Comparecencia televisada acerca de la firma
de acuerdos con los países socialistas
6 de enero de 1961
Primero tengo que saludar a los oyentes de toda Cuba, después de un tiempo
de ausencia de la vida pública, y anunciarles que el motivo de esta comparecencia
es explicar claramente, dentro de la brevedad de una intervención de este
tipo, la magnitud de los acuerdos firmados en los países socialistas, fundamentalmente
con la Unión Soviética, y con la República Popular China;
y, además, establecer exactamente cuál fue la intervención
de cada cual en esta negociación, que pudo parecer larga pues estuvimos
dos meses, –en la Unión Soviética estuvimos, en el curso de esos
dos meses, durante tres oportunidades diferentes–, y pudo parecer todo el resultado
final como la coronación de unas largas, difíciles negociaciones
en las cuales la Delegación cubana salió triunfante, imponiendo
las ya conocidas medidas económicas, de compromisos de compra por parte
de la Unión Soviética y de los países socialistas, de cuatro
millones de toneladas a cuatro centavos la libra, es decir, un precio sustancialmente
más alto que el que actualmente rige en el mercado mundial, en cualquiera
de las dos Bolsas que están operando a diferentes niveles, o sea, la de
Nueva York o la de Londres.
En realidad, no hubo tal cosa. El viaje y las conversaciones en la Unión
Soviética, desde el primer momento fueron llevadas con extraordinaria facilidad,
debido al espíritu con que los gobernantes de los países socialistas
supieron analizar la petición cubana.
Nosotros, evidentemente, no podíamos pedir al mundo socialista que hiciera
el esfuerzo de comprarnos esa cantidad de azúcar y que la comprara a ese
precio y basar esa petición en motivos económicos, porque realmente
no hay ninguna razón, dentro de los términos del comercio mundial,
para que se realizara esta compra. Ella se produce, sencillamente, como un planteamiento
político.
Cuba está frente a una agresión económica a fondo del imperialismo
norteamericano, y todavía es un país de monocultivo. Cuba tiene
que contar, para desarrollarse y para realizar su comercio exterior, con el azúcar.
O vende su azúcar, o sufre quebrantos muy grandes en el comercio exterior.
Y, además, la vende a un determinado precio, o lo que se produce es una
efectiva descapitalización del país, pues el principal producto
hay que venderlo muy por debajo de su precio de costo.
En estos términos políticos fue planteada la petición cubana,
hecha directamente por el Gobierno y firmada por el Primer Ministro, Fidel Castro,
y fue recibida con extraordinaria simpatía y comprensión por los
países socialistas. En el primer momento, se convocó una reunión
en Moscú a resueltas de la cual se firmó un Convenio multilateral
de pagos. Fue, quizá, un caso único. Mientras nosotros nos reuníamos,
se estaban reuniendo los delegados de ochenta y un países del mundo, de
los partidos comunistas de los ochenta y un países que tiene el partido,
para resolver una serie de problemas importantes que llevaron la atención
de personalidades tan relevantes en el mundo socialista como Liu Shao-Chi, y como
Jruschov.
Sin embargo, tuvieron tiempo para convocar a una reunión que fue prácticamente,
a nivel de Ministros de Comercio Exterior –una categoría que nosotros no
tenemos todavía; ellos dividen su comercio en Comercio Interior y Exterior–.
Varios de los Ministros de Comercio Exterior y otras figuras representativas,
se trasladaron a Moscú para tener conversaciones con nosotros, y simplemente
el único tema de discusión era la cantidad de azúcar que
cada país podía absorber, para ayudar a Cuba.
La Unión Soviética se compromete a comprar 2 millones 700 mil toneladas
de azúcar, en el caso de que los Estados Unidos no nos compren –lo que
parece muy probable–; China compra un millón de toneladas de azúcar,
y los demás países socialistas, se comprometen a comprar 300 mil
toneladas. Esos son los países de Europa. Además, como compras adicionales,
la República Democrática Popular de Vietnam cinco mil toneladas;
y, como una compra simbólica, para expresar el apoyo monolítico
de todo el bloque socialista a nuestro Gobierno, la República Popular de
Mongolia compra mil toneladas de azúcar.
La Misión, que durante una parte del recorrido presidí yo y que
actualmente está presidida por el sub-secretario de Relaciones Exteriores,
Rodríguez Llombart, recorrerá todos los países del bloque
socialista. Actualmente está en Bulgaria; falta la visita solamente a Rumania
y a Albania. Y llevó como misión suplementaria la de firmar los
protocolos de comercio para el año 1961 y para años posteriores,
con todos los países de ese bloque.
Era una tarea sumamente difícil; una tarea difícil, porque nosotros
hemos tenido que cambiar la estructura de nuestro comercio en muy pocos meses.
