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La Fogata, Marzo 2001 - Marzo 2011, 10 años....

y vamos por mas....

"NUESTROS SUEÑOS, NO CABEN EN SUS URNAS"

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¿Es el kirchnerismo un acontecimiento político?

Por Raúl Cerdeiras
La Fogata
 

1.- Premisas.

Se escucha de las voces de destacados intelectuales que se embarcan en la corriente nacional y popular que encarna este gobierno, afirmar que la irrupción del kirchnerismo en la escena política del país tiene todas las características de un acontecimiento, algo inesperado que de golpe se instala entre nosotros y que no responde a los determinantes históricos vigentes.

Si bien es cierto que la categoría de acontecimiento es plenamente una cuestión filosófica y que sobre ella hay disputas importantes acerca de su significación, voy a ubicarme en el interior de una filosofía que es la que pienso se ha abocado con mayor profundidad y creatividad a desentrañar las posibilidades de esta idea. Me refiero, por supuesto, a Alain Badiou, filósofo que en dos obras, El Ser y el Acontecimiento y luego en Lógicas de los Mundos, ha logrado diseñar una teoría realmente novedosa sobre el acontecimiento.

Para que no se revoleen palabras sin ton ni son, quiero situar esta idea en su ligazón interna con otros conceptos de los que no se los puede desligar sin echar a perder toda su riqueza. Estos son: inesperado; ruptura; invención; sujeto fiel a la huella del acontecimiento; producción de un nuevo presente. También es decisivo tener en cuenta que el acontecimiento es propio de ciertos procesos de pensamiento y acción en donde es posible la invención, es decir, la producción de novedades radicales y que, por lo tanto, se necesita implementar un cuerpo activo de esa producción que se llama sujeto. Pues bien, la política es uno de esos procesos y convengamos en designar como verdades a esas novedades radicales. Finalmente debemos decir, a título de mero telón de fondo, que hay en el mundo lugar para la irrupción azarosa de un acontecimiento, en la medida en que se piense la cuestión del ser en tanto ser en el interior de una ontología que lo declare inconsistente.

Inesperado. El acontecimiento no es algo que se puede planificar a partir del saber que se tiene del funcionamiento de una situación determinada o de una realidad acotada, diríamos que es contingente, o inesperado, no reducible directamente a la lógica propia del lugar en donde acaece. Por este motivo se dice que está en "exceso" respecto a las posibilidades propias de la situación en donde se inscribe. Una pancarta de los movilizados en España el 15-M decía: "no pasa hasta que pasa", dando así una idea justa del presente puro que porta el acontecimiento cuyo ser consiste en desaparecer. Sólo queda en la situación una huella, una marca, un nombre, una consigna, una declaración, por ejemplo: "que se vayan todos".

Ruptura. El acontecimiento no lleva escrito en su frente lo que es, de ninguna manera es la novedad en sí misma, su virtud es abrir la situación a posibilidades antes insospechadas, de tal manera que lo que se aceptaba "naturalmente" como imposible ahora puede ser puesto en cuestión. Este quiebre del orden establecido abre un proceso de producción sostenido en nuevas hipótesis, una apuesta de resultado incierto, en donde no hay caminos sino que estos se hacen al andar.

Invención. El acontecimiento no pone en marcha un procedimiento para extraer de las profundidades de la situación una verdad histórica desde siempre allí alojada para ser llevada a la superficie y revelada al conjunto de los humanos. Por el contrario, implica una invención, es decir, producir en el lugar de que se trate (recuerdo que nos estamos refiriendo a la política) una existencia nueva, algo que no es el resultado de exprimir a fondo las posibilidades de la realidad vigente y derivarla de ella. La invención supone un forzamiento de la situación en donde se va a instalar.

Sujeto fiel a la huella del acontecimiento. La producción de una nueva verdad política, es impensable sin que se produzca también un sujeto que sea fiel, es decir, que se oriente a ser consecuente con las posibilidades que el cimbronazo de la huella del acontecimiento ha liberado. Un sujeto político está siempre condicionado por un acontecimiento, es una configuración destinada a ser la fuerza activa de la producción de una nueva verdad política. Es un cuerpo (no de un individuo) que porta una idea, es una organización colectiva que sostiene el proceso de producción de lo nuevo, como el ejército de Espartaco lo fue para la rebelión de los esclavos, o el partido bolchevique para la experiencia comunista del siglo pasado.

Producción de un nuevo presente. Finalmente, el proceso que desata el acontecimiento pone inmediatamente a la orden del día un nuevo presente. ¿Qué es un nuevo presente? Si una nueva manera de pensar y hacer la política, por incipiente que sea, se pone en marcha, entonces será necesario en el interior de la realidad política enfrentar cuestiones y situaciones anteriormente desconocidas. Ningún habitante de España se preocupaba ni tenía como problema la cuestión de cómo se organiza una discusión en asambleas callejeras respetando el principio compartido de que todos somos iguales, antes que se viera involucrado en los sucesos del 15-M por todos conocidos. De igual manera que en nuestro país los movimientos piqueteros tenían que resolver (fuera de los partidos, de los sindicatos, y las formas clásicas de representación política) como se forzaba al Estado a negociar en las rutas y que tipo de subordinación al movimiento tenían que observar los circunstanciales interlocutores.

Ahora bien, dicho todo esto, cuando desde la tribuna intelectual, me refiero en especial a Ernesto Laclau, Jorge Alemán, Horacio González, Ricardo Forster y algunos más, se trata al kircherismo como un acontecimiento, se acentúan los rasgos que refieren a su emergencia inesperada y a la construcción de una novedad. Realmente no tengo noticia desde que concepción del acontecimiento trabajan para encasillarlo en sus laberintos. Pero de lo que estoy seguro es que desde la visión que resumí al comienzo, lo que se puede llegar a llamar el legado político de Néstor Kirchner, jamás se lo puede encajar en su interior.

¿Entonces todo termina acá? ¿Para qué entusiasmar al lector con la promesa de un debate que el escrito anuncia en su título para después cortarlo abruptamente diciendo "este es un sapo de otro pozo"?

Lo que trato de hacer es explicar porqué al kirchnerismo se lo ve como un acontecimiento en tanto inesperada novedad. Creo que es el pozo que no acepta al sapo el que tiene la riqueza suficiente para explicar porque lo metieron allí. Estoy convencido que de esa circunstancia podremos extraer la singularidad del kirchnerismo y su novedad. Y en esa tarea aspiro a dar algunos indicios de una nueva perspectiva para reponer en el seno de la política la idea de la emancipación humana, aquí y ahora.

