Jorge Luis Cerletti |
El 19 y 20: Una interrogación al futuro.
Jorge Luis Cerletti
(*) En general escribo los textos en primera persona del plural pues
prefiero el nosotros al yo por más que dichos textos respondan a mis opiniones
como lo testimonia mi firma. Pero como en este trabajo menciono algunos
recuerdos personales, empleo la primera persona del singular.
2) Ideas que ya circulaban en ámbitos reducidos.
Corría el inicio de la década del noventa cuando se dio la convergencia de
varios "veteranos" que veníamos de distintas trayectorias. Compartíamos dos
niveles interrelacionados de frustraciones: la funesta reconversión del
peronismo con Menem a la cabeza y la implosión del socialismo. Ergo, sufríamos
la degradante "relación carnal" de aquel gobierno con el imperio sumado al
desconcierto que había generado la desestructuración del socialismo, fenómeno
teórico y político que conmoviera al mundo durante casi 150 años y principal
referente de los movimientos anticapitalistas del planeta y también del sector
revolucionario del peronismo.
En una de las primeras reuniones, en el departamento del compañero mendocino que
al cabo de varios años retornó a su provincia, su mujer e hijo nos bautizaron
"La Mesa de los Sueños" inspirados en el film "Sur" de Pino Solanas. Es que, en
medio de la desazón, comenzábamos a asumir una nueva "utopía" que recreaba la
esperanza y que resistía cualquier tipo de conformismo.
Entre las variadas actividades de aquellos años, "La Mesa" se constituyó en
editora de mi libro "El Poder y la necesidad de un nuevo proyecto" que salió en
mayo de 1994. En él se exponían ideas que estábamos debatiendo y que en buena
medida se anticipaban a las que circularon en el 2001/02. Y ya en la
presentación del libro planteábamos: "…la ausencia de certezas
inconmovibles o incuestionables, y una modalidad nueva de interrelación que
intenta conservarse `horizontal´."
Siete años y medio antes del acontecimiento del 19 y 20 de diciembre se vertían
algunas ideas, en ese texto, que en aquellas jornadas se transformaron en
acción. Y a título de ejemplo, transcribo varios párrafos ilustrativos:
"La democracia representativa impuesta en el mundo, con el peso de su
aparato cultural e institucional, tiende a perpetuar el poder del gran capital
bajo la apariencia de una legitimidad política que desmoviliza a los sectores
populares. Y uno de sus grandes logros ha sido generar un fuerte consenso que
incluye a la mayoría de sus víctimas." (página 60)
"La representatividad resultó siempre –voluntaria o involuntariamente- un
instrumento de dominio. Pero la originalidad de la etapa consiste en que ha
perdido su lazo interno." (…) "Se produce entonces un doble efecto. A la
diferencia estructural entre representante y representado –dirigente y
dirigido-, se suma un desplazamiento de campo: se trata de una dirigencia que se
dice representativa de un sector pero que obra por cuenta de otro. Y la doble
asimetría queda velada tras la figura del consenso que se obtiene al obturar el
vacío real mediante el recurso de la `legitimidad numérica´ controlada
por el poder que la instrumenta." (pág. 62)
"Si no se crean caminos de efectiva participación popular con nuevas formas de
autocontrol y horizontalización del poder, cualquier eventual fisura regenerará
la cultura madre: la de la explotación y el dominio del capital. Para que
germinen las posibilidades de que se rompa esa estructura hay que crear `un
afuera´. Con otra lógica y con modalidades de cultura y relaciones sociales
de diferente naturaleza." (pág. 65)
"Creemos que es posible intentar un camino de oposición al orden establecido que
vaya creando condiciones de horizontalización del poder. Y que las distintas
formas organizativas que se vayan creando deberán elaborar mecanismos de
rotación de responsabilidades y de control de gestión que limiten los efectos de
la representatividad. Evidentemente la democracia directa no está a la
vuelta de la esquina. Como tampoco lo está la nivelación de las enormes
diferencias socio-culturales entre las personas. Pero ningún abismo se puede
salvar si no existe el propósito previo. Y entender la importancia del tema ya
es un primer paso." (pág. 86)
En esos párrafos que cité se puede apreciar una matriz política afín con las
ideas que proliferaron en los sucesos de 2001/02. Y no se trata de "autorías"
sino que vivíamos un clima cultural político naciente donde debatíamos, en
ámbitos minoritarios, la crisis de varias "verdades" revolucionarias en que
habíamos abrevado y que fueron desvirtuadas por la implosión del campo
socialista. Discutíamos acerca del poder, del Estado, de las vanguardias y la
representación por citar algunas cuestiones relevantes. A todo esto, el 1º de
enero de 1994 se produjo la irrupción del zapatismo que en esa sintonía empezó a
difundir sus creativas ideas por el mundo. Tal experiencia original nos
entusiasmó pues contribuía sustantivamente a la búsqueda de nuevos rumbos hacia
la emancipación. Y bajo ese estímulo, la compañera de la Mesa Elsa González
participó en Chiapas del Encuentro preparatorio continental "Por la humanidad
contra el neoliberalismo" convocado por el EZLN. y que se realizó del 3 al 7 de
abril de 1996,
3) El "infierno" que interpela al 2001.
