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La Fogata, Marzo 2001 - Marzo 2013, 12 años..

"NUESTROS SUEÑOS, NO CABEN EN SUS URNAS"

El crimen del niño qom Imer Flores en el pueblo de los olvidados  
 

por Claudia Rafael     

APe
 

A Imer Ilbercio Flores le truncaron la vida a los 12 y lo arrojaron en la vera del río Bermejito, a un centenar de metros del balneario municipal. Un miembro de la comunidad Qompi Naqona’a que declarará como testigo entre hoy y mañana relatará cómo dos o tres hombres golpearon al niño. Nino Franco, el criollo de 31 años detenido en el pueblo de Juan José Castelli “no saldrá en libertad”, dijo a la delegación aborigen la fiscal Raquel Maldonado hoy por la mañana.

Los paquetes turísticos la venden como “el paraíso de El Impenetrable”. En enero, el gran festival de apertura de temporada veraniega. En febrero, la gran fiesta de la pesca de corvina y la

palometa. Villa Río Bermejito es cara y contracara. El sábado en la madrugada mataron a golpes a Imer Ilbercio Flores. Qom. 12 años. Y por la noche,  el pueblo criollo de Bermejito “se vistió de gala”, sorteó una obscena 4x4 Amarok y una lancha mientras el Chaqueño Palavecino cantaba al amor salvaje.

Villa Río Bermejito cobija historias encontradas. 20.000 turistas –dicen los medios regionales- se esperan durante la temporada. “Nosotros sufrimos terriblemente la falta de provisión de agua”, cuenta Pablo Denardi a APe. “Y todo es más grave desde que hay tanto turismo en la zona del río”, dice él que es el “lenguaraz” (maneja la lengua qom y el español y oficia de traductor) de la comunidad.

Imber lo llamaban todos. Como al resto de los niños de la comunidad Qompi Naqona’a. En la tarde del viernes salió como siempre con otros chicos. “Eran las tres y media o cuatro cuando se fue. Seguramente iba a ver si había algo de pique en el río. Y también quería ir a la fiesta que iban a hacer ahora que el río se hizo tan turístico”, sigue Denardi mientras espera y reclama afuera de la comisaría con el resto de la comunidad qom. Los niños “son muy sueltos” y suelen ir a “pescar o a mariscar con la gomera y unas bolitas de barro”.

El 68 % de la población de Bermejito es aborigen. La familia de Imer Flores vivía en el paraje El Colchón, en donde –cuenta Denardi- “hay de 20 a 40 familias”. Cada paraje está tajantemente dividido. Los pueblos del origen y los criollos no se entremezclan. Se chucean o se enfrentan. Las fricciones entre las dos culturas tensan el clima que parte de realidades contrapuestas. El sorteo de la Amarok es un símbolo de tanta inequidad que desnuda y quita las vendas de los ojos ante una comunidad Qompi Naqona’a que está hundida en la ausencia de derechos. “Nos discriminan y no tenemos acceso a la justicia, a la salud, a la educación. No tenemos agua”, dice el carashe Edilberto Pérez a APe. Su castellano se entrecorta. Obliga a la charla de palabras simples y espaciadas (ir al audio). La Justicia, en cambio, habla un español fluído, puro y lejano. La histórica ausencia de traductores en territorios legales puede convertir a un testigo en asesino o a transformar un crimen feroz en un homicidio en riña. No hay certezas para las familias aborígenes de que serán comprendidas exactamente en aquello que quieren decir o denunciar.

Imer había hecho un tatuaje en su hombro. Había elegido uno de los cuatro dibujos de la bandera Qom para asestar como símbolo en su piel: el arco y la flecha que lo atraviesa de arriba abajo. Ese tatuaje, cuenta Denardi, había desaparecido del cuerpo del niño. Destrozado a golpes, irreconocible, magullado enteramente y sin siquiera el emblema de su pueblo que le fue despojado de la piel por sus asesinos.

