Latinoamérica
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Fidel
Por Eduardo Galeano
Rebelión
Tomado del libro "Espejos. Una historia casi universal"
Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la
unanimidad.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como el «Granma»,
ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Sus enemigos dicen que ejerció el poder hablando mucho y escuchando poco, porque
estaba más acostumbrado a los ecos que a las voces.
Y en eso sus enemigos tienen razón.
Pero sus enemigos no dicen que no fue por posar para la Historia que puso el
pecho a las balas cuando vino la invasión, que enfrentó a los huracanes de igual
a igual, de huracán a huracán, que sobrevivió a seiscientos treinta y siete
atentados, que su contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en
patria y que no fue por hechizo de Mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva
patria pudo sobrevivir a diez presidentes de los Estados Unidos, que tenían
puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor.
Y sus enemigos no dicen que Cuba es un raro país que no compite en la Copa
Mundial del Felpudo.
Y no dicen que esta revolución, crecida en el castigo, es lo que pudo ser y no
lo que quiso ser. Ni dicen que en gran medida el muro entre el deseo y la
realidad fue haciéndose más alto y más ancho gracias al bloqueo imperial, que
ahogó el desarrollo de una democracia a la cubana, obligó a la militarización de
la sociedad y otorgó a la burocracia, que para cada solución tiene un problema,
las coartadas que necesita para justificarse y perpetuarse.
Y no dicen que a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera
y de las arbitrariedades de adentro, esta isla sufrida pero porfiadamente alegre
ha generado la sociedad latinoamericana menos injusta.
Y sus enemigos no dicen que esa hazaña fue obra del sacrificio de su pueblo,
pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido del honor de
este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega
suyo de los campos de Castilla.