Soberanía política
e independencia económica
20 de marzo de 1960
Naturalmente, se impone al iniciar una conferencia de este tipo un saludo a todos
los oyentes de Cuba y además de reiterar la explicación que hiciera
nuestro compañero, la explicación sobre la importancia que tiene
este tipo de pedagogía popular, llegando directamente a todas las masas
de nuestros obreros y campesinos, dando al explicar las verdades de la Revolución,
quitándole todo el ropaje de un lenguaje hecho especialmente para ondear
la verdad, desnudar a la verdad de todo lo artificioso y mostrarla en esta forma.
Tengo el honor de iniciar este ciclo de conferencias aunque en primer lugar se
había puesto aquí a nuestro compañero Raúl Castro,
que por tratarse de temas económicos declinó en mí. Nosotros
como soldados de la Revolución vamos directamente a hacer la tarea que
el deber nos impone y muchas veces tenemos que estar realizando algunas para las
que no tenemos la capacitación ideal por lo menos. Quizá ésta
sea una de esas tareas, revertir en palabras fáciles, en conceptos que
todo el mundo conozca y entienda, la enorme importancia que tiene el tema de la
soberanía política y de la independencia económica y explicar,
además, la unión estrechísima entre estos dos términos.
Puede alguno, como sucedió en algún momento en Cuba, anteceder al
otro, pero necesariamente van juntos, y al poco tiempo de andar deben juntarse,
ya sea como una afirmación positiva, como el caso cubano que logró
su independencia política, e inmediatamente se dedica a conseguir su independencia
económica, u otras veces en el caso negativo de países que logran
o entran en el camino de la independencia política y por no asegurar la
independencia económica, ésta poco a poco se va debilitando hasta
que se pierde. Nuestra tarea revolucionaria en el día de hoy es no sólo
pensar en este presente cargado de amenazas, sino también pensar en el
futuro.
La palabra de orden en este momento es la de planificación. La reestructuración
consciente e inteligente de todos los problemas que abordará el pueblo
de Cuba en los años futuros. No podemos pensar solamente en la réplica,
en el contragolpe frente a alguna agresión más o menos inmediata,
sino que tenemos que ir haciendo un esfuerzo para elaborar todo un plan que nos
permita predecir el futuro. Los hombres de la Revolución deben ir conscientemente
a su destino, pero no es suficiente que los hombres de la Revolución lo
hagan, es necesario también que el pueblo entero de Cuba comprenda exactamente
cuáles son todos los principios revolucionarios y que pueda saber entonces
que, tras estos momentos en que en algunos está la incertidumbre del porvenir,
nos espera sin lugar a dudas un futuro feliz y un futuro glorioso, porque hemos
sido los que hemos puesto esta primera piedra de la libertad de América,
por eso es que es muy importante un programa de este tipo, programa en que todas
las personas que tengan un mensaje vengan y lo digan. No es que sea nuevo, pues
cada vez que nuestro Primer Ministro comparece ante las cámaras, es para
dar una lección magistral, como solamente un pedagogo de su categoría
puede darla, pero aquí también hemos planificado nuestra enseñanza
y tratamos de dividirla en temas específicos y no solamente respondiendo
a preguntas entrevistadas. Entraremos entonces en el tema que es, como ya lo apuntamos,
soberanía política e independencia económica.
Pero antes de referimos a las tareas que la Revolución está realizando
para hacer realidad estos dos términos, estos dos conceptos que deben ir
siempre juntos, es bueno definirlo y aclararlo ante ustedes. Las definiciones
siempre son defectuosas, siempre tienden a congelar términos, a hacerlos
muertos, pero es bueno por lo menos dar un concepto general de estos dos términos
gemelos. Sucede que hay quienes no entienden o no quieren entender, que es lo
mismo, en qué consiste la soberanía y se asustan cuando nuestro
país por ejemplo firma un convenio en el cual, entre paréntesis,
me cabe la honra de haber participado, como es el convenio comercial con la Unión
Soviética, y además recibir un crédito de esta nación.
Es algo que en la historia de América tiene antecedentes toda esta lucha.
Sin ir más lejos, en estos días, precisamente hace dos días,
se cumple un nuevo aniversario de la expropiación de las compañías
petroleras mexicanas, en el gobierno del general Lázaro Cárdenas.
Nosotros los jóvenes, en aquella época éramos muy niños
(ha pasado más de una veintena de años) y no podemos precisar exactamente
la conmoción que produjo en América, pero en todo caso, los términos
y las acusaciones fueron exactamente iguales a las que hoy debe soportar Cuba,
a la que soportó en un ayer más cercano y por mí vivido personalmente,
Guatemala; la que deberán soportar en un futuro todos los países
que tomen decididamente por este camino de libertad. Podemos hoy decir casi sin
caricaturizar nada, que las compañías o las grandes empresas periodísticas
y los voceros de opinión de los Estados Unidos, dan la tónica de
la importancia y la honestidad de un gobernante simplemente invirtiendo los términos.
Cuando un gobernante sea más atacado, mejor será indiscutiblemente
y tenemos el privilegio hoy de ser el país y el gobierno más atacados,
no solamente en este momento, sino quizás en todos los momentos de la historia
de América, mucho más que Guatemala y más quizás que
el México del año 38 ó 36, cuando el general Cárdenas
ordenó la expropiación. El petróleo en aquella época
jugaba un papel importantísimo en la vida mexicana; en el nuestro de hoy
el azúcar juega ese mismo papel. El papel de monoproducto que va a un monomercado,
o sea que va a un solo mercado.