De ser este país aún a finales del año 1959, es decir, hace
exactamente un año, un país de estructura totalmente colonial, con
un sistema de comercio interior y exterior dominado totalmente por los grandes
importadores dependientes de los capitales monopolistas, ha pasado a ser en el
curso de diez meses, hasta octubre, en que ya se cierra definitivamente el ciclo,
un país donde el Estado ejerce el monopolio absoluto del comercio exterior,
y, además, una gran parte del comercio interior.
Este cambio, necesariamente, trae aparejadas violentas conmociones y dificultades
muy grandes. Recibimos felicitaciones sinceras de los países socialistas,
no por haber llevado todos nuestros pedidos enormes, eso era imposible, sino por
habernos equivocado poco, dada la magnitud del trabajo. Pudimos, sin embargo,
llevar un esquema de las necesidades fundamentales de nuestro país para
este año 1961, y afrontamos allí una nueva dificultad. Esta dificultad
es que los países socialistas se rigen, en primer lugar, por patrones métricos,
del sistema decimal, y aquí nosotros seguíamos, naturalmente, la
práctica colonial de pesar todo en libras, de medirlo en yardas, o millas,
en fin, de realizar todos nuestros sistemas de medidas, de presiones, de los distintos
instrumentos, de las cañerías, las bocas de las bombas, en fin,
todo el instrumental industrial que se precisa, era de un tipo diferente. Incluso,
en la electricidad, en los países socialistas es de cincuenta ciclos por
segundo; aquí la electricidad es sesenta ciclos por segundo. Hay que adaptar
todas las máquinas a ese ciclaje diferente.
Y todo esto en países con una planificación altamente desarrollada,
donde ya tienen previstas las principales producciones para el año 1961;
y algunos países, como Checoslovaquia, tienen ya estructurado su plan de
desarrollo para 1980. Es decir, que tenían que cambiar, fundamentalmente
tenían que adaptar su comercio exterior a las necesidades de Cuba en muchos
artículos que eran fundamentales para Cuba, que había que suministrárselos,
porque si no a Cuba se le detenía su desarrollo, y había que suministrarlos
en un determinado tiempo, y adaptarse a las necesidades cubanas.
Es realmente un caso insólito en estos últimos tiempos, y en los
anales del comercio exterior, que todo un bloque de países tenga que cambiar
hasta su tipo de producción para ayudar a un país como el nuestro,
tan pequeño territorialmente y en habitantes, tan desvalido frente al poderío
norteamericano.
Sin embargo, encontramos la mejor disposición en todos lo países
visitados. Se pudo realizar, en este corto espacio de tiempo, en los dos meses
en que estuve personalmente –y todavía seguimos trabajando–, realmente
un trabajo extraordinario. Además, pudimos ver la insospechada capacidad
que tiene Cuba de expandir su comercio exterior en el área socialista,
sobre todo en los países asiáticos, y fundamentalmente en China,
donde nuestro producto principal, el azúcar, puede ser absorbido totalmente
por ese país, y todavía mucho más de nuestra producción,
si tuviera la posibilidad de trasladarlo, ya que hay la posibilidad de intercambiar
productos.
Por ejemplo, China es un país que en este momento tiene un consumo de menos
de dos kilos de azúcar por habitante por año. En Cuba, la cifra
es alrededor de 40, y en los países industrializados del mundo es entre
30 y 40 kilos por habitante. Pero a China subir el consumo un kilo por habitante
por año, le significa en estos momentos entre 650 mil y 700 mil toneladas.
Es decir, que para China subir su consumo a 10 kilos, que es bajo todavía,
de azúcar, por habitante y por año, consumiría la cosecha
de Cuba de siete millones de toneladas, es decir, consumiría la cosecha
actual de seis millones holgadamente, porque serían cerca de siete millones
de toneladas.
Simplemente, nosotros podríamos desarrollar nuestro comercio de azúcar
intercambiándolo por otros productos con China. La Unión Soviética
es el primer productor de azúcar del mundo en estos momentos; superó
a Cuba, precisamente, hace dos años, y ha pasado a ser el primer productor.
Tenía un amplísimo plan de desarrollo industrial del azúcar,
para ponerse también en esta materia a la misma altura que los demás
países industriales del mundo, y alcanzar y sobrepasar posteriormente a
los Estados Unidos.
Actualmente el consumo de la Unión Soviética es más bajo
que el de Estados Unidos en el azúcar, pero piensan alcanzarlo en unos
cuantos años. Nuestra capacidad de venta también es grande, pero
precisa todavía, en estos países, conversaciones muy largas para
poder adecuar nuestras economías y poder hacer lo que los norteamericanos
llaman complementar las economías, que en realidad significaba, en la jerga
de ellos, absorber todas las riquezas de los países coloniales, pero que
significa, en un plano de igualdad, puede significar el desarrollo armónico
de países como el nuestro. El Convenio multilateral de pagos que se firmó,
permite a Cuba jugar un poquito con su capacidad de vender azúcar y comprar
materiales industriales y materiales de importación de todo tipo, dentro
del área de los países socialistas europeos, y éstos compensan
entre sí esas cantidades; se resuelve todo con ese Convenio multilateral.