2.- El acontecimiento ya fue.

Sabemos que el acontecimiento es un exceso sobre las reglas que rigen la situación en donde acaece, por lo tanto que "algo" es un acontecimiento sólo puede sostenerse en una decisión sin garantías, una apuesta. Por mi parte creo que las formas de resistencia contra el neoliberalismo, desde la emblemática marcha sobre nuestra Ciudad de los obreros arrojados de SOMISA e HYPASAM en 1991 hasta la masacre del Puente Pueyrredón, pusieron en la superficie de la vida política un abigarrado conjunto de experiencias, discursos, formas organizativas, métodos de lucha, (el piquete, etc.) incompatibles con la forma política dominante llamada democracia (que yo llamo "democracia SA" porque no es otra cosa que la forma política de dominación del capitalismo hoy globalizado). El 19-20 de diciembre del 2001, es una huella de ese período: la gente en las calles, las asambleas barriales, el "que se vayan todos y no quede ni uno solo", los procesos de ocupar fábricas abandonadas, las nuevas consignas, tareas y organizaciones procesadas por fuera de los partidos políticos, los gremios, las instituciones y pasando por encima del "voto democrático" que legalizaba la presidencia de De la Rúa, etc. Quizás esa huella sea sintetizada en una idea: cuando la gente se corre del lugar de víctimas la política empieza a reconciliarse con la emancipación. Lo real fue que la política se puso a distancia de la economía, el Estado y los partidos.

Mi apuesta es que ese período libera la potencialidad de un acontecimiento porque abrió para el pensamiento y el hacer efectivo nuevas posibilidades para abrir un incipiente camino que reponga la necesidad de re-comenzar, sobre principios muy diferentes a los del pasado, una nueva secuencia política ligada a la emancipación y no a la gestión del orden existente.

Ahora bien, lo más difícil es la fidelidad al acontecimiento, ahí donde rige eso de "caminante no hay camino, se hace camino al andar", pero la historia es abundante en ejemplos en los cuales entre el acontecimiento y la culminación de un proceso que lo reconozca como tal (que ha habido acontecimiento es siempre una confirmación retroactiva) puede transcurrir una larga sucesión de diversos períodos. Basta con fechar las revueltas obreras de fines del siglo XVIII y principios del XIX pasando por el Manifiesto Comunista de 1847, el fracaso de La Comuna de 1871, etc., hasta el triunfo de la primera revolución hecha en su nombre (Rusia 1917) por medio de la cual la invención de la idea política del comunismo se instala en la humanidad.

Lo cierto es que se abrió un nuevo presente político. Por lo menos se pusieron en cuestión los valores establecidos por la política hoy vigente y se abrieron nuevos interrogantes: si hay que tomar el poder; cual es el verdadero rol del Estado; cómo estructurar formas organizativas horizontales fuera de los partidos; cuáles eran los nuevos lugares de la política; si la política era un simple medio o si era autónoma; qué balance se debía hacer de la vía muerta en la que encalló la experiencia socialista, etc.

Un verdadero desmadre se apoderó de nuestro país a tal punto que la palabra de moda en esa época era la pareja "ingobernable/gobernabilidad". Un Estado democrático impotente, con la producción capitalista casi en quiebra generalizada, los bancos terminando de robarse lo poco que quedaba, etc. Sin embargo, pienso que la cuestión esencial era que la gente en la calle empezaba a poner en tela juicio la manera dominante de hacer política, manera que se puede sintetizar en la siguiente secuencia: Estado, partidos, representación, voto, consenso. Es decir, después del debate impuesto por los centros mundiales del poder acerca de "la transición de la dictadura a la democracia", por primera vez se cuestionaba a esta última, y ponía en duda que esa opción pudiera ser el único horizonte al que se debía subordinar toda idea de emancipación política. Resonaba con fuerza la sentencia de Hebe de Bonafini: "Alfonsín es lo mismo que Videla".

En la superficie estaba el impacto innegable de la crisis "social", económica e institucional, con todas las secuencias de miseria y destrucción que acarreaba, pero mi punto de vista se dirige a detectar los síntomas de un nuevo presente político que en esa época dejó huellas aún vigentes. Considero que una política emancipativa, si bien existe en el conglomerado que articula sociedad y Estado, mantiene su capacidad liberadora justamente por no reducirse a ser un epifenómeno de la lógica propia del mecanismo de reproducción de esta sociedad: el capitalismo y la meta-estructura Estatal. A diferencia de Marx que afirmaba que la política, en última instancia encontraba su fundamento en la infraestructura económica, y que el comunismo se condensaba en la abolición de la propiedad privada, sostengo la idea de que la política emancipativa se funda en su propia capacidad de pensar y hacer trayectos de ruptura con el orden establecido. Dicho de otra manera: la política emancipativa es autónoma e inventa sus propias ideas, sus prácticas y sujetos. De tal manera me pongo radicalmente fuera de la izquierda de museo hoy sobreviviente, pero también de la empresa de Toni Negri que afirma la disolución integral de la política en la vida social.

En resumidas cuentas, digo que el 19/20 de diciembre del 2001 es el nombre que marca la irrupción de formas políticas nuevas en ruptura con el orden de la democracia SA. Junto con los otros movimientos de lucha latinoamericanos forma un puñado de incipientes puntos de partida sobre los cuales hay que trabajar pensando en la posibilidad de refundar una nueva secuencia de políticas emancipativas, luego del letargo que padecemos desde hace casi 30 años de reacción neoliberal e impotencia de la vieja izquierda.

3.- La derecha también cambia.

Cuando un nuevo presente político empieza a tomar cuerpo el orden establecido también cambia, produce transformaciones internas con capacidad de salir al cruce a esos ruidos "raros" que amenazan su reinado. Al mismo tiempo que un manojo de ideas y prácticas nuevas se van anudando en un sujeto fiel al acontecimiento que promueven un nuevo presente político, se observa la conformación de lo que Badiou llama "las novedades reaccionarias" que son variados procedimientos por medio de los cuales se intenta apagar o extinguir ese nuevo presente. Para el caso de no ser suficiente este sujeto reactivo, es posible el surgimiento de un sujeto que el autor citado denomina "oscuro", cuya función es ocultar radicalmente ese nuevo presente. Para sintetizar, digamos: democracia (sujeto reactivo) y dictadura (sujeto obscuro). Y así como hay diversas "formas" de políticas reactivas (neoliberales; de bienestar; parlamentarios; intervencionistas; reformistas etc.) también las hay en la franja "oscura" (racismo nazi; Iglesia franquista; Orden fascista; islamismo teológico, etc.)

