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Nuestro Planeta

Los intereses que mueven el mayor negocio del mundo
Geopolítica : 150 años de crecimiento insostenible

Ricardo Gómez Muñoz
Diagonal

Desde el comienzo de su explotación masiva, el petróleo se ha convertido en pieza central del capitalismo y causante de innumerables guerras para garantizar su control.

CONFESIÓN. Recientemente el ex secretario de Prensa de la Casa Blanca Scott McClellan reconocía que participó en la campaña de mentiras previas a la Guerra de Iraq.
El petróleo constituye una importante arma geoestratégica, de poder y de dominio tanto por parte de las empresas como de los Gobiernos. Esta realidad viene apoyada en el modelo de crecimiento que caracteriza nuestra sociedad capitalista : el mito de un crecimiento sin límites y altamente consumidor de recursos energéticos, basado en la concentración de la riqueza en unos pocos países, y asentado en la depredación, el consumismo y el despilfarro de los recursos naturales del planeta.
El petróleo es y ha sido a lo largo de los últimos 150 años el mayor negocio del mundo o, en todo caso, uno de los mayores. En la actualidad consumimos al día más de 85 millones de barriles que al precio actual (junio de 2008) de 130 dólares el barril suponen en origen más de 11.050 millones de dólares de ventas al día y cuatro billones de dólares al año. Esta cifra representa cerca del 10% del PIB mundial.
La historia del desarrollo capitalista más reciente, así como la situación hegemónica de EE UU en el sistemamundo no puede pensarse sin el petróleo. Rockefeller, la Standard Oil, y las empresas de su entorno (Texaco, Mobil, Gulf), simbolizaron durante décadas la concentración del poder económico y político, no sólo en EE UU, sino también en el ámbito mundial, y las empresas petroleras han estado, desde su origen, en la génesis de la fase actual del neoliberalismo económico capitalista.
En efecto, las empresas petroleras, apoyadas en otros sectores, se han erigido en actores estratégicos impulsores del proceso de globalización. En el caso del petróleo ello ha sido posible no sólo por su influencia directa en la esfera económica (organización de la producción, del consumo y de los mercados), sino también por el protagonismo ejercido y la acción política directa de defensa de los intereses del capitalismo dominante en el mundo globalizado. Durante décadas fueron las llamadas ‘Siete Hermanas’ las que dominaron la escena, tanto en la explotación de yacimientos, como en el mercado del crudo : la Standard Oil (Nueva Yersey) ; Royal Dutch Shell (Holanda / Gran Bretaña) ; Texaco ; Gulf ; Mobil ; Standard Oil of California y British Petroleum. Cinco de estas empresas eran norteamericanas y dos europeas.
En torno a este conglomerado han aparecido nuevos actores y se han ido produciendo procesos de concentración, de compra de activos y de reagrupación accionarial, que han consolidado un potente sector privado que incluye también la presencia de grupos petroleros de origen europeo. Junto con estos grupos privados hay que destacar la presencia de empresas nacionales, o de dominio estatal, creadas en los principales países de recursos petroleros, cuyo objetivo primario era el de generar e internalizar las rentas del petróleo, pero también con vocación de intervenir en el panorama mundial.
El negocio actual del petróleo está dominado por ocho grandes corporaciones, cuatro de ellas privadas (British Petroleum ; Shell ; Exxon-Texaco-Mobil ; Total- Fina- Elf) y cuatro nacionales (Arabia Saudí ; Irán ; PDVSA y PEMEX). Detrás de ellas se sitúan empresas como Chevron (EE UU), Conoco- Philips (EE UU), ENI (Italia) ; Repsol YPF (España), Petronas (Malasia) o Statoil (Noruega).

El conflicto Norte-Sur

En el mundo existe un tremendo desequilibrio entre el consumo, la producción y las reservas de petróleo y gas. Mientras el consumo de petróleo se concentra masivamente en los países ‘centrales’ del sistema, la producción y las reservas se localizan básicamente en los países del Sur o fuera del mundo conocido como ‘desarrollado’. Los países desarrollados consumen más de la mitad de la producción mundial de petróleo y gas y sólo representan una cuarta parte de la producción, lo que les empuja a intervenir permanentemente, ya sea de forma forzada o negociada, en los países productores. Es así como, con el pretexto del petróleo, estos países dominantes extienden su largo brazo militar, o de presión política y económica, influyendo en todos los ámbitos posibles de actuación. Puede ser por la intervención directa militar o vía negociaciones comerciales bilaterales o multilaterales que se llevan a cabo en el marco de la OMC ; a través de los acuerdos económico-financieros de partenariado (EPA) con terceros países ; en las mesas de la deuda o a través de los programas de la llamada "ayuda al desarrollo". También directamente a través de las actuaciones de las corporaciones petroleras, a las que sin ningún tipo de reservas apoyan los Gobiernos, como ha ocurrido y ocurre con España en el caso de Repsol en Argentina, Bolivia o Venezuela, por citar sólo algunos casos.
Sin embargo, esta situación está abocada a cambiar muy rápidamente desde el punto de vista geoestratégico y de las relaciones económicas y de poder. La voracidad de consumo de los países desarrollados está terminando con los recursos propios, que se vienen agotando a un ritmo medio más de diez veces superior al de las economías en desarrollo y en transición. Ello significa que los países industrializados dependerán cada vez más del petróleo y del gas importados de las economías en desarrollo y en transición, en algunos de cuyos países la demanda está creciendo de forma vertiginosa. Este conflicto de intereses nos sitúa en el fin de una etapa del petróleo barato, que viene encarecido no sólo por el aumento de la demanda ‘globalizada’, sino también por la especulación sin freno del capitalismo financiero, en cuyo ‘casino global’ se juega cada día con el precio del barril de crudo. Por un lado en el propio sector estamos viendo cómo se está reduciendo el margen de maniobra y de negociación de las corporaciones petroleras tradicionales de los países desarrollados en el extranjero, así como la propia competencia entre petroleras. Con precios del crudo que superan los 130 dólares por barril, los países productores quieren utilizar este aumento de la demanda y de los precios como una oportunidad de oro para aumentar sus rentas. Por otro lado, las multinacionales se están enfrentando a una competencia cada vez mayor con las empresas nacionales de los países del Sur.
Este panorama está creando una situación inestable e insostenible desde el punto de vista económico y también social ; no sólo por lo que representa el horizonte irreversible del agotamiento de las reservas petroleras, sino por la demanda social cada vez más amplia decidida a apoyar un desarrollo sostenible del planeta y a hacer frente a las consecuencias inmediatas del cambio climático.

Fuente: lafogata.org