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México: Invitación al 28 aniversario del EZLN
Los pueblos zapatistas han dado
muestras de organización, dignidad y resistencia.
“El absurdo más hermoso.
somos un desafío al neoliberalismo,
la locura más humana.
Nosotros venimos a demostrar que es posible y que vale la pena”. EZLN
De las pocas oportunidades que tiene este país para reconstruir el tejido social tan desgarrado por la inseguridad y la pobreza, es mirar a lo mejor de nuestro pasado e historia reciente. Los pueblos zapatistas han dado muestras de organización, dignidad y resistencia. Sin embargesde las comunidades zapatista al resto del mundo y que hoy es el corazón de nuestras dignas rabias. Un derecho y una obligación es de nosotros luchar por justicia, paz y democracia.
En el marco de la campaña Miles de rabias, un corazón: ¡Vivan las comunidades zapatistas!
Los invitamos a la celebración del 28 Aniversario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
¡Fuera para militares y militares de las comunidades indígenas de nuestro país!
¡Viva el 28 aniversario del EZLN!
¡Viva la lucha zapatista!
¡Libertad inmediata para el profesor Alberto Pathistán!
¡Libertad inmediata para nuestr@s pres@s!
Colectivos y Adherentes de la Otra Campaña
Sobre ética y política
Intercambio Epistolar sobre Ética y Política
por Marcos Roitman Rosenmann Rebeldía / La Fogata
Son muchas
las razones por las cuales es obligado seguir la correspondencia epistolar
entre el Subcomandante Insurgente Marcos y don Luis Villoro. La primera,
porque el problema planteado nos atañe a todos.
Desentrañar los vínculos existentes entre capitalismo de guerra, ética y
política, se antoja prioritario para explicar las transformaciones del
neoliberalismo. No debemos olvidar que la economía de mercado produce y
reproduce sus máximas en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Me refiero
al individualismo, el fraude, el tráfico de influencias, la explotación, el
egoísmo o la mentira.
Todo ello bien aderezado con una moral corrupta de la cual se nutre y unos medios de comunicación que si no la ensalzan la consienten. En esta lógica, una de sus expresiones más perversas es el asentamiento de una élite política degradada, sin valores éticos, prisionera de las grandes transnacionales. Por consiguiente, en la actualidad, quienes diseñan la agenda de los parlamentos, el poder judicial y el ejecutivo, son los ejecutivos y consejeros de las empresas transnacionales. Así, se aprueban leyes en favor de la deforestación, la privatización de los recursos naturales, la emisión de gases tóxicos y, de paso, se da el visto bueno para emprender guerras bastardas con espléndidos beneficios. Sin olvidarnos de los acuerdos para salvar los bancos y despenalizar las conductas corruptas, no sea que alguno de sus protegidos tenga que ir a la cárcel.
Bajo esta realidad, uno no puede extrañarse del rechazo de una mayoría social hacia los políticos de arriba y, de paso, hacia el ejercicio mismo de la política. ¡¡Que se vayan todos!! Ése es el grito de rabia que muestra el desazón de la sociedad civil ante la impunidad, el enriquecimiento ilícito y la vida de lisonjas en la que viven los “actuales servidores públicos”. Y cuando ello ocurre: “No es que haya individuos corrompidos, es que la sociedad, sus élites y sus instituciones están corrompidas (...) El gobierno se corrompe por la corrupción, y cuando hay corrupción en la República, la corrompida es la República. Hoy diríamos la democracia. Las consecuencias son dramáticas, porque ya no basta con aceptar que la corrupción es un mal endémico de la vida pública, sino que hay que admitir que es un componente esencial del funcionamiento democrático”. Así de claro lo decía José Vidal Beneyto en su obra póstuma: La corrupción de la democracia.
El Subcomandante Insurgente Marcos habla de aportar ideas. La respuesta de don Luis fue contundente al recalcar dónde se pueden encontrar las nuevas formas de pensar crítico: “Ahí, en Chiapas, a partir de antiguas raíces indígenas, sus propias cosmovisiones y sus particulares maneras de nombrar el mundo, ustedes han demostrado la posibilidad de realización de valores incluso opuestos. Mientras en el capitalismo rige el individualismo (los sacrosantos derechos individuales) en esta alternativa surge otro tipo de valores: valores comunitarios que respetan a la persona en su individualidad y se realizan en una comunidad. Se manifiesta así, con toda claridad, una ‘ética del bien común’”.
No se puede decir mejor y más claro. Por ello, me sumo a esta idea con el respeto y reconocimiento al EZLN, por sus aportes a la teoría crítica, la reflexión democrática y por mantener vivas las banderas de la dignidad, la justicia social y la utopía de otro mundo es posible. Ha sido de su pensamiento del cual nos hemos nutrido, desde su emergencia, para alimentar las esperanzas de un mundo donde quepan todos los mundos. La realidad de los Caracoles, los MAREZ y las Juntas de Buen Gobierno, son, como también señala Pablo González Casanova, un continuo aprendizaje de las nuevas formas del pensar y del actuar donde identificar la revolución del siglo XXI.
“Apuntes sobre la guerra” y “De la reflexión crítica, individu@s y colectiv@s” se enmarcan en una refl exión profunda sobre lo que ocurre en México y en el mundo. A miles de kilómetros y salvando las distancias, en España, encuentro enormes similitudes cuando se describe la realidad de México y la comparo con la española. Se objetará, en esta afirmación, un grado de generalidad donde se pierden las diferencias y se apuesta por la exageración y el tremendismo.
