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Año XIX  - Mayo 2020

NUESTROS SUEÑOS, NO CABEN EN SUS URNAS

 El día después

Se está produciendo un despertar

por Gustavo Esteva *

Sin futuro

Perdimos piso bajo los pies.

Nuestro mundo era razonablemente previsible. De pronto, de un día para otro, desaparecieron las tendencias profundas que nos permitían anticipar el rumbo general y probable de acontecimientos y comportamientos. No podemos ya prever qué pasará. Estamos ante la incertidumbre radical.

Hay inercias, obsesiones, propensiones y manías. Podemos suponer con fundamento que una variedad de actores y sectores de la sociedad persistirán en las líneas de comportamiento que los caracterizan. Pero no podemos saber cuál será el resultado de sus acciones en lo que sin duda será una nueva correlación de fuerzas, bajo circunstancias radicalmente novedosas.

El mundo que experimentaremos después de la pandemia no habrá cambiado tanto por ella como por las condiciones críticas que la precedieron. Casi nada sabemos del clima que está surgiendo tras el colapso climático. Menos aún sabemos qué quedará de las instituciones tras el colapso sociopolítico. La pandemia sólo acentuó los desafíos de la encrucijada a la que ya habíamos llegado.

Desde hace unos años Giorgio Agamben nos había advertido que el futuro ya no tiene futuro. Se lo robaron. El poder financiero habría secuestrado “toda la fe y todo el futuro, todo el tiempo y todas esperanzas”. Agamben pensaba que la nuestra, una época de poca fe o de mala fe, de fe sostenida a la fuerza y sin convicción, “es una época sin futuro y sin esperanza -o de futuros vacíos y falsas esperanzas.”1 La incertidumbre puede ser angustiosa, particularmente para quienes se han acostumbrado a colgar su vida de algún futuro prometido y pocas veces se arraigan en el presente. Pero puede ser la oportunidad de regresar a la realidad y reconocerla. El finado subcomandante Marcos tenía razón cuando hace una década nos advirtió que estábamos en un peculiar momento histórico en el cual, para poder olfatear el futuro, debíamos lanzar una mirada al pasado. “La lucha por la liberación -subrayan quienes en Chile mantienen viva la movilización- saca su fuerza no de la visión del futuro, sino de la visión del pasado”.2

Muy criticado por sus escritos recientes sobre el coronavirus, que muchos consideraron un franco despropósito,3 Agamben tiene razón. Necesitamos arrancar nuestro futuro de las manos de “estos tétricos y desacreditados seudo sacerdotes, banqueros, profesores y funcionarios”. E insiste: “Quizás lo primero que hay que hacer es dejar de mirar solamente al futuro, como nos exhortan a hacer, para voltear más bien hacia el pasado. Solamente comprendiendo qué fue lo que pasó y, sobre todo, tratando de entender cómo pudo ocurrir, será posible, quizás, volver a encontrar la propia libertad. La arqueología -no la futurología- es la única vía de acceso al presente” (ídem).

Subcomandante Marcos reaparece para anunciar que ″deja de existir ...


El fin del mundo

Es preciso rechazar con rigor los múltiples cachondeos apocalípticos que han estado proliferando y se emplean para sembrar el pánico, con expresiones como la de la directora del Fondo Monetario Internacional: “Una crisis nunca vista en nuestra historia”, o la del Primer Ministro canadiense: “La mayor crisis de salud de la historia”. Una simple comparación ilustra la exageración y acaso el propósito. El número de muertos tras tres meses de pandemia, en el mundo entero, es aproximadamente la mitad del número de niños y niñas que mueren cada año por diarreas virales, por falta de acceso a agua potable, o menos de la mitad de los muertos por accidentes de tránsito en 2018. Equivale también al número de homicidios en México en la última década.

Al mismo tiempo, necesitamos reconocer con ente reza que el mundo que conocíamos llegó a su fin y no volverá. No podrá retornar, cualquiera de las formas o definiciones que demos a la “normalidad”, ese conjunto de condiciones que eran insoportables para un gran número de personas, las que ahora han estado insistiendo en que no quieren regresar a ella. Lo planteó claramente Evade Chile el 19 de marzo: “No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema” (ídem).

Riesgo y oportunidad
Como subraya el símbolo chino de crisis, en ésta hay riesgo y oportunidad.

De una parte, se observa ya que las fuerzas más oscuras de la sociedad, en el mundo entero, utilizan todas sus capacidades y recursos para establecer un régimen ferozmente autoritario en una sociedad de control. Con los medios electrónicos que se pusieron a prueba con la pandemia y otros recursos que se han estado experimentando en estos años en muchas partes del mundo, se creará la posibilidad técnica de someter a control pensamientos y comportamientos de individuos que han sido homogeneizados a través de esos mismos medios. Se implementarán experimentos que los gobiernos no se habían atrevido a poner a prueba: cerrar universidades y escuelas para que sólo haya enseñanza en línea, por ejemplo, y que “las máquinas sustituyan todo contacto -todo contagio- entre los seres humanos”.4 Ni siquiera Orwell fue capaz de imaginar distopía semejante. Se aprovechará el hecho de que hace años se avanza en esa dirección, produciendo entes nuevos en los cuales resulta ya muy difícil reconocer lo humano.

Coronavirus: abren fosas comunes en el mayor cement... | Página12

"El número de muertos tras tres meses de pandemia, en el mundo entero, es aproximadamente la mitad del número de niños y niñas que mueren cada año por diarreas virales, por falta de acceso a agua potable, o menos de la mitad de los muertos por accidentes de tránsito en 2018. Equivale también al número de homicidios en México en la última década."

Esta construcción social aberrante ha empezado con la declaración del Estado de excepción o de emergencia. Se había ido estableciendo mediante la paulatina disolución del Estado de derecho, pero se hacía de trasmano, con pretextos como el terrorismo o los cárteles; los gobiernos se resistían a reconocer lo que hacían. Ahora se le declara formalmente, con el argumento de que se necesita para “salvar vidas”, lo que constituye un pretexto ridículo pero creíble.

Como advertía Boaventura de Sousa Santos, se está desmantelando democráticamente la democracia.5 Con el pretexto de la pandemia, una mayoría parlamentaria acaba de otorgar a Víctor Orbán poderes omnímodos para que gobierne Hungría a su antojo, por tiempo indefinido, al margen de las leyes y las instituciones. Poco a poco toman esa misma dirección todos los gobiernos, sometiendo a control y confinamiento a la gente. En muchas partes ha estado llegando la policía mucho antes que el personal sanitario. Lo más grave es que muchas personas, hasta ayer defensoras apasionadas de las prácticas democráticas, aplauden con fervor ese proceso que las elimina. Se suman así a quienes seguían ciegamente a un líder o una doctrina y estaban ya programados para la obediencia. Se explota en nombre de la pandemia lo que Foucault llamaba el fascista que todos llevamos adentro, el que nos hace amar al poder que nos somete.6 La pandemia estaría dando aparente justificación a la obediencia general a normas y dictados con frecuencia insensatos. Se forma así el caldo de cultivo social que hace falta para establecer el nuevo régimen.

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"No podrá retornar, cualquiera de las formas o definiciones que demos a la “normalidad”, ese conjunto de condiciones que eran insoportables para un gran número de personas, las que ahora han estado insistiendo en que no quieren regresar a ella. Lo planteó claramente Evade Chile el 19 de marzo: “No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema”.

De hecho, sin apelar a cualquiera de las teorías de la conspiración que circulan, se ha estado extendiendo la convicción de que estamos ante un experimento que pone a prueba lo que vendrá. “La actual emergencia sanitaria -sostiene Agamben- puede considerarse como el laboratorio en el que se preparan los nuevos arreglos políticos y sociales que esperan a la humanidad”.7 “Podríamos salir”, piensa Franco 'Bifo' Berardi, “bajo las condiciones de un Estado tecnototalitario perfecto”.

Es la conclusión de Raúl Zibechi: “El militarismo, el fascismo y las tecnologías de control poblacional son enemigos poderosos que, aunados, pueden hacernos un daño inmenso, al punto que pueden revertir los desarrollos que han tejido los movimientos desde la anterior crisis”.9

De otra parte, paralelamente a ese riesgo, han estado emergiendo las oportunidades de recuperar el sentido y los sentidos, por el inevitable arraigamiento a lo local. Millones de personas, que carecen de reservas económicas y hasta de espacios en que puedan confi narse, personas acostumbradas a vivir al día que ven desaparecer las condiciones de las que dependía su sustento, están obligadas a producir localmente su pro pia vida. En general, ni el mercado ni el Estado podrán ocuparse de ellas o sólo lo harán en forma limitada y transitoria. Muchas sólo logran sobrevivir a corto plazo gracias a formas de solidaridad local que brotan por todas partes. Al mismo tiempo, miles de comunidades urbanas y rurales dejan de estar obligadas a bailar al son que les tocaba todo género de fuerzas, que se han ido quedando en silencio. Tienen que ocuparse por sí mismas de crear condiciones de supervivencia. De pronto, inesperadamente, se restablece plenamente la importancia de lo local y aún más el papel de las personas reales, que abandonan el que les asignaba la sociedad mayor para volver a ser ellas mismas.

En muchas partes ha estado llegando la policía mucho antes que el personal sanitario. Lo más grave es que muchas personas, hasta ayer defensoras apasionadas de las prácticas democráticas, aplauden con fervor ese proceso que las elimina. Se suman así a quienes seguían ciegamente a un líder o una doctrina y estaban ya programados para la obediencia.

La abrumadora insuficiencia de los servicios de “salud” en el mundo entero, combinada con la escandalosa confusión informativa que han logrado crear gobiernos y medios, incluyendo las redes sociales, otorga un valor inusitado a la experiencia concreta de cuidado y compasión. Se redescubre que para la inmensa mayoría de las personas nada mejor que el cuidado directo y personal de uno mismo y de los seres queridos. La “amenaza mortal de un enemigo misterioso” puede convertirse así, en la mayoría de los casos, en una gripe bien cuidada. Por todas partes personas y pequeñas asociaciones comparten en pequeña escala lo que tienen con los que no tienen y ofrecen protección a los agredidos de siempre, apoyadas en la fuerza aglu­tinante de la compasión. Rahamin, la palabra hebrea para compasión, viene de rahem, vientre, entrañas. De ahí viene la compasión, de las entrañas, a medida que recuperamos los sentidos y con ellos un nuevo sentido de lo que somos y hacemos.

Y así, desde abajo, a menudo con impulsos que sólo buscan la supervivencia ante condiciones extremas, se forma ya el mundo en que soñaban los zapatistas, el mundo en que caben muchos mundos, cuando perso­nas reales, en los más variados contextos, dan de nuevo sentido a sus vidas.

El despertar

Hace tiempo lo sabíamos. Acechaban toda suerte de pandemias y amenazas mucho más graves. Las peores formas del patriarcado se manifestaban en sus formas más violentas. El despojo sustituía ya a un modo de producción que llegaba a su término y la acumulación sin precedente de riqueza, en cada vez menos manos, iba paralela al aumento y generalización sin precedente de miseria.

La repentina constatación de las incapacidades y dis­torsiones del régimen dominante, de su profunda inmo­ralidad, ha llegado a las élites. Un inesperado editorial del diario británico Financial Times exige reformas radicales “que inviertan la dirección política predominante en las últimas décadas”, porque se trata de “forjar una sociedad que funcione para todos”. El editorial plantea que “los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía”, pero con otro sentido, porque los apoyos gubernamentales que se han estado dando empeorarán la situación. “La redistribución tendrá que volver a la agenda” y salir de ella el privilegio de los ricos. Uno de sus más sólidos defensores entierra así, con elegancia, el evangelio neoliberal.

Para muchas personas comunes suena cada vez más como lenguaje vacío esa repentina conciencia de las consecuencias de la trampa neoliberal y de la necesidad de escapar de ella con remedios que hasta hace poco tiempo resultaban anatema, como los keynesianos, lo mismo que la incansable repetición de dogmas de quie­nes siguen creyendo que todo puede volver a ser como antes si se toman las medidas apropiadas. Puesto que la circunstancia exige a la mayoría recuperar el sentido y los sentidos, como condición de supervivencia, empieza a cuartearse la mentalidad que convirtió a las abstrac­ciones en una nueva religión que les atribuía el carácter de la realidad “real de verdad”.

Un inesperado editorial del diario británico Financial Times exige reformas radicales "que inviertan la dirección política predominante en las últimas décadas", porque se trata de "forjar una sociedad que funcione para todos".

La nueva mentalidad no llegó a contaminar a todas las personas de la misma manera, pero empezó a constituir una experiencia común que transformó a los usuarios de herramientas en meros subsistemas de sistemas -al pasar de la máquina de escribir a Word, por ejemplo. Paso a paso, se llegó a la aceptación sin reservas de una “conciencia” en que todas y todos seríamos átomos homogéneos de una “realidad” global. Hasta los que no podían dejar de aferrarse a su realidad inmediata para sobrevivir empezaron a dudar de sus propias conviccio­nes. Llegaron a pensar que, en efecto, vivíamos todas y todos en un “mundo globalizado” y que compartíamos “problemas comunes”. Si bien la pandemia estaría refor­zando esa manera general de pensar, al mismo tiempo está haciendo evidente que se trata de una reducción insoportable. El virus no plantea el mismo “problema” en Bruselas, en la colonia Polanco de la ciudad de México o en una comunidad chiapaneca. No lo es siquiera en distintos barrios de Nueva York.

Se está produciendo un despertar.
Abandonar fantasmas e ilusiones

El invento de la ecología global, en la Cumbre de la Tierra de Río, en 1992, puso la tarea de ocuparse de ella en manos de los gobiernos y las corporaciones que son los principales causantes de la destrucción ambien­tal. Se socavó así al vigoroso movimiento ecologista, empeñado en acciones concretas a ras de tierra, cuyas crecientes movilizaciones habían provocado la Cumbre. Ese invento de la ecología global, una de las formase la “globalización”, preparó poco a poco a la gente para que aceptase tanto la realidad de los “problemas globales” como la necesidad de “remedios igualmente globales”, que obviamente no podían estar a cargo de las personas comunes, de la mayoría. “Salvar el pla­neta” apareció como una reivindicación sensata, que sólo podía concebirse e implementarse desde arriba.

Se formó así un prejuicio general sobre la exis­tencia real de una “realidad global” sobre el cual se asentó muy fluidamente el catecismo de las respues­tas “globales” ante la pandemia actual, la cual sería la evidencia extrema de un “hecho global” que nos afecta e infecta a todas y todos. En el mundo real, persistió una lucha salvaje de grupos y países por apoderarse de los recursos médicos escasos que se han considerado indispensables para “salvar vidas”, para compensar de alguna manera el olvido en que habían quedado los servicios de salud. Sin embargo, lejos de desalentar con ello el empeño, esa misma lucha salvaje, la aparatosa falta de coordinación entre los mecanismos institucionales creados para concertar la acción a escala internacional y la caótica dispersión de los esfuerzos ante “el enemigo común”, acentuaron la exigencia de formular una política global y establecer los poderes e instituciones capaces de implementarla, los cuales, a escala nacional y global, podrían poner a todo mundo en orden, bajo una dirección superior y común. Sólo así podría ganarse la que se considera la primera guerra auténticamente global de la historia. Mientras se avanza en esa dirección, se practica la concentración de poder en la profesión médica, que sería el arma clave en este combate, consolidando el que ya tenía; puede ahora dictar medidas universales.

