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Argentina, la lucha continua....

Tinellización y libertad de prensa

Darío Tropeano
RIO NEGRO ON LINE

La libertad de expresión prevista en el artículo 14 de nuestra carta magna es el eje de debate en el que gira desde hace meses la desavenencia económica del gobierno nacional con el mayor grupo de medios del país. La libertad de expresión es un derecho humano que facilita el debate político y de las cuestiones públicas lubricando el proceso democrático de las sociedades, facilitando la libre controversia en la búsqueda de la verdad. Implica un ejercicio cívico liberador ya que motoriza la explicación de las diferencias y agiliza el debate y, cuanto más real y extendido sea, mayor será la riqueza social en la diversidad.

Lógicamente, el mercado restringe el acceso amplio a la difusión de las ideas, ya que como la mayoría de las actividades del hombre moderno se halla limitada por el acceso real a los medios de comunicación.

La recientemente sancionada ley de medios tiende a desmonopolizar la propiedad concentrada de ellos, pero los contenidos continúan siendo el motor desencadenante "de la realidad que podemos ver", la que se impone bajo criterios de generalización para determinar conductas sociales.

La televisión es el transmisor por excelencia de contenidos y forma la agenda diaria de un país. Umberto Eco explica que la televisión es el sistema más democrático en tanto los televidentes pueden gobernarlo eligiendo constantemente. El control remoto sería entonces el instrumento de poder con el cual nos sentiríamos plenamente autónomos para optar por una u otra imagen, viajando libremente entre los diversos productos. Así, su poder de penetración resulta tan poderoso que ofrece no sólo espectáculo y entretenimiento sino que construye moral y define el accionar político de una comunidad.

El concepto de tinellización se halla instalado entre nosotros e implica un contenido comunicacional que parece no detenerse, adjetivando la cultura de masas y penetrado así en vastos sectores de la población, modificando e introduciendo nuevas formas de hablar y actuar.

El producto –creado sobre los cimientos del menemismo– traspasa barreras culturales y sobre el formato del escándalo avanza hacia la farandulización de lo público y lo privado, atrayendo a una franja amplia de la población. Sobre esa estructura la tinellización se ha ido desplazando hacia lo sexual, mezclando una serie de personajes inventados como si se tratara del "nuevo circo del milenio": mujeres semidesnudas en venta, enanos, gays que ridiculizan una condición sexual, agresiones sin límite, gritos, discriminaciones, toda una sarta de fabricados escándalos y desmesuras que fácilmente logran ser creídos por amplias franjas de la población.

La homogeneización del mal gusto y las emociones superficiales y de alto impacto suprimen toda conciencia crítica que pueda implicar cuestionamiento social a las estructuras vigentes. Se estimula de esa forma la pasividad del espectador, que "mira" desde afuera sin asumir compromiso alguno. Es el impacto lo que da vida a ese imán que atrae y "adapta" al individuo a una realidad irreal. Las clases populares consumen un "empaquetado" armado en los contenidos que encuentran su origen en programaciones del exterior. Los programas de Tinelli vienen repitiendo formatos similares a los de la televisión italiana. Siempre están un paso más atrás de la chabacana y decadente tevé itálica, pero cuidando llegar "de a poco" en una sociedad más apegada a las costumbres familiares y religiosas como la Argentina.

Más que un interpretador de tendencias, Tinelli ha sido el emergente de la berretización argentina instalada a partir del menemismo: lo zumbón, las minas en venta, la fácil como base del éxito inmediato, el bastardeo de lo privado, la exposición de la intimidad personal, la farándula como el paraíso final.

Ahora Tinelli viene acercándose metódicamente al gobierno y anuncia que votará por Néstor Kirchner, paradoja tan difícil de explicar como la conclusión que pueda extraerse de cuán verdaderas son las batallas épicas que encara el gobierno por la defensa de la libertad de expresión.

Y es que todos los derechos son reglamentados en su ejercicio porque se trata de atender los del conjunto, equilibrándolos y definiendo ciertos parámetros de sociedad que preserven las diferencias y la cohesión social. Toda sociedad debe mantener en el tiempo valores que en algunos casos resultan inmutables, y el degradar a las personas u ofender la minoridad expuesta a un sinfín de imágenes que la violentan no parece enmarcado en las grandes confrontaciones que el gobierno nos propone.

La autoridad federal de servicios de fiscalización audiovisual no controla las 127 horas mensuales que Canal 13 destina al programa de Tinelli y algunos otros que subsisten por él, y menos aún las otras 300 horas durante las cuales los otros canales de aire gravitan con programas satélite sobre "ShowMatch". El solo hecho de entrar a la web de aquel organismo (link Denuncias) servirá de ejemplo para graficar lo dicho: decenas de personas piden preservar a sus hijos en horarios de protección al menor de imágenes y vocabularios que sólo agreden a menores y también a algunos grandes.

Pero también superando incluso la intimidad expuesta, la tinellización expone la idea del desprestigio de la política como un todo. El hallazgo de "Gran cuñado" es otra unidad de negocio creada por el conductor cuya proyección de mensaje a la sociedad es bien clara: todos los políticos son corruptos, hay que alejarse de la política porque son todos delincuentes.

El combo entonces resulta funcional a un diagrama social que apunta a la docilidad del pensamiento, y si a éste le agregamos "Fútbol para todos" varios días a la semana el proyecto de democratización de los medios para posibilitar la mayor libertad de expresión se transforma en un nuevo juego de espejos que poco se ajusta a los discursos pregonados.

Darío Tropeano es Abogado. Docente en la UNC.

Fuente: lafogata.org