27 de enero de 1959
En la noche de hoy se impone la evocación martiana, como ha dicho oportunamente
quien me ha presentado ante ustedes, y creo que al hablar de la proyección
social del Ejército Rebelde, nos estamos refiriendo concretamente al
sueño que Martí hubiese realizado.
Y como ésta es una noche de recuerdo, antes de entrar de lleno en el
tema, en su significación histórica, haremos una breve reseña
de lo que ha sido y es este Movimiento.
No puedo iniciar mis palabras desde el momento en que fue atacado el Cuartel
Moncada el 26 de julio de 1953. Quiero referirme solamente a la parte que me
corresponde por mi actuación en la serie de sucesos que dieron por resultado
el triunfo de la Revolución el primero de enero pasado.
Comencemos, pues, esta historia como yo la empecé en México.
Para todos nosotros es muy importante conocer el pensamiento actual de quienes
componen nuestro Ejército Rebelde: el pensamiento de aquel grupo que
se embarcó en la aventura del Granma y la evolución de ese pensamiento
nacido en la entraña del Movimiento 26 de Julio; y sus cambios sucesivos
a través de las etapas de la Revolución, para llegar a la enseñanza
final de este último capítulo con que la parte insurreccional
ha terminado.
Les decía que trabé conocimiento con los primeros miembros del
26 de Julio en México. Era muy diferente la proyección social
que tenían aquellos hombres antes de la etapa del Granma, antes que se
produjera la primera escisión en el 26 de Julio, cuando estaba en él
todo el núcleo sobreviviente del ataque al Cuartel Moncada. Recuerdo
que en una discusión íntima, en una casa en México, exponía
la necesidad de ofrecer al pueblo de Cuba un programa revolucionario; y uno
de los asaltantes del Moncada -que afortunadamente se separó del 26 de
Julio- me contestó con unas frases que siempre recuerdo, diciéndome:
«La cosa es muy sencilla. Nosotros lo que tenemos que hacer es dar un golpe.
Batista dio un golpe y tomó el poder en un día, hay que dar otro
para sacarlo de él. Batista le ha hecho a los americanos cien concesiones,
vamos a darles nosotros ciento una.» La cosa era tomar el poder. Yo le argumentaba
que teníamos que dar ese golpe basados en principios, que lo importante
era saber lo que íbamos a hacer en el poder. Esa era la idea de un miembro
de la primera etapa del 26 de julio, que como yo les dije, por fortuna para
nosotros, él y quienes mantenían ese criterio se fueron de nuestro
movimiento revolucionario y tomaron otro camino.
Desde ese momento se fue perfilando el grupo que vendría más tarde
en el Granma, formado con muchas dificultades, pues sufrimos la persecución
continua de las autoridades mexicanas, que llegaron a poner en peligro el éxito
de la expedición. Una serie de factores internos, como individuos que
al principio parecían querer ir a la aventura y después, con un
pretexto u otro, se iban separando de ella, fue limitando la cantidad de expedicionarios.
Al final quedaron los 82 hombres que tomamos en Granma. Lo demás es bien
conocido del pueblo cubano.
Lo que a mí me interesa y lo que creo importante es el pensamiento social
que teníamos los sobrevivientes de la Alegría de Pío. Este
es el primero y el único desastre que las armas rebeldes tuvimos en el
transcurso de la insurrección. Unos quince hombres destruidos físicamente
y hasta moralmente, nos juntamos y sólo pudimos seguir adelante por la
enorme confianza que tuvo en esos momentos decisivos Fidel Castro, por su recia
figura de caudillo revolucionario y su fe inquebrantable en el pueblo. Nosotros
éramos un grupo de extracción civil que estábamos pegados
pero no injertados en la Sierra Maestra. Andábamos de bohío en
bohío; cierto que no tocábamos nada que no nos perteneciera, incluso
no comíamos nada que no pudiéramos pagar y muchas veces pasamos
hambre por este principio. éramos un grupo al que se veía con
tolerancia pero que no estaba integrado; y así pasó mucho tiempo...
Fueron varios meses de vida errante en los picos más altos de la Sierra
Maestra, dando golpes esporádicos y volviendo a hacer alto. Ibamos de
uno a otro picacho, en donde no había agua y en donde vivir era extraordinariamente
difícil.