Platón nos lo había advertido: al emplear la formi­dable capacidad humana de abstraer, debemos poner entre paréntesis las abstracciones que hagamos, para no confundirlas con la realidad. En Occidente, sin embargo, se cayeron los paréntesis y luego ocurrió algo peor. Al perderse progresivamente confianza en los sentidos, en la percepción concreta de la realidad, empezó a atribuirse a las abstracciones la condición de realidad real de ver­dad, relativizando la experiencia empírica. Poco a poco las abstracciones propias empezaron a ser sustituidas por abstracciones producidas por las élites, para formatear mentalidades y comportamientos de la gente de manera programada. A menudo esas abstracciones llegaron empa­cadas como “verdades científicas”, a las que se atribuyó un valor superior e incontestable. La ecología global, como la pandemia, aparecieron como datos de realidad, respaldados por la ciencia. No hubo mayor objeción al hecho de que las decisiones colectivas empezaran a estar guiadas por modelos probabilísticos con pies de barro.

Wendell Berry tenía razón cuando nos lo advirtió, hace casi 30 años, en uno más de sus llamados a concentrar la mirada en lo local: “Hablando propiamente -señaló- no es posible pensar globalmente. Quienes han “pensado global­mente” (y entre ellos los más exitosos han sido gobiernos imperialistas y corporaciones multinacionales) lo han hecho mediante simplificaciones tan extremas que no merecen el nombre de pensamiento. Los pensadores globales han sido y serán gente peligrosa”.11

Igualmente, tenía razón Iván Illich cuando mostró, hace 50 años, la contraproductividad de todas las instituciones modernas. Al aplicar su argumento al campo de la medicina, en 1975, denunció que la medicina institucionalizada había llegado a ser una grave amenaza para la salud y que vivía­mos ya bajo la dictadura de la profesión, que formulaba las normas sanitarias, las aplicaba y penalizaba a quienes no se ajustaran a ellas -como se hace ahora cuando se usa la fuerza pública para someter a quienes no cumplen las nor­mas formuladas por los expertos médicos. Illich consideraba que “el impacto del control profesional de la medicina, que inhabilita a la gente, ha alcanzado las proporciones de una epidemia”. Llamó iatrogénesis a esa plaga, en que iatros es el nombre griego para médico y genesis significa origen.12

Doce años después, al examinar de nuevo su argumento, observó que en su libro no había tomado en cuenta un efecto iatrogénico simbólico aún más profundo que los que había denunciado: la iatrogénesis del cuerpo mismo, el hecho de que desde mediados del siglo pasado “la aprehensión de nuestros cuerpos y de nuestro yo se volvió el resultado de concepciones médicas y de cuidados médicos”. No había logrado discernir, al escribir su libro, que, “al igual que la percepción de la enfermedad, la discapacidad, el dolor y la muerte, la percepción misma del cuerpo había tomado un giro iatrógeno". Y llevó más lejos su argumento. Le pareció estar ante una transición por la cual se disuelve el cuerpo iatrógeno en un cuerpo adaptado por y para la tecnología avanzada.

En el texto en que reflexiona sobre su libro, Iván Illich parece claramente horrorizado ante un proceso que des­mantelaba ante sus ojos el arte tradicional de encarnar una cultura, en el cual se tiene plena conciencia del cuerpo como lugar fundamental de la experiencia y se admite que cada época tiene su estilo propio para vivir la condición humana que tradicionalmente se llama “la carne”. Ahora, le pareció, surgía un individuo que se objetiva a sí mismo y se considera el “productor” de su cuerpo. Sería un componente de una nueva matriz epistemológica en formación, que daría lugar a un nuevo tipo de seres.13

Para Illich, se estaba cumpliendo así de la peor forma imaginable lo que anticipó desde 1973, en La convivencialidad, cuando advirtió que se había cruzado un umbral a partir del cual la protección de una población sumisa y dependiente se convertiría en la preocupación principal y en el gran negocio de la profesión médica. Hoy produce asombro la medida en que muchas personas habitualmente críticas de las políticas y medidas gubernamentales aceptan sin chistar y hasta celebran medidas a menudo disparatadas.

Para quien lea hoy esos viejos textos de Illich, resultará asombrosa la manera en que parece estar describiendo lo que ocurre con la pandemia, cuando lo que sospechaba se ha realizado y se nos ha empezado a tratar como elementos de algoritmos y nosotros mismos hemos entrado a ese juego, a la autoalgoritmización. Se ha llegado a aceptar sin dificultad nuestra transformación en subsistemas de sistemas en cada una de las facetas de nuestra vida cotidiana.14

La ruptura

La pandemia del COVID-19 constituye sin duda un llama­do de alerta. Permite ver muchos aspectos del horror que habíamos llegado a considerar “normal”. Sin embargo, hasta en las propuestas que parecen más radicales y “progresistas” se mantiene un lenguaje obsoleto y una mirada fuera de lugar. Un grupo de prominentes intelectuales españoles, por ejemplo, acaba de criticar con sobradas razones la “Carta al G20” firmada por un grupo destacado de “líderes mundiales para dar una respuesta global a la crisis del coronavirus”. En su pronunciamiento, “¿Carta al G20'? Más de lo mismo, no”, rechazan que se propongan de nuevo recetas como las de 2008, cuando hace falta algo enteramente diferente... pero lo 

Innovadores | Lecciones de la pandemia del coronavirus: ¿aplanar ...

formulan con múltiples lugares comunes, usando todos los términos que denunció Illich, y terminan invocando un fantasma: una “conciencia global de la ciudadanía mundial”, que podrá “presencialmente o en el ciberespacio, manifestarse sin cortapisas” para imponer “la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza”.15 No parecen darse cuenta del universalismo colonial desde el cual formulan sus prescripciones.

Para la mayoría de las personas, ya sea confinadas u obligadas a luchar en la calle por la supervivencia, bien sea constreñidas por normas impuestas que consideran apropiado obedecer -hasta cuando les parecen insensatas- o bien en la libertad de pueblos y barrios que están definiendo sus propias normas, la pandemia exige reconsiderar la dirección de la mirada. Muchas de ellas empiezan a ver de nuevo hacia sus lugares, hacia las personas concretas que las rodean, hasta a aquellos vecinos que apenas saludaban. Empiezan a ver-se de nuevo, con otros ojos. Dejan de pronto de tener en la frente la etiqueta que identificaba los papeles que cumplían en la vida cotidiana, como componentes individuales de categorías abstractas, al ser pasajeros de un autobús, clientes de un restaurante, estudiantes, profesores, consumidores, profesionales de cualquier campo..., porque ya no están en vehículos o instituciones sino en sus casas, en sus lugares.

Desde sus entrañas, con la compasión que sienten ya por otras y otros, surge una extraña sensación de reconocimiento de otro “yo” que tenían sumergido, dentro de la cárcel de las condiciones habituales de la “normalidad”. Es un “yo” que ahora tiene la oportunidad de levantar la cabeza y hacer latir el corazón en la sensación de una forma real del nosotros, de no ser ya un individuo de la masa homogénea sino el nudo de una red de relaciones concretas. En vez de la mirada hacia lo global, lo nacional, la población, las vidas humanas probabilísticamente modeladas por los expertos, en vez de una percepción impuesta por un sistema enloquecido, recuperan una mirada propia. A menudo, logran encontrar en este nuevo camino a quienes nunca la perdieron y con ella han estado luchando por sobrevivir. Junto a ellas y ellos dicen ahora con firmeza: “No queremos volver a la normalidad”.

Se forja así, día tras día, el tejido mental y práctico que se niega a aceptar la inmunidad, el rechazo de toda obligación recíproca (el munus común) para afirmarse en la co-munidad.16 En pleno “territorio enemigo”, tal como Giap utilizó la máquina de guerra norteamericana para derrotarlo, aparecen nuevas expresiones: el “hackeo cultural”, que consiste en “hacer de lo radical un sentido común. Narrativas insurrectas de código abierto. Defender la vida y el territorio; desarticular los sistemas de opresión un meme a la vez.”17

Finalmente, se trata de volver a ser lo que somos, lo que expresa el dharma, entre los hindúes, o la comunalidad entre los pueblos indios de Oaxaca: personas, nudos de redes de relaciones concretas, que sólo pueden ser lo que son cuando esas redes forman comunidad, cuando tienen entre sí obligaciones recíprocas. No hay mejor antídoto que éste contra el autoritarismo rampante que nos acosa y que nos penetra por todos los poros de los recursos electrónicos que se quiere convertir en condición de supervivencia, en la última expresión del reino patriarcal.

Se trata de volver a ser lo que somos, lo que expresa el dharma, entre los hindúes, o la comunalidad entre los pueblos indios de Oaxaca: personas, nudos de redes de relaciones concretas, que sólo pueden ser lo que son cuando esas redes forman comunidad, cuando tienen entre sí obligaciones recíprocas.

San Pablo Etla, Oaxaca,15 de abril de 2020.

 *Egresado del Departamento de Relaciones industriales de la Universidad iberoamericana, ha sido consultor de organismos internacionales como la CEPAL, la FAO y la Unesco. Fue miembro de la Comisión Nacional de Justicia para los Pueblos indígenas de México y coordinador del programa "Regeneración cultural de comunidades indígenas en Chiapas, Guerrero y Oaxaca”. En 1978 mereció el Premio de Economía Política "Juan F. Noyola”, otorgado por el Colegio Nacional de Economistas. Colaborador de diversas publicaciones periódicas mexicanas y extranjeras, lo es actualmente del diario La Jornada. Activista, intelectual "desprofesionalizado” y especialista en el desarrollo de los pueblos, en 2001 fundó, como una comunidad de aprendices, la Universidad de la Tierra [UniTierra], en Oaxaca, lugar donde reside.

 

Referencias

1    Giorgio Agamben, “Si la feroz religión del dinero devora el futuro”, La Repubblica, 27/05/2015 (https:// es.scribd.com/document/353931216/Giorgio-Agamben-Si-la-feroz-religion-del-dinero-devora-el-futuro-16- de-febrero-de-2012-pdf)

2   Evade Chile, “Coronavirus: Reporte de Chile”: www.comunizar.com.ar

3    Ver, en particular, “Giorgio Agamben y el nuevo estado de excepción gracias al coronavirus”, https:/www. clarin.com/revista-enie/ideas/giorgio-agamben-nuevo-excepcion-gracias-coronavirus_o_PudxE2ilo.html, Anastasia Berg, “El derrape de Giorgio Agamben sobre el coronavirus” http://comunizar.com.ar/derrape-gior- gio-agamben-coronavirus /

4    Giorgio Agamben en entrevista: “La epidemia muestra que el Estado de excepción se ha convertido en la condición normal”, Le Monde, 24/03/2020.

5    Boaventura de Sousa Santos (coord.), (2007), Democratizar la democracia. http://sitp.pichincha.gob.ec/ repositorio/diseno_paginas/archivos/Democratizar%20la%20Democracia_Los%20caminos%20de%20la%20 democracia%20participativa.pdf

6    Michel Foucault, “Preface”, en Gilles Deleuze y Felix Guattari, Oedipus: Capitalism and Squizofrenia, Min­neapolis, University of Minnesota Press, 1983.

7    Giorgio Agambem, “Distanciamiento social”, Una Voce, 06/04/2020, artilleriainmanente.noblogs.com

8    Franco 'Bifo' Berardi, Crónica de la posdeflación, Mundo Nuestro, 19/03/2020, http://mundonuestro.mx/index.php/autores/item/2303-franco-berardi-bifo-cronica-de-la-psicodeflacion

9    Raúl Zibechi, “A las puertas de un nuevo orden mundial”, elsaltodiario.com

10    https://www.perfil.com/noticias/economia/financial-times-se-requieren-reformas-radicales-para-for- jar-una-sociedad-que-funcione-para-todos.phtml

11                    Wendell Berry, “Out Of Yor Card, Off Your Horse”, The Atlantic Monthly, febrero de 1991. https://www.theat- lantic.com/magazine / archive/1991/02/out-your-car-your-horse/309159/

12   Iván Illich, Némesis médica, en Obras reunidas I, México, FCE, 2006, p. 535.

13   Iván Illich, “Doce años después de Némesis médica: por una historia del cuerpo”, en Obras reunidas II, México, FCE, 2008, pp. 603-609.

14    David Cayley es un analista y periodista canadiense que a lo largo de los últimos 30 años ha consagrado su vida a estudiar el pensamiento de Iván Illich y compartirlo. Ha publicado dos libros sobre sus conversaciones con él y pronto publicará su biografía. Acaba de publicar un texto peculiar: Questions about the current pan­demic from the point of view of Ivan Illich, que resulta muy útil para este análisis. https://www.quodlibet.it/ david-cayley-questions-about-the-current-pandemic-from-the-point

15    https://www.eldiario.es/tribunaabierta/Carta-G20-mismo_6_1015308473.html

16    Ver, en particular, Roberto Esposito, Communitas: Origen y destino de la comunidad (1998, https:/www. academia.edu/5422710/Esposito_Roberto_-_Communitas._Origen_y_destino_de_la_comunidad) e Inmunitas: Proteccióny negación de la vida (2002, https://www.academia.edu/17835542/147696323-Roberto-Esposito-In- munitas).

17    https://hackeocultural.org/wp-content/uploads/2020/04/HackearLaPandemia-1.1-HackeoCultural.pdf 


 De la oscuridad más profunda surge de repente la luz: ¿Por qué leer a
Malcolm X 95 años después de su nacimiento?

Por: Mateo Ramírez*
Desde: Lyon, Francia

“When he came up to greet me, I turned away, making our break public […].

Turning my back on Malcom was on the the mistakes that I regret the most in

My life. I wish I’d been able to tell Malcolm I was sorry. That he was right

About so many things. But he was killed before I got the chance. He was

A visionary- ahead of usa ll. Elijah Muhammad had a misión to unite Black

People in the spririt of racial pride […]. Malcolm was the first to discover

The truth that color doesn’t make you a devil. It is the heart, soul and mind

That define a person.”

 Muhammad Ali

Hoy, 19 de mayo se cumplen 95 años del nacimiento de Malcolm X. En ocasión de esta fecha, quise aprovechar la oportunidad para escribir sobre una de las figuras estadounidenses más polémicas de la segunda mitad del siglo XX. Antes de
comenzar a escribir, cuando estaba reflexionando sobre la forma de abordar el texto, pensé en responder a la pregunta: ¿por qué, en tanto que latinoamericanos, deberíamos leer a Malcolm X[1]? Sin embargo, rápidamente me di cuenta de que dicha pregunta no hace honor al hombre, al revolucionario, al ser humano que en una época de represión y violencia nunca tuvo miedo de decir la verdad. Para entender de una mejor manera la figura que representa, es necesario entender primero las transformaciones que él mismo sufrió a lo largo de su vida y la forma en la cual logró emanciparse de todas las ataduras que le fueron impuestas por la sociedad, por las personas en las que creyó y, sobre todo, las que él mismo se impuso.

Cassius X: Cuando Muhammad conoció a Malcolm | FIGHTLAND

La vida de Malcolm X puede dividirse en tres grandes momentos. El primero de estos fue su juventud, cuando caminaba por las calles de Harlem, en Nueva York, y era conocido como “Detroit Red”. Sobrenombre que le fue dado por la ciudad de Detroit, en Michigan, lugar de donde era originario y por su pelo rojizo que tanto lo caracterizaba. Durante este tiempo, Detroit Red caminaba por las calles de Harlem, más tarde en las calles de Boston, como un “animal”, preocupado únicamente por encontrar el dinero para satisfacer su adicción a las drogas. Durante esta época se dedicó, entre otras cosas, a la venta de drogas, el proxenetismo y el hurto. Fue un milagro de Alá, como más tarde lo diría el propio Malcolm X, que no haya muerto de una sobredosis o a causa de un disparo.

