Discurso en el Banco Nacional
29 de enero de 1960
Antes de hablar del tema esencial para el que he sido invitado, deseo expresar
en conjunto mi saludo y mi deseo de relaciones armónicas y de compañerismo
con los integrantes de las instituciones económicas vinculadas con el Banco
Nacional. A muchos no he podido visitar por falta de tiempo. Pero todo eso es
adjetivo, porque lo que importa es trabajar unidos para el bien de Cuba.
Entrando en el tema, voy a referirme al 4% no como número, no como un porcentaje,
sino como un símbolo. Ese 4% de ustedes y de otros empleados y trabajadores
que ya lo han ofrecido, es el símbolo de identificación absoluta
del Gobierno y las clases productoras; es el vínculo entre los gobernantes
y su pueblo. No es el caso referirnos a su importancia económica, que la
tiene, sino machacar sobre la importancia de su simbolismo. Y es eso muy importante
porque estamos en la época que los viejos conceptos se están destruyendo.
Hemos tenido una economía floreciente, en términos económicos.
Cuba logró un producto: el azúcar, que fue el centro de nuestra
riqueza. La desarrollaron quienes pretendieron ser nuestros amigos y después
se convirtieron en nuestros explotadores. Se hizo una economía de una sola
mercancía de alta productividad y que competía fácilmente
en el mercado extranjero pero todo lo demás quedó en cero.
Sabemos cómo los gobernantes impuestos o mediatizados por los intereses
ajenos a Cuba impusieron tratados. Mientras se hablara de azúcar, parecía
que no había peligro alguno para la economía cubana, y sin embargo
la entrada de otros productos procedentes de afuera, impedían todo desarrollo
económico. Solamente la privilegiada posición geográfica
de Cuba, su clima envidiable y otros factores le permitieron seguir viviendo,
mientras que poco a poco los intereses azucareros no sólo dominaban en
el país, sino que eran una prolongación de Wall Street en Cuba.
Los usurpadores se dedicaron no sólo a comprar azúcar, sino también
a asegurarse la materia prima en forma de cañas de administración.
Fue entonces que surgió la ambición latifundista y se dieron a la
tarea de coger las tierras, los ingenios y todo cuanto pudieron, mientras el que
la cultivaba tenía que buscar sustento en las montañas o echarse
por los caminos.
La belleza de La Habana -evidentemente una de las ciudades más ricas y
más bellas de América-, se hizo con el sudor y la sangre de los
campesinos cubanos. Ya en el proceso de la Revolución, la presión
del campesino sobre la tierra empezaba a dar sus frutos y el primer bosquejo de
Reforma Agraria se hizo en el año 1957. A finales del año 1958,
se estableció por el Decreto n° 3 de la Sierra Maestra, la Reforma Agraria,
que reconocía a todos los trabajadores agrícolas que tuvieran menos
de dos caballerías, el derecho a su posesión gratuita. Después,
ustedes conocen la historia de nuestra Reforma Agraria, su promulgación
en la Sierra Maestra y las luchas y ataques que hemos debido sostener por mantener
intactos los postulados de esta ley y por llevarla a cabo. Se pensó muchas
veces y mucha gente pensó que la Reforma Agraria era simplemente una palabra
más en el vocabulario de la demagogia politiquera. Solamente cuando los
hechos demostraron hasta la saciedad que esta era una Reforma Agraria que se iba
a hacer, fue cuando la reacción fue organizando sus baterías y centrándola
en una campaña de propaganda que solamente tiene en América el precedente
de la Guatemala democrática de Jacobo Arbenz. Y si me refiero aquí
a la Reforma Agraria con tanta insistencia, no es sólo porque sea la niña
mimada de la Revolución, o porque sea el único tema del que pueda
hablar; es porque la Reforma Agraria es la base de todos los acontecimientos que
se han sucedido después y de todos los que se sucederán. En la Reforma
Agraria están planteados los términos de la lucha por la liberación
del país y también se plantean los grandes dilemas que esta Revolución
ha puesto sobre el tapete.
