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Argentina, la lucha continua....

Los cartoneros: Detrás está la gente

India Rodríguez
ACTA

En Capital Federal en el barrio del Abasto Tere, 33 años, trabaja de cartonera, junto a Hugo, su esposo y también su mamá, Juana. Mientras tanto, en Fiorito (Lomas de Zamora), sus tres hijos. Melanie, Florencia y Huguito esperan a que sus padres regresen. Ellos viven en el barrio La Cava.

El trabajo como centro de pertenencia es una verdad incuestionable pero, qué ocurre cuando este lugar lo constituye el espacio público y más aún cuando su elemento de trabajo son los desechos, la basura. Sus historias de vida, sus estrategias de supervivencia y la clara determinación de pelear en los ínfimos márgenes que les deja el sistema constituyen el discurso que pone rostro y nombre a lo que a la ligera se suele denominar sector informal.

Entre mate y mate Tere y su familia comienzan a bosquejar su historia laboral. Comienza a contar Tere y de a poco se irán sumando Hugo y Juana.

Mi primer trabajo firme fue con el papel. Antes había trabajado haciendo limpieza, en una panadería y hasta tuve un negocito chico. Me las rebuscaba. Después empecé a trabajar con el papel.

Empezamos con el carro a caballo. Hasta hace poquito teníamos un caballo. Ese fue nuestro sostén. Después, como empezamos a ver que llegaba gente en camionetas, dejamos el carro y empezamos a pagar camiones para que nos llevaran. Así empezamos a trabajar. Los dos, con Hugo, siempre juntos

El primer día en Capital para mí fue terrible. Me daba vergüenza. Sentía que todo el mundo me miraba. Me sentí perseguida. Pero nunca me molestó nadie. Hasta que uno se acostumbra. Después, uno se aferra. Ya hace siete años de esto. Mi hijo más chico tenía meses cuando yo empecé a trabajar. Y uno se aferra a eso y cuando le falta, parece que le falta todo. Uno se acostumbra a trabajar para uno

¿Alguna vez habían trabajado por cuenta propia?

Tere: No. Él sí, a veces.

Hugo: Trabajé en zapatería, también albañilería. Mi oficio es Electricista. Pero, lamentablemente no hay trabajo y hay que bancar todo y no queda otra que salir a revolver bolsas. Hay bolsas que son terribles. Porque tiran muchas cosas, como ser cosas de hospitales, cosas que uno usa. Animales muertos, llegué a encontrar ratas, conejos, loros. Además de jeringas, y todo eso.

¿No tienen cuidado?

H: Exactamente. A veces tiran los vidrios en la misma basura, sabiendo que hay gente que trabaja con eso. Yo me corté muchas veces.

T: Parece que todavía no escucharon que hay que reciclar las cosas. Las siguen tirando todo mezclado.

¿Se pusieron la vacuna antitetánica?

T: Sí, nos pusimos todos.

H: Pero igual, ahora es duro el trabajo, a lo que era antes.

T: Desde que pusieron los camiones y todas estas cosas, cambió mucho el trabajo.

H: Antes te daban de todo. Ahora te lo venden. Los mismos porteros. Te lo venden o juntan para venderlo ellos. Un portero de frente al Abasto, nos decía "No hay nada, no hay nada" y me hacía sacar todas las bolsas. Por ahí enganchaba una o dos bolsas de papeles. Pero cuando llegaba el fin de semana, lo venían a buscar en una camioneta y le llevaban todo.

T: Antes nos daban todo. Traíamos cama, colchón, heladera. Por ahí se acercaban y nos decían "¿no necesitás una mesa?" o "¿tenés chicos? Tengo ropa". Ahora, ni ropa. No traemos nada. Uno revisaba más las bolsas porque a veces tiraban ropa linda, envueltas en otras bolsitas para que no se ensucie con la otra basura. Yo les traía zapatillas, de todo. Ahora nada. Algunos vecinos se avivaron y nos entregan las cosas en mano, pero los encargados si ven que te lo dan, se vuelven y te dicen "se equivocó la señora, dijo que no lo iba a tirar". Y vos te quedás con la duda, si se equivocó la señora o se lo llevó él para venderlo él.

Juana, la madre de Tere ha seguido y asentido cada palabra y ahora se suma con su experiencia de mujer de 53 años:

¿Cuál ha sido primer trabajo?

Juana: Desde los ocho años me tocó trabajar. Cuando murió mi papá, ya trabajaba en una fábrica de botones, en Capital. A los 15 años me junté y con nueve chicos, me quedé viuda. Así me fui a lavar ropa, a trabajar por hora. En lo que salía, mientras tuviera para ellos para la comida. Y así. Hasta con Castells estuve Ahora empecé a vender cartón también, porque es lo ahora hay, lo otro no hay más.

¿Tiene alguna jubilación de su esposo?

