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Jorge Luis Cerletti

El peronismo: crónica de una metamorfosis.

Jorge Luis Cerletti
para La Fogata

1) El período fundacional.

En el período 1944-1955 nace y se desarrolla el peronismo como movimiento político construyendo su identidad histórica que signó la política nacional desde entonces hasta la fecha. Durante sus 65 años de vida sufrió profundos cambios internos y externos asociados a los distintos momentos de la realidad argentina y mundial y aún se mantiene como eje polémico de un inacabado debate.
El 17 de octubre de 1945 fue un punto de inflexión que incorporó en términos políticos la presencia activa de las masas humildes. Ese día hicieron abortar la asonada impulsada por los sectores de poder para liquidar la experiencia que iniciara Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Confinado en la isla Martín García, fue liberado gracias a la famosa pueblada de "las patas en la fuente" en apoyo a su política favorable a los sectores oprimidos y en particular, de los trabajadores ninguneados hasta entonces.
Ese punto de inflexión se consolidó a partir del triunfo electoral de febrero del 46 frente a la Unión Democrática, coalición hegemonizada por la derecha que incluyó desde la participación activa del embajador yanqui –Braden- hasta el Partido Comunista.
A continuación expondremos una somera revisión, en tres niveles, de lo que nos parece más destacable de esta etapa fundacional del peronismo
En lo económico:
Desde el control del Estado se propició una política de estímulo a la industria nacional y desarrollo del mercado interno (en 1955, el 78% del conjunto de la producción agropecuaria concurre al mercado interno). Se impulsó la nacionalización de empresas para lo cual se crearon organismos como el D.I.N.I.E. (Dirección Nacional de Industrias del Estado). Se nacionalizaron los ferrocarriles, los puertos, el sistema de seguros y reaseguros, todas las empresas de gas, las empresas alemanas radicadas en el país y el grupo monopolista Bemberg. Se diversificó y expandió la producción de "Fabricaciones Militares" y se incrementó en más del 70% la producción petrolífera de Y.P.F. Se crearon la Flota Aérea Argentina, la Flota Mercante Argentina, Agua y Energía Eléctrica y la telefónica estatal. Tuvo un gran impulso la Obra Pública, en particular la referida a los sectores de menores ingresos con un fuerte estímulo al acceso a la vivienda por los ventajosos créditos otorgados por el Banco Hipotecario. En materia financiera se repatrió la deuda externa, se nacionalizó el Banco Central y se creó el Banco de Crédito Industrial. Se rompió el monopolio del comercio de exportación e importación que ejercían los grandes trusts cerealeros a través del I.A.P.I (Instituto Argentino de Promoción e Intercambio). Además, en la Constitución de 1949 se declararon imprescriptibles e inalienables los recursos del subsuelo argentino.
En lo social:
Se generó una redistribución de la riqueza donde alcanzó el mayor nivel histórico la participación del sector asalariado en el PBI. en paralelo al desarrollo del sindicalismo. Se consagraron los derechos del trabajador y el estatuto del peón de campo. Se impulsó la previsión social de las clases subalternas en la educación, la salud, la niñez , la tercer edad y el acceso a la vivienda. Se proclamó el voto femenino, verdadera conquista de género de manifiesta importancia política. En el imaginario social, ocupó un lugar privilegiado la dignificación del trabajador que desplazó la concepción jerárquica y la sumisión impuestas por los sectores de poder tradicionales. Este fenómeno que produjo el peronismo en la Argentina dejó profundas y durables huellas que dividió a la sociedad entre peronistas y antiperonistas. Curiosamente, la crítica por izquierda de que su política fomentaba "la conciliación de clases", en los hechos partió en dos a la sociedad durante tres décadas lo que dejó en las capas populares una resonancia de fondo de signo peronista que aún perdura.
En suma, el Capitalismo de Estado que impulsó el peronismo con sus características propias, representó lo que en otras latitudes se llamó "Sociedad de Bienestar" ligada a la etapa fordista del proceso de acumulación del capital.
En lo político:
A nivel internacional promovió la "Tercera posición" entre el capitalismo y el comunismo. Esto condujo al enfrentamiento con los EEUU. (los dueños del "patio trasero") por llevar adelante una política independiente. Y esa postura en la etapa de la "Guerra fría" también incubó las posteriores luchas internas entre sectores opuestos.
En el orden nacional, la emergencia del peronismo generó la firme oposición de las grandes empresas industriales, agropecuarias y financieras que arrastraron tras de sí a vastos sectores medios. Es en esta etapa que se acuña la categoría de "clase media" implementada para enfrentar políticamente la fuerte presencia de las masas trabajadoras y desposeídas exaltadas desde el advenimiento del peronismo. Y bajo esa bandera se logró encolumnar a la mayoría de los partidos políticos, la UCR en primer lugar, sumando un amplio espectro que incluyó al Socialismo y al PC. Se alentó así la confrontación entre los "cabecitas negras" (despectivo término de carácter racista y menosprecio social) y las masas "instruidas y decentes" asociadas a la "clase media". El resultado de esa operación fue incorporar a su causa ese segmento social y político explotando los desaciertos del peronismo al respecto. A ello se sumó una campaña descalificadora que reducía su política al "populismo" y a la "demagogia". Aunque según se mire, el primero podría tomarse como un elogio dado su apoyo a las mayorías oprimidas y la segunda carecería de valor ateniéndose a sus realizaciones concretas.
De otro lado, la construcción política que patrocinó Perón fue la concentración de poder alrededor de su indiscutido liderazgo que prohijó una estructura burocrática obsecuente que se hizo cargo de los principales resortes del Estado. En el área militar obtuvo la anuencia de la mayoría del Ejército y la Aeronáutica y en el plano sindical gestó una CGT. adicta desarrollada al calor del Estado la que, salvo algunos conflictos aislados, lo apoyó sistemáticamente casi sin fisuras.
El carácter personalista de la conducción de Perón obstaculizó el flujo de cuadros creativos que tuvieran un protagonismo real en su gobierno. Esto se reflejó en que nadie pudo crecer a su sombra con la sola excepción de Evita que se constituyó en la figura más combativa y jugada a favor de las masas populares, cosa que nunca le perdonó el establishment ni los amplios sectores medios que éste supo manipular.