En los días previos los Qompi habían hecho un piquete. No querían el derroche de tanta fiesta. “Es un gasto de mucha plata cuando nosotros estamos llenos de necesidades”, dice Edilberto. La respuesta sistémica suele ser un contrapiquete criollo.

La comunidad Qompi Naqona’a se hunde en la soledad y el abandono. “Hay que esperar a que pase el camión de agua de la provincia y nos llene los aljibes. Pero no siempre vienen. Se nos mueren los animales. Nos faltan viviendas. Y el mal de chagas se multiplica cada vez más”, relata Denardi.

“Nos falta el alimento. Nos faltan casas. Nos falta agua. Nos falta justicia. Vivimos así porque los políticos no están con nosotros. Somos los olvidados. Hace muy poco el gobernador inauguró el hospital. Pero no hay personal en el Impenetrable. No hay médicos en nuestros pueblos. No hay ambulancia. No hay comida para los enfermos. Cada año se mueren nuestros hermanos. Acá no tenemos tampoco trabajo. Yo hago changas. No un trabajo de todos los días. Es un día sí, otro no”, comparte el carashe Edilberto.

El hospital del que habla Edilberto costó –según publica el diario Datachaco.com- más de 12 millones de pesos. Se llama “Hospital Néstor Kirchner”. “Con estas obras –dijo Jorge Capitanich el 21 de diciembre- “se renueva el compromiso de trabajar por más inclusión social, sanitaria y educativa para las comunidades”.

Pero –insiste Edilberto- “no hay médicos en nuestros pueblos”.

La muerte de Imer, con sus 12 años, su gomera a cuestas y un par de esperanzas cifradas al futuro, es otro golpe feroz a los pueblos del origen. Como antes Lila Coyipé, Celestina Jara, Roberto López y tantos otros cuyos nombres y biografías se perdieron en los entramados de la impunidad.

“Lamentamos con angustia la muerte de Imer. Era apenas un niño. Era inquieto. Buscaba todo el tiempo salir a conocer. Participaba con su papá de los reclamos de la comunidad. Hubiera sido un dirigente”, aporta Pablo Denardi.

Son los olvidados de la tierra. Allí donde desaparecen los bosques y abren puertas a la sojización. Allí donde un niño de 12 años es masacrado a golpes bajo la mirada gélida del poder. Allí donde la muerte mata temprana y selectivamente a los Qompi por desnutrición, enfermedades curables o golpizas.

A Imer Ilbercio Flores lo masacraron en su cuerpecito de niño. A pocos metros se escuchaba la música del baile. En horas, nomás, actuaría el grupo cuartetero Trulalá y luego, Los Chaques y Los Continuados con sus cumbias. Los gritos ahogados de Imer no se escucharon.  

Carta a la presidenta de la Nación.

por Pablo, Lenguaraz de la comunidad Qompi Naqona’a

Le escribo en nombre de los que si le escriben, son perseguidos o asesinados

Perdone usted se le moleste, nuestra playa recibe muertos, mientras que usted en algún puerto recibe a un imponente Barco. Hace 500 años recibimos también a muchos hombres de blancos, que hablaban bien como usted, y como usted también hablaban mucho.

Hace ya tiempo nuestros hermanos acamparon enfrente de su casa, la de color Rosa, acamparon hermanos a los que se les quemo la casa, a los que se los golpeo, y mato. Usted no nos recibió, seguramente debía llegar algún otro Barco, o quizás algún actor importante había acaparado su atención.

Queremos sepa nos siguen matando, queríamos sepa seguimos sufriendo. Jorgelina la hija de Felix tiene miedo de ir a la escuela, varios ancianos portan secuelas por los golpes dados aquel día de lluvia en la ruta.

Andres Silva Murió por negligencia médica, Galvan floto en el rio el 23 de enero del 2012, Imber apareció en la playa este pasado sábado de enero del 2013, y este miércoles 10 de enero Pablo Diaz enterró a su hijo.

Celestina y un bebe de diez meses, en sueños aparecen y nos hacen doler el alma. La joven violada en Espinillo sigue adoleciendo por la in justicia cometida.

