«El papel de la Universidad
en el desarrollo económico de Cuba»
Charla en la Universidad de La Habana
2 de marzo de 1960
Mis queridos compañeros,
Antes de empezar a desarrollar el tema de nuestra conversación de hoy,
quiero prevenirles que no deben creer demasiado las palabras del señor
Naranjo, creo que se llama así el que me presentara, y ponerme en mi
lugar de modesto revolucionario y de estudiante de primer año... (aplausos);
yo soy estudiante de primer año de Finanzas en la Universidad de la Revolución.
(Aplausos.)
Simplemente amparado en ese título, un poco ambiguo, de revolucionario
y en el título común que nos hermana de estudiante, es que he
venido a charlar con ustedes.
Pensaba que podría ser un poquito más informal en esta charla,
con preguntas y respuestas, con debates incluso, pero las condiciones especiales
de transmitirse a todo el país, la televisión, &c., harán
que tenga que ser algo más ordenado en la exposición del tema
que quería desarrollar, porque a mí personalmente me preocupa
y creo que ha de ser preocupación de muchos de ustedes.
Aproximadamente, podría decirse que el título es: «El papel de
la Universidad en el desarrollo económico de Cuba», porque nosotros estamos
iniciando una etapa nueva en el orden económico.
Hemos conseguido todas las cualidades necesarias en el orden político
para poder iniciar esta reforma económica y hemos dado el primer paso
en eso, cambiando la estructura de la tenencia de la tierra en nuestro país;
es decir, hemos iniciado, como se deben iniciar estos procesos de desarrollo:
con la Reforma Agraria.
Pero para saber cuál va a ser ese proceso, es necesario que nos situemos
históricamente y económicamente. Si iniciamos el proceso de desarrollo,
quiere decir que no estamos desarrollados, seremos subdesarrollados, semicoloniales,
semiindustrializados, como quieran los más optimistas, o el nombre que
ustedes quieran, pero debemos fundamentalmente estudiar cuáles son las
características de ese régimen que nos convierte en país
subdesarrollado, y las medidas que nos permitirán salir de esa situación.
Naturalmente que la primera característica de un país subdesarrollado
es la de no tener industrias; depender para el suministro de sus artículos
manufacturados del extranjero; y Cuba cumple a cabalidad con esa primera premisa,
para ser un país subdesarrollado.
¿Por qué razón, ha habido durante años una apariencia
de prosperidad en Cuba, siendo como somos absolutamente un país semicolonial?
Sencillamente porque las cualidades climáticas excepcionales de Cuba
y el desarrollo acelerado de una sola industria, la industria azucarera, nos
colocó en situación de competir en el mercado mundial a niveles
óptimos de productividad en esa sola industria: la industria azucarera.
Los capitales norteamericanos, que violaron las leyes que expresamente se dieran,
fueron los que impulsaron el desarrollo de la industria azucarera.
Hay una vieja Ley de la época del Gobierno norteamericano en Cuba, que
prohibía a todo norteamericano poseer tierras en la Isla. Así
expresa la Ley; a pesar de eso rápidamente se violó, no pudo prosperar
la ponencia de Sanguily, para que se impidiera tener tierra a los extranjeros
y poco a poco se fueron posesionando de los latifundios cañeros y creando
esta poderosa industria de 161 centrales, 6 millones de toneladas anuales y
una productividad a niveles competitivos en el mercado mundial. Pero se cuidaron
mucho de que Cuba mantuviera otra de las cualidades esenciales de los países
semicoloniales: la de ser monoproductor, la de depender única y exclusivamente
de un producto para la obtención de sus divisas, con las cuales adquirir
todos los bienes de consumo en el mercado extranjero.
Nos dieron el aparente regalo de un precio mayor en el azúcar y nos
impusieron en una economía libre, regida solamente por la ley de la oferta
y la demanda y por el arancel bajo, unos aranceles preferenciales para el producto
manufacturado norteamericano, que hacían imposible la competencia a industriales
criollos en el país, o a productos manufacturados de otra procedencia
que no fuera la norteamericana.