«Sin azúcar no hay país», vociferaban los voceros de la reacción,
y además creen que si el mercado que nos compra ese azúcar, deja
de hacerlo, la ruina es absoluta. Como si ese mercado que nos compra ese azúcar
lo hiciera solamente por un deseo de ayudarnos a nosotros. Durante siglos el poder
político estuvo en manos de esclavistas, después de señores
feudales y para facilitar la conducción de las guerras contra los enemigos
y contra las rebeliones de los oprimidos delegaban sus prerrogativas en uno de
ellos, el que nucleaba a todos, el más decidido, el más cruel quizás
que pasaba a ser el rey, el soberano y el déspota que poco a poco iba imponiendo
su voluntad a través de épocas históricas para llegar en
un momento a hacerla absoluta.
Naturalmente que no vamos a relatar todo el proceso histórico de la humanidad
y además ya el tiempo de los reyes ha pasado. Quedan solamente algunas
muestras en Europa. Fulgencio Batista no pensó nunca en llamarse Fulgencio
I. Le bastaba simplemente con que cierto vecino poderoso le reconociera como el
presidente y que los oficiales de un ejército lo acataran, es decir, los
poseedores de las fuerzas físicas, de las fuerzas materiales, de los instrumentos
de matanza, lo acataban y lo apoyaban como el más fuerte entre ellos, como
el más cruel o como el de mejores amigos fuera. Ahora existen los reyes
que no tienen corona, son los monopolios, los verdaderos amos de países
enteros y en ocasiones de continentes, como ha sido hasta ahora el continente
africano y una buena parte del continente asiático y desgraciadamente también
el nuestro americano. Otras veces han intentado el dominio del mundo. Primero
fue Hitler, representante de los grandes monopolios alemanes, que trató
de llevar la idea de superioridad de una raza, a imponerla por los campos del
mundo en una guerra que costó 40 millones de vidas.
La importancia de los monopolios es inmensa, tan grande es que hace desaparecer
el poder político de muchas de nuestras repúblicas. Hace tiempo
leíamos un ensayo de Papini, donde su personaje Gog compraba una república
y decía que esa república creía que tenía presidentes,
cámaras, ejércitos y que era soberana cuando en realidad él
la había comprado. Y esa caricatura es exacta, hay repúblicas que
tienen todas las características formales para serlo y que sin embargo,
dependen de la voluntad omnímoda de la Compañía Frutera,
por ejemplo, cuyo bien odiado director era un fallecido abogado; como otros dependen
de la Standard Oil o de alguna otra compañía monopolista petrolera,
como otros dependen de los reyes del estaño o de los que comercializan
el café, dando ejemplos americanos para no buscar los africanos y asiáticos;
es decir, que la soberanía política es un término que no
hay que buscarlo en definiciones formales sino que hay que ahondar un poquito
más, hay que buscarle sus raíces. Todos los tratados, todos los
códigos de derecho, todos los políticos del mundo sostienen que
la soberanía política nacional es una idea inseparable de la noción
de estado soberano, de estado moderno, y si no fuera así, no se verían
algunas potencias obligadas a llamar estados libres asociados a sus colonias,
es decir, a ocultar tras una frase la colonización. El régimen interno
que tenga cada pueblo que le permita en mayor o menor grado, o por completo, o
que no le permita en absoluto, ejercer su soberanía debe ser asunto que
competa a dicho pueblo; pero la soberanía nacional significa, primero el
derecho que tiene un país a que nadie se inmiscuya en su vida, el derecho
que tiene un pueblo a darse el gobierno y el modo de vida que mejor le convenga,
eso depende de su voluntad y solamente ese pueblo es el que puede determinar si
un gobierno cambia o no. Pero todos estos conceptos de soberanía política,
de soberanía nacional son ficticios si al lado de ellos no está
la independencia económica.
Habíamos dicho al principio que la soberanía política y la
independencia económica van unidas. Si no hay economía propia, si
se está penetrado por un capital extranjero, no se puede estar libre de
la tutela del país del cual se depende, ni mucho menos se puede hacer la
voluntad de ese país si choca con los grandes intereses de aquel otro que
la domina económicamente. Todavía esa idea no está absolutamente
clara en el pueblo de Cuba y es necesario rememorarla una y otra vez. Los pilares
de la soberanía política que se pusieron el 1° de enero de 1959,
solamente estarán totalmente consolidados, cuando se logre una absoluta
independencia económica. Y podemos decir que vamos por buen camino si cada
día se toma una medida que asegure nuestra independencia económica.
En el mismo momento en que medidas gubernamentales hagan que cese este camino
o que se vuelva atrás, aunque sólo sea un paso, se ha perdido todo
y se volverá indefectiblemente a los sistemas de colonización más
o menos encubiertos de acuerdo con las características de cada país
y de cada momento social.
Ahora en este momento es muy importante conocer estos conceptos. Ya es muy difícil
ahogar la soberanía política nacional de un país mediante
la violencia pura y simple. El último o los dos últimos ejemplos
que se han dado son el ataque despiadado y artero de los colonialistas ingleses
y franceses a Port Said en Egipto y el desembarco de tropas norteamericanas en
el Líbano. Sin embargo, ya no se envían los marines con la
misma impunidad con que se hacía antes y es mucho más fácil
establecer una cortina de mentiras que invadir un país, porque simplemente
se haya lesionado el interés económico de algún gran monopolio.
Invadir a un país que reclama el derecho de ejercer su soberanía
en estos momentos de Naciones Unidas donde todos los pueblos quieren emitir su
voz y su voto, es difícil.
Y no es fácil adormecer al respeto ni la opinión pública
propia ni la del mundo entero. Es necesario para ello un gran esfuerzo propagandístico
que vaya preparando las condiciones para hacer menos odiosa esa intervención.
