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Raul Cerdeiras

El regreso de la política. ¿que política?

Por Raul Cerdeiras
La Fogata

El argumento preferido del gobierno, es decir, de lo que se ha dado en llamar el kirchnerismo, es que con ellos se ha producido la vuelta de la política. Es realmente importante que se ponga en la mesa de discusión qué significado real tiene la política para así poder dilucidar qué es aquello que ha vuelto. Es bueno que se diga "hablemos de política".

La tesis Kirchnerista es la siguiente: con este gobierno retorna la política porque expresa la voluntad de poner los recursos del poder del Estado como medios idóneos a los efectos de producir transformaciones socio-económicas en dirección de lograr una mayor inclusión y un más equitativo reparto de la riqueza en el interior de un sistema mundial globalizado, llamado capitalismo. A este sistema mundial integrado nadie puede soñar con que se lo pueda siquiera perturbar seriamente, sino que, por el contrario, se debe acompañar a los gobiernos progresistas de la región estratégicamente encaminados a disputarle a los centros imperiales tradicionales una mejor tajada en el reparto de la riqueza mundial a cuya producción Latinoamérica aspira a integrarse.

Si fuera un típico militante de la vieja y anquilosada izquierda, diría con su simple suficiencia: "toda política que no se proponga destruir al capitalismo tomando el poder del Estado, aboliendo la propiedad privada de los medios de producción e implantando una sociedad sin clases (¿socialista?), es puro reformismo pequeño burgués, una trampa, no sirve." No me sitúo en esa perspectiva. El Kirchnerista aprovecha esta débil posición para deshacerse de todo ataque por la "izquierda". Aprovechará para lanzarle la clásica andanada de desprecio a estos "iluminados" y "almas puras" que lo único que exhiben es su impotencia para recalar en el seno del pueblo. Además será un momento propicio para enrostrarles, una vez más, que el pueblo siempre les dio la espalda, que fue el justicialismo quien lo sacó de la postración y lo llevó a la dignidad política y social. Torpe crítica y torpe contra-crítica. Ambos piensan como si la historia se hubiera congelado en el período 1945/1974. Me pregunto: ¿habrá una manera de poner en evidencia que lo que en tiempos pasados representaba un conflicto "consistente" de acuerdo a la lógica en que se pensaba y practicaba la política, hoy forman dos variantes estériles de un mismo dispositivo de la política? Eso espero poder hacer.

Comencemos diciendo que la operación Kirchnerista consiste en diferenciar dos momentos: a) la época del neoliberalismo a ultranza del menemismo y la tibia medicina de la Alianza que en definitiva fue más de lo mismo; y b) el comienzo de la gestión del Frente para la Victoria. En la década de los 90 se impuso la fría lógica del mercado que arrasó el espacio público y no sólo ausentó al Estado sino que lo sometió directamente a gerenciar los intereses del más salvaje capitalismo mundial. Entonces asume Néstor y comienza la vuelta de la política: el Estado reasume su papel hegemónico en las decisiones y empiezan a producirse medidas que retrotraen algunas privatizaciones escandalosas, y la intervención directa del Estado prueba su capacidad para morigerar los efectos del capitalismo, con políticas de subsidios, planes sociales, emprendimientos productivos, etc. A esto hay que sumarle la lista de medidas que constantemente exhibe el gobierno, como el juicio a los represores de la dictadura militar, el matrimonio igualitario, la no judicialización de la protesta social, la renovación de la Corte Suprema, ley de medios, etc.