Otra característica de Perón fue su proverbial pragmatismo que se mantuvo a lo largo del tiempo. Haciendo una metáfora, siempre barajó con la izquierda y con la derecha según las conveniencias inmediatas de su política. Su "tercerismo" llegó a albergar figuras poco afines que instrumentó según la ocasión. Desde conservadores como Quijano hasta socialistas como Borlenghi en sus primer etapa y delegados como John William Cooke y después el mayor Alberte en contraposición al Paladino filo Lanussista del "Gran Acuerdo Nacional". Fenómeno agravado en los 70 con el antagonismo entre las corrientes favorables "al socialismo nacional" y la que personificó López Rega, inspirador de la para policial "Triple A" que operó tras la muerte del líder. Simbolizando, su aforismo de que "la organización vence al tiempo" devino en que "el tiempo venció a la organización" considerando el vaciamiento de su tradición histórica, tema que trataremos más adelante.
En síntesis, a pesar de las contradicciones y falencias del peronismo, sus tres banderas: "justicia social, independencia económica y soberanía política", resumen lo mejor de su legado político ideológico cimentado en este período.
2) El final del gobierno y otro principio.

Las formas capitalistas de Estado que convivían con distintas empresas del gran capital, chocaban con dificultades internas y externas que se agudizaron a partir de 1952. La fuerte sequía que perjudicó al campo, acentuó los efectos de la caída de los precios internacionales de las materias primas alimenticias junto a la suba de los precios de los artículos elaborados. Esto afectó a la masa de divisas necesaria para el reequipamiento industrial y en especial del sector de bienes de producción. A la vez, el restablecimiento y expansión posbélico del campo capitalista hegemonizado por los EE.UU. presionaba en términos económicos y políticos. Por otra parte, el frustrado golpe de Benjamín Menéndez de 1951 fue un anticipo de fisuras en el ejército mientras que la oposición crecía y se consolidaba en su política de erosionar al gobierno.
Los contratos petroleros con la California yanqui y la venida al país de Milton Eisenhower evidenciaron el paulatino estrangulamiento económico y debilitamiento político que sufría el gobierno. Pero lo que tuvo un peso sustantivo en su derrocamiento fue el conflicto con la Iglesia a partir de 1954, año en que se creó el Partido Demócrata Cristiano de signo opositor. La Acción Católica y distintos organismos eclesiales y civiles redoblaron su campaña encabezando a los vastos sectores medios antiperonistas. El creciente distanciamiento se precipitó el 11 de junio del 55 en la festividad de Corpus Christi con la masiva concentración en la Catedral y Plaza de Mayo de fuerte tono opositor. Cinco días más tarde se produciría el levantamiento de la Marina que bombardeó la plaza histórica dejando un tendal de 300 muertos y unos 700 heridos. La inmediata represalia con la quema de varias iglesias exacerbaría aún más el enfrentamiento cuyas principales líneas de fisura se expresaban, en ese momento, en torno a la Iglesia y a la carcomida unidad de las Fuerzas Armadas. Así la mesa quedó servida para el triunfante golpe del 16 de setiembre que coronaría días más tarde aprovechando la débil resistencia que le opuso Perón. Éste no movilizó a la masa adicta en tanto que sus vacilaciones en el frente militar contribuyeron al triunfo de los "libertadores" cuya situación en Córdoba era crítica ya que Lonardi estaba al borde de la derrota y el bloqueo de la Marina no podía incidir en el territorio. Final: Perón refugiado en la cañonera camino al exilio del Paraguay. Y aquí empieza otra historia. Historia marcada por la resistencia y contraofensiva popular que dieciocho años más tarde derribaría las proscripciones y llevaría al líder al poder por la vía electoral.
El rápido desplazamiento del sector nacionalista católico de Lonardi por los liberales Aramburu y Rojas abrieron paso a la represión abierta y a la proscripción total del peronismo. No nos detendremos en sus "realizaciones" y sólo mencionaremos un par de hechos ilustrativos de su "fe democrática" que dejaron profundas huellas en la memoria popular. El 9 de junio de 1956 se produjo el alzamiento de los Generales Valle y Tanco que terminó con los fusilamientos del primero y del Tte. Coronel Cogorno (hecho inédito en Argentina en el S.XX) y que dio lugar a que se rebautizara a la "Libertadora" como la "Revolución Fusiladora". En el mismo año se produjo "La operación masacre" (inmortalizada por Roberto Walsh, otra futura víctima en el 76) donde se consumó el asesinato a mansalva en los basurales de José León Suárez de varios militantes por el delito de ser peronistas.
Aquí no vamos a hacer un racconto pormenorizado de esos excepcionales 18 años de luchas populares sobre los que abundan múltiples y variados materiales. Sólo señalaremos sucintamente algunos acontecimientos que nos resultan más trascendentes para comprender y evaluar el cambio de época producido desde 1983 hasta la actualidad, a partir de la devastación operada por la dictadura genocida sobre el campo popular y sobre el peronismo en particular.
Aclaremos previamente que centrarnos en el peronismo, principal objeto de este trabajo, no implica desconocer y mucho menos subestimar las múltiples resistencias provenientes de otros sectores como las corrientes sindicales encabezadas por Agustín Tosco, por poner un ejemplo.
Daremos ahora nuestra interpretación acerca de dos ejes de acción política en continua tensión y discusión dentro del peronismo expresados en la dualidad movimiento-partido. El primero resumía la vitalidad y participación de las masas y de los mejores cuadros surgidos de sus filas, el otro, respondía al aparato político del PJ.
Hasta 1957 Perón vivió exiliado en el Paraguay de Stroessner, luego en la Venezuela de Marcos Pérez Giménez y terminó en la España de Franco (todas dictaduras al gusto de la derecha peronista). Desde esos lugares ejerció la conducción del movimiento a distancia y el partido estuvo proscripto hasta 1972, salvo el frustrado ensayo frondicista del 62 que abortó al triunfar Framini en la prov. de Bs.As. Pero por más proscripciones que padeció el peronismo en su conjunto no llegaron a neutralizarlo toda vez que la resistencia popular no sólo estaba viva, sino que crecía. En cambio el partido tenía poca relevancia en la clandestinidad amen de albergar a los sectores más conciliadores y menos dispuestos a la lucha. Por ese entonces la dirigencia sindical era gravitante dado que el movimiento obrero aún constituía "la columna vertebral del peronismo".