Es decir, que, por ejemplo, nosotros les vendemos dos millones setecientas mil
toneladas de azúcar a la Unión Soviética y nos queda un saldo
favorable con la Unión Soviética; podemos comprarle a Hungría
una cantidad, digamos, de un millón de pesos, y esa cantidad constituye
un saldo negativo para nosotros. Pero Hungría y la Unión Soviética
arreglan sus cuentas de tal forma que lo que le sobra a la Unión Soviética
se lo pasa a Hungría, y en esa forma establecemos una paridad entre todos
los países del área socialista de Europa, y Cuba. En ese Convenio
intervinieron todos los países socialistas de Europa y, además,
la República de Mongolia, del Asia.
Además de eso llevamos ya un Acuerdo para el consumo total del crédito
de cien millones de pesos que nos había otorgado la Unión Soviética
en ocasión de la visita del viceprimer ministro Mikoyán a Cuba.
Ustedes saben que todos los problemas industriales no son sencillos; hay que hacer
estudios y negociaciones posteriores para poder, definitivamente, realizar los
contratos.
Ya han sido firmados los contratos que consumen los cien millones de pesos del
primero de esos créditos, y están en marcha los estudios para instalar
la siderúrgica, cuyo lugar exacto no se ha determinado, todavía,
depende de la localización de nuestras riquezas minerales, pero tendrá
que estar, muy probablemente, entre Oriente y Las Villas.
Además, firmamos también un Protocolo para que la Unión Soviética
se encargara de hacer la prospección geológica de nuestro país,
y descubrirnos, en un tiempo muy corto, las riquezas minerales fundamentales.
Tenemos riquezas muy grandes: el cobre, el níquel, también el manganeso
que vamos a desarrollar; además, otras menores como cromo y algunos minerales
de menor importancia.
Ya están técnicos de los países socialistas estudiando nuestras
minas y trabajando en ellas para desarrollarlas. El plan de inversiones en minería
en este año 61 es de 27 millones de pesos. Es un plan muy ambicioso, y
nos permitirá en pocos años aprovechar las riquezas en cobre, en
níquel, en manganeso.
Con respecto al níquel hay una cuestión todavía más
importante: todo el mundo sabe que la Nicaro estuvo semiparalizada, y que la Moa,
directamente, está paralizada. ¿Cómo fue el sistema por el cual
la Moa la pudieron ellos dejar paralizada al irse, los norteamericanos? Pues muy
sencillo, la Moa constituye el setenta por ciento de la producción del
producto final que es el níquel metálico, el otro treinta por ciento,
es decir, el producto final, se hacía en los Estados Unidos y se traían
de los Estados Unidos todos los materiales, los materiales necesarios para la
producción del níquel.
De esta forma estábamos presos en una red imposible de cortar en otros
tiempos que no fueran los tiempos revolucionarios; incluso, ahora, nosotros resolvimos
simplemente que era preferible que la Moa no produjera a tener que soportar todas
las presiones y todos los chantajes que se nos hacían alrededor de esta
mina y de su correspondiente plan. Los soviéticos mandaron técnicos
y se comprometen a ponerla a funcionar en poco tiempo. Eso va a significar un
ingreso de divisas muy grande para el país, pero además de eso se
comprometen en adecuar el sistema de producción de tal forma, que en el
país, en el curso de algunos años se produzca totalmente el níquel,
y nosotros seamos entonces productores del níquel metálico, que
es uno de los minerales fundamentales en la industria moderna para el desarrollo
de la química. Toda la química actualmente, además de todos
los tipos de vehículos especiales, cuentan con el níquel como un
componente esencial, prácticamente.
Además, la Nicaro se desarrollará también hasta sus posibilidades
máximas. Todo esto trayendo las materias de la Unión Soviética
fundamentalmente, y de Checoslovaquia también, y contando con la asistencia
técnica de soviéticos y checos.
