Discurso en el auditorium
de la Universidad Central de las Villas
(al recibir el doctorado honoris causa)
28 de diciembre de 1959
Queridos compañeros, nuevos colegas del Claustro y viejos colegas de la
lucha por la libertad de Cuba: tengo que puntualizar como principio de estas palabras
que solamente acepto el título que hoy se me ha conferido, como un homenaje
general a nuestro ejército del pueblo. No podría aceptarlo a título
individual por la sencilla razón de que todo lo que no tenga un contenido
que se adapte solamente a lo que quiere decir, no tiene valor en la Cuba nueva;
y cómo podría aceptar yo personalmente, a título de Ernesto
Guevara, el grado de Doctor Honoris Causa de la Facultad de Pedagogía,
si toda la pedagogía que he ejercido ha sido la pedagogía de los
campamentos guerreros, de las malas palabras, del ejemplo feroz, y creo que eso
no se puede convertir de ninguna manera en un toga; por eso sigo con mi uniforme
del Ejército Rebelde aunque puedo venir a sentarme aquí, a nombre
y representación de nuestro ejército, dentro del Claustro de Profesores.
Pero al aceptar esta designación, que es un honor para todos nosotros,
quería también venir a dar nuestro homenaje, nuestro mensaje de
ejército del pueblo y de ejército victorioso.
Una vez a los alumnos de este Centro les prometí una pequeña charla
en la que expusiera mis ideas sobre la función de la Universidad; el trabajo,
el cúmulo de acontecimientos, nunca me permitió hacerlo, pero hoy
voy a hacerlo, amparado ahora, además, en mi condición de Profesor
Honoris Causa.
Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero,
como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir
que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos,
sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino,
que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece
al pueblo de Cuba, y si este pueblo que hoy está aquí y cuyos representantes
están en todos los puestos del Gobierno, se alzó en armas y rompió
el dique de la reacción, no fue porque esos diques no fueron elásticos,
no tuvieron la inteligencia primordial de ser elásticos para poder frenar
con esta elasticidad el impulso del pueblo, y el pueblo que ha triunfado, que
está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se sabe arrollador,
está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible,
pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas,
y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los
colores que le parezca.
Ese es el mensaje primero, es el mensaje que hubiera querido decir los primeros
días después de la victoria en las tres Universidades del país,
pero que solamente pude hacer en la Universidad de Santiago, y si me pidieran
un consejo a fuer de pueblo, de Ejército Rebelde y de profesor de Pedagogía,
diría yo que para llegar al pueblo hay que sentirse pueblo, hay que saber
qué es lo que quiere, qué es lo que necesita y qué es lo
que siente el pueblo. Hay que hacer un poquito de análisis interior y de
estadística universitaria y preguntar cuántos obreros, cuántos
campesinos, cuántos hombres que tienen que sudar ocho horas diarias la
camisa están aquí en esta Universidad, y después de preguntarse
eso hay que preguntarse también, recurriendo al autoanálisis, si
este Gobierno que hoy tiene Cuba representa o no representa la voluntad del pueblo.
Y si esa respuesta fuera afirmativa, si realmente este Gobierno representa la
voluntad del pueblo, habría que preguntarse también: este Gobierno
que representa la voluntad del pueblo en esta Universidad, ¿dónde está
y qué hace? Y entonces veríamos que desgraciadamente el Gobierno
que hoy representa la mayoría casi total del pueblo de Cuba no tiene voz
en las universidades cubanas para dar su grito de alerta, para dar su palabra
orientadora, y para expresarlo sin intermedios, la voluntad, los deseos y la sensibilidad
del pueblo.
La Universidad Central de Las Villas dio un paso al frente para mejorar estas
condiciones y cuando fue a realizar su forum sobre la Industrialización,
recurrió, sí, a los industriales cubanos, pero recurrió al
Gobierno también, nos preguntó nuestra opinión y la opinión
de todos los técnicos de los organismos estatales y paraestatales, porque
nosotros estamos haciendo -lo podemos decir sin jactancia- en este primer año
de la Liberación, mucho más de lo que hicieron los otros gobiernos,
pero además, mucho más de lo que hizo eso que pomposamente se llama
la «libre empresa», y por eso como Gobierno tenemos derecho a decir que la industrialización
de Cuba, que es consecuencia directa de la Reforma Agraria, se hará por
y bajo la orientación del Gobierno Revolucionario, que la empresa privada
tendrá, naturalmente, una parte considerable en esta etapa de crecimiento
del país, pero quien sentará las pautas será el Gobierno,
y lo será por méritos propios, lo será porque levantó
esa bandera respondiendo quizás al impulso más íntimo de
las masas, pero no respondiendo a la presión violenta de los sectores industriales
del país. La industrialización y el esfuerzo que conlleva es hijo
directo del Gobierno Revolucionario, por eso lo orientará y lo planificará.
