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Latinoamérica

¿Y dónde está el piloto?

Alpher Rojas Carvajal
El Espectador

Muchas voces se han interrogado acerca de la ausencia del presidente Uribe Vélez mientras el Jefe de Estado bolivariano Hugo Chávez Frías, atendía las coordenadas del rescate de Clara Rojas y Consuelo González, liberadas por las Farc en un gesto de "desagravio" con él y con la Senadora colombiana Piedad Córdoba.

La respuesta se dejó sentir al día siguiente en los medios de prensa que registran los sucesos del mercado: Uribe atendía en su finca de El Ubérrimo, la visita del presidente de la multinacional General Eléctric, Jeffrey Immelt, a quien le ofrendó sombrero y poncho típicos de esos pagos, iguales a los que  suelen lucir sus más conspicuos vecinos, usufructuarios de la generosidad presidencial. En la reunión "se analizaron las sinergias entre Colombia y GE" en áreas como minería e hidrocarburos, energía, transporte, mercado financiero, salud y entretenimiento.

El miércoles, Uribe cambió de tema al recibir a otros empresarios: Gerry  Turner, vicepresidente de Downs Tream-KBR; Duvual Dickey, manager UPS Tream Onshore de KBR; Roland Casteras, presidente de Ethacol, y Enrique Cadavid, asesor de Ethacol. Se trataba de enseñarles un mapa con relieves de las tierras aptas para "fomentar proyectos de biocombustibles en algunas regiones de Colombia", según lo registró el periódico local El Meridiano de Córdoba. No lo dijo, pero el presidente lo sabía: Ese es un producto que se apoya en la economía de enclave, que genera desplazamiento forzado, propicia el lavado de activos y atenta contra la soberanía alimentaria.

Mientras desarrollaba sus mercuriales instintos paisas en ese paraíso secreto, el país estaba en manos de José Obdulio Gaviria, Juan Manuel Santos y Luís Carlos Restrepo, trío de egregios estadistas que procuraban responder a los clamores de la sociedad colombiana y de la comunidad internacional con improvisados comunicados de prensa.

Cuando el presidente Hugo Chávez lanzó su propuesta de conferirle estatus de beligerancia a la guerrilla, en una variable cercana a la que en octubre 10 de 1999, presentara el ex presidente López Michelsen bajo el título de "Beligerancia restringida para acelerar el canje", hubo una explosión de animosidad irreflexiva en los programas radiales dirigida a liquidar la iniciativa internacional sin fórmula de juicio y, de paso, zaherir la dignidad personal del vecino mandatario y de la humanísima Negra Piedad Córdoba.

Una de las estratagemas de comunicación a la cual más apoyo le prestan en palacio, y que cumple de manera habitual un grupo de personas adscrita a la nómina de informantes, es la de "taponar los canales" de las emisoras de radio y cartas al director, mediante llamadas y mails que se rotan en la defensa del Presidente y en una feroz guerra contra la oposición. Por eso se oye tanto disparate y poco juicio en los programas radiales. Y por ello terminan ocultos problemas tan graves para la democracia y la paz como las millares de fosas donde yacen colombianos (as) mutilados y asesinados por los paramilitares, como la apropiación violenta de territorios y el consecuente desplazamiento forzado de campesinos y pequeños propietarios.

Así las cosas, Uribe puede estar consagrado a sus oficios del campo y  a fungir de animador del mercado transnacional, mientras  el país arde, pues goza de promoción "gratuita" en los medios de comunicación. No importa que haya compatriotas en la selva flagelados y pisoteados en su dignidad, como en la estremecedora obra de Dostoyewski, mientras su "popularidad" esté a flote.

Evidenciado el desinterés de Uribe por el Acuerdo Humanitario y por la paz con la guerrilla, así como su probado sistema de valores y prioridades éticas, es deseable que la comunidad internacional liderada por el presidente Chávez y por la valerosa senadora Piedad Córdoba, continúe  en el empeño de acordar salidas incruentas para los sufridos rehenes y establecer los marcos para un proceso de paz sostenible.   

Fuente: lafogata.org