También firmamos en la Unión Soviética Protocolos de menor
importancia, algunas fábricas, una fábrica de limas y una fábrica
de repuestos que en el monto no tienen importancia, pero que son estratégicamente
fundamentales para el país. Porque nosotros tenemos que producir aquí
nuestro propio repuesto, por una causa muy sencilla: porque los países
socialistas que están dispuestos constantemente a brindarnos toda su ayuda
no tienen el tipo de repuesto que corresponde a la maquinaria norteamericana,
que es la que nosotros tenemos en su gran mayoría en el país. De
tal forma tenemos un programa para ir desarrollando plantas que produzcan repuestos
específicos. Esta que viene de la Unión Soviética será
para la reposición industrial en general; habrá otra para la reposición
de piezas de ómnibus, piezas de automóviles, &c. Además,
la Unión Soviética nos instalará una refinería completa,
con una capacidad de un millón de toneladas anuales aproximadamente, también
en un lugar a fijarse, y se compromete a hacer la búsqueda necesaria para
nuestro petróleo, que hasta ahora ha sido infructuosa la búsqueda;
hemos logrado pequeñas cantidades en algunas áreas como en la de
Jatibonico, otra cerca de La Habana, pero son cantidades que no llegan a uno por
ciento de nuestro consumo nacional.
Tenemos esperanzas de que los nuevos trabajos del Instituto Cubano del Petróleo
y los trabajos de los técnicos soviéticos nos permitan conseguir
cantidades considerables de petróleo.
En Checoslovaquia, que fue el primer país visitado, firmamos, como cosa
importante, un aumento del crédito de veinte millones de pesos que se había
dado en un primer momento, en ocasión de la visita del Ministro Kracji,
del Comercio Exterior, a cuarenta millones y, además, se dispuso que esos
cuarenta millones de pesos estuvieran destinados a la construcción de toda
la primera etapa de los talleres para la construcción de vehículos,
como tractores, camiones, motores en general, motocicletas y, posteriormente ampliar
esas líneas también a ómnibus y a automóviles.
Este complejo industrial, que será uno de los importantes de Cuba, muy
probablemente, podemos ya decirlo, aunque no es una seguridad absoluta, muy probablemente
estará instalado en Santiago de Cuba.
Además, hemos firmado con Checoslovaquia protocolos para comprar una gran
cantidad de plantas pequeñas, plantas que ya han empezado a venir. En Santiago
de Cuba se está construyendo ya una de tornillos, que está acabada
la construcción de mampostería, y en todo el país empezarán
a surgir durante este año 61 las plantas compradas en los países
socialistas. Actualmente ya hay más de cien plantas cuyos contratos se
han firmado en firme para establecerlas durante el quinquenio 61-65, y hay otro
número igual o mayor de plantas que están en discusión para
ser adquiridas también durante el curso del quinquenio.
Nuestra generación de corriente eléctrica, que es fundamental, para
la industria, será aumentada de un sesenta por ciento la capacidad instalada,
en aproximadamente un ciento por ciento del suministro durante el quinquenio,
también con compras fundamentalmente de la Unión Soviética
y Checoslovaquia. Es para nosotros sumamente importante el desarrollo de la energía
eléctrica; sin energía eléctrica en los momentos actuales
no se puede desarrollar una industria.
Esto trae aparejado problemas también, porque nosotros tenemos que producir
energía eléctrica a partir de petróleo. No se puede producir
a partir de agua energía eléctrica, porque nuestras corrientes son
pequeñas. De tal forma tenemos que asegurar nuestro suministro de petróleo,
y aun cuando estamos buscándolo, también ya tenemos asegurado el
suministro con la Unión Soviética, y vamos a firmar en algún
tiempo protocolos que aseguran la venta del petróleo a Cuba durante varios
años, de forma de tener asegurado nuestro abastecimiento. Y además,
tenemos asegurada la venta con esto de una cantidad considerable de azúcar
que es el pago que nosotros damos por ese petróleo.
Con los otros países de Europa, con la Alemania Oriental, el otro país
de Europa visitado, también fue grande la cosecha de plantas industriales
que se lograron. Se logró, además, un crédito en principio,
la promesa de un crédito de diez millones de pesos, que será firmado
en La Habana con la representación comercial que la República Popular
de Alemania mantiene aquí en Cuba.
Es muy significativo este préstamo, porque Alemania no solamente está
pasando por un período muy difícil, puesto que Alemania Occidental
que era su principal cliente en el área occidental ha resuelto no comprarle
nada este año 61, ha denunciado el tratado que tenía ya desde hace
varios años, y Alemania se ve en la necesidad de guardarse ya una serie
de materias que solamente las consume la otra parte de Alemania que no tiene otro
mercado en el mundo, y que ya está programada su producción. A pesar
de eso resolvieron también darnos un crédito pequeño, pero
que demuestra la disposición de Alemania también a ayudarnos. Además,
ellos son productores fuertes de azúcar y exportadores de azúcar,
sin embargo, nos compraron sesenta mil toneladas a cuatro centavos, y públicamente
anunciaron que esas toneladas de azúcar las guardarán en sus depósitos,
es decir, no entrarán para nada en el mercado mundial.
Por supuesto, la Unión Soviética está en la misma disposición,
y todo el azúcar que no consume este año la guardará para
años posteriores, además de incrementar mucho el consumo dentro
del país.
