Notas para el estudio de la ideología
de la Revolución cubana
8 de octubre de 1960
Es esta una Revolución singular que algunos han creído ver que
no se ajusta con respecto a una de las premisas de lo más ortodoxo del
movimiento revolucionario, expresada por Lenin: «sin teoría revolucionaria
no hay movimiento revolucionario.» Convendría decir que la teoría
revolucionaria, como expresión de una verdad social, está por
encima de cualquier enunciado; es decir, que la Revolución puede hacerse
si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente
las fuerzas que intervienen en ella, aun sin conocer teoría.
En toda revolución se incorporan siempre elementos de muy distintas tendencias
que, no obstante, coinciden en la acción y en los objetivos más
inmediatos de ésta.
Es claro que si los dirigentes tienen, antes de la acción, un conocimiento
teórico adecuado, pueden evitarse tantos errores, siempre que la teoría
adoptada corresponda a la realidad.
Los actores principales de esta Revolución no tenían un criterio
coherente, pero tampoco podría decirse que fueran ignorantes de los distintos
conceptos que sobre la historia, la sociedad, la economía y la revolución
se discuten hoy en el mundo.
El conocimiento profundo de la realidad, la relación estrecha con el
pueblo, la firmeza del objetivo liberado y la experiencia de la práctica
revolucionaria les dieron a sus dirigentes la oportunidad de formarse un concepto
teórico más completo.
Lo anterior debe considerarse un introito a la explicación de este fenómeno
curioso que tiene a todo el mundo intrigado: la Revolución cubana. El
cómo y el porqué un grupo de hombres destrozados por un ejército
enormemente superior en técnica y equipo logró ir sobreviviendo
primero, hacerse fuerte luego, más fuerte que el enemigo en las zonas
de batalla más tarde, emigrando hacia nuevas zonas de combate, en un
momento posterior, para derrotarlo finalmente en batallas campales, aunque aun
con tropas muy inferiores en número, es un hecho digno de estudio en
la historia del mundo contemporáneo.
Naturalmente, nosotros, que a menudo no mostramos la debida preocupación
por la teoría, no vendremos hoy a exponer, como dueños de ella,
la verdad de la Revolución cubana; simplemente tratamos de dar las bases
para que se pueda interpretar esta verdad. De hecho, hay que separar en la Revolución
cubana dos etapas absolutamente diferentes: la de la acción armada hasta
el primero de enero de 1959; la transformación política, económica
y social de ahí en adelante.
Aún estas dos etapas merecen subdivisiones sucesivas, pero no las tomaremos
desde el punto de vista de la exposición histórica, sino desde
el punto de vista de la evolución del pensamiento revolucionario de sus
dirigentes a través del contacto con el pueblo. Incidentalmente, aquí
hay que introducir una postura general frente a uno de los más controvertidos
términos del mundo actual: el marxismo. Nuestra posición cuando
se nos pregunta si somos marxistas o no, es la que tendría un físico
al que se le preguntara si es «newtoniano», o un biólogo si es «pasteuriano».
Hay verdades tan evidentes, tan incorporadas al conocimiento de los pueblos
que ya es inútil discutirlas. Se debe ser «marxista» con la misma naturalidad
con que se es «newtoniano» en física, o «pasteuriano» en biología,
considerando que si nuevos hechos determinan nuevos conceptos, no se quitará
nunca su parte de verdad a aquellos otros que hayan pasado. Tal es el caso por
ejemplo, de la relatividad «einsteiniana» o de la teoría de los «quanta»
de Planck con respecto a los descubrimientos de Newton; sin embargo, eso no
quita absolutamente nada de su grandeza al sabio inglés. Gracias a Newton
es que pudo avanzar la física hasta lograr los nuevos conceptos del espacio.
El sabio inglés es el escalón necesario para ello.
Los avances en la ciencia social y política, como en otros campos, pertenecen
a un largo proceso histórico cuyos eslabones se encadenan, se suman,
se aglutinan y se perfeccionan constantemente. En el principio de los pueblos,
existía una matemática china, árabe o hindú; hoy
la matemática no tiene fronteras. Dentro de su historia cabe un Pitágoras
griego, un Galileo italiano, un Newton inglés, un Gauss alemán,
un Lovachevki ruso, un Einstein, &c. Así en el campo de las ciencias
sociales y políticas, desde Demócrito hasta Marx, una larga serie
de pensadores fueron agregando sus investigaciones originales y acumulando un
cuerpo de experiencias y de doctrinas.