Eso es precisamente lo que están haciendo con nosotros; nunca debemos dejar
de puntualizar cada vez que sea posible que se están preparando las condiciones
para reducir a Cuba en la forma que sea necesario y que depende de nosotros solamente
que esa agresión no se provoque. Podrán hacerla económicamente
hasta donde quieran, pero tenemos que asegurar una conciencia en el país
para si quieren hacerla material (directamente con soldados compatriotas de los
monopolios o con mercenarios de otros países) sea tan caro el precio que
tengan que pagar que no puedan hacerlo. Y están tratando de ahogar y preparando
las condiciones necesarias para ahogar en sangre si fuera necesario esta Revolución,
solamente porque vamos en el camino de nuestra liberación económica,
porque estamos dando el ejemplo de medidas tendentes a liberar totalmente a nuestro
país y a que el grado de nuestra libertad económica alcance el de
nuestra libertad y el de nuestra madurez política de hoy.
Nosotros hemos tomado el poder político, hemos iniciado nuestra lucha por
la liberación con este poder bien firme en las manos del pueblo. El pueblo
no puede soñar siquiera con la soberanía si no existe un poder que
responda a sus intereses y a sus aspiraciones, y poder popular quiere decir no
solamente que el Consejo de Ministros, la Policía, los Tribunales y todos
los órganos del gobierno estén en manos del pueblo. También
quiere decir que los órganos económicos van pasando a manos del
pueblo. El poder revolucionario o la soberanía política es el instrumento
para la conquista económica y para hacer realidad en toda su extensión
la soberanía nacional. En términos cubanos, quiere decir que este
Gobierno Revolucionario es el instrumento para que en Cuba manden solamente los
cubanos en toda la extensión del vocablo, desde la parte política
hasta disponer de las riquezas de nuestra tierra y de nuestra industria. Todavía
no podemos proclamar ante la tumba de nuestros mártires que Cuba es independiente
económicamente. No lo puede ser cuando simplemente un barco detenido en
Estados Unidos hace parar una fábrica en Cuba, cuando simplemente cualquier
orden de alguno de los monopolios paraliza aquí un centro de trabajo. Independiente
será Cuba cuando haya desarrollado todos sus medios, todas sus riquezas
naturales y cuando haya asegurado mediante tratados, mediante comercio con todo
el mundo, que no pueda haber acción unilateral de ninguna potencia extranjera
que le impida mantener su ritmo de producción y mantener todas sus fábricas
y todo su campo produciendo al máximo posible dentro de la planificación
que estamos llevando a cabo. Sí podemos decir exactamente que la fecha
en que se alcanzó la soberanía política nacional como primer
paso, fue el día en que venció el poder popular, el día de
la victoria de la Revolución, es decir, el 1° de enero de 1959.
Este fue un día que se va fijando cada vez más como el comienzo
no sólo de un año extraordinario a la historia de Cuba, sino como
el comienzo de una era. Y tenemos pretensiones de pensar que no es solamente el
comienzo de una era en Cuba, sino el comienzo de una era en América. Para
Cuba, el 1° de enero es la culminación del 26 de julio de 1953 y del 12
de agosto de 1933, como lo es también del 24 de febrero de 1895 o del 10
de octubre de 1868. Pero para América significa también una fecha
gloriosa, puede ser quizás la continuación de aquel 25 de mayo de
1809, en que Morrillo se levantó en el Alto Perú, o puede ser el
25 de mayo de 1810, cuando el Cabildo Abierto de Buenos Aires, o cualquier fecha
que marque el inicio de la lucha del pueblo americano por su independencia política
en los principios del siglo XIX.
Esta fecha, el primero de enero, conquistada a un precio enormemente alto para
el pueblo de Cuba, resume las luchas de generaciones y generaciones de cubanos,
desde la formación de la nacionalidad por la soberanía, por la patria,
por la libertad y por la independencia plena política y económica
de Cuba. No se puede hablar ya de reducirla a un episodio sangriento, espectacular,
decisivo si se quiere, pero apenas un momento en la historia de los cubanos, ya
que el primero de enero es la fecha de la muerte del régimen despótico
de Fulgencio Batista, de ese pequeño Weyler nativo, pero es también
la fecha del nacimiento de la verdadera república políticamente
libre y soberana que toma por ley suprema la dignidad plena del hombre.
Este primero de enero significa el triunfo de todos los mártires antecesores
nuestros, desde José Martí, Antonio Maceo, Máximo Gómez,
Calixto García, Moncada o Juan Gualberto Gómez, que tiene antecedentes
en Narciso López, en Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes,
y que fuera continuado por toda la pléyade de mártires de nuestra
historia republicana, los Mella, los Guiteras, los Frank País, los José
Antonio Echeverría o Camilo Cienfuegos.
Consciente ha estado Fidel, como siempre, desde que se dio por entero a los combates
por su pueblo, de la magnitud de la entereza revolucionaria, de la grandeza de
la fecha que hizo posible el heroísmo colectivo de todo un pueblo: este
maravilloso pueblo cubano del cual brotara el glorioso Ejército Rebelde,
la continuación del ejército mambí. Por eso a Fidel siempre
le gusta comparar la obra a emprender con la que tenía por delante el puñado
de sobrevivientes cuando el desembarco ya legendario del Granma. Allí se
dejaban, al abandonar el Granma, todas las esperanzas individuales, se iniciaba
la lucha en que un pueblo entero tenía que triunfar o fracasar. Por esto,
por esa fe y por esa unión tan grandes de Fidel con su pueblo, nunca desmayó,
ni aun en los momentos más difíciles de la campaña, porque
sabía que la lucha no estaba centrada y aislada en las montañas
de la Sierra Maestra, sino que la lucha se estaba dando en cada lugar de Cuba,
donde un hombre o una mujer levantaran la bandera de la dignidad.
