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Medio Oriente - Asia - Africa

 

Siria: la dictadura vale hasta que...

 

Samir Hammuda

Al-Badil (PCOT)

Traducido del árabe por Elisa Viteri

Las masas árabes continúan escribiendo la historia. Los hechos acaecidos hoy día en Siria ponen otra realidad encima de mesa de las luchas ideológicas. Y es que vemos que las dictaduras más notorias están lideradas por los héroes del «nacionalismo» y la «lucha contra el sionismo», aquellos que ahora también tienen que enfrentarse a las convulsiones populares que claman por su caída.

El resultado del levantamiento árabe en Siria, desde su comienzo hace pocos días hasta ahora, es de 150 muertos y cientos de heridos. Todas estas víctimas no son el resultado de un bombardeo o de un ataque del terrorismo sionista, sino que han sido causados por la sangrienta represión del «sistema nacional sirio».

En este país se vuelven a repetir los acontecimientos que acaecieron en países como Túnez, Egipto, Yemen, Bahréin, Argelia, Marruecos y Libia, como en un espejo, y todo a pesar de que las particularidades de este país y este otro son muy diferentes. Todo esto nos deja claro que las realidades árabes son uniformes, que todos los gobiernos árabes gobiernan de forma despótica.

El levantamiento popular en Siria nace por las mismas razones sociales, económicas y políticas que removieron los pilares de las dictaduras a través de toda la nación árabe. Siria es también el país de la pobreza y el paro, de las diferencias regionales y de la penetración del capitalismo liberal. También en Siria las libertades brillan por su ausencia, se reprime a la oposición, un grupo religioso prevalece sobre otro y se atacan los derechos más básicos del pueblo, como los derechos políticos, económicos o culturales. También en Siria la corrupción rampante está al servicio de una minoría burguesa local, también acapara la economía del país y maneja a la policía y al sistema judicial, que se lanzan a los cuellos de los ciudadanos.

La política y el discurso del sistema sirio de cara a las protestas populares, así como su forma de reprimirlas y desfigurarlas, es una copia de lo que ha conocido el pueblo árabe bajo los sistemas despóticos de Túnez, Egipto, Yemen y otros países árabes. Si Bashar el-Asad acusa a su oposición de trabajar para el exterior y al pueblo de levantarse siguiendo planes extranjeros que van en contra de los intereses nacionales, es que su discurso político no es mejor que los discursos de Ben Alí, Mubarak, Gadafi o Alí Saleh.

Todos los sistemas dictatoriales, cualquiera que sea su tapadera ideológica -«nacionalista», «socialista» o «islámico»- se refugian en los mismos argumentos gastados y falsos para justificar su despotismo y el que a su pueblo se le dispense de su derecho inalienable de emancipación política o social. Al mismo tiempo que el sistema sirio se jacta de los miles de manifestantes que le apoyan, su aparato de seguridad ataca a quien se le opone como castigo. Pero a la historia nunca le faltan ejemplos. Un año antes de su caída, Ceauşescu se jactaba de sus miles de seguidores, y Ben Ali, pocos días antes de su huída, se vanagloriaba de los millones de simpatizantes que tenía su partido.

Sin embargo, el levantamiento popular en Siria, más allá de lo sangriento, nos trae otro sabor y otras dimensiones políticas a nivel local, así como a nivel de la nación árabe. El sistema sitio es otro eslabón en la cadena de sistemas que abrazaron el proyecto de la nahda árabe (o resurgimiento cultural), sobre la base de las ambiciones nacionales en la unidad, el socialismo y la liberación del colonialismo y el sionismo. En las últimas décadas, el sistema sirio ha dejado de ejercer su papel esencial dentro de la fuerza árabe, no sólo en el plano nacional, sino también en el plano de la izquierda y del islam político. Todo bajo el estandarte del patriotismo y el discurso de que el régimen sirio era una fuerza nacional que se levantaba para enfrentase al ente sionista.

Nos hemos posicionado en muchas ocasiones en contra de la orientación política de las fuerzas que llaman a tolerar el método dictatorial de este o aquel sistema sobre la única base de que se opone al ente sionista, con la consideración de que esta orientación es desequilibrante y peligrosa para el desarrollo del movimiento revolucionario árabe y contraria a su lucha nacional y de liberación. El nacionalismo y la lucha contra el colonialismo, el sionismo y los planes imperialistas no pueden ir en contra de la democracia; es una condición para la lucha. La democracia no puede ir en contra de que el pueblo disfrute de una completa libertad política; es el primer paso.

Es cierto que las libertades políticas, por sí solas, no son suficientes para cumplir con los objetivos naciones. Sin embargo, la soberanía y el renacimiento árabes y su unidad frente al imperialismo y el sionismo no van a realizarse sin ellas. ¿Por qué el ente sionista es hostil a la democracia del pueblo árabe, si no porque supone un peligro que amenaza su existencia? ¿Por qué EEUU ha apoyado y sigue apoyando a los sistemas despóticos árabes, si no es porque sirve a sus intereses y objetivos? ¿Cómo puede nuestra gente hacer realidad la unidad y acabar de una vez por todas con el veneno de las luchas religiosas, sectarias, tribales, locales y partidarias sin que disfrute de las libertades, sin que se entreguen a la democracia, sin que consigan la ciudadanía y la igualdad sin distinciones, sin odio entre clases sociales, confesiones, religiones, género o dogmas?

El fracaso del sistema sirio confirma de nuevo el fracaso de los sistemas despóticos a la hora de conseguir sus intereses: la unidad, el socialismo y la liberación del colonialismo y el sionismo. Si consideramos a la democracia burguesa como una forma para deshacerse de las dictaduras y los sistemas despóticos, también podemos decir que nuestro pueblo árabe no está obligado a reproducirlas como una mera copia, sino que en su poder está el superar sus deficiencias y defectos en pos de una democracia más amplia, una democracia que responda a las ambiciones de las clases populares árabes, sus ambiciones nacionales, políticas, económicas y culturales.

Nadie puede pronosticar hoy cómo se van a desarrollar los acontecimientos en Siria, ni cuán profunda va a ser la crisis, ni hasta dónde está dispuesto a llegar el pueblo sirio para terminar con el sistema de Bashar el-Asad. Sin embargo, de seguro que el sistema sirio no va a dar una respuesta favorable a las peticiones de reformas políticas, no está en su naturaleza y tampoco en sus intereses. No hemos visto que ninguna dictadura árabe haya dado respuesta a las peticiones de libertad de su pueblo. En su lugar, el sistema reprime a la oposición y maltrata al pueblo, que se ve sin futuro, sin salida de la crisis. Las leyes de corrupción interna se desmoronarán y el pueblo volverá a la vida, para llevar a cabo sus proyectos, tarde o temprano.

http://www.albadil.oasrg/spip.php?article3755


Fuente: lafogata.org