El final de Detroit Red llegó cuando fue capturado por la policía y condenado a pagar una pena de diez años en prisión por robar apartamentos en Boston. Lejos de ser un tiempo perdido, sus años en prisión fueron algunos de los más fructíferos de la vida de Malcolm X. Fue una época de transición en la cual, gracias a su familia, descubrió la religión del islam. Una vez la aceptó en su corazón, Malcolm X abandonó sin titubear su antiguo estilo de vida. Además, fue el momento en el que descubrió su pasión por la lectura y los debates. Su sed por el conocimiento no tenía límite. Podía estudiar hasta quince horas diarias, leyendo libros de historia, filosofía, religión y cualquier otro tema que cayera en sus manos. Este conocimiento lo fue aplicando a los debates en los que participaba en prisión y que, de una manera u otra, lo fueron preparando para la vida pública.

El segundo momento de su vida inicia cuando sale de prisión y se une a la Nación del Islam. Malcolm Little abandonó su apellido para convertirse en Malcolm X, el nombre con el cual daría a conocerse al mundo[2]. En unos cuantos años, Malcolm X se convirtió en el ministro del Templo numero Siete de Harlem, en Nueva York, y en uno de los mayores defensores del “honorable Elijah Muhammad”, como siempre se refirió al líder de la Nación del Islam. Hasta este momento el nombre de Malcolm X era desconocido para la humanidad, pero un evento en 1957, eso habría de cambiar. Durante un altercado confuso, en el cual uno de los miembros de su congregación resultó gravemente herido por la policía, el ministro Malcolm X reunió a 50 hombres del “Fruto del Islam[3]”. Encabezados por Malcolm X, todos marcharon hasta la estación de policía donde se encontraba retenido su hermano herido y se pararon en frente de ella en perfecto orden y silencio. En un primer momento, la policía negó que la persona en cuestión se encontrara allí. Pero el miedo que les dio al ver a 50 hombres perfectamente inmóviles frente a la estación, además de la creciente multitud que comenzaba a reunirse, fue motivo suficiente para permitirle la entrada a Malcolm X y, así, ver a su hermano herido. Una vez lo vio, Malcolm X le exigió a la policía que llamase una ambulancia para llevarlo al hospital. No satisfecho con esto, salió de la estación de policía e inició una marcha por las calles de Harlem seguido de los 50 hermanos del Fruto del Islam hasta el hospital. En el camino, cada vez más gente, ajena a la Nación del Islam, se les fue uniendo. Una vez llegaron al hospital, detrás de los 50 hombres del Fruto del Islam que plantaron sus pies en perfecto orden y silencio en frente del hospital, se encontraba una multitud de gente furiosa, que, cansada de la violencia contra la comunidad afroamericana, gritaba contra la policía. Un oficial de alto rango de la policía se acercó a Malcolm X y le ordenó disolver a la muchedumbre, pero éste, fiel a su estilo y a su ingenio, simplemente le respondió que él y sus hermanos no estaban haciendo nada y simplemente estaban esperando en frente del hospital, la demás gente era problema de la policía. Cuando los médicos del hospital le aseguraron que su hermano herido recibía la mejor atención posible, Malcolm X dio una señal y los 50 miembros del Fruto del Islam empezaron a marchar, disolviendo a la multitud que se había reunido frente al hospital tan rápido como se había formado. Testigos del hecho dirían después, que estupefacto por lo que acaba de presenciar, un policía simplemente dijo: “ningún hombre debería tener tanto poder”.

Fue así como el niño que nació en 1925, en Omaha, Nebraska, se dio a conocer al mundo, y también a los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Durante doce años fue tal vez el miembro más activo de la Nación del Islam, viajando a lo largo y ancho de Estados Unidos, fundando nuevos “templos”, predicando sermones en contra de los “diablos blancos” y defendiendo al “honorable Elijah Muhammad”. Sus apariciones en programas de radio y televisión se multiplicaron. En una ocurrencia del destino, una de las entrevistas más importantes que dio durante esta época fue para la revista Playboy. Gracias a la popularidad de esta revista, la entrevista de Malcolm X tuvo una amplia circulación en algunas de las universidades más importantes de Estados Unidos.

No obstante, como si se tratase de una película, esta época de su vida habría de terminar de la forma más abrupta posible. Destrozado espiritualmente por el comportamiento lascivo del hombre que una vez consideró como un profeta, Elijah Muhammad, Malcolm X decide separarse de la Nación del Islam para crear su propio movimiento (Muslim Mosque Inc.), y con ello aceptar una forma más ortodoxa del islam e iniciar el peregrinaje que lo llevó hasta la ciudad sagrada de La Meca. Ninguna de estas decisiones fue fácil de tomar. Su autobiografía muestra a un hombre confundido y destrozado por la traición de la persona a la que adoraba como a un santo, Elijah Muhammad, además de los miedos y las inseguridades que surgían en él al momento de pensar si podía convertirse en el líder de un movimiento independiente. En medio de esta crisis moral y espiritual, causada por su ruptura con la Nación del Islam y Elijah Muhammad, Malcolm X recordaba su pasado criminal, porque, de una cierta forma, sentía que su tiempo como vendedor de drogas, proxeneta y ladrón lo hacían diferente a otros líderes, como Martin Luther King Jr. Se preguntaba si esto lo acercaba de una manera más especial a la comunidad afroamericana que padecía de los mismos problemas y vicios que él enfrentó tan temprano en su vida. Sin embargo, armado con la convicción de seguir adelante y de tener un mejor conocimiento de su religión, decidió emprender el viaje que todos los musulmanes deben cumplir al menos una vez en su vida.

Así comenzó el viaje que habría de transformar, por última vez, a Malcolm Little, Detroit Red, Malcolm X, en El-Hajj Malik El-Shabazz. Sus experiencias en el peregrinaje a La Meca quedaron plasmadas en su autobiografía y en su diario personal muestran el asombro de un hombre que, por la primera vez en su vida, conocía a personas blancas que no lo juzgaban por su color de piel. Como escribió en una carta a su esposa, Betty, durante once días comió del mismo plato, bebió del mismo vaso y durmió en la misma alfombra con hermanos musulmanes con ojos azules, el cabello dorado y la piel blanca. Todos unidos en oración a un único y mismo dios, Alá. Nadie imaginaba que la misma persona que antes de su viaje fuera acusada de incitar el odio y el racismo entre negros y blancos, fuera la misma que volvió de su peregrinaje con un discurso de unidad y fraternidad entre todos los seres humanos.

Así, El-Hajj Malik El-Shabazz descubrió una verdad tan simple pero tan complicada de aprender en un mundo que se empeña en juzgar a las personas por su apariencia física, una lección que Antoine de Saint-Exupéry ya había inmortalizado: “sólo con el corazón podemos ver bien, lo esencial es invisible ante los ojos”. Durante su experiencia en La Meca, El-Hajj Malik El-Shabazz[4] llegó a la conclusión que no podía seguir juzgando a las personas blancas sólo por ser blancas y aceptó que muchas entre ellas estaban dispuestas a ayudarlo a él y a sus hermanos y hermanas en la lucha contra el racismo y la discriminación. Una anécdota de su autobiografía refleja de la mejor manera el cambio de pensamiento que tuvo: después de su regreso de La Meca, Malcolm X se encontraba manejando su auto cuando llegó a un semáforo donde se detuvo. A su lado se detuvo otro auto, manejado por una mujer y en el asiento del pasajero se hallaba un hombre. El hombre sonriendo le pregunta desde la ventana del auto: “Malcolm X, ¿le importaría darle la mano a un hombre blanco?” Siempre fiel a su estilo y a su ingenio, Malcolm X miró al hombre y respondió: “no me importa darle la mano a un ser humano”, y siguió su camino.

No obstante, su nuevo mensaje duró poco. El-Hajj Malik El-Shabazz fue asesinado el 21 de febrero de 1965, frente a su esposa y sus hijas. Existen todavía muchos misterios y preguntas sin resolver en torno a este asesinato. A mi modo de ver, Malcolm X fue asesinado porque se convirtió en algo mucho más grande que una figura por la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos. Lo asesinaron porque se convirtió en un revolucionario. Es necesario explicar esta afirmación puesto que, como lo dijo antes de morir en su autobiografía, él no se consideraba como un revolucionario. Según Malcolm X, los revolucionarios buscaban cambiar el sistema actual por uno nuevo. Sin embargo, él no buscaba cambiar el sistema, sino ser reconocido por el mismo. Su lucha era entonces una lucha por el reconocimiento, pero sin darse cuenta, la forma en la cual buscó este reconocimiento fue revolucionaria. Aquellos que predican la división y la separación, como lo hacía Elija Muhammad, nunca cambiarán nada porque la existencia del sistema se funda, en parte, sobre la división de las personas que podrían cambiarlo. En cambio, aquellos que predican la unidad y la hermandad se convierten en una verdadera amenaza para el sistema.

Esto fue precisamente en lo que se convirtió Malcolm X, porque, en lugar de crear muros, buscó crear puentes entre los 22 millones de afroamericanos de Estados Unidos y los países africanos. Así, un hombre cuya educación formal llegó hasta el octavo grado se convirtió en una figura de la política internacional estadounidense: visitó varios países africanos y llegó a reunirse con diferentes líderes de Estado, como Kwame Nkrumah[5]. Fue recibido con honores por embajadores y ministros de diferentes países y se convirtió en un defensor del Panafricanismo. Todo esto y mucho más sin ser elegido en ningún cargo público. Todo esto y más, sin cesar jamás de denunciar el aberrante trato que los afroamericanos recibían en Estados Unidos. Tampoco tuvo miedo de denunciar la hipocresía de las naciones del mundo que condenaban ante la ONU el régimen atroz del Apartheid en Sudáfrica, mientras callaban de lo sucedido en Estados Unidos.

Para terminar este texto, quisiera volver a la pregunta que mencioné en el primer párrafo, ¿por qué hay que leer a Malcolm X (sin importar que seamos latinoamericanos, blancos, negros, asiáticos, etc.)? La vida de Malcolm X es la historia brutal de un hombre que, por todas las circunstancias en las que nació, estaba destinado a morir por un balazo, por una sobredosis o a terminar sus días en la cárcel o en la pobreza y la miseria absolutas. En lugar de eso, es la historia de ser humano que en una época de opresión y violencia no tuvo miedo de decir la verdad en contra de un sistema injusto y opresor. En uno de sus discursos más famosos, Malcolm X dijo que la lucha contra la injusticia y la discriminación se haría “por todos los medios necesarios”. Por decir este tipo de palabras, muchos lo acusaron de promover la violencia, pero en lo personal, me gusta pensar que él hacía referencia a la forma en la cual afrontó a la muerte: armado sólo de sus palabras, su ingenio y su convicción de decir la verdad, sin importar las consecuencias. Tristemente, hechos recientes nos muestran que cincuenta y cinco años después de su muerte, su batalla está lejos de terminar. Los asesinatos en contra de personas negras en Estados Unidos siguen siendo parte de las noticias[6] en un mundo que llora más la destrucción de una iglesia[7] – piedras y cemento – que el asesinato de una comunidad en África[8].El día de su muerte, el mundo no perdió a Malcolm X, perdió a Malcolm Little, a Detroit Red, y a El-Hajj Malik El-Shabazz. Perdió a un “Príncipe Negro”, como el también activista Ossie Davis lo llamó en su elogio fúnebre, que no tuvo miedo de enfrentarse al odio y a la discriminación con las palabras y la verdad.

[1] Para escribir este texto me he servido principalmente de la autobiografía de Malcolm X y de su diario de sus viajes a La Meca y África.
[2] Como muchas veces explicó, la “X”, para los miembros de la Nación del Islam, representaba dos cosas: primero, su verdadero apellido africano que sus antepasados perdieron cuando fueron transportados de África a América. Segundo, la “x” simbolizaba, asimismo, el abandono del apellido que le fue dado a sus antepasados por parte de su propietario blanco, como forma de marcarlos y reclamarlos de su propiedad.

[3] El Fruto del Islam es un órgano de seguridad dentro de la Nación del Islam. Los miembros del FOI, por sus siglas en inglés, aprendían técnicas de defensa personal, a usar armas de fuego, aunque también tomaban clases de religión y costumbres musulmanas.

[4] Vale la pena aclarar que si bien, Malcolm X cambió su nombre legalmente por el El-Hajj Malik El-Shabazz, nunca quiso abandonar su nombre de Malcolm X. En una entrevista después de su llegada de La Meca, Malcolm X explicó que seguirá llamándose así hasta que la situación que dio origen a este nombre fuese superada.

[5] Kwame Nkrumah (1909 – 1972) fue un político y revolucionario ghanés. Nkrumah estudió durante 10 años en Estados Unidos, donde obtuvo un título en teología de la universidad de Lincoln, en Pensilvania. Por esta razón, Malcolm X cuenta en su autobiografía, que Nkrumah tenía conocimiento de primera mano del trato que los afroamericanos recibían en Estados Unidos. Luego de completar sus estudios en Estados Unidos, Nkrumah fue a Inglaterra a continuar sus estudios doctorales en la London School of economics, pero luego de un año decidió volver a la Costa Dorada Británica (el nombre de Ghana antes de su independencia en 1957 del imperio británico) para luchar por la independencia de su país. Nkrumah fue además uno de los principales defensores del ‘Panafricanismo’. Este movimiento defendía la idea que la unidad entre los diferentes grupos de descendientes africanos, no solo en el África, sino en el resto del mundo, era esencial con tal de lograr su desarrollo político, económico y social. El 15 de mayo de 1964, Nkrumah sostuvo una reunión con Malcolm X en la cual, como lo registra este último en su diario, discutieron sobre el Panafricanismo y la lucha de los afroamericanos. Los sueños de unidad de Nkrumah duraron poco. En 1966, un golpe de Estado lo sacó del poder y vivó en el exilio, sin nunca volver a Ghana, hasta su muerte en 1972.

[6] Los recientes asesinatos de Ahmaud Arbery y Breonna Taylor en febrero y marzo, respectivamente, de este año son lamentables pruebas de esto. Arbery fue asesinado mientras corría por las calles de un vecindario en el Estado de Georgia, por dos hombres armados que lo acusaban de haber robado unas casas en el vecindario anteriormente. Breonna Taylor, una enfermera de 26 años, fue asesinada por policías que entraron a su casa, en Louisville, Kentucky, mientras cumplian una orden de allanamiento errónea. El sospechoso que estaban buscando ya se encontraba en custodia de la policía y en el momento de los hechos, vivía a más de 10 kilómetros del hogar de Taylor. En ambos casos, las acciones para imputar cargos contra los responsables han sido lentas, causando protestas entre la comunidad que exige justicia.