Este período se caracterizó -desde lo institucional- por la sucesión de golpes de Estado abiertos o encubiertos tales como los numerosos planteos militares que sufrió Frondizi hasta su derrocamiento en 1962. Electo gracias al pacto con Perón, viró de inmediato a la oposición dando curso al desarrollismo. Luego, el 28 de junio de 1966 cayó el tibio y frágil gobierno radical de Illia surgido de una elección espuria (obtuvo el 23% de votos) por la proscripción del peronismo que votó en blanco. Se instaló así la llamada "Revolución Argentina" del general Onganía vencedor en el enfrentamiento entre azules y colorados y quien "suprimió" la política. Estas dos fracciones militares, coincidentes en su antiperonismo, tenían diferencias ideológicas y de intereses que remataron en la fractura. Pero no obstante los matices, la sucesión de golpes tenían su matriz en que no se lograba "domesticar" al peronismo despojándolo de su contenido popular y que el arco opositor no podía legitimarse a través de elecciones libres por lo que el poder detrás del trono –léase los personeros del gran capital y políticos afines- recurrían a las cúpulas militares como sus representantes más fiables.
En el largo y frondoso historial de las luchas populares emergió la resistencia peronista que alcanzó un punto álgido con la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de 1959. En los primeros años (el de los "caños" caseros) donde prevalecía una militancia clandestina e inorgánica, se foguearon muchos cuadros que luego alcanzarían gran protagonismo. En este breve racconto, en lo fundamental, no vamos a dar nombres de esa extensa lista porque sería una injusticia cualquier omisión por involuntaria que fuere y porque no respondería a los propósitos de este esbozo que es el de exponer el cuadro político cultural que marcó a toda esa época.
En el desarrollo de esos dieciocho años existieron diversos campos de acción, variadas opciones y múltiples tensiones y contradicciones entre las distintas corrientes. Pero el factor aglutinante de esa mixtura lo constituyó el liderazgo de Perón de modo tal que no se rompió el frente del pueblo a pesar de los duros enfrentamientos internos que presagiaban un futuro poco promisorio.
El campo sindical se escindió entre el colaboracionismo de Alonso, el vandorismo del peronismo sin Perón apoyado en el poder de los metalúrgicos y la CGT. de los Argentinos que expresaba a los sectores políticamente combativos del sindicalismo al igual que la FOTIA. tucumana. Ese cuadro variopinto, plagado de defecciones disimuladas o no, pudo ser controlado e instrumentado por Perón.
En la esfera insurreccional se dieron distintos cursos de acción. La lucha armada tuvo su primera manifestación orgánica en la guerrilla de los Uturuncos procedente del peronismo "ortodoxo" que emergió y fue aplastada en 1959. Luego, hacia fines de 1968, surgió la experiencia guerrillera de Taco Ralo protagonizada por las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) rápidamente desbaratada pero que resultó precursora de la explosiva aparición de distintos grupos guerrilleros (peronistas y no peronistas) hegemonizados a posteriori por los Montoneros. Entre ellos, a quienes reivindicaban su figura, Perón los designó como las "formaciones especiales".
El campo específicamente político mostró una gama de agrupamientos que iban desde sectores más radicalizados (algunos afines a la guerrilla) hasta los que preconizaban la lucha de masas articuladas con el campo sindical. En general, todos disputaban la vanguardia del movimiento popular incluyendo a los que reivindicaban expresamente al marxismo. El conjunto fue catalogado por las "fuerzas del orden" como "subversivos".
Durante ese proceso se verificó un corrimiento cultural político en el que vastos sectores medios asumieron el peronismo revirtiendo su anterior filiación opositora y que contó con una creciente participación de la juventud. En el mismo sentido, hacia 1967 se formó el singular movimiento de los Sacerdotes del Tercer mundo que rompió lanzas con la jerarquía católica engrosando las filas del movimiento (algunos asumieron la lucha armada) quebrando el anterior frente eclesial que había jugado un rol protagónico y propiciatorio del golpe de 1955. En este profundo cambio influyeron el Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal de Medellín de los que se nutrió la Teología de la Liberación.
En los 60 la Revolución Cubana, "el faro de América", influyó poderosamente mientras se desarrollaba el pensamiento marxista en la mayoría de la militancia de esa época abarcando tanto a ateos como a creyentes. La guerra de Vietnam y el proceso de Liberación Argelina junto al modelo Cubano y las figuras de Fidel y del Che calaron hondo en el imaginario generacional que a pesar de la represión y las persecuciones crecía ostensiblemente. Esa oleada subterránea y "subversiva" se agitó fuertemente al interior del peronismo generando duros enfrentamientos con los grupos de la derecha. También se dio que muchos que provenían de este campo se pasaran a la causa de la liberación, como los desprendimientos de Tacuara. Y ya estamos en el apogeo de los 70.

3) Cara y cruz de los 70.

Ese formidable impulso, descripto en las líneas anteriores, tomó cuerpo en diversas organizaciones que lucharon contra la dictadura que terminó presidiendo el General Lanusse quien se hizo cargo de la conducción militar-política. Producto del desgaste de la llamada "Revolución Argentina", aquél promovió el Gran Acuerdo Nacional apoyándose en figuras del radicalismo como Mor Roig que fue su ministro del Interior. Su objetivo implícito era neutralizar al peronismo apostando a deslegitimar a Perón al que "no le daría el cuero" para regresar a la Argentina así que estableció puentes con los sectores conciliadores proclives a acuerdos de contenido desmovilizador. Ya se habían producido el "Cordobazo", el "Rosariazo" y distintas manifestaciones de lucha popular en el interior del país engendrando la inestabilidad del frente militar que a partir de 1969 vivió las sucesivas renuncias de los generales Onganía y Levingston. Dentro de ese marco se produjo la captura de Aramburu y su posterior ajusticiamiento por obra de los Montoneros que gracias a esa acción inaugural ganaron prestigio en el campo popular, tal era la polarización y los niveles de violencia provocados por las consabidas represiones golpistas. Luego, los montos terminarían hegemonizando a las distintas variantes de la izquierda peronista impulsando la movilización de la Juventud Peronista (JP.) que organizaron y controlaron.
Perón había intentado retornar en 1964, intento piloteado por la dirigencia sindical que fue frenado en Río de Janeiro gracias a los servicios prestados por la dictadura Brasileña. "El retorno de Perón" se había transformado en una convocante consigna de lucha para el conjunto del movimiento que pobló los muros con PV (Perón Vuelve). Después, en pleno desarrollo del GAN, el viejo líder desarticuló la jugada de Lanusse arribando a Ezeiza el 17 de noviembre de 1972 lo que generó la reacción del ejército que bloqueó los caminos impidiendo su contacto con la masa adicta. Durante un breve lapso vivió vigilado y cercado hasta su regreso a España. En el ínterin, el 22 de agosto de ese año, se produjo la horrible y despiadada matanza de numerosos guerrilleros presos en la base militar de Trelew lo que desgastó aún más al gobierno de la dictadura y constituyó un referente sustantivo para la militancia revolucionaria en general.