El mérito de Marx es que produce de pronto en la historia del pensamiento
social un cambio cualitativo; interpreta la historia, comprende su dinámica,
prevé el futuro, pero, además de preverlo, donde acabaría
su obligación científica, expresa un concepto revolucionario:
no sólo hay que interpretar la naturaleza, es preciso transformarla.
El hombre deja de ser esclavo e instrumento del medio y se convierte en arquitecto
de su propio destino. En este momento, Marx empieza a colocarse en una situación
tal, que se constituye en el blanco obligado de todos los que tienen interés
especial en mantener lo viejo, como antes le pasara a Demócrito, cuya
obra fue quemada por el propio Platón y sus discípulos ideólogos
de la aristocracia esclavista ateniense. A partir de Marx revolucionario, se
establece un grupo político con ideas concretas que, apoyándose
en los gigantes, Marx y Engels, y desarrollándose a través de
etapas sucesivas, con personalidades como Lenin, Stalin, Mao Tse-tung y los
nuevos gobernantes soviéticos y chinos, establecen un cuerpo de doctrina
y, digamos, ejemplos a seguir.
La Revolución cubana toma a Marx donde éste dejara la ciencia
para empuñar su fusil revolucionario; y lo toma allí, no por espíritu
de revisión, de luchar contra lo que sigue a Marx, que revivir a Marx
«puro», sino, simplemente, porque hasta allí Marx, el científico,
colocado fuera de la historia, estudiaba y vaticinaba. Después Marx revolucionario,
dentro de la historia, lucharía. Nosotros, revolucionarios prácticos,
iniciando nuestra lucha simplemente cumplíamos leyes previstas por Marx
el científico, y por ese camino de rebeldía, al luchar contra
la vieja estructura del poder, al apoyarnos en el pueblo para destruir esa estructura
y, al tener como base de nuestra lucha la felicidad de ese pueblo, estamos simplemente
ajustándonos a las predicciones del científico Marx. Es decir,
y es bueno puntualizarlo una vez más, las leyes del marxismo están
presentes en los acontecimientos de la Revolución cubana, independientemente
de que sus líderes profesen o conozcan cabalmente, desde un punto de
vista teórico, esas leyes.
Para mejor comprensión del movimiento revolucionario cubano, hasta el
primero de enero, había que dividirlo en las siguientes etapas: antes
del desembarco del Granma; desde el desembarco del Granma hasta
después de las victorias de la Plata y Arroyo del Infierno; desde estas
fechas hasta el Uvero y la constitución de la Segunda Columna guerrillera;
de allí hasta la constitución de la Tercera y Cuarta, la invasión
hacía Sierra de Cristal y establecimiento del Segundo Frente; la huelga
de abril y su fracaso; el rechazo de la gran ofensiva; la invasión hacia
Las Villas.
Cada uno de estos pequeños momentos históricos de la guerrilla
va enmarcando distintos conceptos sociales y distintas apreciaciones de la realidad
cubana que fueron contorneando el pensamiento de los líderes militares
de la Revolución, los que, con el tiempo reafirmarían también
su condición de líderes políticos.
Antes del desembarco del Granma predominaba una mentalidad que hasta
cierto punto pudiera llamarse subjetivista; confianza ciega en una rápida
explosión popular, entusiasmo y fe en poder liquidar el poderío
batistiano por un rápido alzamiento combinado con huelgas revolucionarias
espontáneas y la subsiguiente caída del dictador. El movimiento
era el heredero directo del Partido Ortodoxo y su lema central: «Vergüenza
contra dinero.» Es decir, la honradez administrativa como idea principal del
nuevo Gobierno cubano.
Sin embargo, Fidel Castro había anotado en La historia me absolverá,
las bases que han sido casi íntegramente cumplidas por la Revolución,
pero que han sido también superadas por ésta, yendo hacia una
mayor profundización en el terreno económico, lo que ha traído
parejamente una mayor profundización en el terreno político, nacional
e internacional.