[7] https://elpais.com/cultura/2019/04/16/actualidad/1555397858_382444.html

[8] https://edition.cnn.com/2019/03/24/africa/mali-fulani-village-attack-intl/index.html

* Doctor en filosofía de la Universidad de Poitiers, Francia con estudios en desarrollo sostenible y medio ambiente en París y Lyon. Una vez traté de estudiar derecho en Colombia, pero luego me di cuenta de que estaba muy torcido. Por eso di el salto para venir a los países desarrollados, sólo para darme cuenta de que seguimos colonizados


Preguntas sobre la pandemia actual desde el punto de vista de Iván Illich

x David Cayley
Fuente: La Fogata
Síntesis y traducción al español: Gustavo Esteva y Alberto Elías González Gómez



El texto inicia con las siguientes interrogantes:  ¿Es el esfuerzo por contener y limitar el daño que el virus hará la única opción que tenemos?
¿Es únicamente una medida de prudencia la opción tomada de proteger a los más vulnerables?
¿O en cambio es un esfuerzo desastroso tratar de controlar lo que obviamente es incontrolable?
¿No es un esfuerzo que agravará el daño causado por la enfermedad con nuevos problemas que repercutirán en el futuro?
Después de percatarse que sus opiniones tenían un sinfín de presupuestos en el pensamiento illichiano respecto a la salud y la medicina, Cayley optó por presentarnos las ideas de Iván Illich respecto a estos temas.

Ya en 1973, Illich hablaba de dos umbrales en la historia de la medicina (La convivencialidad). El primero de ellos fue a inicios del siglo XX, en el cual la mayoría de los historiadores de la medicina ubican el punto de quiebre: los tratamientos de las enfermedades se asociaron a partir de entonces con tratamientos médicos. Fue opinión general que el progreso de medicina no tendría límites. Illich mostró que, una vez rebasada cierta escala, la medicina se vuelve contraproductiva, es decir, hace más daño que bien. Y planteó otro umbral, hacia mediados del siglo pasado, cuando es la vida misma la que parece enferma. Desde entonces, “la protección de una población sumisa y dependiente se convierte en la preocupación principal y el gran negocio de la profesión médica” (La convivencialidad, 377).

En Némesis médica (1975) Illich expuso detalladamente la contraproductividad en que había caído la medicina. Llamó iatrogénesis al daño a la salud causado por la propia medicina y la examinó desde tres perspectivas diferentes: la clínica, la social y la cultural. A estas alturas, dice Cayley, la mayoría de las personas tienen experiencia de la iatrogénesis clínica, que se refiere a diagnósticos equivocados, medicamentos inapropiados, errores quirúrgicos e incluso la muerte causada por tratamientos médicos. Cayley cita artículos actuales que documentan cómo, en Estados Unidos y Canadá, habrá alrededor de 400,000 y 24,000 casos anuales respectivamente de muertes por causa médica.

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La mayor preocupación de Illich eran la consecuencias sociales y culturales de este parteaguas. Llama iatrogénesis social al paso del arte médico a la ciencia médica. En el primer caso, la persona que facilitaba la sanación (curandero, chamán, partera, etcétera) se dedicaba a sanar, testimoniar, aconsejar y acompañar el proceso único del paciente que tenía enfrente. El doctor o médico profesional, en cambio, convierte al paciente en un sujeto de experimento en donde pierde su particularidad y se convierte en un caso de alguna enfermedad genérica.

Para Illich, la iatrogénesis cultural es el proceso mediante el cual una serie de habilidades culturales son socavadas y menospreciadas hasta el punto de llegar a ser reemplazadas por completo. Dos son las capacidades a las que Illich se refiere en particular: la capacidad de vivir el sufrimiento y de morir la propia muerte.

El arte de saber sufrir fue desplazado por la expectativa de que todo sufrimiento puede ser aliviado. Se forjó así la creencia de que el sufrimiento constituye una anomalía o un error técnico, no una experiencia humana general, y se transformó la muerte, que hasta entonces era un acto íntimo y personal del que cada quien podía hacerse cargo, en el fracaso sin sentido y final de algún tratamiento médico.

Illich busca hacer evidente el poder de los profesionales, la manera en que la medicina ejerce un poder político en la sociedad. El concepto de “ritualización de la crisis” permite entender cómo, mediante una crisis, los profesionales a cargo de solucionarla suelen adquirir una condición sobrehumana, por encima de la ley y la justicia, como ocurre en la actualidad.

Al reflexionar sobre su libro doce años después, Illich señaló que al escribirlo no había tomado en cuenta un efecto iatrogénico más profundo que los que había denunciado, la iatrogénesis del cuerpo mismo. Cada época tiene un estilo específico de percibir el cuerpo. A finales del siglo pasado, el cuerpo y nuestro yo empezaron a ser percibidos en los términos planteados por las concepciones y cuidados médicos.

En esos años, Illich empezó a plantear el paso de la era de las herramientas a la era de los sistemas, distinguiendo el mundo constituido bajo la lógica de la herramienta del mundo que se constituye bajo el sistema. La herramienta se usa para hacer u obtener algo, según la voluntad del usuario; el sistema, en cambio, nos usa, somos usados por el sistema para su propio mantenimiento. Según Illich, esta etapa cibernética, sistémica, estaba representando un umbral epocal que ocurría ante sus ojos pero que ya no podría experimentar por completo.

En lo concerniente a la salud, Illich previó que el paso a la sociedad de sistemas iba a representar una pérdida de corporalidad. Paradójicamente, la excesiva y narcisista atención que el sujeto va adquiriendo sobre el estado de su propio cuerpo, lleva paulatinamente a la persona a tener una enorme consciencia sobre el riesgo. Así, se convierte en una estadística más buscando siempre la potencialidad de adquirir esta u otra enfermedad, lo que se convierte en una especie de ideología celebrada religiosamente. Es una especie de culto al propio cuerpo (…) que ya no es mío, sino una estadística matematizada por el sistema al cual sirvo.

Las personas dejan de ser personas para convertirse en poblaciones de “pre-enfermos”. Estadísticamente, todos y todas podemos contraer cualquier enfermedad: seríamos prediabéticos antes de convertirnos en diabéticos.

La madre embarazada que cae bajo control médico se ve obligada a decidir la suerte de lo que tiene en su vientre a partir de estimaciones probabilísticas de su evolución. En realidad, la vida sigue siendo un disparo en la oscuridad; no sabemos qué enfermedad podemos o no adquirir. Sin embargo, una vez que las personas se convierten en unidades estadísticas, quedan expuestas a cálculos probabilísticos de lo que puede ocurrirles y su vida empieza a ser regulada por ellos.

Illich se negó a vivir –y a morir- de esta manera. Su propio testimonio al final de su vida es una muestra de un intento de vivir en una escala más humana, en la cual el sufrimiento se experimente como un arte y la muerte como compañera. En el texto, Cayley reflexiona alrededor de la dimensión teológica de estas ideas illichianas para finalmente preguntarse ¿pueden estas reflexiones de Illich decirnos algo para la crisis actual? Su respuesta es que sí, siempre y cuando dejemos a un lado la urgencia del momento y nos demos cuenta de lo que esta situación revela sobre nuestras certezas y circunstancias.

Desde la perspectiva de Illich, llevamos ya un tiempo practicando la actitud social que posteriormente se convirtió en la estrategia oficial en medio de la pandemia.

A lo largo del siglo XX se ha estado considerando cada vez más que lo que ocurre tenía que ocurrir, convirtiendo la contingencia en necesidad. Lo que está pasando ahora con el COVID-19 es justamente lo que Illich consideraba “la ideología religiosamente celebrada más importante actualmente”, la búsqueda de la propia salud, así como nuestra transformación en estadísticas de una población manejada por un sistema. Las medidas de prevención prescritas para reducir la “curva” de contagios y evitar el colapso del sistema médico corresponden a la actitud que nos hace habitar un espacio hipotético en donde la prevención ayuda a la cura, según cálculos probabilísticos. Si no se produce lo que se teme: sobresaturación médica, muertes masivas, etcétera, nunca podrá saberse si fue o no consecuencia de las medidas de prevención. Lo que está ocurriendo no sería la atención de problemas reales, sino el manejo de poblaciones por sistemas. En palabras de Cayley: “estamos siendo tratados por enfermedades que aún no tenemos en base de nuestra probabilidad de tenerlas.”

Esta crisis también pone de manifiesto nuestro rechazo a la muerte al aferrarnos a una vida que se ha vuelto abstracta. La política mundial que plantea “salvar vidas” a cualquier costo, no se está refiriendo a las vidas concretas de quienes pueden padecer todo tipo de consecuencias por el confinamiento (pérdida de ingresos, adicciones, enfermedades, etc.), sino a vidas abstractas, números en estadísticas. Esto corresponde claramente a la actitud asumida desde hace tiempo, con nuestro cotidiano rechazo a la muerte y la intolerancia al sufrimiento.

Otro aspecto a resaltar es la estrecha similitud entre el estado de excepción bélico y el actual. En una emergencia los profesionales a cargo entran en una lógica especial. En el discurso oficial predominan actualmente metáforas bélicas en la lucha contra el enemigo. En la lógica militar, se trata de ganar la guerra a como dé lugar, aunque para ello se pierdan vidas. Se instala un estado de excepción en que se pueden tomar decisiones al margen de la ley y las instituciones, porque nada es más importante que ganar la guerra. El discurso oficial sobre el coronavirus, una vez que la OMS lo declaró pandemia y enunció en los términos más severos sus riesgos, legitimó de inmediato un estado de excepción bajo una nueva atmósfera social que concentra en el virus la atención general e impone toda suerte de medidas.

¿Qué tan alarmados estaríamos si jamás se hubiera declarado una pandemia y no se hubieran tomado medidas tan estrictas? Todo el tiempo pasan catástrofes de las que casi no nos enteramos: masacres en África, guerras civiles, enfermedades de otro tipo. La percepción de la pandemia es claramente una construcción social, derivada de los discursos oficiales y los medios.

Justin Trudeau, el Primer Ministro de Canadá, dijo el pasado 25 de marzo que nos encontrábamos ante “la mayor crisis de salud de la historia”.  Incluso en Canadá ha habido peores epidemias o enfermedades; una pandemia de gripa que mata sobre todo a personas mayores y poblaciones en riesgo no puede catalogarse como la peor crisis de salud de la historia. Sin embargo, si hablamos de la peor crisis que el sistema de salud ha sufrido en la historia, otro es el caso. Lo que teme es que ese sistema colapse y se debilite nuestra ciega confianza en la profesión médica, que ha socavado nuestras capacidades para sanarnos a nosotros mismos y cuidarnos unos a otros.

Las medidas tomadas ante la “mayor crisis de la historia” han representado una enorme pérdida de libertades civiles, todo en nombre de salvar vidas y evitar muertes. La muerte sigue siendo rechazada e incluso escondida.

Muchos podrían replicar, “entonces qué, ¿dejamos morir a las personas?”. Cayley subraya que el problema está justamente en creer que está en nosotros “dejar morir”, puesto que supondría que tenemos el control sobre la muerte, suposición solo aplicable en un mundo con una técnica todopoderosa y perfecta. Si tenemos esa creencia, aceptar la muerte sería aceptar la derrota. En realidad, ni tenemos dicha técnica ni tenemos control sobre la vida y la muerte.

Como el mismo Illich reconoció, la mayoría de sus ideas fueron planteadas dentro del paradigma de la era de las herramientas, cuando su preocupación era definir los umbrales de escala de uso de cada una de ellas que, una vez superados, harían contraproductivo su uso. Durante los últimos 50 años muchas personas, en diferentes partes del planeta, han mantenido vivo este ideal de vivir una vida a escala más humana, manteniendo viva la resistencia al control de las instituciones contraproductivas y los Estados. Sin embargo, ¿pueden las ideas de Illich ser útiles en la era de los sistemas? ¿Es útil seguirnos planteando una reflexión sobre las escalas, los límites y la vida convivial? ¿No es inevitable aceptar que el control social actual convierte la vida en una abstracción y la muerte en el enemigo a vencer, en medio de crisis interminables?

En lugar de rendirse a esta opción, quizás valga más la pena rescatar una antiquísima máxima política: “si no puedes lograr lo mejor, por lo menos evita lo peor.”

Lo cierto es que, en esta pandemia, todo puede empeorar. Ya se está hablando que después de esto “nada será igual”. Algunos plantean que esto es una especie de ensayo para futuras y peores pandemias, otros tienen la esperanza de que la humanidad resurja de sus cenizas con nuevas y mejores formas de vida. El temor de Cayley, compartido por muchas y muchos, es que en realidad esto se transforme en un ensayo de control social en donde se acepten cada vez más formas de control y manipulación, en aras siempre de la supuesta seguridad y vida.

Es importante distinguir entre peligro y riesgo. El peligro es algo real que tiene fundamento en la experiencia y la vida de una persona, el riesgo es algo abstracto basado en abstracciones demográficas. Esto es a lo que Illich se refería cuando hablaba de ideología celebrada religiosamente. Aunque el ser humano ha convivido siempre con lo imaginario, incluso en las religiones se tiene noción de que sus símbolos no son objetos de la cotidianidad. El problema con toda la narrativa de la pandemia es que logra que metáforas e imágenes abstractas como “la curva” se vuelvan objetos tan reales como las rocas y los árboles, imágenes alrededor de las cuales las poblaciones –controladas por la estadística y la prevención- ordenan sus vidas.

Otra nota importante de este paisaje nos lo da el matrimonio entre la ciencia y el gobierno. En la pandemia actual, entra en vigor esa idea a la cual nos hemos adecuado y hemos creído durante mucho tiempo: lo que la ciencia dice es verdad. Así, cuando queremos decir que algo es verdadero decimos “los estudios muestran” o “comprobado científicamente”. Esto funda la creencia de que la ciencia y sus sacerdotes, los científicos, saben más que nosotros sobre lo que nos conviene. El gobierno, dejando de lado cualquier discusión moral sobre la pertinencia o no de cuarentenas generalizadas y sus consecuencias, opta inmediatamente por obedecer a la ciencia y nos encierran.

Un concepto illichiano que nos puede ayudar a comprender mejor lo que está sucediendo, es el de “sentimentalismo epistémico”. Con esto Illich se refiere a todas esas substancias ficticias y fantasmagóricas a las cuales nos aferramos, muchas de ellas producidas por instituciones contraproductivas tales como la educación.

No tienen substancia real ni experiencia, tal y como sucede con la “Vida” así en abstracto. El sentimentalismo epistémico es cuando nos aferramos a, en este caso, esa idea abstracta de vida, es peligroso no solo porque sea abstracto, sino que oculta otras dimensiones del fenómeno social que está aconteciendo. Esta nueva pandemia podría estarnos encaminando hacia la legitimación de nuevas formas de control social, justificación de la tele-presencia, la normalización de la biopolítica y su lógica del riesgo.

Otra pista que el pensamiento de Illich puede darnos en esta situación actual es la del equilibrio. Según Cayley, una contribución central de Illich es su reflexión sobre las condiciones en que una herramienta se vuelve contraproductiva. Algunos perciben el confinamiento y la “sana distancia” como una forma de solidaridad, para prevenir contagios. Otros los ven como expresión de una ética de sobrevivir a toda costa, quebrando la solidaridad y los modos de vida. ¿Existe un punto medio entre ambas opiniones? Independientemente de cuál sea la respuesta, el punto es que el estado actual de emergencia nos introduce a un círculo vicioso que previene la reflexión y el debate creativo.

Las consecuencias de lo que se está imponiendo al conjunto de la población pueden ser peores que la enfermedad que lo activó. Parece importante plantearse opciones. Podemos organizarnos de otros modos en donde pequeños negocios sigan activos, en donde la distancia social sea diferente. ¿No provocaría esto más muerte? No lo sabemos. Y este es el punto, no tenemos certeza alguna sobre lo que pasará. No debemos tratar las políticas establecidas como si fueran incuestionables.

