Evo se
allanó a la OEA mientras que sus simpatizantes agitan “ahora sí, guerra civil”
Bolivia al rojo vivo
por César Zelada
La Fogata
El 11 de febrero del 2003, se produjo
una rebelión policial en La Paz (por demandas de sindicalización y salarios),
como preámbulo a la caída del hoy prófugo y ex presidente neoliberal Goñi
Sánchez de Lozada, con un saldo de muertos y heridos, en alrededor de Palacio
Quemado, que pasó a la historia como “febrero negro”. Diecisiete años después,
el motín policial vuelve a aparecer, pero esta vez a nivel nacional y contra el
presidente indígena (que durante su gobierno de quince años se jactó de la
“alianza militar-campesina” dándole al primero una serie de prebendas y cuotas
de poder en las empresas nacionalizadas), y que en medio de una forzada
reelección ha polarizado socialmente al país, logrando que los líderes de la
oposición capitalicen el descontento popular y demanden su dimisión por haber
realizado un “fraude” en las elecciones presidenciales del domingo 20 de
octubre.
El ascenso del sujeto campesino al poder se da en medio de insurrecciones
populares
El ascenso de Evo Morales al poder fue histórico y “progresista” en la medida
que se dio en medio de insurrecciones populares (2003/2005), e implicó una
revolución política con el sujeto campesino cocalero como líder del “proceso de
cambio”, inaugurando un nuevo tipo de “nacionalizaciones” al imponerle a las
transnacionales mayores impuestos por la explotación del gas, a cambio de
garantizarles la “estabilidad” para sus negocios, desarrollando así un gobierno
campesino y corporativista, que terminó excluyendo a los movimientos sociales
que no se regimentaban a su política (un sector de mineros, ponchos rojos,
cocaleros de Los Yungas, etc.).
Durante estos años, Evo Morales, tuvo varios conflictos sociales, destacando
entre estos el del TIPNIS, los médicos, estudiantes, cocaleros de Yungas, y la
entrega de la Chiquitanía al capital agroindustrial brasileño (que operó el
golpe de Estado que sacó a Lugo del poder en Paraguay). Esta cuestión se explica
por el carácter nacionalista burgués de su gobierno que, por más retórica
indígena y antiimperialista, en la práctica, siguió gobernando para los poderes
fácticos. Es por eso que a la vez que apoya a Nicolás Maduro, también saluda al
“hermano” Bolsonaro (twit Evo, 01/01/19), entregándole al refugiado político de
la izquierda italiana Cesare Battisti.
Las maniobras del gobierno corporativista
Cuando la Asamblea Constituyente plurinacional del 2008, una de las clausulas
principales fue el derecho a una sola reelección presidencial. Evo, acostumbrado
a ganar todas las elecciones por el rol bonapartizante que jugo su ascenso al
poder (capitalizando las insurrecciones y arbitrando en el conflicto entre las
clases sociales en contienda), fue derrotado en el referéndum del 2016 con el
51% de la población en contra de una cuarta reelección. No habiendo formado un
sucesor por su carácter caudillesco y teniendo en cuenta de la relevancia del
factor indígena en la revolución política, Evo, al estilo de lo que algunos
podrían señalar como “fujirmorista”, realizó una interpretación auténtica de la
constitución plurinacional, apelando al Tribunal Constitucional y al Tribunal
Supremo Electoral (BBC, 05/12/18), que finalmente le dieron carta libre para
continuar con un nuevo mandato reeleccionista hasta el 2025.
Esta maniobra gubernamental contó, al principio, con el apoyo de la burguesía
nacional (que iba dividida a las elecciones gracias a la política gramsciana del
gobierno de lograr la hegemonía nacional en alianza con líderes de la
oposición), y la OEA en declaraciones de Luis Almagro. Y es que durante estos
casi quince años de gobierno evista, la clase dominante y las transnacionales
han hecho negocios redondos gracias al crecimiento del PBI que bordeó el 5 %. No
obstante, si bien es verdad, la crisis política actual tiene características
propias, pues, el control de la economía por la Elite y la caída de la demanda
de materia prima boliviana, también “alimenta” la crisis.
Crecimiento económico sin cambios estructurales
En este sentido hay que señalar que las transnacionales no tienen ningún
compromiso para explorar nuevos pozos petroleros (lo cual pone en riesgo las
reservas). “…San Cristóbal, la principal mina boliviana dedicada a la
exportación, ha pasado a ser cien por ciento propiedad del monopolio japonés
Sumitomo; y el gobierno acaba de firmar un acuerdo para entregar gran parte de
la producción de litio (mineral en alza en el mercado mundial) a una empresa
mixta con la alemana ACI Systems, entre otras expresiones de esta orientación…”,
redactó Rafael Santos (prensa obrera, 18/10/19). Además, las RINs de Bolivia,
alcanzaron los $ 10.081 millones en el 2016 abarcando el 28% del PIB, una
disminución de 17% en comparación con el 2014, lo cual convirtió a Bolivia en
sujeto de crédito internacional.
Bolivia tiene una deuda externa de $10 000 millones (el 25% de su PBI), lo que
permite que su economía sea más estable y no llegue al nivel de bancarrota de
Argentina, Ecuador o Chile. Sin embargo, ya hay alertas al respecto. Solo en el
2017, la Administración evista contrató 24 nuevos créditos por $ 3.162 000
millones.
