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Alca

3 de abril de 2004

Posición de la Campaña Peruana frente al ALCA y el Tratado de Libre Comercio con los EE.UU.
¿TLC para mayo?

Comité Peruano de Campaña Frente al ALCA
Alainet


Pocas veces una noticia que corresponde a las relaciones entre dos países, logra tener tanta importancia para otros. Acaba de conocerse que los gobiernos de Estados Unidos y Colombia han fijado el 18 de mayo como la fecha en que deberá iniciarse la negociación de un tratado de libre comercio, estando previsto que a ella luego se incorporen el Perú y Ecuador, y que al último entre Bolivia, aparentemente cuando todo esté resuelto.

El presidente Uribe tiene motivos para festejar. Después de todo logró ser considerado como la prioridad andina del presidente Bush tras un largo esfuerzo por poner en el centro del comercio los asuntos de la guerrilla, el terrorismo y la lucha antidrogas, todos mezclados como para que no se entienda bien. Esta era una apuesta segura en los términos que más se ajustan hoy a las concepciones dominantes en la Casa Blanca y el Pentágono.

Un TLC que se conversa con Colombia, para luego obligar al resto a entrar en el aro puede apreciarse fácilmente como una prolongación de las políticas de intervención y control que están en marcha en esta parte del continente. Nadie se sorprenda que la bandera arriba para entrar a lo del tratado, se defina en la misma reunión en que se aprueba aumentar los fondos de ayuda militar para el "Plan Colombia" y se logra una autorización para aumentar el número de "asesores militares" de los Estados Unidos en territorio colombiano.

De un lado para otro

El hecho es que ya sabemos como será la negociación que se viene, o en todo caso como es que ahora está viendo Estados Unidos las cosas. Desde octubre de 2003 hemos pasado efectivamente por sucesivos cambios, ante los que ninguno de los gobiernos implicados ha protestado o hecho alguna observación de procedimiento. Recordemos nomás que en plena lucha de Washington por desarmar el G-21 y disipar los efectos de la crisis de Cancún, se ofrecieron TLC bilaterales a distintos países, en la línea del que venía de ser suscrito con Chile, después de una larga negociación. Esto quería decir un uno a uno, en el que todos querían ser los primeros.

Luego se supo -porque así le pareció a los Estados Unidos-, que la negociación se haría con cuatro países andinos, dejando a un lado a Venezuela por razones obviamente políticas, y prescindiendo de la CAN, como si esta organización con más de treinta años de existencia, estuviera pintada en la pared. Esta invitación se convirtió, más tarde, en una secuencia en la que primero se negociaría con Perú y Colombia, y en un segundo momento se extenderían los acuerdos a Bolivia y Ecuador. Ahora tenemos otra variante. Primero Colombia, y después Perú y Ecuador, mientras Bolivia queda relegada para el final de las negociaciones.

Hay una clara vulneración de soberanía en todas estas idas y venidas, a pesar que se supone que es un trato entre países que se deben respeto mutuo. Pero no hay mucho de que sorprenderse si se toma en cuenta las abiertas presiones norteamericanas para hacer que la etapa previa a la discusión de los contenidos del TLC le sirvan para arreglar problemas pendientes con nuestros países, como es el caso del reclamo de las empresas estadounidenses con juicios con el Estado peruano para que una resolución "rápida y justa" de las controversias, que se entiende como con intervención política y a favor de los intereses extranjeros.

Se ha hecho casi natural que en la lógica de lo que se llama ahora libre comercio, los participantes imaginen que pueden transar sobre cualquier cosa, incluida la independencia de poderes, la democracia y la dignidad de las naciones.

Todo por el TLC

Las negociaciones por el TLC tienen un resultado casi asegurado desde el momento que los países andinos convocados a participar en él se han comprometido ante sus pueblos en la posición de que estos compromisos serán de todas maneras beneficiosos y que lo peor que puede sucedernos es quedar excluidos de ellos. De esta manera, al entrar a negociar, una de las partes -la de EE.UU-, puede afirmar que si no se le conceden los puntos que reclama, simplemente no habrá TLC y aquí acaba todo el asunto; mientras la otra -nuestros gobiernos-, se han comprometido a sacar el acuerdo sea cual sea el precio o tendrán que reconocer que han fracasado. Así entonces no estamos ante una relación simétrica y una negociación verdadera.

