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Jorge Luis Cerletti

 

Fito: la política es un pensamiento.

Raúl Cerdeiras
La Fogata

Así es Fito Páez, por eso estoy tan cerca y al mismo tiempo tan lejos de lo que expresaste en La mitad. Tan cerca porque describís con trazo seguro un tipo de vida que solo es comprensible porque un pensamiento, una idea, una ideología política atenaza a muchos habitantes de esta ciudad. Pero tan lejos porque tu afecto de asco y repugnancia se dirige a las personas y no a la idea política dominante.

No es casual que nuestra época se caracterice porque la emancipación parece desvinculada para siempre de la política. Lejos de ello, es la consecuencia de una operación ideológica de la derecha a partir del momento en que el capitalismo se lanza a conquistar su globalización (mediados de 1970) e impone un nuevo formato político que nos condena a una única elección posible: democracia o dictadura, "sugiriéndonos" elegir lo menos malo, que es la democracia tal cual se vive aquí y en el resto del mundo.

Padecemos los efectos de una visión de la política que ha sido reducida a la gestión y la administración del Estado. Sabemos con lujos de detalles los entramados que el capitalismo ha desarrollado en el campo económico, pero estamos huérfanos respecto a la devastación que ha producido en la política. Y esto es mucho más importante porque las políticas que intentan frenar el aluvión neoliberal trabajan dentro de las reglas del campo político que les ha tendido la derecha que creen combatir.

Así es, las necesidades y la economía se han tragado a la política. Por eso la tenaz pertinencia del coro mediático para reducirla a un simple medio al servicio de la gestión de las necesidades. La derecha quiere que la política sea una lucha entre gestionarios: gestión contra gestión. Hasta la vieja y anquilosada izquierda, a la que Castrilli le sacó tarjeta roja, se desvive por ofrecer, en el marco político de la "clase dominante", un programa de maravillas para los trabajadores. La derecha nos domina porque redujeron la política a la lucha económica (y de otras "necesidades") para que el capitalismo muestre su cara más siniestra: intereses contra intereses, disfrazando esta lucha en el interior se un sistema político que se encarga de armar la torta reaccionaria: partidos políticos, representación delegada, voto, el Estado como lugar privilegiado, el consenso, la opinión pública, los programas ofrecidos como mercancías, etc., es decir, todo lo necesario para que la política no se junte con el pueblo.

Por eso querido Fito, la derecha no quiere saber nada con la idea de que la política es un pensamiento y que la gente piensa. Ha percibido con agudeza que desde hace unos 20 años la política ha dado señales de querer resucitar y de volver a unirse a la palabra emancipación. Azorada ha experimentado que este retorno intenta avanzar, no con las viejas y nobles banderas del socialismo y sus partidos que ya han agotado su ciclo sucumbiendo en la impotencia, sino con incipientes formas de movilizarse, tomar las calles, de presentarse, de organizarse, elaborar consignas, pensamientos, tomar decisiones, etc. Pero lo que las hace entrar en pánico es ver que poco a poco van despegando a la política de la cárcel de las necesidades y se va prefigurando una nueva idea, un nuevo pensamiento. Éste empieza a balbucear que, si bien estamos destrozados por el capitalismo mundial, sus miserias y toda la subcultura que despliega y que tan bien describís, el punto por donde se debe atacar todo esto es político y no económico. No basta declararse anticapitalista (hay mucho humanismo políticamente correcto dispuesto a sumarse a esta empresa) hay que cuestionar el dispositivo de pensamiento político petrificado en una red objetiva que se ofrece como el lugar natural para dar esa lucha política. La cuestión es esencialmente política y no económica.

Desde hace más de una década las rebeliones en América Latina, empiezan a mostrar nuevas posibilidades para las políticas de emancipación. Aquí, en Marruecos, Egipto, etc., y recientemente en España, para no remontarnos a los ecos del Mayo del 68, comienza a tomar cuerpo la convicción de que el núcleo de la cuestión no pasa tanto por atacar una globalización agobiante e insoportable, sino poner a la orden del día la cuestión de reinventar las políticas emancipativas.

