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Argentina, la lucha continua....

El periodismo mercenario argentino y el Caso Lanata

Juan Jos� Oppizzi

Rebeli�n

Despu�s de la muerte de aquel ejemplo de mentira sistem�tica y mercenaria, llamado Bernardo Neustadt, hubo la esperanza (de parte de quienes buscamos algo que se llama "verdad", esa abstracta y escurridiza meta para alumbrar esa comarca incierta llamada "realidad") de que no se reiterara a breve plazo una figura tan da�ina en el periodismo argentino. �Vana ilusi�n! Ya tenemos otra, corregida y aumentada. Pero este caso es notoriamente m�s espinoso, porque el protagonista no se form� en la escuela de su antecesor, o sea en los cuadros de la derecha fascista; no. Desde aproximadamente 1981, cuando empez� a emitir por radio sus primeros zezeos de periodista de investigaci�n, hasta 2010, cuando se produjo el misterioso (aunque deducible) hecho que lo convirti� en lo que es hoy, Jorge Lanata guard� una l�nea progresista, defensora de los derechos humanos, cr�tica del orden social tradicional y opuesta a la acci�n de las corporaciones econ�micas due�as del poder real. Una sola caracter�stica se le pudo se�alar, no muy a tono con el resto de las indicadas: cierto vedettismo, cierta inclinaci�n al estrellato, que lo hac�a chocar algunas veces con sus colaboradores (y que lo hizo actuar en la vidriera de la revista musical boba, el teatro Maipo). En el per�odo anterior a 2010 hizo uno de los mejores informes estructurales de la corporaci�n medi�tica Clar�n. En ese famoso cuadro sin�ptico, los brazos incre�blemente vastos del grupo encabezado por el diario de Ernestina Herrera de Noble quedaron expuestos con una claridad dif�cil de superar. Al poco tiempo, Lanata comenz� a experimentar una metamorfosis muy llamativa. Abandon� la defensa de los derechos humanos, se olvid� de la existencia de los due�os del poder real (y en especial de Clar�n) y se dedic� a atacar al gobierno de Cristina Fern�ndez y a cada uno de sus funcionarios, colaboradores y simpatizantes.

El motivo de ese cambio sigue y seguir� en las sombras, ya que es imposible indagar en los terrenos que hacen a lo �ntimo de su protagonista; sin embargo, no es imposible mirar por el catalejo de las probabilidades.

La mejor t�ctica para deducir la ra�z de algo es vigilar hacia d�nde va ese algo: el desarrollo del tronco y de los gajos permite calcular el volumen subterr�neo del �rbol. Por supuesto, las especulaciones ya han volado por todo el territorio argentino y m�s all�, y relacionan el golpe de tim�n del grueso periodista con una no menos gruesa pila de dinero. Lo cierto es que el giro de Lanata coincide con la agudizaci�n del conflicto que enfrenta al gobierno de Cristina Fern�ndez con Clar�n. No voy a decir aqu� lo que s�lo una fotograf�a ya dice largamente respecto de este conglomerado de medios: el brindis de su due�a y del due�o de La Naci�n, Mitre, con el genocida Videla, en los tiempos en que ninguno de los columnistas que ahora se encargan de anunciar el advenimiento de un nuevo nazismo abr�a la boca para denunciar la criminalidad de la dictadura encabezada por el flaco psic�pata de uniforme.

Lanata ha hecho un incre�ble borr�n con los argumentos que desarrollaba antes del 2010. Y eso, que es motivo suficiente para reprocharle su falta de coherencia y para hacer altamente sospechoso el viraje, no es lo �nico que va distingui�ndolo. Su habla se vuelve cada vez m�s procaz e hiriente; su catarata de guano verbal no perdona edad, situaci�n, trayectoria o sexo de los elegidos a la hora de propinarle el golpe. Las denuncias que desparrama a diestra y siniestra no resisten verificaciones, pero cumplen con el fin de impactar, no de esclarecer. El da�o principal que origina es, precisamente, la distorsi�n del criterio de su audiencia; induce a dar por real lo que �l informa, quitando cualquier margen de investigaci�n posterior. Si se comprueba la mentira de lo que �l afirma, eso no altera el objetivo que se le dio, porque sucede fuera del �mbito de impacto (los medios de Clar�n se esmeran en coordinar los silencios y los chillidos) y fuera del tiempo indicado para que sucediera (al d�a siguiente ya habr� otra noticia de la misma cala�a).