La República Popular China no tiene esos problemas, porque tiene gran carencia
de azúcar. El millón de toneladas que hemos firmado, y el acuerdo
por cien millones de pesos se cumplirá fácilmente.
Es bueno puntualizar el extraordinario grado de desarrollo que ha alcanzado China,
que es increíble para todos los que conocen la historia de los países
atrasados del mundo, y cómo habían dos países que eran el
símbolo del hambre, el símbolo de la miseria y el oprobio colonial,
que eran China y la India.
En el viaje que nosotros realizamos durante el año antes pasado, el 59,
tuvimos oportunidad de visitar la India. Evidentemente es un gobierno popular,
un gobierno que ha tomado una serie de medidas para mejorar el nivel de vida de
su población, pero todavía se ve un hambre espantosa, miseria inmensa,
un grado de explotación terrible y, sobre todo, se nota que la estructura
actual es incapaz de dar lo que ansía toda esa masa de seres humanos que
están verdaderamente famélicos.
En China todo el mundo recuerda que era hace poco el paraíso de los traficantes
de opio; hace relativamente muy pocos años era el país donde se
vendían las mujeres, donde, incluso, los campesinos mataban a sus mujeres
hembras, exactamente igual como hacen los campesinos con las hembras que nacen
de un animalito, de un perro o de un gato. Así se hacía en China
hasta hace pocos años. Incluso llegaban a cosas tan terribles como comerse
los seres humanos.
Para el que conoce todas esas antiguas realidades de China, es realmente extraordinario
ver lo que pasa ahora. China tiene más de seiscientos cincuenta millones
de habitantes. Ellos no saben bien la cantidad exacta de sus habitantes; les pasa
como a nosotros, pero nosotros no sabemos porque todavía no hemos podido
hacer el censo, y antes se habían encargado de que no supiéramos
bien, de que no tuviéramos censo, de nada. A ellos no, para ellos el problema
es que son demasiados, un país muy grande, y todavía no tienen suficientes
medios de comunicación. Pueden calcularse alrededor de seiscientos setenta
millones de habitantes.
Naturalmente, no se va a pretender decir que el nivel de vida de China alcanza
al de los países desarrollados del mundo capitalista, pero no se ve absolutamente
ninguno de los síntomas de miseria que se ve en otros países del
Asia que hemos tenido oportunidad de recorrer; incluso mucho más desarrollados,
como el mismo Japón. Y se ve a todo el mundo comiendo, todo el mundo vestido
–vestido uniformemente, es cierto, pero todo el mundo correctamente vestido–,
todo el mundo con trabajo, y un espíritu extraordinario.
Verdaderamente, China es uno de esos países donde uno encuentra que la
Revolución cubana no es un hecho único y que es un hecho normal
en la historia de los pueblos encontrar esa efervescencia que uno encuentra en
Cuba. China está viviendo esa parte de su historia revolucionaria similar
a la cubana; todo el mundo está entusiasmado, todo el mundo trabaja horas
extras, todo el mundo tiene interés en la producción, en aumentar
la productividad, en ir mejorándose en todos los sentidos. No hay trabajador,
prácticamente, que no esté con un libro bajo el brazo, estudiando
alguna materia técnica; se está luchando contra el analfabetismo,
pero muy vigorosamente, y en pocos años se dominará; en fin...
Yo sé que hace un tiempo, hace como unos cuatro o cinco meses, el compañero
Núñez Jiménez hizo un viaje por los países socialistas;
vino una comparecencia, empezó a decir lo que había visto por allá;
y después la gente le puso «Alicia en el País de las Maravillas».
Realmente, yo puedo decir que como he recorrido más aún, he recorrido
todo el continente socialista, a mi me pueden decir «Alicia en el Continente de
las Maravillas». (Risas.) Pero uno debe decir realmente lo que ve, y ser
honesto; y las realizaciones de los países socialistas, de los que ya han
alcanzado un alto grado de desarrollo o de los que todavía están
en procesos muy similares al de Cuba, son extraordinarias. No puede haber comparación
ninguna, en sus sistemas de vida, en sus sistemas de desarrollo, con los de los
países capitalistas; y, sobre todo, no hay comparación ninguna entre
la forma en que la gente ve un hecho como nuestra Revolución en esos países
y en cualquier país capitalista del mundo. El entusiasmo es extraordinario
en todos ellos.
Quizás la Unión Soviética sea donde se pueda palpar más.
Han pasado cuarenta y tres años de Revolución, todo el mundo tiene
un altísimo grado de cultura política; y es realmente emocionante
ver cómo personas desconocidas lo conocían a uno –dos o tres de
los que llevábamos algo de barba–, inmediatamente empezaban a dar vivas
a la Revolución cubana, empezaban a hacer afirmaciones de su solidaridad.
