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28 de julio del 2002

Charla en la Universidad de La Habana, 2 de marzo de 1960

El papel de la Universidad en el desarrollo económico de Cuba
Ernesto Che Guevara
Proyecto Pensamiento Cubano

Mis queridos compañeros,
Antes de empezar a desarrollar el tema de nuestra conversación de hoy, quiero prevenirles que no deben creer demasiado las palabras del señor Naranjo, creo que se llama así el que me presentara, y ponerme en mi lugar de modesto revolucionario y de estudiante de primer año; yo soy estudiante de primer año de Finanzas en la Universidad de la Revolución.
Simplemente amparado en ese título, un poco ambiguo, de revolucionario y en el título común que nos hermana de estudiante, es que he venido a charlar con ustedes.
Pensaba que podría ser un poquito más informal en esta charla, con preguntas y respuestas, con debates incluso, pero las condiciones especiales de transmitirse a todo el país, la televisión, &c., harán que tenga que ser algo más ordenado en la exposición del tema que quería desarrollar, porque a mí personalmente me preocupa y creo que ha de ser preocupación de muchos de ustedes.
Aproximadamente, podría decirse que el título es: «El papel de la Universidad en el desarrollo económico de Cuba», porque nosotros estamos iniciando una etapa nueva en el orden económico.
Hemos conseguido todas las cualidades necesarias en el orden político para poder iniciar esta reforma económica y hemos dado el primer paso en eso, cambiando la estructura de la tenencia de la tierra en nuestro país; es decir, hemos iniciado, como se deben iniciar estos procesos de desarrollo: con la Reforma Agraria.
Pero para saber cuál va a ser ese proceso, es necesario que nos situemos históricamente y económicamente. Si iniciamos el proceso de desarrollo, quiere decir que no estamos desarrollados, seremos subdesarrollados, semicoloniales, semiindustrializados, como quieran los más optimistas, o el nombre que ustedes quieran, pero debemos fundamentalmente estudiar cuáles son las características de ese régimen que nos convierte en país subdesarrollado, y las medidas que nos permitirán salir de esa situación.
Naturalmente que la primera característica de un país subdesarrollado es la de no tener industrias; depender para el suministro de sus artículos manufacturados del extranjero; y Cuba cumple a cabalidad con esa primera premisa, para ser un país subdesarrollado.
¿Por qué razón, ha habido durante años una apariencia de prosperidad en Cuba, siendo como somos absolutamente un país semicolonial? Sencillamente porque las cualidades climáticas excepcionales de Cuba y el desarrollo acelerado de una sola industria, la industria azucarera, nos colocó en situación de competir en el mercado mundial a niveles óptimos de productividad en esa sola industria: la industria azucarera. Los capitales norteamericanos, que violaron las leyes que expresamente se dieran, fueron los que impulsaron el desarrollo de la industria azucarera.
Hay una vieja Ley de la época del Gobierno norteamericano en Cuba, que prohibía a todo norteamericano poseer tierras en la Isla. Así expresa la Ley; a pesar de eso rápidamente se violó, no pudo prosperar la ponencia de Sanguily, para que se impidiera tener tierra a los extranjeros y poco a poco se fueron posesionando de los latifundios cañeros y creando esta poderosa industria de 161 centrales, 6 millones de toneladas anuales y una productividad a niveles competitivos en el mercado mundial. Pero se cuidaron mucho de que Cuba mantuviera otra de las cualidades esenciales de los países semicoloniales: la de ser monoproductor, la de depender única y exclusivamente de un producto para la obtención de sus divisas, con las cuales adquirir todos los bienes de consumo en el mercado extranjero.
Nos dieron el aparente regalo de un precio mayor en el azúcar y nos impusieron en una economía libre, regida solamente por la ley de la oferta y la demanda y por el arancel bajo, unos aranceles preferenciales para el producto manufacturado norteamericano, que hacían imposible la competencia a industriales criollos en el país, o a productos manufacturados de otra procedencia que no fuera la norteamericana.
