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Latinoamérica

 

Después de varias movilizaciones, y 18 indígenas muertos por hambre en lo que va de año, el gobierno mexicano se ha sentado a negociar

El campo mexicano también está indignado

Majo Siscar

Periodismo Humano

México vive una emergencia alimentaria. La sequía, heladas e inundaciones en 2011 que azotaron el país, han sumido el campo mexicano en la peor crisis de su historia. En la sierra tarahumara, 18 indígenas raramuris han muerto de hambre en lo que va de año.

El campo mexicano padece una crisis sin precedentes fruto del cambio climático y las políticas neoliberales que lo han desamparado en las últimas décadas. El año pasado, las heladas y sequías dejaron prácticamente yermos el centro y el norte del país, mientras que las inundaciones golpearon el sureste. Según la misma Secretaría de Desarrollo Social (con rango de ministerio) se trata del "mayor desastre natural que ha vivido México" puesto que la escasez de alimentos ya ha golpeado a 19 estados, el 40 por ciento del territorio nacional.

Tomás Valles es un ranchero del estado de Chihuahua, uno de los cinco estados que se encuentran en emergencia alimentaria. Aunque Valles tiene cerca de 80 hectáreas, hace dos años que ve como su campo se deteriora. De las tres mil pacas de avena que cosechaba antaño gracias a las lluvias, esta última temporada solo reunió 180. Tuvo que vender algunas de sus reses para sacar dinero para comprar alimentos para las 150 que le quedan. La mayor parte de su cosecha de maíz y frijol (alimentos básicos en la dieta mexicana) se perdió por las heladas de invierno y la sequía en verano. Las manzanas, principal producto comercial del campo de Chihuahua, escasearon por falta de riego. Por eso, decidió abandonar su rancho en Namiquipa, cerca de la frontera con los EEUU, y recorrer los 1630 kilómetros hasta la Ciudad de México con una cincuentena de campesinos de su estado y sus caballos. Durante una semana, en autobuses y camiones para los animales fueron recorriendo el norte y centro del país. En cada ciudad, montaban sus caballos y sus tractores para sumar a su causa a los campesinos locales, se autoproclamaron los indignados del campo. Y marcharon hasta llevar su indignación a la Secretaría de Gobernación (el equivalente al ministerio de interior) en la capital mexicana.

"Estamos indignados porque se está denigrando el campo. La naturaleza nos ha pegado muy duro pero el gobierno también le está dando la espalda y el campo es lo que nos da la vida a todo el país", resume María Zambrano, en la concentración ante el ministerio. "Venimos a ver en que nos apoya el gobierno. Debe ser consciente que tenemos hambre", agrega Fidela Melchor otra chihuahuense de 74 años. Madre viuda de 11 hijos, todos ellos tuvieron que abandonar el campo para buscar fortuna en la ciudad. El único que se quedó, el doceavo, fue asesinado en la ola de violencia relacionada con el crimen organizado que azota la región. Pero aún le quedan fuerzas para reclamar. Su cosecha de alfalfa se arruinó por la ola gélida del invierno pasado, donde Chihuahua –a la misma latitud que el centro de Marruecos- registró temperaturas de -20ºC y en verano apenas llovió. Ahora, debe de comprar el alimento para sus tres vacas, que le cuesta unos cinco euros al días, dos euros menos que el salario diario de un jornalero del campo.

"México tiene hambre, con las heladas, sequías e inundaciones, ha perdido el 50 por ciento de la cosecha y miles de cabezas de ganado. México ya depende del exterior para alimentar a su pueblo, y hay millones de desempleados", explicó Max Correa, líder de la Central Campesina Cardenista en una marcha multitudinaria en el centro del DF. Según el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas Forestales y Pecuarias, México importa casi la mitad de los granos que consume pese a tener una extensión de casi dos millones de kilómetros cuadrados de territorio.

"El problema es que el gobierno está endiosado con las importaciones. Con el neoliberalismo hubo un desprecio absoluto a la producción nacional y se entregaron los recursos. Desde hace lustros se acordó importar la mayoría de los productos porque eran más baratos que producirlos aquí, y se fue desbaratando el campo", resume Alfonso Ramírez, dirigente de El Barzón, una organización nacional de productores del campo.