Poco a poco en el campesino se fue operando un cambio hacia nosotros, impulsado
por la acción de las fuerzas represivas de Batista, que se dedicaban
a asesinar y a destruir las casas y que eran hostiles en todas las formas a
quienes, aunque fuera ocasionalmente, habían tenido el más mínimo
contacto con nuestro Ejército Rebelde, y ese cambio se tradujo en la
incorporación a nuestras guerrillas del sombrero de yarey, y así
nuestro ejército de civiles se fue convirtiendo en un ejército
campesino. Simultáneamente a la incorporación de los campesinos
(de los guajiros) a la lucha armada por sus reivindicaciones de libertad y de
justicia social, surgió la gran palabra mágica que fue movilizando
a las masas oprimidas de Cuba en la lucha por la posesión de la tierra:
por la Reforma Agraria. Ya estaba así definido el primer gran planteamiento
social que sería después la bandera y la divisa predominante de
nuestro movimiento, aunque atravesamos una etapa de mucha intranquilidad debido
a las preocupaciones naturales relacionadas con la política y la conducta
de nuestro gran vecino del Norte. En esos momentos era más importante
para nosotros la presencia de un periodista extranjero, preferiblemente norteamericano,
que una victoria militar. Era más importante que la incorporación
a la lucha de los campesinos que venían a traer a la Revolución
sus ideales y su fe, el que hubiera combatientes norteamericanos que sirvieran
para la exportación de nuestra propaganda revolucionaria.
Por ese tiempo en Santiago de Cuba sucedió un acontecimiento muy trágico,
el asesinato de nuestro compañero Frank País, que marcó
un viraje en toda la estructura del movimiento revolucionario. Respondiendo
al impacto emocional que produce la muerte de Frank País, el pueblo de
Santiago de Cuba se echó a la calle espontáneamente, produciéndose
el primer conato de huelga general política, que aunque no tuvo dirección,
paralizó totalmente a Oriente, repercutiendo en parecida forma en Camagüey
y Las Villas. La dictadura liquidó este movimiento surgido sin preparación
y sin control revolucionario. Este fenómeno popular sirvió para
que nos diésemos cuenta que era necesario incorporar a la lucha por la
liberación de Cuba al factor social de los trabajadores e inmediatamente
comenzaron las labores clandestinas en los centros obreros para preparar una
huelga general que ayudara al Ejército Rebelde a conquistar el poder.
Fue ese el inicio de una campaña de organizaciones clandestinas llevada
a cabo con una mentalidad insurreccional, pero quienes alentaron estos movimientos
no conocían realmente la significación y la táctica de
la lucha de masas. Se las llevó por caminos completamente equivocados
al no crearse el espíritu revolucionario ni la unidad de los combatientes
y tratar de dirigir la huelga desde arriba sin vínculos efectivos en
la base de los huelguistas.
Las victorias del Ejército Rebelde y los esforzados trabajos clandestinos
agitaron el país creando un estado de efervescencia tan grande que provocó
la declaración de una huelga general el 9 de abril pasado, la que fracasó
precisamente por errores de organización, entre ellos principalmente
la falta de contactos entre las masas obreras y la dirección, y su equivocada
actitud. Pero la experiencia fue aprovechada y surgió una lucha ideológica
en el seno del Movimiento 26 de Julio que provocó un cambio radical en
el enfoque de la realidad del país y en sus sectores de acción.
El 26 de Julio salió fortalecido de la fracasada huelga y la experiencia
enseñó a sus dirigentes una verdad preciosa que era -y que es-
que la Revolución no pertenecía a tal o a cual grupo sino que
debía ser la obra del pueblo cubano entero; y a esa finalidad se canalizaron
todas las energías de los militantes de nuestro Movimiento, tanto en
el Llano como en la Sierra.
En esta época precisamente empezaron en el Ejército Rebelde los
primeros pasos para darle una teoría y una doctrina a la Revolución,
dándose demostraciones palpables de que el movimiento insurreccional
había crecido y, por tanto, había llegado a su madurez política.