Para ese entonces Perón había desplegado una estrategia dialoguista que convocó a distintas fuerzas políticas que cristalizaron en el Frejuli (Frente Justicialista de Liberación) que fue el sello electoral que lo llevó al triunfo en 1973. La apertura incluyó el famoso abrazo de Perón-Balbín que dio por terminado el antagonismo de casi tres décadas que enfrentó encarnizadamente a peronistas y radicales.
Desarticulado el proyecto Lanussista y ya en franco repliegue la dictadura, ésta se vio forzada a admitir el concurso del peronismo en el llamado a elecciones para el 11 de marzo del año siguiente. Mediante artilugios legales se impidió la candidatura de Perón y éste recurrió a su delegado personal impulsando la fórmula Cámpora-Solano Lima. El triunfo con más del 49% de los votos instauró una situación compleja y contradictoria que explotaría después de su muerte, el 1º de Julio de 1974. Su desaparición fue el preludio de los traumáticos sucesos que desembocaron en el feroz golpe genocida del 24 de marzo de 1976 que al principio contó con el tácito aval del vandorismo.
El gobierno de Cámpora había sido influido por el ala izquierda, en particular por los Montoneros, estableciéndose una lucha sorda con los políticos "ortodoxos", la CGT de Rucci y la extrema derecha enquistada en el peronismo. En medio de esas disputas resonaron las consignas de "la patria socialista" contra "la patria metalúrgica" por un lado y "ni yanquis, ni marxistas" por el otro.
Los episodios de mayor valor simbólico durante la breve presidencia de Cámpora lo constituyeron el acto de asunción del mando, el 25 de mayo, con la Plaza histórica colmada bajo el exclusivo control de la JP. Sumado a ello, en la jura se dio la presencia de Salvador Allende y del presidente cubano Dorticós en contraste con el bloqueo que impidió la concurrencia del dictador civil uruguayo Bordaberry. Asimismo, el general Lanusse debió soportar, en el acto de traspaso, la marcha peronista con la V de la victoria en sus narices retirándose de la Casa Rosada en helicóptero. Dos días después el P.E. promulgaría la ley de amnistía general de los presos políticos, guerrilleros incluidos. Pero el mismo 25 a la noche se instaló una multitud alrededor de la prisión de Devoto que reclamaba y obtuvo la inmediata liberación de los presos políticos. En ese marco, las troneras del presidio se convirtieron en escenario de los discursos de los militantes y guerrilleros ante la perplejidad de los guardia cárcel y de la policía.
El retorno definitivo de Perón al país se produjo el 20 de junio, día en que se manifestaron las agudas contradicciones que portaba el movimiento. En las explanadas de Ezeiza se concentraron más de dos millones de personas, por lejos la más numerosa en la Argentina y quizás también en Sudamérica. Las disputas por la proximidad al puente-palco fueron el detonante del enfrentamiento a balazos entre las columnas de la JP-Montoneros y las fuerzas de choque ocultas en las ambulancias dirigidas por Osinde. Finalmente Perón, anoticiado de los enfrentamientos, arribó a la Base Aérea de Morón. La confusión, el desconcierto y la amargura de aquel día remató en el discurso del líder esa misma noche donde además de criticar a la JP, los Montoneros y la izquierda en general, esbozó sus lineamientos poco afines al "socialismo nacional" que les diera letra a aquéllos y que esgrimiera Perón en su confrontación con Lanusse.
Se acababa el "veranito de San Juan" y rápidamente comenzó la ofensiva para obtener la renuncia de Cámpora en el interregno de la elección que en octubre conduciría, por última vez, a la presidencia del viejo líder. Los manejos de su secretario privado, López Rega, había logrado desplazar al "tío" consiguiendo que asumiera el interinato su yerno Lastiri, a la sazón presidente de la Cámara de Diputados.
El triunfo con el 62% de los votos de la fórmula Perón-Perón (¡¡Isabel como Vice!!) abrió un compás de espera respecto del futuro y trágico desenlace. El proyecto de Perón no era el de los grupos revolucionarios ni tampoco el de la derecha. Planteaba un capitalismo "integrado" de corte industrialista con el control del Estado que privilegiaba el mercado interno y que se expresó en la gestión de Gelbard (ex presidente de la CGE) como Ministro de Economía.
Apenas veladamente, el vanguardismo de los Montoneros, de concepción jerárquico-militar, le disputó el poder al declinante general. Poco duraron los gobernadores afines, Oscar Bidegain y Obregón Cano, en las gravitantes provincias de Buenos Aires y Córdoba. El asesinato de Rucci (casi segura operación de la M. que no fue asumida) resultó una provocación al líder que pasó de retar públicamente y por TV. a los ocho diputados de la JP. hasta la descalificación lisa y llana en el acto del 1º de mayo, lo que originó la salida de los contingentes de la Juventud. A esa altura era evidente que Perón, en su clásico movimiento pendular, había girado a la derecha cuyo exponente de ese momento era su secretario privado, José López Rega, abroquelado en el Ministerio de Bienestar Social, enclave base de sus operaciones. En esos meses la conducción montonera lanzó "la teoría del cerco" que planteaba el aislamiento del General en virtud de la nefasta influencia del "brujo" con el apoyo de Isabel. Semejante "visión" política que, además de irreal, implícitamente aludía a la decrepitud del "viejo", no hizo más que confundir a su militancia, estimular el distanciamiento del líder y fortalecer a sus enemigos.
El panorama se complicó todavía más debido a las acciones del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), de extracción trotsquista, que siguió operando bajo la presidencia de Perón y que produjo el ataque a la Base de Caballería Blindada de Azul en enero del 74, mientras que en junio lanzó la guerrilla rural en Tucumán, sumando así más argumentos para la ofensiva de la derecha que a partir de la muerte de Perón crecería inconteniblemente bajo el desastroso y reaccionario gobierno de su esposa y "heredera" Isabel.
En el sindicalismo, se había consolidado en la CGT oficial el peso de los metalúrgicos, ahora comandados por Lorenzo Miguel, debilitado la CGT de los Argentinos y también el movimiento obrero de Villa Constitución y de Córdoba. Además, los grupos afines al "brujo" como la Juventud Sindical Peronista provocaba y generaba confusión y enfrentamientos. Luego vino el "Rodrigazo", un ajuste neoliberal bajo el sello peronista, en medio de las acciones de la tristemente célebre "Tres A" que impuso el terror y sus crímenes. Dentro de ese panorama, poco significó la manifestación de la CGT que logró la expulsión de López Rega. El movimiento estaba quebrado y a la deriva.
