Discurso en la conmemoración
del natalicio de José Martí
28 de enero de 1960
Queridos compañeros: niños y adolescentes de hoy, hombres y mujeres
de mañana; héroes de mañana, si es necesario, en los rigores
de la lucha armada: héroes, si no, en la construcción pacífica
de nuestra nación soberana:
Hoy es un día muy especial, un día que llama a la conversación
íntima entre nosotros, los que de alguna manera hemos contribuido con un
esfuerzo directo a la Revolución, y todos ustedes.
Hoy se cumple un nuevo aniversario del Natalicio de José Martí,
y antes de entrar en el tema quiero prevenirles una cosa: he escuchado hace unos
momentos: ˇViva el Che Guevara!, pero a ninguno de ustedes se le ocurrió
hoy gritar: ˇViva Martí!... y eso no está bien... (Aplausos y
gritos de: «ˇViva Martí!»)
Y no está bien por muchas razones. Porque antes que naciera el Che Guevara
y todos los hombres que hoy lucharon, que dirigieron como él dirigió;
antes que naciera todo este impulso libertador del pueblo cubano, Martí
había nacido, había sufrido y había muerto en aras del ideal
que hoy estamos realizando.
Más aún, Martí fue el mentor directo de nuestra Revolución,
el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación
justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo
y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que
se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta Patria... porque José
Martí es mucho más que cubano: es americano; pertenece a todos los
veinte países de nuestro continente y su voz se escucha y se respeta no
sólo aquí en Cuba sino en toda América.
Cúmplenos a nosotros el haber tenido el honor de hacer vivas las palabras
de José Martí en su Patria, en el lugar donde nació. Pero
hay muchas formas de honrar a Martí. Se puede honrarlo cumpliendo religiosamente
con las festividades que indican cada año la fecha de su nacimiento, o
con el recordatorio del nefasto 19 de mayo de 1895. Se puede honrar a Martí
citando sus frases, frases bonitas, frases perfectas, y además, y sobre
todo, frases justas. Pero se puede y se debe honrar a Martí en la forma
en que él querría que se le hiciera, cuando decía a pleno
pulmón: «La mejor manera de decir, es hacer.»
Por eso nosotros tratamos de honrarlo haciendo lo que él quiso hacer y
lo que las circunstancias políticas y las balas de la colonia se lo impidieron.
Y no todos, ni muchos -y quizás ninguno- pueda ser Martí, pero todos
podemos tomar el ejemplo de Martí y tratar de seguir su camino en la medida
de nuestros esfuerzos. Tratar de comprenderlo y de revivirlo por nuestra acción
y nuestra conducta de hoy, porque aquella Guerra de Independencia, aquella larga
guerra de liberación, ha tenido su réplica hoy y ha tenido cantidad
de héroes modestos, escondidos, fuera de las páginas de la historia,
y que, sin embargo, han cumplido con absoluta cabalidad los preceptos y los mandatos
del Apóstol.
Yo quiero presentarles hoy a un muchacho que quizás muchos de ustedes conozcan
ya, y hacer una pequeña historia de aquellos días difíciles
de la Sierra.
żUstedes lo conocen o no lo conocen? (Aplausos.) Es el comandante Joel
Iglesias, del Ejército Rebelde y el jefe de la Asociación de Jóvenes
Rebeldes. (Aplausos.)
Ahora les voy a explicar por qué razones está en ese puesto y por
qué lo presento con orgullo en un día como hoy.
El comandante Joel Iglesias tiene 17 años. (Aplausos.) Cuando llegó
a la Sierra tenía 15 años. (Aplausos.) Y cuando me lo presentaron
no lo quise admitir porque era muy niño. En aquel momento había
un saco de peines de ametralladora -la ametralladora que usaba en aquella época-
y nadie lo quería cargar. Se le puso como tarea y como prueba el que llevara
ese saco por las empinadas lomas de la Sierra Maestra. El hecho de que esté
hoy aquí indica que lo pudo llevar bien. (Aplausos.)
Pero hay mucho más que eso. Ustedes no habrán tenido tiempo, por
el poco espacio que caminó, de ver que cojea de una pierna; ustedes no
han podido ver, no han podido oír tampoco, porque no los ha saludado, que
tiene la voz ronca y que no se le escucha bien. Ustedes no han podido ver que
tiene en su cuerpo 10 cicatrices de balas enemigas (aplausos) y que esa
ronquera que tiene, esa cojera gloriosa, son los recuerdos de las balas enemigas,
pues siempre estuvo en primer lugar en el combate y en los puestos de mayor responsabilidad.
Yo recuerdo que había un soldado -que después también fue
comandante- que murió hace poco por una equivocación trágica.
Ese comandante se llamaba Cristino Naranjo. Tenía cerca de cuarenta años,
y el teniente que lo mandaba era el teniente Joel Iglesias, de quince años.
Cristino le hablaba de tú a Joel, y Joel, que lo mandaba, le hablaba de
usted, Sin embargo, Cristino Naranjo nunca dejó de obedecer una orden,
porque en nuestro Ejército Rebelde, siguiendo las orientaciones de Martí,
no nos importaban ni los años, ni el pasado, ni la trayectoria política,
ni la religión, ni la ideología anterior de un combatiente. Nos
importaban los hechos en ese momento y su devoción a la causa revolucionaria.
Nosotros sabíamos también, por Martí, que no importaba el
número de armas en la mano, sino el número de estrellas en la frente.
Y Joel Iglesias, ya en aquella época, era de los que tenían muchas
estrellas en la frente, no esa sola que hoy tiene como comandante del Ejército.