A diez años vista, relacionaré ahora lo anterior con el cambio de situación que
produjo el kirchnerismo en nuestro país. El proceso que abrió, sin entrar en
pormenores, revitalizó el rol del estado nacional y realizó una gestión que
generó una fuerte adhesión popular restituyendo la legitimidad de la democracia
representativa. Emergente de la política tradicional, logró la recomposición
económico-social del desmadre del 2001 al que enjuicia aunque omite el sentido
innovador que traía aparejado. Y no es casual que lo omita a diferencia de
quienes lo valorizamos, pues ambas interpretaciones responden a distintas
concepciones de la política.
Una visión es la de quienes asumimos el significado innovador de ese
acontecimiento, opción que abordaré luego. La otra, ampliamente mayoritaria, es
la que muestra sólo lo calamitoso de la crisis tal como lo expresa el gobierno y
también gran parte de la oposición llamada "progresista" aunque ésta, a su vez,
lo ningunea como promotor de la recuperación que posibilitó salir del "infierno"
de la crisis.
Precisamente "infierno", término de gran relevancia simbólica,
sintetiza la visión dominante. Concedamos que la invocación al averno
resulta una referencia bíblica aceptable si sólo remite a las políticas
"neoliberales" de Menem y de la Rúa que causaron efectos sociales devastadores y
el vaciamiento económico del Estado.
Sin embargo, constituye una verdad a medias cuando se considera la
responsabilidad de casi todo el arco político ante tamaño desastre. Es que las
llamas alcanzan no sólo a los "enterradores" sino también a un buen número de
los actuales "salvadores". Mas, la importancia del acontecimiento trasciende la
nómina de "pecadores conversos". Lo significativo y original de la marca que
dejó el 2001 fue el repudio generalizado a todo el sistema político responsable
de la democracia representativa en colusión con los intereses de la gran
burguesía local y extranjera. Semejante rechazo se puso de manifiesto en los
niveles de participación popular y en la creatividad desplegada que, sin amos ni
directrices mediáticas, dejaron huellas novedosas en nuestra historia política
reciente que siguen vivas en las ideas y en diversas experiencias.
Ahora bien, tanto la salida definitiva del "infierno" que postula el
kirchnerismo como la creación de alternativas emancipatorias, deben resolver
una cuestión clave que las condiciona fuertemente. En el primer caso, lograr
el desarrollo de un capitalismo benefactor "autóctono" supeditado a las leyes
del proceso de acumulación del capital y conviviendo con los centros hegemónicos
de poder mundial encabezados por el sector financiero. En el otro, crear nuevas
políticas anticapitalistas que fisuren la dominación del gran capital en camino
a sociedades más justas e igualitarias. Como se puede inferir, ambas opciones
remiten al problema de los tiempos que más adelante trataré.
Antes de pasar al punto siguiente, una acotación que me suscita el simbólico
"infierno". Su invocación conduce tácitamente a la existencia del demonio
lo que demanda su caracterización política. Y en cuanto se va al fondo del
asunto entramos al reino de las inmensas corporaciones que forman el núcleo
principal de poder mundial que atraviesa prácticamente a todas las naciones. A
pesar de esto, en nuestro país se produjo una evidente recuperación económico
social, fenómeno tan imprevisible como lo fue la emergencia de quien lo
promovió, el kirchnerismo. Este suceso potenciado por otros de signo similar
producidos en varios países latinoamericanos, ha abierto expectativas e
interrogantes de distinta magnitud.
