VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha contin�a

V�ctimas de la dictadura, c�mplices de la Operaci�n Independencia

Marcos Taire

Un importante n�mero de dirigentes tucumanos, v�ctimas de la dictadura militar que los detuvo, secuestr�, tortur�, encarcel� y en muchos casos los desapareci�, fueron c�mplices de la Operaci�n Independencia, primer paso del genocidio argentino.

En la madrugada del 24 de marzo los grupos de tareas militares y policiales de Antonio Bussi realizaron centenares de operativos para allanar domicilios de funcionarios y dirigentes del peronismo derrocado. Muchos de ellos pasaron a�os en las c�rceles del "Proceso de Reorganizaci�n Nacional", sometidos a todo tipo de vejaciones y tormentos antes de recuperar su libertad. Otros, los menos afortunados, desaparecieron para siempre, asesinados en los campos de concentraci�n diseminados en todo el territorio tucumano.

La mayor parte de esos dirigentes pol�ticos y gremiales, hasta el d�a antes de comenzar sus suplicios, eran abanderados del sector m�s virulento del gobierno de Isabel Per�n y hab�an apoyado y aplaudido la Operaci�n Independencia, que desde hac�a m�s de un a�o ensangrentaba la provincia. Sus discursos y declaraciones los mostraban como halcones de una cruzada anticomunista, en muchos casos m�s agresivos que los propios militares.

"Mercenarios ap�tridas, sin Dios y sin bandera"

La Operaci�n Independencia, supuestamente ordenada para erradicar a un grupo guerrillero instalado en la zona monta�osa del suroeste tucumano, militariz� la provincia a partir del 9 de febrero de 1975. En realidad, fue el comienzo de la aplicaci�n de la doctrina de seguridad nacional: los enemigos a aniquilar fueron los sectores m�s esclarecidos y luchadores del movimiento popular y estudiantil. Desde ese d�a, las fuerzas de tareas y los grupos operativos encapuchados, bajo las �rdenes de un militar alienado, el general Adel Vilas, instalaron el terror en el peque�o territorio tucumano y sembraron de cad�veres los campos, los caminos y las plazas provinciales.

Dos campos de concentraci�n �Jefatura de Polic�a y Escuelita de Famaill�- fueron las bases desde las cuales operaron d�a y noche las patotas, secuestrando, torturando y asesinando a miles de tucumanos.

Un par de d�as antes de lanzarse la Operaci�n Independencia, el intendente de San Miguel de Tucum�n, Carlos Mar�a Torres, acompa�ado de Vilas, inaugur� una plazoleta que bautiz� con el nombre del extinto capit�n Humberto Viola, ejecutado por el ERP el 1 de diciembre de 1974. El muerto integraba un grupo clandestino de militares, polic�as y civiles que desde hac�a varios meses operaba ilegalmente, deteniendo, secuestrando, matando y poniendo bombas casi todas las noches, para crear el terror que necesitaban los militares como justificaci�n para su intervenci�n.

Apenas iniciadas las "acciones" militares (secuestros, torturas, asesinatos, desapariciones), las dirigencias pol�ticas y gremiales del peronismo gobernante se lanzaron a una competencia para mostrar qui�n era m�s duro contra "el extremismo y la subversi�n". El gobernador de la provincia, Amado Juri, afirmaba el 12 de febrero que "la intervenci�n de las Fuerzas Armadas en la lucha contra la subversi�n ap�trida (�) ha encontrado el apoyo y la solidaridad del pueblo y el gobierno".

El interventor del Partido Justicialista, Adolfo C�sar Philippeau, un ex militar, saludaba la llegada del jefe del Ej�rcito, Leandro Anaya a Tucum�n, expresando "solidaridad plena con el glorioso Ej�rcito Argentino en sus operaciones contra la antipatria". No le iba a la zaga el presidente del bloque de senadores provinciales del PJ, Ernesto Corbal�n, quien afirmaba que "ning�n argentino puede estar ausente en la defensa de las instituciones amenazadas por los elementos del caos y el crimen ap�trida". Su colega, el titular del bloque de diputados provinciales del PJ, Juan Jos� Pino se enfervorizaba al destacar su "total e incondicional apoyo (a los militares del operativo) en la lucha contra la subversi�n".

