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ALCA

27 de noviembre del 2003

El ALCA fue derrotada en el Miami militarizado

Mark Engler
Progreso Semanal
Jeb Bush deseaba una victoria en Miami, y la obtuvo, dice la Casa Blanca. Sin embargo, cualquier observador honesto sabe que las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fracasaron antes de empezar.

Casi una semana antes de la Cumbre, funcionarios de comercio anunciaron que ninguno de los temas centrales del acuerdo estaría en la mesa de discusiones. Negociaciones acerca de asuntos claves que han causado conflictos entre EEUU y las naciones del mundo en desarrollo - como tarifas agrícolas, propiedad intelectual y reglas para las inversiones extranjeras - se pospondrían para el próximo año. A fin de evitar el tipo de colapso experimentado por la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Cancún hace sólo unos meses, EEUU promovió en su lugar un ALCA "Lite" para salvar la cara y dar una apariencia de vida al punto muerto.

¿Ha terminado la "globalización"? ¿Por qué mecanismos como la OMC y el ALCA están fallando? ¿Y por qué miles de manifestantes se reunieron frente a la sede de las reuniones en Miami para denunciar un acuerdo que apareció muerto en la bahía Biscayne de Miami?

De entrada la Administración Bush, que mantiene su unilateralismo abusador hasta en las negociaciones comerciales, merece el crédito por hundir las conversaciones de Miami. El Representante Comercial Robert Zoellick no ha presentado ninguna de las concesiones exigidas por la elite latinoamericana - acciones reales para la apertura de los mercados de EEUU. Esto dificulta determinar una razón para que el Sur en su conjunto ofrezca compromisos de su parte.

Pero el movimiento global de justicia puede también reclamar una parte en la detención del ALCA. Los levantamientos en todo el hemisferio han sacudido la idea de que los planes económicos de EEUU representan una marcha inevitable y aceptada hacia el progreso. Las protestas también han coincidido con un desafío cada vez mayor por parte de gobiernos del mundo en desarrollo, los cuales son menos susceptibles a las amenazas de la Casa Blanca que en el pasado.

En vísperas de la reunión ministerial del ALCA, la Administración Bush anunció que promovería acuerdos comerciales bilaterales con países como Colombia, Perú y Bolivia. Tales acuerdos individuales eliminan la inconveniente posibilidad de un bloque comercial unificado del Sur. Pero después de Miami EEUU ha perdido las economías clave del hemisferio: Venezuela, Argentina y, sobre todo, Brasil. El gobierno izquierdista brasileño de Lula da Silva co-presidió las conversaciones y participó de la mascarada de promover el ALCA "Lite". Pero no cedió a las demandas que casi seguramente harán fracasar las negociaciones futuras.

Los venezolanos, que han calificado al ALCA original de "proyecto colonial que busca imponerse por sobre las constituciones de todas las naciones soberanas" fueron más francos acerca de los resultados de Miami. "Esta es una victoria extraordinaria en la lucha contra el ALCA", dijo Edgardo Lander, miembro del Comité Presidencial para el ALCA de Venezuela. "Ellos querían un acuerdo total a gran escala, y no lo obtuvieron. Nunca lo obtendrán. Este no es el fin del juego. Pero es una gran derrota del plan norteamericano".

Nuestro movimiento, acostumbrado a las advertencias contra los peligros que presenta el "TLCAN con esteroides", se ha tardado en interiorizar este mensaje. Pero si no aplaudimos el fracaso de las conversaciones del ALCA puede que estemos ayudando los esfuerzos de la Administración por presentar su derrota en la Florida como un paso hacia adelante. Lo cierto es que el optimismo del gobernador Bush acerca del ALCA "Lite" esconde un hecho importante: la semana pasada en Miami los ministros de Comercio finalizaron tempranamente sus conversaciones porque no tenían nada que discutir.

Los manifestantes se habían ganado un lugar bajo el sol. Y muchos pudieron haber dado un viaje de celebración a la playa, si no hubiera sido por la policía.

