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Argentina, la lucha continua....

Malditos comunistas*

por Pablo Pozzi

En medio del coronavirus y la cuarentena y, como muchos estamos sin hacer nada, me escriben amigos de distintos lados. Un yanqui, al que conozco desde hace ya 45 años, me explica que «ahora sabemos que el virus es culpa de los chinos». Otra amiga insiste que «no solo son sucios, sino que ocultaron el virus porque es una sociedad represiva». Un tercero, que créase o no era zurdo en su mocedad, repite que es todo culpa de los comunistas. Trump ya declaró que les va a hacer pagar a los chinos la pandemia, mientras que un estudio de abogados ya comenzó una demanda para compensación financiera. Los diarios argentinos, como Infobae y Perfil, se hacen eco y dejan en claro que no hay que reproducir las mentiras que de seguro dicen los voceros del totalitarismo chino. Hasta mi colega José Emilio Burucúa, hombre culto y de mundo, repite el nuevo mantra: «China no puede ser nuestro ejemplo de NADA. Es una sociedad totalitaria que, encima, falseó los datos. El ejemplo tendría que ser el de la canciller de Alemania». Buen país Alemania, que tanto ha aportado a la libertad humana. Yo lo sabía, todo es culpa de los inescrutables asiáticos que quieren destruir nuestro modo de vida occidental, cristiano y libre.

Evidentemente, el relato de los sectores dominantes ha cambiado. Hace un mes, la pandemia era una conspiración para frenar la reelección de Trump; o al revés, para frenar la locomotora económica china; o mi favorito: un castigo de Dios a las sociedades inmorales que toleran a los LGBT. Hoy en día la confusión se ha aclarado: es todo culpa de los chinos. Y ahí me surgen algunas inquietudes. La primera es que toda la información disponible, y más o menos fidedigna, deja en claro que la pandemia y el virus provienen del mundo animal. Dicho de otra manera, es un producto del calentamiento global y la destrucción de la Tierra. Más o menos como el dengue, el SARS o varias otras pestes. Por si a alguno le interesa esto hay una entrevista muy buena a Mike Davis, uno de los analistas más reconocidos sobre estos temas. Segundo, hace apenas tres semanas el mundo aceptaba el juicio de la Organización Mundial de Salud (OMS) de que China había tenido un comportamiento impecable con la pandemia. Tercero, todos sabíamos (¿sabemos?) que gobernantes como Trump, Bolsonaro o Boris Johnson habían complicado la situación insistiendo que no estábamos en peligro o que, si nos contagiábamos, bueno «pues algunos se van a morir» (tan sensibles ellos). Por último, como revelan las diversas investigaciones sobre el virus en Italia, fueron las corporaciones empresarias las que decidieron sacrificar a la población y no tomar medidas para preservar su salud.

La cuestión es ¿por qué se cargan todas las tintas sobre China? Más aún: ¿por qué tanta gente lo cree? Ahí vamos, por partes.

Dejemos algo en claro, a mí el estado chino y su gobierno no me parecen maravillosos y ni siquiera medianamente buenos. Sí me parecen que no son peores que otros. O sea, cuando mi colega Burucúa habla de totalitarismo chino, la verdad es que está tomando una postura ideológica y no haciendo una caracterización analítica. Basta ver películas como la serie de Bourne o Misión Imposible o tantas otras para darnos cuenta de que casi todas las sociedades están gobernadas por Estados totalitarios (reconozco que tengo algunas dudas en torno a Islandia y Noruega) que utilizan la pandemia para reforzar su totalitarismo. Por eso quiero decir que son Estados que controlan todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos, que actúan sin rendirle cuentas a nadie (¿a quién le rinde cuentas James Bond? A su jefe ‘M’. ¿Y ‘M’? Pero eso no importa porque sabemos que Bond «es bueno»). Los servicios secretos, los ejércitos mercenarios, los fondos discrecionales, la complicidad de los medios de comunicación y de las diversas instituciones, permiten que Trump (y tantos otros) actúen como monarcas absolutistas. ¿No sabemos lo que pasa en Beijing? ¿En serio piensan que sabemos qué pasa en la Casa Blanca? ¿O que hay prensa independiente? El New York Times hace rato que es peor que Pravda… ha habido decenas de casos en las últimas tres décadas de que falsea y miente en las noticias, como por ejemplo en torno a las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. ¿Esto es nuevo? Obvio que no. La prensa de William Randolph Hearst impulsó la invasión a Cuba, Filipinas y Puerto Rico en 1898. No estoy diciendo que el imperio español era buenito; estoy diciendo que el imperio norteamericano era tan malo como el español, y ambos trataban de impedir la verdadera independencia de cubanos, filipinos y puertorriqueños.