U esa dependencia económica tan marcada, se tradujo desde los inicios
de la nacionalidad, en una dependencia política casi absoluta, aún
después de la Enmienda Platt. Esa situación política se
liquidó el primero de enero de 1959, e inmediatamente surgieron los primeros
rozamientos y dificultades con el «gigante del norte». Rozamientos lógicos
si se ve que uno de los países acostumbrados a un trato preferencial
veía de pronto que esta pequeña «colonia» del Caribe, irreverentemente
pretendía hablar el único lenguaje que puede hablar una Revolución:
el lenguaje del trato igualitario.
Al principio, el enorme Tío Sam, aparecía en las caricaturas
mirando entre divertido y asombrado a un pequeño enano barbudo que pretendía
darle una patada en las piernas, porque no llegaba más lejos, de altura.
(Aplausos.) La dimensión del enano barbudo, ha ido creciendo hasta
adquirir proporciones americanas y ser presencia viva en este momento en la
jira de los poseedores del dinero de América. Y cada vez que un pueblo...
(aplausos), pretende expresar su descontento y su inconformidad contra
la expoliacion, levanta la bandera querida para nosotros del retrato de Fidel
Castro. (Aplausos.)
Hemos llegado, pues, al lugar más alto de la América irredenta
en cuanto a proyecciones políticas se refiere. Somos sin discusión
de ninguna clase -le guste o no le guste a los grandes países de América
(aplausos)- los líderes del pueblo. Representamos para los amos
poderosos todo lo que hay de absurdo, de negativo, de irreverente y de convulso
en esta América que ellos deprecian, pero representamos por el otro lado,
para la gran masa del pueblo americano, del americano nuestro, del que empieza
al sur del Río Bravo, todo lo que hay de noble... (aplausos) todo
lo que hay de sincero y de combativo en estos pueblos llamados despectivamente
«mestizos». Pero nosotros sabemos perfectamente bien que nuestro desarrollo
político no ha alcanzado -es decir, ha superado en mucho- a nuestro desarrollo
económico; y por eso es que pueden surtir efecto esas tentativas de agresión
económica que están fraguándose en la Cámara de
Representantes de los Estados Unidos, porque dependemos de un producto y de
un mercado, y cuando luchamos con todas nuestras fuerzas por librarnos de esa
dependencia y firmamos un acuerdo de un millón de toneladas y un crédito
de cien millones de dólares, o de pesos, con la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (aplausos), saltan los representantes de
la colonia a sembrar la confusión, tratan de demostrar que vendiendo
a otro país nos esclavizamos, y no se han parado nunca a analizar qué
cantidad de esclavitud significó y significa para el pueblo de Cuba los
tres millones de toneladas de nuestro azúcar que habitualmente vendemos
a precios supuestamente preferenciales al «gigante del Norte».
Tenemos que desarrollar en este momento una lucha económica por diversificar
nuestros mercados y diversificar nuestra producción y una lucha política
de esclarecimiento del pueblo para demostrar en todo momento por qué
razón la Revolución cubana ha ido a buscar nuevos mercados y también
podemos mostrar en la historia de estas leyes que se están fraguando
ahora en esa Cámara de Representantes, la razón histórica
que teníamos en anteponernos a la agresión que se estaba fraguando
y tratar de liberar rápidamente nuestros azúcares en otros mercados
diferentes.
Pero no he venido exclusivamente a hablar de azúcar; hubiera querido
no tener siquiera que hablar de azúcar, porque lo que estamos tratando
es de que el azúcar sea uno más de los tantos y tantos productos
cubanos producidos por manos cubanas, en fábricas cubanas, para intercambiar
en todos los mercados del mundo. (Aplausos.) Y en esta parte, y a esta
altura, es cuando adquiere vigencia y toda su real importancia el papel de la
técnica y de la cultura en el desarrollo; es decir, el papel de nuestros
centros educativos en el desarrollo futuro de nuestra Nación.
No creo que sea la educación la que modele a un país, y hemos
demostrado incluso que no es así, rompiendo con nuestro Ejército
inculto una enorme serie de trabas y prejuicios, pero tampoco es cierto que
el proceso económico sólo, vaya a conferir a la educación
por el solo efecto de una transformación económica, una transformación
a ese nivel. La educación y el desarrollo económico están
constantemente actuando entre sí y configurándose plenamente,
y si pudimos nosotros cambiar completamente el panorama de la Nación
en los niveles económicos, mantenemos hoy sin embargo, la misma estructura
universitaria. Y ya empieza el problema a golpear las puertas de lo práctico,
es decir, por ejemplo, las puertas del Instituto Nacional de Reforma Agraria.