A todo esto, cabe una mención especial sobre la realidad latinoamericana que incidió notoriamente en la subjetividad y la política de los 70. A la fuerte impronta de la Revolución Cubana, se sumó el triunfo de la "vía pacífica al socialismo" de Salvador Allende en Chile, el gobierno popular de Torres en Bolivia, y la revolución Peruana de Velazco Alvarado. En tanto aumentaba el descontento y la resistencia popular en varios países hermanos, recrudecía la lucha de los movimientos de liberación nacional con las FARC y el ELN en Colombia, los Tupamaros en Uruguay, la memoria fresca de la lucha del Che en Bolivia y del mayo del 68 europeo, unido a la repercusión que tuvo la figura y las ideas de Mao y la Revolución China que, además, fuera levantada por Perón cuando enfrentaba a Lanusse. Obviamente, semejante cóctel en el "patio trasero" no podía ser tolerado por el imperio. La sangrienta contraofensiva de los ejércitos golpistas, con sus oficiales adoctrinados en la "Escuela de las Américas" y en colusión con los establishment locales bajo los auspicios de las respectivas embajadas yanquis, lograron hacia mediados de los 70 "apagar el incendio" de acuerdo a los momentos y situaciones concretas de cada caso. Lo devastador de ese proceso alimentó la ola neoliberal de fines de los 80 -potenciada por el derrumbe del campo socialista- cuyo pleno impacto se verificó en la década de los 90.

4) La recuperación de la "democracia".

Mucho se ha dicho y escrito acerca del terrorismo de Estado y de la dictadura genocida de Videla y Cia., eufemísticamente auto titulada "Proceso de Reorganización Nacional". Por lo tanto, soslayaremos ese trágico período salvo para mencionar lo que nos parece de mayor incidencia en el proceso democrático abierto en 1983. Tampoco haremos una crónica de éste pues lo que nos interesa determinar, a grandes rasgos, son las transformaciones producidas en el orden mundial y en nuestro país. Y justamente uno de los temas que integran los debates actuales se refiere al peronismo y su asociación con el significado actual de "lo nacional y popular".
Los cambios mundiales e internos modificaron sensiblemente el entramado de las relaciones sociales, económicas y políticas engendrando una subjetividad hegemónica acorde a esta etapa del capitalismo.
En Argentina, el arrasamiento que generó el terrorismo de Estado, con sus treinta mil desaparecidos, muertos, exiliados y quebrados, creó un agujero negro en nuestra cultura política que originó una subjetividad radicalmente distinta a la de la época anterior. Produjo un corte generacional, un vaciamiento de la memoria colectiva y de las mejores tradiciones de lucha, unido a un elevado nivel de fragmentación social y de corrosiva indiferencia pública. Como excepción y a contrapelo de aquellos trágicos sucesos, surgió el inédito acontecimiento de "las madres de plaza de mayo" que solas, en medio de la represión y en virtud de su valentía y férrea determinación, alteraron el silencio impuesto exponiendo una resistencia que se hizo oír en el ámbito internacional.
Agotado el Proceso y contradictoriamente, la apertura democrática portó ese lastre. Resultó hija de una doble derrota. Primera, la del campo popular de la cual ya hemos hablado. Segunda: la del Proceso militar. Pero ésta tuvo su particularidad en que provino esencialmente de sus propios errores. Eligieron mal al enemigo que fabricaron creyendo que su presunto éxito les permitiría sostenerse indefinidamente en el poder. La opción bélica que manejaron fue la de enfrentar a su pares chilenos pinochetistas o al viejo imperio Británico en posesión de Las Malvinas. O sea, apelar al conflicto de límites con el país hermano o recuperar las islas del latrocinio colonial. La mediación papal y el mal cálculo que los hundió, evitaron felizmente la guerra con Chile.
Imaginaron que los ingleses no combatirían o al menos que no serían apoyados por los EE.UU. Craso error, la sólida entente pesó mucho más que la triste figura de paladines del "Mundo Libre" convencidos de que su intervención en Nicaragua respaldaría su jugada que sería tolerada por el imperio. Y esto derivó en el fin del régimen con los "salvadores" a los cuarteles y los soldados caídos, silenciados u olvidados.
Aquella doble derrota tiñó de entrada el proceso democrático no obstante las masivas manifestaciones a Plaza de Mayo a favor del mismo. Otros eran los protagonistas y el vacío se hizo sentir. Un tibio partido radical de tinte progresista conducido por Alfonsín, quizá su mejor dirigente contemporáneo, frente a un "partidocrático" PJ que candidateó al almidonado jurista Ítalo Luder quien había firmado, en su interinato presidencial de 1975, la orden de aniquilación del ERP en Tucumán. Las dos masivas e igualmente numerosas manifestaciones preelectorales en la 9 de Julio, contribuyeron a inclinar la balanza gracias a la "valiosa" intervención de Herminio Iglesias que, desde el palco, teatralizó la quema de un ataud con la insignia radical. Ergo, ganó Alfonsín. Consignemos de paso que en esta lid el PC. apoyó por primera vez al peronismo repitiendo su viejo hábito de marchar a contramano.
Más allá de los avatares del gobierno radical capeando los residuales conatos militares de los "Carapintadas", empezó a afirmarse el proceso democrático con los juicios y condenas a las cúpulas de la dictadura. Se hizo público el genocidio destacándose el exhaustivo informe "Nunca más" y se generalizó el repudio y desprestigio de la casta militar que terminó de perder su gravitación política a comienzos de los 90. No sin antes evidenciar las flaquezas del gobierno de Alfonsín con su ley de "obediencia debida" destinada a morigerar el descontento en los cuarteles acerca de los juzgamientos. Luego, incorporaría a su curriculum la célebre frase "la casa está en orden" que defraudó las expectativas antigolpistas de la multitud reunida en plaza de Mayo.