“… Los 23 nuevos préstamos restantes por 2.162 millones de dólares se
suscribieron con organismos multilaterales como el Banco Mundial, CAF Banco de
Desarrollo de América Latina, Banco Europeo de Inversiones, Fonplata, la OPEP y
con acreedores bilaterales. Estas obligaciones tienen una tasa de interés
promedio ponderada de 2,5% y un plazo promedio de 21 años con el siguiente
desglose por acreedor. La fundación Jubileo advirtió que el Gobierno sigue
gastando como en la época de bonanza a costa de endeudamiento. “El crecimiento
tan acelerado de la deuda externa podría resultar en una situación de
insostenibilidad en el mediano plazo y dejar un peso demasiado grande a las
generaciones futuras”, redactó Página 7 (25/03/18).
Esta cuestión manifiesta claramente que el crecimiento económico boliviano se
construye sobre bases capitalistas de endeudamiento y de dependencia a la
economía financiera mundial, lo cual, a la vez, expresa (por más retórica
antiimperialista que se haga), el carácter semicolonial que sigue teniendo
Bolivia bajo la Administración indígena. En otras palabras, “un cambio sin
cambios estructurales”.
Además, Bolivia, es el primer país exportador de Gas Natural de Sudamérica (el
2014 exportó 62% y 37% a Brasil y Argentina, respectivamente, por un valor de $6
030 millones) , el cuarto a nivel de América , y el décimo séptimo a nivel
mundial. No obstante, según el jefe del INE, Santiago Farjat, “… la actividad de
petróleo crudo y gas natural presentó un crecimiento negativo de 7,82% por la
disminución de la demanda de gas natural por parte de Argentina y Brasil…”
(América economía, 24/04/19).
La oligarquía cruceña aprovecha la crisis y prepara el golpe de Estado contra
Evo Morales
Al parecer, esta perspectiva de caída del crecimiento del PBI, es la que detonó
el desencanto de las clases medias y que se expresó en el voto en las elecciones
pasadas. A la vez, también el deterioro de la economía (caída de precios del
gas, soja, cobre, petróleo, etc.), parece ser el que produjo el desencanto de la
oligarquía cruceña (donde el MAS ganaba antes con el 54% de los votos), en
seguir apoyando al gobierno campesino, y a no seguir pagando los impuestos a los
que les había acostumbrado el mandatario.
Es en este contexto que se desarrolla la actual crisis política, donde la
oposición, dividida en un principio (entre un sector cívico ultraconservador con
un discurso religioso, putchista y revanchista liderado por Luis Camacho, y
otro, más moderado y electoralista liderado por Carlos Mesa), se ha unificado
exigiendo la renuncia del mandatario indígena.
“…La falta de reacción del gobierno muestra que el MAS se fue volviendo una
organización excesivamente burocratizada con mucha cooptación oficial y pérdida
de dinámica "social" interna. Su confianza en el desempeño macroeconómico (muy
bueno) fue excesiva dado que Bolivia es un país "subdesarrollado" y pobre…”,
redactó el connotado periodista argentino Pablo Stefanoni (Fb, 09/11/19). Y en
efecto, tanto en la conferencia dada por el vicepresidente García Linera, así
como en la respuesta a la ofensiva neoconservadora cruceña, se nota la falta de
brújula de la Administración indígena.
Y es que, si bien es cierto, Evo Morales, llamó a la movilización “pacífica” del
movimiento popular, pues, toda su estrategia estaba centrada en la auditoría de
un organismo que el Che Guevara definió como el “Ministerio de colonias de los
yanquis: La OEA”. Es así como a pesar que los intelectuales (Atilio Borón) y sus
simpatizantes peruanos, en una confusión y contradicción descomunal, llamaban a
desconocer a la OEA y a incentivar la rebelión popular, en Bolivia, el
presidente indígena, se allanaba a la “decisión vinculante” de la OEA.
Talvez la oposición derechista de Mesa, como la de Capriles en Venezuela, no
tenía clara la perspectiva de lo que podía pasar el 20 de octubre, pero la
oposición ultraconservadora de Camacho y la Media luna sí. Es así como
sorprendentemente de desarrollaron los motines de la policía.
La pérdida de hegemonía del nacionalista Evo y un nuevo liderazgo conservador y
pro oligárquico
“…Bolivia es el paraíso de la lógica de las equivalencias de Laclau: apenas se
arma quilombo y se ve débil al Estado todos se suman con sus demandas,
indignaciones y frustraciones, que son siempre muchas dado que es un país pobre
y con muchas carencias, además de muchos microdespotismos (muchos) en todos los
ámbitos del Estado: los motines policiales expresan lo de siempre, encono de
sectores bajos con los mandos más altos, por temas de desigualdad económica y
abusos de poder entre las "clases" (así fue en 2003, luego en el motín de 2012,
etc.)…”, redactó Pablo Stefanoni (Fb, 09/10/19).
Esta cuestión aunada a la perdida de la hegemonía política “gramsciana”
(haciendo alianzas con candidatos de la derecha cruceña), la “revolución
democrática y cultural” (sin romper con la estructura/superestrcutura de
dominación capitalistas), y el “capitalismo andino” que el vicepresidente García
Linera, defendía, en las conferencias que daba en todo el mundo, y el
contradecirse, al forzar una cuarta reelección de Evo Morales, produjeron la
situación crítica en la que se encuentra Bolivia.