Nosotros, de un plumazo liberamos nuestro petróleo, se convirtió
en cubano (aplausos); dimos el paso fundamental para liberar nuestra
minería, y convertirla en cubana (aplausos); iniciamos un proceso
de desarrollo que abarca seis ramas importantísimas y básicas
de la producción, como son: la Química Pesada, la Química
Orgánica a partir de los hidrocarburos de la caña de azúcar,
la Minería, los Combustibles, la Metalurgia en general y particularmente
la Siderurgia, y los productos derivados de nuestro desarrollo agropecuario
intensivo; pero hemos visto la triste realidad de que la preparación
que dan las Universidades del país no es la adecuada, ni en orientación
ni en cantidad, para las nuevas necesidades de la Revolución.
Todavía el otro día, me preguntaba el compañero Quevedo,
en una carta, mi opinión sobre si debía o no debía haber
una Escuela de Economistas en la Universidad de La Habana. Y cuando para contestar
eso hay nada más que el camino de hacer un análisis de los economistas
que trabajan en este momento en los órganos de planificación del
Estado, la respuesta surge inmediatamente, y casi agresivamente. Cuando nosotros
no tenemos sino chilenos, mexicanos, argentinos, venezolanos, peruanos o cualquier
otro de los compatriotas de América como asesores económicos,
ya sea enviados por la CEPAL o el INRA, e incluso nuestro Ministro de Economía
ha sido formado en Universidades extranjeras, sencillamente la pregunta de si
hace falta o no hace falta una Escuela de Economía es obvia: hace una
falta enorme, y con profesores calificados, y además con profesores capaces
de interpretar el ritmo y la dirección del desarrollo de nuestra economía,
que es como decir el ritmo y desarrollo de nuestra Revolución.
Ese es uno de los ejemplos, pero si hay Ingenieros de Minas, si hay Ingenieros
de Petróleo, el que se pueda contar con Ingenieros Químicos que
conozcan la verdad, por haber practicado aquí las bases de una ciencia
química, porque resulta que en cada una de esas seis ramas básicas
de nuestra industria a donde el Gobierno tiene que ir a desarrollar su impulso
y a dar una tónica nueva y superdinámica, nos falta el brazo ejecutor
que es el técnico -y conste bien que no digo ni siquiera el técnico
revolucionario, que sería el ideal-, simplemente el técnico, de
cualquier categoría y estructura mental que tenga, por muchas trabas
ideológicas, por muchas rémoras del pasado que pudiera tener.
Ni siquiera ese técnico a secas que sería como una tierna losa
en el camino de la Revolución, ni siquiera eso tenemos.
Pero además, en un momento en que a los estudiantes de todo tipo debe
dárseles la mayor cantidad de facilidades para que cumplan su cometido
y para que lleguen al final de su carrera, nos encontramos con que el simple
traslado de Santa Clara a La Habana significa para un estudiante la ruptura
de su ciclo de estudios, porque en este pequeño país todavía
no se han puesto de acuerdo tres Universidades para establecer, al menos, un
programa de acción común.
Y si el Gobierno está dando pasos que sabe bien a dónde lo conducen
y el pueblo entero está apoyando los pasos que da el Gobierno, y ustedes
están maniobrando para defender con sus cuerpos y con su sangre la Revolución
que es hoy orgullo de América, ¿por qué razón la Universidad
no puede marchar junto con las otras universidades en el mismo camino y al mismo
ritmo que el Gobierno Revolucionario? (Aplausos.)
No quiero venir a provocar polémicas frente a las cámaras, quiero
simplemente dar el toque de atención para que se piense una vez más:
no puede haber dualidad de principios y no puede haber en la juventud estudiosa
dualidad de criterios; quien está dispuesto a dar su vida para defender
la Revolución, debe estar dispuesto a acoplarse a la acción de
la Revolución (aplausos); y mucho más fácil, porque
-digan lo que digan-, es mucho más fácil adaptarse a un criterio
que dar la vida por un ideal.
