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Argentina, la lucha continua....

De libros y algo más

ContraPunto

El origen de La Randa está íntimamente relacionado con la crisis del 2001. Por esos tiempos, quienes dieron el puntapié inicial, optaron por la lucha y no la derrota. Un proyecto cultural, educativo y creativo, que comenzó como biblioteca y hoy crece y se agiganta.

Tejido artesanal, arraigado en Tucumán, elaborado con hilos que forman un entramado delicado y firme. Esta es la definición de “randa”. Según quienes dieron origen a la biblioteca, el proyecto de este espacio popular pretende lograr un “tejido” social perdurable y resistente, ideal que los inspiró para elegir el metafórico nombre con color local.

El 11 de diciembre de 2004, la biblioteca popular La Randa, con mucho ruido, fiesta comunitaria y grandes expectativas, abrió sus puertas.

     “Esta biblioteca surge en el 2001 en un encuentro de vecinos de Yerba Buena cuando se dio el proceso de los cacerolazos, que luego desencadenó en dos actividades: el club del trueque y un proceso de asambleas barriales para debatir los problemas de la sociedad” recuerda los comienzos de La Randa Gustavo Wexler, uno de los coordinadores de la biblioteca.

    Con estas iniciativas en marcha y en vistas a una necesidad de profundizar las actividades, los esfuerzos continuaron, aunque no exentos de afrontar debilidades. Junto a la continuidad de la crisis nacional, no era casual que tanto la actividad de trueque como las asambleas vayan perdiendo tonicidad.

“Eso nos llevó a encontrar un millón de razones para crear una biblioteca popular. Nuestra visión se dirigió a ir armando un espacio independiente, horizontal, autónomo, para trabajar con la gente, donde se pueda debatir, desarrollar distintas actividades culturales. Y eso nos definió en ese momento a un pequeño grupo de 10 personas aproximadamente a emprender el proyecto de la biblioteca popular”  agregó Gustavo.

Este espacio comenzó siendo un lugar de alfabetización y apoyo escolar, actividades que siguen vigentes en la actualidad. “En el primer año fuimos a hacer un trabajo en la escuela Thames con gente de derechos humanos y de H.I.J.O.S. Fue una experiencia muy importante porque se logró reunir a los chicos de la escuela nocturna, que son adolescentes y adultos y también a sus padres, que participaron de los talleres. Y esa gente sigue viniendo a la biblioteca” cuenta Norma Nasif, integrante de la Randa.

Ante la ausencia de un espacio físico, la biblioteca funcionaba en lugares prestados por vecinos o por algún integrante del proyecto. Se iniciaron con casi 300 libros que fueron logrados mediante un evento cultural, que además los habilitó con fondos para dar comienzo a otros proyectos. Hoy, 5000 libros es el caudal educativo, informativo y cultural con el que cuenta La Randa, además de un espacio propio que lograron por la cesión de una vecina, “que tenía una casa en pleno centro de Yerba Buena y estaba en remate. Nos cedió ese espacio, y así estamos hace tres años”, cuentan los randeros.

El contexto territorial de la biblioteca no es un tema menor, debido a las características socio-culturales divergentes que conforman esa zona de Yerba Buena. Los objetivos de los “randeros” son claros a la hora de hacer un trabajo de fondo como es la biblioteca; sin caer en el asistencialismo, apuntan principalmente a los sectores que más alejados estén de acceder a las actividades. De todas formas, la asistencia a la biblioteca es muy heterogénea,  “hay una clase media más o menos educada, con otras posibilidades; ellos vienen a buscar libros o a los recitales. Hemos pensado un espacio para que vengan los sectores más necesitados pero eso no se da naturalmente. Hay que buscar otros mecanismos. Aquí en Yerba Buena hay carencia para todos los sectores sociales” cuenta Norma.

Los coordinadores de la biblioteca se definen como un grupo heterogéneo, democrático, horizontal, y así es como llevan a cabo su actividad cotidiana. Por cuestiones de protección y de proyección, la biblioteca es parte de la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) que les da la posibilidad de recibir libros, defender su espacio físico,  gestionar financiamiento y ciertos subsidios anuales, pero ante todo “sin someternos a ningún tipo de condicionamiento ideológico”, agrega Gustavo. De esta forma, la organización del espacio se lleva a cabo a través de asambleas ordinarias y extraordinarias, coordinadas por presidente, vocales, etc., no obstante lo cual mantienen su perfil de horizontalidad, ya que “aun para quien llega por primera vez a la biblioteca, se incorpora como socio y quiere participar, pasa su voz a tener la misma fuerza que otras voces.”

La biblioteca además funciona dictando talleres de sikus, títeres, teatro, música, literatura, plástica, cerámica, además de brindar recitales en varias oportunidades, y de hacer la “Bibliomóvil” que consiste en llevar la biblioteca a algún espacio público y desde ahí difundir el material. Con estas actividades, la biblioteca demuestra una clara intención de avanzar hacia un proyecto de centro cultural, que fue una premisa inicial.

Fuente: lafogata.org