Y al llegar a cualquier acto o cualquier espectáculo, las demostraciones
fervientes de todos los asistentes eran cosas que entusiasmaban, realmente.
Nosotros fuimos invitados el día del informe del viceprimer ministro de
la Unión Soviética, Koslov, un informe anual que se hace. Nosotros
entramos primero, y al reconocernos el público: un aplauso enorme; después
se nos invitó a subir al Presidium, y al nombrarse a Cuba por parte del
informante hubo una ovación que duró varios minutos, que fue la
más entusiasta de todo el informe, aun cuando se trataba de problemas fundamentales
en la Unión Soviética, problemas que estaban directamente en relación
con el pueblo soviético y con el porvenir del pueblo soviético y
del mundo; lo que más entusiasmó fue el nombre de Cuba.
Además, tuvieron extraordinaria gentileza –algo que yo, personalmente,
no olvidaré nunca– de invitarme, como Jefe de la Delegación Cubana,
a estar en el Presidium del desfile del 7 de Noviembre, un lugar donde solamente
estaban presentes los Jefes de Estado de los países socialistas y los miembros
del Presidium del Soviet Supremo, es decir un total de veinte o veinticinco personas.
Y allí, al reconocernos la gente –porque eso es lo extraordinario que en
ese país se conozca tanto la Revolución cubana– eran atronadores
los gritos vivando a Cuba. Quizás ese sea uno de los momentos más
emocionantes de nuestro viaje; allí, y también en China, y en Corea,
el ver el entusiasmo con que la gente ve a la Revolución cubana, la capacidad
de sacrificio que tiene ese pueblo es consciente para ayudarnos a nosotros.
En China, naturalmente, ocurrió un hecho parecido. También tuvimos
que hablar en varias reuniones importantes, y se le dio mucha trascendencia a
la visita de la Delegación cubana, que era la primer delegación
económica oficial. Además, en China nos dieron un crédito
de sesenta millones de pesos, o de dólares, que no llevan interés,
y para ser devueltos durante los quince años siguientes a la ejecución
del préstamo.
Además, tuvimos algunas conversaciones con altos dirigentes socialistas,
que nos demostraron la forma en que esta ayuda –porque no se puede catalogar de
otra forma– ha sido dada a Cuba.
Con el primer ministro, Chou En-Lai, tuvimos una discusión, porque se firmó
un Comunicado Conjunto; en ese Comunicado Conjunto, la Delegación cubana
puso, en un párrafo: «la ayuda desinteresada de los países socialistas».
Eso provocó una larga discusión casi filosófica, porque ellos
se negaron absolutamente a admitir la palabra «desinteresada». Ellos dijeron que
de ninguna manera, que ellos daban un ayuda, pero una ayuda interesada; y que
era una ayuda interesada, aun cuando no tuviera intereses monetarios, porque Cuba
era en este momento uno de los países que estaban en la vanguardia de la
lucha contra el imperialismo y el imperialismo es enemigo común de todos
los pueblos, que el ayudar a Cuba era el interés de todos los países
socialistas. Ni que decir que la frase «ayuda desinteresada» quedó cambiada
por «ayuda» solamente.
Además, nos explicaron que todos esos préstamos tienen que hacerse
bajo la forma de préstamo, porque es lo que indica el Derecho Internacional,
el respeto entre dos países soberanos, pero que Cuba no tenía obligación
de pagarlo si no hasta el momento en que pudiera pagarlo, que si se veía
precisada a no pagarlo no tenía importancia ninguna. (Aplausos prolongados.)
Esa es la forma en que los países socialistas recibieron nuestras peticiones,
peticiones que, por supuesto, si las hubiéramos hecho en los Estados Unidos,
en tiempos normales, no digamos ahora, hubieran provocado la carcajada de todos
los gobernantes y de todos los comerciantes del país.
Eso, y el espíritu de humanidad de esos pueblos, es algo que realmente
convence de que definitivamente no podemos contar como Gobiernos amigos sino,
en primer lugar, con esos países del mundo. Y, además, la fuerza,
la tasa de desarrollo económico tan grande, la pujanza que demuestran,
el desarrollo de todas las fuerzas del pueblo, nos hacen a nosotros estar convencidos
de que el porvenir es definitivamente de todos los países que luchan, como
ellos, por la paz del mundo y por la justicia, distribuida entre todos los seres
humanos.
Esto no quiere decir, de ninguna manera, que lo que se haya visto es nada más
que maravillas. Naturalmente que hay cosas que para un cubano, viviendo en el
siglo veinte, con todas las comodidades con que el imperialismo nos ha acostumbrado
a rodearnos en las ciudades, podrían parecer como faltas de civilización
incluso; son países que tienen que emplear hasta el último centavo
de su producción en su desarrollo.