En un periódico de Toronto, el columnista planteó la crisis como la necesidad de escoger entre “salvar la economía” o “salvar a la abuelita”. Si tomamos ambas opciones como abstracciones fantasmales, quizás decidamos a toda costa salvar a la abuelita. Pero, ¿qué si no vemos a la abuelita como una cifra estadística sino como una persona concreta a la cual puedo acompañar en el último umbral de su vida?, ¿qué si no hablo de La Economía sino de la tiendita que puso mi vecino invirtiendo todos los ahorros de su vida? Quizás la cuestión radica en desde donde estamos viendo las cosas.

Sea como sea, lo cierto es que lo que nos han mostrado las últimas semanas son la capacidad que tiene la medicina para decidir sobre el estado de emergencia y cuándo y cómo tomar acciones; el poder que tienen los medios de comunicación para crear un sentido de realidad mientras nos cooptan en nuestra propia acción; la política rendida ante la ciencia y la prevalencia de la vida por sobre todo lo demás. Las crisis cambian la historia, pero no siempre para bien.

Autonomía democrática y auto-gobierno

Por Komun

Actualmente, el capitalismo global está en una fase definitivamente caótica. Oriente Medio, Anatolia y Mesopotamia están a la cabeza de la lista de regiones afectadas. Y por ello, nos encontramos en un período crucial para los intereses de los grandes centros de poder del mundo. Los intervalos caóticos se asocian a acontecimientos económicos, sociales, culturales y políticos que conducen a la disolución gradual de las estructuras tradicionales del estado-nación y al surgimiento de modelos alternativos. La mentalidad estatista, de carácter nacionalista, orientada al poder y basada en la violencia, ha normalizado y separado a las personas, convirtiendo así a los territorios en zonas bélicas.

El caos actual es una expresión de la política que los estados-nación han estado practicando en el Kurdistán durante los dos últimos siglos, la cual está dirigida contra los intereses de la población. Especialmente las masacres de armenios, asirios, arameos y kurdos les impidieron unir sus fuerzas y construir sus propios gobiernos autónomos. Esto no habría podido evitarse sin quitarles la libertad y dejar que se destruyeran unos a otros. Esta política extendió la forma de vida de la modernidad capitalista y se convirtió en su sustento. Todavía se practica en el Kurdistán por organizaciones de representación apoyadas por colaboradores externos y regionales. Por eso estamos viviendo la Tercera Guerra Mundial en Oriente Medio, y por eso los que insisten en la pervivencia del Kurdistán se enfrentan a la negación y a la aniquilación.

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Los ataques a Rojava son una clara expresión de esto. La revolución de Rojava es el resultado de la resistencia de los kurdos. En Rojava, y también en el Kurdistán del Sur, se ha mostrado una heroica resistencia contra la maldición de Oriente Medio, el fascismo de Estado Islámico (ISIS). La proclamación del autogobierno en Kurdistán del Norte también debe entenderse en este sentido.

Es posible llevar a cabo una profunda lucha ideológica por una vida libre y una voluntad democrática contra todas las formas de esclavitud, atraso y resignación producidas por el sistema de aniquilación cultural (holocausto) a nivel individual y social. La política de los Estados se enfrenta al modelo de solución alternativa que supone el sistema de autonomía democrática, que se basa en el entendimiento de “democracia + Estado” y combina la coexistencia igualitaria y libre de los pueblos como base de sus planteamientos para alcanzar una solución. Por tanto, mientras los pueblos de Kurdistán y de Oriente Medio no logren su autogobierno, quedarán expuestos a las masacres y a las políticas de negación de los Estados nacionales y no podrán alcanzar su liberación. Es en este sentido, que se defienden aquí la existencia y liberación kurdas; la realidad histórica de los kurdos; la unidad democrática de los pueblos de Oriente Medio y una humanidad libre. Por tanto, en la etapa actual, no hay otra solución más que los pueblos construyan su autogobierno e instauren su voluntad. Sin embargo, se están intentando criminalizar estos esfuerzos. Y, a pesar de ello, los pueblos del Kurdistán están luchando con la firme voluntad de democratizar Turquía y alcanzar la liberación del Kurdistán.

“La creación de una plataforma en la que todo tipo de grupos sociales y políticos, comunidades religiosas o tendencias intelectuales puedan expresarse directamente en todos los procesos locales de toma de decisiones puede denominarse también democracia participativa”. (A. Öcalan)

Incluso en este siglo, la humanidad todavía no ha sido capaz de dar una solución definitiva a los problemas de la identidad nacional, la libertad y la democracia, pero nos encontramos en una situación en la que no es posible seguir gobernando de la misma manera que antes. Detenerse en este punto llevaría a un nuevo genocidio. La única manera de resistir es construir la vida cultural y social de los pueblos. Éstos no aceptarán como base ni el carácter genocida de la modernidad capitalista ni el reaccionario statu quo de la región. El único camino que queda es construir la modernidad democrática, implementarla y defenderla. El camino para lograrlo es la autoorganización ideológica, política y moral propugnada sobre el principio de la nación y la autonomía democráticas, es decir, la construcción de la democracia por el pueblo.

La democracia es la forma de vida comunitaria para una sociedad ético-política, que es en esencia aestatal, antinacionalista, y basada en el autogobierno.

La autonomía democrática significa el establecimiento de una democracia y un sistema social propios. Además, la lucha por un sistema democrático de autogobierno implica conseguir que el sistema de estado-nación existente lo respete. Se basa en la comprensión de la nación democrática, que no favorece a ninguna nación, sino que encarna una estructura supranacional. La nación democrática es la unidad de todas las estructuras organizativas basadas en la libertad social, política, cultural, económica, religiosa, confesional, junto con la liberación de la mujer, a nivel ecológico y comunal.

Es la organización independiente (autogobierno) de la sociedad organizada. La autonomía democrática incluye el reconocimiento constitucional de todas las identidades, así como la educación en la lengua materna, la igualdad de libertad para todas las culturas, la libertad de opinión, de organización, de reunión y el libre acceso a la política. Las culturas y pueblos negados se incluyen en la política. En el contexto de la democratización de Turquía, el libre desarrollo de las diferentes identidades y su libre expresión y organización es sinónimo de autogobierno democrático. Las libertades mencionadas aquí no se limitan a una región determinada de Turquía o a una parte determinada de la sociedad, sino que se aplican a todos los grupos étnicos y sociales. La libertad no debe restringirse geográficamente.

La autonomía democrática rechaza los mecanismos estatales centralistas, burocráticos y monistas, apoyados en el nacionalismo, e implica la superación de los problemas creados por este sistema y la aplicación de una comprensión pluralista, democrática, igualitaria y solidaria de la política. Se trata de abrir la estructura del Estado al pluralismo, a los diferentes matices, y así pluralizar el Estado monista. En lugar de concentrar todo el poder en el centro, hay que superar los engorrosos mecanismos burocráticos y establecer la autonomía democrática bajo la primacía de la democracia de base. Los poderes centralizados por el Estado deben dejarse al pueblo, y la política debe desarrollar el poder de atracción y solución mediante la participación directa de la población a nivel local. El Estado debe sensibilizarse ante la sociedad. La dependencia de todos los ciudadanos del Estado debe reducirse al mínimo, y éstos deben convertirse en una fuerza transformadora y solucionadora que les permita determinar sus propias vidas.

La autonomía democrática representa básicamente un modelo en el que se aplican sistemáticamente los principios de “poco Estado, mucha sociedad” o “pocas inhibiciones, muchas libertades”. La autoadministración es una forma de administración que no pretende alcanzar el poder; de esta manera se evitan en cierta medida los problemas sociales relacionados con la lucha por el poder, así como la opresión y la explotación.

Como alternativa al modelo de administraciones estatales y centradas en el poder, que causan problemas sociales, la autoadministración pretende ser un modelo de política democrática. Lucha contra los enfoques que hacen que la sociedad sea pasiva y sin voluntad, y aboga por métodos de autogobierno que impliquen a todas las células de la sociedad.

El objetivo principal es sustituir el centralismo y la burocracia antisocial por una organización social basada en la democracia de base. Esta democracia radical se basa en la vida social moral y política, y en la participación del pueblo en todos los debates y procesos de toma de decisiones.

Contrariamente a la concepción concentrada, uniforme y burocrática de la administración y la dirección del Estado nacional, todos los grupos sociales e identidades culturales se representan a sí mismos en todas las estructuras políticas y poner en marcha así la propia administración de la sociedad. El liderazgo se determina por elección y no por nombramiento. Los mecanismos reales de toma de decisiones incluyen los consejos y el debate. Desde el órgano general de coordinación (consejo, comisión, congreso) hasta los comités locales, cada unidad o grupo tiene control y autogobierno democrático sobre la solución de las tareas sociales correspondientes a sus antecedentes culturales.

La condición primordial de la democracia de base es que internalice la democracia directa y se base en una sociedad organizada. Ningún grupo o clase social puede tomar decisiones por sí solo en nombre de un pueblo o una sociedad. Se hace hincapié en que todos deben tener el derecho de tomar y aplicar decisiones por sí mismos en su propio nombre.

En todo el mundo se está haciendo evidente que es tanto una necesidad democrática como una respuesta seria para la solución de los crecientes y múltiples problemas que la estructura centralista y burocrática de la política ocasiona. La autonomía democrática se pone en la agenda como la opción más adecuada para superar uno de los problemas políticos más acuciantes de Oriente Medio y como respuesta a la necesidad de un cambio político en Turquía. Lo crucial es que la autonomía debe tener un contenido democrático.

En resumen, la autonomía democrática representa el cuerpo, mientras que la nación democrática anima ese cuerpo. Al organizar sus instituciones, el pueblo practica el autogobierno local. La vida de la nación democrática tiene una unidad mental e institucional. Por lo tanto, los ciudadanos de este sistema pueden ser llamados “ciudadanos libres”. Su libertad se mide por la libertad social. El antídoto al individualismo impuesto es la vida comunitaria.

Organización en forma de municipios y consejos

Los consejos y los municipios constituyen la base de la democracia de base. Su estructura depende de una sociedad organizada. En este sentido, para la implementación de la democracia de base consideramos un sistema que va desde los consejos de aldea, distrito y ciudad hasta los consejos de distrito y regionales. Es un sistema que comienza localmente en las bases, supera el centralismo estatista y, por lo tanto, se corresponde con la naturaleza de la sociedad. Los consejos son la institución en la que se aplican se forma más relevante los valores municipales. La comprensión de lo que es la conciencia de la nación democrática se forma en las comunas, se implementa en la vida cotidiana y se convierte en un sistema a través de los consejos.

Cuando los valores democráticos se concretan en una sociedad, significa que hay vida comunal y los consejos tienen estructuras organizativas similares. Una de las características más destacadas de la democracia de base es que crea un sentido de responsabilidad en todos los individuos de la sociedad, tanto hacia sí mismos como hacia el medio ambiente. Todas las responsabilidades socialmente relevantes son compartidas entre todos los individuos de la sociedad, de modo que la propia fuerza de cada individuo sale a la luz y promueve el desarrollo personal. Esto profundiza el sentido de responsabilidad social y fortalece la comunidad.

La comuna es una forma de organización de base en la que los ciudadanos libres pueden expresarse en todos los aspectos y obtener todos los recursos que necesitan para llevar una vida propia. Cuando se habla de la comuna, no hay que pensar sólo en la economía. La mentira del capitalismo “no hay sociedad, sólo individuos” se contrasta con la verdad “un individuo sólo existe en el contexto de su sociedad”. Hay una estrecha relación entre comunalización y liberación, porque la libertad y la comunalidad son parte de la naturaleza de la sociedad. No puede haber liberación sin comunalización, así como no puede haber comunalización sin liberación.

Ser miembro de una comuna requiere que se viva de acuerdo a estándares democráticos. Es una condición necesaria para la democracia concretar los principios de la convivencia para aplicarlos en la propia vida. Cada comuna debe ser considerada como una unidad moral y política de la sociedad.

La democracia de base es la antítesis del sistema estatista, que establece un parlamento al más alto nivel y lo impone a la sociedad. Por el contrario, la democracia radical es un sistema en el que los consejos se constituyen desde la base, desde los distritos y las aldeas, para permitir que cada individuo participe en los mecanismos de toma de decisiones de estos consejos. Los consejos locales tendrán procedimientos adecuados a su entorno. No todo puede prepararse o manejarse de acuerdo con el público en general. Los principios básicos deben tener presente esto.

La coordinación entre los consejos que se están estableciendo es importante. En esta coordinación, sin embargo, los consejos no pueden decidir el uno sobre el otro, sino que se desarrolla una cooperación. Los principales poderes de decisión corresponden a los consejos de aldea, vecindario, locales, de distrito y regionales. La base de la democracia local (de base) la proporcionan los consejos, que garantizan que las necesidades de la sociedad se satisfagan más rápidamente y que los problemas generales se resuelvan de forma más directa y realista. En el sistema estatal, que se basa en el centralismo, se intenta transportar los problemas sociales desde lo local a las capitales y mantenerlos con la ayuda de un enorme aparato burocrático, mientras que en la democracia de base los problemas se resuelven localmente y la sociedad se libera de gastos innecesarios de tiempo y dinero.

Sin esperar a que la solución de los problemas sociales provenga del Estado, debe organizarse a nivel de las regiones y de acuerdo con la situación social, económica y cultural de Turquía y el Kurdistán, empezando por los pueblos sobre la base de los municipios, distritos, ciudades, pueblos, condados y la propia región. Con la ayuda de instituciones civiles e independientes, en las que la sociedad desarrolla sus propias soluciones a sus propios problemas, el objetivo es construir un sistema más práctico, democrático y participativo. Desde la economía hasta la educación sanitaria, la ecología, la cultura y las artes, pasando por la liberación de la mujer, se pueden adquirir nuevos conocimientos en todos estos ámbitos de la sociedad. Sólo de acuerdo con las condiciones de vida prácticas pueden todas las estructuras locales de estas áreas formar comisiones, etc., según las necesidades.


La hidra de tres cabezas

(Pero ninguno es un microbio):
desvelando el coronavirus.

 

Por Kalinov Most

En estos momentos, una supuesta pandemia tiene encerrada total o parcialmente a más del 30% de la población mundial. Y se dice supuesta pandemia no porque se quiera negar el virus o los muertos, sino porque se duda de que todos los decesos, efectivamente, sean por ese virus, y aun así que el número sea lo suficientemente elevado en comparación con la población como para que se decrete algo tan grave como es una pandemia.

Un microbio ha conseguido en 3 meses lo que a Adolf Hitler le llevó 10 años conseguir - y aun así no lo consiguió del todo, establecer las bases para un régimen totalitario consentido y aplaudido por sectores muy amplios de la población. Los dictadores no son ni militares ni políticos, éstos sólo son sus asesores de imagen y managers, sino una casta de científicos al servicio del gran poder financiero: el capitalismo.

Creer que un ser al que no se puede ver y que ni siquiera se ha detectado (más adelante se demostrará con pruebas que es falsa la noticia de que se ha realizado la secuencia del genoma del virus), que es capaz de matarnos en unos pocos días y contra cuya ira solo cabe obedecer resignadamente las instrucciones de unos individuos cuyo conocimiento es incuestionable – en algunos países incluso por ley -, es algo con lo que la mayoría de las religiones han soñado y algo que han tratado de implantar pero solo lo han conseguido hacer de una manera más o menos limitada. Hoy ese ser se llama coronavirus y la nueva religión, la ciencia, ha conseguido la obediencia total. Sin embargo, a diferencia de la religión, que no aporta ninguna prueba porque no las necesita (se basa en la fe), la ciencia cimenta su religión en aportar pruebas, los famosos datos empíricos, y sin embargo la religión científica no ha sido capaz de aportar prueba ninguna que justifique desde el punto de vista sanitario las medidas tomadas por los estados en esta supuesta pandemia.