No hemos ido a averiguar, como quieren todos los técnicos de todos los
bancos y de todas las instituciones financieras o internacionales de nuestra América,
cómo financiar nuestra Reforma Agraria, si no después de hacerla.
El primer paso es tomar la tierra; ¿cómo? eso lo dirá el pueblo;
el pueblo en armas conquistó su derecho a gobernarse y él, que es
mayoría y es fuerza armada, determinara cómo se hará la Reforma
Agraria y como se financiará.
Podrá parecerles a ustedes muy extraño que quien como yo tengo el
deber aquí, como Presidente de Banco, del Banco Nacional nada menos, de
defender todos los antiguos derechos establecidos, venga a romper lanzas contra
la propiedad; pero es que nuestra Revolución debe ser entendida así
tal como es; nuestra Revolución va contra el antiguo derecho de propiedad;
lo va a romper y lo va a aniquilar, porque nuestra Revolución es por sobre
todas las cosas antifeudal y antilatifundista, y debe romper primero estas relaciones
sociales, para después llegar a la segunda etapa, que es la etapa industrial.
Creo que la primera parte de la batalla se ha ganado. Podrá todavía
alguno protestar con más o menos vehemencia, por lo que llama el despojo
de la tierra, pero la tierra ya pertenece al campesino. Que tenga el título
o no lo tenga, que se le haya dado un bono o no al antiguo propietario eso es
lo que tiene menos importancia. El Gobierno Revolucionario ya ha reconocido el
derecho a los antiguos propietarios a obtener una retribución por estas
tierras y ha reconocido el derecho a los campesinos a tener la tierra. Los campesinos
nos creen, saben que la tierra es de ellos, aunque no tengan el título
firmado por el Presidente del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, y los
antiguos poseedores de la tierra podrán creernos o no, pero son minoría.
Frente al mandato imperativo de la masa, nuestro deber revolucionario no podrá
flaquear un minuto ni detenerse en ningún formalismo.
Ahora al hacer esta Reforma Agraria, que fue antifeudal y antilatifundista -porque
no siempre el latifundio significa feudalismo-, tuvimos el primero y muy serio
de los choques contra los capitales extranjeros que se habían adueñado
del territorio nacional. Primero se habló de precio justo; no se especificó
si precio justo era el precio que habían pagado por estas tierras; es decir,
darle un balazo al campesino que la tenía antes, por ejemplo. Ese precio
podríamos pagarlo, no nos costaba mucho hacerlo; pero queríamos
llegar a una fórmula más tranquilizadora para todos. Utilizamos
el sistema de considerar el amillaramiento y allí se crisparon los antiguos
poseedores. Todos los episodios de las notas que han ido y han venido, son historia
de estos días y no es necesario repetirlas. Lo importante es que la Reforma
Agraria sigue adelante, que los campesinos han tomado la tierra, que a las viejas
relaciones sociales suceden estas nuevas relaciones revolucionarias y que iniciamos
el camino de la industrialización.
Y aquí se nos plantea un nuevo interrogante y una fase distinta del único
problema de nuestra liberación nacional. Primero, teníamos que plantearnos
el dilema de nuestra actuación siguiente: Seguimos siendo un abastecedor
de materias muy buscadas en los mercados internacionales, es decir, seguimos siendo
exportadores, buscadores de divisas, o nos convertimos en productores de las materias
primas y de los productos manufacturados que necesitamos para nuestro consumo
interno; es decir, nos convertimos en sustituidores de divisas. Hemos elegido
este segundo camino, porque nos da mucha más garantía en nuestro
desarrollo y además, porque estratégicamente está mucho mejor
defendido el país que se basta a sí mismo.
En el campo agrario, hemos iniciado las grandes campañas nacionales para
autoabastecernos de arroz, algodón, aceites vegetales y productos lácteos,
como primera parte de nuestra batalla agrícola e industrial.