Pero no es cierto, hay un denominador común entre estas dos realidades tan disímiles. La descomposición social, el descrédito de su clase política, la corrupción y un Estado cada vez más represivo y excluyente.
Por consiguiente, podemos concluir que, en términos relativos, padecen los mismos males.
Las élites empresariales y los capitalistas de todos los países, no importa el continente, viven en la opulencia, el despilfarro y gozan de buena salud. No pelean por una jubilación a los sesenta y cinco años; por una pensión mínima; por dar de comer a sus hijos; acceder a los servicios de salud; tener una educación pública de calidad o un techo bajo el cual vivir. Las burguesías transnacionales están en otro mundo. No les importa el sufrimiento de millones de seres humanos desahuciados por hambre, enfermedades sociales o sueldos diarios que no superan un dólar. Para ellos, la vida es una fi esta donde se ufanan de sus privilegios.
Como sugiere el Subcomandante Insurgente Marcos, se trata de aportar ideas, fragmentadas como la realidad, que ayuden a ir “enlazando como una trenza” nuestro proceso de reflexión crítica. En esta tarea visualiza, a mi juicio, un enemigo poderoso, el llamado pensamiento chatarra producido por los ideólogos del sistema, trasformado en hegemónico gracias a la acción de los medios de disuasión masivos. No por casualidad, Raúl Zibechi, en su carta respuesta al Subcomandante Marcos, se refiere de esta manera a sus representantes: “los intelectuales Petrobras —ésos que se hacen financiar sus libros por multinacionales progresistas y estampan su logo en la contratapa— […] Su ‘pensamiento crítico’ es más que curioso: critican el imperialismo del Norte, como si el del Sur no existiera [...] Pueblos enteros han sido avasallados por Petrobras, ávida de ganancias...
Esos intelectuales hablan de pensamiento crítico y de emancipación, como si no supieran que las empresas que los financian están manchadas de sangre”.
Para evitar confusiones y malos entendidos, criticar no constituye la esencia del pensamiento crítico. Es necesario separar el polvo de la paja.
Y como bien señalaba Emile Solá en su carta “Yo Acuso” en defensa de Dreyfus, sólo en la crítica al poder y la razón de Estado se reconoce el pensamiento crítico. En esta afirmación encontramos la línea divisoria entre el saber institucional edulcorado y las formas de pensar reflexivo. Tras la Segunda Guerra Mundial, un pensador radical estadounidense, Wright Mills, ponía las cosas en su sitio: “La tarea política del investigador social que acepta los ideales de libertad y razón es, creo yo, dedicar su trabajo a cada uno de los tres tipos de hombre que yo distingo en relación con el poder y la sabiduría.
“A los que tienen el poder y lo saben, les imputa grados variables de responsabilidad por las consecuencias estructurales que descubre por su trabajo que están decisivamente influidas por sus decisiones o por sus comisiones.
“A aquéllos cuyas acciones tienen consecuencias, pero que parecen no saberlo, les atribuye lo que ha descubierto acerca de aquellas consecuencias. Intenta educar y después, de nuevo, imputa una responsabilidad.
“A quienes regularmente carecen de tal poder y cuyo conocimiento se limita a su ambiente cotidiano, les releva con su trabajo el sentido de las tendencias y decisiones estructurales en relación con dicho ambiente y los modos como las inquietudes personales están conectadas con los problemas públicos; en el curso de esos esfuerzos, dice lo que ha descubierto concerniente a las acciones de los más poderosos. Éstas son sus principales tareas educativas y son sus principales tareas públicas cuando habla a grandes auditorios”.
En este camino, hay que recuperar el carácter político de la lucha teórica y desenmascarar el pensamiento autocomplaciente teñido de progresismo y sumiso al poder, cuya labor es justificar desde el poder lo que el poder hace.
Pero el descrédito de la política y la pérdida de referentes éticos entronca con una percepción social, ciertamente real, de cómo se ejercen los cargos públicos de elección popular. Son ciudadanos privilegiados. Viajan en primera clase, disfrutan de sueldos vitalicios, se alojan en hoteles de cinco estrellas, reciben dietas y constituyen un lobby. No sin causa, la sociedad civil les ve ajenos, cuando no alejados de las preocupaciones reales, haciendo oídos sordos a las demandas de transparencia, justicia social y democracia real. Salvo excepciones, que siempre las hay, se comportan como seres autistas, preocupados casi exclusivamente por no ser desbancados en las siguientes elecciones. El espíritu de servicio a la comunidad y el bien común, elementos que hacen de la política un acto de virtud ética, se ha desvanecido. En su lugar aparece un interés mercantil centrado en la competitividad y la guerra de todos contra todos.
Los actuales políticos son meretrices que se venden al mejor postor. No tienen escrúpulos, nada les detiene y se ofrecen para aprobar cualquier proyecto del cual sacar tajada. Casi siempre sus interlocutores son banqueros, empresarios y directivos de las transnacionales.
Ellos se han convertido en los verdaderos amos del mundo.
Desde sus despachos controlan y dictan órdenes. Son intocables y para mantener su anonimato, los políticos de arriba les llaman eufemísticamente el “mercado”.