 

En el presente artículo vamos a tratar de desenmarañar esta madeja llamada coronavirus, analizando las 3 patas en las que se sustenta su mentira: las tres cabezas de la hidra del nuevo totalitarismo (por qué, para qué y cómo).

Primera cabeza: la economía

Como en la hidra, las tres cabezas se entrelazan, por lo que en la descripción de cada una veremos elementos de las demás. Empecemos por la cuestión económica.

El capitalismo no está en crisis, se ha ido ya a la mierda. Es un modelo agotado y no porque lo digamos nosotros, sino porque los propios capitalistas lo dicen. En 2012 el entonces presidente de Francia (potencia mundial), Nicolas Sarkozy afirmó que el modelo capitalista necesitaba una refundación porque no daba más de sí. Más estadistas y banqueros y empresarios afirmaban lo mismo desde tiempo atrás. De hecho ya en 1976 Henry Kissinger, ex secretario de estado de EE.UU con Nixon, asesor internacional en geopolítica y geoestrategia y fundador del tan famoso como opaco club Bildelberg, acuñó un término que ha venido resonando cual mantra, tanto para los conspiranoicos como para los activistas e incluso, por supuesto, políticos y “hombres de estado” en todo el mundo: nuevo orden mundial. Lo dijo él, y no un buscador de ovnis, en un discurso televisado, en un libro y en varios artículos. En los años 80 el presidente de EE.UU Ronald Reagan y la primer ministra de Gran Bretaña, Margaret Tatcher continuaron con la cantinela, que fue recogida por George H. Bush en los 90, cuando era el máximo mandatario político de los USA. Ahora, que hay un orden mundial nos lo reconoce desde Donald Trump hasta el parlamento español. Todo en discursos televisados. Todo recogido y constatable. No hablamos de supuestos documentos secretos ni de expedientes X sino de declaraciones públicas. Todo tan trasparente como democrático, así de domesticada está la población.

En 2019 George Soros, en el Foro Económico Mundial de Davos (el chiringuito que se montaron en Suiza cada año Bill Gates y Rockefeller para hablar de las cosas que le afectan al mundo), dijo que el capitalismo estaba agotado y que no bastaba con reformarlo, sino que había que refundarlo. En 2020 el mismo gran hombre repitió el mismo discurso en el mismo lugar y, de hecho, en ambas ocasiones fue la conclusión oficial del Foro.

Desde 2018 todos los grandes bancos del mundo están en quiebra. Deustche Bank y Commerz Bank perdieron el 90% de su capital. Montespaschi y HSBC tenían deudas billionarias. El Banco de Santander no tenía liquidez.

Estos bancos y otros 50 más - de entre los principales del mundo - iniciaron desde 2016 y hasta 2019 una oleada de decenas de miles de despidos y centenares de cierres de sucursales en todo el mundo. No era un secreto ni una conspiración, los medios de comunicación más importantes del planeta fueron informando periódicamente de las evoluciones de la noticia.

En 2018 el FMI avisó de que habría una gran recesión si no se tomaban medidas. Hoy esa “gran recesión” es la mayor crisis financiera de la historia.

Antes de que surgiera el coronavirus, el mundo ya estaba en quiebra. La deuda de las superpotencias mundiales (EE.UU, China, Canadá, Rusia y Alemania, y también Japón, Italia, Francia y Gran Bretaña) y la de los mayores bancos del mundo superan los 4 cuatrillones de dólares.

El capitalismo ya no da más de sí por un motivo fundamental: el crecimiento. Esta economía se ha basado desde sus inicios, allá a mediados del siglo XVI, en dos ejes: el extractivismo y el mercado.

Ambos han tocado techo.

El extractivismo de materias primas y energías ocupa un papel destacado en este techo de crecimiento. El petróleo, energía fósil fundamental desde el siglo XIX, ha tocado ya su techo de extracción, es decir, ya ha alcanzado su pico. Nos lo venían avisando numerosos expertos desde hace 15 años. No es que ya no haya petróleo, es que cada vez queda menos, cada vez puede cubrir menos las necesidades de la actual sociedad tecnoindustrial (porque cada vez hay más población, más producción, más demanda y más necesidad para alcanzar el nivel de vida que el propio capitalismo exige) y cada vez es más cara y difícil su extracción. En otras palabras, la extracción de los niveles de petróleo necesarios es cada vez menos rentable.

Y ese es uno de los motivos de los continuos MOST los países árabes, principales productores del mundo, han reducido su producción. El petróleo, como fuente energética, se lleva intentando sustituir desde hace décadas (¿o es que os creíais que el capitalismo verde y las políticas medioambientales surgieron por la bondad de los poderosos?) pero no se puede producir la energía necesaria para la sociedad tecnoindustrial a un precio más barato. Al final todo se reduce a dinero.

En cuanto al mercado, este ya no puede crecer más. La globalización ha alcanzado todos los lugares del mundo posible para establecer un mercado rentable. Y repetimos, no es que no queden sitios donde abrir un Mc Donald’s o que ya no haya más petróleo o gas en el mundo, sino que ya no sale rentable hacerlo por los cada vez más elevados costes de producción. La subida de precios ya no es viable porque el capitalismo se basa en la producción industrial (ya sea de bienes materiales o de “productos financieros”, eso es un poco lo de menos), es decir, en masa, orientada para obtener beneficio por la cantidad. Quiere producir lo más barato posible para colocar a unos precios relativamente asequibles (al menos la mayoría de los bienes) para la parte de la población mundial (1/3 parte), que tiene dinero para consumir productos más allá de los de primera necesidad, lo producido. Si no puede producir más, es decir, si no hay más oferta, la demanda haría subir los precios y si el grueso poblacional no tiene para consumir, el sistema no genera los beneficios esperados o deseados. No se puede basar todo el sistema, al menos como está conformado ahora, en el consumo de productos de lujo para los ricos. Ese es el quid de la cuestión: tal y como está conformado ahora. Por eso hay que refundar el sistema.

El capitalismo se basa, como bien nos explicó el amigo Kondratieff hace ya años, en ciclos. Si lo representáramos gráficamente, nos quedaría como una evolución en dientes de sierra. A cada ciclo expansivo (la línea asciende tras 500 años de sistema, las alzas cada vez son más cortas y las caídas cada vez más largas y más frecuentes en el tiempo. Esto se puede demostrar claramente viendo las grandes crisis económicas mundiales desde la fase más expansiva de la industrialización: 1870 - 1873, 1929, 1973, 1991, 2007, 2018 (si nos fijamos en la espaciación de las crisis, vemos que el periodo entre crisis, que teóricamente una vez finalizada la crisis es de crecimiento, es de 56 años, 44 años, 18 años, 16 años, 11 años; decrece).

Cuando el capitalismo alcanza su techo de crecimiento, el mercado se hunde y luego se reconstruye. La mayor parte de las veces el mercado se destruye con una guerra, lo que permite reconstruir todo de nuevo (y la reconstrucción hay que pagarla), y si nos fijamos en las fechas de las crisis y la comparamos con grandes sucesos históricos, vemos que:

Tras (y durante) 1870 - 1873 vienen una serie de guerras locales (guerra franco-prusiana, guerra ruso-turca, guerra de los balcanes, guerra ruso-japonesa, guerra de marruecos...) que desembocan en la 1° Guerra Mundial, seguido de un periodo de bonanza (los “locos años 20”).

Tras 1929 vienen otra serie de guerras (guerra española, guerra chino-japonesa...) que desembocan en la 2a Guerra Mundial y un nuevo orden mundial: el salido en 1944 de los acuerdos de Bretton Woods.

Tras 1973 vienen, en el marco de la guerra fría otra serie de guerras (yon kippur, oriente medio, final de la guerra de vietnam, guerra de Camboya, guerra ruso-afgana, guerra de Angola y guerras africanas, guerra de las galaxias...), que desembocan en la caída de la Unión Soviética y un nuevo orden mundial, o la reconfiguración de Bretton Woods, es decir la mezcla de capitalismo y socialismo.

Tras 1991, capitalismo y socialismo se mezclaron, dándose lugar a unos estados cada vez más autoritarios y que intervenían más en la economía capitalista y dieron lugar a la globalización (de ahí la crisis económica, iniciada en Asia) y a nuevas guerras en oriente medio (Guerra del golfo, segunda guerra del golfo, guerra de Afganistán,...).

Tras 2007 vino lugar una nueva guerra de bloques, esta vez a cuatro bandas: EE.UU, UE, China y Rusia. Guerras comerciales, tecnológicas y guerras regionales (guerra de Libia, Guerra de Siria, Guerra de Donbass en Ucrania...).

En 2018 se finiquitó la globalización y el capitalismo tal y como lo conocemos, y la guerra que se desató es la guerra biológica: coronavirus.

Con el coronavirus se hunde el mercado y su reconstrucción, a diferencia de otras guerras o crisis, no nos llevará nuevamente al propio modelo capitalista, porque ya ha crecido todo lo que podía. Por qué ha crecido, porque es un modelo que se basa en un crecimiento infinito pero que se desarrolla en un medio finito: nuestro planeta. ¿se comprende mejor ahora la agenda 2030, la preocupación súbita de un tiempo a esta parte de los gobiernos y las élites financieras por las emisiones de CO2 (los esfuerzos del ex vicepresidente de EE.UU, Al Gore en este sentido)? ¿La oposición controlada al desastre medioambiental al que nos lleva el capitalismo (ecologismo, Greta Thunberg - cuya mentora trabaja para una organización propiedad de la Fundación Gates -, y un largo etcétera...)? ¿e incluso los recursos destinados a la ya aparcada llegada y colonización de Marte?.

¿Y por qué una guerra, en este caso biológica? ¿y en qué se basa esa afirmación?.

Respecto de la primera pregunta, la respuesta es muy fácil. La emisión de dinero genera deuda. Por qué, porque empezando en los años 30 y terminando en los 50, el patrón de riqueza mundial, que hasta entonces era el oro, se sustituyó paulatinamente por el dólar (y en 1973, tras la crisis del petróleo, se creó el petrodólar). Como ya no se basaba en una riqueza real, sino en la emisión de moneda, se podía imprimir la cantidad de dinero que se quisiera porque ese propio dinero era el respaldo de la riqueza. Es decir la riqueza de un país se respaldaba en papeles de colores.

¿Quién emite el dólar? La reserva federal estadounidense, que no es estatal sino privada desde que en 1913 el gran banquero J. D. Rockefeller (II) consiguió en agosto, durante las vacaciones del congreso de EE.UU y tras sobornar a su presidente, realizar una votación extraordinaria en la que se decidió, con casi todos los diputados de vacaciones (y sin teléfono móvil celular en aquella época), que se estableciera dicha institución. El presidente de EE.UU nombra al director. Pero quién la controla, pues como es privada, la familia Rockefeller (no iba a montar todo esa tramoya para que se la quedara otro, no te jode). Desde 1913, cada vez que se imprime un dólar, el gobierno de EE.UU tiene que pagar el precio que cuesta hacer dicho dólar (papel, diseño, energía para las máquinas, las propias máquinas, salarios, impuestos, entrega, etc, y, por supuesto, el beneficio que se lleva esta empresa privada capitalista por emitir el dinero) a la reserva federal, el banco privado del señor Rockefeller. Y de ahí sale la deuda. Si un país como Chile por ejemplo, comercia a nivel internacional ha de hacerlo en dólares, y esos dólares se tienen que comprar. Y a quién se compran los dólares, pues en última instancia al gobierno de EE.UU que, a su vez, los compra a la reserva federal. De hecho cuando uno cambia moneda, no la “cambia” sino que vende su moneda y compra moneda extranjera.

Ahora, antes de contestar a la segunda pregunta (¿en qué se basa la afirmación de que el coronavirus es una acto de guerra biológica?), terminemos de contestar a la primera ¿por qué una guerra? Pues porque una catástrofe natural y una guerra son los motivos en cualquier contrato mercantil, de seguros o bancario considerados como “causa de fuerza mayor”, y la existencia de una “causa de fuerza mayor” es motivo de cancelación de deuda. En resumidas cuentas, si la crisis es por un motivo de mercado, porque un banquero la caga o incumple la ley..., la deuda no se cancela, y alguien la tiene que asumir (además de que si millones de personas se quedan sin su dinero, turbas enfurecidas pueden colgar por las pelotas a los responsables) pero si le echas la culpa a un bicho microscópico que salió del culo de un murciélago (catástrofe natural) o a un ataque biológico (EE.UU ya ha acusado a China de ello) y se desata una guerra mundial, convencional o biológica, la deuda queda candelada. Recordemos que esta deuda era de 4 cuatrillones de dólares. Esta deuda no toda se le debe a la reserva federal y ésta también tiene deuda, dado que la economía mundial actual es un intrincado y complejo sistema de relaciones interdependientes globalizados basados en dinero que no existe. Y como el dólar se asoció al petróleo en 1973, de ahí vienen también las fluctuaciones de los precios (eso se hizo para paliar la especulación monetaria y poner coto a la inflación).

Por ese motivo hay élites a la que les interesa que la economía mundial quiebre, porque así cancelan deuda y como el capitalismo ya no puede crecer más tienen la oportunidad de implantar un nuevo sistema que, al parecer, está por definir porque según varias fuentes bien informadas, hay varios bandos entre la élite que pelean entre sí por la hegemonía, es decir, por imponer su sistema. “El poder no se comparte, se ejerce” (Coronel de Inteligencia del Ejército español, Pedro Baños). Lo mismo que dos estados pueden pelearse entre sí por dinero, quienes controlan sus bancos centrales y reservas de oro tan bien pueden hacerlo por poder, aunque no sólo de banqueros va esta película, también de estrategas que acaban teniendo tanto poder como aquéllos. Lo que se suele denominar el Estado-capital no es un fantasma, basado en una mentalidad que es la semilla de todo, es una estructura con gestores y dirigentes que tienen nombres y apellidos, solo que no necesariamente de los presidentes de gobierno, sino de gente que es quien les abre o corta el grifo del dinero.

Para esclarecer mejor este temita de los bandos y del nuevo sistema, tenemos que pasar a la segunda cabeza de la hidra.