Toda la cuestión para comprender la singularidad del kirchnerismo consiste en la diferencia que existe en los procedimientos implicados en la operación del sujeto reactivo que es extinguir el nuevo presente (como el bombero que apaga un incendio) y la del sujeto oscuro que intenta ocultarlo (aquí no ha pasado nada). Para comprender esto hay que abandonar toda sensiblería e identificación con las personas y las proyecciones imaginarias que se precipitan constantemente sobre el imaginario social y no dejan pensar lo que es necesario pensar. Aquí hay que ser materialista al "mango" como Marx: "yo no parto del individuo, parto de una situación económico social determinada". Materialista en cuanto debemos partir siempre de una situación real en donde los personajes ya están distribuidos por una estructura, sujetos sujetados, por más que ellos se crean "subjetivamente" por encima de esas determinaciones. ¿Cómo las personas sujetadas pueden romper con aquello que los sujeta? es todo el carozo de un pensamiento político emancipativo. Por eso aquí hay que dejar de lado toda consideración acerca del individuo Néstor Kirchner. Néstor: bueno, malo, audaz, implacable, cínico, acomodaticio, liberador, alegre, honesto, ambicioso, etc. Aquí se trata de sujetos que portan políticas de emancipación, reactivas u oscuras, y los individuos se incorporan o no a esos sujetos, pero ellos no son los sujetos.

En esta lectura de la coyuntura que estoy intentado resulta evidente que el Kirchnerismo (y más o menos en la misma sintonía los demás gobiernos "progresistas" de América Latina) asume el rol de un sujeto reactivo. Reactivo en todo el esplendor que ese término debe tener en política, porque si uno se ubica en el lugar de la víctima explotada entonces se va a repetir lo que el coro de izquierda grita desde siempre: hay que reaccionar contra el poder, de tal manera que el sayo de lo reactivo ellos se lo cuelgan gustosos. Pero hay otra manera, y consiste en partir del acto político liberador como premisa afirmativa y que sea el orden dominante el que tenga que reaccionar, ¡que la derecha sea reaccionaria! Ser reaccionario no es una propiedad intrínseca, es una consecuencia de que la emancipación humana es posible y está en acto.

Para ablandar un poco la terminología, digamos que una política reactiva y una oscura difieren y coinciden. La coincidencia fundamental es que ambas niegan la huella del acontecimiento, en el sentido que pueda ser tomada y desplegada como el punto de partida para una novedad radical. Pero difieren en tanto que el sujeto oscuro (neofascismos en general) oculta el nuevo presente y avanza con violencia (en nombre de un cuerpo fundamental: Dios, Patria, Hogar, Raza, El Campo…) para aniquilar los precarios e incipientes cuerpos de los sujetos fieles (sus organizaciones, prensa, ideas, etc.). Por su lado, el sujeto reactivo busca apagar o extinguir ese nuevo presente político y trata de subordinar a los cuerpos de los sujetos fieles, con la ayuda de todos aquellos que no están de acuerdo en seguir fielmente la huella del acontecimiento y están dispuestos a recibir por los carriles habituales ciertas mejoras en su situación.

Entonces estamos en condiciones de hacer una doble distinción. En primer lugar, no cometer la torpeza de conjuntar como si fueran "lo mismo" al kirchnerismo con la derecha recalcitrante que no está dispuesta a ceder nada de sus privilegios. Y en segundo lugar, marcar las características esenciales del sujeto reactivo que es kirchnerismo y de esa manera poner sobre la mesa su compleja relación con la huella del acontecimiento, por que es en esa tensa relación que se construye hoy la coyuntura política real de nuestro país. Repasemos las tres características del sujeto reactivo: 1) niega la huella del acontecimiento; 2) extingue el nuevo presente; 3) subordina al sujeto fiel. De esta tercera circunstancia se desprende que –como dice Badiou– "el sujeto fiel sigue siendo el inconsciente del sujeto reactivo".

4.- La operación kirchnerista.

Apoyándome en decisiones que considero suficientes y decisivas para enmarcar una definición política clara, afirmo que el proceso kirchnerista ha tomado la posición reactiva frente a la posibilidad de una invención política nueva.

a) En primer lugar, la negación de la huella acontecimiental. El discurso oficial califica a la época que yo considero que estaba plagada de síntomas que abrían nuevas posibilidades, como un "infierno". Pero no un infierno en tanto caudal inaudito de fuego destinado a incendiar un pasado para construir sobre sus cenizas algo distinto, sino como portador de una anarquía disolvente y peligrosa para "todos los argentinos" (¿todos?).

c) Después, habrá que extinguir ese presente. Pero nosotros sabemos que extinguir el nuevo presente es, políticamente hablando, debilitarlo, demostrar que con los antiguos métodos se pueden obtener también mejoras, que las revueltas son en vano, que comienzan con mucha ebullición pero siempre terminan en nada o en un desastre. Allí generalmente se recurre al manual del ex Tupamaro Mujica que ha escrito su memorable ensayo acerca de las virtudes del "extremo centro". Por la vía de mejoras económicas y la afirmación plena de que la política es un instrumento del Estado para tratar de cambiar la sociedad (afirmación clave que identifica política con Estado y nos hunde para siempre en el pasado y en el presente de los poderosos) se termina de apagar ese incendio. Y la frutilla del postre estriba en reforzar la posición de víctimas de las poblaciones explotadas miserablemente y presentar al Estado como la institución que los viene a socorrer.