Nosotros no podemos ser protagonistas económicos, ni siquiera lo son plenamente los dueños de todas las riquezas, ya que solo disfrutan de los efectos de un mecanismo que los arrastra sin que ellos mismos puedan manejar a su antojo. Pero si podemos ser sujetos de un pensamiento político. Y aquí debemos poner toda la carne al asador. Decía que la derecha no se duerme en los laureles (que disfruta desde la emblemática caída del Muro de Berlín) y está atenta, inquieta y activa cuando olfatea que un nuevo presente se puede estar incubando en lo que una vez el zapatismo llamó "nuevas formas de hacer política". Y razón no les falta porque el conjunto de todas estas luchas se procesaron por fuera de modelo clásico de la política como hoy la aceptamos. En efecto, ni los partidos ni las organizaciones sindicales pusieron en movimiento estas irrupciones, la representación fue desplazada por la presentación lisa y llana de la gente que pensaba, deliberaba y decidía en su nombre, y mostraba una sana distancia hacia el clásico aparato del Estado al que siempre se lo miraba como el botín más preciado de la política. Además se inventaban formas organizativas nuevas (mandar obedeciendo), se deliberaba en una horizontalidad inaudita, aparecían ideas y consignas de una fuerza poco común en los slogan de los políticos, se planteaban problemas que debían enfrentarse y resolverse sin ningún programa previo que marcara el rumbo de qué hacer, porque funcionaba a pleno aquello de "caminante no hay camino, se hace camino al andar", porque se estaba en un terreno de invención y creación en donde las vanguardias iluminadas solo tenían la triste misión de tomar distancia para decir con su escepticismo conservador: esto se pudre en poco tiempo y no va a quedar nada.

Por eso la derecha, que no es tonta, reaccionó de inmediato coincidiendo plenamente con los iluminados, pero como cuentan con los medios necesarios empezaron a institucionalizar, absorber, diluir, incluir (si: incluir) todo este desmadre en la madre democracia, partidos, representación, elecciones, respeto del diferente, tolerancia, libertad de opinión, así como la recomposición del tejido social desgarrado. Aquí también el Estado, de la misma manera que en la última crisis mundial salió a salvar a los bancos (y el sistema) con una transferencia de activos de cifras difíciles de escribir, se arrogó el papel de instrumento político privilegiado para reordenar todo este "infierno".

Vos sabes Fito, que cuando algo nuevo amanece el orden establecido reacciona de dos maneras: o lo desconoce y aniquila (fascismo), o lo reconoce y lo diluye integrándolo a su orden. Esta última opción es la que ha triunfado en muchos países de Latinoamérica y su palabra señera es: inclusión. Inclusión dentro de un sistema del que, tanto vos como yo, queremos justamente emanciparnos.

Si la política es un pensar-hacer dentro del cual los pueblos deciden acerca del destino de su vida colectiva, ¿no es hora de decir en voz alta un "ya basta" de seguir peleando dentro de una visión de la política que nos han impuesto los mismos que intentamos combatir? ¿No es el momento de pensar lo que estuvo en juego en las luchas desde Cutralcó hasta la masacre del Puente Pueyrredón, pasando por el corazón mismo del 19/20 de diciembre del 2001? ¿Qué huellas quedaron para siempre marcadas y cómo podemos inventar algo diferente en consonancia con ellas? ¿No es hora de repetir el gesto inventivo que en su momento tuvo Marx cuando elevó a las revueltas obreras del siglo XIX al nivel de síntomas, sobre las que edificó su novedad revolucionaria: la política es lucha de clases? ¿No llegó el momento de mirar todos los acontecimientos que hace tiempo nos gritan que algo nuevo en el campo de las políticas emancipativas quiere nacer? ¿No habremos descuidado que los que debemos cambiar y salir a la aventura de construir nuevos caminos somos nosotros en vez de vegetar frustrados en nuestros antiguos lugares?

Buenos Aires, 21-07-11

Fuente: lafogata.org