Los tratados de libre comercio con América del Norte abrieron la puerta a las importaciones y México quedó relegado a exportar hortalizas y frutas. Con la crisis del mercado mundial en 2006 y la financiera, se encarecieron los precios del consumo de las importaciones, así como las semillas y los fertilizantes. Ahora la sequía ha venido a agravar el problema y la carestía se extiende en las zonas rurales. Actualmente, con una inflación general del 4%, la canasta básica ha subido más de un 15%. Así, los niveles de pobreza aumentan cada año en el país azteca. En 2010, 56 millones de mexicanos vivían en la miseria, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de desarrollo Social. Según las estadísticas, desde que empezó el mandato de Calderón, en los últimos cinco años, hay 13 millones más de pobres.

"Ya no nos alcanza, tengo cuatro hijos a mi cargo y no tenemos agua potable en nuestro pueblo. Sembramos un poco de milpa, pero no teníamos suficiente dinero para echarle fertilizante a todo, y lo que no abonamos no salió. Mi marido trabaja de ayudante de albañil por 100 pesos al día –seis euros- y no llegamos", cuenta Cirila Domech, una campesina de Tejupilco en la zona conurbada del Distrito Federal. A pocos kilómetros de la capital mexicana, Cirila como sus vecinas, no solo pasan penurias alimentarias sino que tienen que ir a lavar al río y dependen de camiones de agua potable que llevan periódicamente a su pueblo.

Pero la situación se recrudece en las comunidades indígenas. En el corazón de Chihuahua, en la Sierra Tarahumara, dieciocho indígenas rarámuris han muerto de inanición. "Quién sabe que vamos a hacer, qué vamos a sembrar. Este año sembramos maíz y frijol y no levantó la mata, todo se secó", relata a los medios locales Benito González de Carichi, uno de los poblados en lo alto de la montaña. Las heladas de hace justo un año quemaron la primera siembra y la ausencia de lluvia secó los ríos y lagunas. Ahora las imágenes televisivas muestran niños despellejados por la desnutrición. Sin embargo, en la misma sierra tarahumara donde los rarámuris mueren de hambre, las mineras transnacionales extraen oro, plata y otros recursos minerales. Del estado de Chihuahua se extrae el 16% del oro nacional, con el excesivo gasto de agua que eso conlleva.

"Su territorio cada vez es más agredido por una serie de proyectos oficiales que nunca se les han consultado. La minería, la tala de bosques y los proyectos turísticos solo han dejado agua contaminada, peces muertos, enfermedades de piel, escasez de recursos,… ¿dónde están las ganancias millonarias que se extraen? ¿Por qué no les queda nada a sus dueños originarios?", espeta Javier Ávila, párroco de la región.

A esta zona de la sierra la ayuda oficial apenas llega, o cuando lo hace resulta insuficiente, como los programas sociales que implementa el gobierno o las organizaciones sociales. Ahora la sociedad civil mexicana ha mandado colectas de alimentos, pero éstos solo son un paliativo durante unos meses. Si no se regulariza la lluvia al padre Ávila augura otro año conflictivo. De momento son más de 200.000 personas las que necesitan el apoyo y se trata de un problema estructura.

"No les hemos respetado nunca sus derechos y hace falta un cambio de actitudes. La deuda histórica con los indígenas no se paga con despensas, cobijas ni mucho menos discursos, hay que revisar las políticas públicas. Qué casualidad que solo vienen cuando caen los reflectores de los medios nacionales y en año electoral. Ya hace tiempo invitamos al gobierno estatal a dialogar con la sociedad civil. Tenemos un proyecto de trabajo para enfrentar la emergencia alimentaria, pero debe ser sin camisetas partidistas, entonces, se echan para atrás", concluye el sacerdote.

Ante esto, rarámuris junto a campesinos de toda la República se desplazaron a la capital a exigir recursos inmediatos y programas para el campo que palien esta situación. Después de sus movilizaciones, las organizaciones campesinas están en una mesa de diálogo con el gobierno para exigirle al ejecutivo recursos inmediatos y programas de apoyo al consumidor y productor.

Sin embargo, y pese a las primeras ayudas que ha impulsado el gobierno, los labradores aseguran que "hay mucha descoordinación entre las instituciones y muchos recursos se pierden en el camino". Por otro lado, desde el Barzón espetan que "hay una gran demagogia gubernamental" y que habría que atacar las causas de fondo como son el cambio climático, el control oligopólico del mercado de alimentos, y la falta de soberanía ante los intereses transnacionales. Sin embargo mientras ellos negocian, el presidente Felipe Calderón acaba de recibir el premio al Estratega Global, en la cumbre del G-8, en Davos, de manos de aquellos que creen que se debe reducir la función del Estado ante el mercado.

Fuente: lafogata.org