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Argentina, la lucha continua....

�Qu� entiende Aguer por "educaci�n sexual integral"?

Artemisa

Las autoras de G�nero y sexualidades en las tramas del saber. Revisiones y Propuestas (Libros del Zorzal, 2009), un libro para docentes de la ense�anza media de reciente publicaci�n, plantean a continuaci�n sus puntos de vista, no exentos de contrastes, sobre las recientes declaraciones de H�ctor Aguer.

Silvia Elizalde, Dra. en Filosof�a y Letras, �rea Antropolog�a (UBA) e investigadora del CONICET. Integrante del Area Queer y del Instituto Interdisciplinario de Estudios de G�nero, ambos con sede en la Facultad de Filosof�a y Letras, UBA.

Lejos de constituir s�lo una interpretaci�n m�s o menos "exagerada" y retr�gada de un encumbrado representante de la Iglesia Cat�lica, los dichos de H�ctor Aguer, presidente de la Comisi�n de Educaci�n Cat�lica del Episcopado Argentino, sobre el "Material de formaci�n de formadores en educaci�n sexual y prevenci�n del VIH/Sida", forman parte de una sistem�tica pol�tica de negaci�n y tergiversaci�n de los derechos sexuales, reproductivos y humanos consagrados constitucionalmente y respaldados por un extenso arco de tratados y convenios nacionales e internacionales en estas materias. De all� que estas expresiones deban ser le�das en el marco de las condiciones actuales del debate sobre sexualidad, g�nero y diversidad en la Argentina, en el que la Iglesia Cat�lica act�a como poderoso agente de lobby y de intervenci�n en estos campos, cercenando, retrasando y desarticulando el sentido fuertemente pol�tico y democr�tico de las reivindicaciones logradas por las luchas feministas, LGBT y del movimiento amplio de mujeres.

En este sentido, responderle a Aguer exige algo m�s que "cruzar opiniones" en la esfera p�blica sobre la legitimidad, los prop�sitos y/o los alcances del Programa Nacional de Educaci�n Sexual Integral. Requiere, como primer paso, rechazar la operaci�n medi�tica t�picamente liberal que pone en pie de igualdad las aseveraciones a favor de la discriminaci�n y la exclusi�n del g�nero y la diversidad sexual, con los argumentos antidiscriminatorios, desnaturalizadores de los prejuicios sexuales y de g�nero, y de promoci�n de derechos.

Resulta, pues, inadmisible aceptar como igualmente v�lidos y atendibles los argumentos de personas como Aguer y del grupo de inter�s que representa �que, en este caso de modo especial, legitiman ideol�gicamente la moralizaci�n de las conductas sexuales, la desigualdad de clase (porque �qui�nes pueden acceder a un aborto sin riesgos?), la criminalizaci�n de ciertos grupos e identidades y la desinformaci�n "en nombre del dogma"- y los que, a�n con sus muchas deficiencias, han sido formulados por un concierto de actores sociales con el objetivo de (re)inscribir a la sexualidad como dimensi�n integral de nuestras vidas y como derecho humano inalienable. La famosa "teor�a de las dos campanas" muestra aqu�, m�s que nunca, su impracticable aplicaci�n. El paradigma de los derechos humanos no es, meramente, una de las dos campanas posibles. Es el �nico horizonte donde una ciudadan�a sexual real puede desplegarse.

Karina Felitti, Dra. en Historia, (UBA) y becaria posdoctoral de CONICET. Integrante del Instituto Interdisciplinario de Estudios de G�nero, Facultad de Filosof�a y Letras, UBA.

La historia es una buena aliada a la hora de hacer memoria y sopesar opiniones. Al respecto, es probable que Aguer olvide mencionar que durante el Concilio Vaticano II y por varios a�os la Comisi�n para el Estudio de la poblaci�n, la familia y la natalidad, discuti� sobre la posibilidad de aceptar a las recientemente creadas p�ldoras anticonceptivas como un medio para ejercer la paternidad responsable, y que finalmente la mayor�a estuvo de acuerdo en permitirlas. Despu�s Paulo VI hizo caso omiso al dictamen de la mayor�a y clausur� con la Enc�clica Humanae Vitae � que solo acepta los medios naturales - varios a�os de debate provocando un movimiento de reacci�n dentro del amplio campo cat�lico y una aguda crisis dentro de la Iglesia. Pese a esa prohibici�n, muchos sacerdotes y m�dicos cat�licos continuaron recomendando las flamantes pastillas. Claro, la Iglesia postconciliar representaba la transformaci�n, el acercarse al pueblo, a sus necesidades, deseos y problemas.