En el campo industrial puro, se han iniciado ya los estudios serios para crear
las grandes fuentes productoras de materia prima para una industria nacional;
se han estudiado las posibilidades de crear la siderurgia y la metalúrgica
nacional, utilizando de una vez los grandes yacimientos que se sabe que existen,
pero que no han sido ubicados, sobre todo en la provincia de Oriente.
En el campo de los combustibles, tras de liberar nuestro subsuelo mediante la
Ley del Petróleo, estamos trabajando activamente para establecer por medio
del Instituto Nacional del Petróleo -de reciente formación-, nuestra
propia fuente de recursos en combustible ayudados en alguna medida con la producción
de alcohol de las mieles finales que sirve como carburante.
En el campo de la industrialización de la caña, también estamos
trabajando activamente para transformar nuestra única fuente de ingreso,
que es el azúcar, en una fuente múltiple sin abandonar su base;
es decir, para aprovechar bagazos, para aprovechar toda una rama importantísima
de la química orgánica moderna, que ha dado en llamarse sucroquímica
y que ofrece perspectivas magníficas; además, nuestro papel de bagazo
ya se vende en el mercado y tiene toda su producción distribuida entre
los diversos periódicos del país.
Estamos trabajando activamente en la tarea de crear nuevos productos que sustituyen
importación también en esta rama.
En la importantísima rama de toda la industria ligera estamos trabajando
en un plan de organización, de planificación de toda ella y de orientación
de la inversión privada.
Ya se han hecho estudios definitivos sobre la industria textil, que nos llevará
en 5 años a autoabastecernos de este vital producto.
Está estudiándose la ley para crear la Comisión Nacional
de Energía Eléctrica, que se encargue de una organización
en todo el territorio nacional de la red eléctrica y de la fuente de producción
de energía eléctrica, necesarias para un desarrollo industrial que
aspiramos sea uno de los más fuertes del mundo en este momento.
Ya hemos citado las principales fuentes de producción agropecuarias; este
es pues el cuadro de los grandes rumbos que tomará la industrialización
del país en los próximos años.
No podría hablarles concretamente de la fecha de iniciación y terminación
de los planes, del costo final de los mismos y de los medios de financiamiento.
La Revolución no ha avanzando en forma pareja en todas sus fases y mientras
ha llevado la Reforma Agraria hasta sus últimos extremos, hay muchos organismos
y muchas estructuras económicas del país que necesariamente tendrán
que liquidarse para poder llevar a buen fin nuestra tarea de desarrollo.
Cuando se haya realizado el nuevo ordenamiento económico que demanda el
país en estos momentos, podré venir ante ustedes, o podrá
hacerlo quien esté encargado de ello, a explicar aquí y ante el
pueblo entero de Cuba, las características finales de nuestro plan de industrialización.
Sin embargo, hemos aprendido la gran lección de la Reforma Agraria: primero
hay que empezar a hacer y después pensar cómo seguir haciendo. No
vamos a sentarnos y hacer un alto en el camino para pensar cuáles serán
nuestros próximos pasos. Vamos a pensar caminando, vamos a aprender creando
y también, por qué no decirlo, equivocándonos. Estoy seguro
que muchas veces nos encontraremos con que estamos fuera de la senda, pero eso
no será sino en contados momentos y podremos tomar el buen camino con una
mayor dosis de experiencia. Todos nosotros, y el pueblo con nosotros, considera
que esta fórmula es mucho más beneficiosa para el país que
la de sentarse a pensar planes maravillosos mientras el tiempo transcurre. Por
eso, si hoy me preguntaran, si alguno tuviera la ocurrencia de pararse y preguntarme:
bueno, ¿y en qué va a invertir el Gobierno este 4 % de nuestros salarios
que nosotros damos? Yo tendría que decirle simplemente que no sé,
y todavía más irreverentemente, podría decirle que no me
importa tampoco. Se va a emplear en el desarrollo industrial del país.