d) Por último, la subordinación del sujeto fiel al sujeto reactivo. En esencia eso significa no la aniquilación del cuerpo (sus organizaciones, ideas, asambleas, etc.) de los incipientes sujetos fieles a la huella del acontecimiento (como lo tramaría un sujeto oscuro) sino la absorción, integración e institucionalización de las organizaciones y personas protagonistas de la época "infernal". Aquí el Estado, en su función decisiva de ser el garante último de toda estructura económico-social, tiene un papel preponderante. Su principal tarea será invertir la dirección del movimiento que se desparramaba desde abajo y apuntaba a dislocar lo que está arriba. Subordinar significa que lo de arriba vuelva a imponer su lógica a lo de abajo. Pese a que Ernesto Laclau ve un mérito del gobierno en esta operación, sin embargo ha sabido describirla con justeza. Dice: "A partir de la crisis de 2001, en la Argentina se vivió una enorme expansión horizontal de la crisis social (las fábricas recuperadas, los piqueteros). Con el ascenso del kirchnerismo al poder, lo que se dio fue la articulación de esa expansión horizontal con una influencia vertical de estos nuevos grupos en el sistema político. El resultado ha sido que hoy la Argentina es una sociedad mucho más democrática que lo que era hace 10 años" (Página/12. 04-11-11). Como se aprecia hay dos visiones divergentes de la política emancipativa, mientras Laclau piensa que en la medida en que la horizontalidad de base ascienda al poder del Estado y reciba su influencia vertical, la beneficiada va a ser la sociedad que será más democrática. Por mi parte no veo sociedad más democrática que cuando la gente toma la existencia colectiva en sus manos y se reúne en asambleas para deliberar y decidir sobre lo que hay que hacer. Por más precaria que sea en sus efectos y cortísima en el tiempo (como fue hace 10 años) hay más invención política liberadora ahí que en el despacho público de un ex piquetero atendiendo los reclamos de sus "bases".

5.- ¿Es posible aquí y ahora sacarse los zapatos?

A pesar de lo dicho, la expresión de Laclau pone en evidencia la corrección de la teoría que Badiou desarrolla acerca del sujeto reactivo pensado a partir de la relación que mantiene con el acontecimiento y su huella. Si bien el sujeto reactivo se estructura subordinando al sujeto fiel, habíamos visto que éste se transforma en su "inconsciente", es decir, carga con él. Y la conducta (es decir, la política) del sujeto reactivo no podrá desentenderse de esa carga a la que tendrá que darle algún lugar, tratar con ella. Para mi esa es la matriz del progresismo real que exhibe el gobierno.

Esa latencia que se aloja en el interior del Kirchnerismo también es captado por Horacio González, cuando preguntado sobre esta circunstancia responde: "Está en un segundo plano, como esa chicharra que suena muy de tanto en tanto como alerta para el pensamiento crítico. Ese sentimiento está latente hoy, pero sustituido perfectamente por cierta eficacia que demuestra el Estado en equilibrar a favor de las situaciones históricamente desequilibradas de índole popular y social, en todas las acciones públicas" (2001, Relatos de la crisis que cambió la Argentina, M. Barrientos y W. Isaía, Patria Grande, Bs. As. 2011, pág. 93) Con su tradicional estilo poético Horacio González ha dado una excelente definición de la función de un sujeto reactivo.

Esta combinatoria explica la mixtura de palabras que se disparan desde lo más alto del gobierno como por ejemplo: emancipación e igualdad, por un lado, y al mismo tiempo implorar ante el mundo la vuelta a un capitalismo cuasi fordista del siglo pasado. ¿Qué tipo de liberación es esa?

El kirchnerismo camina sobre las brazas del 19/20-12-2001 y las posibilidades que ahí se abrieron. Usa zapatos de amplia protección pero siente el calor. La presidenta está convencida que entre trabajadores, empresarios y Estado "cuando uno discute y pone todo sobre la mesa, descubre que los intereses son definitivamente concurrentes" (discurso en la inauguración de una nueva cede de la CAC, 7-9-11), pero al mismo tiempo miles de jóvenes ofrecen sus brazos diciendo que ellos están dispuestos a seguir adelante con la "liberación". ¿Qué tipo de liberación en esa?

Me parece que esta tensión interna va a tomar cuerpo rápidamente en el plano de las ideas y seguro que vendrán discusiones importantes en el interior del Kirchnerismo. Carta Abierta salió a la palestra en un momento de extrema debilidad del gobierno. Al comienzo de su gestión gobernar era principalmente resolver los temas urgentes y de coyuntura en la manera que la política ligada al Estado lo hace usualmente: negociando y cediendo, ganando y perdiendo. Pero llegó un momento en que el sujeto oscuro quiso retomar el control absoluto que había tenido que ceder después del 2001 (el neoliberalismo "puro" liderando el conflicto de El Campo) y pusieron en evidencia que el Kirchnerismo no tenía un discurso propio. Carta Abierta le dio la letra que necesitaba. El enemigo fundamental al que apuntaron sus dardos fue al sujeto oscuro, ligándolo con la dictadura, la década infame, etc. Sea cual sea el juicio que se pueda tener acerca de sus posiciones, hay que resaltar que la aparición de Carta Abierta es una muestra cabal de que la política es, antes que un medio o una técnica, un pensamiento.

Creo que para la visión de este grupo de intelectuales el triunfo aplastante de Cristina en las elecciones de Octubre, es suficiente garantía de continuidad y seguridad para abortar cualquier intento "destituyente". Quizás haya llegado la hora de sentir el calor bajo los pies. O, dicho de otra manera, ya que la "destitución" está en retirada ¿no es hora de plantearnos en serio eso de la "emancipación".

6.- ¿De qué emancipación se trata?

Quiero ofrecer a este debate un par de ideas o sugerencias. La fuerza del capitalismo es inmensa pero lo es más aún cuando uno se plantea la misión de destruirlo. Es desalentador y desmoralizante. Por eso el primer paso que hay que dar es decir que aquí se trata de política y no de economía. La lucha debe ser política. El capitalismo es, además de un modo de estructurar la producción, una política. Una política que se organiza alrededor del Estado, sus partidos, sus instituciones y sus múltiples aparatos ideológicos, es portador de de un discurso político dominante y construye constantemente consensos que capturan a la inmensa mayoría de la población y la someten sutil o violentamente a la impotencia.

Vivimos dominados por una ideología política, que nos articula en un sentido común que hace lazo entre los humanos. El secreto más cuidado por el capitalismo mundial es que la llave de su reinado es esencialmente política. No escatima esfuerzo alguno para repetir una y mil veces que la política debe subordinarse a la economía. La fuerza devastadora de esta idea es tal que cuando una política (como es el caso de nuestro país) encara medidas de control e intervención en algunos de los grandes nichos del neoliberalismo, no hace más que cumplir con el santo mandato: la política al servicio de la economía.

