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Latinoamérica

Otra inmoralidad del "progresismo"...
Daniel Ortega ciudadano ilustre  

El gobierno frenteamplista de Montevideo homenajea a Daniel Ortega, un símbolo de la falsificación política, el  acoso sexual y la violación
 
Redacción de Agenda Radical

Repugnante por donde se lo mire. Llegó al XIV Encuentro del Foro de Sao Paulo y pronto fue la estrella rutilante del espectáculo. En el cónclave de la "izquierda gobernante" (que entre otros despropósitos terminó avalando la ocupación militar de Haití por entender que las tropas invasoras cumplen un papel de "mantenimiento de la seguridad pública y la estabilidad política, en acuerdo con el gobierno" de René Preval), el presidente nicaraguense despotricó contra el capitalismo y el imperialismo. Como para pasar por alto que en su país, gobierna con un programa neoliberal a tope y bajo la tutela más estricta del FMI y el Banco Mundial. Rindió "tributo" a figuras históricas de la izquierda latinoamericana (Manuel Marulanda, Raúl Sendic, Rodney Arismendi), y terminó condecorando con la Orden Carlos Fonseca Amador a los senadores José Mujica, Eleuterio Férnandez Huidobro y Reynaldo Gargano, y al dirigente tupamaro Julio Marenales, todos ellos incondicionales del gobierno "progresista" encabezado por Tabaré Vázquez. Finalmente, fue retribuido. El intendente (alcalde) de Montevideo, Ricardo Ehrlich (Frente Amplio), lo declaró "ciudadano ilustre" de la ciudad, en una ceremonia que apenas pudo hacer a un lado el largo conflicto que maniente su gobierno con los trabajadores municipales, quienes demandan, movilizados, el cumplimiento del convenio firmado con el sindicato.
 
El artículo que a continuación publicamos es una nítida fotografía, no solo de la calaña del personaje "homenajeado", sino de la hipocresía política y moral de esta casta dirigente que, cobijada en su pasado de izquierda, gerencia el capitalismo según el mandato de las corporaciones patronales y las instituciones financieras internacionales. 
 
Daniel Ortega ciudadano ilustre  
Fijate quién es antes de abrir la puerta
 
Mariana Contreras
Semanario Brecha
 
El lunes 26, el presidente nicaraguense Daniel Ortega fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad de Montevideo y, en una ceremonia en la plaza Augusto César sandino, le fueron entregadas, de manos del intendente Ricardo Ehrlich, las llaves de la ciudad.
 
Al entregar las llaves (debe suponerse que simbolizan algo así como decirle al homenajeado "vuelva usted cuantas veces quiera, siempre será bienvenido porque es merecedor de nuestro afecto y de nuestra confianza") hay que preguntarse por qué el gobierno municipal considera ilustre al personaje en cuestión. Es probable (es muy probable) que en el imaginario colectivo de quienes tuvieron la ocurrencia de homenajearlo opere algún mecanismo que vea en Ortega al guerrillero heroico, al que emergiendo del más puto campesinado latinoamericano se opuso a la brutal dinastía de los Somoza, al imperio y todas sus artimañas, lideró una admirable revolución y - en 1979, cuando los intentos revolucionarios en el resto de América estaban pisoteados - triunfó. La revolución nicaraguense es un entrañable ícono para la izquierda del continente y el rol cumplido en aquel entonces por Ortega no está bajo cuestionamiento.
 
Pero el mundo siguió girando y el hombre también.
 
Ahora esta nota podría dispararse a las acusaciones de buena parte del sandinismo - del sandinismo que se fue del FSLN - sobre la "traición" de Ortega a la causa, a sus alianzas con la derecha, con la Iglesia más conservadora que lo llevó, una vez asumido el cargo, a decretar ilegal el aborto terapéutico, al alejamiento de algunos de los referentes éticos como Fernando Cardenal ("Muy malo es que hubiéramos perdido la revolución, pero mucho más malo es una falsa revolución. Y mucho más malo todavía es que una revolución falsificada nos gobierne", llegó a decir en referencia a Ortega). Pero no va a ser ese el punto crítico (aunque alcanzara para fruncir la nariz delante de las llaves).
 
Ortega fue acusado de acoso sexual y violación por su hijastra Zoilamérica Narváez Murillo. Fue un acoso que comenzó en 1978, cuando ella tenía 11 años, que prosiguió con una violación en 1982 y que continuó con más abusos y amenazas otros 15 años.
 
La justicia nicaraguense sobreseyó a Ortega no porque lo hubiera encontrado inocente sino porque la denuncia fue presentada tarde. La acción penal prescribe a los cinco años del hecho, según la legislación de aquel país, por lo tanto la responsabilidad penal se extingue. (Capaz que Zoilamérica se demoró porque estaba tratando de sobreponerse a dos décadas de abuso por parte de un político de referencia nacional y latinoamericana, líder de su partido y además esposo de su madre, que encima la presionaba para callar desde hacía 20 años).
 
Por ironías de la vida, mientras Ortega era homenajeado, nuestro país se horrorizaba con los casos de violación a niños por parte de abuelos, padres y padrastros. Y aprendía así que más del 80 por ciento de los casos de abuso a niños vienen de su entorno familiar más próximo. Mientras Ortega recibía su homenaje, el presidente Vázquez decía que es común que estas cosas se den "en instancias muy privadas" y que "muy excepcionalmente toman estado público". Mientras el exguerrillero era homenajeado Uruguay aprendía del temor y la verguenza que sienten quienes sufren el abuso, la corriente reacción de incredulidad de la propia familia y el fácil dedo acusador que se levanta sobre la víctima para decir que miente.
 
Es por eso que una se pregunta en qué estaban pensando Ehrlich y toda su gente cuando concibió este homenaje.
 
Y que conste: nadie está pidiendo que los gobernantes de izquierda uruguayos apedreen a Ortega en la plaza pública. Nomás que duden un poco y tengan la precaución de pensar dos veces antes de entregar las llaves de casa.

Fuente: lafogata.org