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La integración sudamericana y una versión light del ALCA

Caracas, Venezuela - Aram Aharonian para Adital _

El futuro de la integración entre los países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y los del Mercado del Cono Sur (Mercosur) parece ir por buen camino después de la reunión que los mandatarios andinos, más el presidente brasileño Luis Ignacio Lula de Silva, sostuvieron el fin de semana en Quirama, Colombia.

Allí por primera vez los países de la CAN analizaron a profundidad el tema del Área de Libre Comercio de las Américas (AlCA), sus oportunidades, amenazas y riesgos, tema donde los desacuerdos son muchos. Pero Lula llegó con una nueva versión, considerada "light", más flexibilizada y mucho más potable, que ahora debatirán no los técnicos sino los propios presidentes al más alto nivel político.

Lo cierto es que por primera vez en la historia sudamericana los dos grandes países sudamericanos, Brasil y Argentina, cuentan con gobiernos en sintonía progresista, con voluntad explícita de producir un viraje en el alineamiento con Washington.

La aproximación política entre los presidentes de Venezuela, Brasil, Argentina y Paraguay, Hugo Chávez, Inacio Lula da Silva, Néstor Kirchner y Duarte Frutos, respectivamente, hablan de una voluntad de integración real -política, económica, cultural- entre los pueblos sudamericanos. La apuesta es que este eje, en el que están presentes tres de los más grandes países de la región, sirva de locomotora de un proceso de integración al que se sumen las demás naciones sudamericanas primero, y centroamericanas, México y el Caribe, luego.

El distanciamiento del ALCA, la voluntad de promover una integración regional a partir del Mercosur y el deseo de negociar los plazos de la deuda externa para achicar la obscena deuda social interna, son buenas noticias para la región, que hoy sufre la ofensiva más fuerte del imperio desde los días de la Alianza para el Progreso y la doctrina de seguridad nacional, políticas de estrangulamiento de los movimientos populares de los años 60.

Para Washington la situación actual es delicada. Su principal aliado en la región es el gobierno colombiano de Álvaro Uribe, el hombre de la guerra y del Plan Colombia, una cabecera que ha resultado insuficiente para expandir los planes de la Casa Blanca. Perú y Ecuador, países donde la deuda externa se lleva el 25% y 40%, respectivamente, del presupuesto nacional, juegan un papel decisorio -junto a Bolivia- en las previsibles próximas jugadas de Washington. El control de la convulsionada región andina es clave tanto desde el punto de vista geopolítico como para contener la política integracionista sudamericana.

Si Washington logra controlar el esquema andino, Argentina y Brasil quedarían aislados sin poder concretar la tan ansiada interconexión interoceánica que daría impulso decisivo al comercio regional.

"La intención no es que terminemos siendo anaqueles dentro de un gran supermercado ni de que nuestros empresarios sean absorbidos o desvanecidos de la faz de la tierra por empresarios o por empresas más poderosas. Aquí se trata de hacer negocios, pero es para generar justicia social, a través del empleo, a través de la prosperidad, a través del intercambio, en términos donde todos podamos obtener beneficios y nadie salga perjudicado", señaló el canciller venezolano Roy Chaderton.

A lo largo de los años, la CAN se convirtió en una institución tecnócrata, letárgica, olvidando que representa al pueblo y por lo tanto debe tener un compromiso de justicia social indiscutible.

A los Estados les corresponde proteger a los capitalistas que generan empleo y evitar que "puedan ser succionados por una súper aspiradora con mucho más poder y con mucho mayores recursos que nosotros. Por eso es que necesitamos unir nuestros recursos de manera de ser fuertes en el proceso de negociación", dijo Chaderton.

Hoy aparece como muy importante el compromiso de los presidentes andinos sobre metas concretas: culminar antes de diciembre del 2003 la negociación de un Acuerdo de Libre Comercio entre la CAN y el Mercosur y en tres meses revisar las causas que han motivado la violación de normas y acuerdos por parte de la CAN.

Sobre las espaldas de las movilizaciones sociales, el triunfo de Chávez primero y Lula más tarde, la deserción de Menem y el discurso de Kirchner marcan tanto la derrota del neoliberalismo como la emergencia de una nueva realidad para la integración y el desarrollo. Obviamente con la condición sine qua non (sin otra alternativa) de romper con el viejo modelo.

*Aram Aharonian es corresponsal de Adital en Venezuela, presidente de la Asociación Latinoamericana para la Comunicación Social y director del mensuario "Question con Le Monde diplomatique"