Ahora no analizaré la política del gobierno pero dejo abierto el
interrogante sobre la cuestión clave que señalé y que afecta a nuestro futuro y
a la forma de encararlo. Volviendo a la metáfora aludida, pregunto: ¿se puede
permanecer fuera del infierno sin erradicar las raíces del mal que lo instaló? O
dicho de otro modo, ¿qué perspectivas tiene querer amoldar el sistema a los
intereses populares en esta etapa de exacerbada concentración y centralización
del capital hegemonizado por las transnacionales?
4) La otra mirada: el 2001 un punto de partida hacia el futuro.
El espacio de los que asumimos el acontecimiento de 2001 muestra un variado
abanico de posturas y matices. En consecuencia, precisaré mi punto de vista en
torno a la problemática actual que incluye mi visión sobre el gobierno.
A tal fin, me parece un método constructivo para nuestro campo considerar las
aperturas privilegiando los principales obstáculos propios a superar. Lo
cual presenta una doble ventaja: induce a pensar en los problemas comunes y
ayuda a eludir diálogos de sordos. Y si primara ese criterio, se facilitaría la
producción de debates positivos que contribuyan a la construcción colectiva.
Parto de la necesidad de superar el capitalismo dado que su matriz constitutiva
se basa en la explotación y la dominación, su real razón de ser. E inherente a
su genoma es la generación de injusticias y miserias que son por demás
conocidas. Enfrentándolas, se libran múltiples luchas de distinta índole y entre
las cuales se desarrollan nuestras apuestas políticas que apuntan al largo plazo
pero que deben materializarse respondiendo a las exigencias del día a día.
Desde esa mirada y como señalé más arriba, el 2001 resultó un acontecimiento
(imprevisible como el que más) que puso en acto muchas de las ideas que
circulaban en nuestro medio y que tenían gran sintonía con el cauce abierto por
el zapatismo.
El nudo gordiano para los que nos oponemos al capitalismo y no queremos
repetir frustraciones conocidas, es gestar una construcción política que
revolucione la concepción revolucionaria clásica. Planteo que se centra en
la problemática del poder y que exige correrse de la praxis tradicional. Ergo,
reformular el rol del Estado, la representación y el despegue cupular de las
vanguardias. Pero esa apertura choca con la cultura hegemónica que nos bloquea y
con el precedente histórico de la exitosa toma del poder revolucionario
desgajado de su posterior derrumbe. El problema también lo trasluce esta
pregunta: ¿cómo construir un poder que, negándose en interioridad, sea capaz
de vencer al poder súper concentrado que engendra la dominación?
Resulta evidente que hoy la infinidad de batallas de distinto calibre que
asedian al capitalismo todavía no le impiden absorberlas. Y de la capacidad de
absorción y supervivencia del sistema brotan los desafíos en torno
a la gestación de nuevas formas de lo colectivo que socaven su dominación en
camino a la emancipación. Pensemos que recién pasaron dos décadas del
desmoronamiento del campo socialista y ya aparecen variadas experiencias locales
y extranjeras que transitan nuevos caminos.
Según esbocé, las aperturas en curso conviven con una tensión entre el contexto
en el que se desarrollan y las perspectivas a largo plazo que emanan de sus
propuestas. Esa tensión se da hoy adaptada a las actuales circunstancias las que
provocan distintas interpretaciones que con cierta frecuencia producen malos
entendidos y fragmentación. Creo que no tenemos suficientemente en claro la
cuestión de los tiempos, o sea, la tensión entre el corto y el largo plazo y
esto perjudica los nuevos intentos.
Esa tensión alberga una ardua y controvertida dificultad relativa a la
relación entre las necesidades sociales y la política. Y como ambas,
con sus respectivas incumbencias, forman parte de la problemática de la
emancipación, si se las disocia se obtura el lazo entre las relaciones de
explotación y las relaciones de dominio. Diferentes sí, pero en simbiosis dentro
del capitalismo a pesar de sus cambiantes momentos.
