Argentina, la
lucha continua....
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Esa maldita costumbre de matar (I)
Le�nidas Ceruti
INDYMEDIA)
En la Argentina, las clases dominantes han tenido desde siempre una vocaci�n de
utilizar la violencia y asesinar para resolver los conflictos sociales,
econ�micos y pol�ticos.
"Patriotas" por las tierras
Primero, fue el genocidio de los pueblos originarios, que comenzaron con Rosas,
se extendieron con Alsina, y culminaron con el General Julio Argentino Roca, a
fines del siglo XIX, en la denominada "conquista del desierto" y del Chaco.
Los que sobrevivieron, fueron condenados a la marginalidad, expulsados de sus
tierras y borrados de la historia.
Por su parte la poblaci�n negra disminuy� desde comienzos del siglo XIX hasta
pr�cticamente desaparecer. Entre las causas se destacan las numerosas bajas
causadas al formar parte del ej�rcito en la cruenta y larga Guerra del Paraguay
(1865-1870), donde el reclutamiento fue intencional y masivo. Luego vinieron las
epidemias, en especial la de fiebre amarilla de 1871, que diezmaron a esa
comunidad.
Otros sectores sociales, afectados fueron por una parte, los gauchos, y por
otra, los caudillos regionales, que sufrieron la llamada "masacre patri�tica".
Orden, explotaci�n y represi�n
Desde la segunda mitad del siglo XIX, se inici� el proceso de expansi�n
acelerado encaminado a transformar la estructura econ�mica-social, en camino a
la conformaci�n de una sociedad capitalista, bas�ndose en el modelo
agroexportador. Todo se hizo en base a explotaci�n y represi�n. Cuando Julio
Argentino Roca en 1880 lleg� al poder, las minor�as dominantes dejaron de lado
sus conflictos aceptando su proyecto de "Paz y Administraci�n". Se transitaron
a�os en los que rein� la prosperidad de la oligarqu�a. Entonces, el general
genocida se dedic� a extender su poder en todas las provincias, no mezquinando
en ello m�todo ni medio alguno, incluido el uso de la violencia, el fraude, las
intervenciones nacionales y la presi�n del Ej�rcito. Coincidiendo con la oleada
de prosperidad de los sectores de poder, la clase obrera inici� una etapa de
luchas, aumentando sus reclamos contra la miseria, la desocupaci�n, por el
reconocimiento de sus organizaciones sindicales, y la sanci�n de leyes
protegiendo al trabajo. Los sectores dominantes reaccionaron con represi�n
permanente. El gobierno declaraba el estado de sitio, clausuraba los locales
sindicales y deten�a a los dirigentes obreros. El Congreso aprob� la primera ley
especial para reprimir al movimiento obrero: la Ley de Residencia (ley 4144),
que autorizaba a expulsar del pa�s "a cualquier extranjero cuya conducta
comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden p�blico". Fue sancionada en
1902 y fue necesario que pasaran m�s de cincuenta a�os, para que fuera derogada
en el a�o 1958.
Las luchas del movimiento obrero, a pesar de las pol�ticas represivas, se
extendieron por distintas ciudades, se paralizaban los talleres, las f�bricas, y
en varias ocasiones se declar� la huelga general. La respuesta fue que entre
1902 y 1910 se decret� cinco veces el estado de sitio, con una duraci�n total de
18 meses. La despreocupaci�n de los primeros tiempos, fue torn�ndose en
intranquilidad y represi�n, cuando se afectaba el normal funcionamiento de las
actividades agroexportadoras, y todo culmin� con la sanci�n de una nueva ley
represiva, la Ley de Defensa Social (ley 7029) en 1910. Durante esos a�os, el
conflicto m�s importante se desarroll� en 1901, cuando en Rosario, los obreros
de la Refiner�a Argentina del Az�car, se declararon en huelga. En las jornadas
siguientes, durante una manifestaci�n frente a la f�brica, se produjo una
salvaje represi�n y fue asesinado el obrero yugoslavo Cosme Budislavich, de 34
a�os, por parte de la polic�a comandada por el comisario Grandoli. Ese fue el
primer obrero asesinado en el pa�s. En 1904, durante una manifestaci�n por el 1�
de mayo en Buenos Aires la represi�n provoc� varias muertes y numerosos heridos.