Bien, todo esto es archiconocido. Ahora hablemos de política: ¿qué subjetividad política está produciendo y sosteniendo todas estas medidas de gobierno? La subjetividad política significa acceder a las ideas que se propagan y se inculcan en la población y en el seno de las cuales los hombres y mujeres pensamos nuestras condiciones reales de existencia en el colectivo social. Esas ideas y pensamientos pueden ser explícitos ("venimos a ayudarlos para que tengan una vida mejor") o implícitos, es decir, están retirados en una segunda línea pero son los presupuestos que guían las medidas gubernamentales ("los pueblos son víctimas indefensas"). No existe ningún programa de gobierno que no revista esta doble dimensión: una medida y una subjetividad política que se esparce ya sea como consecuencia o como premisa. Las políticas reaccionarias tratan de no hacer visible esa doble dimensión. ¿Por qué?, porque para ellas la política se reduce a la gestión, a las medidas de gobierno, porque entienden que la política es un medio, una técnica al servicio de administrar la cosa pública. Huyen despavoridos ante la afirmación de que la política es un pensamiento, que hay pensamientos reaccionarios y que ellos también lo tienen. Todo lo que argumentan lo reducen al papel de una explicación y/o justificación de las medidas que se toman, pero se guarda un gran silencio respecto a la subjetividad política que promueven y la que está presupuesta operando en las sombras. Los únicos efectos y causas que les importa son los de las medidas, y un discreto silencio respecto a la política real que activan.

Pero en donde otros callan nosotros gritamos, porque pensamos que allí está el punto neurálgico para abordar hoy la cuestión de la política y, en especial, de las políticas emancipativas. Tratemos de ver cuál es la subjetividad política que comanda la idea central del kirchnerismo acerca de la "vuelta de la política" que es esgrimida como idea eje de las medidas de gobierno.

Esa subjetividad política se aprecia de inmediato al percibir que el relato de la vuelta de la política después del período neoliberal descarnado, adolece de lo que quiero llamar el "gran olvido".

El olvido se centra nada más y nada menos que en la época en donde la gente desde abajo empieza a reaccionar contra el modelo neoliberal y sus efectos catastróficos. Es el movimiento piquetero, de desocupados "excluidos", de las jornadas del 19/20 de diciembre de 2001, de los cacerolazos, del "que se vayan todos", de las asambleas barriales, de las fábricas recuperadas, de la caída de un gobierno…Todos somos conscientes de que esos acontecimientos se fueron fraguando por fuera de los partidos y las organizaciones sindicales estatales, que representó una experiencia que ha dejado huellas importantes en la historia reciente de nuestra política, que se conformaron discursos y formas organizativas inéditas para el orden "ordinario" de la política, que ensancharon nuevos horizontes en las perspectivas de una mirada emancipativa, etc. Pues bien, en su visión de la vuelta de la política del kirchnerismo, esta época no es política, es sencillamente anárquica. Es considerada como una reacción a la que hay que encuadrar orgánicamente dentro del Estado y sus instituciones, más aún, creen que ha sido su mayor mérito haber comenzado esa tarea desde el momento que asumen el gobierno en el 2003.

Pero Dios los crea y ellos se juntan…porque quienes participamos en esas jornadas afirmando algunas ideas nuevas o empezando a avizorar que se rompían los viejos moldes de las políticas del pasado, chocamos justamente con la anquilosada izquierda que también quería a su manera cooptar el proceso en marcha con el argumento del "espontaneísmo", la falta de encuadre en las "estructuras partidarias", la ausencia de la "ideología proletaria", en fin, despachando todas sus antiguas recetas y en vez de verse interpelados por los procesos vivientes trataban de reducirlos a sus gastados esquemas.

Si en esas épocas el kirchnerismo brillaba olímpicamente por su ausencia, después de asumir Duhalde va a diagnosticar esta secuencia de igual manera que la vieja izquierda. Esto es de la mayor importancia para demostrar que hoy no cabe ninguna diferencia de fondo entre la pobreza de la izquierda ortodoxa y los restauradores de la política. Se podrán pelear y chicanearse en el día a día, pero en el momento de plantear con firmeza que ninguna política emancipativa tiene futuro si no se rompe radicalmente con las estructuras de la vieja política: Estado, representación, voto, partidos, etc., su unidad es perfecta.

El único registro de esas jornadas en el discurso del Estado interventor Kirchnerista es indicar la fecha de referencia para tomar los indicadores económicos y sociales para poder compararlos con los resultados de su gestión. Constantemente, decía Kirchner en sus discursos, "Argentina en el año 2001 era un infierno". En la "vuelta de la política" esta política señala al período en cuestión como una simple marca en donde ubicar una base de datos para la comparación entre un antes y un después. Y es lógico que así sea si por política emancipativa hay que aceptar lo que pregonan y hacen. En efecto, en esos años el Estado no estaba socorriendo a los desheredados del sistema, ni interviniendo con sus partidos para encausar al pueblo en las calles ni sometiendo sus reclamos a los "debates democráticos" del Congreso, ni la CGT organizando treguas y acuerdos con las patronales, etc.