La importancia del 19/20-12- 2001 y de muchas otras que hoy asoman por el mundo, es que no fueron revueltas económicas, sino revueltas políticas que pusieron a la orden del día la impotencia (es decir, la connivencia) del sistema político hoy realmente vigente para encarar los desastres que provoca el hecho que nuestra existencia colectiva esté tramada por la lógica del lucro capitalista. Hay que decirlo con toda la fuerza: es esta bendita democracia realmente existente (y su partenaire, la dictadura) que no hacemos más que santificar como lo menos malo, el tapón que nos condena a que nada cambie. Ese tapón es una manera de pensar y hacer la política. Cuando en las jornadas del 2001 se gritaba "que se vayan todos y que no quede ni uno solo", la respuesta de ese tapón, al frente del cual estaban también, y en primera fila, los partidos de izquierda, fue: ¿y si se van todos quién gobierna? . Es que para este pensamiento-tapón, la política es en su esencia gestión, gobierno, programas, orden, eficacia. No se pensó que ese rechazo bien podía ser un ¡ya basta! a toda una configuración política tramposa. Yo pienso que fue así y ahora es preciso seguir las consecuencias de esa decisión.

Es común que sean los voceros del mismo sistema los que proclaman sus verdades de manera transparente porque esa transparencia vela lo real del problema. En este caso le tocó decirlo a Cristina F. de Kirchner en su discurso en el seno del G-20. Dijo lo que todos sabemos y leímos: los grupos financieros y parafinacieros envuelven al capitalismo mundial en un torbellino incontrolable, anárquico, y que había que tomar medidas para terminar con eso. Pero inmediatamente agregó: ¡ojo!, ¡cuidado! que ese vendaval podía arrastrar a las democracias…Podemos leer esto pensando que nuestra presidenta alerta que gobiernos totalitarios y antidemocráticos se apoderen de algunos países. Realmente esto no sería un problema para el capitalismo, China no es precisamente un dechado de democracia y sin embargo el capitalismo allí tiene una salud envidiable por todos. La advertencia dada como supremo peligro apunta a un guiño al Occidente, libre, democrático y defensor de los derechos del hombre (que es el entramado ideológico impuesto al mundo por un puñado de países poderosos) para que tome nota que si la gente no aguanta más y sale a la calle ¿qué hacemos? Es la percepción que sin su soporte político el capitalismo entraría en una zona de riesgo incalculable. Para decirlo crudamente: uno puede animarse a despotricar contra el capitalismo aún en la cara de sus administradores supremos, pero jamás despotricaría contra la democracia. Es decir: contra una concepción de la política que la condena a ser un instrumento del Estado, secuestrada en el interior de los partidos, a la representación cuantitativa, a la gestión de lo que hay, a su dependencia de la economía, etc. comandada por la sagrada convicción de que no se puede hacer otra cosa que lo que es posible en cada momento tratando de elegir, siempre que se pueda, el mal menor. Es el famoso "extremo centro".

El kirchnerismo, pensado como sujeto político reactivo que debe convivir con un incipiente sujeto fiel a las posibilidades políticas abiertas por el 2001, se puede dar el lujo de presentarse ante el mundo ofreciendo sus recetas económicas para paliar las crisis de los países centrales y colaterales, algunas de ellas "opuestas" a las del FMI (opuestas entre comillas porque todas tienen como objetivo común hacer viable el capitalismo), pero es difícil que en política aconsejen otra cosa que no sea someterse a la democracia realmente existente. No es el 2001, el "infierno", la rebelión contra gobiernos elegidos democráticamente, una medicina que nuestros gobernantes vayan a ofrecer a los foros mundiales.

En definitiva, el kirchnerismo no es un acontecimiento político, pero por medio de la visión que compartimos sobre lo que es propio de un acontecimiento, podemos afirmar que es un sujeto reactivo dispuesto a extinguir lo que la huella del 19/20-12-2001 abrió como posibilidades de políticas inéditas. A diferencia del sujeto oscuro, que además de negar el acontecimiento, oculta el nuevo presente e intenta aniquilar los incipientes cuerpos políticos, el reactivo camina sobre su propia razón de ser tratando de apagarla. Si hay una vuelta real de la política de la mano del kirchnerismo, para que esta no sea una cuestión general encerrada en el renacer del "interés" por "la" política, cabe entonces que trabajemos sobre esa "latencia" y empecemos por declarar que lo que tiene que volver es la política emancipativa, y entonces afirmar la huella acontecimiental, propagar el nuevo presente y a independizarla del Estado, sus partidos y de la economía.

Entonces: ¿de qué emancipación se trata? De una emancipación política. Una emancipación que comienza por emancipar a la política misma de su esclavitud a la economía, el Estado, sus partidos y la gestión. Por difícil que pueda ser esta tarea, su materia prima es la gente, su pensamiento, su lucha y su organización, y está disponible siempre en el presente, aquí y ahora. En cambio, ponerse por objetivo destruir el imperio mundial del capitalismo es una trampa de la propia política del capitalismo y su labor no se detiene allí, sino que también nos ofrece la ideología y el sistema político (la democracia SA) para llevar adelante esa infinita tarea. Este dispositivo nos lleva a postergar siempre la cuestión final para un futuro para el cual nunca parece que estaremos lo suficientemente fuertes y preparados para esa batalla final. Jamás podremos estar presentes en el presente. Esa postura nos obliga a entretenernos con cuestiones menores, conquistadas gradualmente como escalones de una escalera a la fama que nunca se alcanza. Pero lo peor de todo, es que esa experiencia política emancipadora, en lo esencial, ya se intentó por las vías de sus dos variantes principales: la revolucionaria y la reformista, con los resultados por todos conocidos. ¿Para qué insistir? ¿No es hora de abrir nuevas secuencias políticas emancipativas, a partir de nuevos principio, prácticas y organizaciones? ¿No ha llegado el momento de afirmar expresamente que la política no es apéndice de ninguna otra cosa que no sea lo que ella misma pueda pensar-hacer sostenida en los principios de emancipación e igualdad de todos los seres humanos?