Y sabía Fidel, como lo supimos todos nosotros después, que esa era
una lucha, como la de ahora, donde el pueblo de Cuba entero triunfaba o era derrotado.
Ahora insiste en estos mismos términos y dice: o nos salvamos todos o nos
hundimos todos. Ustedes conocen la frase. Porque las dificultades a vencer son
difíciles como en aquellos días siguientes al desembarco del Granma;
sin embargo, ahora los combatientes no se cuentan por unidades o por docenas,
sino que se cuentan por millones. Cuba entera se ha convertido en una Sierra Maestra
para dar en el terreno en que se coloque el enemigo, la batalla definitiva por
la libertad, por el porvenir y por el honor de nuestra patria y en este momento
por ser, desgraciadamente, la única representante en pie de lucha.
La batalla de Cuba es la batalla de América, no la definitiva, por lo menos
no la definitiva en un sentido. Aún suponiendo que Cuba perdiera la batalla,
no la perdería América; pero si Cuba gana esta batalla, América
entera habrá ganado la pelea. Esa es la importancia que tiene nuestra Isla
y es por ello por lo que quieren suprimir este «mal ejemplo» que damos. En aquella
época, en el año 56, el objetivo estratégico, es decir, el
objetivo general de nuestra guerra, era el derrocamiento de la tiranía
batistiana, es decir, la reimplantación de todos los conceptos de democracia
y soberanía e independencias conculcados por los monopolios extranjeros.
A partir de aquella época del 10 de marzo se había convertido Cuba
en un cuartel de esas mismas características de los cuarteles que estamos
entregando hoy. Toda Cuba era un cuartel. El 10 de marzo no era la obra de un
hombre, sino de una casta, un grupo de hombres unidos por una serie de privilegios
de los cuales uno de ellos, el más ambicioso, el más audaz, el Fulgencio
I de nuestro cuento, era el capitán. Esta casta respondía a la clase
reaccionaria de nuestro país, a los latifundistas, a los capitales parásitos,
y estaba unida al colonialismo extranjero. Eran bastantes, toda una serie de ejemplares
desaparecidos como por arte de magia, desde los manengues hasta los periodistas
de salón presidencial, de rompehuelgas o los zares del juego y de la prostitución.
El 1° de enero alcanza entonces el objetivo estratégico fundamental de
la Revolución en ese momento, que es la destrucción de la tiranía
que durante casi siete años ensangrienta al pueblo de Cuba. Pero sin embargo,
nuestra Revolución, que es una Revolución consciente, sabe que soberanía
política está unida íntimamente a soberanía económica.
No quiere repetir esta Revolución los errores de la década del 30,
liquidar simplemente un hombre sin darse cuenta que ese hombre es la representación
de una clase y de un estado de cosas y que si no se destruye todo ese estado de
cosas, los enemigos del pueblo inventan otro hombre. Por eso la Revolución
fuerza a destruir en sus raíces el mal que aquejaba a Cuba. Habría
que imitar a Martí y repetir una y otra vez que radical no es más
que eso, el que va a las raíces; no se llama radical quien no vea las cosas
en su fondo, ni hombre quien no ayude a la seguridad y a la dicha de los hombres.
Esta Revolución se propone arrancar de raíz las injusticias, ha
redefinido Fidel, utilizando distintas palabras, pero la misma orientación
que Martí. Logrado el gran objetivo estratégico de la caída
de la tiranía y el establecimiento del poder revolucionario surgido del
pueblo, responsable ante él, cuyo brazo armado es ahora un ejército
sinónimo del pueblo, el nuevo objetivo estratégico es la conquista
de la independencia económica, una vez más la conquista de la soberanía
nacional total. Ayer, objetivos tácticos dentro de la lucha eran la Sierra,
los llanos, Santa Clara, el Palacio, Columbia, los centros de producción
que se debían conquistar mediante un ataque frontal o por cerco o por acción
clandestina.
Nuestros objetivos tácticos de hoy son el triunfo de la Reforma Agraria
que da la base de la industrialización del país, la diversificación
del comercio exterior, la elevación del nivel de vida del pueblo para alcanzar
este gran objetivo estratégico que es la liberación de la economía
nacional. Y el frente económico ha tocado ser el principal escenario de
la lucha, aun considerando otros de enorme importancia como son el de la educación,
por ejemplo; hace poco nos referíamos a esa importancia que tenía
la educación que nos permitiera dar los técnicos necesarios para
esta batalla. Pero eso mismo indica que en la batalla el frente económico
es el más importante, y la educación está destinada a dar
los oficiales para esta batalla en las mejores condiciones posibles. Yo puedo
llamarme militar, militar surgido del pueblo que tomó las armas como tantos
otros, simplemente obedeciendo a un llamado, que cumplió su deber en el
momento en que fue preciso, y que hoy está colocado en el puesto que ustedes
conocen. No pretendo ser un economista, simplemente como todos los combatientes
revolucionarios estoy en esta nueva trinchera donde se me ha colocado y tengo
que estar preocupado como pocos por la suerte de la economía nacional,
de la cual depende el destino de la Revolución. Pero esta batalla del frente
económico es diferente a aquellas otras que libramos en la Sierra, éstas
son batallas de posiciones, son batallas donde lo inesperado casi no ocurre, donde
se concentran tropas y se preparan cuidadosamente los ataques. Las victorias son
el producto del trabajo, del tesón y de la planificación. Es una
guerra donde se exige el heroísmo colectivo, el sacrificio de todos, y
no es de un día o de una semana ni de un mes, es muy larga, tanto más
larga cuanto más aislados estemos, y tanto más larga cuanto menos
hayamos estudiado todas las características del terreno de la lucha y analizado
al enemigo hasta la saciedad.
