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Argentina, la lucha continua....

El credo de Scioli y la ola de injusticia

Silvana Melo

APE

"Yo creo en ti, yo creo en mí/yo creo en ti, yo creo y puedo /yo creo en Dios y en el amor". El credo anaranjado de Daniel Scioli fue escrito por Ricardo Montaner, una de las contrataciones millonarias de la campaña 2011 y del verano, cuando la Provincia era un páramo floreciente y el Gobernador replicante del discurso del futuro y el optimismo alfombraba el cielo, la tierra y los mares con su rostro gigantográfico, su sonrisa blanca y su piel dorada, con la concienzuda poética de Montaner, con el "Se puede" de Pimpinela y el empalago histórico de Julio Iglesias. Además de la decisión política y filosófica de destinar un presupuesto obsceno a su culto personal y a la cultura publicitaria de los recitales masivos con su nombre y su imagen detrás, al Gobernador lo caracteriza un pésimo gusto musical.

La estética Palito Ortega y el dogma de la felicidad se esfumaron de pronto y sus cristales rotos cayeron inexorablemente sobre la cabeza de la gente. Daniel Scioli, en pos de generalizar el universo naranja postergó durante todo el año la liberación de fondos cruciales para los sectores más vulnerables. De hecho, mientras Montaner ensordecía las mareas el Ministerio de Desarrollo Social dejaba de pagar a los proveedores de los comedores escolares. La deuda que se mantiene desde octubre hirió gravemente el menú de los chicos, valuado en 4 pesos por cabeza desde el año pasado. Es decir, ya con un peso cercenado por la inflación y la carne y la fruta trepadas al púlpito de la inaccesibilidad.

Las prioridades del Gobernador han sido determinantes. Y en los momentos en que esas prioridades se definieron no hubo hostigamiento presidencial. Ni reclamos de "administración responsable". Porque del ritual de fe de Scioli & Montaner, con lo carísimos que suelen resultar los rituales de fe, también dependía el éxito electoral de la Presidenta de la Nación.

Los diez mil millones de déficit que exhibe hoy la Provincia más desigual, más padeciente y más definitoria del país son la traducción monetaria de un déficit que el peronismo paradójico acumuló durante casi tres décadas de democracia –con apenas una errata de la historia como fue la administración Armendáriz-: la dramática injusticia social, la corrupción frenética con sociedades políticas-policiales-delictivas que dejan muy poco espacio a cualquier intento de transformación, la desigualdad madre de gran parte de las violencias, el clientelismo disciplinador, el narcotráfico y el consumo de drogas baratas y berretas que matan a los pibes con más eficacia que las ametralladoras del Grupo Halcón.

Scioli ha sido un eslabón más de un engranaje perverso que se profundizó con Eduardo Duhalde, su maldita policía, su inmensa estructura clientelar y su poder onmímodo sobre el conurbano. De hecho, fue Duhalde quien negoció con Carlos Menem la candidatura a la Gobernación bonaerense a cambio del Fondo del Conurbano. Pero abandonando el porcentaje del Impuesto a las Ganancias que recibía la Provincia como compensación. Que hoy equivaldría a 13 mil millones. 3 mil más que el déficit actual y confesado.

El Gobernador naranja, sin embargo, es distinto de Duhalde. El nació del menemismo, de la teoría de la muerte de las ideologías y el fin de la historia, él nació de la no política, como su amigo Mauricio Macri.

Y como su amigo Mauricio Macri maneja la Ciudad como a una empresa, el Gobernador naranja timonea la Provincia como a un catamarán. Y en lugar de que su pelea definitiva con la Presidencia se apoye en razones nobles como reclamar el porcentaje en Ganancias, pelear la coparticipación y plantarse para que no se reduzcan partidas desde Nación que terminan golpeando en el estómago de los pibes y en la helada sobre los hombros de los que no tienen techo, la disputa final estalla por sus ambiciones capitales para 2015.

15 millones de personas viven en Buenos Aires Provincia. 550.000 son empleados estatales. Es decir, 550.000 familias –más de dos millones de gentes- elegidas como variable de ajuste por el Gobernador que cree en el amor, con el vibrato de Montaner. 1.800.000 chicos van a comer a la escuela, a pesar de que la virtual Ministra de Educación asegure que en la Provincia no hay más hambre. Casi dos millones de pibes elegidos, también, como variable de ajuste por el Gobernador que se convence de que se puede en un agudo febril de Pimpinela.

Durante 2011 muchos programas del Ministerio de Desarrollo Social no se ejecutaron. O se les concedió un mínimo del presupuesto establecido. Eso sí, para el área Ministro –con Cacho Alvarez al frente, hoy alma y cuerpo de La Juan Domingo- estaban previstos 11 millones y se gastaron 332, según los cálculos de la senadora (Coalición Cívica) María Isabel Gainza.

Prioridades son prioridades.

Al fin y al cabo, sus actos de fe no son diferentes de los de sus colegas más lustrosos: el nepótico e inoxidable Alperovich desmintió la desnutrición en Tucumán. Dijo que los índices habían bajado notoriamente. Y como él tampoco debe creer en el INDEC, se basó en la casuística textil: "Todos los negocios hacen delantales para la época en que se jura la Bandera, para los chicos de cuarto grado.

Generalmente, lo que se vendía todos los años es un talle de 8 a 10. Este año ya empezó a venderse mucho más el talle de 10 a 12. Qué es lo que significa: que los chicos han aumentado la talla, que estamos mejorando, y que cada día la gente está mejor". Impecable su lógica. Tanto como la de su mujer Beatriz –segunda en la sucesión presidencial- ante la madre de un pibe muerto por el paco en su provincia: "Al menos ahora vas a dormir tranquila, porque tu hijo no está más en la calle".

Mauricio Macri, por ejemplo. Cerró la terapia intensiva infantil del Hospital Durand. Pero necesita una ampliación presupuestaria urgente porque su manejo financiero parece ser pariente directo del sciolista.

Para llegar al número imprescindible tuvo que negociar el voto de un denarvaísta a cambio de un proyecto muy caro para ese legislador: un hospital de mascotas.

Dentro de los despachos la gente se convierte en monedas de cambio. En números de cuenta bancaria. En porcentajes sin cara, sin historia, sin frío ni heridas en el costado.

Mientras Ricardo Montaner canta, con fondo naranja, "yo creo en la música, yo creo /en los amigos, yo creo en el amor de /mis hijos, yo creo en el romance, yo / creo en la familia, yo creo en mi mama / I believe in my mama, yo creo en mi país", el noticiero de la TV habla de olas de frío y tira nieve, habla de olas de inseguridad y tira sangre. Pero nadie habla de la ola de injusticia. Será que ya se quedó a vivir.

Fuente: lafogata.org