Las izquierdas en el ojo de la tormenta

Raúl Zibechi
La Jornada

En la edición de noviembre de Le Monde Diplomatique, Serge Halimi desarrolla en un extenso artículo su visión de los problemas que atraviesa la izquierda europea. En La izquierda que ya no queremos desgrana una fuerte crítica a los gobiernos que se proclaman socialistas por su manejo de la crisis, ya que no encuentra mayores diferencias entre lo que hacen los conservadores y los progresistas una vez que conducen la cosa pública.
"La izquierda reformista se distingue de los conservadores mientras dura la campaña por un efecto óptico. Luego, cuando se da la ocasión, se esfuerza por gobernar como sus adversarios para no perturbar el orden económico, para proteger la platería del castillo"
Lo interesante de su análisis es que apuesta por rupturas. Rescata el triunfo electoral del Frente Popular francés en 1936, no por lo que hizo el gobierno, sino porque su victoria liberó un movimiento de revuelta social al dar a los obreros la sensación de que ya no chocarían como antes con el muro de la represión policial y patronal. En suma, apuesta por lo electoral en tanto pueda ser un activador de la protesta social para procesar las necesarias rupturas con el capitalismo. Es un cambio respecto de la tradicional estrategia de las izquierdas, no sólo europeas, ya que el sujeto vuelve a ser la lucha social, la lucha de clases, y ya no los aparatos político-electorales.
Halimi reconoce los riesgos que encierra la crisis actual, o sea, el desborde del capital financiero contra los Estados luego de su ataque frontal a los sectores populares. Su análisis no alcanza, pese a todo lo positivo que incluye, a diseñar una estrategia alternativa a la que hasta ahora fue hegemónica en las izquierdas: tanto las europeas como las de los países periféricos, tanto moderadas como radicales. Muchos de los dilemas que se le plantean al continente que vio nacer el sindicalismo, el socialismo y el comunismo y que parece resignarse más que otros a su desaparición, son en realidad problemas que nos aquejan a todos los anticapitalistas en todas partes del mundo.
Los resumiré en dos aspectos: no tenemos estrategias para vencer al capital, ni electorales ni insurreccionales, y no tenemos siquiera un imaginario alternativo a las urnas o a la toma del palacio. En segundo lugar, no hemos puesto en pie economías autosustentables, capaces de sostener la vida y de entusiasmar a los de abajo a dedicar todas sus energías a esas tareas. En suma, si llegamos a triunfar contra el capital, no sabemos con qué sustituir el capitalismo, salvo empeñarnos en repetir aquel socialismo de Estado (que en realidad era un capitalismo de Estado autoritario) que fracasó a finales de la década de 1980.
No es dramático carecer de estrategias, por lo menos durante un tiempo. Lo terrible sería creer que sabemos hacia dónde vamos y con qué pretendemos sustituir un sistema que agoniza. La crisis en curso, que apunta a la desarticulación geopolítica del mundo conocido, dividido en centro, semiperiferia y periferia, y a la parálisis de la acumulación de capital (o sea a la guerra de conquista como manifestación extrema de la acumulación por desposesión), implica que las fuerzas antisistémicas ya no podrán seguir operando en los escenarios conocidos.
Socialdemocracia, socialismo, comunismo y movimiento sindical están paralizados porque el mundo en el que nacieron y crecieron está desapareciendo rápidamente. Aun eso que llamamos movimientos sociales está en crisis, porque ya no pueden seguir actuando del mismo modo. Ya se habla de crisis de la democracia, de golpes de Estado, adivinando que aquel mundo que dio a luz las ideas y prácticas emancipatorias está en bancarrota. Eso es la crisis del capitalismo o el fin del sistema-mundo capitalista.
Cuando las izquierdas dicen que el capitalismo está en crisis, apenas se asoman a una media verdad. Si aceptamos que estamos ante la crisis del sistema-mundo, debemos comprender que nosotros somos parte de esa crisis, porque nuestros movimientos nacieron en ese sistema y están llamados a desaparecer con él. Por eso se trata de construir otra cosa, de imaginar otras estrategias para cambiarnos en el mundo, porque no sólo se trata de cambiar el mundo, como si fuera algo externo a nosotros.
Faltan dos cuestiones. La primera es comprender que hace falta mucha más crisis para que algo pueda cambiar. Hace falta que el sistema se desmorone, y debemos trabajar para que eso suceda. Cuando algo se derrumba es evidente que nosotros caemos, y ese es un riesgo que no podemos eludir, porque sería vanidoso pretender que podemos salvarnos por el solo hecho de creernos revolucionarios, y porque resulta éticamente inaceptable ocultar ese riesgo a los seres humanos con los que convivimos y con quienes militamos.
Hay habilidades para reducir el impacto de un derrumbe siendo parte de lo que se autodestruye. Pero es bueno saber que la lógica de un derrumbe consiste en que no se puede controlar el proceso entero, porque las cosas en la vida real no funcionan como esas demoliciones programadas que nos muestra la televisión. En esta caída sistémica hay un impulso interior autodestructivo incontrolado (léase sistema financiero o guerra nuclear). En ese escenario debemos reconstruir algo que no sea capitalismo.
La segunda cuestión es que hay que hacer no capitalismo aquí y ahora, porque lo que venga luego del derrumbe no se puede improvisar. Sólo los pueblos indígenas y campesinos, los afrodescendientes y sectores populares urbanos de nuestro continente tienen experiencia en vivir de este modo. Sus saberes serán imprescindibles para sobrevivir en las caídas y para hacer un mundo mejor. Pero, claro está, nada de eso es útil para ganar elecciones. La lógica del mal menor también está en crisis, escribe Halimi. Además critica a la izquierda radical, que sueña con aislarse en una contrasociedad aislada de las impurezas del mundo y poblada de seres excepcionales.


Cambia, todo cambia.    

 Jorge Luis Cerletti   
La Fogata

  “Vislumbrar otra economía, otras relaciones sociales, otros modos y medios de producción, y modos de vida pasa por `irrealista´, como si la sociedad de la mercancía, del salario y del dinero fuera insuperable.” (“André Gorz – Ecológica”; Edit. Capital Intelectual; pág. 25)   

   Esa visión crítica y justa, paradójicamente, pareciera un devaneo ajeno a la “realidad”. Es que transgrede el sentido común vigente moldeado por la hegemonía cultural capitalista. Y de ella surge el actual estrellato del “consumismo” que ha superado en importancia al paradigma del trabajo de épocas anteriores. Mas, ese desplazamiento que ha arraigado profundamente en la subjetividad social no es un producto circunstancial de la propaganda sino que proviene de necesidades sistémicas claves.    