U esa dependencia económica tan marcada, se tradujo desde los inicios de la nacionalidad, en una dependencia política casi absoluta, aún después de la Enmienda Platt. Esa situación política se liquidó el primero de enero de 1959, e inmediatamente surgieron los primeros rozamientos y dificultades con el «gigante del norte». Rozamientos lógicos si se ve que uno de los países acostumbrados a un trato preferencial veía de pronto que esta pequeña «colonia» del Caribe, irreverentemente pretendía hablar el único lenguaje que puede hablar una Revolución: el lenguaje del trato igualitario.
Al principio, el enorme Tío Sam, aparecía en las caricaturas mirando entre divertido y asombrado a un pequeño enano barbudo que pretendía darle una patada en las piernas, porque no llegaba más lejos, de altura. La dimensión del enano barbudo, ha ido creciendo hasta adquirir proporciones americanas y ser presencia viva en este momento en la jira de los poseedores del dinero de América. Y cada vez que un pueblo pretende expresar su descontento y su inconformidad contra la expoliacion, levanta la bandera querida para nosotros del retrato de Fidel Castro.
Hemos llegado, pues, al lugar más alto de la América irredenta en cuanto a proyecciones políticas se refiere. Somos sin discusión de ninguna clase -le guste o no le guste a los grandes países de América- los líderes del pueblo. Representamos para los amos poderosos todo lo que hay de absurdo, de negativo, de irreverente y de convulso en esta América que ellos deprecian, pero representamos por el otro lado, para la gran masa del pueblo americano, del americano nuestro, del que empieza al sur del Río Bravo, todo lo que hay de noble, todo lo que hay de sincero y de combativo en estos pueblos llamados despectivamente «mestizos». Pero nosotros sabemos perfectamente bien que nuestro desarrollo político no ha alcanzado -es decir, ha superado en mucho- a nuestro desarrollo económico; y por eso es que pueden surtir efecto esas tentativas de agresión económica que están fraguándose en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, porque dependemos de un producto y de un mercado, y cuando luchamos con todas nuestras fuerzas por librarnos de esa dependencia y firmamos un acuerdo de un millón de toneladas y un crédito de cien millones de dólares, o de pesos, con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, saltan los representantes de la colonia a sembrar la confusión, tratan de demostrar que vendiendo a otro país nos esclavizamos, y no se han parado nunca a analizar qué cantidad de esclavitud significó y significa para el pueblo de Cuba los tres millones de toneladas de nuestro azúcar que habitualmente vendemos a precios supuestamente preferenciales al «gigante del Norte».
Tenemos que desarrollar en este momento una lucha económica por diversificar nuestros mercados y diversificar nuestra producción y una lucha política de esclarecimiento del pueblo para demostrar en todo momento por qué razón la Revolución cubana ha ido a buscar nuevos mercados y también podemos mostrar en la historia de estas leyes que se están fraguando ahora en esa Cámara de Representantes, la razón histórica que teníamos en anteponernos a la agresión que se estaba fraguando y tratar de liberar rápidamente nuestros azúcares en otros mercados diferentes.
Pero no he venido exclusivamente a hablar de azúcar; hubiera querido no tener siquiera que hablar de azúcar, porque lo que estamos tratando es de que el azúcar sea uno más de los tantos y tantos productos cubanos producidos por manos cubanas, en fábricas cubanas, para intercambiar en todos los mercados del mundo. Y en esta parte, y a esta altura, es cuando adquiere vigencia y toda su real importancia el papel de la técnica y de la cultura en el desarrollo; es decir, el papel de nuestros centros educativos en el desarrollo futuro de nuestra Nación.
No creo que sea la educación la que modele a un país, y hemos demostrado incluso que no es así, rompiendo con nuestro Ejército inculto una enorme serie de trabas y prejuicios, pero tampoco es cierto que el proceso económico sólo, vaya a conferir a la educación por el solo efecto de una transformación económica, una transformación a ese nivel. La educación y el desarrollo económico están constantemente actuando entre sí y configurándose plenamente, y si pudimos nosotros cambiar completamente el panorama de la Nación en los niveles económicos, mantenemos hoy sin embargo, la misma estructura universitaria. Y ya empieza el problema a golpear las puertas de lo práctico, es decir, por ejemplo, las puertas del Instituto Nacional de Reforma Agraria.