Luego continúa Stefanoni, “…Potosí, enfrentado con Evo desde hace años por
sentir que sus riquezas (ahora el litio) se esfuman y ellos siguen siendo
siempre pobres también se sumó a la rebelión; y lo mismo sectores disidentes de
todas…Luego de varios años de impotencia política y electoral de la oposición
tradicional -los viejos políticos como Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina o
Carlos Mesa- aparece un "liderazgo carismático" nuevo, Fernando Camacho,
producto de una crisis previa en el cruceñismo que le abrió paso a la dirección
del Comité Cívico- y con su discurso de Biblia, "pelotas" y audacia personal-
expandió su liderazgo a Occidente -por primera vez si quitamos a Banzer…La
decisión del gobierno de dejar-que-todo-pase luego de la crisis del conteo de
votos -que actualizó el desconocimiento del referéndum y mezcló "fraude" e
"ilegitimidad" - resultó funcional al "macho Camacho" y sacó de juego a Mesa,
que se transformó en convidado de piedra en la fase de radicalización…”, (Ibid).
Es así como se puede comprender que, aun estando Evo Morales y García Linera en
el poder del Estado capitalista, hayan obtenido solamente el 46% de los votos en
las últimas elecciones cuando antes el MAS ganaba de lejos. En el 2005 ganó con
el 54% de los votos. En el 2009 ganó con el 64% y en el 2014 ganó con el 61% de
los votos. Estamos hablando de casi un 20% de votos menos que antes.
Asistimos al derrumbe de las tesis políticas de García Linera sobre la
revolución democrática/cultural y el capitalismo andino boliviano. Es decir, una
polarización entre el nuevo nacionalismo pro burgués del MAS (con una base
cocalera, campesina, etc.), y la vieja derecha oligárquica clásica expresada en
la figura de Mesa y Camacho.
Por su lado, la oligarquía cruceña/brasileña con su actual líder Camacho,
utilizó bien la retórica religiosa y dejo sin iniciativa contundente al gobierno
evista, al viajar Camacho hacia La Paz para entregarle una carta con la biblia
en la mano. García Linera respondió con otra biblia, pero desencajado, sin
seguridad de lo que decía, y avizorando un futuro turbulento y poco beneficio
para la dupla de Palacio Quemado. Por su puesto que Camacho nunca llegó a salir
del aeropuerto de El Alto gracias a los bastiones de simpatizantes del MAS.
En medio de este desarrollo de la crisis política, las polarizaciones a los
extremos iban ganando “terreno”. Las casas de los gobernadores de Sucre y
Cochabamba, así como la de la hermana del presidente Evo fueron incendiadas,
obligando a los dos primeros a renunciar. Anteriormente, la alcaldesa de Vinto
(Cochabamba) fue agredida brutalmente, por sectores racistas de la oposición
política. Estas cuestiones, además del amotinamiento policial, que a medida que
pasaba el tiempo, iba desarrollándose a nivel nacional, produjo un viaje
inesperado de Evo Morales a su base histórica cocalera en el Trópico de
Cochabamba.
Hay rumores de que la base cocalera estaba partida en tendencias. Algunas
queriendo radicalizar la resistencia mientras que otras querían conciliar. Hay
que recordar que, el movimiento cocalero, además de ser la base social del que
se valió Evo para llegar al poder por la vía democrática burguesa, es también un
sector combativo y corporativista. Evo a la vez que fue presidente de la Nación
boliviano ejerció la presidencia de la Federación de Cocaleros. Así las cosas,
pareciera que el viaje del mandatario, fue tan solo para echarle más paños fríos
al fuego de la rebelión popular ya que éste se había comprometido a respetar la
decisión de la OEA.
Evo se allanó a la OEA y convoca a nuevas elecciones
Y en efecto, en un “… informe señala que "la existencia de 1.575 actas TREP en
el cómputo final corresponde a un aproximado de 350.000 votos. El margen de
victoria en primera vuelta es menor a 40.000 votos. Por lo tanto, una
irregularidad de estas dimensiones es determinante para el resultado. Por estas
razones el equipo auditor no puede validar una victoria en primera vuelta". A
esto se agrega la existencia de más de 170 actas con firmas falsificadas y otras
irregularidades en el sistema…”, (La Razón, 10/11/19), la OEA, resolvió convocar
a nuevas elecciones. De la cual Evo Morales, desencajado, se hizo eco
inmediatamente.
En verdad, con el aparato policial amotinado, las FF.AA. declarando que, “…no
iban a enfrentarse con el pueblo…”, y la renuncia de varios gobernadores,
embajadores y ministros de gobierno, el poder de Evo estaba derrumbándose como
un castillo de naipes. Ahora, la pregunta es si él va a volver a postular o si
la oposición camba de la Media Luna cruceña, con, Luis Camacho a la cabeza, va a
recular en su propuesta de que “Evo debe renunciar” o va a allanarse a la OEA.
Lo más probable es que Camacho no acepte la convocatoria de nuevas elecciones
con el MAS en el poder y va a solicitar un gobierno de transición o en su
defecto la unidad de toda la oposición política con una sola candidatura (Mesa
quedó segundo con más del 35% de los votos mientras que el descendiente koreano
y religioso Chi Hyun Chung sacó alrededor del 8% de los votos).
La respuesta de la OEA se da en medio de una profunda crisis del régimen
político que ha polarizado más a los bandos en pugna, con el bloqueo de
delegaciones de los Comités Cívicos (jóvenes universitarios, profesionales y
pobladores de periferia, etc.), hacia la Paz; así como el incendio de la
comisaría de El Alto, y el incendio de la casa de Masistas en el oriente y
centro boliviano, etc. con la estrategia de tratar de descomprimir la ola de
violencia que se está desarrollando. No obstante, no es seguro que pueda
pararla.