Después del desembarco viene la derrota, la destrucción casi total
de las fuerzas, su reagrupamiento e integración como guerrilla. Ya el
pequeño número de sobrevivientes y, además, sobrevivientes
con ánimo de lucha, se caracteriza por comprender la falsedad del esquema
imaginado en cuanto a los brotes espontáneos de toda la Isla, y por el
entendimiento de que la lucha tendrá que ser larga y deberá contar
con una gran participación campesina. Aquí se inician también
los primeros ingresos de los campesinos en la guerrilla y se libran dos encuentros,
de poca monta en cuanto al número de combatientes pero de gran importancia
psicológica debido a que borró la susceptibilidad del grupo central
de esta guerrilla, constituido por elementos provenientes de la ciudad, contra
los campesinos. Estos a su vez, desconfiaban del grupo y, sobre todo, temían
las bárbaras represalias del gobierno. Se demostraron en esta etapa dos
cosas, ambas muy importantes para los factores interrelacionados: a los campesinos,
que las bestialidades del ejército y toda la persecución no serían
suficientes para acabar con la guerrilla, pero serían capaces de acabar
con sus casas, sus cosechas sus familias, por lo que era una buena solución
refugiarse en el seno de aquella, donde estaban a cubierto sus vidas; a su vez,
aprendieron los guerrilleros la necesidad cada vez más grande de ganarse
a las masas campesinas, para lo cual, obviamente, había que ofrecerles
algo que ellos ansiaran con todas sus fuerzas; y no hay nada que un campesino
quisiera más que la tierra.
Prosigue luego una etapa nómada en la cual el Ejército Rebelde
va conquistando zonas de influencia. No puede todavía permanecer mucho
tiempo en ellas pero el ejército enemigo tampoco logra hacerlo y apenas
puede internarse. En diversos combates se va estableciendo una especie de frente
no bien delimitado entre las dos partes.
El 28 de mayo de 1957 se marca un hito, al atacar en el Uvero a una guarnición
bien armada, bastante bien atrincherada y con posibilidades de recibir refuerzos
rápidamente; al lado del mar y con aeropuerto. La victoria de las fuerzas
rebeldes en este combate, uno de los más sangrientos llevado a cabo,
ya que quedó un treinta por ciento de las fuerzas que entraron en combate
fuera de él, muertas o heridas, hizo cambiar totalmente el panorama;
ya había un territorio en el cual el Ejército Rebelde campeaba
por sus respetos, de donde no se filtraban hacia el enemigo las noticias de
ese ejército y de donde podía, en rápidos golpes de mano,
descender a los llanos y atacar puestos del adversario.
Poco después, se produce la ya primera segregación y se establecen
dos columnas combatientes. La segunda lleva, por razones de enmascaramiento
bastante infantiles, el nombre de Cuarta Columna. Inmediatamente dan muestras
de actividad las dos, y, el 26 de julio, se ataca a Estrada Palma y, cinco días
después, a Bueycito, a unos treinta kilómetros de este lugar.
Ya las manifestaciones de fuerza son más importantes, se espera a pie
firme a los represores, se les detiene en varias tentativas de subir a la Sierra
y se establecen frentes de lucha con amplias zonas de tierra de nadie, vulneradas
por incursiones punitivas de los dos bandos pero manteniéndose, aproximadamente,
los mismos frentes.
Sin embargo, la guerrilla va engrosando sus fuerzas con sustancial aporte de
los campesinos de la zona y de algunos miembros del Movimiento en las ciudades,
haciéndose más combativa, aumentando su espíritu de lucha.
Parten en febrero del año 58, después de soportar algunas ofensivas
que son rechazadas, las columnas de Almeida, la 3, a ocupar su lugar cerca de
Santiago y de Raúl Castro, que recibe el número 6 y el nombre
de nuestro héroe, Frank País, muerto pocos meses antes. Raúl
realiza la hazaña de cruzar la carretera central los primeros días
de marzo de ese año, internándose en las lomas de Mayarí
y creando el Segundo Frente Oriental Frank País.
Los éxitos crecientes de nuestras fuerzas rebeldes se iban filtrando
a través de la censura y el pueblo iba rápidamente alcanzando
el clímax de su actividad revolucionaria. Fue en este momento que se
planteó, desde La Habana, la lucha en todo el territorio nacional mediante
una huelga general revolucionaria que debía destruir la fuerza del enemigo
atacándola simultáneamente en todos los puntos.
