada.
Y a este pueblo amante de la paz, constantemente sometido a los ataques del imperialismo,
ya sea por mercenarios, por bombardeos, por bloqueos de todo tipo, en esta época,
en el año 1961, en su puesto de vanguardia en la lucha antimperialista,
no lo apoya solamente la solidaridad de los indefensos del mundo, y no lo apoya
solamente la inmensa mayoría de los hombres de buena voluntad.
La solidaridad de hoy es una solidaridad atómica, es una solidaridad beligerante,
donde se ha advertido claramente que Cuba tiene su derecho a vivir en el mundo
en paz con todos, como su pueblo ordene a su Gobierno que sea esa vida, y que
hay gobiernos del mundo dispuestos a usar toda su fuerza, todos sus medios de
destrucción, para ayudar a Cuba a que cumpla con ese deber y ese derecho
de los pueblos a vivir en paz y de construir su felicidad futura en paz. (Aplausos.)
España pedía la paz en aquella época para iniciar la verdadera
reconstrucción, para salir de un feudalismo que la hizo caer, desde ser
la primera potencia europea y la primera potencia del mundo, a un país
de segundo orden.
Luchaban los patriotas españoles entonces por cambiar la faz del país,
por hacerlo en paz, por derrotar a todas las fuerzas del mal, las mismas fuerzas
que existieron aquí, y convertir a España en el paraíso terrenal
en que todos soñamos que se va a convertir nuestro país. Pero no
pudo ser. En aquella época, las fuerzas imperialistas eran demasiado fuertes.
De nada valió que hubiera no un Líster, sino miles y miles de millones
de Líster, y que hubiera dos millones de muertos para salvar el derecho
al bienestar y a la felicidad.
Aquella vez los tanques, los aviones y los soldados armados, fueron más
fuertes que el pueblo indefenso.
Cada vez que nosotros tenemos un momento de debilidad, cada vez que tenemos un
momento de duda, volvemos nuestros ojos al pasado y recogemos esos dos grandes
ejemplos de nuestra vida moderna, que nos sirven para corregir errores y para
fortalecer nuestro espíritu. Nos acordamos de la España Republicana
allá, y nos acordamos de Guatemala aquí; corregimos errores y aprendemos
a luchar contra el imperio, y avanzamos así, tan rápidamente como
ustedes saben, hasta poder proclamar, al Primero de Mayo, a esta Revolución,
como la primer Revolución socialista de América. (Grandes aplausos.)
Ha sido un largo camino, en términos de historia, recorrido en un corto
lapso, en menos de dos años y medio.
Pero hemos podido recorrer ese camino tan rápidamente, y hemos podido mostrar
hoy la certeza de nuestra victoria final, nuestra fuerza invulnerable, nuestra
capacidad de resistencia y de construir un futuro mucho mejor, a un ritmo muy
acelerado, porque existieron quienes murieron durante muchos años en todo
el mundo para que la verdad de hoy, de Cuba, fuera posible. Porque hace, no años,
sino siglos, el hombre viene luchando por la idea sagrada de eliminar la explotación
del hombre por el hombre.
Y cuando solamente existía la Unión Soviética, cuando estaba
cercada por la reunión de todas las fuerzas imperialistas del mundo, y
atacada por todas sus fronteras, fue la solidaridad de los obreros del mundo entero
la que contribuyó a salvarla del ataque, junto con la fuerza que allá
había adquirido el nuevo Estado del pueblo.
Y así, la historia del sacrificio de los obreros y campesinos es inmensa,
y no la podrían narrar tomos y tomos de historia. Pero gracias a toda aquella
lucha, gracias al sacrificio del pueblo español, gracias a que allí
se ganó un tiempo precioso, podemos afirmar que hoy estamos aquí
mostrando ante el mundo nuestra Revolución.
La batalla de España fue sí una guerra, una guerra civil, una guerra
muy dura, pero fue también una batalla. Parte de la guerra enorme que el
imperialismo llevaba contra las fuerzas progresistas, y aunque esa batalla se
perdiera en ese momento allí, sirvió para ganar tiempo, que era
algo precioso en aquel momento.
La historia dirá cuánto valió exactamente ese tiempo, cuánto
le debe el mundo al sacrificio de los españoles que lucharon, casi sin
armas, contra la barbarie fascista. Pero aun sin poder valorarla exactamente,
todos sabemos que el valor de ese sacrificio fue enorme, y, ciertamente, que parte
de los bellos resultados de hoy se deben a aquella lucha heroica de tres años.
Por eso nosotros podemos recibir a Líster como algo nuestro. (Aplausos.)
No solamente porque es español, y ya ser español es ser algo nuestro,
sino también porque luchó, y luchó en la forma en que lo
hizo, en aquella guerra que también es nuestra; aquella guerra que se une
directamente con la gesta de nuestros mambises y con los treinta años de
nuestra lucha por la emancipación de Cuba, dentro de una gran cadena, que
es la cadena de las luchas populares contra los poderes imperialistas.
Uno de nuestros antecesores es el pueblo español luchando durante tres
años, como lo es Sandino en América, como lo fue Guatemala. No importa
que su ejemplo no sea el ejemplo brillante del triunfo, pero siempre fue el ejemplo
heroico del sacrificio, y siempre nos mostraron, aún en la derrota, el
ejemplo necesario para corregir errores y para ir avanzando.
Hoy los pueblos del mundo que ya han visto llegar su libertad, son muchos, y cada
día nuevos pueblos se unen a la lista. Pero entre todos esos pueblos, desgraciadamente,
no está España. El pueblo de España todavía está
sin recobrarse de aquella lucha feroz de hace más de veinte años.
Nosotros hemos escuchado aquí al compañero Líster, cuando
hablaba de las nuevas condiciones de España, cuando refería las
luchas pacíficas del pueblo español y cómo, poco a poco,
se está ganando una recia batalla en los momentos actuales, y cómo
hay esperanzas de recuperar para el mundo ese pedazo de Europa que hoy está
dominado por el feudalismo y por el oscurantismo.
Todos nuestros deseos, los míos propios, los del pueblo entero de Cuba,
son que sea así. Que sea una rápida realidad y que pueda el pueblo
español, pacíficamente, mediante las demostraciones de fuerza de
sus grandes masas de obreros y de campesinos, darse el gobierno que crean mejor.
Pero si no fuera así, si los poderes reaccionarios no vieran el camino
inexorable de la historia, y no fueran capaces de comprender que aquella hora
de la historia del mundo en que el hombre era el lobo del hombre está próxima
a desaparecer, si no comprendieron eso, si el pueblo tuviera que volver a llenarse
de dolor, de humillación hasta los dientes, empuñar de nuevo las
armas y recuperar lo que es suyo en la forma que mejor la pareciera, podíamos
decirle al compañero Líster, al gran luchador de aquella época,
parafraseando los versos de Antonio Machado:
- «ˇSi mi pistola valiera algo,
- en tu columna contento lucharía!»
Comisión para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara
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