Nadie quiere llamarles por sus nombres: Slim, Gates, Soros, y tantos otros, cuyos apellidos encontramos en la revista Forbes. Pero son ellos quienes mandan señales y mensajes vía medios de comunicación social, de los cuales son sus dueños. Como los ventrílocuos y sus muñecos, ellos prestan su voz para que 52 los políticos de arriba, sus muñecos, que manipulan a placer, hablen de flexibilizar el mercado laboral, de ajustar los sueldos a la productividad, de reducir los derechos sindicales, en suma, de más explotación.
Incluso, dotan al mercado de vida propia. Si no se le escucha, acabará deprimido, con estrés y no se podrán controlar sus movimientos. Mejor obedecerlo, darle lo que pide, así se sentirá bien y se comportará de forma menos agresiva.
Con este discurso ventricular se apela a un nuevo tipo de democracia, la emergente del mercado. Una quimera a la que apelan los acólitos del capitalismo de guerra. No olvidemos que los mercados, cuando se trata de elecciones, deciden a quiénes avalan y prestan sus dineros. Millones de pesos, dólares o euros sirven para financiar campañas electorales.
Así, un empresario puede llegar a controlar gobernadores, presidentes de gobierno y jefes de Estado. No son pocos los ex-mandatarios que una vez culminado su periplo por la política formal, se han convertido en asesores de multinacionales, bancos y grupos financieros. José María Aznar, Felipe González y Tony Blair, entre otros, patrocinaron guerras canallas para mejorar los saldos corrientes de las empresas de armamentos y el complejo industrial militar. Por ello han sido recompensados generosamente. Sus cuentas bancarias han tenido un sustancioso incremento. Se trata de servir a los intereses del capital transnacional. En América Latina, ocurre tres cuartas partes de lo mismo. Estados Unidos sabe a quiénes recurrir para llevar a cabo su economía de guerra. Álvaro Uribe en Colombia, Alan García en Perú, Porfirio Lobo en Honduras, Oscar Arias en Costa Rica, y, en México, baste mencionar al actual inquilino en Los Pinos, Felipe Calderón, sin menospreciar a ninguno de sus anteriores ocupantes.
Las guerras del capitalismo
Hoy, los amos de la guerra, en su afán por fagocitar el planeta y hacer de cualquier cosa viva o muerta, una mercancía, reducen la praxis política a una gestión de sus intereses. Todos deben estar a sus órdenes. Doblegar la consciencia y producir un pensamiento sumiso es prioritario para alcanzar sus fi nes. Como bien lo dice el Sub, se trata de legitimar la barbarie e imponer la guerra de arriba y la muerte de abajo: “De esta guerra no sólo van a resultar miles de muertos... y jugosas ganancias económicas.
También, y sobre todo, va a resultar una nación destruida, despoblada, rota irremediablemente”.
En este espacio de guerra descrito con precisión por el Subcomandante Marcos, hay ejemplos que no dejan duda. En todos los países de América Latina, donde los pueblos originarios viven en regiones apetecidas por el capitalismo de barbarie, el objetivo de los gobiernos se corresponde con la idea de aniquilar, destruir, despoblar y reordenar, con posterioridad, el espacio. Los megaproyectos hidrográficos en Chile significan el exterminio y desplazamiento del pueblo Mapuche. Por contra, su lucha de resistencia habla de la dignidad de un pueblo que no se deja avasallar pese a la represión padecida. En Panamá, la explotación de minas de oro contamina los ríos y desplaza al pueblo Ngóbe de su territorio. En Colombia, los pueblos originarios del valle del Cauca ven cómo en dos décadas han asesinado a decenas de sus dirigentes en pro de las explotaciones de agrocombustibles. En Brasil, se asiste a un proceso similar: los pueblos del Amazonas están siendo exterminados para favorecer la producción de soja, transgénicos y consolidar el poder de las trasnacionales como Monsanto. Ni Lula ni hoy su presidenta han revertido la situación denunciada por el MST.
Pero no olvidemos, las guerras siempre se han constituido en un motor para el capitalismo y también antes del capitalismo. Muchos de los artículos que consideramos de uso civil han sido primero secreto militar. Las mochilas, los abrelatas, los microondas, las cerillas, las telas impermeables, internet, el uso de la energía atómica o la teoría de sistemas. En un mundo de guerras, la ética se convierte en algo superfluo de la cual prescindir. El capitalismo no la necesita. Es aquí donde el EZLN presenta batalla y tiene mucho que decir. Su concepción de la guerra es un punto de inflexión. Muestra un camino a esa paz perpetua, parafraseando a Kant.
Igualmente, el advenimiento de la posmodernidad hace superfluo el ejercicio de la política.
En el discurso del mercado prima “el sálvese quien pueda pero yo el primero”. La Trilateral, llamada internacional del capitalismo, tenía claro cómo desarticular la ciudadanía política, despolitizar la sociedad civil y provocar el advenimiento del consumidor. Un sujeto preocupado en exclusiva por su yo, sumiso, maleable, sin conciencia crítica ni capacidad de reflexión. Para tal objetivo diseñaron un plan tendente a instaurar un sistema totalitario. Era lo más coherente. Se quitaron la careta y decidieron actuar en consecuencia. Sus miembros propusieron, en 1975, la elaboración de un informe crítico con el capitalismo inclusivo de bienestar, cuyos pilares eran el pleno empleo, la redistribución de la renta y la disminución de las desigualdades sociales. Sus autores fueron Crozier, Huntington y Watanuki. Atacaron los derechos sociales, económicos, culturales y criminalizaron las demandas de participación democrática. Había que producir una sociedad átona y social-conformista.
