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Latinoamérica

Lo declaro de entrada

Por Andrés Pascal Allende
Ex Secretario General del MIR chileno.

 

Lo declaro de entrada: si se trata de hablar de Fidel, ahora recordarlo, no puedo hacerlo con pretendida imparcialidad, o distancia "objetiva". Lo digo sin medias tintas: tengo muchas vivencias, razones y sentimientos que me llevan a rescatar con total parcialidad la memoria del que llamábamos "Comandante en Jefe de la Revolución" con respeto, admiración, agradecimiento y cariño.

Es que Fidel demostró desde muy temprano una amistad entrañable con nuestro pueblo. Esta amistad surgió cuando, al triunfo de la revolución cubana, Salvador Allende viajó a la isla caribeña a expresarle el apoyo de la izquierda chilena. Desde entonces, el Comandante siempre prestó una especial atención al avance del movimiento popular chileno. Cuando Allende alcanzó la Presidencia e impulsó un profundo proceso de reformas estructurales, Fidel seguía día a día la evolución de la conflictiva situación en nuestro país, preocupándose personalmente de apoyar la seguridad de su amigo. Cómo olvidar su extraordinaria visita en la que recorrió Chile de punta a punta, en estrecho diálogo con todos los sectores populares, alentando sus esperanzas y compromiso, al tiempo de advertirles las dificultades y peligros de todo proceso revolucionario.

Aunque viajé en el año 1962 en un barco de carga a Cuba y trabajé cerca de un año en una granja agrícola estatal, recién conocí personalmente a Fidel cuando en el año 1971 tuve la oportunidad, junto a otros camaradas, de acompañar a Miguel Enríquez a la primera reunión de la Comisión Política del MIR con él. Fue un encuentro extraordinario, varios días de largas conversaciones donde nos contó toda su experiencia de lucha revolucionaria, la difícil construcción del socialismo en la isla bloqueada y agredida por Estados Unidos, la amistad no exenta de tensiones con la Unión Soviética, el sueño latinoamericanista que habían compartido con el Che. Entre el Comandante y Miguel surgió de inmediato una fuerte empatía. Recuerdo que en un momento de las conversaciones en que hablaba caminando por el salón, Fidel se detuvo, nos quedó mirando, y dijo: Uds. me recuerdan tanto como éramos nosotros cuando empezamos a construir nuestro movimiento. Luego agregó, y tu Pascal te pareces a Abel Santamaría, a partir de lo cual mis compañeros medio en serio, medio en broma, me bautizaron con el nombre político de "Abel".

Compartíamos con Fidel la misma convicción de que el gobierno norteamericano, la oligarquía terrateniente y empresarial chilena, y la derecha democratacristiana y nacional, desarrollarían una creciente movilización fascista, intensificarían el boicot económico e institucional, y multiplicarían los atentados para terminar desatando un golpe militar, como efectivamente ocurrió. La única estrategia posible para hacer frente a la ofensiva contrarrevolucionaria era construir un poder popular constituyente de masas y desarrollar la capacidad de autodefensa del proceso. Aunque no participaba de la confianza de Allende de que la oposición y las Fuerzas Armadas no violarían la institucionalidad democrática liberal, Fidel fue siempre respetuoso del camino escogido por él y leal a su liderazgo y amistad. En repetidas ocasiones le pedimos al Comandante que nos aportara armamento para la autodefensa popular, siempre nos respondió que podía hacerlo sólo si el Presidente Allende lo autorizaba. Constantemente nos recalcaba la importancia de la unidad del movimiento de masas, los partidos de izquierda y el gobierno popular.

Durante la Dictadura Militar el exilio mirista se desperdigó por Europa, Canada, México, Argelia, pero no fue recibido en los países del bloque socialista. La excepción fue Cuba que acogió con un abrazo generoso a muchos miristas y sus familias. Allí se desarrolló el Proyecto Hogares para los hijos de compañeros que retornaban a luchar clandestinamente en Chile. Muchos de nuestros hijos nacieron, crecieron, estudiaron y se formaron en la hermosa isla. En el caso de mi familia, mi madre Laura, mi prima Tati, quienes murieron en Cuba, mis hermanos, sobrinos y mis propios hijos, recibieron el apoyo y el cuidado de la Revolución Cubana. No puedo dejar de emocionarme al recordar la preocupación personal de Fidel por mi hijo Pablito, que enfermó y murió en Cuba a la edad de cuatro años, mientras estábamos con su madre luchando en la clandestinidad en Chile.

Cuba fue la retaguardia lejana del MIR en nuestra lucha contra la dictadura militar. Cientos de nuestros compañeros fueron a la isla a instruirse en las diversas formas y tareas de la resistencia popular. De allí partimos los que retornamos clandestinamente a luchar en Chile. El Comandante nos convocaba a reunión para informarse de las vicisitudes de nuestra lucha, para consultarnos en que podía apoyarnos, siempre con ese cuidado de nunca decirnos lo que debíamos o no debíamos hacer, sino que aconsejarnos a través del relato de sus experiencias, el análisis del contexto internacional y de la situación política de Chile, o preguntas que nos ayudaran a visualizar todas las facetas del quehacer antidictatorial. La verdad es que sólo un Jefe de Estado de la talla revolucionaria de Fidel Castro podía demostrar ese compromiso personal y permanente solidaridad con la lucha libertaria, no solamente del MIR, sino también de otras organizaciones de izquierda chilenas y de muchos otros pueblos de América Latina y otros continentes.

Como vemos, son muchos, muy largos y muy fuertes, los lazos políticos, familiares, personales, que unen al pueblo cubano y a su Comandante en Jefe con el movimiento popular y revolucionario chileno. Mucha fue su preocupación y apoyo solidario. ¿Cómo no manifestar, entonces, nuestro enorme respeto, admiración, agradecimiento y cariño, por este gran amigo de Chile que se nos va? Pero, sería muy mezquino limitar ese reconocimiento a lo que él hizo por Chile. Su figura se proyecta mucho más allá de la historia de Cuba y de Chile. Basta, para respaldar esta afirmación, recordar algunos de sus grandes aportes:

Por estos hechos históricos comparto plenamente el juicio de quienes afirman, con toda razón, que el Comandante Fidel Castro fue el principal líder revolucionario de la segunda mitad del siglo XX.

Andrés Pascal Allende
Ex Secretario General del MIR chileno.
Presidente de la Fundación Miguel Enríquez.

Fuente: lafogata.org