Segunda cabeza: la geopolítica

Es muy poco acertado, cuando observamos las guerras arancelarias entre EE.UU y China o entre EE.UU y la UE o los conflictos de Rusia con UE o EE.UU, pensar que estos bloques representan a países. Porque el poder financiero del capitalismo va más allá de estos, al ser lo que mueve el mundo. No obstante es innegable que los estados regulan y controlan la economía. Por esto mismo las distintas élites, competidoras (que se enfrenten no necesariamente implica que sean enemigas, aunque podría ser también el caso) tratan de controlar los distintos estados, sobre todo los más golosos. Diversos expertos en inteligencia y geopolítica (al final del artículo están las fuentes que se pueden comprobar) nos advierten desde hace tiempo que hay fricciones internas en los estados por su control. Uno de los caramelitos que las élites financieras se disputan es EE.UU. Esto se observa con relativa facilidad si se sabe mirar bien. La cadena de escándalos judiciales y políticos que azotan a la sociedad norteamericana desde hace años (más virulentos si cabe desde que comenzara la carrera presidencial, allá por 2016) es totalmente evidente, representado en la carrera electoral y la disputa Clinton-Trump, en la que pesos pesados del partido republicano como los Bush o McCain pidieron públicamente el voto para Clinton. También hubo y hay destituciones, juicios, etc., como por ejemplo:

Diversos juicios que afectan por diversos motivos a personalidades de la sociedad estadounidense. Al propio presidente de EE.UU, el magnate, no lo olvidemos, Donald Trump quien ha tenido juicio político o impeachment - una moción de censura para apartarlo del puesto - por el supuesto espionaje ucraniano a sus rivales políticos, denuncias por acoso sexual, por tráfico de influencias y por usar su cargo para beneficiar a sus propias empresas..., A eminentes jueces por prevaricación o corrupción. A grandes empresarios como Bill Gates (juicios por monopolio y sobornos por los que ha sido condenado a pagar cientos de millones de dólares) o George Soros. A miembros de las agencias de inteligencia (desobediencia, filtraciones, espionaje) como John Snowden y directores de dichas agencias, algunos de los cuales aparecieron muertos por “suicidio”. A políticos como Joe Biden (acusado de acoso sexual),... e incluso a actores y productores de Hollywood, siendo el caso más conocido el de Harvey Wenstein (por qué Hollywood, en breve lo explicamos).

En China también ha habido destituciones e incluso ejecuciones de altos cargos de la administración y el partido, como Zhang Qi (2019), ministro del gobierno detenido por corrupción, o Meng Hongwei, jefe de la interpol en China (detenido en 2019 y condenado este mismo año a 13 años de prisión).

Rusia también ha tenido lo suyo, con la detención y encarcelamiento de oligarcas y burócratas (Alena Makarova quien delinquió, pasó a colaborar con la policía e hizo caer a parte del gobierno ruso y bielorruso en su proceso, Mijail Jodorkovski,...)

Oleada de destituciones en EE.UU en el gabinete de Trump por desobedecer las órdenes presidenciales (fiscal general, jefe del FBI, jefe de la CIA, ministros del gobierno,...).

Mociones de censura y relevo de ministros y presidentes de gobierno mediante impeachment o proceso parlamentario (Salvini en Italia, Rajoy en España,...)

Todo esto, a un buen observador, le dice que hay una pugna por el control del aparato estatal, porque siendo sinceros, escándalos y abusos sexuales, corrupción, desobediencias y tráfico de influencias por parte de muy altos cargos de países importantes ha habido siempre y ¿cuántas veces han salido a la luz? ¿por qué ahora salen tantos casos y la propia justicia de los ricos y los poderosos condena a los infractores que anteriormente solían salir impunes? Estos casos no parecen las típicas operaciones de limpieza y lavado de imagen del estado sino que lo que parece son una pugna por el control de los mismos.

Es un error, pues, confundir a Trump con EE.UU a Xi Jinping con China, a Putin con Rusia, etc. Cada uno de estos sujetos, como todos los demás, amén de sus propios intereses, representan a una facción concreta del gran capitalismo que pugna por el control del poder completo del estado. Como muestra, en abril de 2020 China, por primera vez desde 1949, ha legislado para que el 100% de su economía pueda privatizarse y empresas privadas, incluso extranjeras, puedan comprar empresas estratégicas. El único comunismo que hay a día de hoy en el país asiático es el nombre el partido que supuestamente lo dirige. Porque ¿sabemos quién ha comprado casi el 70% de las empresas estratégicas chinas y extranjeras del país? J. P. Morgan, uno de los bancos más importantes del mundo y propiedad de la familia Morgan.

Rockefeller tiene la reserva federal de EE.UU, Morgan las empresas estratégicas chinas; varios expertos en geopolítica revelan conexiones entre el gobierno de Putin y la banca Rostchild; han salido a la luz en España (publicadas por los pocos medios de comunicación que el gobierno no ha comprado con su sub que ser críticos con toda la información que llega, y posicionándonos (esto no es un “reporte periodístico neutral”) porque aquí hay una guerra entre facciones que se plasma en una guerra de propaganda y los periodistas son las ratas miserables que más están jugando en ella.

Supuestamente habría dos o más bandos en esta élite, que competirían por imponer un nuevo modelo, un nuevo orden mundial: de un lado tendríamos al bando de Wall Street encabezado por Rockefeller con sus albaceas y managers, Soros entre otros. A este bando se uniría Silicon Valley, con Bill Gates al frente. Gates a través de su fundación financia (o posee) a la mayoría de grandes farmacéuticas del mundo y aporta el 52% de la financiación de la OMS, cuyo director era antes empleado en uno de los laboratorios financiados por el magnate. Gates es hijo de un conocido eugenista, el general William Gates III, miembro del estado mayor de EE.UU durante la 2a Guerra Mundial. Luego se retiró, entró a formar parte de una empresa científica relacionada con la eugenesia en calidad de asesor y abogado y cuando se forró más aun, fomentó la carrera de “ese muchacho de clase media que formó su empresa de informática en el garage de su casa”. ¿vamos intuyendo ya el papel del coronavirus en todo esto?

Aún hay más, porque en 2015, el Instituto Pirtbright de Reino Unido patentó una vacuna contra un coronavirus atenuado . ¿Quién pagó los derechos de esa patente? La farmacéutica Wellcome Trust y la Fundación Gates. Las principales farmacéuticas que están trabajando en la vacuna (de las más de 20 que están en ello) del coronavirus son siete, cinco de las cuales están financiadas por Gates y las dos reciben donaciones (como germanva- cumed, obsequiada con 46 millones de dólares este mismo año por la Fundación Gates). Gates, junto con Elon Musk están patrocinando el famoso “chip sanitario”, a implantar en las personas como “pasaporte inmunitario”. Se viene un futuro un poco feo.

La OMS está financiada por la Fundación Gates, por algunas de las farmacéuticas más importantes del mundo, por el Carnegie College (propiedad de Rockefeller), por Coca Cola y por China, además de otras financistas. Entre todos aportan el 82% de la financiación. La ONU aporta el 18%. EE.UU era su mayor financiador (440 millones de dólares anuales) a través de su ministerio de sanidad, en concreto de los CDC (centros para el control de enfermedades). En abril de 2020 Trump le retiró la financiación a la OMS, y en ese momento entró China en la lista de dólares, antes 44 millones), y destituyó al jefe de los CDC, Anthony Faucci. Cabe decir que los CDC diseñan las metodologías médicas a nivel mundial para afrontar las enfermedades y son la principal entidad asesora de la OMS. Además forman parte del CEPI, un comité médico semi-privado habilitado por la OMS para gestionar la investigación de la vacuna. ¿a quién ha habilitado el CEPI? A 20 farmacéuticas, entre ellas Moderna Inc, propiedad de la fundación Gates y a germanvacumed, cuya principal donante es Gates. De entre esas 20, las 7 principales, ya hemos dicho que son financiadas por Gates. El resto también reciben donaciones de Gates en su mayoría; varias son chinas, y están bajo supervisión de los CDC de EE.UU por diversos acuerdos internacionales, y españolas, también bajo la supervisión de los CDC de EE.UU a través de su filial española, el Instituto de Salud Carlos III (quien diseña la estrategia médica en España). Entre las españolas destaca el Instituto Catalán de Nano-tecnología. ¿Nanotecnología? Sí porque desde al menos 2013 tanto las vacunas de la gripe común como del papiloma humano llevan na- notecnología (además de aluminio, mercurio - prohibido en Europa - glutamato monosó- dico, células de animales y de fetos humanos procedentes de abortos provocados, que jurídicamente constituyen “material biológico”, con lo que se pueden utilizar). De momento nanometales pesados pero desde hace poco se experimentan vacunas con nano-robots. Éstos podrían interferir en el organismo humano, transmitir y recibir datos, como cualquier otro robot. Y para que no se queden sin datos tienen que estar bien conectados.

Resulta que los nano-robots utilizan conexiones 5G, cuya radiación de entre 6 y 300 Ghz puede provocar inmunodepresión, diabetes, cáncer y neumonía. Solo por informar, los estudios con diabetes se hacen en ratas (de verdad, no periodistas); como las ratas no son diabéticas hay que inducirles la diabetes para probar en ellas los medicamentos ¿con qué inducen la diabetes a las ratas? Exactamente, con ondas electromagnéticas a una frecuencia de 2,7 Ghz. Esto no los decimos nosotros, sino varios médicos que estudian medicamentos contra la diabetes y que declararon en el congreso de EE.UU cuando legislaron la implantación de la red 5G en dicho país (que, recordemos tienen unas ondas de entre 6 y 300 Ghz).

No nos olvidamos de la OMS de Bill Gates porque es una autoridad sanitaria a nivel mundial, por orden de la ONU. La OMS es la única organización autorizada en el mundo a declarar epidemias y pandemias. Si declara pandemias y medidas sanitarias y está financiada por un tipo, jefe de Silicon Valley, que se gasta anualmente un dineral en financiar farmacéuticas y que tiene una vacuna contra el coronavirus patentada desde 2015 y está haciendo un chip para “protegernos de la pandemia”, y el resto del dinero lo ponen los Rockefeller, Coca Cola, China (lugar donde surgió el virus) y las farmacéuticas, que trabajan en las vacunas dólares, antes 44 millones), y destituyó al jefe de los CDC, Anthony Faucci. Cabe decir que los CDC diseñan las metodologías médicas a nivel mundial para afrontar las enfermedades y son la principal entidad asesora de la OMS. Además forman parte del CEPI, un comité médico semi-privado habilitado por la OMS para gestionar la investigación de la vacuna. ¿a quién ha habilitado el CEPI? A 20 farmacéuticas, entre ellas Moderna Inc, propiedad de la fundación Gates y a germanvacumed, cuya principal donante es Gates. De entre esas 20, las 7 principales, ya hemos dicho que son financiadas por Gates. El resto también reciben donaciones de Gates en su mayoría; varias son chinas, y están bajo supervisión de los CDC de EE.UU por diversos acuerdos internacionales, y españolas, también bajo la supervisión de los CDC de EE.UU a través de su filial española, el Instituto de Salud Carlos III (quien diseña la estrategia médica en España). Entre las españolas destaca el Instituto Catalán de Nano- tecnología. ¿Nanotecnología? Sí porque desde al menos 2013 tanto las vacunas de la gripe común como del papiloma humano llevan na- notecnología (además de aluminio, mercurio - prohibido en Europa - glutamato monosó- dico, células de animales y de fetos humanos procedentes de abortos provocados, que jurídicamente constituyen “material biológico”, con lo que se pueden utilizar). De momento nanometales pesados pero desde hace poco se experimentan vacunas con nano-robots. Éstos podrían interferir en el organismo humano, transmitir y recibir datos, como cualquier otro robot. Y para que no se queden sin datos tienen que estar bien conectados.

Resulta que los nano-robots utilizan conexiones 5G, cuya radiación de entre 6 y 300 Ghz puede provocar inmunodepresión, diabetes, cáncer y neumonía. Solo por informar, los estudios con diabetes se hacen en ratas (de verdad, no periodistas); como las ratas no son diabéticas hay que inducirles la diabetes para probar en ellas los medicamentos ¿con qué inducen la diabetes a las ratas? Exactamente, con ondas electromagnéticas a una frecuencia de 2,7 Ghz. Esto no los decimos nosotros, sino varios médicos que estudian medicamentos contra la diabetes y que declararon en el congreso de EE.UU cuando legislaron la implantación de la red 5G en dicho país (que, recordemos tienen unas ondas de entre 6 y 300 Ghz).

No nos olvidamos de la OMS de Bill Gates porque es una autoridad sanitaria a nivel mundial, por orden de la ONU. La OMS es la única organización autorizada en el mundo a declarar epidemias y pandemias. Si declara pandemias y medidas sanitarias y está financiada por un tipo, jefe de Silicon Valley, que se gasta anualmente un dineral en financiar farmacéuticas y que tiene una vacuna contra el coronavirus patentada desde 2015 y está haciendo un chip para “protegernos de la pandemia”, y el resto del dinero lo ponen los Rockefeller, Coca Cola, China (lugar donde surgió el virus) y las farmacéuticas, que trabajan en las vacunas el objetivo de que toda la población mundial esté vacunada contra la pandemia (vaccine 2030program). ¿Con la vacuna de Gates? ¿la que puede tener nano-robots? ¿el mismo tipo que fue juzgado y expulsado de la India porque sus vacunas mataron a 450.000 niños? ¿el que ha afirmado públicamente en televisión que la vacuna contra el nuevo coronavirus matará a 770.000 personas, el doble de los supuestos muertos causados por esa misma enfermedad? Varios lugares del mundo hablan ya del “pasaporte inmunológico”, entre ellos España, y Dinamarca ya ha cambiado la constitución para vacunar forzosamente a la población, algo ya aprobado en su parlamento. La mayoría de países del mundo recoge en sus constituciones disposiciones para vacunar por la fuerza a la población. Lo que está por ver es si las circunstancias actuales son suficientes para aplicar esas disposiciones sin contravenir otras disposiciones sobre derechos, pero la OMS ya ha dicho que vacunas forzosas y confinamientos no atentan a los derechos humanos al ser “causas de fuerza mayor” por seguridad pública. Todo sea por la seguridad.

Cuando reconstruyan la economía, porque está arruinada y hay que reconstruirla, el nuevo mercado será la tecnología (chips, nanotecnología, 5G, ordenadores para el “teletrabajo”, armas tecnológicas para el ejército y policía, drones,...) y los fármacos y vacunas. Es muy probable que estemos caminando hacia una dictadura totalitaria tecno-científica post capitalista más parecida al feudalismo que a otra cosa. Y si de paso muere gente mayor por el camino (la única sensible a un virus que no es tan terrible como nos quieren hacer creer pero que mata, como todos los virus si no se tiene cuidado), pues mira, reducción de población y de gasto estatal. Muy probablemente esta situación que vivimos sea un ensayo para que nos vayamos acostumbrando a una “nueva normalidad” y que en un futuro no muy lejano, esa “normalidad” pueda empeorar por otros brotes más virulentos de este u otros virus y ahí sí, por nuestra seguridad, nos puedan endosar un tipo de estado más parecido al chino y una nueva economía, digital, por supuesto.

Wall Street, Silicon Valley... Hollywood, como aparato de propaganda (de ahí el contra ataque de la otra facción, arruinando las carreras de esos depravados), y sectores de la propia China. Es decir la élite liberal/finan- cista favorable a la globalización y a las finanzas especulativas. Éstos son quienes más deben porque no producen riqueza, sólo la controlan. Y son los más interesados en cancelar su deuda cargándose la economía. Tienen varios bancos centrales de estados en su poder y muchos políticos títeres (todos lo son, sólo hace falta discernir de quién) como el sector mayoritario del partido demócrata, gran parte del partido comunista chino, parte de la banca asiática y casi toda la socialdemocracia y los democristia- nos europeos y controlan la mayor parte de las agencias de inteligencia de EE.UU y gran parte de su burocracia.

¿La otra facción?