La función del Ejército Rebelde sería, en este caso, la
de un catalizador o, quizás, la de una «espina irritativa» para desencadenar
el movimiento. En esos días nuestras guerrillas aumentaron su actividad,
y empezó a crear su leyenda heroica Camilo Cienfuegos, luchando por primera
vez en los llanos orientales, con un sentido organizativo y respondiendo a una
dirección central.
La huelga revolucionaria, sin embargo no estaba planteada adecuadamente, pues
desconocía la importancia de la unidad obrera y no se buscó el
que los trabajadores, en el ejercicio mismo de su actividad revolucionaria,
eligieran el momento preciso. Se pretendió dar un golpe de mano clandestino,
llamando a la huelga desde una radio, ignorando que el secreto del día
y la hora se había filtrado a los esbirros pero no al pueblo. El movimiento
huelguístico fracasó, siendo asesinado inmisericordemente un buen
y selecto número de patriotas revolucionarios.
Como dato curioso, que debe anotarse alguna vez en la historia de esta Revolución,
Jules Dubois, el correveidile de los monopolios norteamericanos, conocía
de antemano el día en que se desencadenaría la huelga.
En este momento se produce uno de los cambios cualitativos más importantes
en el desarrollo de la guerra, al adquirirse la certidumbre de que el triunfo
se lograría solamente por el aumento paulatino de las fuerzas guerrilleras,
hasta derrotar al ejército enemigo en batallas campales.
Ya entonces se han establecido amplias relaciones con el campesinado; el Ejército
Rebelde ha dictado sus códigos penales y civiles, imparte justicia, reparte
alimentos y cobra impuestos en las zonas administradas. Las zonas aledañas
reciben también la influencia del Ejército Rebelde, pero se preparan
grandes ofensivas que en dos meses de lucha, arrojan un saldo de mil bajas para
el ejército invasor, totalmente desmoralizado, y un aumento en seiscientas
armas de nuestra capacidad combatiente.
Está demostrado ya que el ejército no puede derrotarnos; definitivamente,
no hay fuerza en Cuba capaz de hacer doblegar los picachos de la Sierra Maestra
y todas las lomas del Segundo Frente Oriental Frank País; los caminos
se tornan intransitables en Oriente para las tropas de la tiranía. Derrotada
la ofensiva, se encarga a Camilo Cienfuegos, con la Columna n° 2, y al autor
de estas líneas, con la Columna n° 8 Ciro Redondo, el cruzar la provincia
de Camagüey, establecerse en Las Villas, cortar las comunicaciones del
enemigo, Camilo debía luego seguir su avance para repetir la hazaña
del héroe cuyo nombre lleva su columna, Antonio Maceo: la invasión
total de Oriente a Occidente.
La guerra muestra en este momento una nueva característica; la correlación
de fuerzas se vuelva hacia la Revolución, dos pequeñas columnas
de ochenta y ciento cuarenta hombres, cruzarán durante mes y medio los
llanos de Camagüey, constantemente cercados o acosados por un ejército
que moviliza miles de soldados, llegarán a Las Villas e iniciarán
la tarea de cortar en dos la Isla.
A veces resulta extraño, otras veces incomprensible y, algunas más,
increíble el que se puedan batir dos columnas de tan pequeño tamaño,
sin comunicaciones, sin movilidad, sin las más elementales armas de la
guerra moderna, contra ejércitos bien adiestrados y, sobre todo, bien
armados. Lo fundamental es la característica de cada grupo; cuanto más
incómodo está, cuanto más adentrado en los rigores de la
naturaleza, el guerrillero se siente más en su casa, su moral más
alta, su sentido de seguridad, más grande. Al mismo tiempo, en cualquier
circunstancia ha venido a jugar su vida, a tirarla a la suerte de una moneda
cualquiera y, en líneas generales, del resultado final del combate importa
poco el que el guerrillero-individuo salga vivo o no.
El soldado enemigo, en el ejemplo cubano que nos ocupa, es el socio menor del
dictador, el hombre que recibe la última de las migajas que le ha dejado
el penúltimo de los aprovechados, de una larga cadena que se inicia en
Wall Street y acaba en él. Está dispuesto a defender sus
privilegios, pero está dispuesto a defenderlos en la misma medida en
que ellos sean importantes. Sus sueldos y sus prebendas valen algunos sufrimientos
y algunos peligros, pero nunca valen su vida; si el precio de mantenerlos debe
pagarse con ella, mejor es dejarlos, es decir, replegarse frente al peligro
guerrillero. De estos dos conceptos y estas dos morales, surge la diferencia,
que haría crisis el 31 de diciembre de 1958.