Nosotros aquí teníamos que plantear algunos problemas que nos daban
algo de vergüenza, realmente; porque, por ejemplo, planteábamos el
problema de que el pueblo cubano necesitaba materias primas para hacer desodorantes,
y en esos países no entendían eso, porque son países que
desarrollan toda su producción para el bienestar general del pueblo, y
que tienen todavía que superar atrasos enormes, y quieren alcanzar a los
países más desarrollados del mundo capitalista en la producción
de los artículos fundamentales; no se pueden ocupar de esas cosas. En nuestro
país sí... yo sé que por aquí siempre hay problemas
por la «Gillette», y por el desodorante, y por otros artículos de consumo
de este tipo, que suelen faltar porque, naturalmente, nosotros también
tenemos que ocuparnos ya de cosas más importantes. Al fin y al cabo, el
jabón y esas cosas no se comen, y primero tenemos que asegurar la comida
de la gente; la comida, porque estamos en guerra.
Estamos en una guerra económica, y casi casi en una guerra que no es económica
ya; contra un poder enorme, apoyados también por un poder enorme, pero
nosotros tenemos que desempeñar nuestro papel, nosotros no somos espectadores
en esta lucha entre dos grandes colosos, alrededor de Cuba, nosotros somos una
parte importantísima de esa lucha. Y nosotros tenemos que mantener la unidad
de nuestro pueblo, el espíritu de nuestro pueblo, la capacidad de sacrificio
de nuestro pueblo, desarrollarla mucho más; porque todavía aquí,
verdaderamente, cuando uno conoce la historia de todos esos países, aquí
no se ha pasado, afortunadamente, no se ha pasado nada. Uno habla de veinte mil
muertos, pero allá se habla de veinte millones de muertos; y es realmente
extraordinario también ver cómo esos países, que han tenido
veinte millones de muertos –que no es una palabra, ni es un cifra, son veinte
millones de personas que faltan de sus casas, a las que todavía se recuerda,
que fueron perdidas en la última guerra, hace quince años– sin embargo,
en ese país que quiere tan profundamente la paz, como la Unión Soviética,
que está saturado de la idea de la paz y del convencimiento de que por
medios pacíficos llega a todas las metas que se ha propuesto. Sin embargo,
está dispuestos a arriesgarlo todo en una guerra de características
atómicas, de destrucción inimaginable, donde la cifra de muertos
puede superarse muchísimo, simplemente por mantener un principio y defender
a Cuba.
Eso lo hemos visto en todos los países, pero, naturalmente, siempre los
países grandes, los que tienen que llevar el peso de la guerra, una guerra
de esa magnitud, son en los que uno puede medir realmente la importancia que tenemos
en este momento, y lo que nosotros tenemos que desarrollar para ser dignos de
esa confianza.
De los países socialistas que visitamos personalmente, Corea es uno de
los más extraordinarios. Quizás es el que nos ha impresionara más
de todos ellos. Tiene solamente diez millones de habitantes y tiene el tamaño
de Cuba, poquito menos, unos ciento diez mil kilómetros cuadrados; la misma
extensión territorial que la parte del sur de Corea, pero la mitad de habitantes.
Fue asolado por una guerra tan fantásticamente destructiva que de sus ciudades
no quedó nada, y cuando uno dice nada, es nada; es como los pequeños
poblados de guano que Merob Sosa y Sánchez Mosquera y esa gente quemaba
aquí, y de los cuales no quedaban nada más que cenizas. Así
quedó, por ejemplo, Piongyang, que es una ciudad de un millón de
habitantes. Hoy no se ve un sólo resto de toda aquella destrucción;
todo es nuevo. El único recuerdo que queda es, en todos los caminos, los
huecos de las bombas, que caían unas al lado de otras.
Ellos me mostraron muchas de las fábricas, todas ellas reconstruidas y
otras hechas nuevas, y cada fábrica de esas había soportado entre
30 y 50 mil bombas. Si nosotros nos hacemos una idea de lo que eran 10 o 12 bombas
tiradas alrededor nuestro en la Sierra, que significaba un bombardeo terrible,
y había que tener su dosis de valor para aguantar esas bombas, imagínense
lo que significan 30.000 bombas tiradas en un espacio de tierra a veces menor
que una caballería.
Corea del Norte salió de la guerra sin una industria en pie, sin una casa
en pie, hasta sin animales. En una época en que la superioridad aérea
de los norteamericanos era tan grande, y ya no tenía qué cosa destruir,
que los aviones se divertían matando bueyes, matando lo que encontraban.
Era, pues, una verdadera orgía de muertes lo que se cernió sobre
Corea del Norte durante dos años solamente, y en el tercer año aparecieron
los Mig-15, y ya la cosa cambió, pero esos dos años de guerra significaron,
quizás, la destrucción sistemática más bárbara
que se ha hecho.