Y yo un lenguaraz, que tiene su color de piel, odia tener que ver todo este dolor que lo rodea. Quisiera que viera los ojos estos que veo en los rostros de los que hoy son mis hermanos. Quisiera al menos no 6 ni 7 ni 8, sino tan solo una vez usted pueda mirar a los ojos a nuestra comunidad.

Le escribo porque aun creo en las palabras, y por ser uno de los pocos que en Lengua castellana le puedo traducir el dolor que aquí se vive. Aquí no llegan los twiter, ni las tele conferencias, la vinchuca da vueltas por nuestro rancho, y esclavos de la lluvia, a veces de sed morimos.

Pero rendidos no estamos, y no es desde la lástima que le escribo. Sino desde el resisto diario con el que alimentamos nuestra lucha. Y aunque pocos escuchan, llegara el tiempo en que haremos una obligación el que nos preste sus oídos. Llegará el tiempo en que el rio no nos traiga más dolor. Llegará el color del monte a florecer nuevamente.

Le escribe quien rodeado de muertes, persigue la esperanza de hacer renacer la vida. Lo más terrible se aprende enseguida,  lo hermoso nos cuesta la vida.

Aiom nitogoñe kaika carcañipi qom, naroqshe pexaraiq. 

Desde Impenetrable Chaco, Pablo Lenguaraz.


La tenaz persistencia zapatista

por Raul Zibechi
La Fogata

De la movilización de las comunidades zapatistas que tuvo lugar el pasado mes de diciembre, cree Raúl Zibechi que los movimientos antisistémicos y anticapitalistas de América latina debieran extraer importantes enseñanzas, con el fin de poder romper el «cerco» del progresismo. Entre ellas, la importancia del compromiso militante o la necesidad de persistir en lo que cada quien cree.

La movilización de las comunidades zapatistas el 21 de diciembre y los tres comunicados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el 30 del mismo mes fueron recibidos con alegría y esperanza por muchos movimientos antisistémicos y luchadores anticapitalistas en América Latina. De inmediato los medios de comunicación de estos movimientos reflejaron en sus páginas la importancia de la masiva movilización, que se produce en momentos difíciles para quienes siguen empeñados en resistir el sistema de muerte que nos des-gobierna.

Los últimos años han sido especialmente complejos para los movimientos que se empeñan en construir un mundo nuevo desde abajo. En la mayor parte de los países de América del Sur la represión contra los sectores populares no ha cesado, pese a que la mayoría de los gobiernos se denominan progresistas. En paralelo, han puesto en marcha un conjunto de «políticas sociales» destinadas, según dicen, a «combatir la pobreza», pero que en realidad buscan impedir la organización autónoma de los pobres o neutralizarla cuando ya alcanzó cierto grado de desarrollo.

Las políticas sociales progresistas, como bien lo muestran los casos de Argentina, Brasil y Uruguay entre otros, no han conseguido disminuir la desigualdad, ni distribuir la riqueza ni realizar reformas estructurales, pero han sido muy eficaces a la hora de dividir organizaciones populares, introducir cuñas en los territorios que controlan los sectores populares y en no pocos casos desviar los objetivos de la lucha hacia cuestiones secundarias. No han tocado la propiedad de la tierra y de otros medios de producción. Las políticas sociales buscan atenuar los efectos de la acumulación por desposesión sin modificar las políticas que sustentan este modelo: la minería a cielo abierto, los monocultivos, las represas hidroeléctricas y las grandes obras de infraestructura.

Con las excepciones de Chile y Perú, donde la lucha del movimiento estudiantil y la resistencia contra la minería siguen vivas, en la mayor parte de los países la iniciativa ha pasado a los gobiernos, los movimientos antisistémicos son más débiles y están más aislados, y hemos perdido horizonte estratégico. El trabajo territorial urbano, desde el que se lanzaron formidables ofensivas contra el neoliberalismo privatizador, se encuentra en un callejón con difícil salida a corto plazo, toda vez que los ministerios de desarrollo social, de economía solidaria y otros, han comenzado a infiltrarse en los territorios en resistencia con programas que van desde las transferencias monetarias a las familias pobres hasta diversos «apoyos» a emprendimientos productivos. Inicialmente los movimientos reciben estas ayudas con la esperanza de fortalecerse, pero en poco tiempo ven cómo cunde la desmoralización y disgregación en sus filas.

