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Medio Oriente - Asia - Africa

Elecciones en Iraq
En busca del fiel de la balanza

Omar Rafael García Lazo
Rebelión

El 31 de enero se celebraron las elecciones provinciales en Iraq. Según medios de prensa participaron 14 431 candidatos, de ellos, cerca de 4000 mujeres, y asistió a las urnas el 51% de los 15 millones de electores llamados a votar.
Los comicios se desarrollaron en 14 de las 18 provincias que conforman el país, pues el gobierno decidió que la provincia de Kirkuk y las tres que conforman la región autónoma kurda organizaran sus respectivas votaciones en fecha por decidir.
En el ejercicio electoral se eligieron los miembros de los Consejos Provinciales, órganos que tendrán la potestad de designar a los Gobernadores, de ahí la importancia que le concedieron los distintos grupos político-religiosos y seculares que integran el escenario iraquí actual.
La inseguridad en las calles mantuvo sus niveles acostumbrados. Previo a la votación, fueron asesinados 8 candidatos, la mayoría sunnitas. No obstante, la prensa occidental resaltó la disminución de la violencia y destacó la reducción de las acciones armadas contra las fuerzas de ocupación estadounidenses y contra las Fuerzas de Seguridad Iraquíes. Por su parte, medios de comunicación alternativos confirman la ejecución de atentados explosivos casi a diario contra objetivos políticos, civiles y religiosos.
Lo anterior es resultado de las acciones de los grupos opuestos a la ocupación y del enfrentamiento inter e intraconfesional que aún persiste. Las principales organizaciones político-religiosas que concurrieron a las urnas tienen milicias paramilitares y/o ejercen determinadas influencias dentro de la oficialidad y el personal de fila de los aparatos castrenses iraquíes.
Esta división político-confesional es consecuencia de los disímiles intereses que están en juego en Iraq expresados en múltiples formas: desde la lucha entre facciones para conquistar, conservar o recuperar espacios de poder locales y nacionales, hasta el enfrentamiento geopolítico y estratégico entre los principales actores regionales y EE.UU.
En este contexto se constituyeron las "alianzas" para encarar los comicios, aunque las principales organizaciones chiítas, el Partido Dawa, el Consejo Supremo Islámico de Iraq (CSII) y el grupo del clérigo Moqtada Al Sadr, se presentaron divididas.
El Partido Dawa, del Primer Ministro Nuri Al Maliki, encabezó la Coalición Estado de Derecho, mientras que el CSII, aliado en el gobierno del Al Maliki, organizó la alianza Shahid Al Mihrab.
Por los sunnitas, que en las elecciones presidenciales de 2005 decidieron no participar, se presentaron el Partido Islámico de Iraq (PII), organización de corte islámico y fuerza política mayoritaria dentro de los sunnitas en el Parlamento. También se inscribieron candidatos del partido Lista Nacional Iraquí y de otros grupos con proyecciones más localistas de cortes nacionalista y secular conformados también por elementos del antiguo partido BAAS.
En un contexto caracterizado por altos niveles de violencia, por un fuerte enfrentamiento político-confesional, y por la interacción de las milicias de los partidos religiosos, de los grupos nacionalistas de la resistencia, tanto seculares como confesionales, de las acciones de Al Qaeda y las actividades de los grupos de inteligencia estadounidenses y de otros de la región, era presumible el posible traslado de la preferencia de los electores a aquellos candidatos alejados del mensaje religioso y cansados de la violencia inter e intraconfesional.
Esta situación fue aprovechada por el Premier, Nuri Al Maliki, quien desarrolló una intensa campaña propagandística para motivar al electorado a votar por los candidatos de su coalición. En sus recorridos por varias provincias del país, Maliki prometió una equitativa distribución de los ingresos del petróleo y utilizó un mensaje más secular y de corte nacionalista, a pesar de que su Partido Dawa es islámico.
Esta estrategia, unido a los factores objetivos anteriores y a la imagen ganada por su posición asumida durante "las negociaciones" de los acuerdos político-económico y militar con EE.UU., suscritos el 17 de noviembre de 2008, propició la victoria de los seguidores del actual Primer Ministro en 9 de las 14 provincias, dentro de ellas las estratégicas Bagdad y Basora.
El resto de los partidos islámicos, el chiíta CSII y el sunnita PII salieron derrotados. En el caso del CSII la derrota es mayor pues esta organización controlaba desde 2003 siete provincias del sur y Bagdad. Fue en Basora donde el CSII obtuvo su mejor resultado, el segundo lugar, con el 11.6% de los votos detrás de la Coalición Estado de Derecho que se alzó con el triunfo con un 37% de las boletas válidas.
Los vencedores en las otras cinco provincias fueron: en Kerbala, Yusuf Al Habubi, sunnita y ex alto funcionario del gobierno de Saddam Hussein; en Al Anbar, Saleh Mutlaq, nacionalista sunnita; en Níniwe, antes controlada por los kurdos, venció un partido sunnita, el Al Hadba-a, encabezado por Athil Al Nuyeifi; y en Diyala y Salah Al Din, vencieron también grupos sunnitas.
Los comicios fueron mostrados por la prensa internacional como una victoria del proceso de pacificación y reconstrucción y como prueba de los avances en Iraq. Sin embargo, la polarización evidenciada por la presencia de numerosas fuerzas políticas; la subsistencia de los tradicionales sentimientos nacionalistas y seculares dentro de la población; la derrota de los partidos tradicionales islámicos; y el ascenso de grupos sunnitas de tendencias seculares y nacionalistas, corroboran que el camino para la estabilidad y la reconciliación en ese país es largo y espinoso.
Ahora se inicia la carrera para las elecciones presidenciales que se celebrarán este año. El escrutinio regional constituye un fuerte indicador del respaldo que va ganando el Primer Ministro, Nuri Al Maliki, quien consolida sus posiciones.
EE.UU., por su parte, continúa con sus planes de evacuación que dependerán, entre otros elementos, de la situación real en el terreno y de la disminución de la violencia. De igual forma, la nueva administración contará con el resto de los actores internos y regionales que tienen intereses dentro de Iraq para arribar a soluciones consensuadas y beneficiosas para todas las partes, algo que al parecer va logrando.
Maliki podría convertirse en el punto medio que indique el deseado equilibrio interno de Iraq. Por un lado impediría el ascenso de los grupos religiosos más conservadores, algo que ha tratado de impedir Washington desde el propio inicio de la invasión, aun cuando hayan sido en su momento aliados tácticos. Por el otro, se convertiría en el representante de los grupos religiosos más moderados, y de aquellos seculares, tanto sunnitas como chiítas, que están hastiados de tanta violencia sectaria, miran con recelo cualquier regreso de los ex baasistas al poder y valoran positivamente la política de estrechar relaciones con los vecinos sin descuidar las que mantienen con EE.UU. La búsqueda del fiel de la balanza podría marcar la ruta de las próximas elecciones generales.

Fuente: lafogata.org