Me parece relativamente obvio por qué nuestros gobernantes occidentales, pero escasamente cristianos, insisten que la culpa de todo la tiene China. Se trata de distraer la atención: si la culpa es de los chinos, entonces seguro que no nos daremos cuenta de que Trump o Boris Johnson no hicieron nada cuando los chinos y la OMS les dijeron que había pandemia. En el caso de Trump, esto le permite también elevar la presión sobre su gran competidor chino. El problema con esto es que puede derivar en una guerra con consecuencias aún peores que la pandemia. Por ejemplo, el Berman Law Group acaba de iniciar una demanda contra el Partido Comunista de China por «negligencia en la pandemia» a nombre de miles de ciudadanos de Gran Bretaña y Estados Unidos. El BLG es un gran bufete de Florida, donde trabaja el hermano del candidato demócrata Joseph Biden, que ofrece múltiples servicios como, por ejemplo. el lavado de dinero (¿narco?) en el Caribe. Junto con BLG, otra denuncia similar fue interpuesta en nombre de los trabajadores de la salud. Según la acusación, Beijing está acaparando los suministros médicos que hacen falta para salvar vidas; cosa que por supuesto no ocurre en Israel donde brindan la mejor cobertura médica a los palestinos. Esta segunda denuncia la lleva el centro israelí Shurat HaDin, que tiene experiencia en representar a víctimas del terrorismo en todo el mundo, menos en Israel (obvio… donde las víctimas son terroristas y los terroristas, víctimas).

Ahora, ¿qué significa esto? Bueno, lo primero es simple. Vamos a dañar la reputación de los chinos que venía más o menos bien, sobre todo porque no solo manejaron bien la pandemia, sino que ofrecen ayuda a otras naciones (como la Argentina). Pero supongamos que los juicios prosperan y China es condenada. Al fin y al cabo, sería una decisión política ya que ubicaría a las cortes y la ley norteamericana por encima de las soberanías nacionales… algo que ya ocurre como en el caso de las deudas externas que se juzgan en tribunales neoyorkinos, pero que esto le daría una vuelta de tuerca. Lo que ocurriría es que el gobierno norteamericano debería «aplicar la ley, secuestrando bienes y propiedades chinas». En el caso de países como la Argentina estas cosas son importantes, pero con pocas consecuencias para el mundo. Pero ¿en el caso de China? ¿Qué ocurriría si el gobierno norteamericano expropia a Huawei o sus acciones en Wall Street como consecuencia del fallo judicial? ¿Y si como respuesta los chinos les hacen lo mismo a las empresas norteamericanas en China o venden sus tenencias en bonos del Tesoro norteamericano? ¿Podría terminar esto en una guerra comercial abierta (la de hoy es larvada) que derive en una guerra mundial?

Esto puede ser uno de los objetivos de Trump. La guerra fue siempre la forma que encontraron los sectores dominantes norteamericanos para reforzar su dominación, redistribuir los ingresos hacia arriba y salir de las crisis a través del gasto deficitario del estado. No es accidente que acaban de presentar una propuesta ante el Congreso norteamericano de incrementar el presupuesto de Defensa (sic) en seis mil millones de dólares «para hacer frente a China». Fascinante, estamos en medio de una pandemia donde están muriendo yanquis como moscas por falta de insumos de salud y estos tipos quieren gastar millones en comprar bombas.