La coacci�n de los conservadores fue en aumento, y la conmemoraci�n en el a�o
1909 fue particularmente violenta, con varios obreros asesinados en Buenos
Aires, y varios detenidos en Rosario. Durante este periodo son muchos los
obreros asesinados en distintos conflictos laborales.
�poca de masacres obreras
Desde 1916, Yrigoyen y el radicalismo intentaron establecer una nueva relaci�n
entre el estado y la clase obrera, incluyendo en su proyecto la integraci�n
pol�tica de la clase obrera urbana, cambiando apoyo obrero por votos. Las
posiciones del gobierno radical oscilaron entre el arbitraje, las negociaciones
y una fuerte represi�n en varios conflictos.
La represi�n apareci� abiertamente en los conflictos en los frigor�ficos en
1917-18, en los Talleres Vasena, en enero de 1919, con la masacre de cientos de
obreros. Los sucesos continuaron, con los asesinatos de innumerables vidas
proletarias durante 1921 en la Patagonia y en el norte santafesino en
territorios de La Forestal.
A las fuerzas del estado, polic�a y ej�rcito, se sumo en esos a�os la Liga
Patri�tica, agrupamiento paramilitar, integrado por miembros de la Asociaci�n de
la Juventud, Asociaci�n del Trabajo, Jockey Club, C�rculo de Armas, Asociaci�n
Damas Patricias y la Iglesia.
Fusilamientos, tortura y corrupci�n
El golpe militar de 1930 inici� una era de ilegalidad, fraude, represi�n y
entrega de la econom�a del pa�s al capital extranjero. La c�rcel, la tortura, el
destierro, el exilio y los fusilamientos fue el destino de muchos militantes
gremiales y pol�ticos. Primeramente fue fusilado en Rosario el obrero Joaqu�n
Penina, posteriormente en Buenos Aires Severino Di Giovani y Paulino Scarf�,
todos ellos anarquistas.
Mientras tanto, los nacionalistas se organizaron en cuerpos armados, como la
Legi�n C�vica Argentina, inspirados en el ejemplo de la Italia Fascista de
Mussolini, a la cual se le concedi� por decreto car�cter oficial. Durante esa
"D�cada Infame", tanto anarquistas, como comunistas, socialistas y radicales,
fueron perseguidos, encarcelados, torturados, deportados y fusilados. Fue en
esos a�os que Leopoldo Lugones hijo, comisario y torturador, invent� uno de los
instrumentos de tortura m�s usado desde entonces: la "picana el�ctrica", que
aplic� a los adversarios de los golpistas del 30. Y adem�s, se cre� la "Secci�n
Especial de Represi�n del Comunismo", que fue perfeccionada durante el gobierno
de Justo, que trajo al pa�s consejeros de la OVRA italiana y de la Gestapo
hitleriana, especialistas en represi�n.
De bombas y bombardeos
Durante los dos primeros gobiernos del General Per�n, hubo a�os en los que los
discursos y el clima reinante, para los primeros de mayo, no fue el mejor. En
1953, el Secretario General de la CGT, Eduardo Vuletich, pidi� "Limpieza mi
general", como reacci�n frente a los sucesos del 13 de abril, cuando dos bombas
estallaron en Plaza de Mayo, mientras hablaba Per�n en un acto organizado por la
CGT, donde hubo seis muertos y muchos heridos.
Luego, el 16 de junio de 1955, al mediod�a, una formaci�n de la aviaci�n naval
bombarde� Plaza de Mayo y la Casa Rosada. El intento de matar a Per�n fracas�;
el saldo fue de cientos de muertos y heridos. A partir de esos momentos llegaron
de diferentes zonas oleadas de ciudadanos dispuestos a exteriorizar su apoyo al
presidente. La Plaza de Mayo soport� otro criminal bombardeo.
El Dr. Ingallinella, apoderado del Partido Comunista en Rosario, redact� e hizo
circular de inmediato un volante de condena a lo ocurrido. La polic�a lo detuvo
y lo condujo a la Divisi�n Investigaciones, junto a otros detenidos. Luego uno a
uno fueron recuperando la libertad, pero Ingalinella nunca apareci�, ni se
encontr� su cuerpo.