Bolivia, está marcada por las Tesis de Pulacayo de los 40s, la revolución de
1952, la guerra de guerrillas del Che Guevara, la Asamblea popular de los 80s y
las insurrecciones del 2003/2005, donde el rol de la Central Obrera Boliviana
(COB) en el imaginario colectivo pesa bastante.
La renuncia del Evo y la “pacificación del país”
No obstante, fue la COB, la que también le exigió al gobierno de Evo Morales su
renuncia a la presidencia para lograr la “pacificación del país”. Esta cuestión
aunada a la demanda de renuncia al presidente por parte de las FF.AA., dejaron
sin “piso” al líder indígena, obligándolo a dimitir.
En su mensaje a la Nación, Evo, volvió a plantear la “pacificación del país” y a
la vez que denunció un golpe de Estado en su contra, llamó a la derecha golpista
a respetar las propiedades de los demás en alusión al MAS y su familia. Sin
embargo, es iluso pensar que al golpismo le va importar “respetar” no solo los
bienes sino la vida a los simpatizantes del evismo. El golpismo ahora se siente
fuerte y va a ir por la revancha que se teñirá de sangre obrera, campesina y
popular. Ya hay anuncios de Camacho pidiendo la aprehensión de Evo Morales.
Es poco probable que Evo vuelva bañado en popularidad al menos que lo arresten y
lo mantengan vivo. La derecha va a exigir un juicio de responsabilidades sobre
los tres muertos y las decenas de heridos en los conflictos de esta semana. En
verdad, Evo, tiene poca correlación de fuerzas. Varias provincias como Potosí,
Oruro, etc. que antes eran parte de su correlación de fuerzas, ahora, se han
pasado al bando opositor gracias a las políticas pragmáticas y soberbias del
evismo de gobernar para Dios y para el Diablo.
Ironías de la vida. Fue Evo Morales, quien en el 2005 capitalizó las jornadas
revolucionarias que terminaron con el gobierno de Carlos Mesa Gisbert. Hoy 2019,
es Carlos Mesa, quien es parte de la dirección que logró la renuncia de Evo
Morales.
Un amigo desde la Paz, escribió, “…Ahora bien, la analogía puede perder su
potencia: lo que pasa una vez como tragedia se repite después, como farsa. Los
movimientos sociales convertidos en grupos de choque de hoy carecen del aura
romántica y emancipadora que adornaba a las milicias del MNR, “semillas de un
nuevo poder revolucionario”, elementos constitutivos del “poder dual” de la COB,
ejército paralelo que, si todo lo otro fuera exagerado, contaban al menos con el
mérito y el orgullo de haber vencido al Ejército rosquero con sus propias manos,
prácticamente desnudas, en las jornadas de Abril. Tampoco el MAS, pese a todas
sus similitudes, es el MNR, pues éste no solo nacionalizó la industria
extractiva, como él, sino que, además, fue responsable de la reforma agraria,
impuso el voto universal, “inventó” Santa Cruz, etc…”, redactó Fernando Molina,
(La "crisis de octubre": analogías históricas, Brújula digital).
Luego, continúa, “…No obstante, si hoy hubiese un golpe militar en contra del
gobierno, ¿no lo apoyaría esta clase?”, Una pregunta queda: cómo evolucionará el
MAS respecto a la clase media tradicional en el futuro. Parece bastante difícil,
por su raigambre social, que imite la trayectoria del MNR, esto es, que pase de
continente de los sectores populares indígenas a instrumento estratégico de las
élites blancas del país. ¿Quedará entonces, congelado, como el enemigo histórico
de la clase media? Y… ¿podrá sobrevivir así caracterizado? Otra pregunta es si
el MAS seguirá representando monopólicamente a las clases populares y, por
tanto, seguirá siendo predominante en la correlación general de fuerzas. El MNR
contaba con los campesinos, pero, a partir de 1964, estos se fueron pasando al
bloque barrientista. Cierto que el MAS tiene una fuerte raigambre campesina y
popular, pero ningún monopolio está garantizado para siempre, como hemos
comenzado a ver en esta crisis. Quizá el caso de Potosí, en donde fuertes
sectores populares se alinean con la oposición, esté mostrando un fenómeno en
desarrollo…”, (Ibid).
Estas elucubraciones, aunque pueden revertirse de perseverar la reacción
oligárquica, son elocuentes en cuanto al derrumbe del MAS y la era Post Evo.
En Perú, los simpatizantes del MAS, se olvidan de la máxima mariateguista del
sujeto político revolucionario y terminan decepcionados o confundidos por la
estrategia evista de allanarse a la OEA. Observan estupefactos el “punto final”
del desarrollo dialéctico y no se preguntan cómo llegamos a esta situación.
Igual que cuando se cayó la URSS o el Muro de Berlín o Allende, acusan
esquemáticamente solamente a la CIA, cómo si ésta hubiera podido derrotar a la
revolución cubana a pesar de ser económicamente más vulnerable.
Para los que editamos la revista La Abeja, las explicaciones están en todo el
proceso de desarrollo dialéctico del MAS, el liderazgo evista, su programa y las
tesis del ex EGTK y vicepresidente García Linera. Los mariateguistas creemos en
la fuerza auto organizada del pueblo y la intervención de la clase obrera como
sujeto político revolucionario. El Encuentro Obrero, Estudiantil y Popular
apunta en ese sentido. Y la estrategia de autodefensa armada del pueblo, así
como el desarrollo de la consigna “ahora sí, guerra civil” a través del “poder
popular”, será clave para derrotar al golpismo pro imperialista.
