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ALCA

América Latina: integración o zona franca

Emir Sader

El MERCOSUR (Mercado Común del Sur) es el único proyecto de integración sin la participación de las grandes potencias capitalistas -que articulan los tres megamercados del hemisferio norte. El inicio modesto se transformó, cuando la crisis mexicana de 1994 bloqueó la capacidad norteamericana de incorporar nuevos países al TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) -como Chile, que ya había sido electo como el próximo candidato-, tanto por el desistimiento de éste, cuanto por el retiro de la "vía rápida" por el Congreso norteamericano para el que el presidente Bill Clinton negociase nuevos acuerdos comerciales.

Con eso, el Mercosur ganó tiempo y espacio. Tiempo para consolidarse y espacio para la adhesión de Chile y de Bolivia, así como para el inicio de negociaciones con los países del Pacto Andino en crisis. En la reunión del ALCA (Área de Libre Comercio en las Américas), en Santiago de Chile, en 1998, el Mercosur consiguió negociar como bloque, así como definir que ningún acuerdo del ALCA entrará en vigor sin que todos ellos hayan concluido y empujar hasta el 2005 la vigencia de estos acuerdos. Fue el momento de mayor fuerza del Mercosur.
Desde entonces, la crisis brasileña y la desvalorización del real introdujeron una cuña entre los dos principales socios, poniendo en cuestión el futuro de la integración propiciada hasta allí por el Mercosur. La paridad cambiaria pasó a funcionar abiertamente con un peso para la Argentina, profundizando sus déficits públicos, de la balanza comercial y de la balanza de pagos y colocando la economía del país ante un dilema: ¿cómo salir de la paridad, sin perder la estabilidad?
Dos alternativas se presentan a ese dilema: dolarización o moneda única regional. El gobierno brasileño señala su oposición a aquella, pero no da ningún paso en dirección alternativa, sin darse cuenta que la dolarización liquidaría de una vez el Mercosur y aplanaría definitivamente el camino para el ALCA, que tiene en la reunión de abril del año próximo, en Quebec, la decisiva oportunidad para firmar los acuerdos que entrarán en vigor en el 2005.
La carta mexicana
Es en este cuadro que se da la elección de México que ya era presentado por los organismos financieros internacionales -nuevamente- como el ejemplo a ser seguido. Después de dejar de serlo, a partir de la crisis de 1994, el acoplamiento de la franja norte del país con el boom de la economía norteamericana sirvió como palanca para un nuevo ciclo expansivo, que presenta los mejores resultados macroeconómicos del continente, aunque acompañado del deterioro de los indicadores sociales. No obstante, todavía más ahora, empacado con la marca de la tercera vía -que ya domina el continente, a partir de Argentina, Chile, México y Brasil, a juzgar por las invitaciones de sus líderes- el modelo mexicano surgirá como aquel que habría superado el estancamiento por el acoplamiento con la economía de los Estados Unidos, apareciendo como el sello que legitimaría las ventajas de adhesión a un proceso de integración continental hegemonizado por la mayor economía del planeta.
¿En que consiste el proceso expansivo mexicano de los últimos años? Cuatro características marcan las transformaciones operadas en México: la modificación de los criterios para el uso de sus recursos estratégicos (del petróleo, en primer lugar); la reconversión de la industria a la producción llamada "maquila"; una reorganización del mercado del trabajo y de los mecanismos de distribución de la renta; y el rediseño económico del territorio mexicano.
Para recuperarse de la crisis de la deuda del comienzo de los años 80, México hizo del petróleo el nuevo motor de la economía, favoreciendo el encadenamiento productivo con el exterior, en particular con los Estados Unidos, en el lugar de la consolidación del sistema productivo y del mercado interno. Paralelamente el petróleo se abrió al capital norteamericano, permitiendo a los Estados Unidos garantizar reservas próximas y más seguras que las de Oriente Medio.
Valiéndose de una diferencia salarial que llega a siete veces, las empresas norteamericanas hicieron del norte de México una especie de gigantesca zona franca, donde la mano de obra es explotada sin ningún tipo de derecho sindical y con importación de más del 90% de los insumos utilizados. Esa misma disparidad no disminuye, sino que aumenta aún más la emigración de los mexicanos hacia los Estados Unidos, provocando el mayor flujo migratorio del mundo.
Tras el fin de la reforma agraria de la revolución mexicana, con la autorización de la venta de los lotes donados a los campesinos, se incrementa una reorganización económica del territorio mexicano, conforme a los proyectos geopolíticos de los Estados Unidos, que incluyen, más allá del control del petróleo, el de la biodiversidad, siendo que México posee las más ricas reservas del continente, y la construcción de un nuevo canal que unirá los dos océanos, a través del istmo de Tehuatepec. Esa obra representa la delimitación de una nueva frontera económica de desintegración interna de México y de integración subordinada de los Estados Unidos.
Al contrario de lo que los grandes medios informaron, México ya había estado una vez dividido en las elecciones: en 1988, cuando Cuauhtemoc Cárdenas ganaba al candidato del PRI, el sistema cayó y, a su regreso, ganó el hoy fugitivo de la Justicia Carlos Salinas de Gortari. Todos los observadores testificaron que Cárdenas había ganado, hubo protestas, pero se trataba de una superación del PRI por la izquierda, a las vísperas de entrada en vigor del TLC y entonces quedó por eso mismo.
Ahora se trata de una salida "confiable", por la derecha, con un candidato que ya aceptó la privatización de la empresa estatal petrolera mexicana, Pemex. Ahí el coro internacional no se hace esperar, con la CNN anunciando que "México hizo la gran revolución democrática del siglo XXI" y el propio Fox diciendo que va a gobernar con el sector "honesto" del PRI.
Fernando de la Rúa mantuvo la misma política económica, sin Menem. Salió mal y su popularidad descendió rápidamente. Fox promete la misma política económica, sin el PRI. ¿Será ese el proyecto de la tercera vía para el Brasil? ¿La misma política económica sin Fernando Henrique Cardoso?
Brasil y América Latina están, así, entre la dolarización y la moneda única regional, esto es, entre un Mercosur ampliado y profundizado o el ALCA. A fines de enero se anuncia la realización de un Foro Social Mundial alternativo a la reunión de los magnates de la especulación mundial en Davos. En los primeros días de febrero se realizará en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, un seminario para la formulación de un proyecto alternativo de integración latinoamericana, que se realizará en la perspectiva de confrontar los acuerdos que serán discutidos en Quebec en abril de 2001 y que comprometerán el futuro del Brasil y del continente en una u otra dirección. Consolidación de la integración internacional subordinada (convertida en una inmensa zona franca) o lanzamiento de un proyecto internacional alternativo, a partir de una integración latinoamericana que apunte a una amplia alianza con todo el hemisferio sur -gran mayoría de la humanidad, excluida de los tres megamercados que dominan el mundo: ese es el desafío que tenemos por delante.