Los planteos iniciales de corte progresista del alfonsinismo se fueron diluyendo aunque alcanzaron para granjearse la antipatía del establishment que desató la mega inflación del 89 que concluyó anticipando el fin de su mandato. Esta suerte de golpe económico-civil ofrece dos ángulos de lectura. Por un lado, exhibió la fortaleza del proceso de concentración del capital, tanto de origen extranjero como interno, y los nexos de sus diversos intereses. Por otro, ilustró tanto la pérdida de la base social que diera pie a los golpes tradicionales como la consolidación del bloque de poder dominante que los hizo innecesarios (al menos por ahora). Y ya estamos en la antesala del menemismo que traslada el eje de la cuestión al campo del peronismo. Pero antes vamos a señalar lo que entendemos como factor común del actual sistema político imperante, lo cual no implica desconocer ni subestimar las diferencias entre sus distintas expresiones.
Pensamos que la tendencia dominante en los partidos de raigambre popular post dictadura, es la de convertirse en aparatos cada vez más distantes de sus bases para privilegiar la propaganda mediática y sus agencias de marketing, donde la imagen sustituye a los principios y el dinero a la militancia que les dio encarnadura.
Como parte de ese fenómeno, la democracia representativa se fue transformando en territorio de lobbies, enjuagues, corruptelas y un lugar de negocios donde los grandes empresarios hacen valer su influencia. Metamorfosis que acompañó el formidable proceso de concentración del capital privado en aptitud de manejar las variables económicas por sobre el debilitado rol del Estado. Y cuando éste fue controlado en forma directa por los personeros del poder hegemónico, funcionó como agencia de sus intereses. Inherente a ese proceso se verificó el debilitamiento de los sujetos populares, como es el caso de la clase obrera, lo que se vincula a la falta de alternativas innovadoras capaces de romper las reglas del juego de esta engañosa democracia. Y de nuevo ya nos hallamos ante la problemática del peronismo.
La política de Menem en sus dos gobiernos significó el vaciamiento de todo lo que le dio entidad histórica al peronismo y la consumación del objetivo buscado por el establishment a lo largo de cuatro décadas y media. Establishment que con sus cambios internos ligados a los del ámbito internacional, buscó siempre destruirlo pero, sobre todo, cooptarlo y fagocitarlo.
En consecuencia, el PJ. desarrolló sus prácticas oportunistas y claudicantes y se fue convirtiendo en un aparato clientelar, basado en el asistencialismo, que parió una estructura de poder recreada a través de un pragmatismo mercenario que contabiliza votos y dinero sin importarle los principios fundacionales que resultan un anacronismo contrario a sus intereses. Sí aprovecha el sonido de fondo de la vieja tradición que les sirve de mercadotecnia para lo cual resucitan la marcha y algunas desteñidas consignas toda vez que necesitan captar la "demanda" electoral.
Fácil es denunciar a Menem por lo visible de su política entreguista y "neoliberal". Sin embargo, la cuestión es mucho más profunda. Recordemos su reelección en que lo votó el 51% de la población conociendo lo obrado en su primer gobierno y ya blanqueada su política retrógrada y sus "relaciones carnales" con el imperio. Sin embargo, para apreciar el verdadero carácter del PJ y no responsabilizar sólo a Carlos Saúl, basta remontarse a 1988 en que éste ganó la interna frente a la "Renovación" y observar la posterior trayectoria de los máximos referentes que por entonces lo enjuiciaban. El insigne Cafiero negociando su senaduría para sumarse al riojano; De la Sota, devenido numen conservador de Córdoba y Grosso, el muchacho de la valija, eyectado por corrupto. Y esto es sólo una muestra de la descomposición a que ha llegado el partido que se mostraba y se muestra (!!!) como genuino representante de lo popular. Claro está que hay numerosos peronistas que mantuvieron una actitud digna a través del tiempo pero con poca o ninguna incidencia en el PJ.
El colapso del gobierno de la Alianza Radical-Frepaso de De la Rua, debido a la crisis del modelo "neoliberal" y al descrédito de los partidos, generó distintas derivaciones. El 2001/2002 dejó una marca indeleble en el sistema político. En primer lugar, las movilizaciones populares y la consiguiente represión originaron la renuncia del "aburrido" y su séquito. A la vez, mostraron la deslegitimación del sistema político ante la opinión pública cuyo símbolo fue la consigna "que se vayan todos". En esas circunstancias, emergieron distintas expresiones por fuera de los partidos como las asambleas barriales que ensayaron formas de democracia directa, el fenómeno de las fábricas recuperadas, los movimientos piqueteros de gran empuje y la proliferación de escarches. En medio de tal escenario, tambaleó el modelo "democrático" sustentado en la representación de la "partidocracia". Ya no se trató de un golpe militar sino de una sublevación popular ante un orden político desgastado pero sin que aparecieran alternativas reales ni proyectos integradores. Es que la marea rebelde supuso un mosaico sectorial de variados intereses. Verbigracia, las cacerolas que resonaron no eran las de ollas populares sino la de amplios sectores medios afectados por el corralito.
Eduardo Duhalde, ex cómplice de Menem, asumió la presidencia como producto de las trenzas parlamentarias tras sucesivos y frustrados interinatos. Y fue recomponiendo el juego político tradicional virando hacia una línea económica más afín al mercado interno mientras propició un crudo asistencialismo basado en una política clientelar que realimentó la putrefacción del PJ. La ola neoliberal, con sus recurrentes ajustes, especulación financiera y enorme absorción de la riqueza, dejó tras de sí la inigualada desfiguración social que sufrió la Argentina y que llevó a más del 50% de la población por debajo del límite de la pobreza que incluyó un 40% de indigencia.
La profundidad de la crisis económico social desatada, generó una situación política inestable que desembocó en la elección que llevó a la presidencia a Néstor Kirchner quien produjo un imprevisible giro respecto del período anterior. Curiosidades argentinas, "ganó" saliendo segundo con el 22% de los votos detrás de Menem que obtuvo algo más del 25%. Esto debido a que el riojano desistió del balotaje ante su segura derrota y que Kirchner lideró el apretado pelotón en el que figuraron Lilita Carrió, López Murphy y Rodolfo Rodríguez Sá.

5) La situación actual. Incógnitas y debates.

No haremos el inventario de las medidas de gobierno, ni positivas ni negativas, porque detallarlas nos parece innecesario para determinar lo sustantivo de la situación actual. Trataremos de evaluar lo que está en juego en esta etapa contradictoria que incluye la aparición en Latinoamérica de otros gobiernos de signo popular de distinto calibre. Previamente, mencionaremos algunos sucesos relevantes y aspectos del sistema de dominación mundial que, si bien conocidos, confieren un marco a lo que desarrollamos y sirven para situar la actual hegemonía capitalista de acuerdo a nuestra interpretación.