Se libra con muchas armas también, desde el aporte del 4% de los trabajadores
para la industrialización del país hasta el trabajo en cada cooperativa,
hasta el establecimiento de ramas hasta ahora desconocidas en la industria nacional,
como la citroquímica, la química pesada misma o la siderurgia y
tiene como principal objetivo estratégico, y hay que recalcarlo constantemente,
la conquista de la soberanía nacional.
Es decir, para conquistar algo tenemos que quitárselo a alguien, y es bueno
hablar claro y no esconderse detrás de conceptos que puedan mal interpretarse.
Ese algo que tenemos que conquistar, que es la soberanía del país,
hay que quitárselo a ese alguien que se llama monopolio, y ese alguien
que se llama monopolio, aunque los monopolios en general no tienen patria tienen
por lo menos una definición común, todos los monopolios que han
estado en Cuba, que han usufructuado de la tierra cubana, tienen lazos muy estrechos
con los Estados Unidos. Es decir, que nuestra guerra económica sería
con la gran potencia del Norte, que nuestra guerra no es una guerra sencilla;
es decir, que nuestro camino hacia la liberación estará dado por
la victoria sobre los monopolios y sobre los monopolios norteamericanos concretamente.
El control de la economía de un país por otro merma indiscutiblemente
la economía de este país.
Fidel dijo el 24 de febrero en la CTC ¿cómo se concebía que una
revolución se pusiera a esperar la solución del capital privado
extranjero de inversión? ¿Cómo se concebía que una revolución
que surgiera reivindicando los derechos de los trabajadores, que habían
estado conculcados durante muchos años, fuera a ponerse a esperar la solución
del problema del capital privado extranjero de inversión que va donde más
le interesa, que se invierte en aquellos artículos, no que sean los más
necesarios para el país, sino los que más ganancias les permita?
Luego, la Revolución no podía coger este camino, éste era
un camino de explotación, es decir, había que buscar otro camino.
Había que golpear al más irritante de todos los monopolios, al monopolio
de la tenencia de la tierra, destruirlo, hacer pasar la tierra a manos del pueblo
e iniciar entonces la verdadera lucha porque ésta, a pesar de todo, era
simplemente la primera entrada en contacto de dos enemigos. La batalla no se libró
a nivel de la Reforma Agraria, es un hecho, la batalla se librará ahora,
se librará en el futuro, porque a pesar de que los monopolios tenían
aquí fuertes extensiones de terrenos, no es allí donde están
los más importantes, los más importantes están en la industria
química, en la ingeniería, en el petróleo, y ahí donde
molesta de Cuba el ejemplo, el mal ejemplo, como lo llaman ellos.
Sin embargo, había que empezar por la Reforma Agraria, el 1.5% de los propietarios
de la tierra, de los propietarios cubanos o no cubanos, pero de tierras cubanas,
poseían el 46% del área nacional y el 70% poseía sólo
un 12% del área nacional; había 62 mil fincas que tenían
menos de 3/4 de caballería, considerándose por nuestra Reforma Agraria
2 caballerías como el mínimo vital, es decir, el mínimo necesario
para que una familia de 5 personas, en terreno no irrigado, pudiera hacer una
vida satisfaciendo sus mínimas necesidades. En Camagüey, cinco compañías,
de cinco a seis compañías azucareras, controlaban 56 mil caballerías.
Eso significa el 20% del área total de Camagüey.
Y además los monopolios tienen el níquel, el cobalto, el hierro,
el cromo, el manganeso, y todas las concesiones petroleras. En petróleo,
por ejemplo, había concesiones entre las otorgadas y pedidas que superaban
tres veces el área nacional. Es decir, estaba dada toda el área
nacional, además estaba dada toda la cayería y toda la zona de la
plataforma continental cubana y además de todo eso, había zonas
solicitadas por dos o tres compañías que estaban en litigio. También
se fue a liquidar esta relación de propiedad de las compañías
norteamericanas. También se golpeó en la especulación con
la vivienda mediante la rebaja de alquileres y ahora con los planes del INAV para
dar vivienda barata. Aquí había muchos monopolios de la vivienda,
aunque quizá no fueran norteamericanos, eran capitales parásitos
unidos a los norteamericanos, solamente por lo menos en cuanto a la concepción
ideológica de la propiedad privada al servicio de una persona para explotación
de un pueblo. Con la intervención de los grandes mercados y la creación
de las tiendas populares, de las cuales hay 1.400 en el campo cubano, se frenó
o se dio el primer paso para frenar la especulación y el monopolio del
comercio interior.
Ustedes saben cómo se encarecen los productos, y si hay campesinos escuchándonos,
sabrán ustedes de la gran diferencia que hay entre los precios actuales
y los precios que cobraban los garroteros en aquella época nefasta en todo
el campo cubano. La acción desenfrenada de los monopolios en los servicios
públicos ha sido frenada por lo menos. En el teléfono y en la electricidad
hay dos ejemplos. El monopolio figuraba en todas las manifestaciones de la vida
del pueblo cubano. No sólo en las económicas que aquí nos
ocupan, sino también en la política y en la cultural.
Ahora había que salir a dar otro de los pasos importantes en nuestra lucha
de liberación: el golpe al monopolio del comercio exterior. Ya se han hecho
varios tratados comerciales con diversos países y constantemente vienen
nuevos países a buscar el mercado cubano en pie de absoluta igualdad. De
todos los convenios firmados indiscutiblemente el que más importancia tiene
es el que se hizo con la Unión Soviética. Es bueno recalcarlo porque
nosotros ya hemos vendido a esta altura algo insólito: toda nuestra cuota
sin nada en el mercado mundial, cuando todavía tenemos pedidos, que se
puede estimar entre un millón u ochocientas mil toneladas a un millón,
si no es que se hacen nuevos contratos, nuevos convenios con otros países.