Sin ciudadanos. Por tanto, era obligatorio desactivar la ciudadanía política. Una nueva filosofía de la acción copaba el espacio público, el pragmatismo.
Así comenzó la primera revolución neoliberal y el retorno del idiota social.
En conclusión, en estos quinientos años de historia, el capitalismo nunca ha podido realizar sus promesas. No importa en qué lugar del planeta se viva.
En todos los continentes, las desigualdades sociales, económicas, culturales y étnicas se agudizan. Cada vez menos ricos y más pobres pueblan la faz de la tierra. Las lógicas de la explotación, como bien señala el Subcomandante Marcos, hacen de la guerra un campo expedito para obtener beneficios, cobrándose nuevas víctimas. En pro de una economía de mercado, la guerra es un espléndido negocio. Basta con definir el escenario y construir estrategias militares acordes con la identificación del enemigo. Con ello se justifica la militarización de la sociedad y la lucha sin cuartel donde ya no basta con la conquista del territorio. Ahora, como recalca el Subcomandante Marcos: “las guerras no se conforman con conquistar un territorio y recibir tributo de la fuerza vencida.
En la etapa actual del capitalismo es preciso destruir el territorio conquistado y despoblarlo, es decir, destruir su tejido social. Hablo de la aniquilación de todo lo que da cohesión a una sociedad. Pero no se detiene ahí la guerra de arriba. De manera simultánea a la destrucción y el despoblamiento, se opera la reconstrucción de ese territorio y el reordenamiento de su tejido social, pero ahora con otra lógica, otro método, otros actores, otro objetivo. En suma, las guerras imponen una nueva geografía”.
Luchar contra la guerra total, presentar batalla en el campo de las ideas y proponer una alternativa a este capitalismo de barbarie es una manera de enfrentar el miedo, la parálisis y revertir el proceso de sumisión al “mercado”. Es tiempo de resistencia, de dignidad. “Porque, al final, quienes van a permanecer serán quienes resistieron, quienes no se vendieron; quienes no se rindieron; quienes no claudicaron; quienes entendieron que las soluciones no vienen de arriba, sino se construyen de abajo...”.
Por ello, concluyo con el encabezado que don Luis Villoro envía al Subcomandante Insurgente Marcos para recalcar que la experiencia del EZLN en Chiapas y para el mundo es “una lección y una esperanza”, por ello hay que aprender de ella, escuchar y estar alerta. Son muchos sus enemigos.
Tensiones entre
extractivismo y redistribución en los procesos de cambio de América Latina
Por Raúl Zibechi
ALDEAH / La Fogata
Voy a tocar cuatro aspectos en relación al tema del vínculo que existe entre el
extractivismo y la redistribución de la riqueza, entendiendo que este vínculo
implica relaciones de poder.
Falta de debate sobre el modelo
Una primera tensión es la falta de debate que
tenemos sobre el modelo. En general, se ha aceptado, se ha asumido, por parte de
los gobiernos, de que éste es el modelo viable y posible; de que éste es el
modelo necesario para seguir adelante. Y no hay debate. Las izquierdas, nos
hemos fortalecido, los movimientos nos hemos fortalecido, en la trayectoria,
discutiendo, debatiendo, interpelando, confrontando. No es necesario rebajar el
nivel del debate, rehuir el debate para seguir siendo de izquierda o para tener
un cierto nivel de apoyo a los gobiernos.
Si no discutimos, si no elevamos la temperatura de los debates, se va a seguir haciendo lo mismo, se va a seguir continuando con un modelo que ya tiene un camino hecho. Podría aceptar si los gobiernos progresistas y de izquierda argumentaran “a fin de mes, el Estado tiene que pagar a los funcionarios, a los maestros, a los médicos, a las enfermeras, a los militares; pagar las obligaciones que tiene todo Estado, pagar los salarios, como mínimo. Y para eso necesitamos ingresos”. Pero no se argumenta así, se nos dice que éste es el modelo bueno, cuando hay una mínima interpelación. Si aceptáramos ese debate, entonces estaríamos en ese otro lugar para decir “hoy esto es lo que hay, pero veamos de qué manera se puede intentar salir de este modelo”. Hay un mínimo avance en ese sentido en el caso del proyecto ITT. Es un espacio interesante pero absolutamente insuficiente. Lo que predomina es la continuidad: la continuidad, sin debate. ¿Cómo vamos a fortalecer alternativas al extractivismo? ¿Diciendo que el extractivismo es bueno, que hay que hacer represas hidroeléctricas gigantes, que hay que continuar con la minería, que hay que continuar con la soja, que hay que continuar con la caña de azúcar para hacer biocombustibles, con la forestación, etc.? Es necesario abrir un debate profundo en los movimientos y entre los movimientos y los gobiernos. Abriendo un debate, ya estaríamos en otro lugar, en otra situación.