Nosotros, de un plumazo liberamos nuestro petróleo, se convirtió en cubano; dimos el paso fundamental para liberar nuestra minería, y convertirla en cubana; iniciamos un proceso de desarrollo que abarca seis ramas importantísimas y básicas de la producción, como son: la Química Pesada, la Química Orgánica a partir de los hidrocarburos de la caña de azúcar, la Minería, los Combustibles, la Metalurgia en general y particularmente la Siderurgia, y los productos derivados de nuestro desarrollo agropecuario intensivo; pero hemos visto la triste realidad de que la preparación que dan las Universidades del país no es la adecuada, ni en orientación ni en cantidad, para las nuevas necesidades de la Revolución.
Todavía el otro día, me preguntaba el compañero Quevedo, en una carta, mi opinión sobre si debía o no debía haber una Escuela de Economistas en la Universidad de La Habana. Y cuando para contestar eso hay nada más que el camino de hacer un análisis de los economistas que trabajan en este momento en los órganos de planificación del Estado, la respuesta surge inmediatamente, y casi agresivamente. Cuando nosotros no tenemos sino chilenos, mexicanos, argentinos, venezolanos, peruanos o cualquier otro de los compatriotas de América como asesores económicos, ya sea enviados por la CEPAL o el INRA, e incluso nuestro Ministro de Economía ha sido formado en Universidades extranjeras, sencillamente la pregunta de si hace falta o no hace falta una Escuela de Economía es obvia: hace una falta enorme, y con profesores calificados, y además con profesores capaces de interpretar el ritmo y la dirección del desarrollo de nuestra economía, que es como decir el ritmo y desarrollo de nuestra Revolución.
Ese es uno de los ejemplos, pero si hay Ingenieros de Minas, si hay Ingenieros de Petróleo, el que se pueda contar con Ingenieros Químicos que conozcan la verdad, por haber practicado aquí las bases de una ciencia química, porque resulta que en cada una de esas seis ramas básicas de nuestra industria a donde el Gobierno tiene que ir a desarrollar su impulso y a dar una tónica nueva y superdinámica, nos falta el brazo ejecutor que es el técnico -y conste bien que no digo ni siquiera el técnico revolucionario, que sería el ideal-, simplemente el técnico, de cualquier categoría y estructura mental que tenga, por muchas trabas ideológicas, por muchas rémoras del pasado que pudiera tener. Ni siquiera ese técnico a secas que sería como una tierna losa en el camino de la Revolución, ni siquiera eso tenemos.
Pero además, en un momento en que a los estudiantes de todo tipo debe dárseles la mayor cantidad de facilidades para que cumplan su cometido y para que lleguen al final de su carrera, nos encontramos con que el simple traslado de Santa Clara a La Habana significa para un estudiante la ruptura de su ciclo de estudios, porque en este pequeño país todavía no se han puesto de acuerdo tres Universidades para establecer, al menos, un programa de acción común.
Y si el Gobierno está dando pasos que sabe bien a dónde lo conducen y el pueblo entero está apoyando los pasos que da el Gobierno, y ustedes están maniobrando para defender con sus cuerpos y con su sangre la Revolución que es hoy orgullo de América, ¿por qué razón la Universidad no puede marchar junto con las otras universidades en el mismo camino y al mismo ritmo que el Gobierno Revolucionario?
No quiero venir a provocar polémicas frente a las cámaras, quiero simplemente dar el toque de atención para que se piense una vez más: no puede haber dualidad de principios y no puede haber en la juventud estudiosa dualidad de criterios; quien está dispuesto a dar su vida para defender la Revolución, debe estar dispuesto a acoplarse a la acción de la Revolución; y mucho más fácil, porque -digan lo que digan-, es mucho más fácil adaptarse a un criterio que dar la vida por un ideal.
