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Latinoam�rica

Guarimba por la renta

La debacle del chavismo y las necesidades de la clase obrera venezolana

Eduardo Sartelli

Raz�n y Revoluci�n

La estructura econ�mica venezolana, como la ecuatoriana, la boliviana y la argentina, tienen una matriz com�n: las cuatro dependen de la renta (petrolera, gas�fera, agraria). A partir de esa base com�n se organizan sistemas productivos relativamente sencillos, incluso en el caso argentino, el m�s complejo de todos ellos. Son capitalismos chicos, que compensan su atraso relativo, es decir, la menor productividad del trabajo que impera en sus fronteras, con los ingresos extra que supone el monopolio del elemento fuente de renta. De all� que, hist�ricamente, las diferentes clases y fracciones que componen la estructura social (incluyendo al capital extranjero) construyen, destruyen, arman y desarman alianzas en torno a la disputa de la renta. El reformismo, cualquiera sea la forma ideol�gica que asuma, tiene, en estos pa�ses, su base en alianzas entre fracciones burguesas, peque�o-burguesas y obreras, cuya funci�n consiste en apelar al "pueblo" como masa de maniobra en las disputas intra-burguesas. El chavismo, el masismo, el peronismo, eso que algunos llaman "populismo", son la expresi�n fenom�nica de estos procesos.

Siendo en general muy similares, cada uno de estos epifen�menos de la lucha de clases tiene su peculiaridad. En una estructura tan simplificada como la venezolana, el control de una sola empresa (PDVSA) crea un poder de arbitraje fabuloso para quien detente el poder del Estado. Recordemos brevemente c�mo es el pa�s de Bol�var. Por empezar, una burgues�a nacional reducida y d�bil, dependiente del Estado en grado sumo, dominada por las fracciones mercantiles y financieras, con una muy pobre presencia industrial. Por debajo, una extensa capa de peque�a burgues�a ligada sobre todo al peque�o comercio y los servicios, incluyendo un amplio funcionariado estatal. Una amplia clase obrera se divide una peque�a fracci�n industrial, una mayor cantidad de empleados mercantiles y de servicios y una gigantesca masa de poblaci�n sobrante. El rasgo dominante de la estructura social venezolana es esta debilidad general de la burgues�a nacional combinada con la extens�sima presencia de la poblaci�n sobrante. No se trata de un panorama exclusivo de Venezuela, sino que se repite en muchos pa�ses latinoamericanos.

Estas caracter�sticas peculiares han confundido a muchos compa�eros que tienden a ver a las masas desocupadas, semi y seudo-ocupadas (parados, con empleo precario, estacional o temporario, empleados en empresas por debajo de la

productividad media, vendedores callejeros, empleados estatales excedentes, masas rurales, etc.), como no obreros.

Campesinos, ind�genas, cuentapropistas, auto-empleados o "trabajadores", son conceptos usualmente utilizados para describir a estas masas, lo que tiene por consecuencia ocultar a la poblaci�n sobrante como capa de la clase obrera. A esta situaci�n se suma la tradici�n de la izquierda revolucionaria latinoamericana que tiende a ver como "sujeto revolucionario" s�lo a la clase obrera fabril y que define como "campesino" todo lo que transita por el campo. De las peculiaridades de la estructura y las tradiciones heredadas obsoletas, la izquierda latinoamericana tiende a recaer permanentemente en una especie de menchevismo espont�neo que reproduce la pol�tica de alianzas con la burgues�a "progresista" que desarrollaron los partidos comunistas estalinistas desde los a�os ’30 del siglo pasado. Esta tendencia es com�n a mao�stas, estalinistas, socialistas "nacionales", trotskistas y guevaristas, todos los cuales coinciden en que Latinoam�rica es un continente de naciones incompletas en las que, o la burgues�a (mao�stas, estalinistas, nacionalistas, guevaristas), o el proletariado (trotskistas) tienen que culminar la tarea.

Estas conclusiones estrat�gicas son las que han llevado a muchos a denominarse socialistas con alg�n aditamento que explique la evidente distancia entre los dichos y los hechos. El "socialismo del siglo XXI" es su formulaci�n m�s c�lebre y no por ello menos mentirosa. En efecto, el chavismo no alter� en ning�n grado significativo la estructura de la sociedad venezolana, no importa cu�l haya sido el grado de distribuci�n de la renta alcanzado o los beneficios que haya aportado a la condici�n de vida de las masas. En realidad, el chavismo no es m�s que una alianza de fracciones de clase con dominio burgu�s, lo que Marx denominaba "bonapartismo". Esa alianza re�ne a las fracciones m�s d�biles de la burgues�a venezolana, a la peque�a burgues�a y a la clase obrera, en particular, a la capa constituida por la poblaci�n sobrante.

