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Latinoamérica

Drogas y autoridad

Bernardo Bátiz V.

La Jornada

No pasó desapercibida en los diarios de la semana anterior la clara contradicción entre las estrategias que el gobierno de México adoptó y defiende para el combate o guerra a las drogas y a la delincuencia y la propuesta de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas, reunida en Nueva York.

El gobierno mexicano insiste en la fuerza armada como su instrumento básico en esta materia; apuesta a los helicópteros artillados, a los vehículos militares y a los soldados pertrechados a la moda de los militares de EU listos para entrar en combate, sin consideración siquiera de que las muertes de civiles no involucrados se producen precisamente porque las armas y las tácticas empleadas son propias de batallas abiertas y no de fuerzas armadas metidas a patrullar calles y plazas públicas de ciudades muy pobladas.

Para el gobierno mexicano, cualquier pretexto es bueno para exaltar su poderío militar, gigante con pies de barro, y aprovecha todo para el espectáculo y la propaganda. No deja de ser significativo y patético lo que vimos por televisión en el Día de la Marina; el Presidente y su esposa aplaudían entusiasmados a paracaidistas armados que simulaban un combate, en tanto que un niño entre el público asistente lloraba asustado por los disparos de salva.

En contraste, la comisión integrada por políticos, escritores, artistas y en general personajes destacados, plantea nuevamente la necesidad de alterar estrategias y prioridades. En lugar de poner el acento en el uso de la fuerza, reitera que el creciente consumo de drogas y la delincuencia que conlleva es más un problema de salud y de educación. Prioridades actuales de la vida moderna, riqueza, ocio vacío de contenido, proclividad a la estupidización masiva y exaltación de la irresponsabilidad social, son en buena medida causa profunda del crecimiento del problema; los jóvenes sin ideas propias y sin formación ética tienen la vaga esperanza de repetir estereotipos de exitosos personajes, según los modelos de la televisión y pretenden, a como dé lugar, vestir bien, vivir en casas de lujo y tener a su lado compañeros y compañeras a los que la vanidad moderna ha calificado como gente bonita.

Para contrarrestar esta actitud que se extiende como una mancha de aceite en la sociedad actual, el instrumento urgente es la educación con bases sólidas en un humanismo integral, que haga crecer a los niños y jóvenes en las habilidades técnicas indispensables para la vida moderna, pero también en los valores del espíritu, que les habilite para una convivencia no sólo exitosa e individualista, sino compartida y justa.

La propuesta de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas vuelve a plantear la discusión sobre la despenalización de la droga, tanto en su producción como en su comercio; de tomarse una decisión así, las demás drogas quedarían en un estatus jurídico similar al que tienen ahora el alcohol y el tabaco; entonces, el papel de la autoridad, padres, maestros, legisladores y funcionarios, no sería el de sustituir las decisiones de los adultos que opten por consumir estupefacientes, la autoridad tendría que limitarse a orientar, regular y evitar que los menores de edad sean atraídos e inducidos al consumo.

Tolerar y respetar, pero orientar desde la infancia serían las prioridades, implementar sistemas de rehabilitación y emplear el poderosísimo instrumento de los medios de comunicación, para disuadir y mostrar los males en la salud y en la sociabilidad a que lleva el consumo de drogas. Es decir, lo contrario de lo que ahora sucede, que los medios invitan y atraen a los paraísos artificiales, que de momento deslumbran a los jóvenes, pero que muy pronto los arrastran a verdaderos infiernos de degradación y frustración de cualquier plan de vida constructiva.

El Estado moderno y la sociedad en general cuentan con muchos recursos para combatir la droga y la delincuencia; deben emplearlos y dejar la represión solamente como la última instancia para los casos extremos de actitudes antisociales.

Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se propuso ensayar en los reclusorios un programa que proporcionara droga controlada a los reclusos adictos, con objeto de romper la estructura de las mafias internas, que controlan los penales precisamente mediante las drogas; sería posible también en ese universo cerrado constatar los efectos de una liberalización paulatina. Lamentablemente, por los ataques que entonces tuvieron lugar en contra del gobierno de la ciudad, no fue posible ahondar en la experiencia.

Fórmulas como ésa y como las que propone la comisión deben ser exploradas con apertura de criterio y altura de miras, reconociendo que el procedimiento que se ha seguido hasta hoy ha producido efectos exactamente contrarios a los propuestos; si este gobierno no se decide a un cambio de estrategias, ya lo hará el que desde el pueblo lo sustituya.

jusbbv@hotmail.com

Fuente: lafogata.org