Tres iniciativas privadas proponen llevar agua de los ríos del sur de Chile al
árido norte mediante buques o tuberías submarinas y subterráneas. El objetivo:
calmar la sed minera de este país, el primer productor mundial de cobre.
Los proyectos Aquatacama,
Vía Hídrica del Norte
y Sirius superaron la etapa de factibilidad como obras de ingeniería, pero no
están aprobados por las autoridades ni cuentan con estudios de impacto
ambiental.
Las empresas que los promueven están buscando clientes, en especial en la
industria minera, y haciendo lobby ante el gobierno para que los declare de
interés social.
Su argumento es poderoso: la creciente escasez hídrica del norte minero limita
el desarrollo y puede derivar en estallidos sociales.
La minería no es un sector a ignorar: aporta 13 por ciento del producto interno
bruto y 36 por ciento del empleo nacional.
Chile, un país estrecho y largo, tiene abundantes recursos hídricos, pero con
reparto desigual: mientras al Sur de Santiago la disponibilidad media anual es
de más de 10.000 metros cúbicos por persona, al norte de la capital no llega a
los 800 metros cúbicos por persona, según un estudio realizado en 2011 por el
Banco Mundial.
Solo la extracción de cobre consume 12.615 litros por segundo de agua dulce,
según el Consejo Minero.
Los tres proyectos se presentan como solución a esta brecha entre demanda y
oferta, que se acrecentará hacia 2020.
Aquatacama, de la empresa Vía Marina y el grupo francés Vinci, entre otros,
gastó 1,4 millones de dólares en un estudio que propone transportar agua desde
la desembocadura de los ríos del sur hasta Arica, en el extremo norte, un
recorrido de 2.500 kilómetros que se haría con un ducto bajo el océano Pacífico.
La ruta fue analizada por técnicos de la armada y de las capitanías de puertos.
La propuesta es captar agua de los ríos Rapel, Maule y Bío Bío, en la zona
centro-sur.
Según Aquatacama, la demanda potencial desde la ciudad central de Valparaíso
hasta Arica (separadas por 2.000 kilómetros) es de 30 a 100 metros cúbicos por
segundo y es posible instalar puntos de distribución cada 100 kilómetros.
El proyecto propone inicialmente tomar agua del Rapel y llevarla hasta Coquimbo,
a unos 400 kilómetros, para servir a distribuidoras de agua, a la minera Andina
de la estatal Corporación del Cobre de Chile, y a pueblos de la zona.
El consumo de energía no llegaría a 0,9 kilovatios/hora por metro cúbico, cuatro
veces menos que desalar el agua de mar, dicen sus impulsores.
Vía Hídrica del Norte, del consorcio chileno-español Euro Engineering Group,
pretende transportar 25 metros cúbicos por segundo, en tuberías de acero
subterráneas de tres a cuatro metros de diámetro y a lo largo de 2.400
kilómetros.
La meta es abastecer a la minería mediante un trazado que va del nivel del mar a
los 4.300 metros de altura.
Los principales yacimientos cupríferos están en el norte, frente al desierto de
Atacama, el más árido del mundo. Allí la falta de agua afecta también a la
agricultura y al consumo humano. El agua se reparte en camiones cisterna y las
familias más pudientes compran el líquido envasado para cocinar.
Sirius, de capitales nacionales, se propone una complementación con otros
proyectos y requiere una inversión inicial de 50 o 60 millones de dólares.
Apunta a la zona de Copiapó, 800 kilómetros al norte de Santiago, adonde dos
barcos por mes llevarían hasta 3,5 millones de metros cúbicos de agua para
consumo humano.
Para eso debería extraer unos 1.500 metros cúbicos por segundo de un río de la
austral Patagonia. La empresa sostiene que esa extracción sería inferior a 10
por ciento del caudal de origen, con base en datos de la Dirección Nacional de
Aguas.
"El déficit de agua limita las opciones de desarrollo de las regiones del norte
que requieren ser abastecidas con productos y servicios de otras regiones", dijo
a Tierramérica el director del Centro
de Modelamiento de Negocios, Nicolás Jadue, de la
privada Universidad Mayor.
"Aumentar la oferta sin duda generaría beneficios importantes", agregó. Pero
estos proyectos se deben analizar "desde la perspectiva de la rentabilidad
social", sugirió.
"El impacto de introducir recursos hídricos en territorios de escasez y con
fuerte potencial económico, resulta ser bastante mayor al privado, por efectos
de los fuertes encadenamientos productivos y sociales que inducen las
principales actividades que compiten por el agua: agrícola y minera", aseveró.
Todo el mundo está de acuerdo en que al norte le falta agua. Pero las soluciones
son incluso contrapuestas.
Cristian Silva, mentor del proyecto Sirius, cree que la escasez refleja falta de
regulación. "El agua tiene que subir de precio. La interrogante es quién lo
pagará", aseveró.
Algunos parlamentarios proponen volver a nacionalizar este recurso, que se
privatizó en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), mientras
organizaciones sociales quieren una movilización para exigir una estrategia
hídrica nacional.
"El buen uso del agua es mejor que decenas de proyectos locales", dijo el
experto Axel Dourojeanni, consultor de agencias de las Naciones Unidas y ex
director nacional de Aguas y Suelos de Perú, en la
Conferencia Mundial del Cobre,
organizada en Santiago en los primeros días de abril.
"No hay aún estudios del nivel de profundidad requeridos para determinar la
viabilidad social, económica y ambiental de los trasvases de sur a norte, ni
esta opción debe estudiarse separada de otras para mejorar la eficiencia, el
buen uso y el reordenamiento del territorio", dijo Dourojeanni a Tierramérica.
"Los trasvases son necesarios, pero también crean dependencia y tienen un alto
costo. Más aun, es esencial determinar los efectos en el lugar de donde se
extrae el agua", abundó.
Para Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos
Ambientales, la interpretación detrás de estos proyectos, que el agua dulce de
los ríos se pierde en el mar, "está inspirada en una lógica economicista y va
contra la que plantean los ecosistemas".
Se trata de "falsas soluciones que ocultan la realidad, principalmente del
norte, donde se ha permitido que la expansión de la minería sobrepase todos los
límites ecosistémicos que son capaces de resistir esos territorios", dijo a
Tierramérica.
Rodrigo Villablanca, dirigente de la Comunidad Diaguita del central Valle del
Huasco, que lucha contra la aprobación del proyecto aurífero
Pascua Lama, dijo a
Tierramérica que "las mineras no solo consumen grandes cantidades de agua, sino
que destruyen glaciares en las partes altas de las cuencas incluso mucho antes
de estar produciendo".
"Ahora pretenden sacar agua de otro sistema ecológico que se verá dañado
también", añadió.
Para Cuenca, la solución a la crisis hídrica pasa por bajar la intensidad de la
inversión minera y "revisar la política de gestión de los recursos naturales".
Dourojeanni estimó que "lo más urgente es mejorar la gobernanza del agua en base
a una comparación entre la situación actual y la situación deseada, que debe ser
claramente definida".
"Para ello se debe seguir un protocolo riguroso, como está desarrollando la OCDE
(Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) que apunte al
mejoramiento de la gestión del agua, desprovisto de ideologías o ideas
preestablecidas sobre privatizar o nacionalizar", estimó Dourojeanni.
"Países con todo nacionalizado sufren problemas similares a Chile, así que el
tema va más allá de nacionalizar o privatizar", concluyó. Publicado por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. http://www.ipsnoticias.net/2014/05/las-aguas-del-sur-de-chile-para-calmar-la-sed-del-nort/