Es por eso por lo que la Universidad adquiere en este momento su importancia extraordinaria y también se convierte en cierta manera -aunque formada por individuos que apoyan en su mayoría este Gobierno-, en un potencial factor de retraso de la revolución. Hoy no teméis, hoy todo son rosas, pero llegará el día de mañana o de pasado, en que la falta de técnicos impida, definitivamente, establecer una industria y haya que posponerla dos, tres, cinco o quien sabe cuantos años. Y en ese momento preciso se verá cuán importante ha sido ese factor de atraso de una Universidad que no ha puesto sus aulas al nivel exigido por la revolución, que es el pueblo.
Pero ¿es esto un hecho fatal, y es fatal que, en un plazo determinado deban transformarse las Universidades en factores de atraso, es decir, casi en focos de contrarrevolución? Yo me niego a creerlo con toda la fuerza de mi convicción revolucionaria, porque lo único que hace falta, absolutamente lo único, es coordinación, nada más que esa pequeña palabra, que se ha convertido en centro de los afanes de todos los institutos dependientes del Gobierno, debe ser también objeto de la atención de los compañeros estudiantes; coordinación entre los estudiantes de la Universidad de La Habana y los estudiantes de las universidades de Las Villas y de Oriente; coordinación entre los programas de estudios de estas tres universidades y los programas de estudios de los institutos y colegios secundarios que vayan a nutrir con sus contingentes las universidades, y coordinación entre todos estos planteles estudiantiles y el Gobierno Revolucionario; coordinación para que sepan, en un momento determinado, los estudiantes, que de acuerdo con los planes de desarrollo del Gobierno, se necesitarán, en un futuro, cien ingenieros químicos, pongamos por caso y se vayan a tomar las medidas necesarias para adaptar la enseñanza a esos cien ingenieros químicos que hacen falta; coordinación para que no haya un exceso de colegas míos, de médicos, que vegeten en puestos burocráticos, sin cumplir la gran función social de la medicina y atendiendo sólo a la lucha por la vida; coordinación para que las viejas carreras, llamadas humanistas, sean reducidas en la medida en que son necesarias, solamente, para el desarrollo cultural de un país, y esa masa estudiantil se vuelque hacia las nuevas carreras que la técnica está mostrando día a día y cuya falta de hoy se notará profundamente el día de mañana.
Eso es todo el secreto del triunfo o el fracaso, no digamos el fracaso, el fracaso relativo, el fracaso en cumplir el plan más acelerado posible del Gobierno Revolucionario.
Nosotros estamos, en este momento, de acuerdo con técnicos de organismos internacionales y de acuerdo con los técnicos del Ministerio de Educación, estudiando las bases para institutos tecnológicos, que den una base media, digamos, científica. Eso ayudará mucho a nuestro desarrollo, pero nunca un país podrá llamarse realmente desarrollado hasta que no pueda hacer todos sus planes y construir la mayoría de los productos necesarios para su subsistencia dentro de sus propias fronteras. La técnica nos permitirá construir cualquier cosa, pero el cómo construir, el ver más allá del presente es tarea de los planificadores y eso debe estudiarse en institutos universitarios de categoría con una amplia base cultural, para que realmente los productos de esa nueva Universidad que todos soñamos puedan responder al llamado de la Cuba de 10 o 15 años adelante.
Hoy se ve ya en muchos puestos una serie de doctores, una serie de graduados, cumpliendo tareas burocráticas, el desarrollo económico ha levantado el dedo y ha dicho, hasta aquí el exceso de profesionales que podrán consumir en determinadas ramas del saber, pero las Universidades han estado ciegas ante la admonición del proceso económico y han continuado vertiendo esa clase profesional fuera de las aulas, tenemos que volver hacia atrás nuestros pasos, estudiar profundamente las características del desarrollo y dar entonces, los nuevos profesionales. Alguien me decía una vez, que el profesional era producto de la vocación, que era algo interno y que no se podía torcer esa vocación.