1º) El capitalismo se impuso en el mundo y no obstante la gravísima crisis actual, nada hace predecir su fin cercano. A la vez, el proyecto socialista que alimentó a las grandes revoluciones que lo encarnaron se eclipsó a la sombra de la implosión del campo socialista. Sin embargo, resulta un referente insoslayable en las luchas anticapitalistas.
2º) Lo impensado de ese fenómeno es que, en lo fundamental, el Socialismo de Estado (concebido como "transición al socialismo") no pasó de ser una forma de Capitalismo de Estado. Blanqueado y dirigido en China por el propio PC y en Rusia por conversos dirigentes de la Nomenclatura de la ex URSS. Mientras que el "hombre nuevo" que se gestaría en los procesos revolucionarios, símbolo de una cultura superior, resultó un imaginario que en la práctica devino en conducciones divorciadas de las masas o más grave aún, en mafias de poder (casos aparte de Cuba y Vietnam).
3º) La derrota de los movimientos de liberación nacional del tercer mundo abrieron paso a la ofensiva del gran capital, flagelo que castigó a los países dependientes en las dos últimas décadas del siglo XX. De resultas de ello, se incrementó la pobreza y el desamparo social a niveles insospechados en la etapa fordista.
4ª) El nuevo modelo de acumulación capitalista con su salto tecnológico y enorme concentración del capital, organiza la vida en la gran mayoría de las naciones en tanto que las potencias y grandes corporaciones controlan las relaciones internacionales y manejan a la opinión pública instrumentando los poderosos medios de comunicación.
5º) La naturaleza del orden capitalista, desenmascarada por Carlos Marx, agudizó su carácter depredador del planeta y de los seres humanos. Asimismo, la cultura mercantil que impuso, ha elevado el grado de alienación social e individual, legitimado la inequidad y la acumulación de la riqueza, fragmentado a la sociedad, recrudecido el individualismo y la competencia exacerbando la adicción al consumo.
6º) El agotamiento de las políticas revolucionarias que durante más de un siglo enfrentaron al imperio del capital generando grandes victorias, plantea la problemática del poder y del Estado, el carácter de las vanguardias y las organizaciones, los proyectos y la metodología de construcción (temática de trabajos anteriores nuestros). Surgen así nuevos interrogantes y desafíos para las tendencias que impulsan la emancipación.

A pesar del cuadro hegemónico descripto, las luchas por modificarlo no se detienen. A inicios de este siglo, creció en Latinoamérica la resistencia popular a la opresión de las burguesías dominantes ligadas al imperio, lo que provocó un cambio de situación. Las puebladas en Bolivia y Argentina derribaron a sus gobiernos como parte de las diversas luchas populares en nuestro continente, cada cual con su especificidad, alterando la postración política de los noventa. Y a nivel gobiernos, se produjo un giro de corte popular del que fue precursor el de Hugo Chávez, vencedor en la elección de 1998 en Venezuela. Después en Sudamérica, a excepción de Colombia y Perú, surgieron un conjunto de gobiernos que alteraron el vasallaje anterior siquiera en parte y no obstante sus respectivas limitaciones. Espectro al que debe sumarse en Centro América, a los del Salvador, Nicaragua, Honduras (hasta el golpe restaurador) y obviamente el de Cuba.
Lo apuntado señala el cambio de clima político operado respecto del período anterior. Sin embargo en todos gravita e incide, en diverso grado, el sistema de dominación mundial que empieza a erosionar a los mencionados gobiernos a medida que los sectores del privilegio se van recuperando del desastre que produjo la ofensiva neoliberal que propiciaron. Dentro de ese escenario, ahora nos centraremos en nuestro país retomando la cuestión del peronismo por su gravitación en nuestra historia y su metamorfosis, procurando evaluar el alcance actual de lo "nacional y popular". No sin antes señalar la seria dificultad emergente de la contradicción entre lo coyuntural y la construcción a largo plazo toda vez que se divorcian esos dos términos. Lo cual se presta a equívocos, polémicas estériles y constituye una fuente de fragmentación.
Hecha la aclaración, abordaremos ahora el espacio político abierto e inexistente en la era menemista, al que intentaremos caracterizar someramente apartándonos de los balances interesados de panegiristas y detractores. El kirchnerismo nació de la debilidad pero se fue consolidando a favor de la recuperación de algunos resortes del Estado que le dificultaron a los grupos monopólicos el control en exclusiva de los mecanismos de regulación de la economía nacional y que perturbaron su "discurso único". En esa línea, jerarquizó la importancia del mercado interno y alentó una política industrialista que morigeró la especulación financiera. Paralelo a ello, recuperó simbólicamente banderas históricas del peronismo y haciendo pie en los derechos humanos rescató valores de la tradición setentista. Y si bien no cambió las relaciones de poder preexistentes ni alteró la concentración de la riqueza, sí fue suficiente para malquistarse con el establishment y para que buena parte de la militancia afín reviviera la consigna de "lo nacional y popular". A esto debe sumarse, en la arena internacional, su acoplamiento a la "movida" latinoamericana en procura de una relativa independencia del imperio, tan dispar como lo son los distintos gobiernos que la componen.
En definitiva, rozó algunos intereses de los sectores dominantes sin socavar realmente su poder. Prueba de ello es la ofensiva que lanzó la cerril oposición de la patronal agropecuaria y de los trust cerealeros. Momento inicial del debilitamiento del gobierno que se acentuó tras la elección de junio que exhibió su desgaste y el avance de la derecha. Entonces, resucitaron muertos políticos, se tonificaron otros, se catapultó la triste y falaz figura del vicepresidente y tomó alas la diáspora en el PJ que, fiel a su descomposición, lo único que conserva de "nacional y popular" es la escenografía de una tradición a la que apela para negarla en los hechos.
Y a propósito del PJ, Kirchner asumió su presidencia renunciando luego cuando ya no podía controlar ese corrompido aparato. Volteretas oportunistas de una conducción cerradamente cupular cuya máximo absurdo fue el apoyo a Saadi y Barrionuevo (sic!!) en la elección de Catamarca, "acuerdo" que estalló no bien se conoció el resultado.
Pero a pesar de todo, el Kirchnerismo frente a la patética oposición de derecha, la única en condiciones de desplazarlo del gobierno, surge como un imprescindible salvavidas. Ahora, si miramos un poco más allá y apreciamos su forma de construcción, los poderosos intereses intocados, su objetivo de "capitalismo serio" en medio de los Biolcati y la AEA, el reinado de la política espectáculo bajo el predominio del poder mediático y la corrupción sistémica que alcanza a oficialistas y opositores, el futuro parece poco promisorio.