B�sicamente, "boliburgues�a" y poblaci�n sobrante son las bases del bonapartismo chavista, cuyo personal pol�tico se recluta fundamentalmente en el aparato del Estado, las fuerzas armadas, junto con un sector proveniente de filas obreras. Por fuera de la alianza quedan, por arriba, las fracciones m�s poderosas de la burgues�a y el proletariado industrial. La primera se organiza a trav�s de las variantes derechistas que conforman la "oposici�n" y los segundos en los partidos de izquierda revolucionaria no incorporados al chavismo. La fuerza del chavismo resulta de aglutinar a la mayor�a de la poblaci�n en torno del reparto de la renta. Mientras esta se mantuvo a alto nivel, su primac�a result� incontestable. Con su decadencia, se abra la crisis.

La crisis y la clase obrera

El bonapartismo venezolano atraviesa su peor crisis, luego de m�s de una d�cada de gobierno. La inflaci�n lleg� al 56% en 2013, el nivel de desabastecimiento es del 30%, los cortes de luz se multiplican y falta agua. En breve, se anunciar� un aumento de los combustibles. Las condiciones de vida de la clase obrera descienden abruptamente y los reclamos no se han hecho esperar. Previamente a la marcha organizada por Leopoldo L�pez, el 12 de febrero, trabajadores petroleros, gr�ficos, estatales, automotrices hab�an emprendido sendos planes de lucha contra la precarizaci�n y contra los despidos. Las bases sindicales del chavismo son cada vez m�s reducidas. Las elecciones resultaron en un completo fracaso para toda la pol�tica burguesa. Si el chavismo se jacta de haber ampliado su ventaja en t�rminos porcentuales, deber�a tomar nota de que perdi� un mill�n y medio de votos en relaci�n al �ltimo comicio. La oposici�n, claro, perdi� cuatro millones, por eso ha buscado un recambio.

La crisis provoca, primero que nada, la ruptura de la alianza chavista. Los rumores del destronamiento de Maduro, un hombre ligado por origen a la poblaci�n sobrante, por Diosdado Cabello, un representante del aparato del Estado y cercano a la boliburgues�a, son s�ntoma de que una parte de la alianza busca resolver la crisis a costa de la otra. La inflaci�n y el desabastecimiento son los elementos desencadenantes de la crisis en la alianza chavista.

Su resultado es el engrosamiento de la oposici�n, que recluta proporciones crecientes de los componentes del chavismo. No es cierto que la clase obrera venezolana no haya estado en la calle luchando del lado opositor. De hecho, no hay forma de que en Venezuela un candidato se arrime al 50% de los votos sin recoger amplias simpat�as entre el proletariado. En este terreno, a mitad de camino entre Maduro y L�pez, se mueve Capriles y con �l, el imperialismo en general, incluyendo sus socios, como Colombia. Porque no es cierto, tampoco, que la oposici�n quiera la ca�da de Maduro. Eso s�lo es pretensi�n de L�pez y los sectores m�s extremos, pero minoritarios, de un arco pol�tico muy amplio. Solo los locos del Tea Party y alguno que otro m�s apoyan a L�pez y Machado. La apuesta de Capriles y la mayor�a del arco opositor es que el chavismo caiga solo, de ser posible, en las urnas, envuelto en una crisis generalizada que opere de hecho el ajuste de la econom�a venezolana. Acelerar la crisis s�lo reforzar�a al ala dura del chavismo dominada por Cabello, sobre el cual se recostar�a Maduro en �ltima instancia, adem�s de entregarle el poder a Capriles antes de que la crisis reordene las variables econ�micas por s� sola y lo obligue a realizar un ajuste que pondr�a en jaque a un gobierno opositor a poco de arribado al poder. El riesgo, para esta estrategia, se encuentra en la posibilidad de una recomposici�n de la renta que permita al Gobierno restablecer la situaci�n, algo que hoy parece lejano.

Por lo tanto, a diferencia de lo que dicen los chavistas m�s recalcitrantes, no estamos en un escenario de estabilidad, el cual los fascistas vendr�an a romper. Esta avanzada de la derecha no se produce, como en el 2002, en el marco de una creciente influencia pol�tica de los trabajadores y su expresi�n en conquistas econ�micas, sino que se monta en un proceso de quiebre de la relaci�n entre el chavismo y la clase obrera. Eso es lo que explica dos elementos a tener en cuenta. El primero, que entre las consignas principales de la marcha sea la exigencia con terminar con el desabastecimiento y la inflaci�n. Es decir, que se levanten reclamos netamente obreros. El segundo, la presencia de la clase obrera en esas marchas, reconocida incluso por dirigentes de izquierda que no la apoyan (como Chirino) y chavistas que hablan de "demagogia". Eso no quiere decir que hayan movilizado a millones. En la �ltima marcha de "unidad" opositora, La Naci�n –un diario af�n a Capriles- inform� la asistencia de s�lo 50.000 personas. La diferencia que hace la oposici�n es m�s bien a nivel nacional.