Para que el mecanismo usado por Lanata funcione, requiere de una audiencia espec�fica. Su cloaca teatral va dirigida a dos grupos: los que toman al pie de la letra los argumentos y los que al escucharlo escuchan lo que deseaban escuchar. El primer grupo acepta lo que se le dice y asume una posici�n acorde con lo que oye (se horroriza del supuesto desorden, de la supuesta corrupci�n, de las supuestas grandes canalladas gubernamentales) luego de recibir la informaci�n incuestionada; es el grupo en el que m�s da�o hace; el segundo grupo tiene posici�n tomada antes de recibir la informaci�n, �sta le afirma sus convicciones y le alimenta el rencor. Al primer grupo lo adoctrina; al segundo, lo halaga. El m�todo lanatiano posee una ventaja en s� mismo: puede tirar sobre la mesa cualquier afirmaci�n, por absurda que sea. As�, por ejemplo, que el Vicepresidente de la Rep�blica se habr�a comprado un traje de cuatrocientos mil pesos a fin de asistir a la coronaci�n de los nuevos reyes de Holanda (�qu� traje vale cuatrocientos mil pesos en este a�o 2013? �Tiene hilos de oro y botones de diamantes? �Un poco pesado y rid�culo!); o que la ex secretaria de N�stor Kirchner afirm� haber o�do hablar de idas de funcionarios desde la Casa de Gobierno a la Residencia Presidencial de Olivos, cargados con bolsos de dinero (�en la era de las transferencias electr�nicas, suena a serie de la d�cada de los ’60!); o que en la casa particular de la Presidenta Cristina Fern�ndez habr�a una b�veda secreta en donde se guardar�an millones de euros, d�lares y qui�n sabe cu�ntas monedas valiosas m�s (�eso tambi�n es de serie mala y antigua, en una �poca con sistemas de cuentas cifradas en bancos extranjeros!);o anunciar, con cara f�nebre y m�sica idem, una inminente irrupci�n del estado para acallarlo (y al no producirse, afirmar que los "periodistas libres" le torcieron el brazo al "totalitarismo"); o -�la m�xima!– que el dinero manejado en las supuestas transacciones de funcionarios corruptos ya no se cuenta, �se pesa! (como si un billete de dos pesos no tuviera el mismo gramaje que uno de cien); o insultar indirectamente al Presidente del Uruguay, diciendo que permite o –en el mejor de los casos– ignora la incontrolable fluencia de millones de d�lares a su territorio de parte de los funcionarios argentinos.

Hay que reconocer que Jorge Lanata, a trav�s de su programa televisivo, cumpli� finalmente con el sue�o que sus berrinches con colegas de c�mara o micr�fono y sus paquid�rmicos bailes sobre el escenario del teatro Maipo delataron: ser una completa vedette. Am�n de los imaginables buenos ingresos, el hecho de que una masa de espectadores aguarde sus insultos y sus acusaciones ha de proporcionarle un bienestar concreto. Pero es sabido que las vedettes a menudo llegan a serlo a cambio de ciertas concesiones. Lanata, evidentemente, concedi� la �tica. Eso que se mueve ante las c�maras, eso que abre la boca para zezear escatolog�as, no es un periodista, ni siquiera un mal publicista; es un actor de variet�, ajeno a cualquier noci�n de respeto o de lealtad a lo que no sea el origen de sus ingresos. Su futuro, en cuanto hombre de los medios, queda preso de esta figura agresiva, prepotente y burlona.

Y el an�lisis del trabajo de Lanata no debe quedar en la an�cdota que �l mismo proporciona, sino trascender a un contexto m�s amplio. La �ltima elecci�n venezolana en donde Hugo Ch�vez fue candidato –enfermo, ausente, o quiz� m�s presente que nunca– revel� una arista nada bufonesca en las idas y venidas del grueso animador argentino. Su comedia de la detenci�n al entrar en Venezuela (provoc� un incidente con las fuerzas de seguridad y se hizo demorar), con el eco previsible en los medios clarinistas argentinos y derechistas de toda Am�rica, permiti� comprobar que es una herramienta de la selecta casta interamericana de los empresarios manejadores de informaci�n, ese grupo funcional a la alta pol�tica estadounidense, que se encarga de disciplinar a Am�rica Latina para que siga siendo el manso patio trasero de la potencia norte�a.

A Lanata no le toca ser, a ese nivel, un vocero tan prestigioso como Mario Vargas Llosa o como Jos� Mar�a Aznar; no le alcanza ni la preparaci�n ni el talento; se le asigna el papel de segund�n. Pero no es menos peligroso en dicho lugar. Al tener el respaldo de semejante red, el da�o que hace adquiere otro volumen, sus espaldas tienen otros cuidadores. La contraofensiva de Estados Unidos para anular la rebeld�a de la Unasur, del Alba, del Mercosur y de cuantos intentos surjan en el mismo derrotero, ya se inici�. Como sucediera en la d�cada de los ’70, el argumento es la defensa de la "libertad de expresi�n", el peligro de los gobiernos "populistas", la "corrupci�n", la "inseguridad". Los Lanatas se encargan del trabajo chico de piqueta en sus respectivos pa�ses; hay que sembrar el miedo, la zozobra, la sensaci�n ca�tica. Del r�o revuelto siempre los pescadores sacan ganancias, y la primera es que una sociedad atiborrada de angustia acepta cualquier cadena, siempre que le d� la ficci�n de tranquilidad.

Juan Jos� Oppizzi es escritor argentino.

Fuente: lafogata.org

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