Cuando sólo uno puede exigir y amenazar con romper, y el otro empieza por someterse a la agenda, los plazos, los acompañantes del acuerdo, el orden de entrada de cada uno, y a los cambios que el otro impone, ya sabemos que esto será lo que Estados Unidos quiera, no lo que nuestros pueblos podrían estar esperando.

Lo más triste de todo es que hasta hoy no se logran ver los verdaderos peligros del TLC para diversos sectores de la sociedad en los países andinos. Frente al sueño de conquistar una pequeña porción del inmenso mercado norteamericano para los productos de nuestros países, ¿qué estamos dispuestos a entregar? Eso parece que no está en la preocupación de los gobernantes. Y tampoco de la mayoría de la población que está profundamente desinformada.

¿Vamos a facilitar la entrada de productos agropecuarios fuertemente subsidiados de los Estados Unidos, sin protección de nuestros mercados, conduciendo a la ruina a pequeños agricultores y campesinos?

¿Vamos a aceptar la cláusula de "trato nacional", para las transnacionales de bandera en los Estados Unidos, que reclaman tener los beneficios y oportunidades de las empresas locales, incluidas la micro y pequeña empresa, pero no sus obligaciones?, ¿entregaremos las compras estatales ahora asignadas a las pymes, al mejor postor, conduciendo a la pérdida de muchos puestos de trabajo? ¿Vamos a favorecer la privatización del agua potable, la salud y la educación, como parte de la liberalización de los servicios, afectando seriamente a los consumidores y arrebatando al Estado de sus últimos instrumentos de política de desarrollo?

¿Vamos a aceptar que se encarezcan las medicinas, los programas de cómputo y demás productos protegidos por las normas de "propiedad intelectual", que en otros TLC han aumentado los plazos de protección más allá de lo que exige la OMC con perjuicio a los consumidores?, ¿vamos a reconocer la propiedad intelectual que las transnacionales reclaman sobre productos tradicionales de nuestros pueblos como el caso de la maca y el yacón?

¿Vamos a acabar con la últimas empresas públicas porque eso conviene a los capitales transnacionales como ocurriría probablemente con lo que queda de la empresa del petróleo, los puertos y el resto del patrimonio público?

¿Vamos a someternos a tribunales arbitrales privados internacionales renunciando a nuestro propio sistema de justicia?

Estas deberían ser nuestras preocupaciones. ¿Qué se gana y qué se pierde con los TLC?, ¿quiénes ganan y quiénes pierden? Y sobre todo respetar el derecho de la ciudadanía a informarse y decidir sobre si le conviene el camino que nuestros gobiernos dicen que es el mejor y a la vez, contradictoriamente, del que no podemos escapar.

La Campaña Peruana frente al ALCA y el TLC con los EEUU llama la atención seriamente sobre lo que está sucediendo y convoca a que nos movilicemos para que estas negociaciones no subasten al país.

En esa línea convocamos a:

-Impulsar la iniciativa de lograr las firmas necesarias para que se apruebe una ley que obligue a consultar a la población en relación a los acuerdos que afectan las condiciones de vida y trabajo de las personas.

-.Rechazar que se tome el nombre del pueblo peruano en negociaciones que no han sido informadas ni consultadas y que van a tener consecuencias muy importantes y negativas sobre diversos sectores.

-Sumar esfuerzos de las campañas contra la deuda externa, las privatizaciones, el ALCA y el TLC, la guerra y la intervención, para movilizar el mayor número de voluntades para que otro mundo sea realmente posible.

Aprobado por la Asamblea de la Campaña Peruana frente al ALCA y el Tratado de Libre Comercio con los EE.UU., del 25 de marzo de 2004.