Discurso a los trabajadores del industria textil

7 de febrero de 1960

Mis queridos compañeros:
Debo pedir disculpas, en primer lugar, porque no podré asistir a la terminación de este acto, debido a que también tengo un compromiso previo con el señor Anastas Mikoyan, en cuya casa tendré el honor de almorzar hoy en compañía de algunos Ministros del Gobierno. (Aplausos.)
Con respecto a lo que nos ocupa ahora, quiero decirles que están tratando por todos los medios de impedir la zafra. Yo sé que eso es imposible, y ya hoy hice mi «zafra particular»: más de cien mil pesos directamente de la Federación Textil y de otras federaciones nacionales y provinciales, vienen a contribuir el gran fondo que ha creado el pueblo para la defensa de su país. Hubiera querido que el señor Mikoyan viera también esta parte del acto, que viera que nuestro pueblo no se limita solamente a marchar o a empuñar el fusil, que en cada momento de su vida piensa en la defensa de la Revolución y acorde a los grandes principios que nos han regido, se impone el sacrificio de quitar parte de sus haberes para contribuir a todas las grandes campañas de nuestro Gobierno Revolucionario.
Esa es la base de nuestro triunfo. Nuestro triunfo no será el triunfo de personalidades aisladas, no puede ser siquiera el triunfo de Fidel Castro, siendo como es el líder indiscutido de todos nosotros. (Aplausos.) Nuestro triunfo es el triunfo del pueblo entero, y quisiera yo decirle al señor Mikoyan que si todavía no podemos tirar «Sputniks» a la luna, podemos expander nuestra idea revolucionaria hasta la luna misma, y mostrar nuestro entusiasmo... (aplausos) y mostrar nuestro entusiasmo constructivo a la cara del mundo.
Hubiera querido que al ilustre huésped no se le obsequiara con maniobras militares, sino simplemente con muestras de nuestra arte y de nuestra cultura populares. El momento lo ha impedido; debemos prepararnos para cumplir nuestra Revolución pacíficamente o para defenderla con las armas en la mano. Pensamos que el primero de enero había acabado la historia del fusil aquí en Cuba; desgraciadamente, debemos seguir empuñándolo para defender lo que conquistamos ese primero de enero, y todas nuestras conquistas revolucionarias hasta hoy, y las que vendrán, porque una Revolución no se puede parar. En el momento en que se para, retrocede; y nosotros debemos seguir adelante para profundizarla más, para hacerla más vigorosa y para mantener ante los ojos de América y del mundo este ejemplo luminoso que es nuestra Revolución de hoy.
Todos los pueblos que han pasado por etapas parecidas en todos los países de Europa y del Asia, nos miran como a hermanos menores y pujantes que marchamos en el camino absoluto de la liberación; nos miran con simpatía en la República Arabe Unida, en la India... (aplausos) en Indonesia, en Yugoeslavia, en la Unión Soviética... (aplausos) y nos miran también con simpatía y con renovadas esperanzas en cada uno de los pueblos asiáticos y africanos que no han logrado todavía su liberación, y en nuestras veinte repúblicas hermanas, que aunque algunas de ellas están hoy en un plano de evolución económica más adelantado que el nuestro, ninguna ha llegado a nuestro grado de madurez política y revolucionaria. Podemos decir con orgullo, con todo el sano orgullo, que estamos a la cabeza de América, que somos hoy... (aplausos) el país que está trazando las grandes pautas de nuestra liberación.
No luchamos solamente contra los poderes coloniales, no luchamos solamente contra nuestros latifundistas de aquí, contra nuestros criminales de guerra; no luchamos solamente contra las satrapías americanas, como la de Trujillo o la de Somoza: luchamos también contra la desvergüenza y la traición de falsos gobernantes de América, que se escudan tras una careta democrática para echarle zancadillas a la Revolución cubana. Pero somos tan fuertes que podremos contra todos ellos, y podremos porque a la unidad absoluta del pueblo de Cuba se une la unidad y la solidaridad de todos nuestros hermanos de América y de todos los pueblos del mundo que saben lo que es el sufrimiento y la opresión colonial. Por eso estamos en un momento luminoso. Angustioso quizás, de lucha y de trabajo, cuyo fin no se ve en un futuro inmediato, pero debemos tener siempre la misma fe que hoy han demostrado ustedes. Y esa fe se demuestra con los hechos, no sólo con las palabras; se demuestra con los aportes voluntarios, con las milicias obreras, de campesinos y de estudiantes y se demuestra también con el trabajo fecundo y organizado.
