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Medio Oriente - Asia - Africa

Contra Palestina, primero se cre� el discurso

Teresa Aranguren

Pueblos

La frecuencia con la que un tema aparece en los medios de comunicaci�n no conlleva necesariamente un mejor conocimiento de esa realidad, pero s� genera una opini�n sobre ella. En el caso de Palestina, esa opini�n se traduce en un "eso no hay quien lo entienda", "eso no tiene arreglo" o, modelo de comentario con pretensiones hist�ricas, "eso lleva as� desde tiempo inmemorial y… no hay quien lo arregle, ni quien lo entienda". Es decir, que mejor no hacer nada. Aunque la confusi�n siempre favorezca al opresor.

El drama de Palestina, que no tiene nada de inmemorial, comenz� con el lenguaje. Primero se cre� el discurso, la narrativa de la historia; el expolio y la ocupaci�n de la tierra vinieron despu�s.

El discurso negacionista de la realidad de Palestina prendi� f�cilmente en el caldo de cultivo pol�tico-cultural del Occidente colonial. Resulta significativa la naturalidad con la que un mito ("la tierra prometida por Yahveh") y una falsedad f�cilmente comprobable ("una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra) adquirieron categor�a de hechos evidentes.

Porque Palestina no era un desierto, ni un espacio vac�o. Se sab�a que hab�a un pueblo, hab�a censos de sus habitantes, registros de la propiedad, contratos comerciales, peri�dicos (a finales de los a�os 20 hab�a m�s peri�dicos en Palestina que en Espa�a), hab�a comerciantes, campesinos y campesinas, hombres de negocios, escritores, poetas, personas ricas y pobres, conservadoras y progresistas. Un pueblo, en fin. Y, sin embargo…

La necesidad de establecer una continuidad entre el m�tico tiempo b�blico y el tiempo actual requiri� borrar la historia real de Palestina, ya que su relato cuadraba mal con el discurso excluyente del movimiento sionista. En la operaci�n de limpieza �tnica que se llev� a cabo en los meses previos y posteriores a la creaci�n del Estado de Israel no s�lo se trataba de vaciar el territorio de poblaci�n �rabe, sino de eliminar las huellas de su presencia y su pasado. Por eso, tras la expulsi�n de sus habitantes, se proced�a a destruir los pueblos y borrar sus nombres del mapa. La arqueolog�a y la toponimia siempre han sido temas pol�ticos en Israel.

Como el lenguaje. Y hay que preguntarse c�mo se ha conseguido que al hablar de violencia en la zona se sobreentienda que se habla de "violencia palestina" (tanto la del terrorista suicida como la del ni�o que lanza piedras al ej�rcito israel�), pese a que los datos del pasado y del presente reflejan que la violencia incomparablemente m�s mort�fera y atroz es la de Israel. Y hay que preguntarse tambi�n por qu� el t�rmino ocupaci�n est� pr�cticamente desaparecido de la cr�nica period�stica o por qu� se afianza la expresi�n "colonias ilegales", �como si hubiera algunas legales!, asumiendo la tesis del ocupante y desechando la versi�n no del ocupado sino del Derecho Internacional.

La perversi�n del lenguaje es m�s peligrosa cuando se produce "naturalmente", cuando simplemente sigue la corriente. Y la corriente va en la direcci�n marcada por la versi�n israel�, que, aun con diferencias de grado y matiz, es tambi�n la versi�n de Occidente.

Pero la realidad no es cuesti�n de versiones. Hay versiones elaboradas para falsearla, ocultarla, negarla. Contar la realidad de Palestina requiere atravesar la telara�a tejida con silencios, medias verdades y mentiras redondas con la que se ha intentado borrar su pasado y ocultar su presente.

La realidad de la ocupaci�n, la violencia impune de los colonos, el muro, los controles, las incursiones militares diarias, los registros, los secuestros disfrazados de detenci�n, la atrocidad cotidiana y el paulatino e imparable robo de la tierra, apenas ocupan espacio en los medios de comunicaci�n, as� que su existencia es percibida d�bilmente, casi como un elemento colateral de una situaci�n "normalizada". Una cineasta y amiga de Ramala me dijo no hace mucho: "La ocupaci�n no siempre nos mata, pero siempre nos impide vivir".

Desde hace mucho tiempo, sobre Palestina, las palabras no se usan para contar lo que pasa, sino para ocultar la dimensi�n de la tragedia.

Teresa Aranguren es periodista y autora de los libros Palestina: El hilo de la memoria y Olivo Roto: Escenas de la ocupaci�n. Es miembro del Consejo de Administraci�n de RTVE.

 

Art�culo publicado en el n�61 de Pueblos – Revista de Informaci�n y Debate, segundo trimestre de 2014, monogr�fico sobre comunicaci�n, poder y democracia.


Fuente: lafogata.org

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