Otro objetivo puede ser el tema de reelegir a Trump. Casi siempre, frente a lo que se percibe como una amenaza externa, los votantes se cierran tras el gobierno de turno particularmente si demuestra «fortaleza y liderazgo». La opinión pública les da altos índices a casi todos los gobernantes (Bolsonaro no), pero con tendencia hacia la baja. Eso demuestra que la gente que necesita caudillos no es tan estúpida (¿estos es un buen análisis, Pozzi?). O sea, la tendencia demuestra que ven que los caudillos incompetentes como Trump no sirven para nada (claro que a los Putin parece irles mejor). El golpazo económico recién empieza a sentirse, la incompetencia se hace aún más evidente todos los días, y lo más probable es que en un mes veamos el lío que se arma. Para eso ya se están preparando: la crisis permite reforzar los controles de esos estados republicanos que, según Burucúa, no serían totalitarios. Carambola a tres bandas: reelección, represión, salvamos el complejo militar industrial… todo a costa del ser humano de a pie.

Pero ¿por qué tanta gente les cree? ¿Por qué gente como mis amigos o Burucúa compran todos los sinsentidos que les venden? Digo, no es que Trump sea un parangón de veracidad: según el Washington Post Fact Checker, Donald ha realizado apenas si poco más de 16 mil mentirijillas en tres años. Pensemos un poco: más de 5400 mentiras por año quiere decir que abre la boca y sale una falsedad. Debe ser un récord histórico. Ni hablar de ese parangón de honestidad y transparencia Condoleezza Rice, que dijo: «¿Pueden imaginarse a gente siendo silenciada en Estados Unidos o en Alemania o en Brasil? No… se hubiera sabido que había un problema. Los chinos están tratando de crear una contra-narrativa… de mover el relato desde su responsabilidad inicial de no admitir lo que estaba ocurriendo y decir que “estamos ayudando al mundo”. No hay que dejar que esto ocurra». Me encantó, seguro que Condi no ve ninguna de las series de Netflix o de las pelis de Hollywood donde los poderosos norteamericanos se dedican a ocultar información «sensible».  

 

Entonces, ¿por qué alguien les cree cuando sugieren que China creó el virus en un laboratorio y que por ende es responsable de la pandemia? La respuesta simplista es que ha aumentado la ignorancia ante la deseducación de la población. Eso supone que hace unas décadas no hubiéramos creído lo que nos decían Trump y la prensa. Yo creo que no, que la cosa es mucho más compleja, al fin y al cabo, le creímos a la prensa en 1898 y le creímos a Joe McCarthy y le creímos a Bush y sus ADM. Y no olvidemos que fue McCarthy quien, en 1950, declaró que Estados Unidos había «perdido a China» gracias a 205 comunistas infiltrados en el Departamento de Estado. Dejemos de lado que China era una nación por lo que Estados Unidos no tenía propiedad y no podía «perderla», McCarthy no demostró una sola prueba sobre los «infiltrados». Sin embargo, muchos norteamericanos le creyeron y se desató el macartismo.

La propaganda efectiva es aquella que utiliza las creencias y el sentido común popular para sus propios fines. Cuando una persona no puede entender lo que ocurre entonces cree en personajes divinos o en ocultas conspiraciones que manejan el mundo. La ventaja de estas creencias es que no hay que demostrar nada. Es más, el mero hecho de que no hay pruebas es lo que demuestra que la conspiración es poderosa y controla todo. Masones, Illuminati, Rosacruces, y tantos otros nos sirven para explicar cosas que no tenemos capacidad para comprender. O aún peor, para explicar cosas que tenemos pereza mental para comprender. Además, estas teorías conspirativas tienen una gran ventaja: son tan poderosas que los individuos comunes no podemos hacer nada al respecto. Dicho de otra manera, nos sirven para no arriesgar nada y para no hacernos dueños de nuestro propio destino. Si el problema son los chinos entonces es responsabilidad de Trump. Si el problema son los Trump y los explotadores, entonces tenemos que organizarnos y hacer algo al respecto.