Varios expertos hablan de los Rostchild (¿?), algunas petroleras, la gran industria pesada proteccionista, Donald Trump, Putin, Xi Jinping (los tres intentando controlar sus respectivos gobiernos), el vaticano, o una parte de él, y la bolsa de Londres y bancos asiáticos. Justo quienes más critican a la OMS. Sus títeres suelen ser la derecha populista y nacionalista americana y europea y sus políticos. ¡Vaya consuelo!. Y qué quiere esta gente. Pues supuestamente querrían, aunque no hay pruebas de ello, volver a la riqueza real, del patrón oro e implantar una dictadura conservadora o una democracia aún más autoritaria (qué más da, si ellos poseen la riqueza) en la que la gente tenga un cierto nivel adquisitivo para poder consumir lo que la propia gente produzca en un modelo productivista que mitigue desigualdades sociales. Una especie de peronismo o de populismo de derecha. Nada halagüeño ninguno de los proyectos de las élites, como no podía ser de otra forma, porque el poder es así. Siempre se adapta o crea las condiciones que posibiliten su expansión y su fortalecimiento. Obviamente todos estos análisis se están haciendo de una manera resumida y general, porque la realidad es mucho más compleja y entran más factores en juego. No hablamos de un plan teleológico predestinado contra el que no se pueda hacer nada, sino que describimos, concretando, algunas de las manera y herramientas que tiene el poder para ejercer su dominio de una forma más cómoda para él. No en vano, el sueño de todo gobernante es tener una población mansa que no le complique la vida con revueltas. Aunque con cientos de miles de militares y policías por las calles de un mundo confinado, la revuelta ha de entrar sí o sí en un nuevo escenario y nuevas formas de materializarse, dado que la fuerza física no está de su lado.

Pero para ir concluyendo vamos a la otra cabeza de la hidra, donde concretaremos más sobre el virus y sobre sus ensayos.

Tercera cabeza: la salud

¿Qué es lo que más aterra a la gente? Podemos afirmar que básicamente, morir. Si uno no puede sustentarse ni sustentar a su familia, podría morir, esto puede conllevar a la desesperación pero siempre puede haber alguna forma de ganarse el sustento aunque sea despreciable. Sin embargo, qué puede hacer uno con la salud. La salud está en manos de expertos, la gente por regla general no tiene ni la más puñetera idea de lo que le pasa, de qué enfermedad tiene o de cómo se puede curar. Obviamente la economía y la política también están manos de expertos, incluso la violencia, pero en el peor de los casos uno puede robarle a alguien para sobrevivir, intentar influir en su entorno (incluso entrando en un partido político) o hasta procurarse un arma para defenderse. Pero con la salud esto no es tan sencillo. Alguien que no tenga ni idea, primero preguntará a un médico y si no se fía buscará información por su cuenta. Aquí surge un problema, la información la buscará sobre la materia que comúnmente se llama “medicina”, es decir, medicina capitalista. Y la llamamos así porque esta medicina surgió con Paracelso, en el siglo XVI, justo cuando nació el capitalismo. Paracelso cambió totalmente la medicina de la época, hasta entonces hipocrática, y la hizo digerible tanto para la Iglesia como para el nuevo sistema que nacía.

Así que la medicina capitalista se fue desarrollando bajo unos parámetros bastante reduccionistas y luego cayó bajo el total control de la economía. Porque así como el capitalismo es un sistema de producción en masa, en cadena, la medicina también trata en masa, en cadena, porque de lo que se trata es de que el trabajador vuelva a trabajar cuanto antes y además consuma fármacos para mayor rentabilidad. Y si el capitalismo funciona así en todos los aspectos de la vida, ¿qué hace pensar que fuera a ser distinto con la salud?. Más adelante la “medicina” cayó bajo el absoluto control de las farmacéuticas, ya tras la 2a Guerra Mundial. No es de extrañar que las primeras empresas farmacéuticas fueran fundadas, a finales del siglo XIX, por Rockefeller, Morgan, Rostchild, Baruch y Goldman Sachs. La explosión farmacológica tras 1945 vino porque la ciencia descubrió que se podían sintetizar moléculas mediante el petróleo, con lo que las plantas y las sustancias naturales, que se empleaban de manera mercantilista hasta dicha fecha o se sintetizaban de forma menos rentable, pasaron a resultar innecesarias.

Si alguien busca información sobre “medicina”, obtendrá lo que los expertos médicos afirman en sus prestigiosos estudios. ¿Quién dirige, selecciona, valida y financia esos estudios? ¿quién decide qué programas se enseñan en las facultades de medicina? ¿Quién establece los protocolos médicos? ¿Quién es la única autoridad sanitaria mundial a la que incluso los estados deben obediencia en esta materia?

La OMS. ¿Quién financia la OMS ?

La OMS se funda en 1948, por los acuerdos de Bretton Woods de 4 años antes. En esos acuerdos se diseñó cómo iba a funcionar el mundo. Se creó la ONU, se creó el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la OMS, dependientes políticamente de la ONU. En 1978 se promulgó la ley Rockefeller, por la que la OMS podía recibir financiación privada. Pero si hasta esa puñetera ley lleva su propio nombre, Rockefeller.

Así pues, si uno busca algo sobre “medicina” se le remitirá a los programas, protocolos y conocimientos de la comunidad médica internacional, es decir, de la OMS. Otra información está desprestigiada, incluso dentro de la propia “medicina”. Hay corrientes dentro de la ciencia actual “occidental” que están totalmente marginadas por la comunidad científica internacional y por la propia OMS. Ni que decir de las terapias naturales, que a la persecución mediática e incluso legal (en España se intentaron ilegalizar hasta 56 tipos de medicinas naturales distintas en 2019) tiene que sumar la invasión de intrusos delirantes que recomiendan cualquier estupidez para enriquecerse a costa de pobres crédulos.

Entonces, como íbamos diciendo, la mayoría de la gente, no sólo cree en los expertos sino en sus conocimientos. Si a la gente le entra el pánico por miedo a enfermar o incluso morir, hará lo que sea con tal de evitarlo, incluso quedarse encerrada aunque sea una auténtica idiotez y una barbaridad sanitaria. De hecho, mucha gente pedirá desesperada que la ayuden. En España es un clamor la petición de test masivos para detectar el coronavirus aun cuando no sirven para nada. La propia gente pediría un estado totalitario con tal de sobrevivir. Y todo porque jamás se preocupó por su salud, lo dejó en manos de expertos. Ahora sufrimos las consecuencias del dele- gacionismo y de la autoridad, sea del signo que sea.

Pero porqué los test no sirven. Si mueren cientos de miles de personas ¿cómo no tomar medias por muy drásticas que sean?. Vamos a ver.

Un virus es un microbio que tiene genoma. Puede tener ADN o ARN. Coronavirus es una familia muy amplia de virus, que producen el constipado común, algunos tipos de gripe y algunos tipos de neumonía. Se dice que existe en la naturaleza desde por lo menos el neolítico pero la gripe y los constipados, virales, sólo se constatan desde 1800. ¿y antes? No nos dan una respuesta concisa ni que prueben su existencia antes de dicha fecha, la de la primera epidemia de gripe. Había neumonías, claro, porque son tipos de infecciones respiratorias. Había fiebres, claro, porque son una reacción del cuerpo (de hecho prueba a salir en invierno de casa en pelotas 10 min y vuelve a entrar, y vamos a ver qué ocurre al día siguiente). Había estornudos y tos, ciertamente. Pero ¿quién dice que estas afecciones tengan que ser provocadas por un virus? Pues lo dice la OMS. Según esta organización las patologías solo pueden ser producidas por: virus o bacteria, radiación, agente químico. Lo dicen en su declaración de lo que es una enfermedad. ¿quién decreta las pandemias y las epidemias ? La OMS y ¿por qué todas las pandemias, desde que existe la OMS, son provocadas por virus ? Porque un virus se puede tratar con fármacos, que se comercializan en cualquier farmacia producidos por las farmacéuticas. La radiación es muy difícil y cara de tratar, igual que un agente químico. Si una persona media, que no viva bajo el umbral de la pobreza, se agarra una gripe, se puede pagar una aspirina o pastillas similares pero no es probable que se pueda pagar un tratamiento para la radiación o un químico. El capitalismo se basa en la producción en masa, como explicamos antes, luego 2+2=4 ¿Y quién financiaba la OMS?

¿Por qué dice la OMS que los virus crean las enfermedades? Esto lo “descubrió” Pasteur, a finales del siglo XIX, cuando se crearon las farmacéuticas. De hecho Pasteur tuvo una pugna científica con Koch, cuyos postulados se siguen para aislar los virus y detectarlos. Pero ganó Pasteur (aunque hubo de incorporar algunas tesis de Koch, previamente modificadas) porque las farmacéuticas le hicieron caso a él y los médicos más prestigiosos del mundo, que trabajaban en las instituciones de salud más relevantes de Europa apostaron por sus tesis. Y apostaron por sus tesis porque si todo lo produce un virus o una bacteria las farmacéuticas se hinchan a vender pastillas y si lo produce un desequilibrio en el cuerpo, con un poco de descanso y buena alimentación quizás sea suficiente y las farmacéuticas no ganan dinero. ¿Y recordamos quien fundó las primeras farmacéuticas modernas? Rockefeller, Morgan, Rostchild, Baruch... los grandes financistas y capitalistas.

Pero es muy difícil detectar un virus. De hecho los virus corona aparecen realmente en escena, al menos se les identifica como tal, en 1964, y hay algunas voces (ex-miembros de servicios secretos) que afirman que se crearon a partir de otros virus en un laboratorio. Justo como el SARS-CoV-2. ¿Se puede modificar un virus ? Sí, aunque es muy difícil, pero puede mutar. Y que mute naturalmente es realmente difícil. Es más fácil hacerlo mutar artificialmente, como por ejemplo incubando un virus humano en huevos de gallina (lo más habitual y antiguo) o mediante las vacunas. Es sencillo de explicar, el virus entra en contacto con otros virus y al infectar un medio ya infectado hibrida y se modifica.

Las vacunas actuales son una gran fuente de enfermedades porque producen muchas veces mutaciones de virus. Por qué. Por cómo se fabrican. Para combatir un virus con medicamentos o sacar una vacuna, hay que aislar el virus (siguiendo los 4 postulados de Koch), y una vez aislado, secuenciarlo. Pero aislar un virus es tedioso, difícil y caro. En el organismo humano hay más de 10 billones de virus (un 10 seguido de doce ceros). Además tener un determinado virus no significa que el virus te infecte, y aunque te infecte no significa que produzca una enfermedad (aunque es probable), y tampoco tener un virus significa que se transmita. Si un virus no está correctamente aislado no se puede hacer la secuencia de su genoma (que está compuesta 30.000 letras de ADN o ARN), y ésta ha de ser completa. Revisando los estudios publicados sobre el coronavirus (miles) se comprueba que nadie lo ha aislado. Esto es importante porque dentro del organismo un virus es muy difícil de distinguir de otros o de otras células o material biológico porque se mezcla con ellas para infectarlas y reproducirse. Si se saca una muestra mezclada y se secuencia, las 30.000 letras de la secuencia del genoma no son las mismas que las del virus porque se ha mezclado, luego la vacuna no valdrá y al inoculárnosla lo que hará es que el virus “verdadero” se mezcle con el virus inoculado y mute. Además si no se tiene la secuencia, el virus no se puede detectar porque el test se fabrica con la secuencia. Los test que detectan el coronavirus se han hecho con una secuencia que, como sus propios secuenciadores afirman, es una “recreación bioinformática” (informe del Dr. Na Zhu, primero en secuenciar el virus) del virus “detectado” (no dice aislado) de 500 letras. Quinientas sobre treinta mil. ¿Cuántas posibilidades de que una combinación de 500 letras, sobre la base de 6 letras que se combinan hasta formar 30.000, compartan 500 letras iguales? Es como si buscáramos a una persona en Alemania y nuestra descripción fuera que es una mujer rubia. Entonces ¿quién dice que está aislado y secuenciado el virus?

La OMS, ¿y quién ha compartido la secuencia de su genoma? China bajo la supervisión de la OMS. Y es curioso porque se empieza a estudiar este virus el 31 de diciembre de 2019, se aísla (según la OMS porque la doctora que lo localizó dijo “detección” y fue Shi Zengli) el 7 de enero y el 11 de enero se anuncia su secuencia (según la OMS porque el Dr. que lo realizó presuntamente, habló en un estudio de “recreación bioinformática”). Una rapidez inédita en la historia. Guiness de los records por aislar un virus en una semana y secuenciarlo en 4 días, cuando son trabajos de años (el virus del sarampión por ejemplo aun no ha sido aislado ni se- cuenciado, lo que no impide que se fabriquen y administren vacunas contra él). Además, estos investigadores chinos, en particular Na Zhu - porque Shi Zengli no publicó su estudio solamente envío un informe a la OMS que ésta no ha hecho público pero cita -, dejan muy claro que “no han seguido los postulados de Koch”. Estos postulados son los que reconoce la OMS para aislar y secuenciar un virus, si no los han seguido en este caso ¿por qué mierdas reconocen el aislamiento y la secuenciación genética cuando además quien lo ha investigado habla solo de “detección” y “recreación”?

Si no se sabe distinguir el virus, ¿cómo es que se distingue la causa de las muertes? Porque de gripe cada año se contagian 6 millones de personas en el mundo y 650.000 mueren de Las tres cabezas de la hidra nos están esclavizando, si no hacemos nada pronto seremos, más que nunca, meros títeres en las manos de los poderosos. No podemos confiar en ningún poder, en ningún salvador porque no lo hay. Y todo supuesto opositor que nos diga que hay que apoyar a tal o cual estado, tal o cual partido o sindicato o pedir tal o cual reforma no es más que el anestesista de esta operación de cirugía social. Muchos temen al virus pero el virus no tiene por qué enfermar a nadie y la co- vid-19 se cura con vitamina C, té verde, buenos alimentos y ejercicio físico, respirando bien y manteniendo la calma. Y esto se lo puede auto- gestionar la propia población. Algunos estados han aplicado algunos remedios naturales con éxito, lo que prueba la eficacia de estos métodos aunque deja el problema de fondo intacto, no hay que delegar en los supuestos expertos, pero evidencia que el conocimiento tradicional de salud es un buen conocimiento para colectivizar, porque por autogestionar, también la gente puede autogestionarse la salud con ibuprofeno y morir como chinches.

Quienes estén más afectados por la edad, la inmunodeficiencia, la contaminación, la polimedicación y las radiaciones lo tendrán peor, pero en varios hospitales de China, Alemania o Cuba, desesperados recurrieron, como hemos dicho, a tratamientos naturales y tuvieron una eficacia del 91% de curaciones. Países como Suecia por ejemplo, con un número muy bajo de afectados y más bajo aun de muertos, han dejado que toda la población se contagie, porque así es como una persona se inmuniza del virus, teniéndolo y dejando que sea su propio cuerpo con la ayuda de la alimentación sana y el ejercicio acabe con él. Si esto no fuera así, la humanidad hubiera perecido ya hace milenios a manos de los más de 30.000 billones de virus y bacterias que existen. Esto que han hecho algunos países, por mera desesperación, lo podemos hacer todos, no hay por qué delegar porque ya vemos a dónde nos conduce la delegación: al desastre.

Acabamos con un refrán georgiano que dice que las ovejas, temiendo al perro, fueron devoradas por el pastor. Hay que dejar de ser rebaño, y aunque el ejército está desplegado en muchos lugares para evitar levantamientos, luchar con todas nuestras fuerzas e inteligencia (ahora más que nunca) contra esto porque si no lo hacemos ahora ya no podremos hacerlo más. Mejor vivir un día como un león, que cien como un cordero.

 Fuentes

Joseph, P. Zeitgeist: the movie. 2007

Anónimo. Mah JOng. Guía para NO sobrevivir al coronavirus. 2020

Estulin, D. El club de los inmortales.2013



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