Es por eso por lo que la Universidad adquiere en este momento su importancia
extraordinaria y también se convierte en cierta manera -aunque formada
por individuos que apoyan en su mayoría este Gobierno-, en un potencial
factor de retraso de la revolución. Hoy no teméis, hoy todo son
rosas, pero llegará el día de mañana o de pasado, en que
la falta de técnicos impida, definitivamente, establecer una industria
y haya que posponerla dos, tres, cinco o quien sabe cuantos años. Y en
ese momento preciso se verá cuán importante ha sido ese factor
de atraso de una Universidad que no ha puesto sus aulas al nivel exigido por
la revolución, que es el pueblo.
Pero ¿es esto un hecho fatal, y es fatal que, en un plazo determinado deban
transformarse las Universidades en factores de atraso, es decir, casi en focos
de contrarrevolución? Yo me niego a creerlo con toda la fuerza de mi
convicción revolucionaria, porque lo único que hace falta, absolutamente
lo único, es coordinación, nada más que esa pequeña
palabra, que se ha convertido en centro de los afanes de todos los institutos
dependientes del Gobierno, debe ser también objeto de la atención
de los compañeros estudiantes; coordinación entre los estudiantes
de la Universidad de La Habana y los estudiantes de las universidades de Las
Villas y de Oriente; coordinación entre los programas de estudios de
estas tres universidades y los programas de estudios de los institutos y colegios
secundarios que vayan a nutrir con sus contingentes las universidades, y coordinación
entre todos estos planteles estudiantiles y el Gobierno Revolucionario; coordinación
para que sepan, en un momento determinado, los estudiantes, que de acuerdo con
los planes de desarrollo del Gobierno, se necesitarán, en un futuro,
cien ingenieros químicos, pongamos por caso y se vayan a tomar las medidas
necesarias para adaptar la enseñanza a esos cien ingenieros químicos
que hacen falta; coordinación para que no haya un exceso de colegas míos,
de médicos, que vegeten en puestos burocráticos, sin cumplir la
gran función social de la medicina y atendiendo sólo a la lucha
por la vida; coordinación para que las viejas carreras, llamadas humanistas,
sean reducidas en la medida en que son necesarias, solamente, para el desarrollo
cultural de un país, y esa masa estudiantil se vuelque hacia las nuevas
carreras que la técnica está mostrando día a día
y cuya falta de hoy se notará profundamente el día de mañana.
Eso es todo el secreto del triunfo o el fracaso, no digamos el fracaso, el
fracaso relativo, el fracaso en cumplir el plan más acelerado posible
del Gobierno Revolucionario. (Aplausos.)
Nosotros estamos, en este momento, de acuerdo con técnicos de organismos
internacionales y de acuerdo con los técnicos del Ministerio de Educación,
estudiando las bases para institutos tecnológicos, que den una base media,
digamos, científica. Eso ayudará mucho a nuestro desarrollo, pero
nunca un país podrá llamarse realmente desarrollado hasta que
no pueda hacer todos sus planes y construir la mayoría de los productos
necesarios para su subsistencia dentro de sus propias fronteras. La técnica
nos permitirá construir cualquier cosa, pero el cómo construir,
el ver más allá del presente es tarea de los planificadores y
eso debe estudiarse en institutos universitarios de categoría con una
amplia base cultural, para que realmente los productos de esa nueva Universidad
que todos soñamos puedan responder al llamado de la Cuba de 10 o 15 años
adelante.
Hoy se ve ya en muchos puestos una serie de doctores, una serie de graduados,
cumpliendo tareas burocráticas, el desarrollo económico ha levantado
el dedo y ha dicho, hasta aquí el exceso de profesionales que podrán
consumir en determinadas ramas del saber, pero las Universidades han estado
ciegas ante la admonición del proceso económico y han continuado
vertiendo esa clase profesional fuera de las aulas, tenemos que volver hacia
atrás nuestros pasos, estudiar profundamente las características
del desarrollo y dar entonces, los nuevos profesionales. Alguien me decía
una vez, que el profesional era producto de la vocación, que era algo
interno y que no se podía torcer esa vocación.