Difícil construcción de nuevos actores sociales
El secundo problema que veo, es que aún no hay actores sociales suficientemente consolidados para combatir el modelo extractivista. Voy a dar un ejemplo: durante la fase de privatizaciones del modelo neoliberal, existían actores, por lo menos en el cono sur, en torno al movimiento sindical. Lo que se privatizaba eran empresas estatales. Entonces, los sindicatos y buena parte de los trabajadores del Estado y de otros sectores – aunque no fueran del Estado – ya tenían una clara consciencia de que esas empresas, si se privatizaban, iban a implicar una perdida para los trabajadores y para el país. Y había una consciencia de derechos que giraba en torno a esta propiedad estatal; de las empresas de telecomunicaciones, de petróleo, de gas, de electricidad, de correos y otras. Hoy en día es más complejo: los emprendimientos extractivistas están lejos de la grandes ciudades, en la cordillera andina, o en la Pampa, o en situaciones que no afectan, o solo indirectamente, al grueso de la población; las poblaciones de las grandes capitales (y hoy tenemos una población mayoritariamente urbana en América Latina), no están inmediatamente afectadas por una concesión minera a quinientos, a mil kilómetros de la cuidad, o porque se abren campos para la soja o para la forestación. Y muchas de esas áreas son territorios poco poblados. El año pasado, estaba en Ecuador. Solamente yendo a las comunidades más afectadas por la contaminación de las nacientes de los ríos, uno puede comprender esa dificultad para que aquella comunidad, que está cerca de cuenca, le transmita a la gente de la cuidad: “a nosotros ya nos llega el agua contaminada, dentro de un tiempo Uds. van a tener un problema gravísimo”. Hay una dificultad enorme que está trancando, trabando, enlenteciendo la constitución de actores sociales.
Entonces es natural que la construcción de actores sociales para enfrentar el extractivismo sea una tarea más compleja, más larga, más dificultosas; porque salvo en el caso de unas cuantas comunidades quienes combaten los efectos inmediatos del extractivismo, estos efectos no son claramente perceptibles para el grueso de la población. Y en este periodo, es imprescindible abrir un debate necesario para la constitución de actores sociales. Los actores sociales no se constituyen sino en conflicto. Y el papel del debate, de la clarificación de ideas, es fundamental. Debate y conflicto van de la mano.
Efecto domesticador de las políticas sociales
La tercera tensión que observo, por lo menos desde el cono Sur, es la cuestión de las políticas sociales. Por un lado, las políticas sociales alivian la pobreza. Han conseguido disminuir la población bajo la línea de pobreza. Han conseguido que las personas tengan más alimentación, más salud, etc. No han sido suficientes para disminuir la desigualdad (en mi país, Uruguay, la desigualdad sigue creciendo, aunque la pobreza bajó de la mitad), lo que es un indicador de que el patrón de acumulación sigue siendo polarizador. Y lo mismo sucede en Argentina, en Brasil y por supuesto en Chile.
Pero además, esas políticas sociales tienen otro problema, y ahí está la tensión y la contradicción. Tienden, y lo voy a decir con todas las letras, a domesticar a los actores sociales, a dificultar el relanzamiento de los conflictos. Tienden a dividir, a cortar, a fragmentar; ya no a dirigentes puntuales sino a organizaciones enteras. Y a los que no se someten a esa domesticación, se los criminaliza.
Entonces tenemos una necesidad de discutir las políticas sociales, que por ahora no están en el debate. Se acepta que ayudan a mejorar la situación de pobreza, pero no se ven los problemas que crean en el debilitamiento de los movimientos. Las políticas del combate a la pobreza no son nuevas; las inventó, a raíz de la derrota del Vietnam, un señor que se llamaba Robert McNamara, que fue presidente de la Ford y después fue ministro de defensa. Después de la guerra del Vietnam, fue durante años presidente del Banco Mundial e inventó el combate a la pobreza, diciendo: “si no combatimos ciertos niveles extremos de pobreza, nunca ganaremos”. Pensaba como un militar.
Entonces, el Banco Mundial fue el pensamiento duro de las políticas sociales; y los gobiernos de nuestra región, pienso sobre todo en el cono Sur, han asumido el combate a la pobreza con algunos cambios. Las políticas sociales siguen siendo políticas compensatorias y facilitan la acumulación del extractivismo, acumulación por despojo, por robo de los bienes comunes.
¿Hasta qué punto y de qué modo las políticas sociales desarticulan movimientos? Conozco – porque he trabajado con ellos y mantenemos un dialogo desde hace años – el caso del Cauca, de los Nasa, de Colombia. Están siendo atenazados por un lado, por la guerra, feroz, terrible – todo los meses dirigentes indígenas muertos, asesinados – y por el otro lado por políticas sociales. En algunos casos se trata simplemente de repartir dineros y, en otros casos, crear organizaciones sociales que se llaman indígenas que hablan de la “pluri” y de la “multi”, pero que son creadas desde el Ministerio del interior, y eso es política antisubversiva.
Entonces creo que aquí tenemos una contradicción, porque las políticas sociales son duales: mejoran indicadores de pobreza pero domestican. Tenemos un trabajo importantísimo por hacer con algunos de los conductores de esas políticas que son o bien trabajadores y trabajadoras sociales, o bien sociólogos y sociólogas, o bien dirigentes sindicales o dirigentes sociales, ex piqueteros, ex asambleístas o aún piqueteros que son incrustados en los movimientos y que conducen las políticas sociales en el territorio.