En primer lugar, creo que es falsa esa postura. Yo no creo que un ejemplo individual, hablando estadísticamente, tenga importancia ninguna, pero inicié mi carrera estudiando Ingeniería, acabé siendo médico, después he sido Comandante y ahora me ven de disertador. Hay vocaciones básicas, es cierto que hay vocaciones básicas, pero es que las ramas de las ciencias están hoy tan enormemente diferenciadas, por un extremo, y tan íntimamente unidas por el otro, que es difícil que nadie pueda precisar en los albores de su desarrollo intelectual, cuál es su verdadera vocación; saldrá alguno que querrá ser cirujano y lo será, y toda su vida estará contento siendo cirujano, pero junto a ése habrán noventa y nueve más que serán cirujanos como podrán haber sido médicos de piel, psiquiatras o administradores de hospitales, según las condiciones de una sociedad extremadamente rigurosa que lo permitiera. La vocación no puede ser sino una parte y una parte ínfima en cuanto a la distribución de las nuevas carreras a crearse y en cuanto a la reorientación de las carreras ya conocidas. No puede ser, porque contra ellas se elevan causas, que he dicho, de las exigencias enormes de una sociedad y además, porque hoy por hoy, cientos y miles, y quizás cientos de miles de cubanos, han tenido vocación de ser médicos o ingenieros o arquitectos, o tener cualquier carrera y no han podido serlo, sencillamente, porque no se podían pagar los estudios. Es decir, que dentro de las características individuales, la vocación no juega un papel determinante. Insisto, porque dentro de las características de este mundo moderno, donde un especialista de riñón -para hablar de una profesión que yo conozco- está divorciado, a veces, de un oculista, o de un ortopédico, por un extremo, pero al mismo tiempo esos tres profesionales, como el químico o el físico, van a estudiar para comprender los fenómenos de la materia, por medio de una serie de elementos que son comunes para todos ellos y va a hablarse hoy de Físico-Química, ya, y no de Física o de Química, como quizás todavía se esté hablando en los colegios secundarios, y como a mí me toco aprender, para conocer bien la Física y la Química es necesario conocer las matemáticas. Y así en el otro extremo todas las carreras están unidas en un haz de conocimientos mínimos necesarios que debe tener el estudiante. ¿Por qué entonces suponer... que un compañero nuestro ingresa hoy a primer año en una universidad y ya sepa que al final de esos siete años, o seis, o cinco, lo que le toque, después de una ardua carrera donde va a adquirir conocimientos insospechados siquiera, va a ser ya ortopédico, o va a ser abogado, especialista en criminología. Creo que se debe constantemente pensar en función de masas y no en función de individuos, sin creer que nosotros somos otra cosa que individuos y celosos defensores de nuestra individualidad y capaces de mantener nuestro criterio una y mil veces en cuantos menesteres fueren necesarios para hacer un análisis y un cálculo de las necesidades de un país, es criminal pensar en individuos, porque las necesidades del individuo quedan absolutamente desleídas frente a las necesidades del conglomerado humano de todos los compatriotas de ese individuo.
Sinceramente, hubiera querido traer ante ustedes, compañeros estudiantes, una serie de cifras y de datos que mostraran el divorcio que existe entre la Universidad y las necesidades de la Revolución en el momento actual. Desgraciadamente, nuestras estadísticas han funcionado muy mal y no tenemos tampoco estadísticos aquí; recién ahora se están organizando, y no pude traer ante ustedes -mentes acostumbradas a los problemas prácticos y palpables- la convicción de los números. Queda eso para alguna otra vez -si es que tienen la paciencia de esta noche- y por hoy me sentiría satisfecho si después de estas palabras, no ya conmigo, pero entre ustedes, discuten el problema de la Universidad y lo discuten con sus profesores y lo discuten con sus compañeros de las universidades de Oriente y de Las Villas y lo discuten también con el Gobierno, que es discutirlo con el pueblo.