La revoluci�n fusiladora
Tras el Golpe de 1955, se produjo la ocupaci�n de los locales sindicales por los
comandos civiles, represi�n y c�rcel para numerosos delegados fabriles y
activistas sindicales. Luego, del desplazamiento de Lonardi y al asumir a
mediados de noviembre de 1955, Aramburu, lo hizo impulsando una pol�tica
antiobrera. La ofensiva de los empresarios sobre la legislaci�n social, hizo que
las bases se organizaran fuera y dentro de los lugares de trabajo. Los objetivos
era lograr el sometimiento de la fuerza de trabajo. La represi�n y hostigamiento
hac�a los trabajadores se dio con el objetivo de exigir aumento en la
productividad, disciplina y racionalizaci�n.
Militares y civiles justicialistas intentaron llevar adelante un alzamiento
insurreccional. Tras el fracaso se despleg� una fuerte represi�n con la
aplicaci�n de la pena de muerte a varios militares, entre otros al General Juan
Jos� Valle y se produjo el fusilamiento de varios civiles, en lo que se conoci�
como "los fusilamientos de los basurales de Le�n Su�rez".
Ruptura y Pan CONINTES
Asumido como presidente el Dr. Arturo Frondizi, la relaci�n con los sindicatos
comenz� con el cumplimiento de lo pactado antes de las elecciones, con la
sanci�n de la Ley de Asociaciones Profesionales. La situaci�n econ�mica se
agrav�, la represi�n y la ocupaci�n militar del Frigor�fico Nacional Lisandro de
la Torre, la denuncia de Per�n del pacto con Frigerio, y la resistencia de
amplios sectores obreros, hicieron que Frondizi se decidiera a reprimir a
obreros y opositores. Los ferroviarios fueron movilizados militarmente, en 1958
y 1961. La conflictividad social hizo que el ejecutivo nacional sancionara la
Ley de Organizaci�n de la Naci�n para Tiempos de Guerra, el Plan CONINTES
(Conmoci�n Interna del Estado), y a partir de esa fecha los actos de
"terrorismo" y similares ser�an sometidos a la jurisdicci�n de los tribunales
militares, y el Articulo 15, preve�a la aplicaci�n de la ley marcial, que
implicaba previo juicio sumar�simo el fusilamiento de las personas halladas
culpables de actos de terrorismo. El plan fue un acuerdo general de ministros, y
nombraba como autoridades de ejecuci�n a los Comandantes en Jefe de las Fuerzas
Armadas y colocaba bajo su subordinaci�n a las polic�as provinciales. Hubo m�s
de 2000 detenidos, 500 condenados, y se registraron numerosos despidos
gremiales. Se produjo adem�s una purga de activistas de base y depuraci�n de
delegados de las f�bricas, y comenzaron a circular las listas negras.
El 23 de agosto de 1962, durante el gobierno de facto de Jos� Mar�a Guido, fue
secuestrado y luego desaparecido Felipe Vallese, un obrero metal�rgico y
dirigente de la Juventud Peronista.
Durante la cuarta etapa del Plan de Lucha de la CGT, durante la presidencia de
Arturo Umberto Illia, la situaci�n se agrav� por las ocupaciones de f�bricas y
lugares de trabajo. El 27 de octubre, durante las manifestaciones que
acompa�aron a un paro general, la represi�n dej� como saldo tres muertos.
De Pampill�n a la masacre de Trelew
El 28 de junio de 1966, un movimiento integrado por empresarios, sindicalistas y
la prensa, encabezado por el General Juan Carlos Ongan�a destituy� al presidente
Arturo Ill�a. Le sucedieron los dictadores General Roberto Levingston y General
Alejandro Agust�n Lanusse, hasta el 25 de mayo de 1973, cuando asumi� el
gobierno popular del Doctor H�ctor Jos� C�mpora.
Durante esos a�os fueron asesinados entre otros/as Santiago Pampill�n, Hilda
Guerrero de Molinas, Juan J. Cabral, Adolfo Bello, Lu�s Norberto Blanco, M�ximo
Menna.
Las c�rceles se llenaron de detenidos gremiales, pol�ticos y estudiantiles. La
Marina, en 1972, fusilo� en Trelew a Ana Mar�a Villareal de Santucho, Clarisa
Rosa Lea Place, Susana G. Lesgart de Yofre, Mario Emilio Delfino,Carlos Alberto
Astudillo, Eduardo Adolfo Capello, Carlos Alberto del Rey, Jos� Ricardo Mena,
Mariano Pujadas, Humberto Segundo Su�rez, Humberto Adri�n Tosch, Jorge Alejandro
Ulla, Miguel �ngel Polpi, Rub�n Pedro Bonet, Alfredo El�as Kohon, Mar�a Ang�lica
Sabelli. Mientras que quedaron heridos Alberto Miguel Camps, Ricardo Rene Haidar,
Mar�a Antonia Berger, que integran la lista de los desaparecidos.