Al ubicar a la izquierda junto a la oligarquía el kirchnerismo limpia de un plumazo toda posibilidad de ser cuestionado por el sacudón político formidable que se dio en el período que intenta acallar. El terreno queda despejado para la clásica opción entre la derecha extrema aliada a la izquierda o ellos. Por eso es de vital importancia trazar una nueva demarcación del campo político en donde quede bien en claro que hay otro lugar —por incipiente que sea— desde donde interpelar e intervenir en política. Su huella es el 19/20 de diciembre de 2001.

Borrar este período, que se conjunta con la lucha de los Sin Tierra en Brasil, con la rebelión en Bolivia, el Caracazo en Venezuela, con la sublevación de las comunidades campesinas en Ecuador, con el Zapatismo en México, etc. es no solo evidente sino necesario. Necesario porque la razón misma de ser de los gobiernos progresistas de la región estriba justamente en su capacidad para diluir esas experiencias radicales que sacudieron a América Latina, poniéndola en el mundo a la cabeza de las luchas contra el neoliberalismo, con ideas y acciones que apuntan a formas nuevas de emancipación. Podríamos decir que la fuerza de esas rebeliones fue tal que anidan en el corazón de estos gobiernos, pero no justamente para desarrollarlas y profundizarlas, sino para apagarlas, domesticarlas: he aquí el significado más profundo del contenido de la política que vuelve y para qué vuelve de la mano del Estado.

Hay que insistir en esta nueva partición que reúne, por un lado, a las políticas extremas de la derecha, a la izquierda dogmática y a las gestiones progresistas que se tragan todo lo nuevo y, por el otro, estas nuevas rebeldías, pensamientos inventivos, luchas y formas de organizaciones, que de manera múltiple y precaria van abriendo Otro lugar, Otra política. Este lugar busca instaurar experiencias políticas emancipativas nuevas, radicalmente incompatibles con todo el ciclo que se cierra a fines de los ochenta del siglo pasado, que arrastró a la "era" marxista, al progresismo y al populismo a los brazos de la lógica del capital y de la subjetividad política comandada por el Estado, sus partidos y la representación parlamentaria. En aquella época decíamos que el capitalismo era una mierda, un sistema de vida social miserable, que construía vínculos incompatibles con la dignidad de los hombres, hoy la vuelta de la política nos ofrece como premio mayor la inclusión en esa cloaca. Si, ya se, no me lo digan: lo hace "para que vos vivas mejor"

Sin embargo ¿hay algo que rescatar del kirchnerismo en la coyuntura? Creo que hay una doble intervención posible, pero siempre a condición de colocarnos en este Otro lugar político incipiente.

Si bien es cierto que por su propia dinámica la "vuelta de la política", por razones estructurales y de principio, por sí sola no puede ofrecer nada que no sea más de lo mismo, sin embargo, como lleva en sus "entrañas" las marcas de un amanecer cuya función es oscurecer, no puede ser equiparado a esa derecha lisa y llana cuyo objetivo directo es destruir o aniquilar cualquier atisbo de novedad emancipativa. Si se quiere, son sujetos políticos diferentes.

En consecuencia es necesario arbitrar una separación: la subjetividad política que desparrama el gobierno, su aparato gubernamental, la poderosa red de entrecruzamiento de intereses y disputas por espacios de poder que es un "clásico" en toda administración justicialista, en fin, lo que para abreviar podemos decir que vienen desde arriba por la vía del poder del Estado, es obvio que nada nuevo se puede esperar ni alentar. Otra cosa es la posibilidad de que mucha militancia nueva y juvenil que se toman en serio la cuestión de una lucha y una política emancipativa, y que orgánica o inorgánicamente se acercan al "kirchnerismo", allí puede haber posibilidades efectivas. Pero una posibilidad con perspectiva cierta en la medida en que se enfrente y rompa con el aparato político, clientelista, económico, institucional y vertical que, junto con el discurso de que la política vuelve montada en un Estado socorrista, teje la trama de la dominación de los de arriba.