En el cono Sur, las políticas sociales de última generación, que se pretenden no compensatorias, son políticas territoriales. Y la usina de pensamiento ya no es el Banco Mundial, sino la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). Entonces cuando estamos discutiendo de eso, estamos discutiendo para pelear, en parte, contra nosotros mismos, porque esas políticas nos atraviesan y muchos y muchas estamos implicados en esas políticas. Y creo que hay que tratar de discutir para ver cómo hacemos para que esos flujos faciliten la organización y el conflicto, sirvan para fortalecer a los movimientos, no para debilitarlos. Es una batalla que algunos movimientos ya están desarrollando, en la Argentina y en varios países más. Aquí hay un escenario abierto, una tensión muy fuerte que no sabemos aún cómo manejarla y que muchas veces nos maneja a nosotros.
Nueva élite en el poder
La cuarta y la última tensión es la más complicada de formular. Sospecho que está surgiendo una nueva elite en el poder, que tal vez sea una nueva clase, una nueva nomenclatura, integrada por algunos sindicalistas (sobre todo los vinculados a los fondos de pensión, los que han trabajado en la banca), por cuadros políticos de izquierda (los que han hecho carrera en municipios, en ministerios, que están allí dirigiendo políticas, dirigiendo empresas públicas, estatizadas en el caso de que han sido privatizadas), y también por viejos funcionarios del Estado, funcionarios de carrera del Estado, cómo Samuel Pinheiro Guimarães que diseña estrategias en Brasil. En algunos países también hay militares en esa nueva elite.
Entonces ahí está formándose algo, que como dice un pensador brasileño, Chico da Ribeira, las categorías que teníamos antes – cooptación, traición, clase dominante, burguesía – tal vez ya no son tan útiles para pensar la nueva realidad que estamos viviendo. Pero miremos la realidad de frente, y muchas veces nos vamos a encontrar con partes nuestras en esa nueva elite. Quizá no nosotros directamente, pero amigos, vecinos, familiares, y nosotros incluso colaborando para eso.
Está surgiendo una elite dominante que maneja nuestro discurso, que maneja nuestras palabras: derechos humanos, etc. Entonces, el continente está transformándose. Radicalmente. En esa transformación, los movimientos están debilitados, surge un nuevo sector dominante que nos conoce muy bien porque viene de nosotros, de nuestros movimientos, que sabe cómo manejarnos y cómo manejar los vínculos.
Hay un conjunto de tensiones que están fortaleciendo un modelo que en sí mismo jamás podrá distribuir, y que en su costado más perverso implica brutales niveles de acumulación. Nuestros países son exportadores de oro, de plata, de materiales que son fundamentales para la acumulación de riqueza. Y en el otro extremo del mismo modelo, políticas sociales que nos debilitan, que hacen que para mucha gente sea más interesante anotarse a un movimiento, ya no para combatir, sino para hacer trámites en un ministerio y entrar en una rosca que finalmente no aporta nada al conflicto social. El conflicto social, el debate social, es lo único que nos puede sacar de este modelo extractivista y abrir las puertas para que – quizá – haya en el futuro un modelo que aún no tenemos claro, pero que sea más justo, más horizontal, más redistribuidor.
Transcripción por Donatien Costa
Intervención de Raúl Zibechi, periodista e investigador uruguayo, en el taller
“Tensiones entre extractivismo y redistribución en los procesos de cambio de
América Latina”, Foro Social de las Américas, Asunción, Paraguay, agosto 2010.
* Mas allá del tiempo transcurrido,
esta nota tiene total actualidad. N de LF
Hola "Goyo" ¿como estás?
por Manuel Justo Gaggero
Querido Goyo, tu partida me ha llenado de angustia.
Ha sido un año de perdidas valiosas; David Viñas, León Rozichtner y ahora vos.
Recuerdo que nos conocimos en los primeros meses del año 73, cuando la Dictadura Militar preparaba la "transición" y el peronismo había proclamado la fórmula Cámpora-Solano Lima.
Nos encontramos en tu querida Córdoba, y nos presentó Alfredo Curuchet-gran amigo con el que habíamos compartido algunos días en prisión, en el año 70, en la cárcel de Caseros.
Hablamos del lanzamiento del diario "El Mundo" y de la conformación del Frente Antiimperialista y por el Socialismo-el FAS.
En esta estructura participaban El Partido Revolucionario de los Trabajadores, el Frente Revolucionario Peronista, el Partido Comunista Marxista Leninista, la Organización Comunista "Poder Obrero" y otras formaciones de izquierda revolucionaria, junto a sectores del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo encabezados por Miguel Ramondetti.
Si bien no apoyamos al candidato del Frente Justicialista de Liberación, nos encontramos, en aquél histórico 25 de mayo en la Plaza de Mayo, y con miles de compatriotas saludamos la derrota de la Dictadura Militar al grito de "se van, se van y nunca volverán" que equivocados que estábamos.
Por la tarde, con Jorge Di Pasquale, y otros miles de compañeros, marchamos a Devoto para lograr la liberación de los presos políticos.
Manifestaste tus diferencias con la decisión del PRT -ERP, de continuar las acciones armadas contra el "ejército opresor" ya que pensabas que la llamada "primavera camporista", permitiría generar un gran movimiento de masas que sintetizara las culturas políticas históricas -el radicalismo y el peronismo- con la emergente izquierda revolucionaria "guevarista" y los cristianos revolucionarios.
Esta postura era compartida por el Buró del Partido, con algunas diferencias.
Cuándo estaba escribiéndote, Humberto Tumini me contó una anécdota tuya que me pareció que valía la pena que integrara estas líneas.