Esbocemos ahora algunas situaciones paradojales.
En lo inmediato, combatir al gobierno favorece a la derecha. Mientras que batir el parche oficialista es quedar pegados a un proyecto sin perspectivas o, al menos, ajeno a la emancipación. En cuanto al arco "progresista" que con sus críticas quiere crecer dentro de las reglas del juego de la política vigente, tiende a quedar atrapado en la red de poder que pretende combatir y a convertirse en funcional a ella. Sobran testimonios de frustraciones "progresistas" y, peor aún, las de la izquierda radical, como Lula con su PT o el Frente Amplio de los ex tupamaros, por citar los casos más notorios. Pero también resulta inocuo pregonar la ruptura de este orden si no se tiene la capacidad de generar las condiciones que la posibiliten. Mas, tampoco se la puede imaginar caída del cielo si, como requisito mínimo, no se trabaja por ella. Lo cual no prescribe las formas de lucha sino que plantea la necesidad de construir una política sustantivamente diferente. Y ése es el nudo del problema.
Como parte de esta situación paradojal, surge la cuestión del actual significado de una política nacional y popular que en nuestro país tuvo su máxima expresión en el peronismo. Y según se desprende de nuestra interpretación, el peronismo ha perdido entidad y la vitalidad de sus mejores momentos atravesado por las contradicciones y el vaciamiento padecido. En cuanto al PJ, aventuraríamos que se haya en camino de reproducir la trayectoria del PRI mexicano adaptado a las características de la Argentina.
No obstante este crudo diagnóstico, el sonido de fondo que aún perdura en la memoria colectiva no es despreciable ni poca cosa. Puede resultar un punto de apoyo para quienes, desde sus filas, promueven un genuino proceso emancipatorio. Y en ese sentido, tiene inscripción el tema de lo nacional y popular.
La nación ya no es la del 45 ni la del 73. El mundo, en lo fundamental, está integrado dentro del orden capitalista. Caído el campo socialista, la tercera posición resulta un eufemismo. Luego, se actúa resignados a las relaciones capitalistas asumidas como algo inmutable o se marcha en otra dirección, por más incierta y ambigua que resulte.
No se trata del deseo o el capricho de "nostálgicos". Porque la "utopía" no es combatir al capital desde la debilidad y la incertidumbre actuales, La verdadera utopía es imaginar un capitalismo de contenido "humanista" y popular en el mundo de hoy y en particular en los países periféricos. Si es que por popular entendemos la participación activa de las masas oprimidas en oposición al "asistencialismo" contenedor de pobres y excluidos como lubricante del funcionamiento del capitalismo realmente existente. No hay que confundirse en la evaluación de las situaciones coyunturales, de distinto tenor según los casos. Aprovechar espacios favorables como los que surgieron en Latinoamérica no es lo mismo que ilusionarse con los gobiernos "progresistas". Las burguesías de origen local, vinculadas estrechamente al capital internacional y al mercado mundial, momentáneamente retrocedieron, en términos políticos, pero conservan intacto su poder económico y por lo tanto, su rol hegemónico en este sistema. Todo lo que obstruya sus designios vale como línea de defensa pero no hay dique que resista si no está bien fundado. Intentar otros caminos es parte de la paciente tarea de construcción de alternativas superadoras sostenidas en la constitución de nuevos sujetos y de una subjetividad colectiva solidaria. Tarea tan irrenunciable como ardua.
En esa búsqueda fueron surgiendo aperturas políticas a distancia del Estado Y no es poco lo que se ha avanzado atentos a experiencias como la del zapatismo, los sin tierra en Brasil, los movimientos sociales que alcanzan contenidos y formas políticas, el resurgimiento del protagonismo de los pueblos originarios, las luchas de género que albergan nuevas formas culturales del mismo modo que las expresadas por la actuales corrientes ecologistas y los movimientos llamados "globalifóbicos". Son aperturas que expresan otro modo de pensar y hacer política. Y así como la internacionalización del capital somete a las naciones, el desarrollo de las corrientes mencionadas resignifican el sentido de lo nacional.
Desde esa óptica, lo nacional resulta indisociable de lo popular si se entiende a éste como el mundo de los de abajo. Porque una cosa es la nación para los de arriba, de lo cual es un claro ejemplo "el Brasil de Lula" que se postula como potencia de segundo orden, y otra muy distinta es la nación de la población explotada y oprimida cuya perspectiva real para dejar de serlo es la emancipación.
Esta mirada que remite al largo plazo, es devuelta en espejo por la inmediatez de la situación presente. Pues carece de sentido el largo plazo si no se construye en el día a día de la acción política. Y pareciera un límite infranqueable que se confundan términos y que se apele a los recursos del pasado. Por cierto que no es negativo asumir lo mejor de las tradiciones, lo malo es quedar prisioneros de ellas y reincidir en lo mismo que condujo a la derrota que aún gravita sobre nuestros hombros. Hablar del socialismo o del peronismo, hoy vaciados de contenido, lo menos que exige es un pensamiento crítico que asimile experiencias y promueva cambios políticos de fondo. Uno de los secretos del poder imperante ha sido y sigue siendo colonizar las banderas y la historia de sus enemigos y ni qué decir de sus "representantes". Cual grotesco ejemplo, basta oir a los amos de nuestro país mentar la justa distribución de la riqueza que precisamente ellos han expropiado. Pero lo verdaderamente serio es la cooptación o esterilización de movimientos y de protagonistas surgidos de las manifestaciones contestatarias del 2001/2002, hechos que convocan a la reflexión de quienes cuestionamos las organizaciones jerárquicas e impulsamos la participación activa de quienes las conforman.
En síntesis, la situación actual hace más acuciante aún el debate de ideas que nos debemos. Y uno de los interrogantes fuertes es cómo sumar energías y evitar la fragmentación tan típica de nuestra tradición. Porque si queremos desarrollar una red política solidaria y plural que articule esfuerzos que tiendan a la emancipación, tarea de largo plazo, debemos impulsar otras formas de organización que impidan la esclerosis de las vanguardias y de su militancia para poder resolver la contradicción entre la horizontalidad democrática y la efectividad de la acción conjunta. Esto supone "arriesgarse" a abandonar la comodidad del sectarismo y el dogmatismo y aprender a escuchar y a transmitir ideas.-----

Jorge Luis Cerletti
(Agosto de 2009)

Fuente: lafogata.org