El kirchnerismo lleva una posibilidad rebelde en su seno. Pero la misma no es el producto de una trayectoria política real afirmativa, porque resulta evidente el desierto que ofrece en ese aspecto los largos años que precedieron a la llegada al gobierno. Es una constante de toda política reactiva ante situaciones nuevas (19/20 de diciembre 2001, etc.) cuyo desborde político es incierto para todos los involucrados pero que muestra firmes rasgos de que no encaja fácilmente en la matriz de las luchas reconocibles por el Estado y su sistema político de dominación, establecer un puente con ese núcleo resistente. Luego, ese núcleo potencialmente rebelde que hay que neutralizar es, al mismo tiempo, lo que le da vida y consistencia a esa política reactiva pero también el que la obliga a abrir ciertos canales de modificaciones reales en la administración de la coyuntura. Así como la "vuelta de la política" Kirchnerista olvida olímpicamente el período en el que despuntan nuevas formas políticas de luchas populares (1992-2003), también presenta todas sus medidas "progresistas" como si fueran decisiones autónomas del conglomerado Kirchnerista.

Y a propósito de esta circunstancia, hay que decirlo muy claro: si no fuera por la lucha valiente y solitaria, enfrentando palmo a palmo, de una manera tenaz y sin retroceso que dieron las Madres de Plaza de Mayo desde 1976, en la Argentina no hubiera habido juicio a los Militares por sus crímenes de Estado. Esto vale tanto para Alfonsín como para el gobierno actual. En aquella época, muchos que después se declaran "un hijo más de las Madres", no registran antecedentes de peso junto a los que ponían su cuerpo a favor de tan justa y noble causa.

El sistema de reapropiación es el dispositivo más importante con el cual una política reactiva realiza su trabajo de disolver, apagar o diluir lo que se genera como novedad desde abajo. Exhibe como propio lo que no le es propio. Desplaza al olvido la causa real de su existencia y en su lugar comienza la política de la dominación estatal de reapropiación y encauzamiento institucional del conflicto social.

Pero la idea central que no quiero perder de vista es dirigir la mirada sobre la subjetividad política que está en la base del proyecto "nacional y popular" y cuya reproducción es un efecto necesario y constante del gobierno. Decía al principio que hay que distinguir una medida de gobierno de la subjetividad política que la sostiene y el efecto subjetivo que produce. Como para el gobierno "nacional y popular" la política se reduce a los emprendimientos del gobierno (gestión del Estado), encierra a la población en una disyuntiva de hierro que consiste en obligarla a definirse si está de acuerdo o no con tal o cual medida. Si alguien intenta decir que se hubiera podido hacer mejor, nuevamente se lo encierra inquiriéndole qué prefiere: la medida sí como está o nada. En fin, no habiendo otra cosa que discutir, o uno acepta y acompaña o siente que lo están trampeando por algún lugar y no sabe como salir de la encerrona. En este planteo, aceptamos que las cosas se pueden hacer "mejor" o "peor", pero ese no es el lugar que ocupamos, podrá ser el de Pino Solanas, la izquierda, o intelectuales progresistas al que los desvelan el avasallamiento de las "formas democráticas" y, por supuesto, el de la derecha más consecuente. Tratamos de abrir Otro lugar para pensar-hacer nuevas políticas emancipativas.

Nadie puede oponerse a todas las medidas que el gobierno de Chile tomó para rescatar a los 33 mineros cautivos en el interior de la mina en el desierto de Atacama. Pero todos percibimos que la subjetividad política que envolvió toda la operación es la de un Estado (y su presidente…claro está) que socorre a las víctimas mostrando el aguerrido nacionalismo chileno y su bendita patria bajo cuya bandera todos los chilenos forman una sola familia… ¿Quién se acuerda de la miserable explotación minera frente al espectáculo del rescate milagroso dirigido a la sensibilidad más indefensa que todos los humanos portamos? Ejemplo límite y grosero si los hay, pero que sirva de guía para poder discutir esta cuestión crucial: siempre hay que interrogarse sobre la subjetividad política que precede y refuerza en sus efectos cualquier decisión hecha desde un gobierno y el contenido de la misma. Si no se hace esa operación, estamos en el horno.