La burocracia sindical peronista tambi�n jug� un papel significativo en la construcci�n del enemigo, tarea imprescindible para concretar el genocidio. Un documento difundido por la CGT Regional, con la firma del secretariado en pleno (H�ctor P�rez, Juan Palavecino, Esther de Bulacio, Fausto V�lez y Horacio C�ceres) no deja lugar a dudas: "adherimos fervientemente a la decisi�n de nuestra Presidente de combatir a los mercenarios de la antipatria hasta las �ltimas consecuencias". Su colega de las 62 Organizaciones Peronistas, el metal�rgico Florencio Robles fue m�s contundente a�n: "s�lo cuando eliminemos los focos disociantes de nuestra nacionalidad podremos trabajar en paz y en armon�a patri�tica". Robles, un caracterizado mat�n sindical, se alegra por la presencia de un compa�ero de ruta al frente de la Operaci�n Independencia y expresa sus "felicitaciones a nuestro comandante de la Quinta Brigada de Infanter�a, general Adel Vilas por la firmeza y decisi�n en los procedimientos". Y como no pod�a ser menos, los pichones de bur�cratas y matones de la Juventud Sindical Peronista (Juan Acosta, Antonio Brito y Oscar Ch�vez) elogian la carnicer�a desatada en la tierra tucumana, al decir que "deben desaparecer del suelo patrio las minor�as al servicio de la anarqu�a y las ideas extranjerizantes".

Hay que destacar que la dirigencia gremial peronista en pleno comprometi� su apoyo a Vilas en una reuni�n efectuada en la Casa de Gobierno, lo que se concret� a trav�s de denuncias y delaciones y de su seno salieron matones que integraron las patotas secuestradoras.

El Partido Justicialista, con motivo de la festividad del 25 de Mayo de 1975, publica una solicitada en los diarios locales. En ella se refiere a "min�sculos grupos de extraviados" y elogia el accionar militar "para erradicar de nuestro suelo a los elementos ap�tridas que intentan cambiar la gloriosa y pura ense�a celeste y blanca por un trapo cualquiera".

Pocos d�as despu�s, el 29 de mayo, por la celebraci�n del D�a del Ej�rcito, el gobernador Juri elogia a esa fuerza "al enfrentar con patri�tico valor a un enemigo cruel y despiadado". Su colega Eduardo Posse Cuezzo, Presidente de la C�mara de Diputados, se enorgullece de "la lucha que todos los argentinos estamos librando contra los agentes de la subversi�n internacional", en tanto el titular del Senado provincial., Gofredo Cuozzo, haciendo gala de una religiosidad integrista propia de los momentos m�s oscuros de la historia de la humanidad, afirma: "elevamos al alt�simo la devota plegaria para que proteja y gu�e a nuestro Ej�rcito por la senda de la gloria, haciendo honor a la consigna y tradici�n de vencer o morir por la rep�blica y despejando de su cielo la borrasca de la antipatria". Este impresentable pol�tico tucumano lleg� a decir que "San Mart�n vive en los generales que organizan la defensa y trazan la estrategia que aplastar� al enemigo".

Como desde el primer d�a de la Operaci�n Independencia se denunciaba y se conoc�an las arbitrariedades y los cr�menes de los militares, el gobernador Juri sali� al cruce de quienes trataban de oponerse al genocidio, acus�ndolos: "la m�s en�rgica repulsa por el tremendo desprecio que han demostrado hacia fundamentales derechos humanos aquellos que declaman y reclaman esa protecci�n". Adem�s, se pronuncia por "erradicar definitivamente del territorio nacional a la violencia subversiva, ap�trida y criminal".

Obviamente, la virulencia del discurso oficial, en el que jam�s hubo una invocaci�n a la paz y en cambio se incitaba a los represores a ser implacables con los que hab�an osado desafiar el "estilo de vida occidental y cristiano", sirvi� para cimentar la justificaci�n militar posterior de que los hab�an enviado a Tucum�n a "aniquilar a la subversi�n".

El compa�ero general en su esplendor y apogeo

El peronismo tucumano en el poder compart�a muchas cosas con el criminal jefe de la Operaci�n Independencia. Entre otras, la pertenencia a ese sector pol�tico. Vilas se reivindicaba peronista y hab�a accedido al generalato y a la comandancia de la Operaci�n gracias a sus vinculaciones en el seno del peronismo. Adem�s, desde el comienzo de la Operaci�n Independencia el gobierno nacional, a trav�s del ministerio de Bienestar Social le brind� millonarias ayudas para "acci�n c�vica" y su titular, Jos� L�pez Rega le aport� una patota que caus� estragos entre las barriadas humildes y en el interior tucumano. Hay que recordar que, en el final de la dictadura, Vilas fue precandidato presidencial del peronismo. Para ello se realiz� una reuni�n en una quinta en Del Viso a la que acudieron numerosos dirigentes peronistas de primer nivel que le manifestaron su apoyo para la nominaci�n. Sin embargo, un acto realizado en el Luna Park marc� el final de sus aspiraciones pol�ticas: no fueron ni los que hab�an compartido el asado con �l en la quinta.