Habíamos pasado de la etapa experimental a la constructiva, de los ensayos
a los hechos definidos. Inmediatamente se iniciaron las obras de «las pequeñas
industrias» en la Sierra Maestra. Sucedió un cambio que nuestros antepasados
habían visto hace muchos años: pasamos de la vida nómada
a la vida sedentaria; creamos centros de producción de acuerdo con nuestras
necesidades más perentorias. Así fundamos nuestra fábrica
de zapatos, nuestra fábrica de armas, nuestro taller en el que reconstruíamos
las bombas que la tiranía nos arrojaba para devolvérselas a los
propios soldados de Batista en forma de minas terrestres.
Los hombres y las mujeres del Ejército Rebelde no olvidaron nunca su
misión fundamental en la Sierra Maestra ni en otros lugares, que era
la del mejoramiento del campesino, su incorporación a la lucha por la
tierra y su contribución llevada a cabo por medio de escuelas que los
maestros improvisados tenían en los lugares más inasequibles de
esa región de Oriente. Se hizo allí el primer ensayo de reparto
de tierras con un reglamento agrario redactado fundamentalmente por el doctor
Humberto Sorí Marín, por Fidel Castro y en el cual tuve el honor
de colaborar. Se dieron revolucionariamente las tierras a los campesinos, se
ocuparon grandes fincas de servidores de la dictadura, distribuyéndose,
y todas las tierras del Estado se comenzaron a dar en posesión a los
campesinos de esa zona. Había llegado el momento en que nos identificaban
plenamente como un movimiento campesino ligado estrechamente a la tierra y con
la Reforma Agraria como bandera.
Más tarde recogimos las consecuencias de la fracasada huelga del 9 de
abril, pues la represión bárbara de Batista se hizo sentir a fines
de mayo, provocando en todos nuestros cuadros de lucha un decaimiento muy serio
que pudo ser de consecuencias catastróficas para nuestra causa. La dictadura
preparó su más fiera ofensiva. Alrededor del 25 de mayo del año
pasado, diez mil soldados bien equipados atacaron nuestras posiciones centralizando
su ofensiva sobre la columna número 1, que dirigía personalmente
nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro. El Ejército Rebelde ocupaba
un área muy pequeña y casi es increíble que a ese grueso
de diez mil soldados le opusiéramos solamente trescientos fusiles de
la libertad, pues eran los únicos que había en la Sierra Maestra
en ese momento. La dirección táctica adecuada de esa campaña
dio por resultado que sobre el 30 de julio finalizara la ofensiva de Batista,
pasando los rebeldes de la defensiva a la ofensiva y capturamos más de
600 armas nuevas, más del doble de los fusiles con que habíamos
iniciado esta acción y le hicimos al enemigo más de mil bajas
entre muertos, heridos, desertores y prisioneros.
El Ejército Rebelde salió de esta campaña preparado para
iniciar una ofensiva sobre el llano, ofensiva de carácter táctico
y psicológico porque nuestro armamento no podía competir en calidad
y menos aún en cantidad con el de la dictadura. Esta fue una guerra en
la que contamos siempre con ese aliado imponderable de tan extraordinario valor
que es el pueblo. Nuestras columnas podían burlar continuamente al enemigo
y situarse en las mejores posiciones, no sólo gracias a las ventajas
tácticas y a la moral de nuestros milicianos, sino en un grado muy importante
a la gran ayuda de los campesinos. El campesino era el colaborador invisible
que hacía todo lo que el rebelde no podía hacer; nos suministraba
las informaciones, vigilaba al enemigo, descubría sus puntos débiles,
traía rápidamente los mensajes urgentes, espiaba en las mismas
filas del ejército batistiano. Y esto no se debía a ningún
milagro, sino a que ya habíamos iniciado con energía nuestra política
de reivindicaciones agropecuarias. Ante la amargura del ataque y del cerco de
hambre con que rodearon la Sierra Maestra, de todos los terratenientes de las
zonas limítrofes, diez mil reses subieron a las montañas; y no
sólo fueron para abastecer al Ejército Rebelde, sino que se distribuyeron
entre los campesinos y, por primera vez los guajiros de la Sierra, en esa región
que está particularmente depauperada, tuvieron su bienestar; por primera
vez los niños campesinos tomaron leche y comieron carne de res. Y por
primera vez, también, recibieron los beneficios de la educación,
porque la Revolución trae en sus manos la escuela. Así todos los
campesinos llegaron a una conclusión beneficiosa para nuestro régimen.