Hay entre el Kirchnerismo nacional y popular y la clásica e impotente izquierda una coincidencia esencial al momento de posicionarse frente al pueblo o la gente en general. Ambos consideran a los pueblos bajo la idea de víctimas. Víctimas de un sistema que se les aparece como una catástrofe natural y ellos como los salvadores provisionales. Para ambos, el pueblo explotado, humillado, embrutecido, desprotegido, etc., no puede hacer nada por sí solo, necesita ser ayudado. La diferencia entre ambos estriba en lo que cada uno cree que es lo más importante de su intervención socorrista. Para un populista es un pedazo de pan porque lo más importante son las necesidades básicas, para un izquierdista es trasmitirle la ideología de clase revolucionaria para su liberación. Esta connivencia en la base, sólo es posible detectarla si uno empieza a abandonar la vieja matriz de la política que suponía que esta era una representación, un instrumento, al servicio de las fuerzas sociales. Esa representación tenía su punto culminante en el Estado y su mediador con las víctimas era el Partido o los "movimientos", siempre venía desde arriba (el líder) o desde "afuera" (las vanguardias) pero, finalmente, todos conducían a un pueblo víctima e indefenso. La izquierda y el populismo guardan un religioso silencio sobre este terreno común que pisan. Quizás intuyan que mientras esto no salga a la superficie podrán seguir su "pelea" tapando la evidencia de que se mueven en el interior del mismo cuadrilátero. Tanto es así que la época "borrada" de las luchas que culminan en la masacre del Puente Pueyrredón, en la medida en que exhibían la presencia en las calles de la población discutiendo y decidiendo por ellas mismas en formas organizativas horizontales nuevas, etc., fueron asaltadas por estos dos socios encubiertos: unos intentando domesticar esa "espontaneidad" por medio del clásico encuadre partidario vanguardista, y el otro, abriendo un lugar institucional y Estatal a esas luchas.

Nosotros pensamos que el capitalismo no es ningún fenómeno natural y que depende de todos nosotros que esto exista o no. También entendemos que para abrir estas posibilidades se necesita una política emancipativa, pero después de la caída del Muro de Berlín, de una nueva experiencia de pensamiento y acción política emancipativa. Y el punto de partida de esta nueva política es afirmar que los pueblos no son víctimas ni deben ser tratados como tales, antes bien, arrancamos del principio de igualdad en cuanto afirmamos que todos y cualquiera puede rebelarse sin ayuda ni consejos ni dirigentes. Somos conscientes de que los pueblos sufren una dominación y explotación feroz por parte de la dupla Estado-capitalismo, que los ubica en el lugar de víctimas, pero es un lugar, una posición, no una condición irremediable. De esa posición se puede salir, se sale y se lucha todos los días. La gente y los pueblos ganan las calles, se pronuncian y declaran acerca de su situación. Los humanos pensamos. Los nuevos gritos de rebeldía que han recorrido y recorren América muestran una desconfianza profunda al Estado y sus partidos, y su fuerza destituyente y creadora se ve horadada cada vez que el Estado y sus partidos los captura y encuentra los mecanismos adecuados para neutralizarlos. Nosotros nos apoyamos en estas auroras que fluyen desde abajo y buscan nuevos caminos. Lo otro es viejo, no sirve, solo reproduce lo que hay.

Un excelente ejemplo lo da el mexicano César Enrique Pineda Ramírez, dice:

"Radio Ñomndaa que significa la palabra del agua, en la montaña de Guerrero, gestiona la información radiofónica de manera colectiva. Con la participación de comités de barrio y de comunidad que constituyen un espacio colectivo coordinado, agrupan las necesidades y posibilidades comunicativas que surgen desde abajo. Radio Ñomndaa no es que consulte a la gente de abajo sino que es una radio constituida por los hombres y mujeres comunes y sencillos que gestionan la información, producción, contenidos y locución en base a sus propias necesidades y prioridades locales enlazándose en su propia lengua, el amuzgo, con la realidad nacional e internacional con un consejo colectivo. Radio Ñomndaa transmite sin el permiso del Gobierno mexicano. Cuando las instituciones se acercaron a ellos, después de haberlos hostigado y girarles órdenes de aprehensión por transmitir sin permiso, para ofrecerles legalizarse, el equipo de coordinación llevó la decisión a los pueblos. La respuesta de Radio Ñomndaa al Gobierno es emblemática: dijeron que ellos no necesitan el permiso del Gobierno Federal, porque transmiten con el permiso otorgado por sus propios pueblos. Uno de sus integrantes protestaba diciendo: "Cualquier pueblo, de cualquier parte del mundo, tiene derecho de pensar y de decir. Y de decir las palabras no solamente así sino a través del aire, a través de la frecuencia. Y la frecuencia no es de una persona, no es del que tiene más dinero, la frecuencia, el aire, es de todos nosotros". Radio Ñomndaa es sólo uno de los ejemplos más brillantes de una constelación de radios comunitarias, libres o alternativas que desarticulan las relaciones de propiedad y monopolio de los medios y que gestionan y socializan la información desde abajo". (Rebelión 17-11-10).

Aquí hay una subjetividad política emancipativa radicalmente diferente a la que subyace al gobierno de Cristina. Un pueblo, además de organizarse y rebelarse a partir de su propia capacidad y despreciar la "ayuda" (control) del Estado, también declara algo que está destinado a todos y cualquiera, y es que no tienen que pedirle permiso a nadie para "pensar y decir". Si el núcleo conflictivo que, como lo señalamos, abriga el kirchnerismo, se decide a trabajar en este sentido habrá un futuro en su interior, pero no sin una ruptura con todo el andamiaje político, mediático e intelectual del proyecto "nacional y popular".

El campo del pueblo no debe ser tratado como un campo de víctimas. Pero la evidencia aplastante es que el kirchnerismo fogonea cada vez más insistentemente esta subjetividad política. No hace más que desparramar por los medios oficiales y no oficiales lo que hace por el pueblo, cómo lo ayuda. Dos expresiones que inundaron la despedida de los restos de Néstor Kirchner delatan el posicionamiento político de la víctima: "gracias Néstor" y "fuerza Cristina". El "desvalido" pueblo agradece lo que le han dado y le pide a la Presidenta que no afloje, que no le largue la mano, que no lo suelte ni lo abandone. Ese es el campo del pueblo que construye y sobre el que trabaja el justicialismo.

Si la Revolución bolchevique con todo el aparato del Estado en su poder después de más de 70 años en su ejercicio de construir el mundo socialista se desplomó sin que nadie lo empujara y, si uno se pregunta ante sus escombros ¿qué subjetividad política ahí se fomentó?, sin vacilar contestaríamos que el Estado omnipotente y liberador comandado por el "padre de los pueblos", pese a la radicalidad de su comienzo y de su doctrina, no hizo otra cosa que reproducir aquello que se decía combatir. China fue mucho más coherente, y ahora empieza Cuba. Bien, hoy, año 2010, ¿qué esperar del programa del Estado Kirchnerista en momentos en donde el capitalismo se mundializó y la dirección del gobierno es buscar un lugar en ese mundo? Cualquier cosa menos algo que huela a liberación, ni siquiera a fomentar una disposición de pensamiento político que pueda desplegarse hacia algo nuevo. Hay que decirlo así: hoy, la manera de pensar y hacer la política que en su núcleo esencial comparten tanto el gobierno "nacional y popular" como la agotada izquierda dogmática, es un obstáculo real para el desarrollo y reactivación de los procesos de lucha producidos en el continente que abrieron y están abriendo los primeros pasos de una verdadera revolución en el campo de las políticas emancipativas, que buscan sustraerse a la hegemonía del Estado, sus partidos políticos y la representación.

Si se cree que algo se puede hacer a favor de abrir nuevas sendas políticas para un futuro de luchas políticas emancipativas desde el interior del Kirchnerismo, entonces habrá que derribar estas barreras, en caso contrario sería deseable que los paladines de "la vuelta de la política" eliminaran de su verba la palabra emancipación.

Buenos Aires, 29-11-10

Fuente: lafogata.org