En ese plano, un aspecto a evaluar son los alcances de las políticas estatales
respecto de la satisfacción de las necesidades sociales. Las aperturas
emancipatorias no pueden permanecer ajenas a ese problema sin que ello implique
confundir necesidad con asistencialismo. Por eso valorar las gestiones estatales
que mejoren las condiciones de vida de la población no significa hacer
concesiones al clientelismo que debe ser combatido allí donde se dé. La
diferencia fundamental se da cuando las reivindicaciones provienen de una
genuina participación popular que exige justicia frente a la explotación y
opresión que ejercen los dueños del capital y sus servidores.
La disociación que mencioné influye en la evaluación de la "política realmente
existente" induciendo posturas que tienden a subestimar la complejidad de la
situación actual al desconsiderar contradicciones y nivelar diferencias. En
resumidas cuentas, se exige a las políticas estatales lo que es objeto de
creación de las corrientes emancipatorias. Lo cual no supone desconocer que
aquellas políticas se desarrollan según las reglas del juego del capital. Pero
esto no anula las pugnas sectoriales, la incidencia de las relaciones de fuerza,
ni los momentos políticos cambiantes, tantas veces impredecibles por más que se
desarrollen dentro del marco sistémico. Por ejemplo, cuán previsible resultaba
que un militar venezolano planteara el Socialismo del Siglo XXI; que un obrero
metalúrgico de izquierda y luego una ex gurrillera gobernaran en Brasil bajo el
imperio del gran capital; o que un ex gobernador que no confrontó con el
menemismo, encabezara en su presidencia una franca oposición al neoliberalismo
"carnal" del riojano.
A todo esto, no hay duda que una política independiente del Estado que asuma el
legado de 2001 es opuesta a la construcción piramidal partidocrática del
kirchnerismo y a sus vínculos contradictorios con el establishment. Pero
exigirle a aquél lo que es ajeno a su naturaleza política induce a error.
Simétricamente y por la misma razón, obviar sus limitaciones crea falsas
expectativas en sus sectores más radicalizados.
En suma, dentro de los condicionamientos hegemónicos actuales, las
contradicciones de los sectores populares con el Estado se atemperan bajo
gobiernos que contemplan sus necesidades mientras que si es piloteado por
representantes directos o testaferros del gran capital, se agudizan y se
antagonizan. En este período, un dato político no menor es que lo más conspicuo
del establishment, abierta o encubiertamente, se opone al kirchnerismo. Y fueron
los choques y roces recíprocos los que le granjearon una alta adhesión popular.
Por eso es probable que las políticas a distancia del Estado, hoy y durante un
tiempo impreciso, se desarrollen en tensión con el gobierno pero sin que se
generen antagonismos. Claro, esto es fuente de desacuerdos en nuestro campo pues
la estructura del Estado resulta condicionante y, como tal, es expresión de un
orden jurídico legal y burocrático conformado desde y para el sistema
capitalista. Empero, establecer quiénes conforman "el campo del pueblo" (Mao
dixit), es una exigencia que debe responderse en situación y atentos a las
características políticas de cada etapa.
Ahora bien, crear políticas superadoras del capitalismo es el gran desafío de la
época pero aún no terminamos de desprendernos de las cargas del pasado y son
relativamente recientes las nuevas ideas que afloran y circulan por el mundo. No
obstante, con esa impronta se han ido gestando movimientos que cobijan
experiencias muy diversas que a su vez mantienen un sello común: el
cuestionamiento a la representación política y, por extensión, a la
democracia representativa made in occidente. Tal como está aconteciendo hoy en
Europa con sus "indignados" y hasta en los Estados Unidos e incluso con las
rebeliones en África con sus puebladas de distinto signo. En ese sentido,
Latinoamérica resultó pionera y en nuestro país se cuentan numerosas
experiencias que abrieron esa senda. Los inaugurales piquetes de Cutral Có, el
acontecimiento de 2001, sus asambleas y las fábricas recuperadas, la defensa de
los campesinos e indígenas de sus tierras invadidas por quienes se enriquecen
con la burbuja de la soja, las batallas que libran tantas comunidades del
interior por la preservación del medio ambiente y en oposición al extractivismo,
son sólo algunas de las múltiples expresiones herederas de la larga tradición de
lucha del pueblo argentino y donde hoy se vislumbran otras formas de
construcción política. Diría que son nuevos embriones de cara al futuro.
