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Jorge Luis Cerletti

Cambia, todo cambia.

por Jorge Luis Cerletti
La Fogata

"Vislumbrar otra economía, otras relaciones sociales, otros modos y medios de producción, y modos de vida pasa por `irrealista´, como si la sociedad de la mercancía, del salario y del dinero fuera insuperable." ("André Gorz – Ecológica"; Edit. Capital Intelectual; pág. 25)

Esa visión crítica y justa, paradójicamente, pareciera un devaneo ajeno a la "realidad". Es que transgrede el sentido común vigente moldeado por la hegemonía cultural capitalista. Y de ella surge el actual estrellato del "consumismo" que ha superado en importancia al paradigma del trabajo de épocas anteriores. Mas, ese desplazamiento que ha arraigado profundamente en la subjetividad social no es un producto circunstancial de la propaganda sino que proviene de necesidades sistémicas claves.

En la fase ascendente de la burguesía, durante buena parte del siglo XIX y de la posterior etapa "fordista", prevaleció la exaltación del trabajo. Es que dicha clase, en su lucha por dominar al proletariado, priorizaba enmascarar la expropiación a que lo sometía para lo cual identificaba el trabajo humano con el trabajo asalariado. Ensalzaba al primero, vital para la subsistencia del género, en tanto que encubría al otro, esencial para la explotación económica.

Después de la implosión del campo socialista se afianzó el capitalismo extendiéndose a todo el planeta. En este período la transnacionalización del capital hizo inviables las guerras entre las potencias aunque mantuvieron el negocio de las guerras de rapiña "neocoloniales" atribuyéndose el rol de paladines de la democracia. Luego, las disputas entre las gigantescas corporaciones se atuvieron a lo político-económico y debido a su enorme capacidad productiva, acrecentaron la necesidad de realización del capital potenciando el consumo. Consolidado el imperio de la mercancía y el poder del dinero y las finanzas, la "civilización" capitalista acentuó su peor rostro. La acumulación de riqueza de unos pocos en detrimento de la gran mayoría, el éxito que premia la habilidad de imponerse al otro, el consumo como símbolo de diferenciación social y generador de enormes desperdicios que alimentan el despilfarro de recursos y de energía que conllevan la devastación del planeta y aquí paramos de enumerar "virtudes".

Frente a esa hegemonía opresiva surgen resistencias de distinta naturaleza y magnitud. Las grandes luchas de signo popular libradas en estos últimos años en Sudamérica horadaron el cerco "neoliberal" que parecía infranqueable. Sucesos que abrieron paso al ascenso de varios gobiernos que, limitaciones y diferencias aparte, engendran malestar y fricciones con el imperio y los establishment locales.

Si ahora enfocamos los atisbos de lo que está naciendo en contradicción con la cultura hegemónica, se notan cambios que semejan simientes de un futuro impredecible.

Al margen de las variaciones en las contradicciones de clase, materia de otro análisis, aparecen formas de relación social a contramano de las que engendra el capitalismo que ha impuesto en el mundo su marca "made in Occidente". Potenciado por lo económico que es determinante y base de su poder, ha exhibido una gran capacidad para absorber o neutralizar culturas diferentes. No obstante, las contradicciones que devienen de la explotación-dominación que ejerce, provocan reacciones en contra del sometimiento. Como ejemplo de esto emergieron las luchas de los pueblos originarios de América Latina y la "resurrección" de sus múltiples culturas que fueron soterradas durante cinco siglos. Entre ellas se destacan los pueblos andinos de Bolivia y los de Chiapas en México que produjeron experiencias muy ricas.

El tipo de relaciones que funcionan en esas comunidades así como las aperturas políticas que impulsan, en especial el zapatismo, resultan un cuestionamiento vivo a la lógica capitalista. A pesar de los cercos con que quieren aislarlos, han conmovido sus respectivos escenarios nacionales y trascendido a nivel internacional. Una muestra reveladora de sus concepciones se puede apreciar recurriendo al significado de dos de sus consignas: la del "buen vivir" y la de "mandar obedeciendo". La primera enuncia sintéticamente lo que se desprende de la cita de Gorz. Se concibe la vida como el bienestar del común ligado a relaciones humanas dignas en las que se practica el cuidado de la naturaleza y se enjuicia la voracidad del interés egoísta. La segunda, problematiza el poder y la representación proponiendo formas de participación efectiva opuesta a la opresión. Integradas ambas, constituyen un novedoso pronunciamiento contra la explotación y la dominación.

Se podría objetar que lo anterior procede de pueblos campesinos y que por tanto no se corresponde con el elevado nivel de urbanización mundial y la revolución tecnológica en marcha. Nosotros pensamos que expresan un alto contenido universal aportando aire fresco para la renovación de las políticas emancipatorias que tan necesario es repensar.

En esa tesitura también debemos reconsiderar los niveles micro de las relaciones humanas y los alcances de la revolución tecnológica en nuestras sociedades. Al respecto existen transformaciones "moleculares" cuyas proyecciones son un capítulo abierto. A eso se refiere la siguiente cita de Holloway: "El cambio social es más bien el resultado de la transformación apenas visible de las actividades cotidianas de millones de personas." ("Agrietar el capitalismo"; ediciones Herramienta, pág. 13)

Convivimos inmersos en una cultura hegemónica alienante que incluso quienes nos oponemos a ella tenemos introyectada en variables dosis. Sin embargo, la dinámica vertiginosa de nuestro tiempo, acelerada por la revolución tecnológica, incluye importantes cambios en la vida social que sedimentan con distintos ritmos.

El avance manifiesto en la liberación femenina, aunque limitado, parece monumental comparado al papel de la mujer en la familia patriarcal de pocas generaciones atrás. Y luego de la conquista de la ley del divorcio, la familia misma ha perdido la hipócrita cohesión que aparentaba a lo que se suma la reciente legitimación de las relaciones homosexuales. Asimismo, el vínculo entre las parejas es mucho más libre y para amplios sectores de la población no pasa por lo institucional.

En el campo de la ecología, la formidable agresión al planeta ha encendido múltiples luces de alarma y generado una creciente conciencia colectiva impulsada por los movimientos ambientalistas. Hoy ya resultan impensables planteos que promuevan la emancipación sin incluir estas problemáticas.

Por último y lejos de agotar el tema, queremos señalar algunos efectos "colaterales" del vertiginoso desarrollo tecnológico que es direccionado y financiado por el gran capital pero que no puede impedir fisuras e instrumentaciones contrarias a sus intereses.

Las redes informáticas han crecido notablemente como vehículo de convocatorias de distinto tipo. Testimonios de ello son las manifestaciones actuales en países árabes y Europa, las ideas zapatistas que surcaron el globo, WikiLeaks y también nuestras propias experiencias. Y así como el capital financiero se conecta al instante en todo momento, las interconexiones entre lo local y cualquier punto del planeta tienen una enorme potencialidad. Viabilizar la participación efectiva de la población controlando las burocracias estatales, intervenir en la elaboración de proyectos comunitarios, descentralizar y transparentar el poder, son algunas muestras de posibilidades futuras.

La desestructuración de los imperios se cuece a fuego lento. Quizá hayamos aprendido que la emancipación implica procesos azarosos, de largo aliento y que no se reducen al "asalto revolucionario". Las alternativas se van forjando al calor de las luchas y de las ideas renovadoras mientras el horizonte se perfila al ritmo de nuestros pasos. No existen garantías ni tiempos preestablecidos. Lo indispensable es el compromiso en la gestación de sociedades más justas, libres e igualitarias.---

Setiembre de 2011

Fuente: lafogata.org