Del otro lado, la dictadura les daba sistemáticamente el incendio de
las casas, el desalojo de la tierra y la muerte; y no sólo la muerte
desde la tierra, sino también la muerte desde el cielo con las bombas
de napalm que los democráticos vecinos del Norte dieron graciosamente
a Batista para aterrorizar las poblaciones civiles, esas bombas que pesan 500
kilos y cuando caen abarcan en su área de destrucción más
de cien metros. Una bomba de napalm arrojada sobre un cafetal significa la destrucción
de esa riqueza -con los años de labor acumulados en ella- en un área
de cien metros y se necesitan cinco o seis años para reponer lo que en
un minuto es destruido.
En este tiempo se abrió la marcha sobre Las Villas. Es importante señalarlo,
no por el hecho de ser actor de ella, sino porque al llegar a Las Villas nos
encontramos con un panorama políticosocial nuevo de la Revolución.
Llegamos a Las Villas con la bandera del 26 de Julio, en donde ya luchaban contra
la dictadura el Directorio Revolucionario, grupos del Segundo Frente del Escambray,
grupos del Partido Socialista Popular y pequeñas agrupaciones de la Organización
Auténtica. Había que realizar una tarea política importante
y entonces más que nunca se vio que la unidad era un factor preponderante
de la lucha revolucionaria. El 26 de Julio con el Ejército Rebelde al
frente tuvo que gestionar la unidad de los distintos elementos que estaban disgustados
y que se encontraron como único aglutinante la obra de la Sierra Maestra.
Primero hubo que planear esa unidad, que no debía hacerse sólo
entre los grupos combatientes sino también entre las organizaciones del
Llano. Tuvimos que hacer la labor importantísima de clasificar todas
las secciones obreras que había en la provincia. Fue una tarea realizada
frente a muchos opositores aun dentro de las filas de nuestro movimiento que
todavía padecía la enfermedad del sectarismo.
Acabábamos de llegar a Las Villas y nuestro primer acto de gobierno -antes
de establecer la primera escuela- fue dictar un bando revolucionario estableciendo
la Reforma Agraria, en el que se disponía, entre otras cosas, que los
dueños de pequeñas parcelas de tierra dejaran de pagar su renta
hasta que la Revolución decidiera en cada caso. De hecho avanzábamos
con la Reforma Agraria como punta de lanza del Ejército Rebelde. Y no
era una maniobra demagógica, sino simplemente que en el transcurso de
un año y ocho meses de Revolución, la compenetración entre
los dirigentes y las masas campesinas había sido tan grande que muchas
veces ésta incitaba a la Revolución a hacer lo que en un momento
no se pensaba. No fue invento nuestro, fue conminación de los campesinos.
A ellos los convencimos de que con las armas en la mano, con una organización,
y perdiendo el miedo al enemigo la victoria era segura. Y el campesino, que
tenía en sus entrañas razones poderosas para hacerlo, impuso la
Reforma Agraria a la Revolución, impuso la confiscación del ganado
vacuno y todas las medidas de carácter social que se tomaron en la Sierra
Maestra.
En la Sierra Maestra se dictó la Ley número 3, en los días
de la farsa electoral del 3 de noviembre, que establecía una verdadera
Reforma Agraria, y aunque no era completa tenía disposiciones muy positivas:
repartía las tierras del Estado, la de los servidores de la dictadura
y las de quienes las poseyeran con títulos de propiedad adquiridos mediante
maniobras dolosas, como los geófagos que se han engullido miles de caballerías
en los deslindes; otorgaba la propiedad a todos los pequeños colonos
de no más de dos caballerías que pagaran renta. Todo gratuitamente.
El principio era muy revolucionario. La Reforma Agraria beneficiará a
más de doscientas mil familias. Pero no está completa la revolución
agraria con la Ley número 3. Para ello es necesario dictar reglas contra
el latifundio como preceptúa la Constitución. Hay que definir
exactamente el concepto de latifundio que caracteriza nuestra estructura agraria
y es fuente indiscutible del atasco del país y de todos los males para
las grandes mayorías campesinas y aún no ha sido tocado.