¿Qué puede hacer un colectivo de base cuando levanta un bachillerato popular en un barrio, con enorme sacrificio en base al trabajo colectivo, al observar cómo poco después el Gobierno crea otro bachillerato en las inmediaciones, con mejor infraestructura, cursos idénticos y hasta poniéndole nombres de conocidos revolucionarios? La respuesta es que no sabemos. Que aún no hemos aprendido a trabajar en los que fueron nuestros territorios y ahora son espacios invadidos por legiones de trabajadores y trabajadoras sociales con discursos muy progres, y hasta radicales, pero que trabajan para los de arriba.

El zapatismo ha salido fortalecido de esta política de cerco y aniquilamiento, militar y «social», donde el Estado se empeñó a fondo en dividir a través de «ayudas» materiales como complemento de las campañas militares y paramilitares. Por eso muchos y muchas recibimos con enorme alegría la movilización del día 21. No porque sospecháramos que ya no estaban allí, algo que solo los que se informan por los medios pueden creer, sino porque comprobamos que es posible atravesar el infierno de la agresión militar sumada a políticas sociales de contrainsurgencia. Conocer, estudiar, comprender la experiencia zapatista es más urgente que nunca para los que vivimos bajo el modelo progresista.

Es cierto que el progresismo juega un papel positivo respecto a la dominación yanqui al buscar cierta autonomía para un desarrollo capitalista local y regional. Frente a los movimientos antisistémicos, sin embargo, los que pretenden seguir el camino de la socialdemocracia no se diferencian en absoluto de los gobiernos anteriores. Es necesario comprender esta dualidad dentro de un mismo modelo: la colisión progresista con los intereses de Washington pero dentro de la misma lógica de acumulación por desposesión. En sentido estricto se trata de una disputa por quiénes son los beneficiarios de la explotación y opresión de los abajos, papel en el cual las burguesías locales y los administradores de los partidos de «izquierda» aliados con cierto sindicalismo empresarial, reclaman parte del botín.

El recorrido zapatista nos deja algunas enseñanzas a los movimientos y personas que vivimos «cercados» por el progresismo.

En primer lugar, la importancia del compromiso militante, la firmeza de valores y principios, el no venderse ni claudicar por más fuerte y poderoso que parezca el enemigo y por más aislados y débiles que sean los movimientos antisistémicos en un momento dado.

En segundo, la necesidad de persistir en lo que cada quien cree y piensa más allá de los resultados inmediatos, de los supuestos éxitos o fracasos momentáneos, en coyunturas que muchas veces son fabricadas por los medios. Persistir en la creación de movimientos no institucionalizados ni prisioneros de los tiempos electorales es la única forma de construir con solidez y a largo plazo.

Tercero, la importancia de una forma diferente de hacer política, sin la cual no hay nada más allá de lo mediático, lo institucional o lo electoral. Un intenso debate atraviesa a no pocos movimientos sudamericanos sobre la conveniencia de participar en elecciones o de institucionalizarse de diversos modos, como forma de evitar el aislamiento del trabajo territorial y para ingresar en la «verdadera» política. Los zapatistas nos muestran que hay otras formas de hacer política que no giran en torno a la ocupación de las instituciones del Estado y que consisten en crear, abajo, formas de tomar decisiones en colectivo, de producir y reproducir nuestras vidas en base al «mandar obedeciendo». Esa cultura política no es adecuada para quienes pretenden usar a la gente común como escaleras para aspiraciones individuales. Por eso tantos políticos e intelectuales del sistema rechazan esos nuevos modos, en los cuales deben subordinarse a lo colectivo.