Además, hemos asegurado durante cinco años una venta de un millón
de toneladas cada una. Que bien es cierto que no conseguimos dólares, sino
en un 20% por ese azúcar, pero el dólar no es nada más que
el instrumento para comprar, el dólar no tiene ningún otro valor
que el de su poder de compra y nosotros al cobrar con productos manufacturados
o materia prima, estamos simplemente utilizando el azúcar a manera de dólar.
Hay quien me decía que era ruidoso hacer un contrato de esta característica,
pues la distancia que separa a la Unión Soviética de Cuba, encarecía
notablemente todos los productos que se importaran. El contrato firmado por el
petróleo ha echado por tierra todas estas predicciones. La Unión
Soviética se compromete a poner en Cuba petróleo de especificaciones
diversas a un precio que es un 33% más barato que el de las compañías
monopolistas norteamericanas que están a un paso nuestro. Eso se llama
liberación económica.
Naturalmente, hay quienes pretenden que todas estas ventas de la Unión
Soviética son ventas políticas. Hay quienes pretenden que nada más
que se hace eso para molestar a Estados Unidos. Nosotros podemos admitir que eso
sea cierto. A la Unión Soviética, en uso de su soberanía
si le da la gana de molestar a los Estados Unidos, nos vende el petróleo
y nos compra el azúcar a nosotros para molestar a los Estados Unidos, y
a nosotros qué, eso es aparte, las intenciones que tengan o dejen de tener
son aparte, nosotros al comerciar estamos simplemente vendiendo mercancía
y no estamos vendiendo soberanía nacional como lo hacíamos antes.
Vamos a hablar simplemente un lenguaje de igualdad. Cada vez que viene un representante
de una nueva nación del mundo aquí, en este momento actual, viene
a hablar un lenguaje de igualdad. No importa el tamaño que tenga el país
de donde viene ni la potencia de sus cañones. En término de nación
independiente, Cuba es un voto en las Naciones Unidas igual que los Estados Unidos
y que la Unión Soviética. Con ese espíritu se han hecho todos
los tratados y con ese espíritu se harán todos los nuevos tratados
comerciales, porque hay que insistir que ya Martí había visto y
precisado claramente hace muchos años cuando insistía en que la
nación que compra es la nación que manda, y la nación que
vende, es la que obedece. Cuando Fidel Castro explicó que el convenio comercial
con la Unión Soviética era muy beneficioso para Cuba, estaba simplemente
explicando que... más que explicando, podríamos decir, sintetizando
los sentimientos del pueblo cubano. Realmente, todo el mundo se sintió
un poco más libre cuando supo que podía firmar convenios comerciales
con quien quisiera y todo el mundo debe sentirse hoy mucho más libre todavía,
cuando sepa contundentemente que no solamente se firmó un convenio comercial
en uso de la soberanía del país, sino que se firmó uno de
los convenios comerciales más beneficiosos para Cuba. Y cuando se analicen
los onerosos préstamos de las compañías norteamericanas y
se compare con el préstamo, o con el crédito concedido por la Unión
Soviética a doce años con un 2.5% de interés, de lo más
bajo que registra la historia de las relaciones comerciales internacionales, se
verá la importancia que tiene. Es cierto que ese crédito es para
comprar mercancía soviética, pero no es menos cierto que los préstamos,
por ejemplo, el del Export Bank, que es supuestamente una entidad internacional,
se hacen para comprar mercancías en los Estados Unidos. Y que, además
de eso, se hacen para comprar determinadas mercancías de monopolios extranjeros.
El Export Bank, por ejemplo, le presta (por supuesto no significa que sea real)
a la Compañía Birmana de Electricidad -pensemos que la Cía.
Birmana de Electricidad es igual a la Cía. Cubana de Electricidad- y entonces
se le prestan ocho, diez o quince millones de pesos a esa compañía.
Coloca entonces sus aparatos, empieza a suministrar fluido eléctrico carísimo
y muy mal, cobra cantidades enormes y después la nación paga. Esos
son los sistemas de créditos internacionales. Enormemente diferente a un
crédito concedido a una nación para que esa nación lo aproveche
y para que todos sus hijos se sacrifiquen con ese crédito. Muy distinto
sería si la Unión Soviética hubiera prestado 100 millones
de pesos a una compañía subsidiaria suya para establecer un negocio
y exportar sus dividendos a la misma Unión Soviética. Pero en estos
casos se ha planeado ahora hacer una gran empresa siderúrgica y una destilería
de petróleo, totalmente nacionales y para el servicio del pueblo.
Es decir, todo lo que paguemos significa solamente la retribución de lo
que recibimos y una retribución correcta y honesta, como se ha visto en
el caso del petróleo. Yo no digo que a medida que se vayan firmando otros
contratos, en la misma forma abierta en que el Gobierno de Cuba explica todas
sus cosas, podremos dar informes también de precios extraordinariamente
baratos en todas las mercancías que produce ese país y además
en todos los productos manufacturados de calidad. El Diario de la Marina,
hay que citarlo una vez más, se opone. Desgraciadamente, no traje un artículo
que hay muy interesante, que da 5, 6 ó 7 razones por las cuales el convenio
le parece mal. Todas son falsas, por supuesto. Pero no solamente falsas en la
interpretación, lo que ya es malo. Son falsas incluso en las noticias.