5) Dificultades y posibilidades de lo que puja por nacer.
Con la metáfora de los embriones sugiero dos cosas. Una, referente al estadio de
su desarrollo y la otra, apunta a la vitalidad creadora que debe alimentar a las
políticas que posibiliten su alumbramiento.
Asocio lo embrionario a esta etapa inaugural que presenta un terreno desconocido
en el que las grandes revoluciones dejaron un imprevisible vacío. Mas, la vida
continúa y ser fiel a la esencia de justicia e igualdad que portaban, demanda
avanzar más allá de las limitaciones que evidenciaron e innovar creativamente.
Exigencia que supone transitar por un territorio minado de dificultades.
La primer y gran dificultad deriva de la hegemonía del capitalismo que
naturaliza sus relaciones sociales. Su discurso moldea la opinión publica y
penetra también en la "izquierda", en el "progresismo" y en las corrientes
"nacionales y populares". Quienes, al margen de sus notorias diferencias,
conforman el amplio espectro de los que se titulan opositores de la "derecha".
Pero todos comparten un suelo común que descansa sobre la concepción estatal de
la política y la representación que la acompaña. En eso poco se diferencian de
la "derecha", proverbial usufructuaria del Estado al que sólo denuncia si
interfiere sus negocios. Así, los presumibles opositores corren el probado
riesgo de resultar ejecutantes de un instrumento que termina instrumentándolos.
Y allí reside un "enemigo estructural" de las políticas que impulsan la
emancipación. Testimonio de ello son los victoriosos movimientos libertarios más
importantes de la historia que concluyeron sucumbiendo ante ese inesperado
contrabando.
Corolario de lo anterior y como expresión de ese grave y perturbador problema
irresuelto, nuestra apertura es enjuiciada por "la izquierda" que se cree la
auténtica "vanguardia" anticapitalista. Bajan línea y repiten el consabido
manual del poder sin reparar, en toda su dimensión, que "el último capítulo"
remitió al punto de partida. Y sin proponérselo, se sujetan al status quo al no
asumir realmente la problemática clave de esta época: la gestación de una
profunda transformación política. Como oficiantes de las políticas estatales, no
sobrepasan los límites del sistema en este período en el que prima la
incertidumbre porque todavía no emergen alternativas superadoras.
Para reflexionar en torno a ellas es preciso incorporar el problema de los
tiempos, harto complejo pues se liga a lo múltiple y dinámico de las
situaciones. Y de éstas brota la tensión que se da entre un actualismo sin
futuro y un futuro ajeno a la actualidad.
Dentro de ese marco se inscribe la "realidad nacional" y las lecturas sobre el
kirchnerismo que incide decisivamente en la situación actual. Aquí emitiré ideas
complementarias a mis anteriores reflexiones para luego asociarlas a los
obstáculos con que tropieza la apuesta política a distancia del Estado. Y ésta,
para mí, es una cuestión central que apunta en otra dirección a los avatares que
involucran a la gestión K. Me refiero a la naturaleza de las propuestas y a la
metodología de construcción con independencia de quiénes sean sus protagonistas.
Comienzo por señalar algunos aspectos contradictorios de la concepción
kirchnerista que, por sus implicancias, me interesa destacar.
** Lo nacional y popular hoy es una categoría política tan
significativa como lo fuera ayer la del socialismo nacional, dicho al
margen de sus contextos y notorias diferencias.
En esencia propone un capitalismo nacional basado en la producción y en
el desarrollo tecnológico autónomos bajo el control regulador del Estado. Para
lo cual impulsa la expansión del mercado interno alimentado por el consumo
como categoría social virtuosa según reza su propaganda.
Más allá de los fines económicos que se le adosen, quiero marcar las
consecuencias político-ideológicas que se desprenden de dicha categoría. La
apología del consumismo, indisolublemente unido al proceso de acumulación
del capital, tiende a la enajenación de las subjetividades
invisibilizando la explotación y su desenmascaramiento y a la vez opera como
caldo de cultivo de un individualismo nocivo.