A esto hay que agregar el miedo a lo desconocido. O sea, en un mundo profundamente racista, insistir de que el problema son las «hordas asiáticas», sucias y que no valoran al ser humano (porque son taaaantos), es relativamente fácil. El miedo a lo diferente, el desconocimiento de otras culturas, el profundo racismo que ha sido alimentado desde el poder y los medios de comunicación, es un arma letal en manos de los sectores dominantes. Así, «los rusos tienen un gen que los lleva a tratar de dominar el mundo», como dijo el congresista Larry McDonald; los asiáticos son inescrutables y no sienten dolor; los latinoamericanos somos naturalmente vagos; los italianos son corruptos y mafiosos. En realidad, en esta visión los únicos buenos son los blancos, anglosajones y protestantes. Y si eres un italiano que emigró a Estados Unidos, entonces eventualmente te conviertes en patriota y dejas de ser italiano. Así la propaganda puede decir cualquier cosa sobre otros pueblos y ser creída. Sobre todo, si se repite hasta el hartazgo. Y tiene otras ventajas: desde que mantiene divididos a los trabajadores, hasta que refuerza el embrutecimiento y la ignorancia de los pueblos.

No importa lo que se diga, sino que se repita a menudo y se insista en el mismo punto. Por ejemplo, el Secretario de Estado Mike Pompeo declaró que «sabemos que tienen este laboratorio [de armas biológicas]. Sabemos de los mercados de animales. Sabemos que el virus se originó en Wuhan. Si juntamos todo, la conclusión es obvia». ¿Esto es lógica? Sensacional es como decir que los chinos se infectaron a sí mismos para así desatar una pandemia que destruya Estados Unidos. Pero bueno, ¿qué podemos esperar de un gobierno que envía tropas a la frontera venezolana para frenar la agresión china o que ubica misiles en Polonia para frenar a los iraníes? Y muchos le creen cada vez que Trump a través del New York Times o del Washington Post insiste en «sus dudas sobre los datos provenientes de China» mientras amenazaba al país asiático con «consecuencias» en caso de que se demuestre que fue «”conscientemente responsable” de la epidemia del coronavirus». Esto es una campaña de desinformación. ¿Cómo se demuestra que una nación es conscientemente responsable? La respuesta es simple: porque lo dice Trump. Esto, y para usar sus propios términos, son fake news. Ni hablar cuando insiste que China ha comprado a la OMS. Como soy un escéptico, a mí me suena que el problema es que la OMS no dice lo que Estados Unidos quiere que diga. En medio de la pandemia, al gobierno de Trump no se le ocurre mejor idea que dejar de aportar su contribución a la OMS. Lo notable es que los medios del mundo, en el mejor de los casos, solo informaron de esto y no pronunciaron una condena masiva, como corresponde.

Si hubo un complot para encubrir el coronavirus por parte de una OMS controlada por los chinos, ¿cuál es la evidencia? O sea, ¿fue la OMS lenta en declarar la pandemia? El 15 de abril 2009 se conoció el primer caso de H1N1 en California. La OMS declaró una pandemia el 11 de junio, dos meses más tarde. En el caso de COVID 19, los primeros casos conocidos fueron detectados el 20 de enero de 2020. La OMS declaró la pandemia el 11 de marzo, un mes y medio más tarde. Mientras tanto la OMS envió equipos de investigación a Wuhan (enero 20-21) y a Beijing, Guangdong y Sichuan (24 de febrero). Su investigación fue completa y profunda. De hecho, fue aún más rápida en 2020 que en 2009. La información disponible claramente exonera a la OMS y, por ende, a China.

No se trata solamente de desinformar, sino de no informar. Es casi imposible para una persona tomar una decisión racional sino tiene información. O aún peor, si la única información disponible son fake news. Por eso nunca nos enteramos, por ejemplo, que Vietnam es uno de los grandes éxitos en la lucha contra el coronavirus: con 97 millones de habitantes, tiene solo 97 casos de infectados y ningún muerto. Eso no quiere decir que su gobierno es una maravilla de libertad y un faro de la democracia; sí quiere decir que han hecho las cosas bien en esta pandemia y han priorizado la salud de su población.

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*Titulado originalmente «Malditos chinos», por el título una conocida red social no lo deja compartir…

Fuente: lafogata.org