En la fase ascendente de la burguesía, durante buena parte del siglo XIX y de la posterior etapa “fordista”, prevaleció la exaltación del trabajo. Es que dicha clase, en su lucha por dominar al proletariado, priorizaba enmascarar la expropiación a que lo sometía para lo cual identificaba el trabajo humano con el trabajo asalariado. Ensalzaba al primero, vital para la subsistencia del género, en tanto que encubría al otro, esencial para la explotación económica.   

Después de la implosión del campo socialista se afianzó el capitalismo extendiéndose a todo el planeta. En este período la transnacionalización del capital hizo inviables las guerras entre las potencias aunque mantuvieron el  negocio de las guerras de rapiña “neocoloniales” atribuyéndose el rol de paladines de la democracia. Luego, las disputas entre las gigantescas corporaciones se atuvieron a lo político-económico y debido a su enorme capacidad productiva, acrecentaron la necesidad de realización del capital potenciando el consumo. Consolidado el imperio de la mercancía y el poder del dinero y las finanzas, la “civilización” capitalista acentuó su peor rostro. La acumulación de riqueza de unos pocos en detrimento de la gran mayoría, el éxito que premia la habilidad de imponerse al otro, el consumo como símbolo de diferenciación social y generador de enormes desperdicios que alimentan el despilfarro de recursos y de energía que conllevan la devastación del planeta y aquí paramos de enumerar “virtudes”.  

Frente a esa hegemonía opresiva surgen resistencias de distinta naturaleza y magnitud. Las grandes luchas de signo popular libradas en estos últimos años en Sudamérica horadaron el cerco “neoliberal” que parecía infranqueable. Sucesos que abrieron paso al ascenso de varios gobiernos que, limitaciones y diferencias aparte, engendran malestar y fricciones con el imperio y los establishment locales.   

Si ahora enfocamos los atisbos de lo que está naciendo en contradicción con la cultura hegemónica, se notan cambios que semejan simientes de un futuro impredecible.   

Al margen de las variaciones en las contradicciones de clase, materia de otro análisis,  aparecen formas de relación social a contramano de las que engendra el capitalismo que ha impuesto en el mundo su marca “made in Occidente”. Potenciado por lo económico que es determinante y base de su poder, ha exhibido una gran capacidad para absorber o neutralizar culturas diferentes. No obstante, las contradicciones que devienen de la explotación-dominación que ejerce, provocan reacciones en contra del sometimiento. Como ejemplo de esto emergieron las luchas de los pueblos originarios de América Latina y la “resurrección” de sus múltiples culturas que fueron soterradas durante cinco siglos. Entre ellas se destacan los pueblos andinos de Bolivia y los de Chiapas en México que produjeron experiencias muy ricas.  

El tipo de relaciones que funcionan en esas comunidades así como las aperturas políticas que impulsan, en especial el zapatismo, resultan un cuestionamiento vivo a la lógica capitalista. A pesar de los cercos con que quieren aislarlos, han conmovido sus respectivos escenarios nacionales y trascendido a nivel internacional. Una muestra reveladora de sus concepciones se puede apreciar recurriendo al significado de dos de sus consignas: la del “buen vivir” y la de “mandar obedeciendo”. La primera enuncia sintéticamente lo que se desprende de la cita de Gorz. Se concibe la vida como el bienestar del común ligado a relaciones humanas dignas en las que se practica el cuidado de la naturaleza y se enjuicia la voracidad del interés egoísta. La segunda, problematiza el poder y la representación proponiendo formas de participación efectiva opuesta a la opresión. Integradas ambas, constituyen un novedoso pronunciamiento contra la explotación y la dominación.  

Se podría objetar que lo anterior procede de pueblos campesinos y que por tanto no se corresponde con el elevado nivel de urbanización mundial y la revolución tecnológica en marcha. Nosotros pensamos que expresan un alto contenido universal aportando aire fresco para la renovación de las políticas emancipatorias que tan necesario es repensar.  

En esa tesitura también debemos reconsiderar los niveles micro de las relaciones humanas y los alcances de la revolución tecnológica en nuestras sociedades. Al respecto existen transformaciones “moleculares” cuyas proyecciones son un capítulo abierto. A eso se refiere la siguiente cita de Holloway: “El cambio social es más bien el resultado de la transformación apenas visible de las actividades cotidianas de millones de personas.” (“Agrietar el capitalismo”; ediciones Herramienta, pág. 13)                       

Convivimos inmersos en una cultura hegemónica alienante que incluso quienes nos oponemos a ella tenemos introyectada en variables dosis. Sin embargo, la dinámica vertiginosa de nuestro tiempo, acelerada por la revolución tecnológica, incluye importantes cambios  en la vida social que sedimentan con distintos ritmos.    

El avance manifiesto en la liberación femenina, aunque limitado, parece monumental comparado al papel de la mujer en la familia patriarcal de pocas generaciones atrás. Y luego de la conquista de la ley del divorcio, la familia misma ha perdido la hipócrita cohesión que aparentaba a lo que se suma la reciente legitimación de las relaciones homosexuales. Asimismo, el vínculo entre las parejas es mucho más libre y para amplios sectores de la población no pasa por lo institucional.  

En el campo de la ecología, la formidable agresión al planeta ha encendido múltiples luces de alarma y generado una creciente conciencia colectiva impulsada por los movimientos ambientalistas. Hoy ya resultan impensables planteos que promuevan la emancipación sin incluir estas problemáticas.  

Por último y lejos de agotar el tema, queremos señalar algunos efectos “colaterales” del  vertiginoso desarrollo tecnológico que es direccionado y financiado por el gran capital pero que no puede impedir fisuras e instrumentaciones contrarias a sus intereses.  

Las redes informáticas han crecido notablemente como vehículo de convocatorias de distinto tipo. Testimonios de ello son las manifestaciones actuales en países árabes y Europa, las ideas zapatistas que surcaron el globo, WikiLeaks y también nuestras propias experiencias. Y así como el capital financiero se conecta al instante en todo momento, las interconexiones entre lo local y cualquier punto del planeta tienen una   enorme potencialidad. Viabilizar la participación efectiva de la población controlando las burocracias estatales, intervenir en la elaboración de proyectos comunitarios, descentralizar y transparentar el poder, son algunas muestras de posibilidades futuras.  