Adelantado a su tiempo

John Timoney, Jefe de la Policía de Miami, se convirtió en un hombre adelantado a su tiempo. Años antes de que la Administración Bush inventara la doctrina de "guerra preventiva" y John Ashcroft comenzara a desmantelar las libertades civiles norteamericanos, Timoney estaba arrestando preventivamente a las personas que protestaban en público. Su hecho más famoso fue cuando servía en Filadelfia y barrió las aceras de manifestantes durante la ascensión de Bush en la Convención Nacional Republicana de 2000. Ochenta manifestantes (yo entre ellos) que teníamos la intención de desfilar con banderolas y carteles desde un almacén de títeres en el centro de la ciudad nunca llegamos a salir por la puerta; fuimos acusados de antemano de bloquear las calles. Timoney fue también un líder visionario en el uso de la inteligencia defectuosa. Cuando se conoció lo que decía la orden de arresto en Filadelfia los abogados descubrieron que contenía datos suministrados por el millonario conservador Richard Mellon Scaife que advertía que nuestros fondos "provenían del Partido Comunista y de izquierdistas y... de la Federación Sindical Mundial, antiguamente aliada de la Unión Soviética".

En años recientes, mientras se trasladaba a Nueva York y después a Miami, Timoney adoptó otra actitud. Al hablar de las protestas contra la globalización, ha equiparado a los manifestantes con Osama bin Laden. Ha puesto en alerta a los ciudadanos por ataques de ántrax. Y ha pedido que se prohíban en el centro Miami los palos utilizados en sujetar las banderolas y los carteles para que no sean utilizados para minar la seguridad interna.

Antes éramos comunistas. Ahora somos terroristas

Timoney pasó varios meses atemorizando a los floridanos del sur. Después de un día de manifestaciones que The Miami Herald describió como abrumadoramente pacíficas, el jefe de policía fue citado de manera típica por el periódico: "Hay gente de afuera que vienen a aterrorizar y vandalizar a nuestra ciudad". No es necesario decir que el respeto al derecho de expresión de los manifestantes no fue la primera de sus prioridades.

Una semana de seminarios y manifestaciones locales culminaron el jueves con un día de acción. Una procesión de unos pocos miles de jóvenes que llevaban títeres se reunió temprano y pronto fue rodeada por la policía. Finalmente los manifestantes negociaron ser escoltados hasta un área frente al anfiteatro de la ciudad junto al mar, adonde estaban llegando los obreros del acero que llevaban camisetas con la inscripción "EL ALCA No Sirve". Se informó que varios ómnibus de los sindicatos fueron detenidos fuera de la zona de seguridad, y algunos de sus pasajeros no pudieron llegar al mitin. Por la tarde, las diez mil personas que se encontraban dentro del anfiteatro se reunieron con los de afuera para una manifestación rápida por el Bulevar Biscayne. Las fuerzas de Timoney lo impidieron. Negaron el acceso a la ruta planeada cerca de la reunión ministerial y obligaron a los manifestantes a tomar la ruta junto al mar.

Cuando se desataron las escaramuzas más tarde ese día, las provocaciones por parte de los manifestantes fueron pocas, si es que existieron. Policías antimotines usaron su arsenal de gases lacrimógenos y balas de goma para desalojar el área. El Herald, que no es precisamente un bastión del pensamiento progresista, informó que "aparte de varios fuegos iniciados en latones de basura hechos por los manifestantes, no se reportaron ese día actos significativos de vandalismo o de daño a la propiedad". La Policía estaba buscando una confrontación con los manifestantes no violentos, y la encontró. Al final hubo unos 150 arrestos, y 50 más al día siguiente. Según el Herald, una docena de manifestantes heridos fueron atendidos en la Sala de Urgencia del Hospital Jackson Memorial, y más de cien acudieron a las instalaciones de primeros auxilios de la movilización a causa de sangramientos de las heridas provocadas por las balas de goma y de aerosoles de pimienta.

"Lo que vimos fue una operación militar, pagada con el dinero militar", dijo L.A. Kauffman, de Unidos por la Paz y la Justicia, señalando que el gobierno local carente de fondos había encontrado una solución original para financiar su enorme movilización policial: $8,5 millones de dólares del paquete por $87 mil millones aprobados para Irak habían sido desviados para contener las protestas en contra del ALCA.