** El discurso de lo popular tiene alto impacto y concita amplias
adhesiones. Sin embargo, ese mensaje que moviliza y atrae a importantes sectores
de la juventud, entra en franca contradicción con la metodología de construcción
K, verticalista y piramidal al mango. En eso mantiene y acrecienta la fuerte
tradición personalista del peronismo en un período de empobrecimiento general de
la militancia comparado a otros momentos de gran influencia del activismo. Y por
ahora predominan los acuerdos y negociaciones entre dirigencias de dudosa
fidelidad a los intereses de las mayorías que "representan" y no es esperable
que tales prácticas se modifiquen.
** Una de las consignas "político-económicas" de gran relevancia y que
ilustra las características de la presente etapa, es mantener y acrecentar
los puestos de trabajo. Y tanto el gobierno como el sindicalismo resultan
sus encumbrados voceros al margen de sus desavenencias actuales. Esa legítima
exigencia propia del tiempo que vivimos, a su vez expresa claramente el
sometimiento del trabajo al capital. No sólo muestra los límites del neo
desarrollismo, sino que también testimonia los cambios operados en las últimas
décadas y trasunta la debilidad política de las corrientes emancipatorias,
Este sintético punteo referido a las contradicciones de la política K, en rigor
remite al "capitalismo nacional" por el que aquélla apuesta. El cual dista de
encarnarse como capitalismo de estado debido a la fortaleza del capital
monopólico que rige nuestra economía sumado a los condicionamientos que generan
quienes dominan a nivel mundial. Algo muy distinto es la potencia del
capitalismo de estado en China. Lo cual incluye el "pequeño detalle" de la
magnitud de ese país "socialista" reconvertido en la segunda potencia mundial
capitalista. Y justamente ese vuelco unido a la implosión del campo socialista,
fueron sustantivos detonantes de nuestra apertura.
Al retomarla ahora, voy a contrariar expectativas que pretendan soluciones a
corto plazo. En lo fundamental, porque pienso que no existe una solución
sino múltiples experiencias e ideas que se ensayan en el "mosaico mundo" y que,
con sus respectivas características, aportan a lo que está naciendo. Y este
proceso llevará un impredecible tiempo de maduración. Asimismo, la orientación
que asumo cuestiona las relaciones de poder y es contraria a las clásicas
"bajadas de línea". En consecuencia, para mí sigue siendo válido aquello de
"caminante no hay camino, se hace camino al andar".
6) Enfocando obstáculos.
Al inicio del punto cuatro sugerí, como método constructivo y plural para el
intercambio de ideas, privilegiar los principales obstáculos propios. A
tal fin, enfocaré de manera sintética los que considero de mayor gravitación.
Por supuesto, los mismos tienen vasos comunicantes que los relacionan entre sí.
a) El Estado como institución madre de la organización
social, no parece tener sustituto a la vista ni da señales de mutar su papel de
garante de dominación.
Esto implica serias dificultades que aumentan en proporción directa al
número de habitantes sobre los que aquél ejerce su soberanía. Las ciudades y ni
qué decir las megalópolis, son conglomerados que potencian el obstáculo. En
resumen, se plantea la problemática de la convivencia humana despojada de
relaciones de explotación y de dominación en un momento histórico por demás
contradictorio en que dichas relaciones han recrudecido notoriamente. En
contraste, la producción global permite superar la "escasez" posibilitando
condiciones de vida dignas a toda la población mundial. No obstante, el
capitalismo no sólo desvirtúa esa posibilidad sino que genera otra grave
agresión, la que "sus negocios" provocan en la naturaleza.
Cambiar esa situación a nivel macro, hoy parece inalcanzable. Es como tratar de
erigir una torre de cincuenta pisos sin construir sus fundaciones. Y en eso
estamos, tratando de acumular "materiales" con los que ya se están construyendo
algunas bases. Sólo que en vez de pensar en obras monumentales debemos empezar
por casas de barrio. O sea, partir de lo micro transitando hacia un cambio de
escala. Y en ese sentido no debemos tabicar experiencias. El Estado como
estructura es impermeable a las transformaciones de fondo, pero como lugar de
conflicto presenta una "porosidad" proporcional a las presiones y luchas de que
es objeto. Luego, no es indiferente que éstas le arranquen concesiones a la
dirigencia política y a la burocracia administrativa, ni tampoco el grado de
receptividad o de oposición de aquélla.