Cuarto, la autonomía como horizonte estratégico y como práctica cotidiana. Gracias al modo como las comunidades resuelven sus necesidades, hemos aprendido que la autonomía no puede ser sólo una declaración de intenciones (por más valiosa que sea) sino que debe asentarse en la autonomía material, desde la comida y la salud hasta la educación y la forma de tomar decisiones, o sea de gobernarnos.

En los últimos años hemos visto experiencias inspiradas por el zapatismo fuera de Chiapas, incluso en algunas ciudades, lo que muestra que no se trata de una cultura política que tiene sólo validez para las comunidades indígenas de aquel Estado mexicano.


Errar es humano, recordar es muy difícil. Por eso se inventa la memoria!
(Parte II)

Por Luis Mattini
La Fogata

Completando lo expresado en mi nota anterior titulada "Errar es Humano, …." , empiezo destacando que mi referencia a la Bastilla no fue casual, porque hay que reconocer que los franceses son maestros de la Memoria, se la impusieron al mundo y no con monumentos sino contando la historia desde su punto de vista.

Por eso ellos no necesitaron ni monumentos, ni guardapolvos blancos en las escuelas, ni himnos nacionales recitados por pequeños muertos de frio en el patio del establecimiento, ni banderas, ni muchos de nuestros gastados símbolos supuestamente patrióticos, para sustentar la fragilidad de la memoria. Y eso fue así, no porque los franceses sean una cultura o una raza superior, sino porque la Revolución Francesa fue la mas radical y autentica y sobre todo perenne (valga la licencia poética para esta contradicción semántica) de las revoluciones. Así, podemos recordar cómo nos contaba el profe en la secundaria que la destrucción de la Bastilla no fue la decisión administrativa de un gobierno, sino la acción de un pueblo enardecido!!!! Cosa que no ocurrió aquí porque aquí no hubo una revolución sino una contrarrevolución.

Y mi intención en esta nota es decirle a los amigos que, yo creo que la polémica no pasa por si hay que destruir o no los monumentos al terror….si hay que demoler o no la ESMA ….

No, esa no es mi discusión, no me preocupan los edificios…sino poner en la mesa del debate, el desagradable hecho de que parte de resultado indirecto de la contrarrevolución es la apropiación de la historia por parte de sectores sociales que fueron pasivos, o bien algunos descendientes biológicos de aquellos activos, que aprovecharon el espacio abierto por la derrota que sufrimos los que le pusimos el cuerpo a la revolución. Lugares que quedaron vacíos por muertos, desaparecidos y también por los que estábamos intentando recuperar la iniciativa perdida a partir del 24 de marzo para evitar la contrarrevolución. O sea, mal o bien, haciendo la historia.

Con todo dolor debemos admitir que fracasamos…. Y que fracasamos en toda línea. Debemos tener claro que no hubo medias tintas; nuestra derrota fue el triunfo de la contrarrevolución. Esto es lo que sí quisiera poner en el debate. Recordar que aquí no solo no hubo una revolución sino, peor aún, hubo una contrarrevolución triunfante.

Y de ese fracaso se agarraron aquellos que no fueron protagonistas, testigos (las mas de las veces en la cocina de sus casas), escritores costumbristas que hoy hacen una reivindicación del pasado pero en aquellos momentos fueron muy críticos del "extremismo" de Santucho.

Los años pasaron inexorablemente. El poder venció en toda regla, de eso no cabe la menor duda. No hubo revolución como en Francia; por eso no hubo destrucción de la Bastilla Argentina. El sistema de gobierno actual es consecuencia del triunfo de la contrarrevolución. No nos olvidemos que los militares se retiraron cuando la subversión estaba aniquilada y fueron ellos los que llamaron a elecciones. Alfonsín y todos los gobiernos siguientes existen gracias al triunfo de los militares!!!!!. O sea …el país volvió a ser el que era antes El sistema actual no difiere de Frondizi, Illia o Isabel Perón! Y ni siquiera es como el Estado de Bienestar de los dos primeros gobiernos peronistas…

Nosotros fracasamos, pero no perdimos los sueños y desde entonces estamos intentando volver a empezar.