J: No, nada. Me habían hecho la pensión de madre viuda, pero nunca salió. Ahora estoy buscando las partidas, para ver si me pueden hacer la pensión de los siete hijos. Pero tengo que buscar dónde están las partidas de ellos, porque cuatro chicos son nacidos en la casa. Lo único que cobro es el Plan Jefes de 150 por mes…

Juana se ha quedado en silencio tal aprisionada en sus recuerdos, se ha ido muy lejos y le cuesta volver. Tere y Hugo retoman el diálogo:

En la Feria del Olimpo venden algunas cosas en buen estado pero, ¿cuánto pueden sacar con esas ventas?

T: Es buena ayuda, pero era. Ahora, como le digo, lo venden los encargados. Si se tiene algo para vender en el Olimpo, podemos durar una semana más y guardar lo que juntamos. Es decir que tiene una platita segura, ahí. Pero si no tiene nada, tiene que venderlo. Capaz que hasta por día. ¿Qué va a sacar? Por día, quince pesos el bolsón. En cambio, si hay algo para vender en el Olimpo, uno deja y guarda el bolsón para la otra semana y ahí tengo la mercadería.

¿Qué pasa si el papel se moja?

H: Hay descuento. Si vale 40 el kilo de cartón, te lo bajan a 15, a 20. Más los kilos que te descuentan. Más lo que te roba la balanza cuando lo vas a vender. La balanza es de terror.

He visto gente recolectando papel blanco y veo que lo mojan un poco…

H: Es para que se haga un poco más pesado. Eso antes pasaba. Ahora los revisan.

T: Antes iba como iba. Le mandaba una capa de seco arriba y el mojado al medio, tipo sanguchito.

H: Antes pasaba porque valía la mercadería. Pero ahora no vale nada.

T: También cuando te lo ven muy mojado te dicen que vale para la segunda. La segunda es lo que menos vale. Con los papeles de todos colores. Diario, cartón, todo mezclado. Eso no vale nada. Cuando te dicen "esto va a la segunda", ya perdiste todo…

¿Lo que más vale es el papel blanco?

T: Sí, y las botellas blancas. Pero para juntar un kilo, ¿cuántas botellas tenés que juntar?

H: Porque aluminio y todo eso, no se vio nunca más en la calle. Antes sacaban aunque sea una tapa de olla. Ahora no. La juntan toda los porteros.

T: Antes te salvaba… vos ibas con lo justo, y decías "ojalá encuentre un frasco de perfume". No tenés para comprar pan y si encontrabas un frasco de perfume, sabés que lo vendés. Ahora ni frascos tiran.

¿Los frascos también se venden?

T: Sí, los importados.

¿Por qué?

T: No sé, te los compran en la Plaza Almagro. Los rellenan. Todo piratería.

¿Tiene que tener la cajita también?

T: No, el frasco solo. Igual que los de shampoo. Vos vas a comprar uno de Sedal y los rellenan con cualquier cosa. Así le pasó a Estelita, que compró dos porque los vendían barato. Cuando vino acá, no hacía ni espuma.

¿Qué dicen sus hijos del trabajo de ustedes?

H: A ellos, muchas veces no les gusta que vayamos. Cuando llueve, no quieren que ni la abuela vaya. Pero es como que ya se acostumbraron. Que si no vamos a trabajar, saben que no van a tener para comer. Ya la entendieron.

¿En la escuela, los padres de los compañeritos también trabajan en lo mismo?

T: Todos. De acá de este colegio (el del barrio) y de atrás de la vía también. Antes cuando pasaba esto, les decían a los chicos "tu papá es cartonero, tu papá es botellero". Pero, ahora no. Todos trabajamos de esto.

Las maestras ¿qué dicen?

T: Lo entendieron también. Porque hablamos y les dijimos que tenemos este trabajo y que venimos tarde. Antes ni nos veíamos casi con él (Hugo). Cuando él trabajaba a la mañana, que empezó con esto de los camiones yo iba a la tarde a trabajar. Media hora por ahí estábamos juntos. Llegaba, me dormía y ella me levantaba para tomar unos mates y ya se iba a trabajar. Después cuando venía a medianoche, ya estaba durmiendo porque me tenía que despertar de madrugada otra vez. Y así.

Es muy esclavizante este trabajo, dice Tere a modo de cierre. Antes uno iba con sus cosas y venía a la hora que quería. Ahora no, por ahí no me siento bien o no encuentro más cosas y tengo que esperar que me vengan a buscar a las 12 de la noche, en el primer viaje. Antes no. Pero, si por las tuyas te tomás el colectivo, te suspenden. Ahora, está todo mal… Esto es así. Es la vida del pobre. Hay que lucharla día tras día por que sólo vos te tenés que hacer cargo de tu vida, por detrás de tuyo no hay nadie, sólo tus brazos y piernas. Pero por encima está Dios.

Fuente: lafogata.org