Se va estableciendo cada vez más claramente la superioridad del Ejército
Rebelde y, además, se demuestra con la llegada a Las Villas de nuestras
columnas, la mayor popularidad del Movimiento 26 de Julio sobre todos los otros:
el Directorio Revolucionario, el Segundo Frente de Las Villas, el Partido Socialista
Popular y algunas pequeñas guerrillas de la Organización Auténtica.
Esto era debido en mayor parte a la personalidad magnética de su líder,
Fidel Castro, pero también influía la mayor justeza de la línea
revolucionaria.
Aquí acababa la insurrección, pero los hombres que llegan a La
Habana después de dos años de ardorosa lucha en las sierras y
los llanos de Oriente, en los llanos de Camagüey y en las montañas,
los llanos y ciudades de Las Villas, no son, ideológicamente, los mismos
que llegaron a las playas de Las Coloradas, o que se incorporaron en el primer
momento de la lucha. Su desconfianza en el campesino se ha convertido en afecto
y respeto por las virtudes del mismo, su desconocimiento total de la vida en
los campos se ha convertido en un conocimiento absoluto de las necesidades de
nuestros guajiros; sus coqueteos con la estadística y con la teoría
han sido anulados por el férreo cemento que es la práctica.
Con la Reforma Agraria como bandera, cuya ejecución empieza en la Sierra
Maestra, llegan esos hombres a toparse con el imperialismo; saben que la Reforma
Agraria es la base sobre la que va a edificarse la nueva Cuba; saben también
que la Reforma Agraria dará tierra a todos los desposeídos pero
desposeerá a los injustos poseedores; y saben que los más grandes
de los injustos poseedores son también influyentes hombres en el Departamento
de Estado o en el Gobierno de los Estados Unidos de América; pero han
aprendido a vencer las dificultades con valor, con audacia y, sobre todo, con
el apoyo del pueblo, y ya han visto el futuro de liberación que nos aguarda
del otro lado de los sufrimientos.
Para llegar a esta idea final de nuestras metas, se caminó mucho y se
cambió bastante. Paralelos a los sucesivos cambios cualitativos ocurridos
en los frentes de batalla, corren los cambios de composición social de
nuestra guerrilla y también las transformaciones ideológicas de
sus jefes. Porque cada uno de estos procesos, de estos cambios, constituyen
efectivamente un cambio de calidad en la composición, en la fuerza, en
la madurez revolucionaria de nuestro ejército. El campesino le va dando
su vigor, su capacidad de sufrimiento, su conocimiento del terreno, su amor
a la tierra, su hambre de Reforma Agraria. El intelectual, de cualquier tipo,
pone su pequeño grano de arena empezando a hacer un esbozo de la teoría.
El obrero da su sentido de organización, su tendencia innata de la reunión
y la unificación. Por sobre todas estas cosas está el ejemplo
de las fuerzas rebeldes que ya habían demostrado ser mucho más
que una «espina irritativa» y cuya lección fue enardeciendo y levantando
a las masas hasta que perdieron el miedo a los verdugos. Nunca antes, como ahora,
fue para nosotros tan claro el concepto de interacción. Pudimos sentir
cómo esa interacción iba madurando, enseñando nosotros
la eficacia de la insurrección armada, la fuerza que tiene el hombre
cuando, para defenderse de otros hombres, tiene un arma en la mano y una decisión
de triunfo en las pupilas; y los campesinos, mostrando las artimañas
de la Sierra, la fuerza que es necesaria para vivir y triunfar en ella, y las
dosis de tesón, de capacidad de sacrificio que es necesario tener para
poder llevar adelante el destino de un pueblo.
Por eso, cuando bañados en sudor campesino, con un horizonte de montañas
y de nubes, bajo el sol ardiente de la Isla, entraron a La Habana el jefe rebelde
y su cortejo, una nueva «escalinata del jardín de invierno, subía
la historia con los pies del pueblo».
[Revista Verde Olivo, 8 de octubre de 1960.]