Desde el comienzo de las acciones, el 9 de febrero, el Comando T�ctico de Famaill� fue escenario de reuniones diarias de Vilas con lo m�s granado del peronismo tucumano, a tal punto que muchos dirigentes se sent�an honrados y exhib�an orgullosos su v�nculo con el jefe de la Operaci�n Independencia. No s�lo eso: numerosos dirigentes visitaron la Escuelita de Famaill�, donde seg�n el propio Vilas entre febrero y diciembre fueron atormentados 1567 tucumanos, la mayor�a de los cuales fueron asesinados.

Cuando Videla, Viola y compa��a resolvieron desembarazarse de Vilas y anunciaron su desplazamiento de la jefatura de la Operaci�n Independencia, el peronismo tucumano en pleno �pol�ticos y sindicalistas- clamaron por su continuidad en el mando. Y cuando se confirm� la partida, lo condecoraron. La gobernaci�n, con Juri a la cabeza y las C�maras de Diputados y Senadores le colocaron medallas de honor como premio a su desembozada criminalidad. Muchos de los que aplaudieron y condecoraron a Vilas, despu�s conocer�an en carne propia la ferocidad represiva de Bussi y sus secuaces, metodolog�a que hab�an elogiado hasta la groser�a.

Las v�ctimas, en su ca�da

La madrugada del 24 de marzo el gobernador Juri y todos sus ministros y secretarios fueron llevados a los empujones a la Casa de Gobierno. All� fueron obligados, en medio de insultos e improperios, a hacer entrega del poder. Algunos no hab�an tenido el tiempo ni el derecho a vestirse completamente, al ser arrancados de sus camas. Juri pas� un par de a�os en la C�rcel de Villa Urquiza, de donde sali� con un inmerecido prestigio democr�tico.

Algunos de sus m�s estrechos colaboradores, como Jos� Chebaia y Juan Tenreyro, fueron secuestrados y probablemente asesinados esa misma noche, aparentemente porque sus captores quer�an adue�arse de valiosas propiedades que seg�n los militares, eran mal habidas.

Los senadores Dardo Molina, Guillermo Vargas Aignasse y Dami�n M�rquez fueron secuestrados y nunca m�s aparecieron. Ninguno de ellos pod�a ser acusado de la m�s m�nima simpat�a con la izquierda, mucho menos con "la subversi�n".

El intendente de San Miguel de Tucum�n, Carlos Mar�a Torres fue detenido, maltratado y encarcelado durante tres a�os. Igual suerte corri� el diputado nacional Antonio Isaac Guerrero, lo mismo que los ministros Jorge Ra�l Mart�nez y Carlos Prats Ruiz.

Hasta ahora, la Justicia est� en mora con la sociedad: lo �nico palpable es que probablemente dentro de medio a�o comience el juicio oral a Bussi por la desaparici�n de un senador, es decir, un crimen solamente en una provincia que sufri� miles de cr�menes. Y lo �nico cierto es que la �nica persona que fue llevada a la c�rcel por m�s de un a�o y medio es una ex desaparecida acusada de haber cometido delitos cuando era prisionera en el campo de concentraci�n del Arsenal Miguel de Azcu�naga.

La lista de las v�ctimas de la dictadura, que integraron un gobierno provincial c�mplice del comienzo del genocidio -la Operaci�n Independencia- es larga y dolorosa. M�s grande y vergonzosa es la lista de represores impunes: ning�n militar, polic�a, gendarme o civil integrante de las patotas, fue llevado ante la Justicia. Esa impunidad tiene estrecha relaci�n con la complicidad civil iniciada en la Operaci�n Independencia: son muchos los que no quieren que se sepa la verdad. Intereses pol�ticos y econ�micos han sepultado, por ahora, la posibilidad de desentra�ar los cr�menes, todos los cr�menes, no solo una porci�n de ellos, cometidos en la m�s peque�a de las provincias argentinas.

Fuente: lafogata.org

������