Será la obra de las masas campesinas organizadas imponer la ley que proscriba
el latifundio, como compelieron al Ejército Rebelde a dictar el principio
de la Reforma Agraria contenido en la Ley número 3. Hay otro aspecto
que debe tenerse en cuenta. La Constitución establece que toda expropiación
de tierra debe de pagarse con dinero antes de hacerse la misma. Si la Reforma
Agraria se acomete de acuerdo con ese precepto quizá sea un poco lenta
y onerosa. También es necesaria la acción colectiva de los campesinos
que se han ganado el derecho a la libertad desde el triunfo de la Revolución,
para exigir democráticamente la derogación del mismo y poder ir
derechamente a una verdadera y amplia Reforma Agraria.
Estamos ya en las proyecciones sociales del Ejército Rebelde, tenemos
una democracia armada. Cuando planeamos la Reforma Agraria y acatamos las demandas
de las nuevas leyes revolucionarias que la complementan y que la harán
viable e inmediata, estamos pensando en la justicia social que significa la
redistribución de la tierra y también en la creación de
un mercado interno extenso y en la diversificación de los cultivos, dos
objetivos cardinales inseparables del gobierno revolucionario que no pueden
ser pospuestos porque el interés popular está implícito
en ellos.
Todas las actividades económicas son conexas. Tenemos que incrementar
la industrialización del país, sin ignorar los muchos problemas
que su proceso lleva aparejados. Pero una política de fomento industrial
exige ciertas medidas arancelarias que protejan la industria naciente y un mercado
interno capaz de absorber las nuevas mercaderías. Ese mercado no lo podemos
aumentar más que dando acceso a él a las grandes masas campesinas,
a los guajiros que no tienen poder adquisitivo pero sí necesidades que
cubrir y que no pueden comprar hoy.
No se nos escapa que estamos empeñados en la persecución de fines
que demandan una enorme responsabilidad por nuestra parte, y que no son los
únicos. Debemos esperar la reacción contra ellos de parte de quien
domina en más del 75% nuestro intercambio comercial y nuestro mercado.
Frente a ese peligro tenemos que prepararnos con la aplicación de contramedidas,
entre las que se destaca el Arancel y la multiplicación de los mercados
exteriores. Necesitamos crear una flota mercante cubana para transportar el
azúcar, el tabaco y otras mercaderías, porque la tenencia de ella
influirá muy favorablemente en el tipo de los fletes, de cuya cooperación
depende en alto grado el progreso de los países subdesarrollados como
Cuba.
Si vamos al desenvolvimiento de un programa de industrialización, ¿qué
es lo más importante para lograrlo? Pues las materias primas que la Constitución
sabiamente defendía y que están entregadas a consorcios extranjeros
por la acción e la dictadura de Batista. Tenemos que ir al rescate de
nuestro subsuelo, de nuestros minerales. Otro elemento de la industrialización
es la electricidad. Hay que contar con ella. Vamos a asegurar que la energía
eléctrica esté en manos cubanas. Debemos también nacionalizar
la Compañía de Teléfonos, por el mal servicio que presta
y lo caro que lo cobra.
¿Con qué resortes contamos para que un programa como el expuesto se lleve
a cabo? Tenemos el Ejército Rebelde y éste debe ser nuestro primer
instrumento de lucha, el arma más positiva y más vigorosa y destruir
todo lo que queda del ejército del batistato. Y entiéndase bien
que esta liquidación no se hace por venganza no sólo por espíritu
de justicia, sino por la necesidad de asegurar que todas esas conquistas del
pueblo puedan lograrse en el plazo más mínimo.
Nosotros derrotamos un ejército numéricamente muy superior con
el concurso del pueblo, con una táctica adecuada, con una moral revolucionaria.
Pero ahora tenemos que afrontar la realidad de que nuestro ejército no
está aún capacitado para las nuevas responsabilidades adquiridas,
como defender íntegramente el territorio cubano. Tenemos que ir rápidamente
a la reestructuración del Ejército Rebelde, porque al paso hicimos
un cuerpo armado de campesinos y de obreros, analfabetos muchos de ellos, incultos
y sin preparación técnica. Tenemos que capacitar este ejército
para las altas tareas que tienen que arrostrar sus miembros y capacitarlos técnica
y culturalmente.