Son falsas, por ejemplo, cuando dice que eso significa el compromiso de Cuba de
apoyar las maniobras soviéticas en las Naciones Unidas. Muy diferente es
que en una declaración que está absolutamente al margen de ese convenio,
que fue redactada de común acuerdo, Cuba se compromete a luchar por la
paz dentro de las Naciones Unidas. Es decir que se acusa a Cuba, como ya lo explicara
Fidel, exactamente de hacer aquello para lo cual las Naciones Unidas se habían
formado, según sus actas de constitución y todas las otras cuestiones
económicas que han sido muy bien refutadas por nuestro Ministro de Comercio,
adolecen de fallas muy grandes y de mentiras groseras. La más importante
es con respecto al precio. Ustedes saben que el precio del azúcar se guía
en el mercado mundial naturalmente, por la oferta y la demanda. Dice el Diario
de la Marina que si ese millón de toneladas que Cuba vende, la Unión
Soviética lo vuelve a poner en el mercado, entonces Cuba no ha ganado nada.
Eso es mentira, por el hecho simple de que está bien establecido en el
convenio que solamente la Unión Soviética puede exportar azúcar
a los países que habitualmente le compraban. La Unión Soviética
es una importadora de azúcar, pero exporta también azúcar
refinado a algunos países limítrofes que no tienen refinería,
como son el Irán, el Iraq, el Afganistán y a esos países
a los que habitualmente exporta la Unión Soviética naturalmente,
seguirá sirviéndoles, pero nuestro azúcar se consumirá
íntegramente dentro de los planes de aumento de consumo popular que tiene
ese país.
Si los norteamericanos están muy preocupados, porque ya están en
el mismo congreso diciendo que la Unión Soviética los alcanza, y
si le creen ellos a la Unión Soviética, ¿por qué nosotros
no tenemos que creerlo? cuando nos dicen, y lo firman además, porque no
es que lo digan de palabra, que ese azúcar es para su consumo interno,
y ¿por qué tiene ningún periódico aquí que regar la
duda, duda que se recoge internacionalmente y que sí puede hacer mal a
los precios del azúcar? Es simplemente nada más que la tarea de
la contrarrevolución. La tarea de los que no se resignan a perder su privilegio.
Por otra parte, con respecto al precio del azúcar cubano, que mereció
hasta una inmerecida mención de uno de los voceros, fue el Lincoln Price
con respecto a una aseveración nuestra hace unos días, ellos insisten
en que esos cien o ciento cincuenta millones de pesos que pagan de más
por el azúcar, es un regalo a Cuba. No es tal, Cuba firma por ello compromisos
arancelarios que hacen que por cada peso que los norteamericanos gastan en Cuba,
Cuba gaste más o menos un peso y quince centavos. Eso significa en diez
años que mil millones de dólares han pasado de las manos del pueblo
cubano a las de los monopolios norteamericanos; nosotros no tenemos por qué
regalar a nadie, pero si pasara de las manos del pueblo cubano a las del pueblo
norteamericano, podríamos estar más contentos, pero pasan a las
arcas de los monopolios, que sirven nada más que para ser instrumentos
de opresión para evitar que los pueblos subyugados del mundo inicien su
camino de liberación. Los empréstitos que Estados Unidos ha dado
a Cuba le han costado a Cuba sesenta y un centavos de interés por cada
peso, y eso a corto plazo, no digamos lo que costaría a largo plazo, como
el convenio con la Unión Soviética. Por eso nosotros hemos seguido
a cada paso la prédica martiana y en el comercio exterior hemos insistido
en diversificarlo lo más posible, no atarnos a ningún comprador
y no solamente diversificar nuestro comercio exterior sino nuestra producción
interior para poder servir más mercados.
Cuba, pues, marcha hacia adelante; vivimos un minuto realmente estelar en nuestra
historia, un minuto en que todos los países de América ponen sus
ojos en esta pequeña isla y acusan los gobiernos reaccionarios a Cuba de
todos los estallidos de indignación popular que hay por cualquier lado
de la América. Se ha puntualizado bien claro que Cuba no exporta revoluciones;
las revoluciones no se pueden exportar. Las revoluciones se producen en el instante
en que hay una serie de contradicciones insalvables dentro de un país.
Cuba sí exporta un ejemplo, ese mal ejemplo que he citado. Es el ejemplo
de un pequeño pueblo que desafía las leyes de una falsa ciencia
llamada «geopolítica» y en las mismas fauces del monstruo que llamara Martí,
se permite lanzar sus gritos de libertad. Ese es el crimen y ese es el ejemplo
que temen los imperialistas, los colonialistas norteamericanos. Quieren aplastarnos
porque es una bandera de Latinoamérica, quieren aplicarnos la doctrina
Monroe, ya que hay una nueva versión de la que dio Monroe, presentada al
Senado de los Estados Unidos; creo que, afortunadamente para ellos mismos, no
fue aceptada o no pasó de alguna comisión.
Tuve oportunidad de leer los considerandos, considerando una mentalidad tan cavernaria,
tan extraordinariamente colonial, que yo creo que hubiera constituido la vergüenza
del pueblo norteamericano el aprobarla. Esa moción revivía la doctrina
Monroe, pero ya mucho más clara y en uno de sus párrafos decía,
recuerdo perfectamente que era así: «Por cuanto: la doctrina Monroe establece
bien claro que ningún país fuera de América puede esclavizar
a los países americanos.» Es decir, países dentro de América,
sí. Y entonces seguía: «... es naturalmente una versión más
de aquella otra que se presenta ahora para intervenir, sin necesidad de llamar
a la OEA» y después de presentar el hecho consumado ante la OEA. Pero,
bueno, éstos son los peligros de tipo político derivados así
de nuestra campaña de tipo económico por liberarnos. Tenemos nosotros,
tenemos antes que nada un apuro de horas, pero bueno... tenemos el último
problema, el de cómo invertir nuestras divisas, cómo invertir el
esfuerzo de la nación para lograr llevar adelante rápidamente nuestras
aspiraciones económicas. El 24 de febrero, ante los trabajadores, recibiendo
el importe total simbólico del 4%, Fidel Castro dijo: «... pero cuando
la Revolución llega al poder, ya las reservas no podían disminuir
más y teníamos un pueblo habituado a un consumo de importación
mayor de lo que exportaba.»