Luego de la asunción de Héctor Cámpora a la presidencia de la Nación, la empresa Fiat, acordando con la burocracia del gremio metalúrgico, intentó afiliar a los trabajadores a la UOM, que en Córdoba dirigía Alejo Simo.
Los compañeros decidieron la toma de la planta, ya que pretendían afiliarse a SMATA. . en aquellos días liderada por el "negro"Santillán.
El PRT -ERP apoyaba la decisión y había conformado un grupo de autodefensa. Integraban este, entre otros, el "negro "Jorge -Oropel -, el Comandante "Pedro" y el que narraba este momento, .
La empresa, para desprestigiar la ocupación, insistía, y la prensa se hacía eco, "que había elementos subversivos en el interior de la fábrica".
Vos para desmentirlo decidiste convocar una conferencia de prensa, que se llevó a cabo a las tres de la tarde.
Cómo dice Humberto, sin ponerte colorado manifestaste "eso que dicen que hay gente extraña en la toma es mentira. Miren y señalaste a los trabajadores que estaban en las alambradas y en la casilla de seguridad "todos trabajadores de Fiat".
En el techo de la casilla estaba, claramente visible, "el pelado" con una pistola 9 milímetros en la cintura.
Como terminaba Humberto su relato, por demás elocuente, vos te bancabas a los luchadores aunque discreparas con sus tácticas y con su metodología. . .
Luego del intento de copamiento del Cuartel de Sanidad del Ejército que llevara a cabo el ERP mantuviste una larga reunión con Mario Roberto Santucho y el negro "Mauro" en las que les hiciste conocer tus puntos de vista sobre esta acción, ;acordando y disintiendo.
Cuándo preparábamos el 4º Congreso del FAS a realizarse en Tucumán en el que lanzaríamos la fórmula Tosco -Jaime, un 25 de setiembre de aquel año pleno de acontecimientos, recibimos la noticia de la ejecución de José Rucci - el Secretario General de
la C.G. T. .
Coincidimos en que el clima político se estaba complicando.
Días más tarde un comando de la recientemente conformada Triple A. colocó una bomba en mi domicilio en Paraná, dejando un mensaje, por demás significativo, "por Rucci".
Al día siguiente recibí tu visita. Habías viajado para expresarme tu solidaridad.
Eras, sin duda, un claro exponente de la clase obrera industrial.
De familia campesina, como el "Gringo" Tosco, tu ingreso en la planta de Fiat y la organización del sindicalismo clasista "Sitram-Sitrac, fortalecieron las ideas que signarían tu vida y que sintetizaste en algunos párrafos, que resuenan en mis oídos.
Decías "Yo soy obrero. De hecho pertenezco a una clase que tiene sobre las otras una grandeza suprema : ser la única capaz de dirigir el proceso que lleve a la humanidad, la igualdad y el progreso.
La historia nos ha legado una misión, la mas bella, construir una sociedad sin opresores y esclavos…. "
Con gran sentido del humor tratabas de quitarle la cuota de tragedia que acompañaban, en su accionar, algunos militantes de aquella época.
Sin que significara una falta de respeto a la consigna, del ERP decías que porque tenía que ser "a morir o vencer", podía ser, en cambio, "una gripe o vencer".
Eras uno de los oradores esperado en los Congresos del Movimiento Sindical de Base y del Frente Antiimperialista y por el Socialismo.
Tus palabras y planteos se hicieron sentir en Tucumán, Resistencia y en Rosario.
Nos volvimos a encontrar en el velatorio de "Cuqui" Curuchet, asesinado por la Triple A, el "somatén del general en su laberinto"-. ,
Este se llevó a cabo en el histórico Sindicato de Luz y Fuerza de "Hanoi"-por entonces la capital de Vietnam del Norte, como solía llamar Carlos Germán el "negro Mauro" a la capital cordobesa-.
Cuándo pronunciabas algunas palabras de despedida, te "quebraste" y las lágrimas te impidieron seguir hablando.
Nos abrazamos con la seguridad de que seguiríamos llorando a muchos amigos y hermanas y hermanos queridos que ofrendarían su vida por una sociedad diferente -la sociedad socialista.
Recordando al Che Guevara y a la construcción de un hombre nuevo, decías "…El hombre será un producto de un nuevo orden social, con una moral distinta, más altruista y racional
Como el Comandante Heroico, vos fuiste un exponente de ese ser social que abrazaba utopías, que signaron tu vida y que, tuve el privilegio de compartir contigo.
Luego del 10 de diciembre de 1983 nos volvimos a encontrar. Vos ya adherías al Partido Obrero.
Las diferencias de enfoque no impidieron que escribieras en la revista "Entre Todos" que dirigía Carlos Alberto Burgos-"Quito" y que siguiéramos viéndonos para analizar la coyuntura.
Como diría el poeta "viviste por la alegría, que nunca tu nombre sea unido a la palabra tristeza "
Gregorio Flores falleció el 10 de noviembre de este año, en Córdoba, la ciudad que lo vio participar y dirigir el "vivorazo" en 1971.
Manuel Justo Gaggero es abogado, ex Director del Diario "El Mundo" y de las revistas "Nuevo Hombre y Diciembre 20".