Todo lo que se puede contar de Corea parece mentira. Por ejemplo, en las fotografías
se ven gentes con el odio, ese odio de los pueblos cuando llega a la parte más
profunda del ser, que se ve en las fotos de cuevas donde se meten 200, 300 y 400
niños, de una edad de 3 o 4 años, y se asesinan allí con
fuego, otras veces con gas; los descuartizamientos de las gentes, el matar a mujeres
embarazadas a bayonetazos para hacerles salir el hijo de las entrañas;
el quemar heridos con lanzallamas; las cosas más inhumanas que pueda imaginar
la mente humana fueron efectuadas por el ejército de ocupación norteamericano.
Y llegó casi hasta el confín de Corea con China, y ocupó,
en un momento dado, casi todo el país. Sumado a eso que en la retirada
lo destruían todo, podemos decir que Corea del Norte es un país
que se hizo de muertes. Naturalmente, recibió la ayuda de los países
socialistas, sobre todo de la Unión Soviética, en una forma generosa
y amplísima. Pero lo que más impresiona es el espíritu de
ese pueblo. Es un pueblo que salió de todo esto, tras una dominación
japonesa de 30 años, de una lucha violenta contra la dominación
japonesa sin tener siquiera un alfabeto. Es decir, que era de los pueblos más
atrasados del mundo en ese sentido. Hoy tiene una literatura y una cultura nacionales,
y un orden nacional, y un desarrollo ilimitado, prácticamente, de la cultura.
Tiene enseñanza secundaria, que allá es hasta el noveno grado, obligatorio
para todo el mundo.
Tienen en toda la industria el problema que ojalá nosotros tuviéramos
hoy –que tendremos dentro de 2 o 3 años–, que es el problema de la falta
de mano de obra. Corea está mecanizando aceleradamente toda la agricultura
para lograr mano de obra para poder realizar sus planes, y también se está
preparando para llevar a los hermanos de Corea del Sur el producto de fábricas
de tejidos y otras, para ayudarlos a sobrellevar el peso de la dominación
colonial norteamericana.
Es, realmente, el ejemplo de un país que gracias a un sistema y a dirigentes
extraordinarios, como es el mariscal Kim Il Sum, ha podido salir de las desgracias
más grandes para ser hoy un país industrializado.
Corea del Norte podía ser para cualquiera aquí en Cuba, el símbolo
de uno de los tantos países atrasados del Asia. Sin embargo, nosotros le
vendemos un azúcar semielaborado como es el azúcar crudo, y otros
productos aún sin elaborar, como es el henequén, y ellos nos venden
tornos prensadores, toda clase de maquinaria, maquinaria de minas, es decir, de
productos en que ya se necesita una alta capacidad técnica para producir.
Por eso es uno de los países que nos entusiasma más.
Ya he consumido como una hora de los minutos que me dieron para hacer este pequeño
informe.
Quería decirles que en la República Popular China, del crédito
de sesenta millones, que no está agotado todavía, hemos comprado
una textilera, de cien mil husos y hemos comprado otra textilera de cien mil husos
en Alemania democrática. Dentro de poco tiempo –en lo que tardan en llegar
aquí esos husos– el problema textil de elaboración de telas quedará
concluido, y quedará todavía otro problema, que corre por cuenta,
directamente, del Departamento de Producción del INRA.
Además, naturalmente, industrias que sería muy largo enumerar y
que nos permitirán al fin de este quinquenio, el quinquenio que acaba en
el 65, podernos llamar un país agrario e industrial, por lo menos.
Si todavía logramos éxitos en uno de nuestros empeños más
cálidos, como es el de convertir el azúcar en un subproducto, es
decir, lograr el aprovechamiento integral de los hidrocarburos de la caña
de azúcar para una serie de funciones químicas importantísimas,
y dejar que el azúcar sea nada más que un producto más, y
de los menos importantes, podremos entonces considerarnos un país industrial
agrario, no agrario industrial. Claro que yo no me puedo, de ninguna manera, animar
a hacer vaticinios. Por ahora ya es mucho que en el transcurso de estos cinco
años seamos un país agrario industrial.
Tal vez no sea mucho, nosotros hemos aprendido ahora que nunca nada es mucho,
y que siempre se puede lograr algo más. Pero, en fin, es mucho, por lo
menos, para lo que hay en los otros países de América Latina, nuestros
hermanos más queridos, que cuando empezó la Revolución cubana
estaban en nuestro mismo nivel de subdesarrollo, y que cuando acabe este quinquenio,
si no suceden cosas muy importantes en América, desgraciadamente, en su
gran mayoría seguirán estando en el mismo estado de subdesarrollo,
quizás un poco más apretado por la bota imperialista.
Ahora, creo que estoy a disposición del panel, para que trabaje algo. (Aplausos.)
Comisión para perpetuar
la memoria del comandante Ernesto Guevara
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