Mal de muchos no es consuelo, claro está, pero con el tiempo aprendimos que, nos guste o no, la única revolución que no retrocedió en la historia, fue la Francesa. Fue la revolución de la burguesía, se hizo en el nombre del pueblo pero fue de la burguesía. Y, en consecuencia, no necesitó de monumentos artificiales para mantener la eterna memoria. Es tal su fuerza que sigue siendo el modelo de revolución.

Pero el caso de Argentina es realmente patético. La sociedad actual, incluso el modelo productivo, es el triunfo total de los militares, quienes no fueron "demonios" que se enloquecieron para atacar a unos jóvenes también "endemoniados" que se largaron a una infantil locura. Los militares aplicaron el terrorismo de Estado porque esa era la única manera de derrotar a la "subversión", las Organizaciones revolucionarias que por primera y única vez en la Argentina, pusieron en peligro al Poder. El terrorismo de Estado fue, entonces, una estrategia para derrotar la revolución. Y la ESMA, en ese sentido, es un símbolo de la derrota de la revolución. Es el más sólido monumento a la contrarrevolución triunfante. Por eso está en pie.

Dije que el asado era solo consecuencia de la banalización de la lucha de los setentas. Ahora voy más a fondo: La utilización de esos espacios- donde nuestros compañeros dejaron a jirones la vida – para festejar la consolidación del país, del modelo socio económico cultural contra el cual luchamos, es más de lo que el dolor puede soportar. Es una burla. Es directamente celebrar la existencia de instrumentos eficaces para derrotar aquellos sueños. Esa es para muchos de nosotros la peor expresión de la derrota.

Por eso no me interesa discutir los destinos de la ESMA y su utilización…ni me preocupa que haya entidades que, como ocurre en momento de escribir esto, publican solicitadas de sobrevivientes que apoyan esas iniciativas, respaldando la torpeza del Ministro Alak; cada uno tiene derecho a cambiar sus ideas y propiciar la sociedad que aspira ahora. Pero mientras haya un solo sólo sobreviviente que se oponga al horror de festejar de ese modo la derrota de los sueños…yo estaré de su lado.


Uruguay

Gobierno Mujica: la ilusión deshilachada

 

En Lucha

La Fogata
 

En unos de sus magistrales escritos, Carlos Real de Azúa llegó a definir al Frente Amplio como una "verdadera contra-sociedad". ("Partidos Política y Poder en el Uruguay", Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo, 1988). Describía así un proceso asambleario desde las bases, de radicalización política y social de masas. Donde confluía una práctica colectiva de ruptura. No solo con el régimen bipartidista de blancos y colorados, sino con el modelo socio-económico de dominación apuntalado por las clases propietarias locales y el capital imperialista.

 

De aquella experiencia fundacional no sobrevive nada. La "admirable alarma" de 1971 es un apolillado recuerdo. La democracia liberal sustituyó a la dictadura militar. Con el paso de los años vinieron las renuncias. El programa de "reformas estructurales" fue abandonado. Una por una las demandas fundamentales se fueron archivando: reforma agraria, nacionalización de la banca y del comercio exterior, reforma urbana, no pago de la deuda externa, rompimiento con el FMI. Fue entonces que el vaciamiento programático devino en progresismo. Mejor dicho: en reformismo sin reformas. Donde los eufemismos "cultura de gobierno" y "lealtad institucional" sirvieron para disfrazar la capitulación de tupamaros, estalinistas y socialdemócratas.