En una importante demostración de solidaridad, el representante de AFL-CIO, Ron Judd, también hizo una declaración a la prensa esa noche. En el centro de convergencia de la protesta Judd, veterano de incontables manifestaciones - y como ex jefe del Consejo Obrero del condado King una figura prominente en Seattle -, declaró no obstante que "Esta es la primera vez que sentí qué es realmente protestar en un estado policiaco". Un funcionario sindical de más alto rango, el presidente de UNITE Bruce Raynor, al hablar ante el público del anfiteatro compuesto por obreros retirados, del acero y seguidores, se quejó de lo mismo: "El ALCA ha provocado un estado policiaco en la ciudad de Miami, y eso es una verdadera vergüenza".

Eso fue antes de que una parte de ese público fuera atrapada en el anfiteatro mientras la policía cubría el área con gas lacrimógeno. En un momento durante el día los jubilados trataron de cantar el himno nacional, pero el sistema de sonido no tenía suficiente potencia y era difícil oírlos por encima del ruido de los helicópteros que sobrevolaban, afuera había dos vehículos blindados parecidos a tanques.

Algo nuevo

Es difícil sentirse victorioso después de un ataque, con manifestantes aún encarcelados y la policía pavoneándose. Además, algunos observadores de manifestaciones anteriores, al ver la cantidad de jóvenes que salieron a las calles de Miami y que marchaban junto a los obreros del acero a lo largo de una ruta distante de las negociaciones comerciales, y al ver posteriormente el uso de la fuerza por parte de la policía, sintieron que había poco fuera de lo común en esa escena.

Pero las protestas fueron algo nuevo para el Sur de la Florida. La región no tiene una larga historia de sindicalismo y está bien lejos de los centros del radicalismo universitario. La celebración de las reuniones del ALCA en el condado Dade equivale a la decisión de la OMC de realizar negociaciones en la aislada nación de Qatar en el Medio Oriente.

Reunir un público de 20 000 manifestantes para un día de acción representó un impresionante hecho organizativo. Y el hecho de que la mayor parte del centro de Miami haya sido preventivamente cerrado por una fuerza de policía antimotines subrayó fuertemente el punto de que no importa adónde vayan en el hemisferio, los ministros de comercio ya no tendrán el anonimato de que disfrutaron cuando estaban tomando acuerdos hace unos pocos años.

Contrario a las declaraciones de Timoney, los residentes locales pasaron meses organizando a sus comunidades. Activistas comunitarios, estudiantes y Verdes del condado de Palm Beach apoyaron las protestas callejeras. Una coalición llamada Causa Raigal, formada por organizaciones de base como la Coalición de Trabajadores Immokalee, el Centro de Trabajadores de Miami, y Familias de Bajos Ingresos Luchando Juntas, dirigieron una marcha de tres días desde Fort Lauderdale a Miami, subrayando el impacto de la globalización en las personas de color en el Sur de la Florida. Y Trabajos con Justicia y sindicatos locales realizaron reuniones que rechazaron soluciones reaccionarias nacionalistas para el comercio e imbuyeron a los manifestantes de un espíritu de internacionalismo obrero.

Con las conversaciones del acuerdo desorganizadas, este internacionalismo será más importante que nunca. Nuestra visión de la globalización, basada en la solidaridad, intercambio justo y respeto por los derechos humanos, no ha finalizado. Ni tampoco la veneración global por la ganancia a la que nos oponemos. Bush no es un globalizador; él es un proyector de poder, un imperialista de última hora. Él seguirá buscando apoyar los intereses corporativos aún sin los mecanismos multilaterales de comercio que hemos hecho visibles y familiares, y puede que presente retos más difíciles para los defensores de la justicia global.

Sin embargo, por el momento, la perspectiva de que el ALCA posiblemente disminuya es motivo de celebración. Los pueblos de las Américas, me imagino, nunca lo extrañarán.

* Mark Engler, escritor que vive en la ciudad de Nueva York, puede ser contactado por medio del sitio web http://www.DemocracyUprising.com. Jason Rowe brindó ayuda en la investigación para este artículo.

Traducido por Progreso Semanal