No sabemos siquiera, porque no hay estadísticas, cual será el monto
exacto del 4% de salarios dado por todos los obreros del país, porque no
sabemos exactamente cuántos obreros, cuántos trabajadores de todo
tipo hay en el país; no sabemos exactamente cuantos desocupados hay, y,
en números redondos, de nuestro país sabemos muy poco.
Todas las estadísticas están en proceso de cambio, en proceso de
adaptación, para reflejar la verdad de este momento de Cuba. Creo que es
algo en lo cual no tengo que insistir mucho, porque todos ustedes han estado en
estrecho contacto con las cifras y saben que, fuera de alguna de aquí de
La Habana, todas las demás no se pueden considerar. Saben, por ejemplo,
que los contrabandos que se realizaban por el puerto de La Habana eran fabulosos
y que hoy no tenemos base ninguna de comparación para hacer un cálculo
aunque sea aproximado. Por eso no puedo venir a ofrecerles una imagen exacta de
lo que se va a hacer con este 4%, lo único -no como presidente del Banco,
pero sí como revolucionario-, que les puedo asegurar es que todo el dinero
que consigamos por el aporte voluntario de los factores de producción del
país, se va a dedicar a inversiones reproductivas que signifiquen más
salarios y mayor bienestar para nuestro país.
Y queda como final de este esquema de la historia de nuestro desarrollo económico
en este año, un punto algo distante del tema central que nos ocupa. El
problema de la agresión extranjera. El problema de la agresión económica
extranjera que también ustedes conocen por estar en estrecho contacto con
todos los bancos y todos los agentes comerciales extranjeros que operan dentro
y fuera del país. Saben ustedes bien que los créditos se están
restringiendo y que se están preparando las condiciones para tratar de
producir una crisis económica en el país, tanto por medio del sabotaje
de la producción, como por medio del sabotaje de las materias primas que
vienen de fuera -algunas tan importantes como el petróleo-, como por el
crédito.
Y es por eso que este 4 % vuelve a adquirir su importancia capital. Porque es,
como decía al iniciar, la reafirmación de la voluntad total del
pueblo de centralizar sus esfuerzos para convertirnos rápidamente en un
país que se autoabastezca dentro de las posibilidades de esta vida moderna;
para convertirnos en un país, cuya agresión económica por
parte de una potencia extranjera signifique más en detrimento de esa potencia
extranjera que del nuestro propio; para darnos la potencia suficiente para que
nuestra capacidad de represalia sea sentida y para darnos nuestros márgenes
económicos suficientes para poder soportar una agresión continuada,
sin que se llegue a un estado de claudicación del pueblo cubano. Porque
estamos en un momento crítico, estamos quizás en el borde donde
acaban las palabras y empiezan los hechos.
Tras la cortina de ataques calumniosos y de quejas hipócritas, se prepara
una de las más grandes agresiones contra un pueblo que lucha por su liberación;
y si por un solo momento nos paramos en nuestro camino para meditar en la forma
de defendernos, estamos vencidos.
Nuestra única respuesta debe ser la respuesta revolucionaria que se dio
el 26 de octubre: contra avionetas que violen el territorio nacional, la Ley de
Minas y la Ley del Petróleo; contra nuevas agresiones, nuevas leyes; contra
más amenazas, más aportes del ahorro popular para industrializarnos
más rápidamente y conseguir esa potencia que buscamos; la potencia
pacífica que no permita sobresalir en América como nación
productora y trabajadora o la potencia guerrera que nos permita defender nuestro
territorio y mantener nuestro sitial de vanguardia de la libertad de América.
Este era el pequeño mensaje que quería traerles junto con mi saludo
y mi pedido de perdón, porque esta charla ha sido mucho más encendida
que la que el puesto que ocupo hacía suponer; les pido una vez más
perdón, pero todavía soy mucho más guerrillero que Presidente
de Banco.
Comisión
para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara
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