 

Todos ellos terminaron por inclinarse ante la "democracia de mercado". La presidencia de Mujica (como antes la de Tabaré Vázquez) representa una línea de estricta continuidad en esa capitulación. En tal sentido, nada nuevo. Su gobierno es hijo del "proyecto progresista". Donde la "disciplina fiscal y monetaria" y el beneficio a los empresarios (locales y extranjeros) vienen acompañados de políticas sociales compensatorias para mitigar las miserias sociales. Ninguna "reforma estructural" ha sido realizada en lo que va de su mandato. Muchos esperaban un "giro a la izquierda" y la acentuación del "gobierno en disputa". Aunque Mujica había confirmado al "equipo de Astori" y se había comprometido en el "respeto a las reglas de juego". Esto es, a las condiciones de acumulación de capital que emanan de los centros imperialistas. Cuando se cumple la mitad de su período de gobierno, Mujica no tiene nada distinto para mostrar. La ecuación del "país productivo" se resume a lo heredado: modelo agro-exportador; concentración-extranjerización de la tierra; instalación de multinacionales forestales, sojeras y mineras; refugio de todo tipo de negociados financieros; endeudamiento externo y sometimiento a las instituciones financieras internacionales. En todo caso, se decía, el segundo gobierno del Frente Amplio avanzaría en una cuestión central: mejorar la "redistribución del ingreso" para así "disminuir la brecha de desigualdad". Ni siquiera eso. Según el Instituto Cuesta-Duarte del PIT-CNT, "el flagelo de las bajas remuneraciones afecta al conjunto de los trabajadores uruguayos"; 813 mil trabajadores tuvieron en 2011 un ingreso menor a 10 mil pesos líquidos mensuales. (Informe de Coyuntura 2012). O sea: más de la mitad de la fuerza de trabajo sobrevive en la precariedad salarial. Mientras en 1988 la masa salarial total representaba un 34% del Producto Bruto Interno (PBI), en 2011 fue de 32,3%. O sea: "la brecha de la desigualdad social" sigue favoreciendo a los más ricos. Que la "bonanza económica" no derrama hacia abajo ya se sabía. Pese a todos los "planes sociales" más de 450 mil personas viven en la extrema pobreza, la mayoría son niños y jóvenes entre los 4 y 16 años. El gobierno lo reconoce. Tanto que ha decidido aumentar el "gasto" para atender a 30 mil hogares en "situación crítica" y a otros 100 mil que si bien "salieron de la pobreza" se mantienen aún en "situación de vulnerabilidad". La "movilidad social" es parte de la mitología que re-alimenta el progresismo. Igual que la propaganda sobre la "ampliación de la clase media".

 

El mapa de la injusticia social se puede ver a través del territorio fragmentado: en Punta Carretas, Villa Biarritz y Pocitos, la pobreza es el 2,7%; en Manga, Piedras Blancas, Marconi, Casavalle, Borro, Unión y Aires Puros, es el 64%. En el interior del país, la pobreza rural alcanza el 30%. Todas las encuestas dan que la cotización de Mujica viene a la baja. Igual que la gestión de su gobierno. Las ilusiones se fueron deshilachando. En el Frente Amplio registran el dato y proponen abrir un debate para "actualizar" las señas de "identidad". Porque a la izquierda (oficial), "no se le cae una idea, y no tiene otra respuesta que suavizar las medidas de la derecha" (Gerardo Caetano). Otros plantean avanzar en una "alternativa al sistema capitalista" (Partido Comunista); emular a la "socialdemocracia de los países nórdicos" (Partido Socialista), y hasta "aumentar los impuestos a la renta del capital". (Pedro Buonomo, uno de los economistas del "ala socializante" que asesora al presidente).

 

Nada creíble. Suena a farsa. Sobre todo porque proviene de una elite burocrática y oportunista. Que asumió como insuperable el orden del capital; que gestiona la subordinación de los trabajadores a los intereses patronales. Vale decir, que renegó de cualquier lucha por la transformación política, económica y social. La vuelta de Tabaré Vázquez al ruedo político es un síntoma claro de la "crisis de proyecto" del Frente Amplio: su figura aparece como la principal carta para vigorizar la maquinaria político-electoral. Y apostar por un tercer gobierno progresista. Aunque desde ya sepamos que, de darse, lo único que eso garantiza es más de lo mismo. Es decir, la continuidad del programa económico que, en 2005, certificaron las corporaciones empresariales y las instituciones financieras internacionales.

 

En Lucha Nº 7, editorial Octubre-Noviembre 2012

 


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