Queremos, sí, esta vez, poder decir sin falsas hipocresías que el Gobierno Revolucionario no tiene un solo problema con sus obreros o campesinos; que cada vez que se le puede dar una nueva conquista salarial o social, se le dará inmediatamente; y cada vez que se deba exigir un sacrificio, se podrá contar con la gran masa de compañeros obreros y campesinos. (Aplausos.) Esa es nuestra fuerza y ésa es la base de nuestra victoria.
Debo recordarles, sin embargo, y puntualizar una vez más, que los tiempos no son tranquilos. Ya saben los dirigentes de la reacción internacional que esta Revolución es indestructible por dentro; saben que no podrían ni con diez o cien veces más avionetas sobre nuestro territorio, impedir el desarrollo de la zafra, que es la base de nuestra economía hoy, pero tratan siempre de buscar alguna nueva forma de agresión; tratan de ahogarnos económicamente y es muy posible que traten de ir más lejos. Si es necesario luchar con las armas en la mano, lo haremos. (Aplausos.) Pero cuanto más fuerte y unido esté el pueblo, cuanto más compactas vean los enemigos las filas populares, más difícil se le hará atacar; y es preciso decir a voz en cuello también, que esta democracia revolucionaria, que esta democracia de obreros y campesinos que ha sabido repartir la justicia social sabrá también en su momento impartir la justicia revolucionaria, y que quienes vengan aquí a hollar nuestro suelo en son de asesinos del pueblo, no podrán esperar otra cosa que la muerte inmisericorde, vengan de donde vinieren. (Aplausos.) Deben saber que la base de fuerza de nuestro Gobierno no es sólo el Ejército Rebelde, sino toda la gran masa del ejército popular; deben saber que las armas están listas en sus manos. (Aplausos.)
Pero aun sabiendo todo esto, aunque nosotros conozcamos bien la situación, aunque podamos estar listos para un ataque eventual de hoy, de mañana o de cualquier día, debemos sin embargo dedicarnos al trabajo constructivo, como si esas posibilidades de agresión fueran sumamente remotas, porque debemos dedicarnos a construir, con la gran base de la Reforma Agraria, un país industrial; tenemos que desarrollar en primer lugar, las industrias que nos permitan sustituir las importaciones y no depender para nuestro sustento del capricho de las potencias extranjeras. (Aplausos.) Debemos también diversificar nuestro comercio exterior hasta lo último. (Aplausos.)
Seguimos los preceptos de Martí, que señalaba como uno de los grandes peligros el ser el vendedor único de una nación poderosa. Por ello estamos trabajando a los cuatro vientos, para establecer relaciones armónicas de comercio, diplomáticas y de buena voluntad entre nuestro pueblo y todos los pueblos del mundo que acepten como buena la voluntad única de este pueblo cubano. (Aplausos.)
No pedimos nada a nadie; no estamos mendigando empréstitos, si solicitando compra de nuestros azúcares de rodillas, simplemente ofrecemos lo que tenemos, respetamos a los pueblos vecinos y a todos los pueblos del mundo, y proclamamos nuestro derecho insobornable a ser considerados un país igual a cualquier otro de la tierra, en el concierto de todos los países libres. (Aplausos.)
Quien así nos admita será nuestro amigo; no importa la ideología interior que lo anime, no importa su sistema social o económico. Quien no nos respete como Nación no puede aspirar a nuestra amistad, sean cuales fueren los vínculos anteriores que nos ligaran, y sea cual fuere la fuerza que pueda poner para ofender a nuestra Patria. (Aplausos.)
Hoy ustedes han hecho efectiva la contribución, en moneda nacional, de su esfuerzo para hacer más fuerte a nuestra Patria en el campo armado. Sin embargo, los compañeros de la Federación Textil me han dado una noticia que es para mí un indicio de fuerza mucho mayor aún que el de las armas: el de un aumento de un veinte por ciento en la producción textilera, gracias al esfuerzo de todos ustedes, y a la compenetración entre el Gobierno Revolucionario y las masas trabajadoras. Esto es considerado por el Gobierno el aporte máximo de ustedes, y por ello, en nombre de él, les doy las gracias. (Ovación.)
Comisión para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara
 
 

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