La democracia electoral en la crisis sistémica
por Raúl Zibechi La Jornada / La Fogata
Desde el golpe de Estado en Honduras, hace ya más de dos años, se han multiplicado las señales de que las élites mundiales tienden a encarar la crisis sistémica de modo autoritario, pasando por alto las formas democráticas que ellas mismas prescribieron en su momento como modo de resolver los conflictos sociales y políticos. Aunque los golpes son por ahora la excepción, las prácticas autoritarias se van naturalizando y extendiendo en lo que puede convertirse en un cerco policial-militar sobre las fuerzas antisistémicas.
Días atrás el oficialista Diario del Pueblo recogió la intervención del presidente del Everbright Bank, Tang Shuangning, en el Foro Económico Europa-Asia celebrado en septiembre en Xian (noroccidente de China), en el que apuntaba las diez contradicciones de la crisis de la deuda en Occidente (Diario del Pueblo, 27 de septiembre). En opinión del banquero chino la principal contradicción es entre la asistencia social extremadamente alta y el sistema político.
Sostiene que la competencia electoral ha llevado a los políticos a formular promesas de mejora del sistema de bienestar que han creado una cultura de la asistencia social. La conclusión del banquero chino suena conocida: “Si Occidente no resuelve la ‘democratización extremista’ a nivel del sistema político y el ‘excesivo asistencialismo’ a nivel cultural”, no podrá resolver ninguna de sus graves contradicciones y todo el sistema político-social estará en peligro.
En un artículo titulado ¿Post ilustración o post ideología?, el diario oficialista chino se hizo a fines de agosto la misma pregunta que la revista estadunidense Time: ¿Puede la democracia resolver los problemas económicos de Occidente? (Diario del Pueblo, 31 de agosto). Y la respuesta es también idéntica: un hondo escepticismo porque la política electoral ha restringido el espacio de acción de quienes están en el poder.
Aunque suene extraña, esta confluencia de opiniones entre las élites de la superpotencia en decadencia y de la principal potencia emergente no debe llamar la atención. En efecto, ni Estados Unidos ni China pueden prosperar o siquiera sostenerse en el mundo actual sin competir por recursos naturales, lo que supone casi inexorablemente poner en primer plano la acumulación por desposesión, o por guerra, a cualquier otra consideración. Tanto la democracia como la soberanía nacional son estorbos para la acumulación, por eso deben ser neutralizadas.
En América Latina la creciente presión de los sectores populares, indígenas y afrodescendientes, campesinos y pobres urbanos, se está convirtiendo en algo intolerable para las élites. No era Manuel Zelaya el escollo en Honduras, sino el movimiento social que podía desbordarlo, lo que se intentó neutralizar con el golpe del 28 de junio de 2009, como quedó demostrado con el tiempo.
La principal tendencia autoritaria en nuestro continente es la criminalización de la protesta. El gobierno de Sebastián Piñera se apresta a aprobar leyes que prevén cárcel incluso para los estudiantes que ocupen pacíficamente sus centros de estudio. En Colombia, en Guatemala y en México la violencia sistemática contra los de abajo se practica sin interrumpir el funcionamiento de las democracias. En Ecuador hay 189 indígenas acusados por la justicia de sabotaje y terrorismo por cortar carreteras.
En la historia de los movimientos antisistémicos la participación en el juego de la democracia electoral fue siempre una táctica subsidiaria, subordinada a la cuestión central, que consistió en organizar fuerzas para preparar batallas decisivas. Los debates que involucraron a las más diversas corrientes revolucionarias se focalizaron en los modos de alcanzar los objetivos.
En nuestro continente se ha instalado la convicción de que las contiendas electorales son la médula de la acción política y que a través de ellas se pueden cambiar las relaciones de poder en la sociedad. Hay lecturas que descontextualizan de tal modo los procesos históricos, que dan a entender que fue el ascenso a la casa de gobierno de tal o cual dirigente lo que permitió iniciar un proceso de cambios. Omiten decir que esas personas ganaron elecciones porque las derechas fueron derrotadas previamente en las calles, que los movimientos ya habían modificado la relación de fuerzas con tal contundencia que el triunfo electoral fue apenas un cierre, siempre parcial, del ciclo de luchas.
Llama la atención que quienes postulan la descolonización recaigan en una mirada eurocéntrica. Cuando Boaventura de Sousa dice que la democracia política presupone la existencia del Estado, y repite lo que considera un principio de la acción política, mejor Estado siempre; menos Estado, nunca (Visâo, 22 de septiembre), reflexiona con base en la experiencia europea que no es, por cierto, la que vivimos en este continente donde conviven diversas democracias: comunitarias, territorializadas en periferias en resistencia, campesinas, de mujeres de mercados, de talleres, hasta conformar un arco iris de modos de decidir por fuera de las instituciones representativas.
El marxista indio Ranahit Guha polemiza con el marxista británico Eric Hobsbawm porque no está de acuerdo con que las rebeliones campesinas sean prepolíticas o espontáneas; lo considera una mirada elitista y, por supuesto, eurocéntrica. Una revuelta estaba precedida por una consulta entre los campesinos, que podían ser asambleas de ancianos, reuniones de vecinos o de masas hasta alcanzar consenso (Las voces de la historia, Crítica, p. 104).
Ahora que las élites están en vías de destruir aquello que más nos interesa de las democracias –los derechos de reunión, manifestación y expresión– se hace más necesario que nunca fortalecer y expandir la política del pueblo, que es un ámbito autónomo, según Guha. No propongo descartar lo electoral. Digo potenciar esas democracias otras, cara a cara, que son y serán el ámbito donde los de abajo toman sus decisiones estratégicas.