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Argentina, la lucha continua....

La imprenta clandestina del PRT-ERP

Por Laura Sosa Micheli
correolaucha@gmail.com

(…)

Fantasma en la ciudad

Mi vida va prohibida

Dice la autoridad.

M.C.

En el corazón de Barrio Observatorio, la resistencia se manifestaba en la imprenta clandestina del PRT – ERP. Tras la fachada de ‘Taller de Herrería’ y familia tipo, por dos años desde 1974 los periódicos "El Combatiente" y "Estrella Roja", órganos principales del partido, se imprimieron desde allí. Luego, ocupada por militares, pasó a ser centro clandestino de detención y tortura y con el tiempo comprada por una persona fallecida. Hoy se encuentra bajo denuncia para lograr convertirla en Espacio de la Memoria.

Como todas las mañanas de aquellos años "La Gorda" se habrá levantando a barrer la vereda. Sus manos seguramente transpirarían al intentar parecer lo que no era, pero que era donde nadie podía saber que era.

Su mirada seguramente habrá estado atenta en parecer que no, en que no se note nada, en que la vida familiar siguiera como si nada, preocupada en saber día a día quiénes eran sus vecinxs, pero sobre todo quiénes no eran ellxs mismxs.

En una calle que hoy ya no tiene el mismo nombre, la Familia Martínez compró una casa al 1035 de Achaval Rodriguez; hoy es Fructuoso Rivera, misma numeración. En ella, Victoria Abdonur, ‘La Gorda’, su marido Héctor "El Negrito" Martínez y sus tres hijos, construyeron una familia tipo de los ‘70, que tenía un ‘Taller de Herreria’ anunciado con un cartel en la puerta.

Eran principios de 1974, los sábados por la mañana, ingresaba la camioneta amarilla Ford F100 cargada de hierros que servían de fachada. En su interior iban tabicadas -sin poder ver donde entraban – una cuadrilla de siete u ocho personas, que se quedarían trabajando ‘a lo topo’ 8 horas por día hasta el domingo de la semana siguiente. Se pasaban una semana abajo sin ver el sol.

Lo primero fue comenzar la excavación clandestina en el patio de atrás, el túnel que hicieron abarcaba toda la superficie de la casa, dos plantas para abajo.

La tierra se sacaba y se guardaba en bolsas negras de residuos que se trasladaban en la misma camioneta cubiertas de hierros, para ser tiradas en los comienzos del arroyo La Cañada. Las vigas vinieron luego y se levantaron las paredes. El sistema de ingeniería venía inspirado en lxs Tupamarxs de Uruguay, consideradxs expertos en construcciones subterráneas, asegurándose la insonoridad de ambos subsuelos.

La comida se habrá servido cada mediodía y cada noche. Para cinco personas que eran doce o a veces más. Sus ojos mirarían la olla mientras la cuchara de madera que estaría sosteniendo revolvería y pensaría cómo seguir alimentando las estrategias del disfraz, de la fachada, de lo clandestino.

Con la comida lista, se daría vuelta y con mucho cuidado y con previo aviso a los habitantes del arriba, accionaria el dispositivo que correría la pared de su cocina y daría acceso al ascensor de poleas que bajaba platos y subía papeles.

Luego de meses de esa rutina, dos subsuelos quedaron construidos, el primero sería de depósito, el segundo ya tenía las maquinarias y la industria trabajando. A mediados de 1975, dos Rotaprints, dos impresoras Cabrenta, un laboratorio de fotocomposición y una guillotina Krausse serían las encargadas de imprimir los diarios "El Combatiente" y "Estrella Roja", además de otros libros, revistas e impresiones de propaganda partidaria de orientación opositora a la dictadura militar. Estos dos eran los órganos principales del PRT y la imprenta era la que abastecía toda Córdoba y todo el Norte del país con unos 70 mil ejemplares mensuales. La otra imprenta nacional del Partido, estaba en Buenos Aires, también fue allanada.

Matilde Sánchez y Miguel Angel Barberis, fueron entrenadxs durante 20 días para ser lxs encargadxs de la imprenta. Ingresaban en la camioneta fachada todos los días durante el año y medio aproximado que pudo funcionar la clandestinidad.

La memoria* indica que el 1º subsuelo se habría llamado ‘Humberto Toschi’ en honor al compañero del partido asesinado en Trelew. Esa misma memoria, con nostalgia, elogia la construcción como una maravilla de la ingeniería, del esfuerzo, de la lucha soñada en ideas y la fiel creencia de otro mundo posible. También dice que por la imprenta pasó María Victoria, hija de Rodolfo Walsh poco tiempo antes de morir.

El 12 de Julio de 1976, con previo aviso a lxs compañerxs de la imprenta, las fuerzas militares irrumpieron y ocuparon la casa. La clandestinidad de la imprenta pasó a ser descubierta en torturas y detenciones. Durante 6 o 7 meses la casa se convirtió en centro de torturas. Testigos que declararon en la Mega Causa La Perla-Campo de la Ribera, estuvieron secuestrados en ese sótano.

También declaró el Soldado Carlos Bardach quien cumplió el servicio obligatorio en 1976 presenciando el allanamiento y realizando las guardias en el lugar. Ante la presencia de ruidos y algunas reacciones de vecinxs que notaban que algo raro sucedía, el centro clandestino tuvo que mudarse, según su propio relato.

El matrimonio que encabezaba la familia tipo consiguió escapar a Buenos Aires, donde luego fueron desaparecidxs, sus hijos quedaron a cargo de una tía en Córdoba. Matilde y Miguel también consiguieron escapar de la imprenta pero desaparecieron igualmente más tarde.

Con el tiempo, ya en democracia, se presentó denuncia de este hecho, reclamando la propiedad y las maquinarias que fueron secuestradas. Fue entonces en 2005 cuando se descubre que la titular del inmueble Juana Ercilia Bianchi de Jaroszowok, había muerto en 1973. Constatando en las escrituras que al momento de compra de la propiedad (escritura con fecha 01/04/1976) Juana ya estaba fallecida.

La casa luego del abandono militar, fue dispuesta por el Juez Miguel Puga, quien se la "prestó" a un empleado de Tribunales, Héctor Varela, que la ocupó junto a su familia hasta hoy. Ni Varela (ya fallecido) ni su familia pagaron los impuestos de rentas, por lo cual, ante la deuda, la propiedad podría pasar a remate.

¿Cómo habrá sido ese momento de abandonar la casa que tanto esfuerzo significó? Abandonarla para correr por sus vidas, dejar rápidamente sus tres hijos al cuidado de otrx familiar. Desprenderse del disfraz, liberar la coartada, cerrar la cocina.

Al día de hoy, lxs vecinxs guardan recuerdos de esa familia. Son recuerdos gratos y amables. Quizás esa fachada tenía algo de autenticidad.

Caminar las calles reconociendo símbolos, algunas cambian de nombres con los años, las reestructuraciones urbanas así lo permiten.

En una esquina el mural indica hoy lo que no era, donde no era, pero estaba siendo. El espacio era resignificado desde abajo en cada pedazo de tierra, que no era, para comunicar lo que ideaban ser.

*Revista Laucha agradece a Carlos  "El Vasco" Orzaocoa por sus historias contadas y presenciadas, sus papeles y archivos, su lucha y sobre todo su memoria, la propia y la que intentamos reconstruir.

Fuente: lafogata.org