(Aplausos.)
Por eso quería presentárselo en un día como hoy, para que
supieran que el Ejército Rebelde se preocupa de la juventud, y de darle
a esa juventud que hoy asoma a la vida, lo mejor de sus hombres, lo mejor de sus
ejemplos combatientes y de sus ejemplos de trabajo. Porque creemos que así
se honra a Martí.
Quisiera decirles a ustedes muchas cosas como esta hoy. Quisiera explicarles,
para que me entiendan, para que lo sientan en lo más hondo de sus corazones,
el porqué de esta lucha, de la que pasamos con las armas en la mano, de
la que hoy sostenemos contra los poderes imperiales, y de la que quizás
tengamos todavía que sostener mañana en el campo económico,
o aún en el campo armado.
De todas las frases de Martí, hay una que creo que define como ninguna
ese espíritu de Apóstol. Es aquella que dice: «Todo hombre verdadero
debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.» (Aplausos.)
Eso era, y es, el Ejército Rebelde y la Revolución cubana. Un Ejército
y una Revolución que sienten en conjunto y en cada uno de sus miembros,
la afrenta que significa el bofetón dado a cualquier mejilla de hombre
en cualquier lugar de la tierra.
Es una Revolución hecha para el pueblo y mediante el esfuerzo del pueblo,
que nació de abajo, que se nutrió de obreros y de campesinos, que
exigió el sacrificio de obreros y de campesinos en todos los campos y en
todas las ciudades de la Isla. Pero que ha sabido también recordarlos en
el momento del triunfo.
«CON LOS POBRES DE LA TIERRA QUIERO YO MI SUERTE ECHAR», decía Martí,...
y así mismo, interpretando sus palabras, lo hicimos nosotros.
Hemos venido puestos por el pueblo y dispuestos a seguir aquí hasta que
el pueblo lo quiera, a destruir todas las injusticias y a implantar un nuevo orden
social.
No le tenemos miedo a palabras, ni a acusaciones, como no tuvo miedo Martí.
Aquella vez que en un primero de Mayo, creo que de 1872, en que varios héroes
de la clase obrera norteamericana rendían su vida por defenderla y por
defender los derechos del pueblo, Martí señalaba con valentía
y emoción esa fecha, y marcaba el rostro de quien había vulnerado
los derechos humanos, llevando al patíbulo a los defensores de la clase
obrera. Y ese primero de Mayo que Martí apuntó en aquella época,
es el mismo que la clase obrera del mundo entero, salvo los Estados Unidos, que
tienen miedo de recordar esa fecha, recuerdan todos los años en todos los
pueblos, y en todas las capitales del mundo, y Martí fue el primero en
señalarlo, como siempre era el primero en señalar las injusticias.
Como se levantó junto con los primeros patriotas y como sufrió la
cárcel a los quince años; y como toda su vida no fue nada más
que una vida destinada al sacrificio, pensando en el sacrificio y sabiendo que
el sacrificio de él era necesario para la realidad futura, para esta realidad
revolucionaria que todos ustedes viven hoy.
Martí nos enseñó esto a nosotros también. Nos enseñó
que un revolucionario y un gobernante no pueden tener ni goces ni vida privada,
que debe destinarlo todo a su pueblo, al pueblo que lo eligió, y lo manda
a una posición de responsabilidad y de combate.
Y también cuando nos dedicamos todas las horas posibles del día
y de la noche a trabajar por nuestro pueblo, pensamos en Martí y sentimos
que estamos haciendo vivo el recuerdo del Apóstol... (Aplausos.)
Si de esta conversación entre ustedes y nosotros quedara algo, si no se
esfumara, como se van las palabras, me gustaría que todos ustedes en el
día de hoy... pensaran en Martí. Pensaran como en un ser vivo, no
como un dios ni como una cosa muerta; como algo que está presente en cada
manifestación de la vida cubana, como está presente en cada manifestación
de la vida cubana la voz, el aire, los gestos de nuestro gran y nunca bien llorado
compañero Camilo Cienfuegos. (Aplausos.) Porque a los héroes,
compañeros, a los héroes del pueblo, no se les puede separar del
pueblo, no se les puede convertir en estatuas, en algo que está fuera de
la vida de ese pueblo para el cual la dieron, El héroe popular debe ser
una cosa viva y presente en cada momento de la historia de un pueblo.
Así como ustedes recuerdan a nuestro Camilo, así deben recordar
a Martí, al Martí que habla y que piensa hoy, con el lenguaje de
hoy, porque eso tienen de grande los grandes pensadores y revolucionarios: su
lenguaje no envejece. Las palabras de Martí de hoy no son de museo, están
incorporadas a nuestra lucha y son nuestro emblema, son nuestra bandera de combate.
Esa es mi recomendación final, que se acerquen a Martí sin pena,
sin pensar que se acercan a un dios, sino a un hombre más grande que los
demás hombres, más sabio y más sacrificado que los demás
hombres, y pensar que lo reviven un poco cada vez que piensan en él y lo
reviven mucho cada vez que actúan como él quería que actuaran.
Recuerden ustedes que de todos los amores de Martí, su amor más
grande estaba en la niñez y en la juventud, que a ellas dedicó sus
páginas más tiernas y más sentidas y muchos años de
su vida combatiendo.
Para acabar, les pido que me despidan como empezaron, pero al revés: con
un Viva Martí, ˇque está vivo!
(Todo el público en pie grita:
ˇViva Martí! y se producen grandes ovaciones.)
[Comisión para perpetuar la memoria del comandante Che Guevara.]
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