En ese nivel hay experiencias dignas de atención, tal el caso de Bolivia, quizás
el más sugerente. Su Estado plurinacional exhibe contradicciones entre algunos
movimientos sociales indígenas y el gobierno, aunque éste da muestras de
voluntad por encauzarlas y para que se amplíen sus bases y la participación
popular. Para ilustrar la complejidad y alcances de lo que allí se está
ensayando, extractamos algunos párrafos del reportaje a García Linera que
publicó Página 12 el 16/01/12 y que brinda material para la reflexión:
"Y el imaginario en torno del cual partidos, dirigentes, universitarios y
académicos organizamos la vida, es otro, es un trípode: plurinacionalidad,
autonomía y economía plural, que organiza el imaginario colectivo de la
sociedad."
"….un nuevo Estado no anula las luchas, ni las contradicciones; simplemente las
desplaza. Esas contradicciones de la sociedad ahora atraviesan también al
Estado. Por eso entramos en una nueva etapa que hemos denominado de tensiones al
interior de la sociedad y del Estado."
"….el porvenir sigue siendo incierto, y será una obra de creación colectiva, de
debate, de duda y de avance colectivo. Nadie tiene definido el horizonte, ni
está esperándonos en la esquina el comunismo."
" El Estado tiene sus formas, exige una representación del propio poder, por muy
amplio que sea en la discusión, en la reflexión y en la consulta. Es parte de la
propia retórica, de la propia catequesis del Estado. No debiera ser así, pero va
a funcionar así un buen tiempo, porque así viene funcionando también hace un
buen tiempo. Si no lo haces así, se te erosiona el principio de autoridad, por
muy colectivamente que lo hayas construido."
b) La representación que funciona como lazo político
social, determina y congela los lugares de representante y representado
estableciendo un vínculo que se convierte en sujeción del segundo respecto del
primero.
Hasta ahora la representación funcionó como vía regia de acceso al poder.
Porque, de hecho, traslada la capacidad de decisión sobre unos pocos que se
hacen cargo de los mandatos transferidos por los otros (que suelen ser los
muchos). Y la historia de la democracia representativa refleja fielmente
el fenómeno de transmutación de mandatos. Como organización macro institucional
controlada por los sectores hegemónicos, en este período facilita la
legitimación de las minorías propietarias del gran capital que así obtienen el
necesario consentimiento de la población sobre la que ejercen su dominación. En
general las crisis y en particular la actual que afecta a los Estados Unidos y
Europa, corazón del poder mundial capitalista occidental, transparentan con
nitidez las falacias de la representación. Los principales partidos políticos
aparecen tal cual son, agentes de los establishment de cada país y de las
grandes corporaciones.
Mas esa funcionalidad apta para las manipulaciones cobija un problema real. El
de conciliar las decisiones que hacen a la vida del común con las dificultades
que suscita el número de los afectados que debieran intervenir. Luego, el
problema deriva hacia las formas de intervención. Y una de las respuestas radica
en la democracia directa que generalizaron las asambleas en los sucesos
de 2001/02 y que cuenta con variados antecedentes internos y externos,
comenzando por la antigua Grecia. Pero cuando el ámbito decisorio trasciende lo
local con su espacio concreto y conocido, las dificultades crecen a medida que
se amplían las áreas de influencia y su complejidad (intendencias, provincias,
naciones…). Y esto bajo las acechanzas de cooptación del Estado y de las
organizaciones privadas y públicas (grandes empresas, iglesias, partidos, etc.)
El cuello de botella de la representación es un permanente reto a la apertura de
nuevas formas de participación donde la lucha cultural política debe librarse,
de modo sostenido, entre todos y cada uno. Quizás el mayor desafío provenga de
nuestro interior, de los propios liderazgos y de las vanguardias hasta ahora
imprescindibles para lograr la victoria de los movimientos liberadores. Y esto
es tan cierto como la "trampa" que encerró: la creciente distancia entre
representantes y representados que desembocó en ruptura. ¡¡Vaya paradoja!!
c) La extensión y raigambre de la cultura mercantil
íntimamente vinculada a la historia y al presente del capitalismo.
