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Argentina, la lucha continua....

La desnudez de los invisibles

Silvana Melo
APE

En el camino que se cay� de pronto, que se cort� como de una dentellada, le qued� escrito lo que no fue. El pedazo de futuro puesto para ella, como un m�ltiple choice del libre albedr�o: poner a andar la primavera en el aire envenenado del Doque; transformar la vida sucia de plomo y madera y chapa y escasez, en una buena vida al alcance de todos; subvertir todos los �rdenes establecidos, encender las estrellas aun con el sol en pleno mandato, robarles a los poderosos el fuego sagrado para los vulnerables, para los muchos, para los tantos, para los que no se ven, ser Prometeo en la injusticia brutal del conurbano, ser, crecer e insistir con poblar el mundo de los pobres, traer ni�os para la rebeld�a, parir para las mayor�as, ser m�s y m�s, multitud de an�nimos para la transformaci�n.

Todo eso pod�a elegir. O resignarse. Le daba opciones el destino pero se cort� de pronto, se agot� como la canilla que gira y gira pero nada brota en la siesta de enero. Se calcin�, se consumi�. Se acab� como se acaba la vida en las casitas de chapa y madera de Dock Sud. Sin transformarse, la vida. Sin ser buena, sin ser digna, sin revoluciones. As� se acaba la vida incipiente.

La noticia fue brev�sima en todos los medios. Apenas l�neas para la mujer de 30 a�os y su beb� de nueve meses que dorm�an en la agon�a de la Navidad cuando se prendi� fuego la pieza de conventillo que era su casa en Dock Sud. Ah� donde las casas son de chapa y madera, se arman una tras otra, una sobre otra, en la telara�a de los cabler�os por donde a veces llega la luz y otras veces se puede atrapar un chisper�o que ilumine. Clandestino, marginal. Como es la vida de los que no alcanzan el vag�n final. De los que siempre pierden el tren de la justicia porque el mundo que est� no fue pensado para ellos. Porque los cables no fueron hechos para su luz. Ni la ciudad para su destierro. Ni el barrio para su llegada tres d�as atr�s.

Dicen que murieron en el incendio que se desat� a las seis de la ma�ana, seis horas despu�s de cerradas las puertas de la Navidad. Cuando lo que pod�a nacer ya hab�a nacido pero no para ellas. Apenas d�as atr�s tambi�n hubo fuego en otras casas de chapa y madera. Pero la muerte, acaso desprevenida, esa vez no se llev� a nadie. Pero todos saben �todos- que la madera y el cabler�o y el calor de diciembre se asocian contra la desnudez de los invisibles. Y esta vez fueron dos. Ella, de treinta a�os, y su beb� de nueve meses. Un pedacito de futuro en ciernes, pensada para resistir, para rebelar, para nacer cada d�a y sobrevivir en un mundo que no la inclu�a.

Muchas batallas tendr�a por delante. Nacida mujer, que no es poco. Estirando piernitas para dar un primer paso en Dock Sud. Donde el Polo Petroqu�mico esparce su veneno, el agua se toma con plomo y el aire quema en los pulmones. Mucha batalla la esperaba y s�lo ten�a nueve meses. Pero era una ficha que su madre jugaba, que su padre jugaba, que la vida hab�a puesto sobre un damero yermo. Una ficha fr�gil, vela en el viento.

Dicen que ella y su madre murieron en el incendio de Navidad, entre chapas y maderas. Pero que nadie les crea. Ellas murieron de olvido, de desigualdad, de profunda injusticia. Solas y apartadas de la fiesta de los otros.

Solitas ahora ir�n, en alguna aurora donde lo que nazca sea bueno. Con panes tiernos a mano y un ramito del futuro que tal vez se salv� del fuego.

Fuente: lafogata.org

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