En primer lugar, creo que es falsa esa postura. Yo no creo que un ejemplo individual,
hablando estadísticamente, tenga importancia ninguna, pero inicié
mi carrera estudiando Ingeniería, acabé siendo médico,
después he sido Comandante y ahora me ven de disertador. (Aplausos.)
Hay vocaciones básicas, es cierto que hay vocaciones básicas,
pero es que las ramas de las ciencias están hoy tan enormemente diferenciadas,
por un extremo, y tan íntimamente unidas por el otro, que es difícil
que nadie pueda precisar en los albores de su desarrollo intelectual, cuál
es su verdadera vocación; saldrá alguno que querrá ser
cirujano y lo será, y toda su vida estará contento siendo cirujano,
pero junto a ése habrán noventa y nueve más que serán
cirujanos como podrán haber sido médicos de piel, psiquiatras
o administradores de hospitales, según las condiciones de una sociedad
extremadamente rigurosa que lo permitiera. La vocación no puede ser sino
una parte y una parte ínfima en cuanto a la distribución de las
nuevas carreras a crearse y en cuanto a la reorientación de las carreras
ya conocidas. No puede ser, porque contra ellas se elevan causas, que he dicho,
de las exigencias enormes de una sociedad y además, porque hoy por hoy,
cientos y miles, y quizás cientos de miles de cubanos, han tenido vocación
de ser médicos o ingenieros o arquitectos, o tener cualquier carrera
y no han podido serlo, sencillamente, porque no se podían pagar los estudios.
Es decir, que dentro de las características individuales, la vocación
no juega un papel determinante. Insisto, porque dentro de las características
de este mundo moderno, donde un especialista de riñón -para hablar
de una profesión que yo conozco- está divorciado, a veces, de
un oculista, o de un ortopédico, por un extremo, pero al mismo tiempo
esos tres profesionales, como el químico o el físico, van a estudiar
para comprender los fenómenos de la materia, por medio de una serie de
elementos que son comunes para todos ellos y va a hablarse hoy de Físico-Química,
ya, y no de Física o de Química, como quizás todavía
se esté hablando en los colegios secundarios, y como a mí me toco
aprender, para conocer bien la Física y la Química es necesario
conocer las matemáticas. Y así en el otro extremo todas las carreras
están unidas en un haz de conocimientos mínimos necesarios que
debe tener el estudiante. ¿Por qué entonces suponer... que un compañero
nuestro ingresa hoy a primer año en una universidad y ya sepa que al
final de esos siete años, o seis, o cinco, lo que le toque, después
de una ardua carrera donde va a adquirir conocimientos insospechados siquiera,
va a ser ya ortopédico, o va a ser abogado, especialista en criminología.
(Aplausos.) Creo que se debe constantemente pensar en función
de masas y no en función de individuos, sin creer que nosotros somos
otra cosa que individuos y celosos defensores de nuestra individualidad y capaces
de mantener nuestro criterio una y mil veces en cuantos menesteres fueren necesarios
para hacer un análisis y un cálculo de las necesidades de un país,
es criminal pensar en individuos, porque las necesidades del individuo quedan
absolutamente desleídas frente a las necesidades del conglomerado humano
de todos los compatriotas de ese individuo. (Aplausos.)
Sinceramente, hubiera querido traer ante ustedes, compañeros estudiantes,
una serie de cifras y de datos que mostraran el divorcio que existe entre la
Universidad y las necesidades de la Revolución en el momento actual.
Desgraciadamente, nuestras estadísticas han funcionado muy mal y no tenemos
tampoco estadísticos aquí; recién ahora se están
organizando, y no pude traer ante ustedes -mentes acostumbradas a los problemas
prácticos y palpables- la convicción de los números. Queda
eso para alguna otra vez -si es que tienen la paciencia de esta noche- y por
hoy me sentiría satisfecho si después de estas palabras, no ya
conmigo, pero entre ustedes, discuten el problema de la Universidad y lo discuten
con sus profesores y lo discuten con sus compañeros de las universidades
de Oriente y de Las Villas y lo discuten también con el Gobierno, que
es discutirlo con el pueblo. (Aplausos.)
Comisión para perpetuar la memoria del Comandante Ernesto Guevara
Página
Principal | Volver| Imprimir
esta página