César Zelada. Director de la revista La Abeja (teoría, análisis y debate).
Bolivia: ni el caudillismo machista,
ni la derecha fascista
Otra noche de terror
Por A.C.
Los últimos hechos me han
terminado de convencer que ya estoy muy vieja, no solamente por lo que me ha
tocado vivir en cuerpo, sino también por la memoria de mi padre y mi madre.
Me queda en la memoria los relatos
que mi viejo me hacía de su vida como pongo de una hacienda en Tupiza, la
prohibición de hablar quechua porque era un idioma que sólo te llevaba al
atraso, su alegría en el 52… me queda también los relatos de mi madre en la
masacre de la noche de San Juan en Catavi y Siglo XX, por eso ahora al
escuchar los aviones militares me hizo apagar la luz y poner colchones en
las ventanas. He pasado la dictadura de García Mesa, recuerdo aún los
planfletos que mi papá escondía y alguno que otro universitario que se
quedaba bajo la cama de la habitación en la que todos dormíamos. Muy joven y
como parte de la Cruz Roja fui parte del comité de abastecimiento de la Gran
Marcha por la Vida el 85, vi llorar a los mineros de regreso y destrozar la
vanguardia minera.
Años más tarde como dirigente
estudiantil me plegué a la gran Marcha Indígena por el Territorio y la
Dignidad, ahí conocí a Evo Morales, Fernando Untoja y otros dirigentes,
estuve en varios congresos cuando se intentaba construir el Instrumento
Político del MAS y he acompañado al menos dos marchas de los cocaleros, he
tenido el honor de marchar con Leonida Zurita y otras valerosas mujeres
cocaleras, he compartido con ellas la angustia de dejar a nuestras wawas al
cuidado de alguien, así que se bien que la foto de Morales de su última
noche en el Chaparé es cualquier cosa, las hermanas le guardaban siempre la
única cama que encontrábamos donde nos tocaba dormir, porque al hermano Evo
siempre se le cuidaba.
Como parte de Derechos Humanos, me
ha tocado estar en Patacamaya durante la guerra del gas, el mismo día que
llegaban los mineros y estar presente cuando las avionetas sobrevolaban y
mataban al menos a dos, he visto sus cuerpos inertes y la rabia y la
impotencia de todas y todos… he odiado a los milicos y pacos siempre.
He sido parte de la fundación del
Consejo Nacional de Ayllus y Markas de Qullasuyo (CONAMAQ) y he marchado con
mis hermanos y hermanas por la nueva constitución y he llorado con ellos el
día de su aprobación… de igual manera he participado activamente de VIII
Marcha Indígena en contra la carretera por el TIPNIS, he visto a mis
hermanos y hermanas ser golpeados, amedrentados, ninguneados… igual he visto
como destrozaron el CONAMAQ luego de su apoyo militante a la Marcha contra
el TIPNIS, he visto a los grupos de choque del MAS destruir, golpear y tomar
junto a la policía sus oficinas, peleando entre hermanos, golpeando a nombre
del proceso de cambio…
Y aquí estoy ahora, en medio de una barricada barrial y un despliegue
militar preguntándome contra quién peleamos, de quién nos tenemos que
defender…
A lo largo de estos años ha muerto
mucha gente, muchos han quedado heridos y mutilados para siempre, pero no he
visto justicia, Goni no paga ninguno de sus crímenes, Chaparina (la
represión a la Marcha de TIPNIS) no tiene a nadie procesado, ya no
recordamos los nombres de los muertos de la guerra del agua, tampoco hay
nadie procesado por la brutal represión al pueblo Guarani Tacobo Mora el
2015.
Entonces ¿quién es el
enemigo? ¿Quién tiene la verdad?
No dudo que hay muchos intereses
detrás, los Estados Unidos, China, Rusia, las corporaciones, los de siempre,
siempre los de siempre, con nuevas caras, pero los mismos discursos y al
otro lado el pueblo, el que siempre tiene que poner la sangre.
Tengo mi Whipala hace mucho,
compañera de marchas y rituales… y hoy más que nunca me reconozco como hija
de dos grandes naciones los Chichas y los Charkas Qara Qara, algo que
sabíamos con absoluta claridad con el proceso constituyente es que
independientemente de todo, las cosas ya no retrocederían, por eso no me
sorprende todos los actos de repudio a la quema de la Whipala, creo que
muchas y muchos tenemos claridad que está lucha en particular no es, ni ha
sido una lucha para apoyar a la derecha, ni al fascismo galopante que anda
de la mano de la biblia y la misoginia. Pero, ¿quién dio poder al
caudillismo del facho Camacho?, un don nadie que de pronto se presentó como
el salvador de un fraude, quién impulso el juego de las cartas, quién empezó
a darle el papel de héroe – víctima…
A pesar de mi largo camino, no tengo
militancia política, más de una vez me han dicho que de buenas intenciones
está empedrado el infierno, porque no basta ser buena gente para pelear… no
tengo la verdad, pero tengo la certeza de que nunca me he equivocado de
lado, siempre a pie con mis hermanos y hermanas. Desde ese caminar sé que no
hubo un golpe de Estado, llegamos a este momento luego de violar una y otra
vez las mismas reglas con las que se juega a la democracia… las reglas que
se inventan una y otra vez.