La enajenación y el fetichismo que caracteriza a la mercancía es una cuestión
conocida, al menos de Marx a esta parte, y el dinero su mediador por excelencia.
Sin embargo, no ocurrió ni ocurre lo mismo con su funcionalidad íntimamente
asociada al desarrollo del capitalismo. Verbigracia, en el territorio material y
también espiritual del socialismo, o sea de quienes se opusieron a la
explotación del capital, no se pudieron superar las relaciones mercantiles entre
las personas ni entre el Estado y su población. A punto tal que este último no
dejó de ser un Capitalismo de Estado que prohijó, con el correr de los años, a
un capitalismo hecho y derecho.
Emerge entonces otra pregunta en busca de respuesta: ¿cuál es el significado que
debe tener el socialismo hoy?
d) "Lo realmente existente" remite
a las políticas actuales y según sea el modo como se las encare, aparece el
problema de la tensión que apuntamos al final de la página 6, "entre un
actualismo sin futuro y un futuro ajeno a la actualidad".
Los obstáculos que señalé convergen en este punto que nos sitúa de cara al
presente. Al respecto, explicito mi postura para facilitar el intercambio de
ideas con los compañeros que comparten mi orientación (diferencias incluidas) o,
a nivel más amplio, los que integran el campo del pueblo. A tal fin, expongo mi
mirada acerca del período actual.
Parto de la base de que, a escala internacional como de las naciones, se ha
producido un retroceso manifiesto referido a los movimientos de liberación que
proliferaron durante casi todo el siglo XX y que dejaron la marca de sus grandes
revoluciones. Hoy domina, urbi et orbi, el capitalismo con las políticas
estatales de variado signo que asumen esa pertenencia con todas las variaciones
que se quiera. Obviamente, políticas que siguen teniendo como eje fundamental el
control del Estado, matriz de la política realmente existente, antes y
ahora. En cambio, las semillas de lo nuevo se desarrollan en los poros de
nuestras sociedades y nacen de las luchas populares con efectos de variable
magnitud e incidencia según los casos. Mientras que en el ámbito estatal y
dentro de los límites sistémicos, en Latinoamérica se dan situaciones con
sensibles diferencias de acuerdo a los países que se consideren. A título de
ejemplo, vale apuntar la distancia que existe entre lo que acontece en Bolivia
confrontado a lo que sucede en Chile.
Ante las contradicciones que conlleva lo "realmente existente", considero
erróneo descalificar en bloque las políticas estatales por las siguientes
razones. Primero, porque todavía no aparece ningún país en el mundo en
las que aquéllas no resulten hegemónicas y donde se hayan generado alternativas
políticas que las comprometan realmente. Segundo, porque nuestra opción
independiente del Estado es bastante reciente (alrededor de veinte años), y
entiendo que estamos transitando por una etapa experimental. Tercero,
porque mantenerse a distancia del Estado no significa ignorar las
contradicciones que generan en su interior las luchas populares. Así también y
como producto de ellas, se abren espacios que posibilitan marchar en sintonía
con los compañeros de base que apoyan a gobiernos afines, tal como ocurre en
nuestro país. Cuarto, porque creo que "demonizar" al gobierno es mucho
más fácil que tender puentes con quienes lo apoyan sincera y desinteresadamente.
Quinto, porque esa actitud contribuye a nuestro aislamiento, dificulta el
diálogo con parte importante del campo del pueblo y estimula la nociva tensión
que aludimos al principio. Y si se compara con lo que practican los pregoneros
del gobierno que ubican al mismo en el "paraíso", posturas que aparecen en las
antípodas vienen a resultar algo semejante, lucen un sectarismo simétrico pero
de signo invertido.
En síntesis, no debemos desaprovechar los momentos y espacios favorables para ir
desarrollando políticas a distancia del Estado lo que implica difundir la
problemática que sostenemos en círculos crecientes de nuestra sociedad.
Lógicamente, ésta es una tarea de largo aliento mientras que en el día a día se
protagonizan experiencias que a través de ensayo-error deberán aportar a ese
crecimiento colectivo. Y para esto no existen fórmulas que garanticen
resultados. Lo indispensable es no resignarse al status quo, a sus injusticias y
al inmovilismo que induce.------
Jorge Luis Cerletti
(30/01/12)