Hoy, en cambio, vivimos en un contexto muy distinto al de los a�os �60. Es dif�cil pensar en utop�as luego de la sangrienta reprimenda que se extendi� sobre los so�adores. Una gran parte de la sociedad argentina, o al menos la que reproducen al infinito los medios masivos, pareciera hoy m�s propensa a debatir el encarcelamiento de menores que a valorar el hecho de que se les pueda brindar informaci�n certera para cuidar sus cuerpos y su salud y propiciar su autodeterminaci�n identitaria.

La historia reciente tambi�n sirve para matizar las voces que intentan imponerse como absolutas. Al respecto, conviene se�alar que tambi�n hay una Iglesia que no elige mirar para otro lado y le pone el cuerpo al paco, al hambre, la falta de educaci�n y la miseria. Que muchos sacerdotes siguen hablando con los j�venes de sus parroquias sobre sexualidad; que en los barrios aceptan y reconocen (en vez s�lo de "tolerar") a travestis; que las comunidades reciben a divorciados y vueltos a casar sin pensarlos como cristianos "de segunda mano"; que muchos colegios cat�licos han sido pioneros en el desarrollo de programas educativos de educaci�n sexual integral a�n antes de que existiera una ley; que te�logos y te�logas han incorporado la categor�a de g�nero a sus explicaciones y piensan a las mujeres como sujetos no universales ni ahist�ricos sino atravesadas por su tiempo y cultura (el grupo Teologanda); y que las Cat�licas por el Derecho a Decidir realizan una lectura aguda de los mandatos y principios que los hombres han elaborado adjudic�ndose el poder de interpretaci�n de la voluntad de Dios.

En la misa dominical todos los presentes son nombrados y reconocidos como miembros de la Iglesia, un cuerpo que tiene a Cristo en la cabeza y que necesita de todas sus partes para funcionar en plenitud, aunque las relaciones de poder que atraviesan a la instituci�n nieguen una y otra vez esa misma premisa de comunidad.

Graciela Queirolo, profesora en Historia (UBA). Curs� la Maestr�a en Historia Argentina y Contempor�nea de la Universidad Torcuato Di Tella. Becaria de la UBA, donde realiza su investigaci�n doctoral.

La nueva ley de educaci�n sexual sancionada hace ya tres a�os �ley 26150 de octubre de 2006- impulsa una concepci�n integral de la sexualidad que se aleja de concepciones estrechas que entronizan la genitalidad y sus derivas. Sin renunciar a este aspecto, la nueva ley lo combina con otros sumamente cruciales: los socioculturales, los de salud y los de derechos humanos. Somos seres sexuados que interactuamos con otros seres sexuados. Por lo tanto, se trata de abordar la diferencia sexual demoliendo prejuicios basados en estereotipos o descalificaciones culturales, de manera de habilitar a todas las personas a labrarse su lugar en la sociedad, en base a sus capacidades e individualidades. Es por esto que la educaci�n sexual es un contenido transversal presente en la escuela en todos los niveles y en todas las disciplinas.

Los temores a abordar estos temas se relacionan con la exposici�n de la intimidad que ellos provocan as� como tambi�n con el prejuicio de desconocer qu� se entiende por educaci�n sexual. Sin duda, la capacitaci�n en estos temas se vuelve urgente e imprescindible de manera de poder intervenir como profesionales de la educaci�n y como ciudadanas/os que apostamos a una sociedad en la que gobiernen los valores de la equidad y el respeto. En este sentido, el Estado ha hecho grandes avances, no s�lo con la sanci�n de la ley y la suscripci�n a convenios internacionales, sino con la producci�n de nuevos materiales para sensibilizar a la comunidad educativa y poder implementar la nueva legislaci�n, de manera de ofrecer herramientas para trabajar en el aula. Este camino se ir� afianzando a futuro.

Celebremos el tiempo en que nos toc� vivir: los inicios del siglo XXI, momento en que las ciencias sociales han problematizado la diferencia sexual de manera tal que han propuesto la eliminaci�n de jerarqu�as y subordinaciones en contra de la opresi�n y a favor de la liberaci�n humana. Defendamos estos principios con todos los recursos que afortunadamente poseemos.

Fuente: lafogata.org

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