Me pregunto si las al menos 4
muertes de estos días serán juzgadas, si son juzgadas ¿quiénes irán a la
cárcel? ¿Los autores materiales que igual es gente de base? ¿Vale la pena
matar, golpear por gente que no se va ensuciar los zapatos en al menos ir a
verte a la cárcel? ¿Vale la pena morir por alguien no ira ni a tú velorio?
Estos días he tenido mucha rabia,
mucha bronca… y es que ya estoy cansada de ver a mis hermanos y hermanas ser
usados como carne de cañón, una y otra vez, aferrándose a cualquier caudillo
con un hilo de esperanza, me he cansado de ver a los héroes que se proclaman
salvadores de indios, mientras humillan a las mujeres públicamente y firman
acuerdos con las transnacionales y conceden minas sobre territorios
indígenas (Evo aprobó 207 contratos mineros días antes de las elecciones,
eso sin mencionar que firmo acuerdo con la transnacional canadiense Prophecy
Developmet Corp para explotar Pulacayo)… sí, la whipala no volverá a
esconderse, pero no olvidemos que en este pedazo de mundo hay más pueblos
que han sido pisoteados una y otra vez y no hemos escuchado las voces de
defensa a sus derechos, no se han indignado contra el hermano Evo por mandar
a apalear a mujeres, wawas y ancianos… a riesgo de que me linchen me
pregunto ¿será que un símbolo vale más que los cuerpos de estas hermanas y
hermanos?
Cómo hemos hablado con varias y
varios. Toca volver a tejer, toca volver a construir, toca mirarnos y
reconocer las viejas heridas… entre tanto y mientras cae un poco de lluvia
seguimos en vigilia, en mi cuadra viven dos funcionarios de algún
ministerio, un señor que vive de vender plantitas en el mercado, dos
comerciantes, la tendedera de la esquina, un chofer de mini bus… nosotros y
los vecinos de las cuadras paralelas estamos aquí… protegiendo nuestras
casas, defendiéndonos y aún no sé de quién nos defendemos…
Mi única certeza en este momento, es
que ni el caudillismo machista, ni la derecha fascista tienen ya cabida en
nuestras vidas.
Jallalla
Fuente: Chaski
Clandestina
¿Cómo derrocaron a Evo?
por Pablo Stefanoni y Fernando Molina
Revista Anfibia
El
gobierno de Evo Morales fue una revolución política antielitista. La
situación actual no estaba en el horizonte de nadie y habla de un
movimiento contrarrevolucionario. El líder visible es Luis Fernando
Camacho, un empresario de 40 años que no participó en el proceso
electoral y llegó al Palacio Quemado con una biblia y una escolta
policial. Mientras festejaba en La Paz el derrocamiento del presidente,
en la calle quemaban Whipalas y gritaban “echamos al comunismo”.
Empecemos por el final (o por el final provisorio de esta historia): el
domingo en las últimas horas de la noche, el líder cruceño Luis Fernando
Camacho desfiló arriba de un carro policial por las calles de La Paz,
escoltado por policías amotinados y vivado por sectores de la población
opositores a Evo Morales. Se escenificaba así una contrarrevolución
cívica-policial que sacó del poder al presidente boliviano. Morales se
parapetó en su territorio, la región cocalera de El Chapare que lo vio
nacer a la vida política y donde se refugió de los riesgos revanchistas.
Es una parábola –al menos transitoria– en su vida política. De este
modo, lo que comenzó como un movimiento en demanda de una segunda vuelta
electoral tras la polémica y confusa elección del 20 de octubre terminó
con el jefe de las Fuerzas Armadas “sugiriendo” la renuncia del
presidente.
Una sublevación contra Evo Morales no estaba en el horizonte de nadie.
Pero en tres semanas, la oposición se movilizó con más firmeza que las
bases “evistas”, que tras casi 14 años en el poder fueron perdiendo
potencia movilizadora mientras el Estado iba reemplazando a las
organizaciones sociales como fuente de poder y burocratizando el apoyo
al “proceso de cambio”. Y en pocas horas, lo que fue el gobierno más
fuerte del siglo XX en Bolivia pareció desmoronarse (hay varios ex
funcionarios refugiados en embajadas). Ministros renunciaron denunciando
que sus casas eran quemadas y los opositores mostraban a los tres
muertos de los enfrentamientos entre grupos civiles como prenda de
indignación frente a lo que llaman la “dictadura”. Finalmente, el
domingo Evo Morales y Álvaro García Linera renunciaron y denunciaron un
golpe en marcha.
***
El Movimiento al Socialismo (MAS), formado en los años 90, fue siempre
un partido profundamente campesino –más que indígena– y eso se trasladó
en muchos sentidos al gobierno de Evo Morales. El apoyo urbano fue
siempre condicionado –en 2005 una apuesta a un nuevo liderazgo
“indígena” frente a la profunda crisis que vivía en país; luego porque
Evo mantuvo muy buena performance económica–, pero los intentos de
Morales de permanecer en la presidencia –sumado a sustratos racistas de
vieja data y la sensación de exclusión del poder– alentaron a las clases
medias urbanas a salir a la calle contra Morales. Objetivamente
hablando, el llamado “proceso de cambio” no favoreció a la clase media
tradicional ni al estamento “blancoide” –como se suele denominar a los
“blancos” en Bolivia–, y, en cambio, les quitó poder. La de Morales fue
revolución política antielitista. Por esto chocó contra las élites
políticas anteriores y las sustituyó por otras, más plebeyas e
indígenas. Este hecho desvalorizó hasta hacer desaparecer el capital
simbólico y educativo con que contaba la “clase burocrática” que existía
antes del MAS. Entretanto, sus victorias electorales con más del 60 por
ciento le permitieron copar todo el poder el Estado.