En esa situación, es cuando un país tiene que invertir, tiene que
ahorrar o tiene que recibir capital del extranjero. Ahora bien, cuál era
la tesis nuestra de ahorrar y de ahorrar sobre todo nuestras divisas para desarrollar
nuestra industria propia. Pues establecía la tesis de la importación
de capital privado. Cuando se trata de capital privado nacional, el capital está
en el país. Pero, cuando se trata de la importación, porque se necesitan
capitales y la fórmula de solución que se aconseja es la inversión
de capital privado, tenemos esta situación.
El capital privado extranjero no se mueve por generosidad, no se mueve por un
acto de noble caridad, no se mueve ni se moviliza por el deseo de llegar a los
pueblos. El capital extranjero se moviliza por el deseo de ayudarse a sí
mismo. El capital privado extranjero es el capital que sobra en un país
y se traslada a otro país, donde los salarios sean más bajos, las
condiciones de vida, las materias primas sean más baratas para obtener
mayores ganancias. Lo que mueve el capital de inversión privada extranjera,
no es la generosidad sino la ganancia y la tesis que se había defendido
siempre aquí era de garantía al capital privado de inversión
para resolver los problemas de la industrialización.
Entre la agricultura y la industria se invertirán trescientos millones.
Esa es la batalla por desarrollar económicamente a nuestro país
y resolver los males. Claro que no es camino fácil. Ustedes saben que nos
amenazan, ustedes saben que se habla de represalias económicas, ustedes
saben que se habla de maniobras, de quitarnos cuotas, &c., &c., mientras
nosotros tratamos de vender nuestros productos. ¿Esto quiere decir acaso que tengamos
que retroceder? ¿Esto quiere decir que tengamos que abandonar toda esperanza de
mejoramiento, porque nos amenacen? ¿Cuál es el camino correcto del pueblo?
¿A quién le hacemos nosotros daño queriendo progresar? ¿Es que nosotros
queremos estar viviendo del trabajo de otros pueblos? ¿Es que nosotros queremos
estar viviendo de la riqueza de otros pueblos? ¿Qué es lo que queremos
los cubanos aquí? Lo que queremos es no vivir del sudor de otros, sino
vivir de nuestro sudor. No vivir de la riqueza de otros, sino de nuestra riqueza,
para que todas las necesidades materiales de nuestro pueblo se satisfagan y sobre
esa base resolver los demás problemas del país, porque no se habla
de lo económico por lo puramente económico, sino de lo económico
como base para satisfacer todas las demás necesidades del país,
de la educación, de una vida higiénica y saludable, la necesidad
de una vida que no sólo sea de trabajo, sino de esparcimiento, la necesidad
de satisfacer las grandes necesidades coloniales sobre ella y cuando se hablaban
las mismas cosas que nosotros pretendemos. Cómo vamos a gastar todos esos
millones, es algo que les explicará algún otro compañero
en una de estas charlas, haciendo una demostración de por qué se
van a gastar también, no sólo de cómo, en el camino que nosotros
hemos elegido.
Ahora para los débiles, para los que tengan miedo, para los que piensen
que estamos en una situación única en la historia y que ésta
es una situación insalvable, y que si nosotros no nos detenemos o no retrocedemos,
estamos perdidos, quiero citarles la última cita hasta aquí, una
breve anécdota de Jesús Silva Herzog, economista mexicano que fue
el autor de la Ley de Expropiación del Petróleo y que se refiere
precisamente a la época aquella vivida por México, cuando también
se cernía el capital internacional contra los valores espirituales y culturales
de los pueblos; esto es la síntesis de lo que se habla de Cuba, y dice
así: «Por supuesto, se dijo que México era un país comunista.
Surgió el fantasma del comunismo. El embajador Daniels en el libro que
ya he citado en conferencias, cuenta que va a Washington de visita en esos días
difíciles, y un caballero inglés le habla del comunismo mexicano.
El señor Daniels le dice: 'Pues yo en México no conozco más
comunista que a Diego Rivera; pero, ¿qué es un comunista?', le pregunta
seguidamente Daniels, al caballero inglés. Este se sienta en cómoda
butaca, medita, se levanta y ensaya una definición. No le satisface. Se
vuelve a sentar, medita nuevamente, se pone un tanto sudoroso, se pone nuevamente
de pie y da otra definición. Tampoco es satisfactoria. Y así continúa
hasta que al fin, desesperado, le dice a Daniels: 'Señor, un comunista
es cualquier persona que nos choca.'»
Ustedes pueden ver cómo las situaciones históricas se repiten; yo
estoy seguro de que todos nosotros chocamos bastante a la otra gente. Parece que
tengo el honor junto con Raúl de ser de los más chocantes... Pero
las situaciones históricas tienen su parecido. Así como México
nacionalizó su petróleo, y pudo seguir adelante, y se reconoce a
Cárdenas como el más grande presidente que ha tenido esa República,
así también nosotros seguiremos adelante.
Todos los que están del otro lado nos llamarán de cualquier modo,
nos dirán cualquier cosa, lo único cierto es que estamos trabajando
en beneficio del pueblo, que no retrocederemos y que aquéllos, los expropiados,
los confiscados los «siquitrillados» no volverán...
Conferencia inaugural del programa de televisión «Universidad Popular».
Folleto B.N.C. 142-33
Página
Principal | Volver| Imprimir
esta página