La desestructuración de los imperios se cuece a fuego lento. Quizá hayamos aprendido que la emancipación implica procesos azarosos, de largo aliento y que no se reducen al “asalto revolucionario”. Las alternativas se van forjando al calor de las luchas y de las ideas renovadoras mientras el horizonte se perfila al ritmo de nuestros pasos. No existen garantías ni tiempos preestablecidos. Lo indispensable es el compromiso en la gestación de sociedades más justas, libres e igualitarias.


La soja genera productividad, pero de "pobreza"


Graciela Cristina Gomez
Ecos de Romang

"Con el cultivo de la soja sólo aumenta la pobreza en el Paraguay será cada día más alarmante y no sólo por una cuestión de cifras, sino por el dolor y menoscabo de tantas personas a las cuales se les niegan derechos fundamentales. Si hay productividad, tenemos una productividad de pobreza en el Paraguay".

La frase del sacerdote Bartomeu Meliá es un correlato de nuestro país, donde la arkas existen y dependen del yuyo.

El 4 de noviembre en el Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos (ISEHF) de Asunción, el periodista Paulo López logra una entrevista exquisita por su contenido y manejo de interrogación que da gusto leer y releer en toda su extensión, con el broche de lucidez de cada respuesta de Meliá.

Con un doctorado en la Universidad de Estrasburgo en el año 1969 con una tesis : "La creación de un lenguaje cristiano en las misiones de los guaraníes en el Paraguay".

Ex profesor de etnología y de cultura guaraní en la Universidad Católica de Asunción, donde también fue presidente del Centro de Estudios Antropológicos, entre otras verdades dice en esa entrevista: "Desde ese año tengo conocimiento del Alto Paraná, y de partes de Canindeyú, es decir, más de cuarenta años. Por lo tanto, cuando hablo de deforestación, sé de qué hablo" dice el jesuita.

El Alto Paraná ha sido destruido y esa es también la destrucción de los pueblos indígenas que están ahí desde tiempos anteriores a cualquier colonización, dice con firme convicción.

Meliá realizó el informe sobre comunidades indígenas en el Alto Paraná en el año 1976, junto otros autores, un estudio encargado por la Itaipú Binacional, por pedido del Banco Mundial. "La deuda histórica y económica que esta tiene hasta ahora con el hábitat de los avá-guaraní no está saldada. Su territorio fue usurpado, robado, deforestado y destruido" es algo que denuncia siempre.

Por ellos son conocidos sus dichos sobre que "Alto Paraná ha sido destruido y no hay argumento válido para justificar esta destrucción" "Si hay productividad, tenemos una productividad de pobreza en el Paraguay" y por ello aboga por la implementación de leyes tributarias como el Impuesto a la Renta Personal (IRP).

Del censo de 2008 surge la relación entre la expansión de los latifundios con el cultivo de soja, de 26 fincas que lo hacían en el 91 pasaron a 482 en el 2008. Sumado a ello 5 millones de hectáreas están en manos brasileñas, mientras que Brasil restringe la venta de tierras cultivables a extranjeros.

El origen de esa restricción de agosto de 2010, durante el gobierno de Lula Da Silva, cuyos máximos son entre 250 y 5000 hectáreas, dependiendo de la zona del país, la cantidad de tierras rurales que pueda adquirir una empresa extranjera o brasileña pero controlada por capitales extranjeros.

Pero en Paraguay el sojero brasileño Tranquilo Favero tendría la propiedad de más de 600 mil hectáreas de suelo paraguayo, obtenido por medio de la usurpación. Tierras que en 1888 fueron adquiridas por empresarios extranjeros que nunca pagaron por ellas, el Estado las recuperó en 1953 y una denuncia del 2009 habla de falsificación de títulos.

El 13 de julio pasado el nombre del productor resonó con la muerte un niño por malformaciones. La familia Escurra-Ramírez, vive en la comunidad de Itaipyte, una de las colonias paraguayas que se desprendieron de la propiedad de Favero y con la que hoy conviven rodeados de soja. Las fumigaciones fueron la causa, el niño vivió sólo 5 meses, sus padres hicieron lo imposible por salvarlo y hasta vinieron a nuestro país a la ciudad de Esperanza. Un dato que nuestro Ministro archicuestionado Miguel Capiello no informa a los medios como tampoco los miles de niños locales con esas patologías, como Julieta Sandoval nacida en Tostado y fallecida a los 7 meses por las múltiples malformaciones. En Santa Fe hay que resguardar la soja, y echarle la culpa al roedor.

Bartomeu Meliá recibió días pasado el premio "Bartolomé de las Casas" en cuya oportunidad se refirió a la "maldita soja": "El cultivo de la soja es uno de los rubros más improductivos para el bien del país, como lo era y todavía lo es el negocio de la madera" sostiene el sacerdote.

Refiriéndose a la deforestación irracional y abusiva y la baja productividad que representa su cultivo y otros rubros de la agroindustria para el país. "Por eso hay que agregar que los aportes mínimos y bajísimos que representa a la economía son tan ridículos que, más que reír, hacen llorar". "El avance de la frontera agropecuaria necesariamente se hace a costa del bosque nativo en el país. En el periodo entre 1976 y 2005 se desmontó el 80% del Bosque Atlántico de Alto Paraná".

La soja, por ahora, se desarrolla en la Región Oriental y ocupa aproximadamente el 17,5%. El porcentaje es relevante porque es allí donde vive el 97% de la población. Este año serán 3.000.000 de hectáreas, lo que hace exactamente el 20% del territorio de la Región Oriental, al menos la cuarta parte está ocupada por sojeros.

Estas cifras indican la gravedad de lo que considera el sacerdote un "delito ecológico y contra la población paraguaya", que no se beneficia casi en nada en este proceso.

"Con el cultivo de la soja sólo aumenta la pobreza en el Paraguay será cada día más alarmante y no sólo por una cuestión de cifras, sino por el dolor y menoscabo de tantas personas a las cuales se les niegan derechos fundamentales. Si hay productividad, tenemos una productividad de pobreza en el Paraguay".

La misma productividad de pobreza argentina, donde el consumo sólo significa bolsillos manchados con sangre. Pero es una propuesta impulsada por la presidenta en la reunión del G-20: "Es el momento de avanzar en el consumo". Ir de shopping, es el premio por vivir en Majdanek (campo de exterminio) a la vista de todos, con la venia de un nuevo Negacionismo, que omite, minimiza y niega la realidad.
 


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