Morales pareció sellar una victoria de la política sobre la técnica. Si
el neoliberalismo creía en el derecho de los “más capaces” a imponer sus
visiones al conjunto, el “proceso de cambio” creía en el derecho de la
Bolivia popular de imponerse sobre los “más capaces”. Para actuar
recurrió a la política (igualitarismo) y al reparto corporativo de
cargos entre diversos movimientos sociales antes que a la técnica
(elitismo). Por esta razón no llenó de manera meritocrática las vacantes
dejadas por el repliegue de la burocracia neoliberal. Y tampoco recurrió
sistemática y ampliamente a las universidades para proveerse de un
capital cultural que, en cambio, consideraba prescindible. Esto agrió a
la clase media, especialmente a su segmento académico-profesional, cuya
expectativa máxima era lograr un claro reconocimiento social y económico
de los saberes que posee.
Y finalmente, el MAS fue crecientemente estatista. El enfoque siempre
estatista con que el gobierno abordaba los problemas y necesidades que
iban surgiendo en el país lo llevó a ignorar y a menudo a chocar con los
pequeños emprendimientos privados, esto es, con los emprendimientos de
la clase media. Por esta razón había roces entre el “proceso de cambio”
y los sectores emprendedores no indígenas y no corporativos (los que sí
se beneficiaban de los aspectos políticos del cambio e indignaban a los
“clasemedieros”). Es cierto que existía un pacto de no agresión y de
apoyo táctico entre el “proceso de cambio” y la alta burguesía o clase
alta, pero este se fundada en razones políticas antes que empresariales
o económicas.
Por otra parte, varias medidas adoptadas por Evo Morales
desestabilizaron la dotación de capitales étnicos, perjudicando a los
blancos: si bien no hizo una reforma agraria, benefició a los pobres con
la dotación de tierras fiscales; hubo una redistribución del capital
económico –mediante infraestructuras y políticas sociales– en favor de
sectores más cholos y populares; la política educativa implementada por
el gobierno mejoró la dotación de capital simbólico a los indígenas y
los mestizos, mediante la revaloración de su historia y su cultura pero,
al mismo tiempo, el gobierno hizo muy poco para elevar el nivel de la
educación pública y, por tanto, para arrebatar el actual monopolio
blanco de la educación (privada) de alta calidad. Así, las élites
anteriores perdieron espacios en el Estado, vieron debilitados de sus
capitales simbólicos y sus vías de influencia en el poder. En síntesis:
el Club de Golf perdió cualquier relevancia como espacio de reproducción
de poder y estatus.
Diversas encuestas ya mostraban la desconfianza de los sectores medios
respecto al presidente. No por la gestión, que aprobaban, sino por la
duración del dominio de la élite que Evo dirigía. Tal era la cuestión
que importaba a la clase media, una cuestión que la persistencia en la
meta reeleccionista de Morales hicieron imposible de resolver,
precipitando a la clase media a la sedición. Y a esto se sumó que el
“proceso de cambio” no debilitó los microdespotismos presentes en toda
la estructura estatal boliviana. El uso de los empleados públicos en las
campañas electorales y, más en general, en la política partidaria del
MAS debilitó el pluralismo ideológico entre los funcionarios incluso de
menor rango.
***
Bolivia es un país casi genéticamente antirreeleccionista: ni Víctor Paz
Estenssoro, conductor de la Revolución Nacional de 1952, logró dos
periodos consecutivos. En parte esta tendencia parece una suerte de
reflejo republicano desde abajo y en parte la necesidad de una mayor
rotación del personal político. Y cuando alguien no se va limita el
acceso de los “aspirantes”. Todos los partidos populares que llegan al
poder tienen el mismo problema: hay más militantes que cargos para
repartir. El Estado es débil pero es una de las pocas vías de ascenso
social.
Bolivia es también el paraíso de la lógica de las equivalencias de
Laclau: apenas la situación se sale del carril y se ve débil al Estado
todos se suman con sus demandas, indignaciones y frustraciones, que son
siempre muchas dado que es un país pobre y con muchas carencias. Así
también fue esta vez. Los motines policiales expresan enconos de viejo
cuño de sectores bajos con los mandos más altos, por temas de
desigualdad económica y abusos de poder entre las “clases”: sucedió en
2003, en el motín de 2012 y en el del fin de semana pasado. Potosí,
enfrentado con Evo desde hace años por sentir que desde la Colonia sus
riquezas –ahora el litio– se esfuman y ellos siguen siendo siempre
pobres, también se sumó a la rebelión. Y lo mismo pasó con sectores
disidentes de todas las organizaciones sociales (cocaleros Yungas,
ponchos rojos, mineros, transportistas). Esto se suma a una cultura
corporativa que hace que las demandas de región o sector pesen más que
las posiciones más universalistas, lo que habilita posibles alianzas
inesperadas: en esta última asonada se aliaron Potosí y Santa Cruz,
impensable durante las crisis de 2008, cuando Potosí fue un bastión “evista”.