La Triple A de cacer�a
Luego del 25 de mayo de 1973 toda la legislaci�n represiva sancionada por el
r�gimen militar fue derogada y disuelto el fuero antisubversivo. Pero esa
primavera dur� poco, y dio comienzo una escalada represiva, inici�ndose con el
envi� del Poder Ejecutivo a las C�maras del proyecto para reformar el C�digo
Penal. La reforma fue considerada de la misma naturaleza que la legislaci�n
promulgada por el r�gimen militar que gobern� el pa�s entre 1966-73.
Per�n advirti� que si la ley no era aprobada, se apelar�a a las mismas armas que
se buscaba combatir y el 23 de enero de 1974 declar� al diario La Naci�n
"Nosotros vamos a proceder de acuerdo a la necesidad, cualquiera sean los
medios. Si no hay ley, fuera de la ley, tambi�n lo vamos a hacer y lo vamos a
hacer violentamente. Porque a la violencia no se le puede oponer otra cosa que
la propia violencia. Eso es una cosa que la gente debe tener en claro, pero lo
vamos a hacer, no tenga la menor duda".
El Ministro de Bienestar Social, L�pez Rega, aument� su influencia, y actuaba
como el gran inquisidor. La represi�n cay� sobre los sectores llamados de
"izquierda y rebeldes del movimiento peronista", m�s otros activistas de la
clase obrera y la izquierda marxista.
Fallecido el General Juan Domingo Per�n, se tomaron distintas medidas
represivas. En septiembre de 1974 se aprob� una ley que penaba "la obstrucci�n
al trabajo cuando el conflicto era declarado ilegal". De acuerdo a esa
legislaci�n, el Ministerio de Trabajo prohibi� las huelgas por motivos
salariales, los paros y ocupaciones de plantas. Se comenz� a intimidar, amenazar
y suspender personer�as gremiales con mayor frecuencia. En el mes de noviembre
se implemento el estado de sitio en todo el pa�s, y se encarcel� a cientos de
activistas gremiales, pol�ticos, abogados laboralista, y estudiantes.
Hasta ese momento la participaci�n de las Fuerzas Armadas en forma abierta era
evitada y la lucha era encabezada por grupos paramilitares "ejecutores del
trabajo sucio", a trav�s de la Alianza Anticomunista Argentina, la "Triple A".
Pero al poco tiempo, el Ejecutivo Nacional, sancion� el Decreto N� 261, en el
que anunci� oficialmente que hab�a ordenado a las Fuerzas Armadas tomar
intervenci�n en la "lucha antisubversiva", firmado por la presidenta Mar�a
Estela de Per�n, y los ministros Rocamora, Ivanissevic, Vignes, Savino, L�pez
Rega, G�mez Morales, Otero. En el Articulo N� 1 se dec�a que "El Comando General
del Ej�rcito proceder� a ejecutar todas las operaciones militares que sean
necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos
subversivos�". Luego, se sancion� el decreto 2770 por el cual se cre� el Consejo
de Seguridad Interna, fijando sus atribuciones y el Consejo de Defensa. Ese
decreto lleva la firma del presidente provisional Italo Luder y los ministros
Arauz Castex, Vottero, Ruckauf, Emery, Cafiero y Robledo.
El hostigamiento y represi�n al movimiento obrero combativo ven�a
intensific�ndose. En agosto de 1974 el Gobierno le retir� la personer�a gremial
a la Federaci�n Gr�fica Bonaerense y en octubre fue detenido su secretario
general Raimundo Ongaro.
Tambi�n en ese mes, el sindicato SMATA C�rdoba, fue intervenido por la direcci�n
nacional del gremio. La mayor�a de sus dirigentes y activistas fueron
encarcelados y muchos de ellos fueron asesinados durante la dictadura del 76,
entre ellos su Secretario General, Ren� Salamanca.