El Ejército Rebelde es la vanguardia del pueblo cubano y al referirnos
a su progreso técnico y cultural tenemos que saber el significado de
estas cosas en un sentido moderno. Ya hemos comenzado simbólicamente
su educación con un recital presidido casi exclusivamente por el espíritu
y las enseñanzas de José Martí.
La recuperación nacional tiene que destruir muchos privilegios y por
ello tenemos que estar apercibidos para defender la nación de sus enemigos
declarados o embozados. En ese sentido el nuevo ejército tiene que adaptarse
a la nueva modalidad que ha surgido de esta guerra de liberación, pues
sabemos que si somos agredidos por una pequeña isla, lo seríamos
con el apoyo de una potencia que es casi un continente; tendríamos que
soportar en nuestro suelo una agresión de proporción inmensa.
Y por esa razón debemos prevenirnos y preparar nuestra avanzada con un
espíritu y una estrategia guerrilleras, al efecto de que nuestras defensas
no se desintegren al primer embate y mantengan su unidad central. Todo el pueblo
cubano deberá convertirse en un ejército guerrillero, pues el
Ejército Rebelde es un cuerpo en crecimiento cuya capacidad sólo
está limitada por el número de seis millones de cubanos de la
república. Cada cubano ha de aprender a manejar las armas y cuándo
deberá usarlas en su defensa.
A grandes rasgos he expuesto la proyección social del Ejército
Rebelde después de la victoria y su papel impulsando al gobierno a hacer
patentes las aspiraciones revolucionarias.
Hay algo más interesante que decir para acabar esta charla. El ejemplo
que nuestra revolución ha significado para la América Latina y
las enseñanzas que implican haber destruido todas las teorías
de salón: hemos demostrado que un grupo pequeño de hombres decididos
apoyados por el pueblo y sin miedo a morir si fuera necesario puede llegar a
imponerse a un ejército regular disciplinado y derrotarlo definitivamente.
Esa es la enseñanza fundamental. Hay otra que deben de recoger nuestros
hermanos de América, situados económicamente en la misma categoría
agraria que nosotros y es que hay que hacer revoluciones agrarias, luchar en
los campos, en las montañas y de aquí llevar la revolución
a las ciudades, no pretender hacerla en éstas sin contenido social integral.
Ahora, ante las experiencias que hemos tenido, se plantea cuál será
nuestro futuro, que está ligado íntimamente al de todos los países
subdesarrollados de la América Latina. La Revolución no está
limitada a la nación cubana pues ha tocado la conciencia de América
y ha alertado gravemente a los enemigos de nuestros pueblos. Por eso hemos advertido
claramente que cualquier intento de agresión sería rechazado con
las armas en la mano. El ejemplo de Cuba ha provocado más efervescencia
en toda la América Latina y en los países oprimidos. la Revolución
ha puesto en capilla a los tiranos latinoamericanos, porque éstos son
enemigos de los regímenes populares igual que las empresas monopolistas
extranjeras. Como somos un país pequeño necesitamos el apoyo de
todos los pueblos democráticos y especialmente de la América Latina.
Debemos informar cabalmente sobre las nobles finalidades de la Revolución
cubana a todo el mundo y llamar a los pueblos amigos de este continente, a los
norteamericanos y a los latinoamericanos. Debemos crear una unión espiritual
de todos nuestros países, una unión que vaya más allá
de la palabrería y de la convivencia burocrática y se traduzca
en la ayuda efectiva a nuestros hermanos brindándoles nuestra experiencia.
Por último debemos abrir nuevos caminos que converjan a la identificación
de los intereses comunes de nuestros países subdesarrollados. Debemos
estar apercibidos contra todos los intentos y propósitos de dividirnos,
luchar contra quienes pretendan sembrar la semilla de la discordia entre nosotros,
los que amparados en designios conocidos aspiran a sacar partido de nuestras
discordias políticas y azuzar prejuicios imposibles en este país.
Hoy todo el pueblo de Cuba está en pie de lucha y debe seguir así
unido para que la victoria contra la dictadura no sea transitoria y sea éste
el primer paso de la victoria de América.
Charla pronunciada en la Sociedad Nuestro Tiempo, 27 de enero de 1959. Revista Humanismo, enero-abril de 1959
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