***
Luego de varios años de impotencia política y electoral de la oposición
tradicional –los viejos políticos como Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina
o el propio Carlos Mesa– aparece un “liderazgo carismático” nuevo: el de
Fernando Camacho. Este personaje desconocido hasta hace pocas semanas
fuera de Santa Cruz se proyectó primero ocupando un vacío en la
dirigencia cruceña, que desde su derrota frente a Evo en 2008 había
pactado cierta pax. Aupado en una nueva fase de radicalización juvenil
el “macho Camacho”, un empresario de 40 años, se erigió como líder del
Comité Cívico de la región que agrupa a las fuerzas vivas con hegemonía
empresaria y defiende los intereses regionalistas. Y más recientemente,
frente a la debilidad de la oposición, Camacho esgrimió una mezcla de
Biblia y “pelotas” para enfrentar “al dictador”. Primero escribió una
carta de renuncia “para que Evo la firme”; luego fue a llevarla a La Paz
y fue repelido por las movilizaciones oficialistas; pero volvió al día
siguiente para finalmente entrar el domingo a un desierto Palacio
Quemado –el viejo edificio del poder hoy trasladado a la Casa Grande del
Pueblo– con su Biblia y su carta; allí se arrodilló en el piso para que
“Dios vuelva al Palacio”.
Camacho selló pactos con “ponchos rojos” aymaras disidentes, se
fotografió con cholas y cocaleros anti-Evo y juró no ser racista y
diferenciarse de la imagen de una Santa Cruz blanca y separatista (“Los
cruceños somos blancos y hablamos inglés”, había dicho alguna vez una
Miss). Y, en una productiva estrategia, Camacho se alió con Marco Pumari,
el presidente del Comité Cívico de Potosí, un hijo de minero que venía
liderando la lucha en esa región contra el “ninguneo de Evo”. Así, el
líder emergente e histriónico terminó siendo el artífice de la revuelta
cívica-policial. Para ello desplazó al ex presidente Carlos Mesa,
segundo en las elecciones del 20 de octubre, quien al ritmo de la
aceleración de los acontecimientos se radicalizó sin convicción ni
grandes chances de ser aceptado en el club más conservador por ser
considerado un “tibio”.
***
René Zavaleta decía que Bolivia era la Francia de Sudamérica: allí la
política se daba en su sentido clásico, es decir, como revolución y
contrarrevolución. Pero el país vivió más de una década de estabilidad,
un periodo que puso en duda la vigencia del pensamiento de Zavaleta. En
2008 Evo Morales resolvió su pulso con las viejas élites neoliberales y
regionalistas que se habían opuesto a su asunción al poder y comenzó su
ciclo hegemónico: una década de crecimiento económico, de confianza del
público en su porvenir, de aprobación mayoritaria de la gestión
gubernamental; un mercado interno con grandes inversiones financiadas a
partir de ingresos extraordinarios en un tiempo de altos precios de las
exportaciones; y una mejora en el bienestar social.
Pero la rebelión volvió y se articuló con un movimiento conservador y
contrarrevolucionario. A diferencia de Gonzalo Sánchez de Lozada en
2003, Evo Morales no sacó al ejército a la calle. Movilizó a los
militantes del MAS, al tiempo que se expandió a través de las redes
sociales y los medios la imagen de las “hordas masistas” –ya no se puede
decir campesinas o indígenas–. El informe de la OEA sobre el resultado
electoral, alertando sobre alteraciones, minó la autoconfianza del
oficialismo: perdió la calle y las redes al mismo tiempo. Esta auditoría,
que podría haber pacificado la situación, fue rechazada por la
oposición, que consideraba a Luis Almagro un aliado de Evo Morales por
haber avalado su repostulación. La organización acaba de pronunciarse
para rechazar “cualquier salida inconstitucional a la situación”.
Una de las razones del insurreccionalismo es el caudillismo, esto es, la
ausencia de instituciones políticas consolidadas. No existe más que una
lógica inmediatista, de “suma cero”: se gana o se pierde todo, pero
nunca se busca acumular victorias y derrotas parciales con la vista
puesta en el futuro. Evo Morales no superó esa cultura y por eso buscó
seguir en su cargo: pero la oposición hasta ahora tampoco y emerge con
otro “caudillo” de derecha como Camacho. No sabemos qué futuro político
le aguarda pero ya cumplió una “misión histórica”: que las ciudades
acaben con la excepción histórica de un gobierno campesino en el país.
No casualmente tras el derrocamiento de Evo se quemaron Whipalas,
bandera indígena transformada en una segunda bandera nacional bajo el
gobierno del MAS. Y adicionalmente, sacar al nacionalismo de izquierda
del poder: “echamos al comunismo”, repetían los movilizados en las
calles, algunos con Cristos y Biblias.
Bolivia no es solo el país de las insurrecciones, sino también de las
refundaciones. Solo la idea de una “refundación” permite cohesionar las
fuerzas que requieren las salidas insurreccionales y anular la
influencia social y política de quienes perdieron. Por otro lado, una
“refundación”, y la “destrucción creativa” de instituciones estatales y
políticas que le es consustancial, permiten una movilización de promesas
y prebendas con la dimensión que los nuevos ganadores requieren para
“ocupar” (aprovechar) verdaderamente el poder. Pero la paradoja es que
el país cambia poco en cada refundación. Sobre todo en términos de
cultura política.
Ahora el péndulo quedó del lado conservador, veremos si la fragmentada
oposición a Evo Morales logra estructurar un nuevo bloque de poder. Pero
las heridas étnicas y sociales del derrocamiento de Evo serán
perdurables.
Pablo Stefanoni, es jefe de Redacción de la revista Nueva Sociedad.
Fernando Molina es periodista.