En octubre de 1974 la polic�a allan� el Sindicato de Luz y Fuerza de C�rdoba y
detuvo a varios militantes sindicales. Su secretario general, Agust�n Tosco,
consigui� eludir la detenci�n y pas� a la clandestinidad hasta su muerte, el 5
de noviembre de 1975. Ya instalada la Junta Militar, el secretario general
adjunto del mismo sindicato, Tom�s Di Toffino, fue secuestrado el 28 de
noviembre de 1976 y fusilado en un campo militar en C�rdoba el 28 de febrero de
1977 en una "ceremonia militar" presidida por el general Luciano Benjam�n
Men�ndez. Atilio L�pez, secretario general de la CGT de C�rdoba y ex
vicegobernador de la Provincia, fue asesinado en Buenos Aires el 16 de setiembre
de 1974.
S�lo en 1974 fueron asesinados por lo menos 25 activistas sindicales.
El ataque en las grandes f�bricas como Ford, Fiat, Mercedes Benz, Peugeot,
Renault, Acindar, antes de la dictadura y durante ella se llev� a cabo en varios
casos con la colaboraci�n de las empresas y de algunos dirigentes sindicales.
La represi�n a la clase obrera apareci� con toda su magnitud el 20 de marzo de
1975, en Villa Constituci�n, por parte de las fuerzas conjuntas reclutadas por
la SIDE, que inclu�an a la Polic�a Federal, Provincial, Ejercito, Gendarmer�a, y
grupos de choque entre los cuales iban armados los guardias pagados por las
acer�as de Mart�nez de Hoz, sumados a muchos miembros de la Triple A. Todos
obedecieron las �rdenes firmadas por Rocamora, Savino y L�pez Rega, que eran
claras: "ahogar en sangre a los obreros y activistas del Cord�n Industrial que
se extend�a desde San Nicol�s a Puerto San Mart�n, centr�ndose principalmente en
Villa Constituci�n". El saldo de la represi�n fue la detenci�n de toda la
Comisi�n Directiva de la UOM-Villa Constituci�n, y de militantes gremiales y
pol�ticos.
Pero, todo se hab�a iniciado varios a�os antes. Valga como ejemplo lo acontecido
en la Zona Norte del Gran Rosario, en esos a�os. En el primer semestre de 1973
fallecieron en circunstancias y accidentes muy sospechosas y poco "claras" dos
Secretarios Generales de los gremios hegem�nicos, el Sindicato Qu�mico de San
Lorenzo y el SOEPU, el "negro" Acevedo y N�stor Moglia y su esposa Betty. Ambos
eran dirigentes combativos y fundadores de la "Intersindical de San Lorenzo".
Posteriormente, a fines de 1974, fue detenido por el Poder Ejecutivo Nacional,
el Dr. Horacio Zamboni, asesor letrado de varios gremios de la zona.
En la madrugada del 21 de septiembre de 1975, al pasar frente a la F�brica
Militar de Fray Luis Beltr�n, fuerzas del ej�rcito balearon el autom�vil en que
viajaba el petroqu�mico Jos� Alberto Polenta, terminando con su vida.
Despu�s del 76, desapareci� el miembro de la Comisi�n Interna de Sulfacid, Jos�
Dalmacio "la Chancha" L�pez. Adem�s, H�ctor Muller, militante de la misma
f�brica, fue secuestrado, torturado salvajemente y asesinado.
Parte de la CD del SOEPU, fue detenida y encarcelada durante un tiempo. Entre
ellos su Secretario General, Ernesto Sosa, y los dirigentes V�ctor Orellano,
Juan Vennanzi, Juan Echenique, y Oscar Bianchi.
En estos d�as, el Espacio por la Memoria, la Verdad y la Justicia, junto a
familiares y amigos de detenidos y desaparecidos del Cord�n Industrial
presentaron ante la justicia federal la causa por delitos de lesa humanidad del
que fueran v�ctimas trabajadores de esa regi�n. Las v�ctimas denunciadas son
Hugo Parente, Roberto "Potongo" Camuglia, Rafael Carroza, Ram�n Di Fiori, Carlos
Kruppa, Lina Funes, Juan Jos� Funes, Oscar Riquelme y Luis Lapissonde, quien es
el �nico sobreviviente del grupo y cuyo testimonio es fundamental para probar la
existencia del centro clandestino de detenci�n en el Batall�n de Arsenales de
Fray Luis Beltr�n.