Maduro ha tenido dos reacciones: llamar a la movilizaci�n popular y apelar a las fuerzas armadas. La primera, ha sido un fracaso: ha juntado 40.000 personas en Caracas. La segunda, la militarizaci�n de T�chira, la promoci�n del personal militar, adem�s y la creaci�n de "milicias obreras" controladas por el Maduro, a lo que se suma un virtual estado de sitio en todo el pa�s. Se trata de un ataque a la clase obrera y a sus posibilidades de reclamo, por m�s que se disfrace del combate al fascismo. No se puede permitir que en nombre del combate a los "golpistas" se le impida a los trabajadores reclamar una salida obrera a la crisis. En ese contexto, el llamado a la "paz" por el gobierno se revela como el intento de crear un cogobierno Maduro-Capriles, que enfrente la situaci�n y aplique un ajuste consensuado.

Con todo, la llave del conflicto sigue sin aparecer: el grueso de la poblaci�n obrera, la sobrepoblaci�n relativa, la que habita barrios como el 23 de enero o el Petare en Caracas, todav�a no se ha pronunciado. El n�cleo de la estabilidad pol�tica en Venezuela se encuentra en el control de esta poblaci�n. Todav�a el chavismo puede aspirar a �l siempre que sostenga a los subsidios y a las misiones. Su desmantelamiento dar�a aire econ�mico a la burgues�a venezolana, pero podr�a constituir un suicidio pol�tico en estas condiciones.

La izquierda y la crisis

Para la izquierda revolucionaria se inicia un per�odo de prueba. Esta izquierda es muy d�bil, como resultado del impacto del chavismo y su capacidad de arrastre de las masas, pero tambi�n por sus decisiones estrat�gicas. En primer lugar, buena parte de ella ha sucumbido ideol�gicamente al chavismo, incorpor�ndose al PSUV o realizando una pol�tica de "entrismo" m�s o menos expl�cito, ya sea organizativo o bajo la forma de "apoyo cr�tico". Otros, que han sabido resistir a estas presiones, lo han hecho, en general, desde un obrerismo extremo, que abandona la poblaci�n sobrante a manos del chavismo, concentr�ndose en el proletariado fabril. Se condena as� a la inanidad social y a la irrelevancia pol�tica. As�, entre el Frente popular y el sectarismo, la izquierda resulta incapaz de acaudillar a las masas en la resistencia al ajuste en marcha, que no har� m�s que profundizarse, con cualquiera de las variantes burguesas que se disputan la capitalizaci�n de la crisis.

Una estrategia posible de acci�n se encuentra ya a mano, provista por la historia del movimiento socialista. Nos referimos al Frente �nico. Las organizaciones de izquierda revolucionaria deben llamar a todas las organizaciones obreras, provengan del arco ideol�gico que sea, a conformar un organismo centralizado, un congreso nacional de trabajadores ocupados y desocupados de todas las ramas de la econom�a, a fin de construir un programa contra el ajuste:

1. Aumento salarial de emergencia.

2. Freno a la inflaci�n sin afectar los ingresos obreros, sean salarios, planes sociales, misiones, etc.

3. Resoluci�n del problema del desabastecimiento.

4. Estabilizaci�n de la moneda.

5. Ataque profundo a la corrupci�n estatal.

6. Plan nacional inmediato para resolver el problema de la seguridad.

7. Contra la militarizaci�n de la vida pol�tica y por el desarme de todos los elementos represivos paraestatales.

8. Nacionalizaci�n de todas las empresas que colaboren en el desabastecimiento.

9. Nacionalizaci�n del comercio exterior bajo control obrero.

10. Ocupaci�n de todas las empresas cerradas o vaciadas.

11. Control obrero de la producci�n en todas las empresas.

Los trabajadores deben exigir la derogaci�n inmediata de la Conferencia Nacional de Paz y la instauraci�n de un Comit� de Crisis integrado por delegados de los organismos obreros. Para ello, la poblaci�n que ya se est� movilizando debe organizarse por barrio y/o lugar de trabajo y debatir un pliego de demandas y un curso de salida a la crisis, con la perspectiva de desarrollar un Congreso Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados. Si Maduro quiere derrotar al fascismo, entonces que deje de reprimir obreros, saque al ej�rcito y de lugar a la clase obrera organizada. Si la derecha quiere combatir el desabastecimiento, entonces que deje de organizar el ajuste y permita a los principales perjudicados encabezar el reclamo y dirigir las acciones.

Fuente: http://www.razonyrevolucion.org/ryr/index.php?option=com_content&view=article&id=2664:sobre-el-proceso-venezolano&catid=129:novedadesprincipal

Fuente: lafogata.org
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