De aquí han desaparecido para siempre los préstamos ruinosos del
llamado Banco de Desarrollo, por ejemplo, que prestaba 16 millones a un industrial
y este ponía 400 mil pesos, y estos son datos exactos, y esos 400 mil pesos
no salían tampoco de su bolsillo, salían del 10 por ciento de la
comisión que le daban los vendedores por la compra de las maquinarias,
y ese señor que ponía 400 mil pesos cuando el Gobierno había
puesto 16 millones, era el dueño absoluto de esa empresa y como deudor
del Gobierno, pagaba plazos cómodos y cuando le conviniera. El Gobierno
salió a la palestra y se niega a reconocer ese estado de cosas, reclama
para sí esa empresa que se ha formado con el dinero del pueblo y dice bien
claro que si la «libre empresa» consiste en que algunos aprovechados gocen del
dinero completo de la nación cubana, este Gobierno está contra la
«libre empresa», siempre que esté supeditada a una planificación
estatal, y como hemos entrado ya en este escabroso terreno de la planificación,
nadie más que el Gobierno Revolucionario que planifica el desarrollo industrial
del país de una punta a la otra, tiene derecho a fijar las características
y la cantidad de los técnicos que necesitará en un futuro para llenar
las necesidades de esta nación, y por lo menos debe oírse al Gobierno
Revolucionario cuando dice que necesita nada más que determinado número
de abogados o de médicos, pero que necesita cinco mil ingenieros y 15 mil
técnicos industriales de todo tipo, y hay que formarlos, hay que salir
a buscarlos, porque es la garantía de nuestro desarrollo futuro.
Hoy estamos trabajando con todo el esfuerzo por hacer de Cuba una Cuba distinta,
pero este profesor de Pedagogía que está aquí no se engaña
y sabe que de profesor de Pedagogía tiene tanto como de Presidente del
Banco Central, y que si tiene que realizar una u otra tarea es porque las necesidades
del pueblo se lo demandan, y eso no se hace sin sufrimiento mismo para el pueblo,
porque hay que aprender en cada caso, hay que trabajar aprendiendo, hay que hacer
borrar al pueblo el error, porque uno está en un puesto nuevo, y no es
infalible, y no nació sabiendo, y como este Profesor que está aquí
fue un día médico y por imperio de las circunstancias tuvo que tomar
el fusil, y se graduó después de dos años como comandante
guerrillero, y se tendrá luego que graduar de Presidente de Banco o Director
de Industrialización del país, o aún quizás de profesor
de Pedagogía, quiere este médico, comandante, presidente y profesor
de Pedagogía, que se prepare la juventud estudiosa del país, para
que cada uno en el futuro inmediato, tome el puesto que le sea asignado, y lo
tome sin vacilaciones y sin necesidad de aprender por el camino, pero también
quiere este profesor que está aquí, hijo del pueblo, creado por
el pueblo, que sea este mismo pueblo el que tenga derecho también a los
beneficios de la enseñanza, que se rompan los muros de la enseñanza,
que no sea la enseñanza simplemente el privilegio de los que tienen algún
dinero, para poder hacer que sus hijos estudien, que la enseñanza sea el
pan de todos los días del pueblo de Cuba.
Y es lógico; no se me ocurriría a mí exigir que los señores
profesores o los señores alumnos actuales de la Universidad de Las Villas
realizaran el milagro de hacer que las masas obreras y campesinas ingresaran en
la Universidad. Se necesita un largo camino, un proceso que todos ustedes han
vivido, de largos años de estudios preparatorios. Lo que sí pretendo,
amparado en esta pequeña historia de revolucionario y de comandante rebelde,
es que comprendan los estudiantes de hoy de la Universidad de Las Villas que el
estudio no es patrimonio de nadie, y que la Casa de Estudios donde ustedes realizan
sus tareas no es patrimonio de nadie, pertenece al pueblo entero de Cuba, y al
pueblo se la darán o el pueblo la tomará, y quisiera, porque inicié
todo este ciclo en vaivenes de mi carrera como universitario, como miembro de
la clase media, como médico que tenía los mismos horizontes, las
mismas aspiraciones de la juventud que tendrán ustedes, y porque he cambiado
en el curso de la lucha, y porque me he convencido de la necesidad imperiosa de
la Revolución y de la justicia inmensa de la causa del pueblo, por eso
quisiera que ustedes, hoy dueños de la Universidad, se la dieran al pueblo.
No lo digo como amenaza para que mañana no se la tomen, no; lo digo simplemente
porque sería un ejemplo más de los tantos bellos ejemplos que se
están dando en Cuba, que los dueños de la Universidad Central de
Las Villas, los estudiantes, la dieran al pueblo a través de su Gobierno
Revolucionario. Y a los señores profesores, mis colegas, tengo que decirles
algo parecido: hay que pintarse de negro, de mulato, de obrero y de campesino;
hay que bajar al pueblo, hay que vibrar con el pueblo, es decir, las necesidades
todas de Cuba entera. Cuando esto se logre nadie habrá perdido, todos habremos
ganado y Cuba podrá seguir su marcha hacia el futuro con un paso más
vigoroso y no tendrá necesidad de incluir en su Claustro a este médico,
comandante, presidente de Banco y hoy profesor de pedagogía que se despide
de todos.
Periódico Hoy,
1° de enero de 1960, páginas 2-4.
Tomado de: Escritos y discursos, tomo 4, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana 1977
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