Esto podemos multiplicarlo a lo largo y ancho del pa�s.
Genocidas
El golpe militar del 24 de marzo de 1976, constituy� el momento culminante de un
largo proceso hist�rico, en que militarismo y golpismo se conjugaron
peri�dicamente, para negar todo tipo de democracia. Nunca como en el per�odo
1976-83, se alcanz� lo que ahora conocemos como Terrorismo de Estado, nunca como
entonces se lleg� al nivel de exterminio de miles de hombres, mujeres y ni�os.
La sociedad argentina se vio sometida por la dictadura militar, que llev� al
paroxismo la persecuci�n pol�tica, la c�rcel, la tortura y la desaparici�n de
personas.
Las consecuencias fueron 30.000 desaparecidos, miles de muertos, torturados,
secuestrados, robo de ni�os y todo el tipo de aberraciones.
En democracia tambi�n se mata
Recuperada la democracia en 1983, muchos han sido los asesinatos de militantes
del campo popular. Desde V�ctor Choque en 1995 a Juan Carlos Erazo en 2008, y
Teresa Rodr�guez, los muertos de Jujuy y Corrientes. El 19 y 20 de diciembre de
2001 se produjo en el pa�s el m�s tr�gico cap�tulo de represi�n estatal,
violencia y muerte desde la restauraci�n democr�tica. Treinta y cinco fueron los
ciudadanos asesinados en todo el pa�s. En la provincia de Santa Fe, el que dio
"carta blanca" para la represi�n fue el gobernador Carlos Reutemann, y fueron
siete las victimas: Graciela Machado, Graciela Acosta, Yanina Garc�a, Rub�n
Pereyra, Juan Delgado, Marcelo Pacini, Ricardo Villalba, Walter Campos y Pocho
Lepratti.
Con los a�os, se sumaron a esa larga lista Maximiliano Kosteki, Dar�o Santill�n,
Luis Cu�llar y Carlos Fuentealba. Debemos incorporar la desaparici�n de Julio
L�pez, y el asesinato de Silvia Suppo.
Hace pocas semanas la burocracia de Pedraza, la patronal de Ugofe y la Polic�a
Federal asesinaron al compa�ero del PO, Mariano Ferreyra. Poco despu�s tuvo
lugar la represi�n al pueblo originario qom en La Primavera, provincia de
Formosa. Luego las ejecuciones en Soldati por la Polic�a Federal del Gobierno
Nacional y la Metropolitana de Mauricio Macri.
Un informe reciente de la Coordinadora Contra la Represi�n Policial e
Institucional (CORREPI), indica que "la marcada desproporci�n (52 muertes en
actos de protesta, sobre un total de 2826) pone en evidencia la prevalencia de
la represi�n de tipo "preventivo", que tiene por objeto controlar y disciplinar
a los sectores pobres no organizados, sin otro criterio de selectividad que la
pertenencia de clase. Los n�meros confirman que, en la Argentina "democr�tica",
una vez finalizado el trabajo encomendado a los militares de la �ltima
dictadura, la represi�n cambi� de forma para adaptarse a las necesidades del
nuevo sistema pol�tico. A partir de 1983, ya no se reprimir�a tanto en forma
abierta y selectiva, sino silenciosamente, con masividad y sin repercusi�n
p�blica. Reemplazados los gobiernos militares por los gobiernos "democr�ticos",
cobr� central importancia esta "represi�n preventiva", cuyo objetivo es
disciplinar a la clase de cuyo seno surgen la resistencia y la confrontaci�n.
As�, los gobiernos que administran el estado argentino tratan de garantizar que
"Nunca M�s" el sistema de explotaci�n capitalista sea cuestionado seriamente en
el pa�s".
Adem�s, debemos sumar las muertes de cientos de obreros en los accidentes de
trabajo, por enfermedades laborales, y los ni�os y ancianos que mueren por d�a,
por la pobreza, producto de las pol�ticas econ�micas que se han venido
aplicando.
En este breve recuento faltan muchas victimas de la represi�n a la clase obrera
y al pueblo, y de todos aquellos que han luchado y siguen luchando por cambios
que nos lleven a una sociedad que merezca ser vivida, una sociedad sin
explotadores ni explotados.
Por todo esto es que aseguramos que la clase dominante de nuestro pa�s tiene
desde hace m�s de cien a�os sus manos manchadas de sangre.